
41. Damas del desierto
Urbosa... es la primera vez que pronuncio tu nombre fuera de mis pensamientos, en voz baja y al mismo tiempo temerosa, pues aún no puedo perdonarme tu permanente ausencia.
- Zelda... ¿Qué te ocurre?
No me siento digna ni siquiera de pensarte...
- ¿Te sientes mal? – preguntó Link, tomando con delicadeza mis hombros. – Estás pálida.
- Link... ¿Recuerdas a Urbosa?
Mi caballero mira al suelo, callado, y aunque no lo diga, sé que se siente avergonzado de responderme su negativa respuesta. Podría afirmar que hasta lo envidio, pues hay cosas que quisiera arrancar de mi mente y corazón. Sin embargo... no puedo seguir siendo una evasora.
- Tranquilo, Link. – hablé, mientras levantaba la mirada de mi protector. – Yo puedo contarte todo.
Suelto un suspiro antes de empezar mi relato... el que se ve interrumpido por una pesadez espantosa en el ambiente; al mismo tiempo que Link, con suma rapidez, se coloca delante de mí para protegerme.
No puedo creer que tenga el descaro de aparecerse frente a nosotros... ante mí.
- Astor... – pronunció Link, lleno de rabia.
El ex canciller solo sonríe ante la repulsión de Link, sin embargo, poco después lo ignora y se enfoca a mí, en perpetuo silencio. Vuelve a lanzarme aquella oscura mirada que me causó tanto miedo de niña, la que siempre me dio desconfianza desde que lo conocí. Sin embargo, ya no soy aquella pequeña que se desplomaba si no tenía a su madre cerca... pues tuve que aprender a hacerme fuerte sin ella.
- Debí imaginar que tú estabas detrás de todo esto, Astor.
- Vaya, princesa... – dijo el hombre con ironía. – ¿Por qué tanta determinación en su mirada? ¿Ya no le da miedo mi presencia?
- ¿Miedo? – pregunté enojada. – ¡Asco es lo que me da! ¡Indignación! ¿Cómo te atreves a aparecer delante de mí después de todo lo que hiciste? ¿¡Después de haber asesinado a mi madre!?
Quiero llorar, pero me aguanto, no permito que ni una lágrima corra por mis mejillas, pues no me quiero mostrar débil ante mi peor enemigo. Link, a pesar de escucharme, no voltea ni un solo segundo, pues sé que su prioridad es mi seguridad. Ya no soy su princesa simplemente, pero aun así quiere seguirme protegiendo como tal.
Astor solo hace una mueca de fingida sorpresa ante mi real acusación.
- ¡Princesa! ¿Cómo usted puede pensar así de mí? – dijo, haciéndose el ofendido. – Yo sería incapaz.
- Bastardo... tú me lo confesaste. – dijo Link, controlándose ante la burla de su enemigo.
- Pues qué te diré, Zelda... tu chismoso caballero te dio bien la información, mas no los completos detalles. – dijo Astor. – Tu madre solamente tuvo el final que se merecía, el de toda zo...
Me impacto al ver que Astor silenció sus palabras, y no precisamente por su carente prudencia. Link, enardecido, le dio un puñetazo en la cara, enviándolo al suelo. El ex canciller se reincorpora ofendido, mirándolo con odio, mientras de sus labios sale un hilo de sangre.
- No oses insultar a la reina con tu asquerosa boca...
- ¿¡Cómo te atreves a tocarme la cara, imbécil!? – reclamó el villano.
- ¿Has sangrado? – preguntó Link, en tono burlón. – La última vez que nos vimos, cuando me rescató el lobo, no te hice ni un rasguño, pero ahora con este simple roce estás herido. Parece que alguien está perdiendo sus poderes.
- ¡Cállate, soldado de quinta! – exigió Astor. – Tú y la ramera con la que viajas creen que tienen la guerra ganada, pero no es así...
Link enfureció más ante el insulto que Astor dirigió para mí, sin embargo, no pudo devolverle el gesto debido a que desapareció rápidamente... sin embargo, su presencia aún se siente en el ambiente.
- Escúchame bien, Zelda. – dijo Astor. – Yo no debería preocuparme tanto de ti, pues estás enferma. La malicia de Ganon sigue entremezclada con cada átomo de tu cuerpo.
- ¡Tú deberías preocuparte porque te mataré! – gritó Link, impotente por las horribles palabras que el engendro me dirigía. – La princesa es el alma del reino, por eso no morirá.
La risa del villano se escuchó fuerte, tanto como los latidos de mi espantado corazón. ¿Será que, en serio, mis días están contados? ¿De nada sirvió visitar a Naydra?
- Zelda, maldecida hija de Selene, tú sabes mejor que yo lo que te espera en estas tierras, ¿verdad? – dijo el ex canciller, riéndose. – ¿Podrás mirarla a los ojos? ¿Qué excusa le pondrás ante tu incompetencia?
- ¿Qué dices? – pregunté espantada.
- Hay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos...
Y ante su última frase, su esencia desapareció del mapa. ¿Qué habrá querido decir con eso? No logro entenderlo... pero me aterra. Por alguna extraña razón me atormenta.
