2. Alma perdida
Qué terrible y desgarrador silencio.
Lo único que escucho es el eco de mis pasos, firmes, pero al mismo tiempo tambaleantes. Las paredes a mí alrededor se encuentran revestidas de belleza y esplendor, pero estas no están en sintonía con el ambiente que respiro. Solo siento un ostentoso vacío.
Los ecos de mis pisadas se van haciendo cada vez más silenciosos, hasta que llego a un camino iluminado por la luz del sol, resplandeciente por el verdor de los jardines que me rodean adornados con rosas y lirios color cielo.
Doy unos pasos para adentrarme a aquel hermoso paraíso, deleitado con su aroma y belleza. Sin embargo, me detengo y corro a esconderme cuando escucho unos pasos aproximarse, que vienen pausados y sinuosos.
De uno de los arcos de lirios sale una mujer de cabello dorado con una niña dormida en sus brazos, que se encuentra plácida y encantada sobre sus hombros. La dama la mece con cariño y devoción, mientras de su boca sale un cántico que con dulzura se entremezcla con la belleza del ambiente, una nana digna de divinidad.
Cierro mis ojos para deleitarme con la melodía, sintiendo cómo la piel se me eriza. No puedo observar los rostros de los que supongo son madre e hija, pero puedo percibir la estrecha unión que tiene la una con la otra.
Luego de unos segundos, la elegante dama detiene sus movimientos y canto, para después quedarse mirando al suelo como si buscara alguna respuesta. Me impacto terriblemente al ver lágrimas salir de sus ojos, a las que la infante es ajena.
- Diosa, que vea mi rostro reflejado en las estrellas para que no se asuste. – pidió con la voz entrecortada. – Que mi canto sea su sendero de luz.
No comprendo por qué la mujer habla de esa manera, resignada y atormentada. Poco después desvía su mirada hacia una esquina en específico... a la que le habla.
- Nunca lo olvides... Con ella, siempre a su lado.
...
Despierto, mientras las imágenes se desvanecían de mi mente, como una ráfaga de viento implacable y fugaz. Lo único que me queda en la memoria es el aroma del ambiente floreciendo, mientras la extraña melodía se diluye con su esencia.
- El sol está saliendo... – noto mientras miro por la ventana.
El anciano ya no está en la casa, seguramente ya se encuentra en el Templo del Tiempo. En la mesa yace su extraño libro, el que escribió durante toda la noche... y está abierto.
Una vez que calzo mis botas, me acerco con la intriga de ojearlo para descubrir todo lo que había escrito la noche anterior con tanto esmero. Sin embargo, mi sentido común me detiene. Por más que la curiosidad me mate, siento que no debería invadir algo tan privado sin permiso.
- Anciano... después de todo lo que me has hecho pasar, merecerías que descubra tus secretos y chantajearte para que me des la paravela. – dije, tentado a enterarme lo que escondía en su libro.
Pero yo no haría eso, algo dentro de mí me lo impide. Además, el amanecer se acerca, así que solo por eso el viejo se salva. Me sorprende mi sentido de integridad, otra convicción que no comprendo exista en mí.
Rápidamente, salgo de la casa para dirigirme al Templo del Tiempo. La condición del ermitaño fue bastante clara, "al amanecer, ni antes ni después".
Espero que los monstruos sigan dormidos, pues no tengo tiempo para poner en su sitio a ninguno de ellos, a pesar de que me siento con mucha energía. La comida de ayer me sentó muy bien, como si me devolviera las fuerzas que tuve retenida por... ¿cien años? Aún no asimilo la verdadera edad que tengo, la que no está enlazada a mi físico.
- No voy a pensar en eso... solo me mortifico más.
Aprovechando que la madrugada aún sigue presente, salgo a toda velocidad al templo. Me carcome la curiosidad de conocer la famosa condición que el anciano tiene para mí...
...
Durante todo el trayecto me sentí en paz. Ningún monstruo se acercó para atacarme, ni tampoco se presentó algún contratiempo, como terremotos sorpresas o comida aparecida de la nada. Me intriga que mi hambre se vea opacada por mi enorme curiosidad.
Llego al final de las escaleras y me encuentro en la entrada del Templo de Tiempo, quedando por completo enmudecido.
- Por fin estoy aquí...
