51. Por la vida
Observo el anillo en mi dedo con curiosidad, mientras mi corazón palpita con descontrol. ¿De dónde ha salido esto? No recuerdo dónde lo encontré. ¿Lo habré comprado? ¿Lo hallé mientras ayudaba a papá con la cosecha?
- ¡Link!
- ¿¡Qué!? – pregunté alterado por la insistencia de mi hermana.
- ¿De dónde es ese anillo?
- ¡No tengo idea, Abril! – respondí nervioso. – No creo que sea importante.
Intento quitarme el anillo, pero grande es mi sorpresa al descubrir que no sale de mi dedo, por más fuerza que empeñe. Después de unos minutos, suelto un soplido de resignación.
- No sale...
- Después te lo quitas. – dijo mi hermana. – Mamá ya tiene listo el desayuno y después tienes que ir a ayudar a papá con la cosecha.
- ¿Mamá? ¿Papá? – pregunté impactado.
¿Por qué tengo ganas de llorar al escuchar mencionar a mis padres? Si vivo con ellos, los veo todos los días. Siento como si hubiera dejado de verlos para siempre, cuando mi mente me dice que no es así.
No digo nada más, me cambio de ropa con prisa y bajo al comedor, donde se encuentran ellos. Mi madre, tan hermosa, me mira con el cariño de siempre. Mi padre me sonríe desde la mesa, mientras toma una taza de café.
- Buenos días, hijo. – me dijo mi madre, acercándose a mí.
Mi mamá me abraza, cosa que le correspondo con el mismo cariño, mientras siento inmensas ganas de llorar y el deseo de no soltarla nunca, pero por alguna razón no puedo, algo me lo impide.
Todo lo que siento a mi alrededor es tan irreal...
- Hijo, desayunemos en familia, para que después me ayudes con la cosecha. – me dijo mi padre, señalándome mi lugar en la mesa. – Siéntate.
- Claro...
También siento el impulso de abrazar a mi padre, pero no me atrevo y no entiendo por qué, pues él es parte de mi vida diaria. Tengo presente que lo veo todos los días.
Ahora los cuatro, como una familia normal, estamos desayunando, conversando de cosas triviales o riéndonos de las ocurrencias de mi hermana pequeña. Soy inmensamente feliz en este momento, tanto que parece un sueño.
Una vez que terminamos de desayunar, mi madre y mi hermana salen al pueblo a comprar víveres y otras cosas para el hogar, mientras que mi padre y yo vamos al campo a trabajar con la cosecha. En el camino, él cruza su brazo en mi espalda para abrazarme, y una vez más vuelvo a sentir inmensas ganas de llorar.
Pasamos por Hatelia, y como si fuera algo nuevo, me maravillo de verla funcionar como siempre... como la veo todos los días.
¿Qué me pasa? No lo sé... Quizás la fiebre me va a regresar.
Una vez que llegamos al terreno para trabajar, comienzo a arar la tierra, tal y como lo hago todos los días, como no podía ser de otra manera. Poco después comienzo a mirar a mi alrededor, hasta que veo una luz azulada brillar desde el bosque que está fuera de la aldea.
¿Qué es eso?
Su brillo me causa mucha curiosidad, por lo que dejo lo que estoy haciendo y me acerco, pero mi padre toca mi hombro y me detiene.
- ¿A dónde vas, Link? – preguntó papá, preocupado.
- Voy a ver qué hay allá. – respondí señalando. – Hay una luz.
- Es la lámpara de siempre, ¿para qué quieres verla? – preguntó desinteresado. – No pierdas más el tiempo y continua, pues tenemos que ir al mercado a vender todo lo recolectado.
- Tienes razón, papá. Lo siento.
Sigo con mi actividad, hasta que tenemos todo listo para ir al mercado. Espero que las ventas sean buenas.
...
Los días... Las semanas... los meses... pasan siempre igual.
Yo ayudo a mi padre en la cosecha, me encanta pasar tiempo con él, al mismo tiempo que jugar con mi hermanita y acompañar a mi mamá al mercado. Soy feliz... inmensamente dichoso de tener una vida tranquila y estable. Sin embargo, aún siento que me falta algo.
Todos los días, mientras aro la tierra, veo la luz escondida en el bosque, pero siempre que quiero ir a verla, algo ocurre que me detiene, y después de eso me olvido del tema; solo en esos momentos me siento inquieto, como si me estuviera olvidando de algo importante, algo vital para mí.
Sobre el anillo que tengo en el dedo, sigo sin poder sacarlo. He intentado de todo, pero no sirve de nada, incluso he pedido ayuda a mi padre y me dice que no le dé importancia, que mientras no me impida hacer mis cosas, lo vea como si fuera parte de mí.
Parte de mí... ¿Por qué? Ya tengo todo lo que quiero, y aun así siento que algo me falta.
- Link...
- ¿Qué?
- Link...
Escucho que me llaman, pero no es que llegue a mis oídos, sino a mi mente. Son dos voces diferentes, pero solo una de ellas me causa ansiedad, como si la conociera de siempre. Me causa tanto afecto como el que siento por mi familia.
¿Qué ocurre? ¿Por qué me siento tan angustiado?
Me sofoco a más no poder, por lo que abro la ventana para recibir la brisa de la noche, a ver si así puedo conciliar el sueño.
- ¿Qué es eso? – pregunté angustiado.
Otra vez la luz del bosque se refleja desde las sombras, como si me llamara con intensidad e insistencia.
- Link...
- Link...
- ¿Qué son esas voces? ¿Por qué me llaman?
Me agarro el cabello con descontrol, mientras la ansiedad me va a reventar el pecho. La curiosidad me mata, me consume, así que decido ir a dónde la luz me llama. Estoy seguro de que de ahí vienen las voces.
Aprovecho que mi familia duerme para salir hacia el bosque y quitarme la duda.
...
Cada paso que doy me acerca más al bosque, y para mi sorpresa, la luz se ha apagado, pero aun así avanzo para conocer su origen, o no volveré a tener nada de paz.
- Link, permíteme sellar mi inmenso amor por ti con estas argollas que mi padre me heredó.
Me detengo en seco cuando esa frase llega a mi mente. En ese instante, mis ojos se van al anillo de mi dedo que desde hace meses no me puedo sacar, la que con el paso del tiempo logré sentir como una segunda piel.
- Este anillo es...
- Quiero que tu anillo te acompañe y te recuerde donde encontrarme siempre, aunque no me puedas ver.
¿"Encontrarte"? ¿A quién debo encontrar?
Mi cuerpo tiembla desesperado, mientras mi corazón se destroza. Algo valioso he perdido, algo vital para mi existencia, y sé que está ahí en el fondo de mi mente... Yo lo sé.
La silueta de una dama se forma en mi mente; hermosa, perfecta y cálida, con unos ojos verdes como la esmeralda y una sonrisa tan hermosa como el sol.
- Tan hermosa como el sol...
Decido seguir adelante para adentrarme al bosque, mientras mis ojos se pierden en el anillo, en la mujer que está en mi mente. Me vuelve loco y quiero alcanzarla. ¡Necesito recordarla!
- Te amo, Link...
No... No puedo más. Este anillo... Esta sonrisa... Los besos y las caricias...
- ¡ZELDA!
En el instante en el que grito su nombre, descubro la misteriosa luz que me ha atormentado por todos estos meses. Una espada magnífica se encuentra frente a mí. Y es mía... Yo lo sé.
- Link... encuentre el camino.
Ahora la segunda voz me habla, una que se me hace conocida, a pesar de que no recuerdo haberla escuchado recientemente. Viene de la espada, lo siento en mi corazón, mientras mi piel se estremece al estar en su presencia.
Me motivo a tomarla para sacarla de su pedestal, pero siento que algo hala mi túnica.
- ¿Qué?
Me doy la vuelta y me encuentro con una imagen desgarradora. Mis padres y mi hermana están frente a mí, sonriéndome con amor y angustia. ¿Cómo pudieron darse cuenta de mi ausencia? ¿Por qué están tan tristes?
- No lo hagas, hermano. – rogó mi hermanita con lágrimas en los ojos.
- Abril...
- Hijo mío, si tocas esa espada no podremos volver a estar juntos nunca más. – rogó mi madre con lágrimas y desconsuelo. – No podemos perder a nuestra familia feliz.
