Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5.

...

Aquel chileno se hallaba caminando por las calles de su país, saludando a su gente, intentando estar tranquilo ya que el día de ayer había llegado, y mañana comenzaría su trabajo con el gobierno y su puesto de nación, y todo eso.

Sin embargo no puede olvidarse de la fiesta, y ese recuerdo hace que quiera golpearse o golpear al peruano por ser tan...el.

Supuestamente lo ayudó por pura lástima al verlo ahí dormido sobre el licor y apuntó de caerse de su silla directo al piso y golpearse. Así que lo tuvo que cargar para llevarlo a un lugar más cómodo, pero este..se veía tan diferente mientras dormía. Su rostro se notaba apacible, con sus largas pestañas destacándose en su rostro y las leves respiraciones que se notaban a través de sus labios. A lo que después de pensar en eso lo tiro al mueble más cercano.

El (junto a otro pocos) que estaban algo sobrios ayudó a los que estaban un desmadre total.

— Si que eri' un tremendo problema peruano weon. — murmuró, cruzandose de brazos con molestia.

...

Por otro lado, más específicamente en el Perú, se hallaba un pelinegro peleando con su psiquiatra a través de la puerta de su casa ¿que porque estaban así?

Pues...es una larga historia, sin embargo estamos en la parte donde el de ojos dorados se negaba rotundamente a abrir la puerta y el opuesto de apariencia de casi la misma edad amenazaba con tirarla. Lo normal en las calles de lima: amenaza, violencia y una clara escena de comedia de una de las series peruanas que seguro la robaron de otro pais; si, lo típico.

— ¡Miguel, tienes que abrir ya!

— ¡Nel mandel pata, ya váyase y rindase pe'! — hablo sujetando su puerta.

Al final. El de apariencia menor suspiro con bastante pesadez, abriendo la puerta porque, estaban haciendo un chongo de lo peor y no quería que sus vecinos vayan a molestarse. O posiblemente joderlo.

Abrió la puerta dejándolo pasar al psiquiatra quien se a como sus gafas y arreglo su ropa, para proceder a ingresar y su expresión volvió a una seria.

Definitivamente su psicólogo y su psiquiatra era muy distintos.

— ¿Y que, ya?

— Deje de meter floro para no venir. — se quejo cruzandose de brazos. Y rodando los ojos.

Su psiquiatra (a diferencia del psicólogo) era alguien mucho más joven, y tenía unos 23 años, era alto y hasta para admitir algo apuesto, sus ojos eran color negro igual de su cabello y su piel era algo pálida, sin embargo para minimizar su apariencia "en palabras de Miguel" Era un molestoso huevon, que no lo dejaba en paz cuando se trataba de seguir su tratamiento.

— No manyo pa' que te mandaron acá, broder, si voy al psico-loco..

— Sabes que el no te puede recetar pastillas — menciona frunciendo el ceño y cruzado de brazos. — Además, tus jefes están hasta la mierda para que vuelvas al trabajo.

Si. El (igual al psicólogo) sabían que era una nación, normalmente solo pocos lo sabían pero después de mostrar graves deficiencias en su trabajo, sus propios jefes tuvieron que tomar cartas en el asunto con respecto a su salud mental, así que ellos mismos contrataron a dos personas para encargarse.

— ¡Tamaquina'! — con su pie golpeó una pared, bien enojado. — Solo dejame la medicina y vete, no necesito las seciones ahorita... — murmuró molesto.

— Esta vez necesito que salgas de tu casa, y si va haber la sesión. — hablo serio. Mirándolo fijamente.

— ¿Eh? ¡Y mi llama! Le voy a dar de comer así que...

El más bajo intento echarlo de su propiedad, pero en un intento el doctor lo jalo del brazo haciendo que terminen afuera de la casa y cierre la puerta.

—....¿Si sabes que no tengo llaves?

...

Ambos se hallaban caminando por la plaza de armas de Lima, mientras que el más bajo bebía su Inca Kola, ya que durante todo el camino estuvo quejándose del sol de mierda que hay y uno aquí sin su gaseosa, así que tuvieron que comprarse un par de bebidas; dejando eso de lado, caminaban tranquilamente, parecían dos amigos si se les veía juntos ya que la diferencia de edad no les era mucha (solo por la apariencia), pero si se acercaban se les oía discutiendo o peleando por cualquier tontería, realmente el peruano al principio pensó que el no podía ser un psiquiatra, mucho menos un doctor, ya que su actitud era de un chiquillo y su apariencia no ayudaba a pesar de ser alto, aún así se sorprendió lo serio y centrado cuando se trata de su trabajo, ya que es muy directo y analítico en ese sentido, haciendo entender que no hay que dejarse por la actitud.

— ¿Y no fue el tal Manuel?

El moreno se quedó callado unos segundos como si reflexionará del significado de la vida. Pero de pronto comenzó a reírse, hasta exageradamente podría decirse.