Siento tanta nostalgia al estar en este lugar, como si ya lo hubiera explorado antes, como si en el pasado mis pies tocaron aquel suelo de mármol que ahora solo está cubierto por los signos de la naturaleza, por las plantas apoderándose de todo a su paso.
- "Y en este lugar te haré el mismo juramento... por siempre tu..."
Otra ráfaga de palabras inentendibles vino a mi mente, con una voz melodiosa y casi inmaterial. No sé hasta qué punto podré seguir con esta nueva vida sin conocer lo inentendible y enigmático de mis pensamientos, de todo lo que me rodea.
Pudiera haber seguido encerrado en mis pensamientos hasta el final, para poder descubrir si alguna imagen pasaba por mi cabeza. Sin embargo, todo se vio detenido por un brillo expandirse frente a mí. Una gran estatua resplandecía al fondo del templo.
- Acércate...
¿Me está llamando? Por unos segundos creo que se debe a mi imaginación, sin embargo, corroboro su pedido al ver que su luz se intensifica, llamando más mi atención.
- Ven...
Aumento la velocidad de mi andar para llegar hasta la estatua, la que disminuye su iluminación al tenerme cerca. Puedo sentir cómo mi cuerpo se llena de una calidez extraña.
- Link... debes recuperar el adjetivo de tu destino. El título que corre por la sangre de tus venas.
¿Qué? ¿A qué se refiere con eso? No comprendo qué título o adjetivo puede acompañar a mi enigmático nombre. Solo soy Link, porque así me llamó la voz de mis anhelos, porque así decidí aceptarlo.
- En este mundo onírico recupera la parte de tu alma perdida... reencuéntrate con el símbolo de tu fuerza.
Ante las palabras de la estatua, siento cómo el sueño me invade, pero no siento que me caigo, me mantengo de pie.
Mi cuerpo hormiguea agradablemente, mientras siento cómo mi alma se desdobla...
...
¿Otra vez frente a mí, elegante dama? Tengo que alzar la mirada para observarla, pero usted, tan cálida y empática, se agacha a mi altura para que yo pueda escucharla mejor. A pesar de que alzo mi cabeza para ver su rostro, no logro hacerlo, pues una luz cegadora lo cubre, como si quisiera impedirme descubrir los misterios que esconde.
- Link, eres muy valiente. – dijo, con voz dulce y firme a la vez. – Sé que en pocos meses comenzarás con tu nuevo entrenamiento. Felicidades.
Siento que mis labios se mueven, respondiéndole, pero no logro escuchar lo que le digo. Otro enigma más en mi vida, esto es tan desesperante.
La elegante mujer me sonríe, lo único que puedo ver de su rostro. Poco después coloca en mis manos un pergamino.
- Está en blanco, pero podrás leerlo a la llegada de tu mayoría de edad. – dijo con suma seriedad. – Podrás encontrar el camino de tu destino.
Una vez más mis labios le responden, pero sin poder escucharla. Incluso abro el pergamino para ver si logro leer algo, pero como ella dijo, es un papel en blanco.
- Nunca olvides lo que me has prometido desde tu corazón, Link... cuídala, protégela siempre.
Ante la última frase la dama se desvanece de mi vista, causando que todo a mí alrededor se vuelva negro, oscuridad total. La cabeza me estalla de dolor, mientras ráfagas de colores pasan por mis pensamientos.
- ¿Qué es todo esto?
Me siento angustiado, abandonado, escuchando cómo caigo en un vacío infinito, mientras miles de risas infantiles alineadas con cascabeles resuenan en mis oídos.
Perdido... estoy perdido.
Llego a un punto en donde siento que los tímpanos van a reventárseme. Hasta que todo se detiene... volviéndose fresco y acogedor.
- Quiero ver su sonrisa nuevamente... con mis propios ojos.
Frente a mí se encuentra algo impensable, pero que solo con verlo hace explotar mi pecho hasta niveles que nunca había sentido. Mi corazón palpita sin cesar.
- El arma... mi espada...
¿Cómo puedo adueñarme de algo con lo que recién me encuentro? La siento tan familiar y mía como la voz que me paraliza los sentidos, por lo que no puedo evitar acercarme a ella.
- No...