Dejo de lado mis preocupaciones y abrazo a Link por la espalda, a quien percibo menos tenso desde que Astor se esfumó. Hubiera querido obtener de ese rufián más información sobre lo que ocurrió con mi madre y el Cataclismo, pero al mismo tiempo temo enterarme de más cosas que terminen por destrozarme más.
- ¿Estás bien, Link? – dije, sin dejar de abrazarlo.
Mi caballero voltea para abrazarme con más fuerza, escondiendo mi rostro entre su cuello. La calidez de su cuerpo es capaz de hacerme olvidar toda la oscuridad que me rodea.
- Tú no vas a morir... no lo voy a permitir.
No digo nada, solo permito que mi hombre me consuele, que me haga sentir más suya que nunca.
- Gracias por habernos defendido, Link... a mamá y a mí.
- Lo haría mil veces, y olvida todo lo que te dijo ese maldito. – pidió. – Ahora, en lo que debemos enfocarnos, es en ir a la siguiente bestia divina.
- ¿Podrás mirarla a los ojos? ¿Qué excusa le pondrás ante tu incompetencia?
Las preguntas de Astor me siguen taladrando la conciencia, pues no puedo dejar de relacionarlas con ella... con Urbosa, aquella guerrera Gerudo que fue casi una madre para mí, la que no pude salvar de las garras de la maldad.
Sé que ella está muerta... pero aun así tendré que enfrentarla y rogar su perdón.
- Link... – hablé, con la boca seca debido a la ansiedad. – ¿Recuerdas a Urbosa?
- Urbosa... – repitió el caballero, casi en trance.
- Una de los campeones que estuvo en el Altar Ceremonial hace cien años.
- Recuerdo a una mujer fuerte y con personalidad empoderada. – dijo Link. – ¿Es ella Urbosa?
- Así es... Y también murió por mi culpa.
- Nada de lo ocurrido fue tu culpa, Zelda.
- Urbosa era la Matriarca de las Gerudo y la mejor amiga de mi madre, y a quien también consideré como una. – relaté. – Impa lo sabe, y quizás por eso encomendó esta misión para el final, pues deseaba que me sintiera preparada... pero no me siento así.
- Urbosa murió por culpa de Ganon, de nadie más. – dijo Link. – Y sea como sea, sé que no tendrá nada que reclamarte. Y no necesito tener la memoria intacta para saberlo, porque sé quién eres tú.
Volteo, no digo nada más... No me siento capaz de seguir con el tema.
- Con o sin dolor, tengo que enfrentar esto. – dije determinada. – Tenemos que ir a la ciudadela Gerudo.
- Vamos de inmediato...
- Tú no podrás ir, Link.
Mi caballero me mira sorprendido, aunque mi afirmación fue hecha con toda la intención de poder despertar en él viejas vivencias.
- ¿Por qué dices eso, Zelda? – preguntó Link. – Yo tengo que ir contigo.
- Lo que pasa es que a la ciudadela Gerudo solo pueden entrar mujeres.
- ¿Desde cuándo?
- Desde hace milenos. – dijo Zelda. – Sin embargo, hay una leyenda que habla del "Héroe del Tiempo", un joven que derrotó a una de las tantas formas de Ganon. Debido a que él demostró un gran valor, las Gerudo le dieron un pase de ingreso vitalicio, pero eso es algo que no se ha vuelto a repetir.
- Debe hacer alguna solución. – dijo Link, preocupado. – De ninguna manera pienso dejarte sola.
Link se ve más confundido que antes, por lo que me doy cuenta de que mi estrategia no ha resultado. Quizás en el desierto exista alguien que se dedique a vender lo mismo... ¿Será?
- Mientras algo se nos ocurre, deberíamos ir al Bazar de Sekken. – sugerí. – Talvez allí algo nos pueda servir.
- Ya estuve ahí, Zelda... – contó Link. – Un tipo extraño me vendió el traje Yiga que tengo puesto. Dame un momento, me lo voy a quitar.
Mientras Link se esconde en un rincón a cambiarse de ropa, me doy cuenta de que, con todo lo ocurrido, no le pregunté el origen de su traje... pero gracias a eso, he encontrado la solución.
- Esa persona nos puede ayudar... – pensé para mí misma, muerta de la risa.
...
Link me contó la manera en la que pudo llegar hasta el cañón de Calex, usando una morsa del desierto. Me emociona saber que estos animales siguen con vida después de más de cien años, y coincidentemente, mi caballero se volvió a reencontrar con la misma morsa que lo transportó.
Link sacó de su alforja un escudo lo suficientemente grande para que quepamos los dos, y con eso, pudimos comenzar la travesía hasta el bazar de Sekken. Durante el camino muchas cosas llegaron a mi mente.
Coincidentemente, por esta época del año, Urbosa siempre me traía con ella a la ciudadela Gerudo, para así ayudarme a superar la muerte de mamá. Mi padre, con dudas, accedía a una semana de licencia, pues a mis cortos seis años mi única preocupación debía ser despertar mi poder.