- Hijo... No perdamos este hermoso mundo que hemos construido.
Cierro los ojos, lleno de mortificación, mientras mi alma se destroza por los seres que amo. Estar a su lado ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida y me siento un canalla por hacerlos sufrir de esta manera.
Me acerco a ellos mostrando pesar... pero al mismo tiempo con la mirada llena de verdades.
- Los amo con todo mi corazón... – expresé apenado. – Estos meses han sido un hermoso sueño... pero ahora es tiempo de despertar.
- Amo Link... despierte.
Abrazo por última vez a mi familia, quien llora desconsolada ante mi partida y con sus fallidas palabras busca retenerme. Me despedazo ante cada llanto y ruego... pero este mundo onírico no me pertenece. De todas maneras, agradezco haberlo vivido y lo llevaré por siempre en mi corazón.
Sin titubear ni un segundo más, tomo la espada y la saco de su pedestal, y en ese momento todo a mi alrededor se derrumba, mientras caigo en un abismo oscuro y sin fin. Sin embargo, el descenso no se hace eterno, pues una mano me agarra y me lleva con ella.
- Lo logró... Amo Link.
- ¿Tú eres...?
Mi ascenso es gracias a un ser extraño que me tiene de la mano, parece un diamante etéreo con colores azules y púrpuras, con una mirada inexpresiva, pero que al mismo tiempo dice demasiado. Siento a la Espada Maestra dentro de ella, por lo que no entiendo qué clase de ser es.
- Soy Fi, el Espíritu de la Espada Maestra. Rogaba que me encuentre, amo Link.
- Fi...
- Yo soy la misteriosa segunda voz que escuchaba, y eso significa que nuestro enlace como espadachín y arma está completo. – dijo Fi. – Ahora podrá sentir mi espíritu hablarle y guiarlo hacia el éxito de la batalla.
- Llévame donde Zelda, Fi. – pedí desesperado. – Dame tu fuerza para defenderla.
- Ella también lo ha estado defendiendo... el objeto de su unión es la prueba de eso.
Ahora entiendo que el anillo fue el que me permitió encontrar a Zelda en mi mente y corazón. El rey supo perfectamente lo que hacía cuando nos heredó sus preciados tesoros.
- ¡Llévame a la luz, Fi! – pedí determinado. – ¡Acabemos con la maldad de este mundo!
Fi siguió con su ascenso, hasta que la oscuridad del abismo comenzó a llenarse de luz.
...
Abro los ojos con rapidez, mientras mi corazón duele espantosamente y palpita desbocado. Al parecer todo lo que viví fue el sueño más real de mi vida, pero una mentira de mi enemigo para derrotarme.
En ese instante, siento que una calidez me rodea, al mismo tiempo que el dolor de mi pecho se calma. Me doy cuenta de que Zelda es la responsable de eso. Está de rodillas a mi lado y tiene su mano encima de mi pecho; su cuerpo brilla intensamente. Sin embargo, para mi horror, veo un hilo de sangre negra en sus labios, mientras unos pocos moretones han aparecido en la piel que tiene visible.
- ¡Zelda! – grité espantado. – ¿Qué haces?
- Link... – habló ella, esforzándose por sonreír. – Uní mi alma con la de la Espada Maestra, por eso pude traerte de regreso. Además... nuestros anillos se encontraron.
- Pero...
- Estoy tan feliz de que te hayas podido conectar con la espada... de que hayas vuelto.
Zelda cae en mis brazos agotada, hasta que termina inconsciente. Si no fuera por la maldita enfermedad que la agobia, hubiera resistido el manejo de su poder. En ese instante me doy la vuelta y veo a Astor de rodillas en el suelo, respirando con dificultad. Al parecer, la luz de la princesa le causó el efecto contrario a mí.
- Qué poder tan tremendo... maldita mocosa. – dijo el villano, respirando con dificultad. – No pude ni siquiera acercarme para impedir que te despierte, y para colmo comenzó a resonar la Espada Maestra. ¿Cómo no pude calcular algo como eso?
Dejo a Zelda a un lado, mientras saco mi capa de viaje y la cubro con ella. Lamento profundamente no tener un sitio seguro al que llevarla, pero no tengo más remedio que cuidarla al mismo tiempo que acabo con este maldito... Con esta escoria que nos ha arruinado la vida.
- ¿Qué fue lo que me hiciste, bastardo? – pregunté enfurecido.
Ya más recuperado, el villano comienza a reír, a la vez que se pone de pie. Mi mirada se cruza con la de él, demostrando que queremos matarnos el uno al otro.
- Link, definitivamente eres un estúpido. – dijo Astor, soltando una carcajada. – Solo estuviste dormido unos cuantos minutos, pero para ti fueron meses. Tan fácil era que te quedes con tu familia, que vivas la fantasía de una vida pacífica y sin conflictos, pero decidiste despertar para encontrar la muerte. Aunque... de todas maneras igual la ibas a tener.
- ¿Cómo? – pregunté impactado.
- Desde el momento en que caíste en el sueño, tu corazón comenzó a latir más lento, hasta casi el grado de sufrir un infarto. – respondió, causando impacto en mí. – Zelda se dio cuenta, así que invirtió una gran cantidad de poder para impedir tu muerte y que regreses.
- Zelda... arriesgó su vida por mí.
- Más bien, la redujo, pues con lo que hizo, la malicia de Ganon la intoxicó más. – expresó encantado. – Sin embargo, al mismo tiempo eso me impidió acercarme para detener sus planes, pues la maldita luz de su poder me asquea... pero no importa.
Me quedo en silencio por largos segundos, mortificado por las consecuencias que esto podría traer para Zelda. Sin embargo, estoy decidido a no dejarme llevar por la rabia, sino detener a mi enemigo con certeza y frialdad.
Ya no puedo cometer errores...
- Es lamentable que Zelda se haya debilitado. – expresé calmado, para después sonreír. – Sin embargo, te agradezco por el regalo que me diste.
- ¿Qué? – preguntó Astor, sorprendido.
- Aunque fueron solo minutos, pasé momentos de verdadera felicidad junto a mi familia, y por un instante pensé en quedarme con ellos para siempre; hasta que los recuerdos me devolvieron a la realidad. – respondí serio. – Gracias a tu gentil regalo, ahora estoy más decidido a terminar contigo, pues el amor de mi familia lo perdí por tu causa.
- Mocoso infeliz...
- No te muevas, Astor... Te aseguro que la cortada de cabeza será rápida.
En ese momento, el villano da un salto hacia atrás y saca a relucir su orbe de energía, el que comienza a brillar intensamente. Yo preparo mi escudo y espada para la batalla. Ahora, más que nunca, me siento cercano a la sagrada arma. Ella me va a guiar a la victoria.
- No te apresures, Link, pues aún no llega nuestro invitado especial. – dijo Astor.
- ¿Invitado? – preguntó sorprendido.
- Así es... al que le voy a ofrecer sus cabezas como sacrificio.
Astor comienza a mover la mano alrededor del orbe, mientras la madrugada del cielo se oscurece más, tapando las nubes y la luna. Una sombra empieza a manifestarse detrás del villano... tan conocida para mí.
- No puede ser...
La presencia oscura comienza a levitar encima de nosotros, lanzando malicia por todos lados. Yo sé quién es este individuo... jamás podría olvidarlo.
- ¡BIENVENIDO SEA, MI SEÑOR GANON!
La sombra de nubes negras se detiene encima de nosotros, posando sus brillantes ojos en mí.
- Nos volvemos a ver, Link. ¿Me recuerdas?
A diferencia de la primera vez, ahora puedo escuchar su voz con mis oídos y no con mi mente. Ganon se encuentra en una etapa tan primitiva, pero aun así se le percibe un poder inmenso.
- Lástima que nuestra reunión se interrumpió por la intervención de Zelda, cuya luz fue la que me mantuvo sellado por cien años. – dijo el ente. – Sin embargo, ahora no será así.
- ¿Qué es lo que dices? – pregunté alterado.
- Ella tiene los minutos contados, pues la malicia a la que se expuso conmigo la ha contaminado, y no habrá nada que puedas hacer para impedirlo.
- ¡Matarte será la solución! – grité enfurecido. – Enfréntame, Ganon, saldemos las cuentas pendientes de una maldita vez.