No existe nada más que mi voluntad para acercarme a la espada, para sacarla de ese pedestal que la tiene presa, en letargo, al igual que yo lo estuve por cien años.
- Aún no...
Con determinación tomo la empuñadura del arma y la halo hacia mí, lo que me cuesta todas mis fuerzas, pero aun así no me detengo, pues la necesito conmigo para cumplir con mi destino.
- No es el momento, entiende...
Siento que mi corazón va a estallar de la fuerza que estoy empeñando en esta acción, e incluso mis manos queman y sangran, pero no me importa. No quiero detenerme.
Después de varios minutos de esfuerzo logro que la espada se mueva un poco. Sin embargo, en ese momento mi corazón se paraliza, mientras sangre comienza a brotar de mi boca, despedazándome.
El alma se desvanece de mi cuerpo, mientras observo a varios lirios azulados y luminiscentes enredándose con la espada.
Mi conciencia se desvanece... una vez más.
- La muerte es el castigo a la impaciencia...
...
Me ahogo, desesperado atraigo el oxígeno a mi cuerpo para sobrevivir, mientras el dolor de pecho se vuelve insoportable, me quema y me desgarra.
Me doy cuenta de que me encuentro en el suelo, al parecer despertando de una un sueño. ¿Qué fue lo que sucedió conmigo? El mensaje de la dama, el llamado de la misteriosa espada... ¿Qué significaron esos confusos mensajes en mi mente?
Parece que mi destino es vivir martirizado en las sombras de mis lagunas.
- Has sobrevivido al mundo onírico de tu inconsciencia. – dijo la voz, hablándome una vez más. – Sigue tu camino a la verdad, reconstruye tu vida... Héroe de Hyrule.
No tengo ni tiempo de impactarme ante semejante título con el que me ha llamado, pues debajo de los pies de la estatua se abren unas cortas escaleras subterráneas, que muestran una lápida con un grabado.
Me agacho un poco para poder leer el mensaje en la piedra, tratando de analizar cómo pronunciar las palabras.
- Ro... Rho...
- Rhoam...
Espantado, con el corazón latiéndome sin cesar, me doy la vuelta y descubro al anciano detrás de mí, mirándome fijamente. La voz de él fue la encargada de leer el escrito de la lápida.
- Anciano...
- Rhoam Bosphoramus Hyrule... esa es mi real identidad. – habló el viejo, con una voz y postura totalmente distintas a las que yo conocía. – Y yo fui el último monarca de Hyrule... un reino que ya no existe.
Al terminar con su frase, el anciano se rodea de una luz azulada, intensa y cegadora. Sin poder evitarlo, cierro mis ojos, y una vez que los abro, no concibo a la imagen que tengo frente a mí.
Ya no queda nada del ermitaño humilde y sin propósitos, pues ahora lo reemplaza un ser vestido de gracia y elegancia, con una joya decorando su cabeza y la altivez sobre sus hombros. Un ser de abolengo y alcurnia.
- Yo... anoche...
Y es en ese momento que una reciente imagen fugaz viene a mi mente, la que acaparó mi vista segundos antes de quedarme dormido en la pasada noche. Ahora sé que no había sido producto de mi imaginación lo sucedido en la cabaña.
- Rey de Hyrule... ¿Usted está...?
No pude continuar con mi pregunta al observar su levitar rodeado de humo azul; con eso no necesité respuestas. La primera persona que me encontré después de mi despertar, resultó ser alguien fuera de este mundo, un espíritu errante.
- Puedo entender tu sorpresa al verme, Link. No todos los días se está frente a un muerto. – dijo el rey, tratando de poner un poco de humor al asunto. – A pesar de que tú estuviste muy cerca de eso.
- ¿Qué? ¿La muerte?
El hombre comienza a caminar de un lado a otro, posando su mano en las paredes que llevan al altar de la estatua.
- Hace cien años el cataclismo devastó a mi amado reino. Todo quedó en ruinas. – mencionó, cerrando los ojos con sumo pesar. – Yo también caí en sus garras. Sin embargo, mi espíritu perduró, pues muchos temas pendientes quedaron en mi vida, por lo que vine a refugiarme en los confines de este lugar, la Meseta de los Albores. Sitio al que por siempre me he encontrado ligado de manera muy especial.
