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44. Oasis en tinta

¿Qué ha pasado con el interior de Vah Naboris? No queda nada de sus maquinarias o dispositivos, y mucho menos del recuerdo de Urbosa.

Solo veo una noche estrellada, arena a mi alrededor, como si nunca hubiera salido del desierto Gerudo y me encontrara perdida en medio de su grandeza.

- No puede ser. – dije consternada. – Yo acabo de entrar a la bestia divina. Lo sé.

- Efectivamente, querida. – habló la voz de Urbosa desde la distancia. – Estás dentro de mi bestia divina, tal cual es en la actualidad.

- No... no hay nada.

- Pues eso es lo que provocaste con tus pecados del pasado... nada. – dijo la Gerudo con crudeza. – Solo vacío, oscuridad y soledad. Así te quedarás por siempre en medio de esta inmensidad.

Siento como la presencia de Urbosa desaparece, mientras mi corazón se llena de desespero. Trato de ser fuerte y centrarme en lo que tengo que hacer, pero la culpa no me lo permite, el pasado me ahorca como una venenosa serpiente.

Por primera vez, reflexiono de que tengo que dejarme de tonterías y pensar en la manera de llegar hasta Urbosa, así no pueda verla.

Así... no pueda... verla.

- El desierto está lleno de despiadadas ilusiones, como cuando los sedientos añoran agua y se encuentran en un oasis que resulta ser falso. – mencioné ensimismada.

Falsas ilusiones que ultrajan el corazón.

- Corazón ultrajado...

Me ilumino al mencionar esa frase, la que no fue de mi autoría.

Nerviosa, aparezco ante mí el diario de mi Athan, mi antiguo maestro y amigo. Estoy segura de que en sus páginas está escrito aquel título.

.

Corazón ultrajado

¿Qué sentir ante tal humillación? Solo vacío y un roto corazón.

Princesa mía, danzante entre la arena de este desierto. No eres la culpable de mi desconsuelo, pues mi alma es la única que grita herida al no ser correspondida.

¿Suspiras por aquel soldado? No es tu culpa, mas en mi condena se ha convertido, cual desierto desolado. Dices odiarlo y culparlo de tu desdicha, pero tu alma grita y tus brazos lo aspiran.

Y él no te es indiferente... su mirada se funde con la tuya, cual arena movediza absoluta.

Eres el oasis de mis fantasías, el que me sana las heridas, pero al mismo tiempo las fulmina, pues de mis ilusiones me alimento, mientras mi corazón se hace trizas.

Princesa amada... me conformo con que sonrías, con que seas el oasis de mi desierto, el que miro de lejos para que no decline en mis ilusiones, al igual que estas flores que nacen entre la desdicha.

Tú eres mi más sublime fantasía.

.

Mi corazón late con prisa, mientras mi rostro se sonroja ante tales escritos, ante tal apasionamiento... el que yo solo he sentido por el único hombre que me roba los pensamientos, el que es el absoluto dueño de mi vida.

Amo a Link con mi alma, mas no puedo evitar regocijarme y halagarme por las palabras de mi mejor amigo, quien calló su amor para seguir a mi lado, torturándose con mi mirada dirigida a otro horizonte.

Athan... ¿Qué significa que hayas aparecido en mis memorias en este momento? ¿Será que, desde la distancia, quieres seguirme brindando consuelo ahora que me encuentro perdida?

Athan... Has despertado un nuevo recuerdo. Aquellos días que me acompañaste a esta desértica tierra.

*.*.*.*.*

Hui de mi entorno al desierto Gerudo para encontrar consuelo en Urbosa, pues al menos, por ahora, necesito librarme de las exigencias de mi padre... mucho más si me ha impuesto lo impensable.

No he llegado sola, pues Athan decidió acompañarme para tomar al desierto como inspiración en nuestras clases, cosa que veo ha dado resultado.

Me doy cuenta de que mi maestro está escribiendo en su típico libro.

- ¿Qué nueva cosa te ha inspirado, Athan?

Ante mi pregunta, mi acompañante se alarma y guarda sus escritos de inmediato. No comprendo por qué, si ahí solo están los poemas que siempre me narra o anota los que yo formulo. Es una situación curiosa.

- ¡Princesa Zelda! – exclamó alarmado. – Yo... yo...

