Remenber under rain.
Sentada en la cama, Roxanne bebe su café mientras ve caer la lluvia a través de la ventana. La lluvia cae como suele hacerlo para estas fechas en particular, aunque ya hace un tiempo que no caía para su día especial.
–Como tantas veces ha sucedido termino pensando en ti– Sopla el café caliente, mientras se envuelve en un suspiro –He tenido que añadir unos centímetros a la pulsera que me regalaste, es que ya han pasado años –Dice en voz alta mientras sonríe con nostalgia por sentirse un poco loca al saber que habla sola y a la vez sentirse acompañada de sus recuerdos, mira hacia su vieja pulsera.
–Muchas veces esta fría lluvia me atrapa en recuerdos... Tus recuerdos– Se resigna a su monólogo sin oyente, después de todo lo único que necesita es decir lo que su corazón grita aunque nadie la oiga por el excesivo ruido que producen las gotas de agua al caer –De cuando éramos chicos– Sorbe un poco más de su dulce café.
Se levanta de su cómoda posición y observa su habitación, todo el lugar parece decorado por extraños minimalistas, el papel tapiz es de un color crema mientras las sencillos marcos son de color negro, ni un solo cuadro en la habitación, ni una obra de arte, ni una foto… Nada que diga a quién pertenece ese lugar.
–La última vez que te vi– Habla mientras se mira en el reflejo de la ventana –Esa tarde también estaba lloviendo… ¿Recuerdas?– Un largo suspiro brota de su alma, mientras una lágrima empieza a rodar por su mejilla. A pesar que le habla a su reflejo solo ve las gotas estrellarse en el frío suelo de las calles pavimentadas de su barrio –Cuando aún éramos chicos, inocentes, jugábamos todo el tiempo, yo no paraba de dibujar cuando nos amábamos. Al menos yo si te amé, no ¡Yo aún te amo!
Después de esa tarde que te vi partir... –Se confiesa –Dejé de dibujar si no es contigo ya no es lo mismo. Y que pronto me convertí en eso que tanto odie esa tarde, soy una empleada modelo, de esas que trasladan a otras ciudades por su excelente desempeño... –Sonríe con un deje de rabia– Si, así como tus padres, sé que debes estar muy decepcionado de mí– Se muerde el labio inferior intentando controlar su malestar.
–¿Aún conservas el libro de dibujo que te regalé? ¿Aún prefieres el café en vez de té? ¿Recuerdas lo que significa la lluvia de este día? ¿Aún te acuerdas de mí?
Mira la hora en su reloj de mano, el tiempo que dicta el pequeño aparatejo lo hace abrir los ojos de par en par
–¡Carajo! ¡Se me hace tarde! Tengo que dejar de hablar sola conmigo y pretender que lo hago contigo– Se reprocha a sí misma, se limpia las lágrimas y retoca el maquillaje. No puede evitar reír ante la locura de haberse regañado a sí misma, quizás era cierto que estaba perdiendo la cordura –¡Hoy es un nuevo día, me han trasladado a esta compañía y debo dar una buena impresión a mi nuevo jefe! Si tengo suerte me llenara de trabajo y quizás me pueda olvidar de ti. —Después de entregarse a la miseria de creerse completamente loca, sale de su apartamento rápidamente con una sonrisa en los labios –¡Feliz cumpleaños a mí! ¡Qué suerte que me trasladaron a la gran ciudad!
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Mientras pasa rápidamente las hojas de un viejo cuaderno de dibujo, Víctor toma una taza de té caliente. Afuera llueve a cántaros.
–¡Odio la lluvia para estas fechas!, hace mucho frío, además casi siempre llego empapado al trabajo– La voz de la conciencia reclama en la mente del castaño –Pero en especial porque, te trae a mi mente y consigo muchos recuerdos... ¡Hoy es tu cumpleaños Rox! –Bebe un largo sorbo del té de canela que a esa chica pelinegra que tanto extraña le gustaba, mientras ahoga un suspiro, después de todo los suspiros roban la felicidad...
Esa vez para esta fecha me regalaste tu cuaderno de dibujo– Poco a poco se pierde en las páginas del libro que ojea en su escritorio –Ese día llovía tanto como hoy. Era tu día especial y fui yo quien recibió tan precioso regalo. Duraste casi un año terminándolo. En ese entonces amaba la lluvia, porque te congelabas de frío y yo tenía una excusa para abrazarte, para tocarte ¡Dios! ¡Como te amo desde entonces!– El muchacho deja que sus pensamientos sigan el hilo de su desdicha, mientras se levanta para observar la fría lluvia que cae a cántaros hacia la ventana.
–Esa vez, en lugar de ser un hermoso día terminó muy mal. Porque ese día tuve que despedirme de ti– Un suspiro cargado de mucha tristeza se escapó de sus pulmones –Te regalé una pulsera barata y te la puse en medio de la lluvia para que no te dieras cuenta que estaba llorando. No te lo dije antes porque si te decía que me tenía que marchar se me partía el alma. A mi padre lo habían trasladado y ahora ya no te iba a volver a ver... ¡Aún se me parte el alma! –Los recuerdos se vuelven más dolorosos, no es que la hubiera olvidado… Es que no llovía hace mucho tiempo para ese día en particular, pero el agua caía como limón en una herida que nunca sanó.
Deja la taza de té desocupada sobre el escritorio, pronto vendrá la empleada y limpiará el desorden, aunque no es que haya mucho, las paredes oscuras y los cuadros de arte colocados en ellas, muebles de madera y cuero, lámparas muy costosas dan muestra de un diseñador exclusivo, pero nada allí parece decir algo de su propietario… Debe ser que lo único que considera suyo de ese lugar, es el cuaderno que ahora oculta como su don más preciado en la caja fuerte.
Empieza a verse en el espejo para acomodar su corbata y el resto de su elegante traje.
–¡Maldigo a la lluvia, porque siempre estás en ella... Me da coraje y quiero golpearme y decir: ¡Ya madura! ¡Ella ni siquiera se acuerda de ti! ¡Ella olvidó que existes! –Grita desesperado intentando convencerse a sí mismo de que es hora de avanzar y dejarla atrás... Esconde su rostro entre sus manos, suspira nuevamente y las aprieta, para evitar las lágrimas, mientras en su mente se dibuja el rostro de una chiquilla de coletas de cabello negro y ojos dorados muy tristes.
–¿Hace cuánto te habrás deshecho de esa tonta pulsera? ¿Aún te encanta el té? ¿Aún recuerdas el chico de hace tantos años? ¡Eso sigue hablando solo como loco! –Dice en voz alta mientras sonríe a la nada.
Mira el reloj de la pared.
–Bueno ya es hora de irme– Pasa nuevamente por la caja fuerte que aún no cierra y acaricia el lomo del cuaderno –¡Feliz Cumpleaños! Deséame suerte. Hoy llega una chica nueva a la compañía. Espero que sea de esas que me den mucho trabajo... Y así quizás si tengo suerte me pueda olvidar de ti...
¿Fin?
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