Dudas y más enigmas me consumen, pero prefiero dejar al rey seguir con su relato. Irónicamente, la indignación que sentía por un viejo burlón se transformó en un respeto y admiración que no comprendía. No quería lanzar alguna afrenta que pudiera interrumpirlo.
- Hubiera sido sencillo contarte todo esto cuando despertaste. – dijo, mirándome a los ojos con seriedad. – Por eso asumí otra identidad para poder guiarte. Perdóname.
Mi despertar... ¿la muerte? ¿Cómo es que ambas cosas se encuentran relacionadas? No creo que yo también sea un espíritu errante, pues ella... la melodiosa voz, me dijo que había dormido por un siglo. Me encuentro vivo, puedo sentirlo.
- Puede ser que sigas algo vulnerable, pero en cuestión de horas te has fortalecido por la esencia de tu alma. – dijo el espíritu. – Ahora ya estás listo para saber qué ocurrió hace cien años...
La verdadera naturaleza de Ganon se pierde en la noche de los tiempos. El rey demonio nació en este reino, mas la malicia lo devoró y lo convirtió en lo que ves ahora.
Las historias de Ganon se transmitieron durante generaciones en forma de leyendas y cuentos. Sin embargo, un ser de mi extrema confianza, al que creí leal y entregado al reino, trajo a nosotros una profecía.
Numerosas señales indican el retorno de Ganon, aunque el poder para enfrentarlo yace enterrado en el reino.
Confiados y ciegos, decidimos hacer caso a la profecía y comenzamos a excavar por todo el reino. Así descubrimos múltiples reliquias que nuestros antepasados habían diseñado.
Por un lado, las bestias divinas, cuatro gigantes reliquias capaces de ser controladas. Y por otro, los guardianes, unos mecanismos vivientes que luchaban por voluntad.
Estos hallazgos se ajustaban a las leyendas que durante años habían circulado por el reino y hablaban de un pasado remoto.
Decían que la princesa de la familia real, con un poder sagrado, y un caballero elegido por la espada de la leyenda, confinaron a Ganon con la ayuda de las reliquias.
Bestias divinas... reliquias... guardianes... espada de la leyenda... princesa... princesa... princesa... ¿Qué significaban estas palabras taladrando mis pensamientos, sobre todo la última?
Hace un siglo también existía una princesa con el mismo poder, y un caballero extraordinario, único en su especie. Con eso, decidimos replicar la leyenda de antaño. Elegimos a cuatro especies con suma valentía y fortaleza para encomendarles la difícil tarea de controlar a las bestias divinas.
La dama, princesa y sacerdotisa, asumió el liderazgo y nombró "Campeones" a los elegidos, un título digno para su empresa.
Ahora que contábamos con la princesa y los campeones, la victoria estaba asegurada...
Princesa... campeones... Princesa...
- ¡Tú nunca vas a entender lo que siento, pues eres perfecto! ¡Siempre altivo e inmutable!
¿Por qué...? ¿Por qué aquella frase vino a mi mente? Acompañada de quejidos de rabia y una melena dorada volteándome la cara, la que, para variar, no puedo descifrar.
¿Por qué el relato del fallecido rey me impacta en sobremanera?
Sin embargo...
La malicia de Ganon era ilimitada, y nos atacó de una manera totalmente inesperada.
Renació de las profundidades del castillo de Hyrule y se adueñó de las bestias divinas y los guardianes.
A los más valiosos aliados los puso en nuestra contra... y todos los habitantes del castillo como los cuatro campeones perdieron la vida.
Los campeones... murieron...
- ¡Todos murieron por mi culpa... no sirvo para nada!
Vuelvo a sentir en mi pecho el mismo dolor que tuve cuando escuche el nombre de Ganon por primera vez... o quizás una de tantas. Relacionar la muerte de los mencionados campeones con la laguna mental que llegó a mí, me devastaba; dolía, cuál daga candente apuñalándome.
El caballero fue herido gravemente y cayó inconsciente, protegiendo con devoción a la princesa...
- ¡No, Link! ¡Te lo ruego, despierta!
Siento cómo el aire quiere irse de mis pulmones, mientras el dolor de pecho se intensifica. Incluso mis ojos comienzan a arder, como si reprimieran con fuerza una explosión devastadora.
Me siento fatal... desconsolado...
Y fue así como el cataclismo, Ganon, destruyó el antiguo reino de Hyrule.
