La manera en que nos conocimos no fue la más bonita.

Estoy seguro de que ninguna persona conoce al amor de su vida cuando estás por acabar contigo mismo.

. . .

Estaba completamente seguro de lo que haría y no pensaba retractarme, no tenía motivos para seguir, pero sí para terminar.

No era una desición hermosa, después de todo, quizás estaba equivocado, pero el miedo, la soledad, la desesperación y otras emociones negativas eran más grandes que mis ganas de luchar, simplemente no me sentía con ánimos para seguir y esta era la forma más rápida y accesible que tenía.

Subí al final del edificio donde vivía, la terraza para ser exacto. Me asomé al extremo apoyándome en este, observando a los vehículos ir y venir en la calle, sintiendo a la suave brisa chocar contra mi cuerpo. Me subí sobre el extremo, dedicidido y a la vez, con miedo, temiendo por lo que iba a hacer, la verdad, no estaba seguro, no lo estaba.

—¡Hey!¡Tú, idiota! —apreté mis párpados y solté una lágrima en lo que también presionaba mis labios entre sí. Quería ignorar aquella voz, aquella persona.

Estaba por dejarme caer al vacío, mas unos brazos rodearon mi cintura tirándome hacia atrás, bajándome del extremo.

—¿¡Eres idiota!? —aflojó un poco su agarre luego de arrastrarme unos pasos para atrás.

—¡No! —respondí llevando mis manos a mi rostro en un intento de cesar mis lágrimas.

—¿Ibas a... tirarte?

—¿Cuál sería el puto problema, eh?¿Por qué te importaría? ni siquiera me conoces —me giré para mirarlo. Él estaba mirándome fijamente algo asustado. Intenté levantarme, tomó mi talón e intenté arrastrarme entre respingos, llanto y murmullos, estaba frenéticamente desesperado.

—Basta —tomó mi muñeca girándome bruzcamente y me aferró con sus brazos—, basta... detente, por favor.

—¿Por qué haces esto?¿Cuál es tu motivo?¿Acaso algo cambiaría si lo hiciera? —se quedó en silencio un momento.

Mi llanto era excesivo.

Lentamente, subí mis manos a su espalda sujetándolo debilmente.

—Tranquilo... —susurró soltándome un poco, abrazándome de una manera consoladora.

. . .

¿Sabes? en este momento me siento mucho más solo que ese día.

Quiero que me abraces nuevamente como en ese momento, quiero volver a sentir tu aroma, necesito volver a tenerte conmigo.

—¡MIERDA! —sujeté la botella de alcohol a mi lado y la arrojé con todas mis fuerzas al otro extremo de la habitación. No transcurrió mucho tiempo hasta que oí el sonido de que se había roto.

En fracción de un segundo comencé a llorar. Me senté en el suelo (aunque más que sentarme, caí, mi cuepo estaba débil) y flexioné mis rodillas para luego ocultar mi rostro en el medio de estas.

—Tú... tú, Christopher, no sabes cuánto... c-cuánto te necesito —susurré.