- "Zelda..." Ya lo hablamos. – recordé seria que me llamara por mi nombre.

- Tienes razón, disculpa. – respondió sonriendo. – A veces siento que el rey se encuentra cerca de nosotros y por eso debo mantener las formas.

Me quedo en silencio por unos segundos, pues mi mente y corazón se pierden en mis tantas preocupaciones... sobre todo las relacionadas con él.

Con Link... quien, por mi padre, ha sido nombrado como mi escolta personal. Mi sombra.

- Tu mente se ha perdido de nuevo en hijo de Sir Demetrio. ¿Verdad, Zelda?

Volteo el rostro para que no vea mi sonrojo, el que no identifico si es por molestia o por mis negados sentimientos. Pensé que mi resentimiento cosechado con los años, debido a su abandono, habían provocado que ya no sienta nada por Link, sin embargo, ahora que lo tengo cerca, ya no siento que sea así, sino todo lo contrario.

Mi mente, cuerpo y alma ya no son de una infanta... y lo que siento por Link se ha transformado en algo distinto que me atrae y me espanta. Ya no es aquel niño de mirada inocente y cuerpo menudo, ahora es todo un hombre que no solo ha desarrollado características físicas que nunca antes me habían llamado la atención en otros, sino por lo que proyecta, esa hombría y masculinidad que me llena de aterradora curiosidad.

Claro está, nada de esto le digo, ni le comentaré a mi maestro, pues me moriría de la vergüenza si conociera las sensaciones que están naciendo en mí cada vez que pienso o veo al caballero. Athan solo conoce mi resentimiento infantil hacia Link, mas no esto nuevo que está naciendo.

- Aun no entiendo por qué mi padre lo seleccionó como mi escolta. – expresé molesta. – Entre todos, pudo haber seleccionado a otro.

- Pensé que lo sabías, Zelda.

- ¿Cómo? – pregunté sorprendida.

- Como usted sabe, el día que hubo la invasión de los monstruos en la llanura de Hyrule, el hijo del General fue el único que pudo vencer a los tres Moblins que encabezaron el ataque, sin ayuda de nadie. – relató Athan.

- ¿Y eso qué tiene que ver?

- Antes de que el rey diera la orden de defender la llanura, él indicó a sus caballeros que, el que acabara con los "peces más gordos" por su propia cuenta, sería seleccionado como su escolta.

- ¿Qué? – pregunté sorprendida. – Eso significa que...

- Que Link se tomó bastante en serio el reto del rey, pues arrasó con ellos sin clemencia y en tiempo récord. – Así que, una vez cumplió con la misión, reclamó su premio.

- Entonces, eso signifiqué... un simple premio. – afirmé incómoda.

- El hecho de estar a tu lado, Zelda, es un premio honorable y maravilloso.

Sonrió ante las palabras de mi maestro, no viendo en ellas nada más que aprecio y caballerosidad.

- Al parecer, él encontró la excusa perfecta para poder estar cerca de ti, en honor a esa infantil y vieja amistad.

- ¿Cómo sabes tú todo eso, Athan? – pregunté curiosa. – Parece que lo conocieras.

- Conozco perfectamente el corazón de un hombre y de lo que es capaz. – dijo desviando la mirada hasta el desértico paisaje. – Sin embargo, si no se las canaliza bien, quedarán en simples ilusiones que desaparecerán entre las dunas de arena.

No comprendo por qué Athan dice cosas tan hermosas, pero al mismo tiempo tan complejas de entender.

- ¿Y sabes algo, Zelda? – dijo Athan, caminando unos pasos. – Creo que encontré la solución ante las ilusiones desbocadas.

Athan se agacha en la arena para recoger algo, cosa que se gana mi curiosidad por completo.

- Una flor del desierto... Urbosa las tiene en su recámara.

- Es un Adenium, Zelda. – dijo Athan, señalando la planta. – Es la flor más común, pero al mismo tiempo la más extraña del desierto.

- ¿Extraña? Yo la veo normal.

- Según las lejanas leyendas de esta tierra, el apodo de esta especie era el de "Desilusión".

- ¿Desilusión?