No obstante... la princesa logró sobrevivir y sola fue a enfrentar a Ganon...
- Link... te estaré esperando para siempre. Eres nuestra última esperanza...
A la par que el rey termina con su relato, siento cómo mis ojos se humedecen, sin entender qué es lo que me está ocurriendo. Escuchar estas palabras me ha causado sentimientos y emociones indescriptibles, y lo que más me desespera y molesta es no conocer la razón. ¿Por qué desde mi despertar solamente he vivido cuestionándome situaciones que desconozco por completo, pero al mismo tiempo las siento familiares? ¿Las habré vivido en mi vida pasada? ¡No entiendo nada!
- La princesa de la que te he hablado es mi hija, mi amada Zelda. Y el caballero que la protegió hasta su último aliento... eres tú, Link.
- Zelda...
Mi boca se seca al mencionar ese nombre, que se repite en mi cabeza con diferentes emociones; resentimiento, felicidad, preocupación, devoción... y más sentimientos que no puedo, o quizás no me atrevo a descifrar.
El rey se voltea y me queda mirando fijamente. Quizás puede sentir el caos que se está apoderando de mí, a pesar de que externamente me muestro serio.
- Link, valeroso caballero, luchaste con todas tus fuerzas hasta casi morir. – dijo el rey, mientras asimilaba la noticia como una devastadora avalancha. – Agonizante, te llevaron al santuario de la vida, donde dormiste por cien años. Y por estar protegido con la energía ancestral, tu cuerpo se mantuvo intacto, evitando tu envejecimiento físico. La voz que oíste al despertar y que ha estado guiándote todo este tiempo, es de Zelda.
- Zelda...
Una vez más mis sentidos se paralizan con ese nombre, el responsable de devolverme a la vida y obsesionarme con el hecho de conocer mi historia... sobre todo a ella. Aquella voz tan maravillosa resultó ser de la princesa por la que, según el difunto rey, casi entregué mi vida. ¿Por qué tanta lealtad?
- Zelda está en el castillo, y sin descanso lucha para contener a Ganon.
- ¿¡Qué!? – pregunto exaltado, olvidándome de todo mi impacto. - ¿Cómo es posible que se encuentre con él? ¿¡Por qué!?
- Cálmate, Link. – pidió el rey, serio. – Comprendo lo impactado y confundido que puedas sentirte por tanta información recibida, pero no debes perder la cordura. Sé fuerte.
¿Fuerte? Se supone que lo soy si fui capaz de entregar mi vida por alguien, sin embargo, me cuesta comprender tantos sucesos, tanta destrucción y miseria. Me ha angustiado horriblemente saber que Zelda se encuentra con Ganon, sin entender la razón.
- Por más que me duela decirlo, Zelda ha hecho lo correcto; cumplir con su deber... pero su poder pronto se agotará. – dijo con pesar. – Y cuando eso ocurra nuestro enemigo quedará libre y destruirá esta tierra en su totalidad.
Llevo pocas horas "resucitado", y aun así, lo que queda de esta tierra me ha cautivado por completo. Cada paso que doy en estas, cada bocanada de aire que inhalo para disfrutar su frescura me ha hecho sentir vivo. A pesar de ser un reino resentido, no concibo verlo destruido de manera irreversible.
- Lamento tanto tener que poner este peso sobre tus hombros, Link, pero aun así debo pedírtelo... – se apenó el rey, mirándome con congoja. – Derrota a Ganon. Por favor, salva a nuestra gente y a mi hija. Sé que no es fácil lo que te pido, pero no solo lo hago como un rey caído, sino como un padre desesperado y arrepentido... dejé con Zelda tantas cosas pendientes, y por eso mi alma no descansa en paz.
Salvar al reino... salvar a Zelda...
- Ganon aún tiene en su poder a las cuatro bestias divinas y a los guardianes que vigilan al castillo.
- Lo haré...
- ¿Qué?
- Iré en este momento al castillo de Hyrule...
A pesar de ser un ente fuera de este mundo, el rey me mira con sorpresa, casi con espanto. Mi corazón palpita aceleradamente ante la decisión tomada.
- Espera, Link... te estás precipitando.
- Con todo respeto, Majestad...
Majestad... Mi señor...
