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Capítulo 10

Un 24 de agosto dejaste este mundo.

Mi luz en la oscuridad ya estaba iluminando la oscura noche, y era la más bonita estrella que llegó a tal lugar.

. . .

Nos encontrábamos de camino a la casa de mi suegra a las once de la noche.

No podía estar más feliz, con Christopher llevábamos 3 meses de novios y... maldita sea, mi corazón trabajaba con fuerza cuando lo tenía cerca.

Nuestra primera vez había sido maravillosa, Christopher había sido muy cuidadoso, parte de su personalidad que apreciaba en gran cantidad.

Christopher me encantaba en todos los sentidos, no había nada de él que me disgustara. Como todo humano tiene sus defectos, pero yo sólo podía decir que ante mis ojos no existían.

Tanto él como su madre me habían acogido con un gran amor, me incluyeron rápidamente y me hacían sentir como su familia, lo cual agradecía infinitamente, me daban el amor que me hacía falta, eran mi familia.

—Chris, mira bien, por favor —pedí.

—Tranquilo, lindo —sin quitar la mirada del camino quitó una de sus manos del volante para poder tomar una de las mías—. Te amo, Erick. Quiero que lo sepas —muy pocas veces habíamos usado esas dos palabras, quizás por eso el simple hecho de oírlas me estremecía por completo y hacía que me sonrojara. Mucho más porque las decía Chris, Chris era capaz de hacer mucho en mí.

—Y-Yo también —sonrió y acarició el dorso de mi mano. Sumamente alegre miré a mi novio, no había nadie más bonito en el mundo para mí que no sea Chris.

Mis ojos se dirigieron a su ventana al ver a una luz hacerse más grande. Miré con más detalle y divisé a un vehículo a gran velocidad acercarse.

—¡CHRISTOP-

Luego, un fuerte pitido retumbar en mis oídos, un gran choque a nuestro carro, a nosotros... y después, sangre.

Separé mis párpados sintiendo como mi cabeza daba vueltas. Tardé unos segundos en recobrar la conciencia y cuando me percaté de la situación sólo intenté salír del vehículo.

—C-Christopher —pronuncié ronco. Todo mi cuerpo me dolía, mover mis piernas era un infierno para mi pequeño cuerpo, sin embargo el esfuerzo que hice para salir y llegar a la puerta del piloto sirvió.

Mis labios temblaron, mi cuerpo se tensó, mi respiración se aceleró, la desesperación se hizo más grande y mis ojos se cristalizaron en cuestión de milisegundos.

—C-Chris —con mis manos temblorosas forcé la puerta para abrirla. Una vez que esta cayó al suelo (ya que se encontraba en un muy mal estado por el impacto) sólo dirigí mis manos a Christopher observando como se derramaba un pequeño pero tampoco diminuto charco de sangre de su cabeza como de otras partes de su cuerpo, como su torso.

Con cuidado lo saqué del vehículo y me arrodillé en el suelo para apoyar su cabeza sobre mis piernas. Acaricié su cabello mientras que con mi mano libre saqué con dificultad mi celular del bolsillo de mi chaqueta, que gracias al cielo aún funcionaba.

—Tranquilo, amor, todo va a estar bien, ¿Sí? —susurré con mi voz partida tratando de convencerme más a mí mismo y dejé un beso en su frente. Ambos estábamos manchados de sangre, heridos. Mis dedos marcaron al número de emergencias, llamé y cuando ya les di toda la información necesaria finalicé la llamada—. Amor —susurré mientras mis lágrimas seguían cayendo—. Christopher, Chris, despierta —corrí su flequillo—. Amor, no puedes hacerme esto. Christopher, no puedes, no quiero, no me dejes. Te necesito —mi voz se quebraba más con cada palabra. Mi cuerpo me pesaba de sólo pensar en lo peor—. Te amo, me amas, nos amamos, Chris, por favor. Tenemos un gran futuro. Tú me salvaste, ¿Me escuchas?, me salvaste, Chris, ahora necesito que me salves de nuevo porque siento que estoy muriendo, amor, por favor, te lo suplico... ¡Maldita sea, Bryant!, no me dejes, maldita sea, juro que nunca voy a perdonarte si me haces eso —pronunciaba con suma impotencia mientras las lágrimas continuaban—. Mierda, Christopher, no me hagas esto.

Apenas llegamos al hospital lo llevaron a la sala de emergencias.
En todo el trayecto no despertó, sólo se mantenía inconsciente.

En el camino llamé a Yenny, ella tenía derecho a saber.
Lo último que dijo fue que llegaría pronto.

Yo lo único que hacía era llorar, no había nada que pudiera calmarme.

—Erick —giré mi rostro al reconocer la voz de mi suegra. Al verla, instintivamente me aferré a ella.

—Tengo miedo, Yenny, mucho miedo —fue lo primero que me salió decir.

Cada palabra me dolía, desgarraba mi garganta el tan solo hecho de pensar en hablar.

—Tranquilo, Erick, todo va a estar bien —se separó de mí y tomó mis mejillas forzándome a mirarla—. Escúchame, él no va a dejarte, él te ama, Chris te ama, ¿Entiendes?, no va a dejarte, no va a dejarnos.

En ese momento en que terminó de hablar el doctor salió de la sala de emergencias.

—Lo siento, falleció.

Esa palabra bastó para que me derrumbara completamente.
Mi interior se desvanecía lentamente al igual que yo.
Sentía que me quemaba, quería romper mi remera y rasguñar mi pecho, mi espalda, me estaba quemando.
Estaba muriendo.

—No, no, dígame que no es verdad—rogué.

Yenny sólo apretó sus labios y se encogió tirando de sus cabellos, silenciando sus sollozos.

El peso de mi cuerpo parecía aumentar cada segundo, estar en pie era un gran esfuerzo.
Mi cabeza parecía no estar ahí, yo no estaba ahí.
Entonces, no pude con el dolor y sólo... me dejé caer,
me desmayé.
Aunque en realidad,
yo estaba muriendo.

. . .

Sí, era verdad, Christopher había fallecido.

El chico que llegó a mi vida de una manera inesperada y pintó mis días grises de colores ya no estaba en este mundo, ya no estaba conmigo.

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