- La llamaban así porque, si un viajero cansado se dejaba llevar por los crueles espejismos del desierto, con solo arrancar la flor y esparcir su aroma, podía romper aquella visión, comprobando si era real o no. – relató mi maestro. – No importa si la flor no se veía a simple vista, con su perfume era capaz de guiar a los perdidos.

- Ya veo. – expresé sorprendida.

- Así que ya sabes, Zelda... Si en algún momento te sientes perdida en el desierto más gigantesco, no dudes en buscar el aroma del Adenium.

Mi maestro se levanta, dejando la flor de lado...

- ¿No la vas a traer contigo? – pregunté.

- La dejaré en su sitio... quiero estar en la ilusión un poco más.

Una vez más, sonrío ante el comentario de mi maestro, a pesar de no entenderlo.

*.*.*.*.*

No comprendo la razón por la que llegó a mí este dormido recuerdo, sin embargo, en todo lo ocurrido en mi vida, en la travesía de mi presente, sé que no es casualidad.

Athan me ha dado la clave para continuar mi camino.

- ¿Qué tanto piensas, mi querida Zelda? – preguntó Urbosa desde otro plano. – ¿Ya te resignaste a morir en medio de estas ilusiones?

- Nunca voy a resignarme a que tu espíritu esté atormentado, Urbosa. – respondí determinada. – Te salvaré a ti y a Link, sea como sea.

- Qué tierna...

La presencia de Urbosa se desvanece. Cierro mis ojos para no dejarme llevar por lo que veo, sino por lo que siento, pues esa es la base de las ilusiones. Agudizo mis sentidos lo más que puedo, hasta que a mi llega lo que tanto deseaba.

El aroma de la Adenium embarga mi espíritu.

- Athan siempre tuvo razón...

Dejándome guiar por el agradable aroma, comienzo a caminar buscando el escondite de la flor entre la arena, hasta que mi búsqueda da resultado.

Saco el Adenium de la duna de arena, lo que causa que su aroma desaparezca la estrellada noche que me rodea y la infinita arena que me rodea. Ahora vuelvo a ver los mecanismos de la bestia divina, exactamente como era antes.

- Bien hecho, Zelda. – felicitó la voz de Urbosa. – Cada vez estás más cerca de mí, y lo que es mejor, con tus propios recursos. ¿Serás capaz de continuar?

¿Acaso Urbosa me está facilitando el camino? ¿Quiere que llegue hacia ella? Mi corazón me hace sentir que quiere que la rescate, que la purifique de la malicia de Ganon que posiblemente la tortura, tal y como se ha hecho con los demás campeones.

Astor... maldito seas por cumplir la asquerosa voluntad de Ganon.

Una de las ruedas mecanismo de la bestia se encuentran activas, por lo que subo a ella para que me lleve al primer segundo nivel.

Ahora ya no estoy con ninguna ilusión. Aparte de la estructura normal de la bestia divina, me encuentro con una enorme pared dividida en cuatro cuadrantes, y un círculo en el medio de cada uno. Camino un poco para analizarla mejor, pero me detengo al sentir algo en mis pies.

- ¿Qué es esto?

Me encuentro con cuatro orbes de distinto color, verde, azul, rojo y amarillo; la lógica me dice que son la solución a la pared que se encuentra frente a mí, pero en ese momento soy detenida.

- Tu curiosidad y don investigador no se detienen, Zelda. – dijo la voz de Urbosa. – Pero yo de ti analizo mejor las cosas. Un solo error en la distribución de los Orbes y te encontrarás con la muerte.

- Urbosa...

- ¿Quién salvará al pobre Link si tú mueres? – preguntó con cizaña. – Aunque de alguna manera eso sería bueno para que redimas tu pecado e inutilidad.

Quedo en silencio por varios segundos, asumiendo las crueles palabras de Urbosa. ¿Aquellos pensamientos vendrán de su verdadero corazón o de la influencia de Ganon? Antes de su muerte, solo se dedicó a apoyarme y brindarme consuelo, mas nunca a contarme los pesares de su alma.

No puedo detenerme a lamentarme por el pasado, sino no podré salvar a Link ni detener a Ganon.

Me agacho para observar las esferas, y es ahí donde, una vez más, mi antiguo maestro llega a mi mente.

- Athan me contó una de las leyendas relacionadas con esta tierra... y ahí mencionó unas esferas.