- El honor a mi padre, juro que protegeré a la princesa con mi vida, mi Señor...
Coloco mis manos en mi cabeza, la que comienza a dolerme como si me dieran martillazos, incluso me siento mareado, pero me recupero enseguida. El rey notó ese malestar, preocupado.
- No te encuentras del todo estable todavía, como puedes notarlo. – dijo serio. – Por lo tanto, no estás listo. Ir al castillo en esas condiciones sería un suicidio.
- Ya se lo dije cuando no era más que un anónimo anciano. – respondí con determinación. – Iré al castillo, y nada me hará cambiar de parecer.
- Joven necio y testarudo... – expresó impaciente.
El rey me da la espalda y se dirige hasta la puerta de salida del templo, y yo lo sigo. Una vez que tenemos la impactante vista de Hyrule ante nuestros ojos, señala un punto específico.
- Te sugiero que antes de tomar cualquier decisión, visites una aldea que se encuentra al Este. Se llama Kakariko. – dijo el rey. – Dirígete hasta allá y busca a una mujer llamada Impa. Ella te guiará, incluso mejor que yo. Siguiendo la ruta de los Picos Gemelos se te hará fácil llegar.
- Pero yo...
- Créeme, escucharme es lo mejor que puedes hacer.
Luego de sus últimas palabras, el rey voltea a mirarme, y pudo ver cómo poco a poco comienza a transparentarse.
- Lo prometido es deuda. – dijo sonriendo. – Mi paravela es tuya. Una vez que la tengas en tus manos, otra puerta se abrirá para ti.
- ¿Otra puerta?
- En breves momentos conocerás a qué me refiero... y cuando eso ocurra, sabrás qué hacer con lo que encuentres. – mencionó, mostrando pesar en sus palabras. – Te he confiado todo lo que ha estado a mi alcance. Cuento contigo, Link...
Y frente a mis ojos, el rey desaparece, sin dejar ni un rastro. Siento pena ante su ausencia, uniendo a mi inexplicable sentir más sensaciones incómodas y atormentantes.
Poco después que el rey se fue, un fuerte sonido se dio a mis espaldas, por lo que me volteo de inmediato a descubrir lo ocurrido. El sitio en donde se encontraba su tumba se veía iluminado, por lo que de inmediato me acerco.
Solo espero no encontrarme con el cadáver del rey, eso ya sería demasiado para mí...
Encima de la última morada del monarca se encuentra enterrada un arma, un mandoble majestuoso con empuñadura morada y detalles de oro, decorándolo hasta la hoja, la que está forjada por una plata fina y resistente. ¿Habrá pertenecido esta arma al rey? Quizás por eso se encuentra tan cerca de él.
Con poca dificultad saco el arma de la tierra, y de inmediato la ubico en mi espalda. Parece pesada, pero en realidad es bastante ligera.
También encuentro un cofre, el que abro, como siempre llenado por la curiosidad. En su interior encuentro la paravela que tanto insistí en conseguir, pero debajo de esta había más cosas. Una pequeña caja de madera vieja, rota y consumida por el paso del tiempo, pero con objetos en su interior.
Lo primero que tomo es un sobre viejo, el que al abrirlo contiene una carta. Sin dudarlo leo su contenido.
.
Una vez más, lamento mucho el haberte ocultado las cosas desde el inicio, pero te aseguro que con el paso del tiempo estarás más acostumbrado a tu nueva vida. Para compensarte de alguna manera, te dejo mi arma favorita, la que me acompañó hasta mi último aliento.
Te sugiero que antes de comenzar tu camino fuera de esta zona, te dirijas a mi vieja casa. Ahí encontrarás unas cosas que te servirán en tu periplo, adicional a algunas provisiones (dejé en la estufa la carne picante que te devoraste sin piedad, jo, jo, jo).
No sé si lo sepas (o lo recuerdes en algún momento), pero esa casa es parte de mi juventud y mis últimos días de vida, pues ahí llevaba mis entrenamientos secretos, lejos de los curiosos del castillo (a veces la opulencia y ostentosidad ahogan el alma). Valiosos hechos de mi vida se dieron en esas humildes paredes. La Meseta de los Albores es una parte importante de mí.