- ¿Pelear contigo? – preguntó irónico. – Para eso tengo a mi fiel Astor, quien me permitió resguardarme en su espíritu, mientras me recuperaba del sello, y con la fuerza que le he brindado, es quien te va a derrotar. Y una vez que tenga tu cabeza y la de la estúpida princesa en mis manos, no habrá nada que impida que me apodere de este mundo.
- No lo voy a permitir...
- ¿Quién te crees? – preguntó Ganon. – Podrás tener una poderosa espada, pero recuerda que hace cien años no pudiste acercarte a mí ni acabar con una horda de monstruos... la que en este momento regresará para servirme.
El oscuro cielo comienza a llenarse de nubes rojizas, similar al cuerpo de Ganon. Para mi espanto, está apareciendo una inmensa cantidad de monstruos, los que corren por todos lados, destruyendo los árboles y todo a su paso. Veo con pavor que se acercan al rancho de los Picos Gemelos, sin nada que pueda hacer para evitarlo. Van a asesinar a todas las personas inocentes que se encuentran ahí, incluido avanzar hasta la aldea Kakariko.
Sin embargo, mi temor se incrementa al ver que uno de ellos se abalanza hacia Zelda con su arma para golpearla... No llegaré a tiempo para salvarla.
- ¡No! ¡Zelda!
Sin embargo, un rayo azulado acaba con la vida del monstruo, lo que me deja impactado, pues en ese momento descubro al salvador.
- ¡Terrak! – expresé sorprendido.
El guardián me responde con su típico sonido, mientras se posiciona frente a Zelda para protegerla. Otro monstruo tiene la osadía de acercarse, pero el guardián lo fulmina.
- ¡Disculpa la tardanza, Link!
La voz de Impa me saca de mi trance, mientras veo como ella ha llegado en compañía de Azael, Athan, Sidon, Yunobo, Teba y Riju.
Yunobo, con la gran fuerza que posee, con la valentía saliéndole por los poros, golpea el suelo y crea un aro alrededor de Ganon, Astor y de mí, mientras que Sidon, Teba y Riju crean un muro de energía con sus respectivos poderes. En ese momento me doy cuenta de sus intenciones, por lo que no puedo evitar sentirme conmovido. Por otra parte, Azael y Athan crean una capa de humo que le quita la visibilidad a Astor, quien para mi sorpresa, ni se ha inmutado con todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
- ¡Link, lucha tranquilo! – dijo Impa. – Nosotros, la tribu Sheikah, y los bendecidos por los campeones, acabaremos con la horda de monstruos creada por Ganon.
- Apaya, Prunia y Rotver están ayudando a evacuar a las personas del rancho y a verificar si hay heridos. Hasta cuando llegamos no había muertos.
- Ustedes... amigos. – expresé sorprendido.
En ese momento, los cuatro herederos de los Campeones se posicionan frente a mí, uniendo las armas que sus antecesores les confiaron. No comprendo lo que quieren hacer.
- Llevamos meses preparándonos para esto, y ahora que tenemos a Ganon frente a nosotros, conocemos el camino que debemos tomar para ayudarte, para cumplir con la voluntad de mi querida hermana. – dijo Sidon, alzando su tridente.
- ¡Link, toma el poder de las Gerudo! – gritó Riju.
- ¡Mi furia y la de Revali te llevarán por el viento de la victoria! – dijo Teba.
- Mi valor te pertenece, Link. Úsalo y haz justicia por nuestros seres queridos. – dijo Yunobo.
Los cuatro guerreros levantan su arma, y para mi impacto, veo como detrás de ellos aparece el alma de los Campeones fallecidos tocando el hombro de su heredero, lo que causa que ellos derramen lágrimas de emoción, pues sé que también pueden sentirlos.
Mipha, Daruk, Revali y Urbosa... hasta el final siempre estuvieron con Zelda y conmigo.
La Espada Maestra comienza a resonar, mientras absorbe el poder que los Campeones me brindan. Siento como mi alma se llena de calidez y determinación, lo que me da seguridad para terminar con esta guerra.
- ¡Todo queda en tus manos, Link! – exclamó Athan. – Nosotros defenderemos nuestra amada tierra, mientras tú derrotas al enemigo.
Todos se alejan de mí, dejándonos a Zelda, Terrak y a mí dentro de la barrera creada por los Campeones. Ahora sé que lo que ocurra dentro de este entorno se quedará aquí, sin lastimar a ningún inocente.
- Terrak, cuida a Zelda, por favor. – pedí preocupado.
El humo que cubre a Astor comienza a desvanecerse...
- ¡JA... JA... JA...! – rio el villano, mientras el humo desaparecía de su cuerpo. – No me arrepiento de haberme quedado quieto viendo tan patética escena. Los amigos brindándote poder.
- Yo también me he divertido. – dijo Ganon, riendo irónico. – No hice nada porque quiero ver cómo termina esto, pues de nada servirá la salvación de los inocentes si los pilares de su vida mueren, el héroe y la heredera de Hylia.
- Mi señor Ganon, espero que le guste el espectáculo que está a punto de darse. – dijo Astor, moviendo la mano alrededor de su orbe. – Relájese mientras la sangre corre.
Astor se abalanza hacia mí con una velocidad alarmante, la que logro esquivar a tiempo. Furioso debido a su fracaso, crea una esfera de energía que duplica su tamaño y me la lanza, por lo que en ese momento saco mi escudo para protegerme. Mi arma quema hasta llegar a mi brazo, pero al menos logra proteger mi pecho. Un escudo ordinario jamás habría resistido este ataque, se habría pulverizado al mismo tiempo que mi cuerpo.
En ese momento tomo mi lado izquierdo, buscando la manera de acercarme a Astor. Enfurecido, vuelve a lanzar varias esferas, las que logro esquivar lo más rápido que puedo; incluso, el muy infeliz, para martirizarme, lanza una de ellas hacia donde se encuentra la inconsciente Zelda, pero Terrak logra repelerla con un pequeño escudo que sale de su cuerpo. Es un guardián pequeño, pero valiente y determinado.
- ¡Maldita chatarra! – gritó Astor, distrayéndose para mi deleite.
- ¡No te muevas, bastardo!
Aprovechando el descuido que el ente tuvo, lo noqueo con mi escudo y causo que caiga al suelo, momento en el que le clavo la espada en la mano derecha, causando que lance un grito de dolor; pero aun así, no se separaba de su maldito orbe de oscuridad.
- ¡AAAAARG! ¡BASTARDO!
- ¡Bastardo eres tú! ¡Por todo lo que has hecho! – reclamé enfurecido, hundiendo más mi espada. – Y qué extraño... ¿Por qué sangras como si tuvieras una piel normal?
Los ojos de Astor se impactaron no solo por caer en cuenta del dolor, sino que su piel se sentía igual de normal que la de cualquier humano. ¿Por qué? Debía ser una broma, pues se supone que estaba protegido por su gran señor Ganon.
¿O acaso...?
- Tu sangre manchando mi sagrada arma es una ofensa para ella, por lo que terminaré contigo de una vez.
- ¡NOO!
Me muevo con rapidez para clavar la espada en su espalda, sabiendo que destrozando ese punto vital, lo mataría sin reparo. Sin embargo, el villano me esquiva con un salto, y para mi sorpresa me termina golpeando en la cara con un rodillazo, enviándome a volar lejos.
Caído en el suelo, con la calidez de los hilos de sangre bañando mi rostro, me levanto enfurecido para seguir con la batalla.
- ¿Crees que con esto vas a detenerme? – pregunté, escupiendo la sangre acumulada en mi boca. – Usa mejor tus poderes, porque como guerrero no sirves para nada.
- ¡Ya cállate! – reclamó el villano, con el ego humillado.
Astor vuelve a lanzar otra de sus esferas de energía, pero sabiendo que la iba a esquivar, con su orbe lanza otra por arriba de mí. Alzo la Espada Maestra para destrozarla, como si se tratara de una simple piedra.
- ¿¡Cómo es posible!? – preguntó espantado el villano.
- La Espada Maestra me dicta el camino que debo tomar, y solo yo la puedo escuchar. – respondí. – Y no solo eso, sino que se encuentra imbuida por la voluntad de los Campeones. El escudo que me dieron Daruk y Yunobo fue el que me protegió.
