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Tres

Cuando Gavi finalmente abrió los ojos en la sala médica, lo primero que sintió fue una pesadez en el pecho.

El ambiente estaba cargado, y su cuerpo aún se sentía débil, pero lo peor era la confusión.

Aún no entendía por qué se había desmayado ni qué estaba pasando con su cuerpo. Y entonces lo vio, Marc, parado a su lado, con el rostro serio y la mandíbula tan apretada que parecía a punto de explotar.

—Tenemos que hablar, Gavi.—Dijo Marc, su tono neutral, pero había algo en su voz que no podía ocultar.

¿Era enojo? ¿Frustración?

Gavi tragó saliva, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a subir a la superficie. No quería escucharlo, no quería saber qué tenía que decirle. Pero la verdad era inevitable.

Marc se sentó a su lado, pasándose una mano por el cabello como si estuviera intentando encontrar las palabras correctas.

—Estás… embarazado.—Dijo finalmente, su voz tensa.

—Estás esperando un bebé.

El silencio que siguió a esa declaración fue tan pesado que Gavi sintió que no podía respirar.

Las palabras resonaban en su cabeza, pero no parecían reales. Se quedó mirando a Marc, viendo cómo los músculos de su rostro estaban tan tensos que casi podía sentir la incomodidad en el aire.

Gavi bajó la mirada, su corazón latiendo a mil por hora. Sabía lo que significaba eso.

Sabía que esa noche que había querido olvidar, la noche en la que se había entregado a un desconocido, ahora traía consecuencias. Pero lo que más le dolía era la incertidumbre.

—No sé quién es el padre… —Murmuró Gavi, apenas capaz de mantener su voz firme.

—No tengo ni idea.

Marc lo observó en silencio por un momento más, su mandíbula seguía apretada como si estuviera conteniendo algo.

Gavi no sabía si era enojo o alguna otra emoción que no podía descifrar.

Pero, en ese momento, no importaba lo que Marc pensara. Porque lo único que Gavi podía hacer era enfrentarse a la realidad.

Estaba embarazado y no sabía quién era el padre de su bebé.

Unas lágrimas silenciosas comenzaron a deslizarse por las mejillas de Gavi, pero rápidamente las limpió con el dorso de la mano.

No iba a mostrar debilidad, no más de la que ya sentía. Levantó la cabeza y miró a Marc, quien lo seguía observando, como si estuviera esperando que dijera algo más.

—Voy a hacerme cargo de mi hijo, Marc.—Dijo Gavi, su voz temblando, pero llena de seguridad.

—No sé quién es el padre, no sé qué dirán los demás, pero eso no me importa. Haré lo que sea necesario para cuidar de mi bebé.

Marc no respondió de inmediato, pero su mirada se suavizó, aunque su cuerpo seguía tenso.

Parecía querer decir algo, pero no lo hizo. En lugar de eso, se levantó lentamente, sin apartar los ojos de Gavi.

—Deberías descansar.—Dijo finalmente.

—Vamos a necesitar hablar de esto más adelante.

Y sin más palabras, salió de la sala, dejando a Gavi solo con su decisión y las emociones que lo sobrecogían.

Gavi se hundió más en la cama, sintiendo cómo las lágrimas seguían cayendo.

Gavi no podía dejar de darle vueltas a la cabeza.

Marc... ¿Cómo podría mirarlo a los ojos cuando ni siquiera sabía quién era el padre de su hijo?

Había dicho tantas veces que lo amaba, que estaban destinados, pero ahora, todo eso parecía una cruel ironía. Marc seguramente lo juzgaría, tal vez pensaría que era irresponsable, o peor aún, que todo había sido un error.

Esa noche, el sueño lo eludió. Se dio vuelta en la cama una y otra vez, tratando de calmar su mente, pero cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos de esa fatídica noche en el bar comenzaban a formarse, fragmentados, confusos.

Lo primero que sintió fue el tacto de unas manos grandes y cálidas sobre su piel. No era un mal recuerdo.

Esas manos lo habían cuidado, lo habían tratado con delicadeza, como lo había mencionado la nota. Pero aún así, el vacío en su mente lo atormentaba.

Luego, un destello de un rostro. Su corazón se aceleró. Conocía ese rostro.

De repente, la imagen se hizo más clara, Rúben... Él había estado allí, en el bar. Gavi lo recordaba ahora, estaba sentado a su lado, ambos compartiendo unas copas, ambos demasiado lejos de casa y del mundo que conocían.

Pero había una cosa que no podía recordar con claridad.

Se sentó en la cama de golpe, con el corazón latiendo con fuerza.

¿Podría ser? ¿Rúben podría ser el Alfa que lo había reclamado aquella noche? La posibilidad lo llenó de una mezcla de alivio y miedo.

Alivio porque si era Rúben, al menos sabía que había estado con alguien que conocía y lo habia tratado bien, pero miedo, porque de esa noche ahora estaba esperando a un hijo.

Un hijo suyo y de Rúben.

A la mañana siguiente, Gavi se sentía aún más agotado, pero ahora tenía una pista.

No podía quedarse con las dudas. Sabía que tenía que hablar con Rúben, descubrir la verdad.

No podía seguir adelante sin saber quién era el padre de su hijo, y tal vez, solo tal vez, Rúben podría darle las respuestas que necesitaba.

Con el corazón en la garganta, Gavi decidió que iba a confrontar a Rúben, aunque le aterrorizara lo que podría descubrir.

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