- No puedes distraerte con tonterías... ya estás grande para jugar con muñecos.
Muñecos...
Siento una punzada en el pecho al repetir esa palabra en mi mente, mientras un peculiar y repetitivo sonido se apodera de mis oídos... y una canción de cuna. ¿Por qué? ¿Acaso el vacío de mi alma es aún más profundo? ¿Algo más me hace falta para reconstruir mi vida?
Por suerte, Link no ha notado mi malestar; quiero que cada día me vea más fortalecida.
Ahora a mi mente llega la más reciente situación, los Sheikahs. ¿Cómo arreglarán sus problemas? Aunque Impa lo niegue, sé que ama a Azael, y se siente tan mal consigo misma por haberse mostrado tan vulnerable ante él. Solo espero que el espíritu libre y amable del Yiga desertor ablande ese terco corazón.
Por Apaya y Athan no me preocupo, pues se nota que están muy enamorados y defenderán su amor ante todos, sobre todo de Impa, quien no apoya esa relación por el origen del muchacho.
No sé por cuánto tiempo estuve en silencio, reflexionando, pero llegamos al bazar de Sekken más rápido de lo esperado... y está igual que antes. El tiempo se ha detenido en este lugar.
- Zelda...
Veo como el cuerpo de Link se tensa, y al ver lo que tiene en frente lo comprendo, pues a mí me ocurre lo mismo.
- La primera vez que vi este lago sentí algo extraño. – dijo Link, serio. – Y ahora que estás conmigo... he recordado.
Sé lo que has recordado, Link... yo lo tengo muy presente, como si hubiera sido ayer.
*.*.*.*.*
Por fin pude escaparme de Link. ¿Acaso no entiende que su presencia me fastidia? ¿Qué no quiero verlo? No tiene el mínimo de dignidad para mantenerse alejado, pues se escuda en las "órdenes de mi padre". O quizás sea su conciencia, pues sabe que nunca le voy a perdonar el haberme dejado sola cuando más lo necesité.
- Espero que ahora sí aprendas a dejarme en paz...
Gracias a la tableta Sheikah, pude salir de la ciudadela Gerudo sin que me vea, pero alguna falla provocó que no llegue a la salida del desierto, por lo que tengo que caminar. Estoy cerca del bazar de Sekken.
- Vaya... ¿Tan bonita y solita?
Mi piel se eriza horriblemente al escuchar una voz detrás de mí, sin embargo, volteo despacio... y es ahí que me espanto. Dos Yigas se están acercando a mí, y aunque no puedo verle las caras, percibo en ellos terribles intenciones.
- Les doy el dinero que tengo y se largan. – dije nerviosa, pero amenazante.
- Nos gusta el dinero, pero más nos gustas tú para nuestro maestro. – dijo uno de ellos. – Aunque para nosotros también...
- ¿Crees que el maestro Kogg se moleste si la estrenamos primero? – preguntó el otro.
- No creo... tenemos que probar la mercancía antes de comprarla.
Aterrada, empiezo a correr con todas mis fuerzas, mientras el corazón se me sale del pecho y las lágrimas resbalan por mis mejillas con solo imaginarme lo que van a hacerme, mucho más porque, a medida que corren, gritan las procacidades que tienen pensadas conmigo.
Me estoy quedando sin aire, pero aun así no dejo de correr. Sin embargo, mis pies dejan de responder una vez llego al lago del bazar de Sekken, el que para mi mala suerte se encuentra vacío.
Caigo al suelo sin piedad. Solo puedo retroceder, mientras veo como se acercan mis futuros verdugos.
- ¡Lárguense! ¡No me hagan nada, por favor!
- ¡Tranquila, nena! – dijo uno de ellos, moviendo una de sus manos vulgarmente. – Te aseguro que no te va a doler.
- Bueno... Quizás un poco. – dijo el otro, riéndose.
Uno de los villanos salta hacia mí para golpearme con su arma, y yo solo cierro los ojos esperando lo peor... Sin embargo, nada pasa, se escucha silencio.
- ¿Ah?
Una vez que abro los ojos, veo a los Yigas muertos en el suelo, pero no por arte de magia... Mi acosador, el hombre que más "detesto", el que no me deja en paz, ha acabado con ellos.
Link... mi caballero... me ha salvado la vida.
Estoy paralizada, sin poder moverme. Solo puedo ver como Link se gira hacia mí, se agacha a mi altura y me toma de los hombros.
- ¿Está bien, princesa?
No respondo a su pregunta... lo único que hago es abalanzarme a él para abrazarlo, mientras lloro inconsolablemente. Y aunque él no dice nada, corresponde a mi gesto.
Tú nunca me abandonaste, Link... Siempre estuviste para mí.
*.*.*.*.*
Fue en ese momento, que descubrí el gran amor que siento por ti... antes, ahora y siempre.
- Link... – toqué su hombro, preocupada por lo que pudiera sentir. – ¿Has recordado?
- Sí, Zelda. – respondió, mortificado. – Los Yigas te atacaron, y yo...
- Y tú me salvaste la vida. – respondí. – Pero eso no fue lo único.
- ¿Ah?