Con el enemigo impactado, uso la furia de Revali, fuerza complementada con Teba, para usar el impulso del viento y poder caer encima de Astor, con toda la intención de enterrar la espada en su cráneo; pero para mi mala suerte, el tipo se anticipa y crea una ráfaga de electricidad que me cae encima, provocándome un dolor tan fuerte hasta sentir que mi piel se desgarra, mientras los gritos se apoderaban de mí.
- Ahora sí estás muerto, es imposible que sobrevivas a...
Respirando con dificultad y con múltiples cortadas en mi piel visible por causa de la electricidad, me pongo de pie, causando que el villano se horrorice porque pude evadir la mejor de sus técnicas. Me siento recuperado del dolor.
- Me hiciste daño, no lo voy a negar, pero mi vitalidad pudo mantenerse gracias a la bondad de Mipha y Sidon, quienes también me brindaron el don para poder derrotarte.
- ¿Me estás diciendo que el poder de la amistad te está salvando, imbécil? ¡No me hagas reír!
El villano ríe a carcajadas, hasta que la gracia se le va al demonio cuando siente una terrible electricidad destrozándole el cuerpo, mucho más fuerte que la que él me había causado. Su pálida piel comienza a agrietarse, lanzando sangre por todos los rincones.
Las heridas de Astor no son lo único que se nota, pues puedo verlo más envejecido. ¿Por qué? ¿Tendrá esto que ver con la esencia de Ganon?
- Urbosa y Riju, las matriarcas Gerudo, me dieron la fuerza para usar una de sus técnicas más poderosas. – indiqué acercándome hasta el caído Astor. – Cuando me lanzaste el ataque eléctrico, el don de ellas lo absorbió y por eso para ti fue como recibir un triple ataque.
- ¡Esto aquí no se acaba, la magia negra ancestral es mi aliada! – exclamó el villano, alejándose de mí. – Nada de lo que hagas podrá acabar con mi orbe. Me fue entregado por Ganon y por eso me he mantenido joven y fuerte por más de un siglo.
- Yo no estaría tan seguro...
Astor se toca el rostro para sentir que su piel no dejaba de agrietarse. Me llama la atención por qué se está deteriorando tanto, como si la fuerza se le estuviera yendo, como si la vitalidad se le esfumara.
Es en ese momento de conmoción, que aprovecho para lanzarme encima de él y enterrarle la espada en la pierna derecha, causando que el hombre caiga al suelo y grite como un desbocado. Sin embargo, la energía maligna del orbe me envía volando lejos, y esta vez su influencia fue tan fuerte en mí que no puedo moverme, además que el sangrado de mis heridas ha vuelto.
Esto no está bien... va a acabar conmigo si no me pongo de pie.
- Yo... ¡Yo...! ¡YO NO PUEDO ESTAR ENVEJECIENDO! – gritó tomándose el rostro. – Ganon me dio la inmortalidad, yo ya no soy un humano. ¡ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO!
Astor comienza a acercarse a mí, con la furia desbordando por sus ojos bañados de sangre, mientras que yo sigo incapacitado para moverme. Si pudiera acabar con el orbe ancestral, quizás podría regresar a la normalidad.
- ¡TODO ES TU CULPA, MALDITO HÉROE DE CUARTA! – reclamó Astor. – Ganon está furioso viendo que estoy fracasando y por eso me está quitando su apoyo.
- ¿¡Qué!? – pregunté alarmado, luchando para poder moverme.
- Volveré a ganarme su confianza acabando contigo... – afirmó el hombre, alzando sobre mí su orbe de oscuridad. – ¡Tu cuerpo despedazado será el tributo por mi incompetencia!
Justo cuando la energía del orbe comenzó a salir para impactarme, este se destroza en mis pedazos. Miro incrédulo la imagen, como si todo hubiera pasado en cámara lenta, mientras que Astor ha quedado fuera de sí, desconectado con la realidad.
- Ya puedo moverme. – digo, levantándome del suelo. – ¿Pero cómo...?
Me doy la vuelta y veo que Terrak ha sido el encargado de destruir la esfera, quien producto de la desesperación vino a ayudarme. Es ahí que mi mente se vuelve clara. Rotver equipó al guardián para que sea capaz de destruir cualquier objeto que maneja energía ancestral, y aunque quizás no pudo acabar con la magia negra que rodeaba al orbe, acabó con una de las bases más importantes de su poder.
Zelda, con su afán de encontrar a Terrak, ha salvado mi vida...
- Muchas gracias, Terrak. – dije, levantándome con dificultad debido al dolor y a las heridas. – Regresa rápido donde Zelda, no la dejes sola.
Justo cuando el guardián se retira, Astor se levanta enfurecido. Ahora que ya no cuenta con una parte importante de su poder, sé que con la Espada Maestra, capaz de repeler el mal, su suerte está acabada.
- ¡Ahora ha llegado tu fin, maldito! – reclamé enfurecido. – ¡Vas a pagar por cada una de las vidas que te has cobrado!
Lanzo al suelo a mi enemigo de una patada, enterrando mi espada directo en su pecho. Solo por esa vez me dejo llevar por la ira y los deseos de venganza, los que intento mantener en el nivel de la justicia... pero ya no puedo más, pues la sangre de la gente que murió a manos de este infeliz me reclama.
- ¡AAAAAARG! – gritó Astor, sintiendo el arma enterrándose en su pecho.
- Muere, por todas las víctimas del Cataclismo... por mi padre, por el rey, por su amada esposa. – dije, mientras mi voz se llenaba de rabia y hundía más el arma en su cuerpo. – Por mi hermana, quien sufrió por años mi ausencia; por Zelda, por haberle arrebatado a su familia... Por hipócrita, mentiroso y manipulador.
Siento asco al sentir como mi túnica y piel se manchan con la sangre salpicada de este bastardo, pero con la estocada final, terminaré por matarlo.
- ¿¡Qué!?
Un viento abismal hace que arranque la espada del pecho de Astor, lo que también causa que salga volando, pero cayendo de pie un poco más lejos. La sombra de Ganon, que había estado como sádico espectador de esta masacre, ahora lo rodea.
- Mi señor Ganon... ha venido a salvarme. – dijo el villano en agonía.
- Claro que he venido a salvarte, mi querido peón. – dijo el villano. – Pues no podía seguir permitiendo que maltraten el cuerpo que necesito para mi construcción.
- ¿Construcción? – preguntó impactado.
- Así es. ¿Eres tan imbécil que creías que iba a darte una oportunidad? – preguntó con sarcasmo. – Pensé que ibas a ser lo suficientemente inteligente para vencer a Link, pero no solo él acabó contigo, sino que un guardián de juguete destrozó el orbe que te di.
- Pero... mi señor...
- Igual siempre fuiste un instrumento, tú hacías el trabajo sucio, mientras yo me liberaba de los efectos del sello; y ni eso pudiste hacer bien. Y ahora que estoy listo, usaré la carne de tu cuerpo, antes de que envejezca más, pues tu alma no me interesa para nada.
El rostro de Astor comienza a llenarse de más arrugas, mientras yo observo con terror la extraña y nauseabunda fusión que se está dando. Puedo escuchar a mis aliados luchar con todas sus fuerzas contra los monstruos, por lo que temo que el enemigo con el que estoy a punto de enfrentarme se atreva a intervenir en su empresa.
Ahora frente a mí se encuentra el verdadero Ganon, con rostro humanoide y con rasgos de jabalí, con una altura que me supera con creces. Ahora veo que Astor siempre fue una marioneta para cumplir con sus intenciones, quien fue tan imbécil por su narcisismo que no fue capaz de verlo.
- Ha llegado el momento de demostrarte lo que es pelear en serio, héroe elegido por la espada. – dijo el villano. – Yo, Ganon, me haré con este reino y el poder sagrado de Hylia... mucho más si tu princesita está agonizando.
- ¡Zelda no va a morir! – reclamé irascible y mostrando la espada.
- No podrás evitar que eso ocurra, estuvo expuesta un siglo a mi malicia. – dijo el villano. – Además, todo este tiempo has sido un inútil, un incapaz de ayudarla. ¡Ya está muerta!
- ¡Ya cállate!