Te pido que también tomes el diario que he escrito, y cuando algún día veas a Zelda, se lo entregues. ¡Ni se te ocurra leerlo! Ya me di cuenta lo curioso que eres; además, no podrás hacerlo, pues su encantamiento solo permite que mi hija pueda descubrirlo. Hay tantas cosas que he escrito ahí, especialmente para ella.
También te pido lleves contigo el colgante con el amuleto que se encuentra dentro de esta caja. Eso le pertenece a Zelda, es una deuda pendiente que tengo con ella desde hace muchos años y que no me ha dado paz. Sin embargo, eso no debes dárselo de entrada. Tú mismo descubrirás el momento correcto para hacerlo.
Confío en que cumplirás con tu palabra y con cada una de estas encomiendas.
Suerte en todo, Link.
Rhoam Bosphoramus Hyrule
.
Doblo la carta y la guardo en mi bolsillo, sintiendo cómo mi corazón palpita con prisa. Ya tengo la paravela y las indicaciones para seguir con mi camino, pero aun así me siento inseguro.
Tal y como el rey me pidió, busco dentro de la caja el colgante con el amuleto para Zelda. Palpo el objeto en mis manos, tratando de descifrar de qué se trata, pues no parece una joya común, no le veo una forma específica.
Para mantenerlo en un sitio seguro, amarro el colgante a mi cuello y lo escondo bien, dentro de mi camisa. Me da curiosidad pensar en qué misterios guarda, pero eso solo le corresponde a Zelda descubrir.
Con mi paravela en mano y todas las encomiendas del rey, pienso en dirigirme hasta la vieja casa. Sin embargo, me detengo a analizar que caminando me demoraría demasiado, por lo que se me ocurre una idea.
Decido subir a la parte más alta del Templo del Tiempo, usando una escalera que se encuentra en las paredes de afuera. Subo con prisa hasta llegar a la parte más alta del techo, en donde me toca escalar un poco. Dirijo mi vista hasta donde sé se encuentra la casa del rey... o del anciano.
Dudo por unos segundos en dar este salto, temiendo que la paravela no me soporte. Sin embargo, armándome de inexplicable valor, me lanzo al vacío con el instrumento elevado sobre mi cabeza, y ahí ocurre lo asombroso. El viento se pone a mi favor y me eleva entre sus brazos, llevándome a la dirección deseada. Puedo ver los bastos terrenos de la Meseta de los Albores a una altura impresionante, sentir la brisa rozar mi rostro.
Por ese instante todas mis preocupaciones se desvanecen, me siento enlazado con esta naturaleza resentida por el odio y la destrucción, y que desde sus entrañas lucha por sobrevivir y seguir oxigenando con vida a este reino.
Por primera vez desde mi centenar letargo, me siento libre...
...
Llego a la casa del anciano en poco tiempo, y tal como me lo dijo, varias cosas útiles me esperaban. Encima de la cama hay una alforja pequeña, pero que misteriosa y mágicamente podía guardar toda clase de cosas. El anciano la había llenado con frutas, carne y verduras, las que de seguro me serían útiles en mi camino.
Encima de la cama también se encuentran unas prendas de ropa. Una capa con capucha color azul y diseños peculiares en la espalda; una túnica roja con patrones particulares, con correas rodeándola y un fajín verde. También un pantalón claro con botas marrones.
La ropa está impecable, pero me provoca una sensación extraña, como si hubiera conocido a alguien que la usó en el pasado, alguien cercano a mí; sobre todo por la túnica roja, que tiene un aroma intrigante que me recuerda a la naturaleza que me rodea.
Al lado de esta ropa también se encuentra otra túnica color verde, pero esta era más pesada y con tela gruesa. Al tacto se siente cálida, así que estoy seguro va a servirme para los momentos de frío.
Me quito mi ropa y me coloco las primeras prendas, guardando la túnica verde y los trapos viejos que me cubrieron en mi despertar en la alforja, que seguía sorprendiéndome por su capacidad de acaparar todo. Sin duda me siento muy cómodo, también nostálgico.
Luego de haber guardado las prendas, me dirijo a la vieja estufa y tomo la comida que el rey tenía preparada para mí. Por suerte se encuentra protegida, así que en la alforja estará segura.
Y por último voy a lo más importante, por el diario del rey, el que ahora está cerrado. Mi curiosidad me hizo abrirlo, y tal como él dijo, solo se veían páginas blancas, sin letras en su interior.