- Fue desde esa situación que tú y yo nos unimos... y reconocí mi amor por ti.
Las mejillas de Link se sonrojan con mi comentario, y lo mismo siento en las mías. Quiero abalanzarme a él para besarlo, pero hay demasiada gente a nuestro alrededor y temo incomodarlo. El Link de hace cien años era de muy perfil bajo, así que estoy segura de que el del presente no es tan distinto.
Nuestros rostros arden cada vez más... pero creo que ahora no es únicamente por la emoción. No me había dado cuenta del insoportable calor que está haciendo.
- Qué calor más infernal. – dijo Link. – Con el traje Yiga no sentía nada de eso.
- Y no sería buena idea que te lo pongas aquí, delante de todas las Gerudos. – dije riéndome. – Te matarían en el acto.
- Me imagino... se ven unas mujeres temibles.
Quedo en silencio por unos segundos, pensando en el origen del traje Yiga que usó mi caballero está la solución a nuestro primer problema.
- Link, llévame con la persona que te vendió el traje.
- ¿Qué...? – preguntó sorprendido. – ¿Para qué?
- Estoy segura de que esa persona puede ayudarnos a entrar a la ciudadela Gerudo.
- Yo lo dudo...
- Parece que no quisieras ir. – dije, tratando de contener la risa. – ¿Hizo algo que te molestara?
- ¿Molestarme? ¿A mí? Para nada... – dijo, fingiendo seriedad.
Amado mío... definitivamente no sabes mentir.
- Entonces, vamos...
Link se rasca la nuca, luego la nariz, lo que demuestra que está nervioso. ¿Será que ha recordado la única manera de poder entrar a la ciudadela? ¿O la persona que le vendió el traje le hizo algún comentario?
Juntos, caminamos hasta la tienda de la misteriosa persona...
...
- ¡Oh, clientes! ¡Bienvenidos a mi...!
Del fondo de la tienda sale un hombre travestido de mujer, cosa que no me sorprende, pues desde niña vi varios casos como este por esta zona. Sin embargo, Link se nota incómodo, a pesar de que sonríe amablemente para disimular.
- Oh, pero si eres el apuesto joven que dijo que no iba a regresar a mi tienda. – dijo la mujer. – Y mira, no solamente te has tragado tus palabras, sino que has venido acompañado.
La mercader ahora fija su mirada en mí, y aunque no puedo verle el rostro, la percibo amable.
- Mucho gusto, señora. – me saluda.
¿Señora?
- Mi nombre es Vivien, la dueña de esta elegante y exclusiva tienda de ropa. – dijo. – No imaginé que la esposa de Link fuera tan guapa.
Un ahogo invade a mi caballero, mientras que yo quedo de piedra, con el corazón latiéndome desbocado, por lo que acabo de escuchar.
- ¿Yo? – pregunté impresionada. – ¿La esposa de Link?
- Claro, él me dijo que era casado cuando vino aquí. – dijo Vivien. – ¿O no?
- Este... yo... – gagueó Link, hecho un manojo de nervios.
La cara de Link está roja como una manzana, y no precisamente por el terrible calor que hace, sino porque se ha puesto en evidencia ante mí. Desconozco la razón por la que habrá dicho algo como eso... pero me fascina.
- Sí, soy la esposa de Link. – afirmé, siguiendo la corriente al juego. – Tenemos seis meses de casados.
- ¡Ay, en plena luna de miel! ¡Par de tórtolos! – gritó Vivien, emocionada. – Voy a serle sincera, ¿señora...?
- Nada de señora... solo llámame Zelda.
- ¡Zelda, nombre de princesa! – volvió a expresar la mercader, emocionada. – Bueno, tengo que confesar que cuando lo vi, le eché el ojo, pero de inmediato me dijo que estaba casado, y ahora que te veo no puedo desmentirlo. Qué maravilla ver como un hombre es fiel a su esposa, sin importar que una desértica divinidad como yo se le acerque.
Observo a Link con mirada encantadora, mientras me agarro de su brazo, y aunque él no pone resistencia, puedo sentir la tensión del momento. Pobre... pero me divierte mucho esta situación.
- Espero sepas disculparme, querida Zelda. – dijo Vivien, apenada.
- No te preocupes. – respondí sonriendo. – Yo sé que mi esposo es irresistible.
- ¡Zelda! – gritó Link, recuperando el habla.
- No seas tímido, querido. – dije riéndome.
- Bueno, ahora que todos los malentendidos se han resuelto, quisiera saber qué trae por aquí a la parejita.
- Mi esposo le puede decir las razones.
- ¿¡Yo!? – preguntó impactado.
Seguramente, Link piensa que soy la más perversa del mundo, pero no puedo evitar adentrarme en este juego... en este sueño que muchas veces ha invadido mis sentidos.
- Bueno... – dijo Link, dejando de lado su vergüenza. – He podido comprobar que eres muy sabia.
- Gracias, querido. – dijo Vivien. – Eso ya lo sabía.
- Y precisamente por eso, vengo a preguntarte cómo Zel... – se calló, para cambiar su manera de llamarme. – Quiero decir, mi esposa y yo, podemos entrar a la ciudadela Gerudo.