Me lanzo encima de Ganon para herirlo con mi espada, pero él usa sus brazos como escudo para evitar el ataque. Nos miramos fijamente a medida que forcejeo para traspasarlo, su mirada es dorada, pero llena de odio. Además, la malicia de su cuerpo comienza a arderme cual ácido.
- No podrás acabar conmigo, mocoso. – dijo Ganon durante el forcejeo. – Recuerda que, aunque lo hice por medio de Astor, yo mantuve a las bestias divinas corrompidas por todos estos años, así que de alguna manera poseo sus técnicas.
- ¡Y yo poseo la bendición de los campeones, así que nada de lo que hagas me hará flaquear!
En ese momento, comienzo a escuchar escándalos fuera de la barrera. Me perturbo al oír los gritos de las personas inocentes, mientras mis amigos se debaten en una guerra para rescatarlos.
- ¿Podrás vencerme antes de que esa pobre gente muera? No lo creo...
Salto hacia atrás para alejarme de Ganon, y en ese momento el pitido de Terrak me llama, hasta que la tableta Sheikah cae en mis manos. Estoy seguro de que me será de utilidad.
El cuerpo de Ganon ahora está cubierto por un escudo parecido al que Daruk usaba; sé qué hacer, mucho más ahora que tengo la tableta Sheikah. De inmediato aviento una bomba que destruye por completo el escudo, al mismo tiempo que me lanzo para clavarle la espada, sin embargo, todo resulta en vano, pues Ganon evita el ataque y dirige su colosal brazo para golpearme, del cual logro protegerme con el escudo.
Tener su malicia cerca me quema el brazo, pero aun así lo soporto, pues no puedo permitir darle ventaja.
Ganon usa su otro brazo para golpearme, el que detengo con mi espada, y desde ahí comenzamos lo más parecido a un duelo de armas. Realizo un tajo horizontal para golpearlo por lo bajo, lo que, para mi suerte, logra dañarle el cuerpo y causa que de su garganta salga un quejido de dolor. La Espada Maestra resuena con la fuerza que mis compañeros me han dado, quienes, al igual que yo, no se van a rendir.
Terrak sigue cuidando a Zelda, así que me siento tranquilo dentro de este espantoso caos...
- No pienso estar en este duelo de espadachines eternamente, así que es momento de que continuemos con la función.
Ganon saca a relucir una lanza parecida a la que usó la corrompida Mipha, y aunque intento esquivarla, logra lastimarme el pecho, desgarrándome la piel. El dolor y la mancha de sangre comienza a propagarse por mi ropa, pero aun así no me detengo y sigo adelante.
Ahora voy a centrarme en reventar esa lanza.
Ganon comienza a provocar con la lanza múltiples ataques de hielo, los que logro esquivar saltando lejos de ellos, hasta que uno me alcanza y me congela la pierna.
- ¡Maldición! – grité desesperado al no poder moverme.
- ¡Es tu fin, maldito héroe!
Antes de que Ganon me golpee, saco mi arco y apunto hacia él una flecha eléctrica, la que logra disipar el poder de la lanza de hielo. Es ahí que comprendo la clase de ataque que necesito emplear.
- Urbosa... dame tu poder.
Elevo mi mano al cielo y chasqueo los dedos, llamando al gran poder de la Ira de Urbosa. El cuerpo completo de Ganon comienza a retorcerse de dolor, mientras su lanza de hielo se pulveriza.
En ese momento, aprovecho y perforo la pierna derecha de Ganon, a la que logro destrozar de manera significativa, lo mismo repito con la pierna izquierda. Aunque tengo la mente fría para acabar con él, no puedo descifrar la furia que me carcome por dentro. Quiero despedazarlo y esfumarlo de la faz de la Tierra.
Sin que pudiera darme cuenta, Ganon me envía a volar lejos de un empujón, causando que el sabor metálico de mi boca se incremente, pero me deshago de la sangre y continuo con la lucha.
- ¿Podrás contra esto, mocoso maldito?
Ganon crea en su brazo un cañón, con el que pretende lanzarme bombas parecidas a las que tenía Vah Medoh. De inmediato saco mi arco con una flecha bomba para contrarrestar el ataque, y la fuerza de ambas embestidas se queda en el centro.
- ¡Con esos trucos baratos no podrás contra mí, Ganon!
Uso la furia de Revali para elevarme en el cielo. Lanzo una flecha explosiva y destruyo el brazo de Ganon que tiene el cañón, y con el tiempo que me mantengo en el aire, daño el otro por si quiere usar la misma técnica.
- ¡MALDITOOOO!
Ganon, usando el mismo poder del viento que yo, se eleva en el cielo, y con su pierna malograda, me da un fuerte golpe en el estómago que me envía a caer cuesta abajo. De no haber sido por los rezagos de la furia de Revali que aún mantengo en mi cuerpo, habría muerto por caer a esta altura.
Respiro debido a mi estómago despedazado, desesperado por poder llenar de oxígeno mis pulmones. A pesar de que he logrado hacerle daño considerable a Ganon, se me está complicando demasiado acabar con él. La coraza de su cuerpo rodeada de malicia parece impenetrable.
Otra patada en mi cuello me manda a volar por los aires, y esta vez acompañada por electricidad, lo que me demuestra que Ganon está imitando el poder de Urbosa.
- Canalla... cobarde... – expresé, intentando incorporarme. – ¡Argh!
Me duele espantosamente el tronco, no sé si me habré roto algún hueso o costilla, pero aun así no me doblegaré ante mi enemigo. De ninguna manera.
- Ya no puedes pelear más, mocoso. – dijo Ganon, hablándome desde la distancia. – Tienes huesos rotos y has quedado afectado por la pelea con Astor.
- Eres tan cobarde, que eres incapaz de atacarme con tus propios poderes, pues los robas de los Campeones, a quienes ensucias su honor con tus actos. – reclamé enfurecido. – Así me cuesta la vida, voy a derrotarte...
- ¿Sigues aferrado a la Espada Maestra para vencerme? – preguntó irónico. – Eres dependiente de esa arma.
- ¡Te equivocas! – grité exaltado. – La Espada Maestra no es mi servidora, ni yo mucho menos su dependiente. Somos un solo ser, un solo espíritu que se guía en mente y corazón para terminar con el mal de este mundo... para acabar contigo. ¿Por qué crees que sigo vivo a pesar de tantas heridas y sangre derramada?
- Maldito...
- ¡No vas a poder conmigo!
Me abalanzo hasta Ganon para acertarle un golpe, pero me bloquea con su brazo como escudo. Una vez más, comenzamos con este ciclo casi infinito de tajos de espada, de defensa y ataque. Se mueve más rápido de lo normal y eso me está preocupando, hasta que descubro las razones. Como ha robado las habilidades de Urbosa, planea ser tan rápido como el rayo.
- ¡Muy lento!
Me asesta otro golpe en mi estómago, el que me hace vomitar más sangre que antes, hasta el punto de mancharlo a él. Una vez más, termino volando por los aires, hasta caer de lleno en el frío suelo de piedra.
- Ya no tienes energías para nada, Link. – dijo Ganon, corriendo con gran velocidad hacia mí. – ¡Muere!
Al no poder hacer nada ante tremenda velocidad, cierro los ojos por inercia, hasta que siento una calidez rodearme por completo... muy familiar para mí.
No... No puede ser...
- Tú... – habló Ganon, espantado por lo que tenía al frente.
Con el cuerpo lleno de moretones y la sangre negra saliendo por su boca y nariz, Zelda se interpuso entre Ganon y yo, para protegerme. Escucho como Terrak se acerca a toda prisa con sus pitidos alarmados, pero se detiene al ver que su ama le ha puesto su mano como barrera.
- No te acerques, Terrak. – ordenó Zelda, hablando con dificultad.
- Zel... Zelda... – llamé desesperado. – No intervengas, yo puedo...
- No... esto me corresponde solo a mí, Link. – dijo determinada, dándome la espalda.
No sé por qué siento tanta angustia en estos momentos, y no me refiero únicamente por la pelea con Ganon. El no poder ver el rostro de mi amada me está consumiendo en desesperación.
- Zelda... ¿acaso no te ves? – preguntó Ganon, sarcástico. – Estás agonizando, a punto de morir, ¿y aun así piensas que puedes hacerme algo? Vas a perecer escuchando el grito de los habitantes siendo torturados por mis peones, mientras le corto la cabeza a tu querido héroe frente a tus ojos.
