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Seis (La noche del Bar)

La música retumbaba en el bar, vibrando en las paredes mientras las luces neón bailaban sobre las cabezas de los clientes.

Gavi había llegado tambaleándose, el alcohol ya corriendo por sus venas, nublando sus pensamientos.

No era habitual verlo en un estado tan desastroso, pero esa noche estaba decidido a olvidar. Olvidar a Marc, olvidar que lo amaba, y olvidar que jamás recibiría nada a cambio.

Con cada trago, las risas de la multitud se mezclaban con sus propios pensamientos oscuros.

"Él nunca me va a querer."

Esa idea se repetía una y otra vez, como un eco que no podía apagar. La desesperación de saber que no era suficiente, que por más que lo intentara, jamás sería el Alfa ideal para Marc.

En medio del caos de la pista de baile, se encontró con Rúben. El Alfa portugués estaba de vacaciones en Barcelona y, por alguna razón, esa noche también había terminado en el mismo bar que Gavi.

Su imponente figura destacaba entre la multitud, pero cuando vio al joven Omega, su expresión cambió a una sonrisa cálida.

—¡Gavi! —Exclamó Rúben, acercándose a él.

—¿Qué haces aquí, tan solo?

Gavi lo miró con los ojos vidriosos y una sonrisa amarga se formó en sus labios.

—Olvidándome de la mierda de vida que tengo.—Respondió, con la voz arrastrada por el alcohol.

Rúben frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo, Gavi lo tomó del brazo, arrastrándolo hacia la pista de baile.

Quería distraerse, quería sentir algo diferente. Las manos de Rúben eran grandes y firmes sobre su cintura mientras ambos se movían al ritmo de la música.

Gavi no pensaba con claridad, solo quería ahogar el dolor que sentía por Marc.

—¿Estás bien? —Preguntó Rúben, su voz apenas audible sobre el estruendo de la música.

Gavi lo miró, sus labios temblando, pero antes de que pudiera responder, una figura conocida apareció a unos pasos de distancia.

Marc.

El Alfa estaba allí, observando la escena con los ojos entrecerrados. Gavi no lo había visto, no había sentido su presencia, pero el impacto de su llegada fue inmediato.

Los ojos de Marc se oscurecieron, su mandíbula apretada mientras observaba a su Omega en los brazos de otro Alfa.

Marc había llegado al bar después de recibir una llamada de Gavi, una llamada borracha y llena de desesperación.

El Omega lo había llamado en plena madrugada, diciendo que lo sentía por molestarlo, que no podía dejar de amarlo y que haría lo que fuera para dejar de ser una carga.

"Marc, solo dime cómo hacer para no sentir esto... No quiero seguir molestándote."

Esas palabras habían despertado algo en Marc, un torbellino de emociones que no había querido reconocer hasta ese momento.

Fue directo al bar para llevarse a Gavi a casa, para asegurarse de que estuviera bien. Pero cuando llegó, lo que vio lo destrozó por dentro.

Gavi, su Gavi, estaba en los brazos de otro Alfa. Estaban demasiado cerca, demasiado íntimos, y algo primitivo dentro de Marc despertó.

Un fuego furioso lo recorrió de pies a cabeza. Sintió cómo su posesividad, su instinto de Alfa, se activaba como nunca antes.

Sin pensarlo, Marc avanzó hacia ellos, sus pasos firmes y rápidos. Cuando llegó junto a Rúben, no dudó un segundo en lanzarle un golpe directo al rostro.

—¡Qué mierda haces con él!—Rugió Marc, sus ojos desbordando furia.

Rúben apenas tuvo tiempo de reaccionar, retrocediendo por la fuerza del impacto, y Gavi quedó atónito, paralizado ante la escena.

Su mundo giraba, el alcohol nublaba su mente, pero podía ver la ira en los ojos de Marc. ¿Por qué estaba tan enojado? Gavi no entendía nada.

—¡Marc!—Intentó gritar Gavi, pero su voz se rompió a mitad de camino.

Marc lo tomó del brazo, casi arrastrándolo fuera del bar mientras Rúben se quedaba atrás, confuso y con una mano sobre la mejilla, donde aún ardía el golpe del Alfa alemán.

—¿Qué... qué haces? —Balbucea Gavi, tambaleándose mientras intentaba seguirle el paso.

—Te estoy sacando de aquí antes de que hagas una estupidez.—Espetó Marc, sin mirarlo.

El aire frío de la noche les golpeó el rostro cuando salieron del bar.

Gavi tropezaba con cada paso, el alcohol embotando sus sentidos, y Marc lo mantuvo firme, sosteniéndolo con una mano mientras lo guiaba hasta su coche.

El silencio entre ellos era espeso, cargado de tensión, y Gavi no entendía por qué Marc estaba actuando así.

—No tienes que... No tienes que hacer esto.—Murmuró Gavi, con la voz entrecortada.

—No te importa.

Marc lo miró por un segundo, sus ojos llenos de una furia contenida

—¿No me importa? —Repitió en un tono bajo y peligroso.

—¿Eso es lo que crees?

Gavi se quedó en silencio, incapaz de procesar las palabras. Su mente iba y venía entre recuerdos borrosos de la noche, pero todo lo que podía sentir era ese vacío en su pecho. Ese vacío que Marc siempre dejaba.

—Siempre... siempre estás lejos.—Susurró Gavi, más para sí mismo que para Marc.

—Nunca vas a quererme.

Marc lo llevó a su coche, lo metió dentro y, por un momento, permaneció en silencio mientras las palabras de Gavi se clavaban en lo más profundo de su ser.

Nunca vas a quererme. Las palabras del Omega resonaban en su mente como un golpe directo a su corazón.

Sin decir nada, Marc condujo hacia el departamento de Gavi. Pero en el momento en que llegaron, algo dentro de él cedió.

Los recuerdos de esa noche en el bar, de ver a su Omega en los brazos de otro Alfa, de las llamadas borrachas y desesperadas de Gavi pidiéndole que lo dejara de amar... todo estalló dentro de Marc.

Al llegar al departamento, apenas entraron, Gavi, con sus pensamientos desbordados por el alcohol y el dolor, se acercó a Marc. Lo miró, vulnerable, con lágrimas en los ojos.

—Solo dime cómo dejar de amarte.—Dijo Gavi, con la voz rota.

—Dime cómo, y lo haré.

Eso fue lo que rompió a Marc.

Sin poder contenerse más, lo tomó por los hombros y lo empujó suavemente contra la pared.

La cercanía entre ambos era abrumadora, pero no había rastro de violencia, solo una tormenta de emociones. Marc lo amaba, y esa noche, finalmente, no pudo seguir negándolo.

—No quiero que dejes de amarme.—Murmuró Marc, su voz ronca y cargada de deseo reprimido.

Gavi lo miró, atónito, sin saber qué decir. Pero no tuvo que hacerlo.

Marc se inclinó y lo besó, un beso cargado de toda la pasión, frustración y amor que había reprimido durante tanto tiempo.

Esa noche, Marc lo hizo suyo, llevándose a Gavi a la cama y, por primera vez, permitiéndose sentir todo lo que había estado enterrando.

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