- Ella puede entrar a la ciudadela Gerudo como ama y señora, si le da la gana. – dijo Vivien. – Pero tú no. ¿Si sabes por qué?
- Sí, porque soy hombre... – dijo Link, con algo de frustración. – Pero debe haber alguna solución para que yo pueda entrar.
- ¿Y tú para qué quieres entrar? – preguntó Vivien, curiosa.
- Porque... – Link dijo lo primero que se le ocurrió. – Es que es un sitio que siempre he querido visitar con mi esposa.
- ¡Oh! ¡Ya entiendo, picarón! – expresó Vivien en su cargoso tono de voz. – Es una fantasía que quieres cumplir con tu mujer.
- ¡Sí! – expresó Link, sonrojado. – ¡Quiero decir, no!
- ¡Link!
- ¿Puedes ayudarme o no? – preguntó mi caballero, ya cansado. – Todo en esta vida tiene una solución. Me la diste para entrar a la guarida de los Yigas.
- ¡Exacto! – dijo Vivien. – Siendo así, ¿cuál crees que sea la solución para que entres a la ciudadela Gerudo, si solo admiten mujeres?
La mirada de Vivien se ilumina como el sol del desierto, mientras que el colorado rostro de Link se va haciendo cada vez más pálido.
Parece que ahora sí conoce la respuesta a su desesperada pregunta.
- No... eso no. – dijo Link con firmeza.
- ¿Por qué tú crees que yo me visto así?
La comerciante se va, pero rápidamente regresa con dos prendas de vestir. Trajes Gerudo muy femeninos, pero diferentes.
El que llama mi atención está conformado por un brasier color rojo, con mangas caídas a los lados; y también con una falda corta negra, con un corte pronunciado en la pierna.
- Esta es para ti, Zelda. – dijo Vivien, emocionada – Con ese cuerpo que tienes te verás fenomenal. Ve a cambiarte, linda.
Tomo el traje y entro a uno de los vestidores de la tienda. No fue difícil colocármelo, sobre todo porque apenas me lo puse, comencé a sentirme más fresca, sin nada de calor. Luego me veo al espejo y me sorprendo... no suelo vestirme de esta manera, mostrando tanta piel, y me da nervios que Link me vea... ¿Qué pensará?
Aunque...
Decido no pensar en nada, más bien, para ver algún cambio en mi peinado, me hago una coleta elevada para darle un toque más "Gerudo" a mi nuevo estilo.
Una vez lista, decido salir...
- ¡Woooow! – gritó Vivien, dando vueltas alrededor de mí. – ¡Qué hermosa estás! ¡Despampanante!
Me sonrojo ante los halagos, pero mi situación empeora cuando veo como me mira Link...
No puedo describir lo que siento ante su mirada tan penetrante, con esos ojos desorbitados por mi imagen tan descubierta. ¿Le gusta? ¿Le molesta que muestre tanto?
- Zelda...
- Link, yo... – hablé sonrojada.
- Es más que obvio que has dejado a tu marido sin habla ante tanta sensualidad, a pesar de que eso ya conoce a la perfección. – dijo la mujer, avergonzándome mucho más. – Ahora, es el turno que Link se ponga su traje.
Solo esa oración es capaz de sacar a Link del trance en el que se encuentra.
- No... yo no puedo usar ese traje. – dijo Link, nervioso. – ¡Imposible!
- ¡No seas necio, muchacho! – dijo Vivien. – ¿Cómo vas a rechazar colocarte semejante obra de arte hecha por mis manos? Además, no podrás entrar a la ciudadela Gerudo de otra manera.
- Link, por favor...
Miro a Link de manera suplicante, cosa que le hace bajar la guardia. No es que quiera abusar del amor que siente por mí, pero no podemos dejar que nada intervenga con nuestra misión, por más que quiera retrasarla... por Urbosa.
- Tienes razón, Zelda. – dijo Link, resignado. – No dejaré de cumplir con lo que debo por superficialidades.
Ya echado al dolor, Link entra al vestidor a cambiarse, mientras que yo me quedo con Vivien.
- ¿Dónde aprendiste a hacer estos trajes? – pregunté a Vivien, esperando escuchar algo que ya me imaginaba.
- Mi abuelo le enseñó a mi madre y ella a mí. – respondió. – Ellos siempre se dedicaron a ganarse la vida ayudando a hombres a disfrazarse para entrar a la ciudadela Gerudo, pues estos querían visitar a sus novias, esposas o conocer a esas exóticas guerreras del desierto. No sé si tú lo sepas, pero las Gerudo pueden casarse con quien deseen, pero la entrada a la ciudadela es exclusiva para mujeres, así estén casadas.
Ahora sé que el hombre que, hace cien años, ayudó a Link a entrar a la ciudadela Gerudo, fue el abuelo de Vivien. Qué curioso como el destino ahora nos pone en la misma situación, pero juntos, pues antes lo hizo solo, en una medida desesperada por encontrarme en la ciudadela, mientras yo no quería ni verlo.