- Te equivocas, Ganon. – dijo Zelda, seria. – Ya no soy la misma a la que torturaste por cien años, a la que le arrebataste el poder por tu malicia asquerosa.
- ¿Qué?
- Ahora estoy más fuerte que nunca, pues es gracias a las personas que amo que lo he recuperado.
- ¿Otra vez el amor? – preguntó riéndose. – ¡No seas estúpida!
Para mi desgracia, veo como Ganon intenta darle un golpe en la cabeza a Zelda, sin embargo, su mano se detiene de manera abrupta, mientras él parece empeñar esfuerzo en poder avanzar.
- ¿Qué pasa? Mi mano se ha quedado suspendida, no puedo moverla. – expresó impactado.
- Ya te has debilitado bastante en la batalla contra Link... así que con eso podré acabar contigo.
Por pocos segundos, Zelda voltea hacia mí y me sonríe, lo que causa que mi corazón se llene de angustia al no saber lo que planea hacer.
El cuerpo de la princesa comienza a rodearse por una cálida energía dorada, mucho más inmensa de lo que la he sentido antes. Incluso su cuerpo ahora se encuentra revestido por ese traje blanco que le he visto en pocas ocasiones, pero ahora parece más tangible.
No hay duda que su verdadero poder ya ha despertado... tal y como lo dijo su madre.
- ¡Maldita luz! – gritó Ganon, alejándose de Zelda. – ¡Me quema todo! ¡Mis ojos se calcinan!
Tanto es el poder que rodea a Zelda, que en un momento cegador, veo como encima de ella aparece la Trifuerza y en sus manos un arco y una flecha que jamás en la vida había visto. Parecen armas inmateriales, como si estuvieran hechas únicamente de luz.
Con su vestido blanco manchándose de la negra sangre, pero con el arma direccionada a la cabeza de nuestro enemigo... Zelda está decidida a eliminarlo.
- Regresa a la oscuridad para siempre, Ganon... ¡En el nombre de Hylia te lo ordeno!
La flecha de luz cae directamente en la frente de Ganon, quien cae de rodillas al suelo al retorcerse de dolor. La fuerza del arma calcina cada partícula de su piel entre los gritos de maldición que lanza al verse vencido.
El arco y la flecha de luz desaparecen del entorno, mientras el cuerpo de Zelda comienza a caer, pero logro sostenerlo a tiempo. Puedo ver como la oscuridad sale de ella, lo que me demuestra que la malicia de Ganon la ha abandonado ahora que usó su poder hasta más allá del límite.
- ¡Zelda!
En ese instante, un espantoso rugido se escucha en el ambiente. Ganon parece no darse por vencido.
- ¡LOS LLEVARÉ CONMIGO AL INFIERNO, MALDITOOOOOOS!
Ganon se acerca a nosotros a una velocidad terrible, pero con las pocas fuerzas que me quedan, corro hacia su dirección y le clavo la Espada Maestra en el pecho, destrozándolo por completo. El villano se queda con la boca abierta, sin poder emitir un solo grito de dolor.
A los pocos segundos, cruza sus ojos con los míos, perturbándome de nuevo con esa mirada tan espantosa.
- ¿En serio?... Mocoso... ¿Crees que acabaste conmigo? – preguntó, respirando con dificultad.
- Regresa a la oscuridad, Ganon... has perdido. – respondí enfurecido.
- Imbécil... esto no ha terminado. – indicó, lo que me causó mucha ansiedad. – Tú volverás a verme en un estado diferente, pues mi enemistad contigo nunca morirá. Esto solo fue un calentamiento.
- ¿Qué? – pregunté confundido.
De repente, por muy pocos segundos, pues ver como el rostro de Ganon se transforma en un ser espantoso, decrépito, seco y sin vida, como si se tratara de una momia, pero con la misma rapidez vuelve a su estado original, lo que me hace pensar que lo que acabo de ver seguramente fue producto de mi imaginación. Mi corazón salta desbocado por tan terrible susto.
- Mientras ese día llega... me deleitaré con el sufrimiento que te espera.
Retiro la Espada Maestra del cuerpo de Ganon, mientras este empieza a desaparecer en la oscuridad del cielo que él mismo había formado. Ya no escucho gritos de angustia ni monstruos destruyendo todo a su paso, lo que me demuestra que todo ha terminado.
La pesadilla por fin terminó.
Astor... Ganon... pudimos acabar con ustedes. Pude hacer justicia por los seres que amo y tantas vidas inocentes que se perdieron por su culpa; por el tiempo perdido que jamás se recuperará.
Despedazado física y emocionalmente, corro a buscar a mi amada, quien aún se encuentra vestida de blanco e inconsciente, con Terrak a su lado. Me acerco a ella con ansiedad, deseando que despierte.
- Zelda... Ganon y Astor fueron derrotados. – dije, acariciando su rostro. – Ahora todo terminó, podremos estar en paz.
Mi amada aun no despierta a pesar de mis caricias y palabras, por lo que vuelvo a insistir.
- Mi amor... despierta. Ya Ganon no volverá a molestarnos.
No sé si estaré percibiendo mal o la conmoción por esta batalla no me deja discernir, pero veo que el cuerpo de Zelda está sumamente pálido y su mejilla muy fría.
¿Qué es lo que está pasando?
- ¿Zelda? – pregunté con el corazón acelerado, topando con un poco más de fuerza su mejilla.
Al ver que sigue sin responderme, sin ni siquiera mostrar signos de moverse, comienzo a jalonearla por los hombros, sin éxito alguno.
- ¡ZELDA! – grité desesperado. – ¿Por qué no despiertas? ¿Qué te ocurre?
Su cuerpo se va enfriando cada vez más... ¿¡QUÉ DEMONIOS ESTÁ SUCEDIENDO!?
- ¡Terrak! – grité espantado. – ¿Qué es lo que le ocurre? ¡La malicia se fue de su cuerpo! ¡La batalla por fin terminó!
El guardián no me dice nada, sino que se coloca al lado de ella para abrazar su mano con sus pequeñas tenazas, mientras yo empiezo a caer en la desesperación.
- Un médico... ¡TENGO QUE LLEVARLA A UN MÉDICO YA!
- ¡Link!
Escucho la voz de Prunia acercarse desde la lejanía, mientras que todos mis aliados la acompañan. Rotver, Impa, Azael, Athan, Apaya y los cuatro campeones. Los veo cansados, heridos y abatidos, pero fuera de eso, vivos, que es lo que me alivia.
- ¿¡Qué le ha pasado a Zelda, Link!? – preguntó Azael, preocupado.
- ¡No lo sé! ¡Revísala, por lo que más quieras! – rogué desesperado. – ¡Ya debería haber despertado!
Azael iba a tocar a Zelda, pero ante la mirada expectante de todos, Rotver se interpone y comienza a examinarla. Mi amada... la mujer de mi vida, se va viendo cada vez más fría y pálida, y nadie me dice qué es lo que está pasando.
- ¿¡Rotver, qué haces!? – reclamó Azael. – Déjame...
- ¡Silencio! – pidió enojado.
La eminencia, más que tocarla, se dedica a observarla, hasta que coloca una mueca de inmenso agobio y posa su mirada en Prunia, quien era incapaz de mirarlo a los ojos. Puedo ver como el cuerpo de la científica tiembla, como si se estuviera enfrentando a la peor de sus pesadillas.
- ¡La princesa está viva, Prunia! – exclamó Rotver, lo que me llena de alivio.
En ese instante, Prunia alza la mirada, mientras las lágrimas salen sin control de sus ojos. En todos los años que la conozco, sumando esta vida y la anterior, jamás la había visto llorar.
¿Qué demonios está pasando?
- Pero Rotver... – dijo Prunia, en estado de negación.
- No... eso no... – habló Impa, por primera vez, igual de conmocionada que su hermana y con lágrimas en los ojos.
- ¡Hazlo de una vez! – exigió el hombre, fúrico, quien parecía contener una enorme impotencia. – ¡Muévete antes de que sea tarde!
Acatando las órdenes de Rotver, y sin yo poder entender nada, Prunia, con las manos temblorosas, saca su tableta Sheikah y causa que su energía ancestral nos rodee a todos los presentes.
¿Acaso...? ¿Acaso nos estamos transportando a algún sitio?