Tomo el libro y lo guardo en la alforja, para después salir de la casa y dirigirme a la frontera de la meseta. Decido ir caminando para disfrutar de la tierra que me vio renacer por última vez... o quién sabe si el destino tiene preparado que regrese.
Una vez en el borde del abismo, observo desde la lejanía al Este, a los Picos Gemelos, lugar al que debo dirigirme para llegar a la Villa Kakariko y encontrar a la mujer que me guiará en mi misión.
Sin embargo... mi cabeza gira a otra dirección, una que no podía salir de mi mente.
La malicia del mal rodeaba al castillo con horror, opacando la belleza que estoy seguro tuvo alguna vez... tal y como la voz que me llama por mi nombre y me enloquece.
Miro al Norte, al castillo... miro al Este, a los Picos Gemelos. Mi cabeza voltea una y otra vez observando ambos sitios, mientras la duda en mi corazón me hace tambalear.
- Iré y nada va a detenerme... mi alma es libre...
Salto al barranco con la paravela en mis manos, la que me arrastra a la dirección que mi mente y corazón han decidido.
El Norte me atrae hacia sus fauces... Zelda me espera en el castillo.
...
Comentarios finales:
Hola, holaaa. Segundo capítulo listo ^^.
Esta parte narra hechos misteriosos que no se mencionaron en el juego, pero aun así me mantuve fiel a la historia original, la que creo todos conocemos, la identidad del anciano, el despertar de Ganon y el estado actual de Zelda. Prácticamente, esa parte la narré casi idéntica a la del título, pero con mi toque personal y con todo lo que se me veía a la mente cuando lo jugaba.
Ahora, voy a explicar las razones por las que hice algunos cambios. Por ejemplo, los que han pasado por el juego, saben que la tumba del rey (que son un montón de piedras) está ubicada en el Monte Hylia, pero en este caso decidí ubicarla en el Templo del Tiempo. ¿Por qué? Pues en el libro "Creando a un héroe", la idea inicial de los creadores era que la última morada del hombre se encuentre ahí.
El apartado indica lo siguiente:
"El Templo del Tiempo se encuentra en un estado deplorable. En este lugar se halla también la tumba del rey Rhoam, así que hay que transmitir que aquí se produjo una gran batalla contra Ganon. El suelo quemado por los rayos tiene que seguir yermo cien años después, etc. Estaría bien que los sheikah que supieran lo que ocurrió visitaran el lugar para ofrendar flores (en ese caso, me gustaría que hubiera también flores en la tumba del rey)."
Eso dice esta parte del libro, cosa que al final los creadores decidieron cambiar. Incluso en la imagen se ven dos mandobles rodeados de flores al lado de la tumba, y es por eso que decidí poner el arma encima, para que Link la tome.
Otra curiosidad muy interesante para mí es la casa del anciano. Cuando juegas BOTW no sabes exactamente por qué está ahí, simplemente está. Sin embargo, comparto con ustedes una curiosidad que salió en una de las misiones de Age of Calamity, que aunque es un juego ubicado en otra línea de tiempo (cien años antes), es canon.
Este es el escrito de la misión:
La cabaña secreta del rey
"El rey Rhoam suele recluirse en una cabaña secreta para practicar con la espada a dos manos..."
Me pareció demasiado interesante esa misión, pues le da sentido al existir de la cabaña. Además, que la mayoría de las misiones de La Meseta de los Albores se relacionan con Rhoam, lo que demuestra que ese sitio es muy importante para él; incluso mi teoría va mucho más allá de sus entrenamientos.
Hay otra frase que usé por ahí que forma parte del canon del juego, relacionada con el diario de viajes de Link (versión japonesa). ¿La descubrieron?
Este capítulo seguramente ha traído muchas teorías y dudas, que en serio me gustaría compartan en los reviews para ver si atinan o se acercan a mis ideas futuras.
Y bueno... en el final de esta parte ya han notado la decisión que ha tomado Link, así que veremos qué clase de consecuencias traerá su temeraria, y quizás imprudente acción.
Muchísimas gracias a todos por su apoyo. Les envío un enorme abrazo y nos vemos el otro Lunes, si Dios quiere.
Con cariño,
Artemiss ^^
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