- Vaya, hasta que por fin salió la dama de la arena.
El traje de Link es distinto al mío, y hasta podría decir más "recatado". El brasier es color turquesa, con hombros descubiertos, pero mangas largas hasta los dedos de la mano, mientras que su pantalón, hasta detrás de las rodillas, es color morado. Sin embargo, la gran diferencia que tiene con el mío, es que su cabeza y rostro están cubiertos por un velo, por obvias razones.
- Link... – dije sorprendida. – Te ves...
- ¡Ridículo! – gritó desesperado, mirándose a sí mismo desde abajo. – ¡Humillado! ¡Avergonzado! No di crédito a lo que vi en el espejo.
- Se nota que eres un corriente, mocoso. – dijo Vivien, indignada. – Lo que llevas encima es arte puro, quizás lo más caro que has vestido en tu vida.
- ¡En eso te equivocas! – discutió Link. – No conociste mi traje de caballero de hace cien...
- ¡Bueno, querido! – interrumpí a Link, evitando que cometa una imprudencia. – Creo que es hora de irnos, tenemos un gran camino que recorrer hasta la ciudadela Gerudo.
- Está bien. – respondió mi caballero, resignado. – ¿Cuánto te debo, Vivien?
- Iba a darte los dos trajes gratis porque tu encantadora esposa me cayó bien. – dijo Vivien. – Pero como te comportaste como un bokoblin ancestral, el tuyo cuesta 1000 rupias.
- ¿¡Qué!?
- ¿Acaso no puedes pagarlos?
- ¡Claro que puedo! – dijo el joven, entregando el dinero.
- Muchas gracias por este hermoso traje, Vivien. – dije. – Y el de mi esposo también. Aunque no lo parezca, está agradecido.
- Sí, lo sé. – dijo ella. – Ya sé que tu esposo es "especial".
- Bueno, nosotros ya nos retiramos. – dijo mi caballero, avergonzado. – Gracias por todo.
- ¡Hasta pronto, tórtolos! – dijo Vivien. – Espero que la pasen rico en su luna de miel.
Mientras nos retiramos, Link aprieta mi mano con fuerza, y deduzco que es por el comentario que lanzó Vivien.
...
Ya nos hemos alejado mucho del bazar de Sekken. Sin embargo, nuestro camino se detiene de la nada, pues Link está respirando de una manera extraña.
- Link... ¿qué pasa? – pregunté extrañada.
Mi caballero suelta mi mano y voltea a mirarme de una manera que... me estremece. No es igual a como me vio cuando estábamos en la tienda de Vivien, sino mucho más fiera e intensa.
Me asusta... pero al mismo tiempo me encanta.
- ¿Te gusta cómo me veo? – me atreví a preguntar, nerviosa.
Link, soltando un último suspiro, se quita el velo del rostro, mostrándome su varonil rostro, el que opaca el femenino traje que a la fuerza tiene que usar. Se acerca a mí peligrosamente, hasta que coloca sus dedos en mi mentón.
- Siento mirarte así... – dijo serio, mirándome a los ojos. – Pero me encanta cómo te ves, me enloqueces. Eres hermosa.
- Link... yo.
- No digas nada. – pidió, colocando sus manos en mi cintura y acercándome a su cuerpo. – Sabes que no suelo ser de muchas palabras, sino de actos.
Me besas de sorpresa, ferozmente, arrebatándome el poco aliento que ya tenía por tenerte así de cerca... Y yo te correspondo con la misma fiereza, permitiendo que tu lengua se enrede con la mía en una danza que me provoca palpitaciones en sitios más allá del corazón, sensaciones que hace muchos años no sentía.
Cuando sentimos que, al mismo tiempo, no podemos dejar de respirar, te separas de mí para acariciar mi cintura, mientras tu mirada obnubilada se pierde en las curvas de mi cuerpo. Luego, haces algo que no espero, pero que al mismo tiempo deseaba con toda mi alma desde hace tiempo.
Un ligero gemido sale de mi boca, pues enloquezco al sentir como bebes mi cuello, cual bebida que ruegas para no morir de sed... y yo perecer contigo, pues ahora siento que no podré seguir viviendo si no me tocas más de debido.
Estoy harta de que me respetes...
- Lo siento... – dijo Link, deteniéndose para mi desgracia.
- No, no pares. – supliqué, mordiendo su boca. – Por favor...
- Ya me pasé al inventar que eras mi esposa. – admitió apenado, pero continuando con los besos. – Es lo primero que se me ocurrió cuando ese tipo se puso extraño conmigo.
- ¿Y eso no te hizo recordar algo?
Mi pregunta causa inmensa sorpresa en Link, mientras yo ruego que haya causado algo en su perdida memoria. Sin embargo... un grito en la lejanía nos interrumpe.
- ¡Auxilio...!
Por algo pasan las cosas...
- ¿Escuchaste, Link? – pregunté, dejando de lado el acalorado momento. – Un hombre está pidiendo ayuda.
- Sí, lo escucho, aunque está algo lejos. – dijo serio, recuperando el aliento. – Vamos con cautela, puede ser peligroso.