...
Los Campeones, Azael, Athan y Apaya, a pesar de que fueron teletransportados con nosotros, no se encuentran aquí. Incluso yo siento que no estoy con nadie... solo con mi amada princesa.
Paredes oscuras nos rodean, un sitio tan familiar que me causa rechazo y repulsión. Sin embargo, mi mente se encuentra en un estado que no puedo descifrar, como perdida y evasiva. Ni siquiera puedo hablar.
Yo estoy sentado en el suelo, mientras Zelda se encuentra dormida en mis brazos. La abrazo con fuerza para que no tenga frío, con una ansiedad como si quisieran arrebatármela... lo que jamás voy a permitir.
No entiendo qué pasa, veo a Prunia y a Rotver revisar algunas cosas a mi alrededor, las que no puedo ver porque las percibo borrosas. Me siento totalmente perdido.
Al poco rato, Impa se agacha a mi altura para hablarme, quien muestra una mirada llena de desolación.
- Link, necesito que me escuches. – pidió seria, tratando de mantenerse serena. – No sé si estás tan conmocionado que no te has dado cuenta... pero en estos momentos nos encontramos en el Santuario de la Vida.
Escuchar ese nombre fue suficiente para despertar del mundo evasor en el que me encontraba, mientras siento cómo mi corazón se desboca y mi sangre hierve. ¿Por qué razón estamos en este sitio? Lugar al que juré nunca más regresar por el dolor que significa en mi vida.
Aun con Zelda en mis brazos, me levanto enfurecido, como si me hubieran ofendido con la peor de las afrentas.
- ¿¡Qué diablos hacemos en este lugar!? – pregunté alterado. – ¿Es una broma?
- ¡Escucha, Link! – rogó Impa, esta vez llorando con desconsuelo. – Zelda quedó sumamente deteriorada por haber estado expuesta a la malicia de Ganon, y aunque el haber usado todo su poder arrancó el mal de su alma, su cuerpo quedó muy mal.
- Cállate...
- Ella sigue aferrada a un hilo de vida, y la única manera de que se recupere es que lo haga en el hermetismo de este lugar.
- ¡JAMÁS! – grité enfurecido. – No pienso creer semejante desfachatez. Yo ya pasé por eso y no es necesario que ella lo haga. ¡Buscaremos otra solución!
- ¡YA CÁLLATE, LINK! – gritó Rotver, volteando a mirarme. – No tenemos tiempo para evasiones. ¡La princesa debe dormir en la cámara inmediatamente o se puede morir!
- No... no lo voy a permitir.
Intento irme del lugar, pero Impa me bloquea el paso y coloca una mano en mi pecho, lo que me inmoviliza por completo. Nunca antes había experimentado alguna de sus técnicas ancestrales, por lo que me doy cuenta de que son sumamente poderosas. Aun así, ella no deja de llorar mientras me mira... y es en ese momento que ocurre conmigo lo que juré que no iba a volver a pasar, por más doloroso que fuera lo que se me atravesara en el paso.
Mis ojos comienzan a derramar lágrimas, mientras mi corazón se hace trizas por la aberración que me están diciendo. Zelda y yo tenemos una vida pendiente que nos espera, una unión, una casa y una familia con la que hemos soñado.
No puedo dejar que se quede en el sitio que nos separó por un siglo.
- ¡Yo no puedo separarme de ella! – rogué entre lágrimas, mirando a Impa. – La batalla ya terminó, no tenemos que hacer nada en este maldito lugar.
- ¡No maldigas el sitio que te salvó la vida! ¡Y ahora lo hará con ella! – reclamó Rotver, acercándose.
Puedo ver que el hombre también ha llorado, pero aun así se mantiene firme en la determinación que ha tomado.
- Link, coloca a la princesa en la cámara. – ordeno serio, pero con los ojos húmedos.
- No... no voy a hacerlo. – indiqué furioso. – ¡Hombre egoísta, debe haber otra solución!
- ¡Muchacho tonto, tú eres el egoísta! ¡Entiende que no hay otro camino! – respondió molesto. – La enfermedad de ella no podrá ser sanada por ningún médico común. Así como tú, ella se tiene que recuperar en la cámara de este santuario, sobre todo porque la esencia de su alma es casi divina.
- ¿Y POR CUÁNTO TIEMPO? – pregunté desesperado.
Ninguno de los tres pudo responder a mi pregunta, lo que causa que el terror me invada por completo. ¿Acaso esto sintieron mi hermana y mi abuelo cuando me adentré a mi letargo? ¿Cómo pudieron sobrevivir con algo así? Cuando yo en estos momentos me quiero morir al sentir como mi corazón se desangra.
- Link... – intervino Prunia, desconsolada. – Tú mejor que nadie sabes que el tiempo es indefinido. Pueden ser días, semanas, meses...
- O un siglo, ¿verdad? – pregunté alterado. – ¿Por qué no acaban con mi vida de una buena vez? Pues yo no voy a vivir ni un día sin la mujer que amo. ¡Ni cien años serían suficientes para levantar mis pedazos!
- ¡Basta, muchacho! – reclamó Rotver. – ¡No compliques más la situación!
- Cuando Zelda despierte yo ya estaré muerto... Y no lo acepto... ¡Me niego aceptarlo!
- Link, dame a la princesa. – pidió Prunia, angustiada y con el llanto desbordado.
- ¡No la toquen! – reclamé alejándome. – ¡Déjennos en paz!
Siento un golpe espantoso en mi espalda, el que sé vino de Impa, quien no deja de llorar desgarradoramente. Para mi desgracia, no puedo moverme y mis brazos sueltan a mi amada, quien ahora es tomada por Prunia y Rotver.
Logro ver con dificultad como la acuestan en la cámara, y después Impa va para ayudar a retirar su vestido. Rotver se ha acercado hasta mí para intentar inútilmente hacerme entrar en razón.
- No nos odies, Link... Esta decisión no desgarra el alma. – dijo el hombre, destrozado. – Pero es la única solución para mantener con vida al sol de este reino, a nuestra amada soberana.
Aunque no puedo moverme, puedo percibir que algo que no había notado se mueve cerca de mí. Terrak camina hasta los pies de la cámara donde se encuentra mi amada y se coloca ahí en una posición peculiar, hasta que la luz de su cuerpo se apaga.
- Terrak ha decidido quedarse en letargo junto a Zelda y hacerle compañía. – dijo Prunia. – Este guardián no deja de sorprenderme.
Yo... yo soy el que debe acompañarla... ella es mi mujer, mi amor, la luz de mi existencia.
No sé de dónde saco fuerzas para arrastrarme hasta la cámara donde está acostada mi amada, y cuando su rostro se encuentra frente al mío comienzo a mojarla con mis lágrimas, mientras los gritos de dolor salen por mi garganta
- Zelda... esto es una pesadilla... Sé que estás jugando y que vas a despertar en este momento.
Siento como la inconsciencia me invade, no solo por el golpe que me dio Impa, sino por las secuelas de la batalla contra Ganon... el único culpable de mi actual desdicha.
Malditos Ganon y Astor, no pudieron irse de este mundo sin darme la puñalada final.
No quiero cerrar los ojos, Zelda... no quiero dejar de mirarte para siempre.
- Mi princesa... abre los ojos, por favor...
Beso sus labios con fiereza y dolor, esperando que despierte al sentir mi calor, así como ocurría con las princesas de los cuentos infantiles que nos leía la reina cuando éramos niños.
Todo se vuelve oscuro... ya no siento nada... ya no percibo el aroma de mi dulce princesa.
...
El dolor de mi pecho me obliga a abrir los ojos, mientras el cielo se posa encima de mí, azul y libre de las garras de Ganon.
Tuve una pesadilla espantosa, o al menos eso pensé... hasta que me encuentro con la realidad frente a mis ojos.
Me doy cuenta de que estoy afuera del Santuario de la Vida, con sus puertas selladas, lo que me hace recordar todo lo ocurrido y que causa que mi corazón se siga despedazado. Poco después, veo que todos mis amigos me rodean, los Sheikahs y los Campeones... todos llenos de lágrimas y desolación. Riju, Teba, Yunobo y Sidon se muestran desconsolados, al igual que Impa, Azael, Athan, Apaya, Rotver y Prunia.
Nada fue un sueño... todo es una infame realidad.
Intento ponerme de pie y coloco mi cabeza en la maldita puerta que me separa de la felicidad, donde mi amada, como si fuera una valiosa joya, se encuentra protegida. Me mantengo en silencio por varios minutos, hasta que sin poder controlarme, comienzo a golpear el portón con descontrol, pensando que mis puños la van a derribar, cuando lo que estoy logrando es destrozarme las manos hasta sangrar.
- ¡Link, basta! – gritó Impa, tomándome de los brazos para detenerme.
La mujer me abraza con fuerza, y aunque intento zafarme de ella, el dolor causa que caiga rendido en sus brazos, mientras gritos de dolor y ácidas lágrimas me carcomen el espíritu.
‐ ¿¡QUÉ VOY A HACER CON LAS PROMESAS QUE NOS HICIMOS ANOCHE!?
- Link... – habló Impa, llorando y abrazándome con fuerza.
- ¿¡CÓMO VOY A SOBREVIVIR A ESTO!? ¿¡CÓMO!? – pregunté alterado. – MI LUCHA, MI SACRIFICIO... ¡NO SIRVIÓ PARA NADA!
Me aferro a Impa con fuerza, mientras los alaridos de dolor y las lágrimas no dejan de salir por mi garganta, a medida que mi alma se desgarra en pedazos. Con cada agonizante grito que lanzo, puedo sentir el cálido abrazo de mis amigos... todos destrozados por mi tragedia y por saber que la princesa, la luz de este reino, se encuentra en letargo, en el limbo de la vida y la muerte.
Ni mil guerras contra el enemigo sanarán las heridas sangrantes de mi corazón.
...
Tantas preguntas me hago cada día que abro los ojos, pero en ninguna hallo respuesta, pues el sol de mi vida se encuentra lejano, separada de mí por una indeseable barrera.
Mis heridas físicas causadas por la batalla están curadas... pero he vivido en la oscuridad durante tres meses, donde el vacío de la soledad y el dolor me han acompañado, donde los sueños que me mantenían vivo se han esfumado. Vivo porque mi corazón late, pero no siente más que desolación, mientras las lágrimas poco a poco acaban con mi existencia.
- Pequeño Link...
Después de meses de encierro y silencio, me encuentro en el Bosque Kolog, frente al Árbol Deku y al pedestal de la Espada Maestra. Gingo se encuentra sentado en mi hombro, abrazando mi cabeza, mientras su pequeño rostro se empapa de lágrimas. De la misma manera me rodean más Kologs, empáticos con el dolor que me consume.
- Después de tres meses, nos volvemos a ver, muchacho. – dijo el Árbol Deku. – Pero ya no veo al joven determinado de antes sino a una sombra de tragedia.
- ¿Cómo no voy a ser una sombra? La luz de mi existencia se ha apagado, y sin eso nada me importa. Incluso, he demorado en traer la Espada Maestra de regreso porque... ya no pienso ni analizo nada desde aquel maldito día.
- ¿Qué fue lo que te motivó a traerla justo hoy?
Me quedo en silencio, analizando la pregunta del guardián del bosque, avergonzado y temeroso de que sepa la verdad. Sin embargo, sé que con su amplia sabiduría lo terminará descubriendo.
- La vida me pesa cada día más, y cuando decidí terminar con ella, el resplandor de la Espada Maestra me detuvo. – confesé apenado. – Me avergüenza haber tenido esa clase de intenciones...
- Eres un ser humano, tienes derecho a tener ese deseo por el gran dolor que estás pasando. – dijo el Árbol. – Sin embargo, si tomas esa mala decisión, ¿quién recibirá a la Sacerdotisa cuando despierte de su letargo? ¿Tienes idea de lo asustada que se sentirá si no eres lo primero que ve al despertar?
- ¡Cuando ella despierte, yo estaré muerto! ¡No voy a vivir tantos años! – afirmé, liberando lágrimas de mis ojos. – Además, así como me pasó a mí... ella me habrá olvidado. No sé acordará de nada de lo que vivimos y no estaré ahí para recordárselo, como ella lo hizo conmigo.
Vuelvo a llorar con desconsuelo, mientras coloco una mano en mi pecho por el inmenso dolor que me consume. Ni siete vidas podrían aliviar mi alma despedazada, los sueños y las promesas que hice con Zelda, con la mujer de mi vida.
- Pequeño Link. – habló Gingo, llorando y abrazándose más a mí. – Perdóname porque no puedo cumplir tus deseos como cuando eras un niño.
No respondo nada, pero aprecio el consuelo de quien se bautizó como mi hada padrino. Solo acaricio su cabeza, para después ponerme de pie y acercarme al pedestal.
Siento como Fi enlaza su espíritu con el mío, despidiéndose de mí y llenándome de una calidez que me recuerda tanto a Zelda.
- Gracias por haberme regalado la victoria, mi querida espada.
Coloco el arma dentro de su pedestal, mientras las lágrimas no dejan de correr en mi rostro. Ahora pienso que, de alguna manera, no la venía a devolver a su sitio para no sentirme solo, pero ahora será diferente. Me espera una vida de desolación y oscuridad infinita, más que cuando me encontraba en los brazos de mi letargo.
- La Espada Maestra y tú volverán a encontrarse, pues el mal nunca descansa, Link. – dijo el Árbol. – Hasta eso, ella se seguirá fortaleciendo con la energía de este bosque.
Con las palabras del Árbol Deku, viene a mi mente la última imagen de Ganon y sus palabras. Esa momia tan espantosa... ¿Tendrá algún significado? ¿Qué quiso decir con qué todo lo vivido no fue más que un calentamiento?
De todas maneras, me da igual, pues quien más me motivaba a empeñar mi fuerza para la justicia, se ha esfumado.
- Árbol Deku, quiero pedirle un favor, ya que yo no podré. – pedí con mirada suplicante. – Cuando Zelda despierte, quizás venga acá, así que dígale que yo...
- ¡Joven testarudo y fatalista! – exclamó el ser, casi riéndose. – Como le dije a ella en su momento, lo nacido del corazón se dice en persona.
- Pero...
- No subestimes el férreo y sagrado espíritu de la princesa Zelda. – afirmó. – Tú podrás ser muy fuerte, pero al lado de ella eres un humano común, y es por eso que tu caso fue distinto. Deja que el viento corra su curso, que los capullos se abran y que nuevas criaturas lancen el primer llanto de la vida. Vive por las promesas que alimentaron tu corazón durante todo este tiempo.
No digo ni una sola palabra más, pues las fuerzas no me lo permiten. Simplemente, agradezco a todos por su consuelo y me despido para regresar a mi cueva de oscuridad, a la guarida de la nada.
- ¡Link, te iré a visitar pronto! – gritó Gingo a mi espalda, mientras salía del Bosque Kolog. – No pierdas la fe... Sé fuerte como el héroe que eres.
Un héroe... Ya ahora no soy más que un hombre sin raíces y sin sentido, el que ahora solo vivirá de recuerdos disueltos y lágrimas amargas.
Mi corazón por siempre se desangrará en tu nombre... Zelda.
...
Comentarios finales:
Hola... espero se encuentren bien.
Creo que este capítulo ha sido bastante inesperado para todos, y no voy a negar que lloré al escribirlo porque suelo meterme mucho en el papel de mis personajes. Sin embargo, así lo tenía planeado desde el inicio, y mi idea se fortaleció más cuando jugué TOTK. Podría ser mala y decir que este es el final, pero ni yo mismo podría soportar algo así.
¿Qué piensan que va a pasar en desenlace de esta historia?
Como les dije, de alguna manera el final estará enlazado con algunos hechos de TOTK, pero no de la manera en la que quizás se imaginan ni con la trama principal de la historia. Solo les queda esperar, les aseguro que será memorable, sobre todo porque los que me conocen, saben que no soy apegada a las tragedias. Creo que en mi lista de historias solo tengo dos escritos ese tipo, pero lo demás no.
Sobre las batallas, como siempre recuerden que no son mi fuerte, así que espero que les haya gustado y que vean el esfuerzo que puse para que queden decentes. Zelda usó el arco de luz tal y como se vio en HW AOC, y del mismo juego saqué la referencia de Ganon con forma humanoide y con rasgos de jabalí.
Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. El siguiente capítulo será el gran final.
Un abrazo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro