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Cuatro

El día había empezado como una pesadilla interminable para Gavi, con las dudas ahogándolo y el miedo que no lo dejaba en paz.

Pero sabía que debía enfrentarse a la situación. Esa mañana, después de haber pasado gran parte de la noche sin dormir, decidió hacer algo que nunca habría imaginado, hablar con Hansi.

Tal vez era lo único que le quedaba. Necesitaba que alguien lo entendiera, alguien que no lo juzgara, y debía de informar de su situación al club.

Al llegar al club, sus pasos se sintieron más pesados de lo normal, como si el aire mismo lo empujara hacia atrás, intentando detenerlo.

Cada vez que pensaba en su bebé, una mezcla de miedo y alegría lo envolvía. No sabía qué hacer ni qué era lo correcto, pero una cosa tenía clara, amaba a su hijo, aunque aún no pudiera verlo, aunque todo fuera incierto.

Se acercó a la oficina de Hansi y respiró hondo antes de entrar. El entrenador lo recibió con una sonrisa cálida, sin saber aún el torbellino que Gavi traía consigo.

—Gavi, ¿Todo bien? —Preguntó Hansi al notar la expresión en el rostro del chico.

El Omega negó con la cabeza, su garganta apretada por la emoción. Se sentó frente a Hansi, sintiendo cómo sus manos temblaban levemente.

—No… no sé cómo decirlo… —Murmuró Gavi, su voz quebrada.

Hansi lo observó con seriedad, pero también con comprensión. No era común ver a Gavi tan vulnerable.

El joven siempre se había mostrado fuerte, decidido, un guerrero en el campo, pero ahora, sentado frente a él, parecía más pequeño, más frágil.

—Dime lo que sea, Gavi.—Respondió Hansi, su tono suave, como si ya entendiera que algo importante estaba por ser revelado.

Gavi tragó saliva, sus manos temblando un poco mientras jugaba nerviosamente con el borde de su camiseta.

Sabía que no podía seguir guardando esto para sí mismo. Finalmente, con un suspiro profundo, dejó escapar la verdad.

—Estoy… estoy embarazado, Mister.

El silencio que siguió fue tan pesado que Gavi sintió que el aire le faltaba.

Sus ojos estaban fijos en el suelo, incapaz de mirar al entrenador directamente. Pero cuando levantó la vista, lo que encontró no fue juicio ni sorpresa, sino comprensión.

Hansi se levantó de su silla y, sin decir una palabra, rodeó el escritorio para abrazar a Gavi.

El joven se tensó al principio, sorprendido por el gesto, pero luego, al sentir la calidez del abrazo, todo el peso de su carga pareció desmoronarse.

Las lágrimas, esas que había estado conteniendo durante tanto tiempo, finalmente comenzaron a caer.

—No tienes que hacer esto solo.—Le susurró Hansi, manteniendo el abrazo firme.

—La decisión que tomes será la correcta. No importa lo que pase, estaré aquí para apoyarte.

Gavi se aferró al abrazo como si fuera su salvación. Sentir ese apoyo, saber que no estaba completamente solo en esto, le dio una paz que no había sentido en semanas.

Finalmente, con la voz aún temblorosa, le confesó lo que había estado decidiendo en silencio.

—Quiero tener al bebé, Hansi… —Dijo Gavi entre lágrimas.

—Quiero cuidar de él, no importa lo que digan los demás. Es mi bebé.

El entrenador lo abrazó más fuerte, como si sus palabras hubieran confirmado lo que ya sospechaba.

—Eso es lo más valiente que podrías hacer, Gavi.—Respondió Hansi con suavidad.

—Y no importa lo que pase, lo que decidas, estaré contigo en todo momento.

Después de ese momento, Gavi sintió una calma que no había experimentado desde que todo había comenzado.

Pero cuando salió de la oficina de Hansi, lo inesperado sucedió, se cruzó con Marc.

El Alfa estaba de pie al otro lado del pasillo, observándolo con una expresión que Gavi no supo interpretar.

Había algo en la mirada de Marc, algo que había cambiado desde la última vez que hablaron, pero Gavi no estaba listo para enfrentarlo.

Apenas lo vio, supo que Marc quería hablarle, pero el miedo lo sobrepasó.

No quería volver a sentir esa presión, no quería sentir la vergüenza de estar frente al Alfa que tanto había amado, al que había dicho que eran destinados, pero que ahora lo miraba con esa mezcla de confusión y… ¿Arrepentimiento?

Marc dio un paso hacia él, levantando la mano, dispuesto a decir algo.

—Gavi, espera, por favor. Tenemos que hablar.—Dijo con urgencia.

Pero Gavi no estaba listo. No quería saber qué le diría.

No quería enfrentarse a la realidad de lo que su relación con Marc había llegado a ser. No después de todo lo que había pasado.

—No ahora, Marc.—Respondió rápidamente, sintiendo cómo su pecho se apretaba.

Antes de que Marc pudiera insistir, Gavi giró sobre sus talones y salió corriendo del club, como si huir pudiera salvarlo de la verdad.

Sus pies lo llevaron a donde sabía que debía ir, a buscar a Rúben. Aunque estaba aterrorizado por lo que podría descubrir, necesitaba saber la verdad.



Rúben estaba de vacaciones en Barcelona, alojado en un hotel cerca de su departamento.

Gavi lo había descubierto por sus publicaciones y sabía que ahora era el momento de enfrentarse a él.

Con el corazón latiendo con fuerza, llegó al hotel y pidió hablar con Rúben. Mientras esperaba, su mente estaba llena de preguntas, dudas, miedos.

Al otro lado de la calle, Marc observaba desde su coche, su mirada fija en la entrada del hotel donde Gavi había entrado.

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