Link se vuelve a colocar el velo y nos dirigimos hasta donde proviene la voz, que está algo lejos. Tuvimos que caminar por algunos metros; por suerte no sentimos agotamiento, pues estos trajes especiales nos permiten sentirnos frescos en el desierto y caminar perfectamente sobre la arena.
- Ayuda, por favor...
La voz se va haciendo más audible, hasta que por fin pudimos verlo. Se trata de un hombre de tez morena vestido con túnica y turbante blanco, quien está recostado de cara al incandescente sol.
- ¿Qué le pasa, señor? – preguntó Link, acercándose preocupado.
- Me muero de calor... me olvidé de traer agua.
- ¿Usted vive cerca? – pregunté preocupada. – Podemos ayudarlo a llegar a su casa.
- Sí, por favor... – suplicó el hombre. – Ayúdenme, me muero de sed.
Link se coloca al hombre sobre la espalda, y este, aún consiente, comienza a guiarlo hasta su hogar, mientras yo los sigo. Mi caballero tiene la fuerza física para cargar con el peso de otra persona, pero en un clima como este se vuelve más complicado.
Me está empezando a dar sed...
Finalmente, llegamos a la casa del hombre, del mismo estilo de los locales del bazar de Sekken, pero con más espacio y habitaciones. Voy a la cocina y le doy al pobre señor el añorado líquido vital, el cual bebe como un desaforado.
- Jóvenes, beban ustedes también, por favor...
Regreso a la cocina por un vaso de agua para Link y para mí, y antes de beberlo, el hombre abre una bolsa que tiene amarrada en el cinturón y echa dentro de nuestras bebidas un elemento.
- Hielo para que esté más fresca... – dijo, ya más recuperado. – Con eso se sentirán mejor.
Efectivamente, el hielo mejoró la calidad del agua para nosotros. Y eso me hizo recordar que las Gerudo siempre fueron nuestros proveedores de hielo hace cien años. Me alegra saber, que, a pesar del paso del tiempo, siguen teniendo sus tradicionales negocios para sobrevivir.
- Ahora sí, como nuevo. – dijo el hombre, animado. – He revivido gracias a ustedes, par de jóvenes.
- Fue un gusto. – respondí. – Me alegra que esté mejor.
Link evade la mirada del hombre, pues ante la frase de él, teme que descubra su identidad.
- No te ocultes. – dijo riéndose. – Sé que eres un muchacho, y puedo imaginar por qué estás vestido así. Van a la ciudadela Gerudo, ¿no?
- ¿Cómo lo sabe? – preguntó Link, sorprendido.
- Antes de las explicaciones, disculpen mis modales. – dijo el señor. – Mi nombre es Akil.
- Yo me llamo Zelda... – respondí, e inmediatamente me adelanté para evitar explicaciones. – Sí... como la princesa de antaño.
- Yo me llamo Link.
- ¿Y tu nombre artístico? – preguntó Akil a Link, riéndose.
- ¿Ah? – expresó Link, impactado.
- Es una broma, muchacho. – expresó el hombre. – Pero si quieres entrar a la ciudadela Gerudo, tienes que tener un nombre femenino.
- Bueno... – respondió Link, pensando. – Abril... Ese es mi nombre.
Sin duda, Link no pudo elegir un mejor nombre.
- ¿Y ustedes son pareja?
- Así es. – afirmó mi caballero. – Claro está, ella es mujer y yo soy hombre, como es evidente.
- Eso se nota. Aunque, para que sepan, ver otras orientaciones es algo común por estos lares. – dijo Akil. – Sin embargo, la ciudadela Gerudo sigue siendo muy conservadora.
- ¿Cómo sabe usted todo eso?
- Porque estoy casado con una Gerudo. – respondió Akil. – Y precisamente por eso sé de lo que hablo, pues para ver a mi esposa e hija tengo que vestirme de mujer. Mi nombre femenino es Sharifa.
- ¿Y ni siendo esposos de las Gerudo pueden entrar? – preguntó Link, aun sin entender, para él, esa absurda regla.
- Ningún hombre puede ingresar a la ciudadela Gerudo, ni siquiera sus hijos. – dijo él. – Aunque el que tengan varones es algo muy improbable. Según las antiguas leyendas, el único hombre nacido entre las Gerudo fue uno llamado Ganondorf, quien hace miles de años causó el caos en el reino de Hyrule.
Ganondorf... hace mucho tiempo que no escucho ese nombre, pero sé que es una de las formas malignas de Ganon, una de las más evolucionadas y perfeccionadas. Si enfrentar a Ganon es algo terrible, no quiero imaginar cómo sería con su forma Gerudo.
Link no dice nada... pero sé que su nombre ha retumbado en su mente.
- Antes de que ustedes me encontraran en el desierto, fui a la fábrica a traer hielo para hacer bebidas para mi esposa e hija, para la cena de esta noche. – dijo el hombre. – Sin embargo, me olvidé de llevar mi cántaro de agua, terrible error, y casi muero deshidratado.
- Qué bueno que pudimos llegar a tiempo y traerlo a su casa. – expresé aliviada.
- Así es. Y en esta casa vivo con mi familia el mayor tiempo posible, pero las ocupaciones de mi esposa le obligan a que pase allá, así que, por eso, me visto de mujer para pasar con ella y con mi hija. Mis mujeres Gerudo son lo más importante para mí.
Sonrío ante el relato del hombre, pues me conmueve ver todo lo que hace estar con su esposa e hija, sin importar que sean de una raza distinta a él.
¿Link me amará de esa manera? ¿Alguna vez recordará hasta qué punto llegó a amarme hace cien años? Porque lo que soy yo... lo amo más que hace un siglo.
- No tengo cómo agradecerles el que me hayan salvado. – dijo Akil. – Lo único que se me ocurre es escoltarlos hasta la ciudadela Gerudo, y así aprovecho y les presento a mi esposa e hija. Podemos cenar todos juntos.
- Estaremos encantados. – dije sonriendo.
- Muchas gracias. – dijo Link.
- Falta poco para que el sol se oculte. – dijo el hombre. – Salir a esta hora es perfecto, no hace tanto calor. Iré a invocar a Sharifa.
Akil se retira a hacer su transformación, mientras que yo me preparo mentalmente para volver a entrar a ese lugar... a los recuerdos de Urbosa.
...
Nos encontramos afuera de la ciudadela Gerudo, y mi corazón palpita aceleradamente, con terror. Intento disimular delante de Link, mucho más por el señor Akil, que es un desconocido, pero quiero enterrarme en la arena. ¿Cómo mantener la cordura en un momento como este?
- Sawotta, soldados. – saludó Akil, ahora vestida como Sharifa. – He venido con unas nuevas amigas. ¡Saluden, chicas!
- Yo me llamo Zelda. – saludé.
- Y yo Li... Quiero decir, Abril. – se corrigió Link. – Así me llamo.
La soldado Gerudo se acerca hasta Link, demasiado, cosa que me da nervios. ¿Y si ya se dieron cuenta de todo? ¿Qué vamos a hacer?
- ¿Tú eres una Gerudo?
- ¡Claro que sí! – expresó Link con total seguridad. – ¿No se nota?
- ¡Qué vas a ser una Gerudo tú! – gritó la mujer – ¡Semejante enclenque flacuchenta! ¡Pasen!
Quiero reírme por la expresión de la guerrera Gerudo, pero para que nuestro plan no se derrumbe, tengo que contenerme.
Sin embargo... toda risa se me quita cuando pongo un pie en la ciudadela, cuando veo a las Gerudo caminar... y cuando veo al palacio frente a mí.
- El palacio de...
- No se queden ahí, "chicas". – dijo Akil. – Vamos a buscar a mi familia.
Me quedo paralizada, sin embargo, Link me toma del brazo y me lleva con él, y yo solo camino por inercia, arrastrada cuál hoja por el viento, al destino al que, quiera o no, tengo que enfrentar.
No asimilo nada frente a mí, ni siquiera que estamos entrando por un callejón adyacente al palacio, por el que muchas veces entré con Urbosa.
- ¡Papá!
- ¡Shhhh! – silenció Akil. – No me llames así aquí, hija.
- Una niña, o más bien, por la forma de su cuerpo, una adolescente, se abraza al señor efusivamente. Este le corresponde de la misma manera.
- Perdona la tardanza, hija mía. – dijo Akil. – ¿Y tu madre?
- ¿¡Riju!? – se escuchó una voz gritando. – ¿Dónde es...?
La sangre se me va a los pies al ver a la mujer que busca a su hija...
La esposa de Akil, la que se queda de piedra, apenas me ve, tan impactada como yo.
Imposible...
No puede ser...
- Zelda... – dijo la mujer, espantada.
- Perdona la tardanza. – dijo Akil. – Mi querida Urbosa.
...
Comentarios finales:
Hola. Ya estamos Febrero, pero aun así deseo para todos un feliz inicio de año 2023.
Este es el primer capítulo del año, y creo que el que más me costó elaborar en mi cabeza cuando cree esta historia. Ya saben que la aparición de los Campeones es única, pero la de Urbosa tenía que ser especial, arrebatadora, y hasta podría decir, totalmente diferente a la de los demás, pues hablamos de la casi madre de la princesa, la mejor amiga de la mujer que más amó.
En este capítulo he tocado de manera muy sutil el tema de las orientaciones sexuales distintas, algo normal por el travestismo al que Link y los hombres del juego tienen que someterse para entrar a la ciudadela Gerudo; sin embargo, no es algo que pienso ahondar (no estoy en contra de la comunidad, pero no es mi objetivo con la historia), así que no habrá Yuri ni nada por el estilo, y creo que es algo que lo advertí al inicio de la historia, y que lo tengo hasta en la descripción de mi bio de escritora.
Una vez más, muchas gracias a todos por su paciencia y su apoyo. Haré todo lo posible para no demorarme tanto en actualizar. Como dije en el capítulo anterior, quiero terminar esta historia antes de que salga ZTOTK (aunque para ser sincera, lo veo difícil, pero haré el esfuerzo).
¡Un abrazo para todos!
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