Mi memoria vuelve a desvanecerse en el desierto de hace un siglo.

*.*.*.*.*

Ya llevo tres días en el desierto Gerudo, los que he aprovechado para pasar tiempo con Urbosa y aprender más cosas relacionadas con su cultura.

Ya no soy la niña de antes, la que venía con su mamá a visitar a su mejor amiga. Mi madre se fue y nunca más volveré a caminar con ella por las arenas del desierto, ni tampoco a beber con ella el Noble Afán.

Me da miedo regresar al castillo, no solo porque me volveré a someter a las exigencias de mi padre, sino porque, apenas ponga un pie ahí, Link se convertirá en mi sombra y no me dejará en paz.

Aunque a veces me pregunto... ¿Es lo que realmente deseo con Link? ¿Alejarlo de mí? Desde que llegó al castillo solo se ha limitado a saludarme, con respeto, de lejos, si es que nos cruzamos, pero ahora será diferente. ¿Cómo podré tenerlo cerca sin exteriorizar lo que siento? Y no me refiero solo al resentimiento o rechazo, sino algo más que, a mi pesar, no he podido eliminar.

- ¿Estás bien, Zelda?

La voz de mi maestro me saca de mis pensamientos, y es ahí que me doy cuenta de que nos hemos alejado demasiado de la ciudadela Gerudo.

- Estamos muy lejos de la gente. – dije sorprendida.

- Lo sé, pero no te preocupes, yo te llevaré a la ciudadela antes del anochecer, pues no pienso arriesgar mi pellejo a la furia de Lady Urbosa. – dijo riéndose. – Es una lástima que solo te pueda acompañar hasta la puerta de entrada, pues no nos soportan a los hombres.

- Relacionado con eso, Athan, me enteré de algo interesante. – comenté. – Escuché rumores de que hay hombres que entran disfrazados de mujer.

- ¿Qué? – preguntó espantado y con mueca de desagrado.

- ¿Y si averiguamos? – pregunté en tono de burla, para divertirme un poco con mi formal maestro. – Quizás así...

- ¡Jamás! – exclamó espantado. – Zelda, sabes que mi aprecio por ti es infinito, pero no puedo permitir que mi masculinidad se vea pisoteada. Además, eso es algo que haría un hombre tremendamente desesperado.

Río ante lo que me dice Athan, y en ese momento me pregunto si Link, con tal de cumplir con su deber como escolta, sería capaz de hacer algo así.

No... no creo que se rebaje de esa manera.

- Mejor centrémonos a lo que vinimos. – dijo Athan, señalando el paisaje a nuestro alrededor.

- ¿Por qué estamos aquí? – pregunté. – No veo nada más que arena rodeándonos.

- Estamos en el Oeste del Desierto Gerudo. Cuenta la leyenda que, hace muchos siglos, se alzó aquí el Coloso del Desierto.

- ¿Ah?

- El Coloso del Desierto, se dice, fue uno de los templos que visitó el legendario héroe del tiempo en su periplo para vencer a Ganondorf. Dicen que se encuentra sepultado en este mar de arena.

- Ganondorf...

- Sí, la encarnación del mal de esa época. – indicó Athan. – Entrar a ese templo no fue nada fácil para el héroe, pues tuvo que buscar las cuatro llaves que lo protegían, cada una ubicada en los puntos cardinales del desierto.

- Tuvo que seguir distancias terriblemente lejanas, por lo que veo. – dije sorprendida.

- Y no solo eso. – continuó. – La ubicación de las mismas, en la puerta de entrada, tuvo que ser muy bien analizada, pues un solo error hubiera provocado que caiga en una catacumba eterna, sin opción a regresar con vida.

- ¿Cómo lo resolvió? – pregunté curiosa.

- La inteligencia del héroe era fuera de este mundo, por lo que llegó a la siguiente lógica para ubicarlas. – mencionó mi maestro. – La roja simbolizaba al sol, por lo que la puso en la punta, el amarillo la interminable arena del desierto, por lo que la puso abajo; a la derecha la verde, representando a los pocos oasis que podían salvar de apuros a los perdidos, y a la izquierda la morada, siendo estos los espíritus errantes del desierto, los que nunca pudieron encontrar la salvación.

Quedo impresionada con el relato de mi maestro, sobre todo con los antecedentes de ese legendario muchacho... ese héroe que, sin saber por qué, me recuerda a Link.

- ¿Cómo sabes todo eso?

- Le sugiero que lea en la biblioteca sobre las leyendas de este reino. – dijo Athan. – Para ser sincero, algunas las considero reales y otras simples fantasías. Sin embargo, todas dejan valiosos aprendizajes.

Conociendo a Athan, sé que esta es una nueva tarea impuesta. Regresando al castillo comenzaré a revisar todos esos textos.

*.*.*.*.*

Gracias, mi querido Athan. A pesar de ya no estar en este mundo, de no haber podido corresponder a tu amor, sigues cuidando de mí y nutriéndome con tus conocimientos, los que el día de hoy me han sido valiosos para seguir con este tortuoso periplo. Tu puño y letra han sido el oasis de mi salvación.

Imitando el instinto del legendario héroe del tiempo, coloco las esferas en el mismo orden que él, causando el efecto esperado. Frente a mí se abre el gran portón, el que me muestra la terminal central de la bestia divina.

Urbosa no me ha dirigido la palabra a la distancia, sin embargo, me siento terriblemente observada.

Y en ese momento, siento algo extraño detrás de mí, por lo que, armándome de valor, volteó y me encuentro con una imagen angustiante.

- ¡Link!

Link se encuentra recostado en el suelo, inconsciente, ya no porta la femenina vestimenta Gerudo, sino su túnica tradicional. Preocupada, me acerco a él para despertarlo, pero un obstáculo me detiene con brusquedad, causando que caiga disparada al suelo, mientras un terrible dolor se apodera de mi cuerpo.

- ¡No puedo pasar! – expresé desesperada. – ¡Link! ¡Despierta, por favor!

A medida que llamo a Link, puedo ver que su piel se va tornando más pálida, opaca y sin vida...

No... no puede pasar lo que estoy temiendo.

- Hasta que pudiste reunirte tu amado, mi querida Zelda.

Frente a la terminal está Urbosa, ya no como una voz, sino de cuerpo entero. No puedo creer que la tengo frente a mí como una enemiga y no como lo que fue en mi pasado, casi una madre, la mejor amiga de ella.

- Ha llegado la hora de que vivas en carne propia lo mismo que yo. – dijo Urbosa, sonriendo. – Verás morir a quien tanto quieres, así como me tocó a mí. Es solo cuestión de tiempo que Link deje de respirar y se paralice su corazón.

- ¡No pienso permitir que Link muera! – advertí enérgica. – Así tenga que luchar contigo, no lo permitiré.

- ¿Luchar conmigo? – preguntó irónica. – ¿Qué podría hacer una inútil como tú? No me hagas reír.

- Así no tenga idea de qué hacer, así me pierda en este desierto de dolor, no permitiré que me doblegues, pero sobre todo, que tu espíritu se pierda en la malicia de Ganon.

Ante mis palabras, temerosas, pero llenas de determinación, Urbosa ríe con más fuerza, mientras la esencia del mal comienza a envolverla.

Finalmente, la verdadera imagen de la maldecida Urbosa, cubierta por material ancestral, aparece frente a mí, tan distorsionada y bizarra.

...

Comentarios finales:

Hola a todos, un gusto saludarlos. Como siempre, disculpen tanta tardanza.

Este episodio es corto, pero como se habrán dado cuenta, prefiero que así sea el preámbulo a cada lucha contra los campeones, pues dedico un capítulo completo a las peleas, pues entremezcla tanto acción como los recuerdos del pasado. Tanto en BOTW y AOC hay mucho material valioso entre Zelda y Urbosa, por lo que vendrán muy bien para lo siguiente que se viene.

A partir del próximo capítulo, empezará la recta final para terminar esta historia (por fin). Aunque he amado escribirla, tengo que reconocer que no ha sido fácil, pues aparte del desgaste normal que lleva, tengo que tener presente todos los detalles que he ido dejando en el camino, y así evitar huecos argumentales. Por suerte, tengo todo bajo control, así que no quedarán con ninguna duda, o eso espero.

Espero que tengan noticias de mí en quince días.

Muchas gracias por su paciencia. Un abrazo a todos.

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