— ¡¿El?! ¡Apuesto mi Machu Picchu a que no es! — siguió riendo, colocando su dedo debajo del ojo para limpiarse la lagrima falsa.

— No escupas al cielo, que a la cara te cae...

— Pucha, no debí presentarte a Pedro. — mencionó soltando una risa. — Te cojudeo con ese hue'as de sus telenovelas...

— Aja — rodó los ojos. — Bueno vamos tengo que llevarte a un lado.

— ¿A donde? — el opuesto lo comenzó a jalonear del brazo. — ¡Esperate broder, vamos por Helado!

Al menor en estatura le brillaron los ojos al ver al heladero donofrio en la esquina ofreciendo el helado a la gente, a lo cual ambos fueron a comprar helados.

Y resumiendo, terminaron lanzadose el helado, pero eso es lo de menos.
...

Los dos yacian frente a aquel lugar que lo había traído el psiquiatra, sin embargo el de ojos dorados le pego un porrazo en la cabeza por no decirle nada, y saber de que se trataba esto o quien fue el genio para mandarlo a volar, ademas de unas cuantas cosas más que por puro impulso nomas fue.

Estaban al frente de una biblioteca.

— ¡Ni loco! ¡Tu estas alucinando a que yo entré ahí! — grito cruzando sus brazos y volteandose. — Ni cargandome lo lograrás tremendo sonso.

— ¿Estas retandome?

El moreno quizo reírse por el meme mencionado, sin embargo, su carcajada se detuvo al sentir como lo levantaban por la parte debajo de sus hombros y lo llevaban adentro del lugar.

Mientras obviamente el de ojos dorados lo pateaba y le lanzaba insultos a toda costa para que lo baje.

— ¡SHH! — esa fue la bibliotecaria, y como 500 alumnos universitarios estudiando.

...

Los dos tuvieron que ir a zonas más alejadas de la biblioteca para no molestar a los demás, y tampoco ser regañados o recibir una amenaza de la bibliotecaria anciana con una mirada de tiburon.

Sin embargo, caminaban en ese pasillo donde no había nadie y estaba todo solitario, la nación aún no entendía que hacían ahí y al parecer le aburría preguntar al más alto, así que tan solo siguieron caminando. Cuando de pronto el de ojos negros se detuvo sacando un libro de un estante alto, y lo bajo, lo soplo ya que tenía un chingo de polvo y leyó su tapa. Sonriendo al encontrarlo.

— ¿que? ¿Encontraste la lotería o algo?

Así se llevaban mazomenos esos dos, con una relación de no-amigos pero llevarse de la pendejada, aun así se soportaban.

— Demos inició a la sesión. Miguel Prado. — su tono se volvió serio. Mientras sacaba sus lentes cuadraditos y se los ponía.

— Y yo te creo, ya pe' que fue.

— Leelo. — le estiró el libro.

"La guerra del Pacífico"

— E-Esteban, esto no es gracioso. — murmuró desviando la mirada bastante incomodo.

— Miguel, quiero que me leas la primera página, así de simple.

El más bajo asintió, tomando el libro entre sus manos, sintiendo al tocarlo una corriente eléctrica atravesar violentamente su espalda. Suspiro intentando tranquilizarse. Que esto no era tan malo despues de todo. Pasó hace un siglo y medio, casi. Todo debía estar bien ¿chido no?

Miro aquella pasta del libro tan antigua, atentamente.

...

//—

El chileno lo sostenía con furia del cuello del peruano pegándole a la pared, inmovilizado y sus pies despegados del suelo, así se resumía la situación.

Manuel tenía prácticamente ganas de romperle los malditos dientes por lo que acababa de pasar, tanto, que cuando levantó del cuello de la camisa al menor ni se percató en la queja que dio tras ser estampado contra la pared. Ese sentimiento era complemente horrible, repugnante, asqueroso. Ni siquiera era capaz de percibirlo exactamente en el momento.

Pero cambió su enojo, al ver la expresión asustada del menor, mientras le faltaba el aire y pataleaba para escaparse, sujetando su brazo y con una mirada pidiendo que lo suelte, por favor.

Sus ojos dorados estaban a punto de que se le escapen un par de lágrimas, pero por mero orgullo no se lo permitía.

— ¿Queres decirme?

— ¡Y...Ya s-sueltame! — su voz era rasposa, no podía respirar provocando que su grito no sea más que un simple murmullo. — Manuel, n-no puedo...

El de piel pálido lo arrojó al suelo sin tacto alguno, provocando otra vez una queja del que yacía tirado en el suelo, con algo de miedo aunque hiciera de todo su esfuerzo para que no se notase, pero su cuerpo temblando lo delataba. El mismo miedo de que el chileno se desconozca a sí mismo y haría algo posiblemente fuera de contexto para una guerra.

Su mano fue directo al puente de su nariz del más alto, intentando contener su enojo, cosa que no podía.

— ¡¿Querés decirme, Perú?!

Aquellos gritos eran tan lejanos y desconocidos para el opuesto, que se contrajo en su lugar, sin saber que responder, sin querer responder.

Sus ojos denotaban furia, y sus movimientos bruscos reflejaban el control que intentaba mantener para no lanzar un ataque directo a puño limpio contra el menor. Pero a veces alguien enojado es incapaz de controlar sus propias acciones, al menos el pelinegro logró levantarse con algo de dificultad para estar frente a frente.

— Miguel, vete.

— N-...¡No!

Aquella conversación nunca será contada, escrita, vista o rememorada por alguien, tan solo quedará como una cicatriz marcada en los corazones de ambos.

Entonces desde ese día, el chileno comenzó a no tener piedad con los enemigos en la batalla, sin embargo, aquel momento se mantendría en el olvido, aquel mismo en el que las vidas de soldados perecieron al día siguiente.

Y siguiente.
Y siguiente...

...

El de ojos dorados terminó la lectura de la primera página, mientras una diminuta lagrima caía por su mejilla hasta impactar con la hoja de apariencia antigua y color amarillento. Sin embargo, el no presto atención a ninguna de las palabras que recitó de tal libro. Ni siquiera sabía que habia leído, su mente se fue. Pero rapidamente lanzó el libro y se limpio su mejilla, remplazando esa expresión melancólica por una sonrisa intentando parecer animosa.

El más alto estudio su comportamiento. Analizando sus reacciones y estando atento a sus palabras.

Normalmente las sesiones eran más espontáneas que el psicólogo, ya que era un psiquiatra al cual le habían encargado que ayude al peruano de cualquier método posible.

— Tonto libro, aburrido — dijo, rompiendo el silencio. — ¿Acabo tu sesión? Vámonos, tengo sueño...

El de piel pálida asintió, comenzando a caminar hacia la salida haciendo que el más bajo lo siguiera, ya estando afuera de la biblioteca el silencio se volvió algo incomodó, pese a eso el moreno intentaba no decir nada más, sabia que seguia despues de sesiones al aire libre y era la parte que menos le gustaba.

Aún así se lo esperaba.

— ¿Y? ¿No vas a preguntar o que? — le dijo, pareciendo seguro, y con una sonrisa irónica. — Estas muy callado para ser tú.

— SI pregunto, se que eres capaz de empujarme a la pista, sonso. — respondio mirándolo de reojo, y suspirando de forma pesada. — Te conozco y aunque lo intente, no me dirás nada.

— Uy, ya te pusiste "listesito" — soltó burlon. — Pues que genio

— Simplemente se que no prestaste atención en lo absoluto al libro que te di, y no serias capaz de recitarme una sola línea completa. — explicó, de forma seria, sorprendiendo al de ojos dorados el cual su expresión cambió. — Se noto en tus ademanes y expresiones, leí varias veces la primera página, tan solo daba indicios del porque inicio la batalla del salitre, nada más. Pareciera que hubieras recordado algo ya que tus manos temblaron y parecías sudar frío, como si tuvieras miedo o mejor dicho un trauma de acuerdo a tus recuerdos.

— ¿Deduciste eso por verme leer un libro?

— Tu mismo lo dijiste, soy "Listesito" Miguel, ¿no? — soltó una pequeña risa al ver el rostro del contrario. — Así, tenías piel de gallina por si no te diste cuenta, así que no veo necesario las preguntas teóricas, puede ser relativo. Además de tu clara falta de cooperación lo cual siempre sucede o quieres que te moleste diciendo ¿porque tus ojos se volvieron rojos? ¿Qué es lo que tanto te atormenta? ¿Cuál es el inicio? Aunque esa última, ni tu mismo la sabes. Sólo me queda una duda, allá tu si la respondes. — coloco dos dedos en el puente de su nariz y suspiro. — ¿Manuel te golpeó, en ese tiempo, por razones que no implicaban aquella guerra?

—...Si

— ¿Fue tu culpa?

Sus ojos se llenaron de agua de forma inmediata.

— Si. Lo fue.

El más alto suspiro, sintiéndose algo mal al ver al de ojos dorados limpiar torpemente sus lágrimas, a lo cual busco a su alrededor algo que sea capaz de animarlo.

Lo cual encontró un gran camión vendiendo ceviche, mariscos, chirraron, chilcano, mixto, y ya me dio hambre, muchas comidas que se veían deliciosas. Aún recordaba ver ese camión por los cedros, de seguro los hecharon pero eso no importa.

— Oye, ¿quieres una leche de tigre? Te invito. — le sugirió.

— SI tu invitas no hay porque negarme causa. — dijo, intentando que su voz no suene rasposa o quebrada, debido al nudo en su garganta.

— Tus jefes tienen que pagarme más, si te sigo invitando la comida.

El moreno comenzó a caminar sonriendole y haciendo una seña con su pulgar de aprobación.

— Lo se.

....

[Gracias por los votos, se que es una historia pequeña but se los agradezco sinceramente. Espero les guste. Y me tardo en actualizar porque corrijo varios errores de los capítulos ya listos, he.

Así que adiós :'D]

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro