Su nombre es Fabian.
Su nombre era fabián. Supongo que aun sigue siéndolo, como si eso pudiese importarme. Era dos años menor que yo pero a penas y se notaba, porque en días como estos ¿qué tanta importancia tiene la edad? Nosotros no éramos amigos ni nada pero si los teníamos en común, y eso nos hacía iguales, la edad no importaba; a mí nunca me importó, porque después de todo en la práctica, parecía ser yo la menor de los ambos. Al final, quien terminó siendo dolido no fue él sino yo misma y no puedo creer que aún me importe.
Porque sí, él me sigue importando y demasiado.
Todo comenzó en Enero, era verano y con nuestros amigos decidimos reunirnos en un parque bastante conocido y concurrido por la juventud actual. Siempre nos situábamos en el mismo sitio, comprábamos unas latas de cerveza y nos pasábamos toda la tarde bebiendo y charlando de cosas interesantes y otras no tanto. Si los ánimos continuaban seguíamos nuestra fiesta en algún departamento o simplemente nos íbamos a algún pub de la ciudad. En una de esas reuniones lo conocí.
No era muy alto como a mi acostumbraban a gustarme los chicos; tal vez medía un metro setenta y algo. Recuerdo que era moreno y su cabello estaba lo suficientemente corto y como en puntas, como si creciera hacía arriba; más tarde descubriría que por años se lo había dejado largo y lo lucía en un perfecto cabello liso que cualquier mujer envidiaria, menos yo. Esa tarde llevaba puesta una camiseta de color verde musgo y jeans; yo ya ni recuerdo qué llevaba puesto aquel día, sólo recuerdo que él llamo mi atención y el hecho que meses después, él también se fijara en mí, me desconcertó bastante. ¿De qué forma? No sé si puedo explicarlo realmente.
Lo intentaré, y para ello debo hablarles un poco de mí.
Siempre he mantenido una vida bastante monótona y aburrida, bueno, quizás no del todo. Sucede que viví mi adolescencia bajo los parámetros de querer hacer todas esas cosas de jóvenes, ya saben, salir de viaje en autostop y conocer muchos lugares, aprender a tocar algún instrumento y tener una banda con los amigos. Conseguir un novio rebelde de pensamiento y esas cosas, el asunto fue que a medida que crecí, ninguna de estas se cumplió. Jamás aprendía a tocar ningún instrumento ni nunca me fui de viaje con mis amigos y para que hablar del novio, a bastante tarde edad di mi primer beso y cuando todas mis amigas ya habían perdido su virginidad, yo aún estaba allí, tan inocente como siempre.
Hasta el día de hoy no comprendo porqué tu primera vez es tan significativa. No comprendo porque Fabián lo fue para mí sabiendo yo que él no era el chico que yo siempre había soñado, al menos en parte, al menos en esa forma emocional, porque él era todo lo contrario a un caballero. Fabián jamás llegaría con una rosa, ni te diría te quiero y yo jamás lo esperé, sabiendo sobretodo que entre nosotros no había nada más que simple aburrimiento, más que simple capricho pasional. Nunca hubo ningún compromiso de por medio, pero puede que yo me haya ilusionado sin darme cuenta. Aún ahora no estoy segura de haberme ilusionado.
Fue en una de estas fiestas cuando todo nuestro lío comenzó. Fue en una ocasión que yo ni había pensado, ni siquiera de forma remota, que algo podría ocurrir entre nosotros. Recuerdo que él estaba borracho y a medida que avanzaba la noche se embriagó más y más. Fabián no es un borracho problemático, al contrario, es un ebrio divertido. Nosotros nos burlábamos bastante de él, le hacíamos bromas y cuando ya la noche transcurrió bastante nadie sabía cómo hacer que se quedara en silencio y tranquilo. Habíamos improvisado una pequeña pista de baile en el reducido departamento en el que nos encontrábamos, porque nosotros no éramos grandes bailarines ni acostumbrábamos a irnos de fiesta a una discoteque de moda, porque cuando nos reuníamos a beber en algún lugar simplemente hacíamos eso, hasta que las cuatro de la madrugada llegaban y nos poníamos a bailar.
Recuerdo que siempre termino bailando merengue, recuerdo que siempre termino intentando bailar merengue con alguno de mis amigos y sin mucho éxito. Esa noche, Fabián fue quien sacó el ganador y debió acompañarme en la ya acostumbrada travesía. Intenté cansarle con vueltas y vueltas para que cayese rendido en el sillón y todos pudiésemos dormir un par de horas antes de que el sol alumbrase y nos marchásemos cada uno a casa, pero no dio resultado, fui yo quien terminó rendida de cansancio después de tan larga noche entre los amigos y al final decidimos apagar la música, las luces y descansar, esperando que él tambien lo hiciera.
Fue esa noche cuando me quedé dormida abrazada de él. Fue esa noche cuando cubiertos con algunas chaquetas, él busco mis labios para besarme fugaz y apasionadamente antes de que yo le rechazara, por vergüenza a que los demás lo notaran. Fue esa noche cuando él, acarició mi cuerpo por sobre mi ropa sin que nadie se diera cuenta.
Lo que a continuación vino, fue toda una mañana que provocó risas estúpidas en los días siguientes. Nos despertamos por nuestros demás amigos, ya eran cerca de las ocho de la mañana y debíamos irnos. Simple cortesía con el dueño de casa puesto que, era demasiado temprano y hacía demasiado frío. Éramos cuatro en total los que quedábamos para irnos. Caminamos a paso lento hasta que los otros dos tomaron la delantera; en todo ese trayecto recuerdo como Fabián me jalaba de una mano para ya fuese atrapar mis labios o quedarnos sugerentemente detrás de alguna pandereta para besarnos sin restricción, pero yo, pues yo siempre opuse resistencia y terminaba jalándolo yo para que continuásemos la caminata detrás de los otros dos, quienes miraban curiosos de vez en cuando como queriendo pillarnos con las manos en la masa.
Se preguntaran porqué me resistía tanto. Lo cierto, es que tenía vergüenza a que nos viesen. Porque después de todo una mujer tiene orgullo ¿no? y no es que hubiese sido la mejor noche de Fabián, lo que también conllevaba a que tampoco era su mejor mañana y yo tenía claro, todos lo teníamos, que los efectos del alcohol aun estaban algo presentes en él. El asunto es que yo le subestime demasiado, porque el consiguió que yo me quedase hasta tarde esa mañana con él, sabiendo que tenía un compromiso en mi casa.
Fabián tenía una extraña manía al no tomar el metro. Me había comentado que una temporada trabajo allí y un compañero de trabajo cayó a las vías y murió. No recuerdo si había sido por medio de suicidio o un mero accidente. Así que desde ese entonces, él no se movilizaba por ese medio. Cuando llegamos los cuatro a una avenida, nuestros dos acompañantes se marcharon y yo argumenté que me iba en metro hasta mi casa, lo que no era mentira. Recuerdo que Fabián dijo que se iba conmigo, pero sólo fue capaz de bajar dos escalones y se devolvió. Fui incapaz de seguir bajando y dejarle allí sólo, así que lo acompañe y le dije que si corría podría alcanzar a los otros, pero él me sujeto firme y me dijo que me quedase, ciertamente supongo que me dijo eso, pues no lo recuerdo con exactitud, sólo sé que de un segundo a otro nos estábamos besando, como si lo hubiésemos esperado toda una eternidad, supe entonces que en ese momento había conocido mi perdición.
Estuvimos toda la mañana así, conversando cosas banales, besándonos, abrazándonos, era como si nos conociésemos hacía tanto tiempo y esa fuera una mañana común y corriente en que ambos habíamos decidido salir a dar un paseo. Él me llevaba de la mano y se le ocurrió que debíamos subir el cerro turístico que teníamos frente a nuestras narices. Con desgano le dije que cómo se le ocurría semejante tontería, pero él insistió y caminamos y caminamos hasta que ingresamos al cerro. A mitad de camino, él se arrepintió de su idea, pero conseguí hacer que subiera hasta la cima conmigo.
“Si estamos aquí vamos a subir hasta el final, cueste lo que nos cueste” le dije, y así tras un par de horas entre parada y parada, beso tras beso, llegamos a la cima, donde el viento corría fuerte y la ciudad se veía en todo su esplendor bajo una gruesa nube de smog y contaminación visual de anuncios publicitarios. Allí nos refugiamos tras una improvisada pared rocosa y nos quedamos por bastante tiempo, sin apenas hablar, sólo nuestros labios juntos y nuestros cuerpos y pensamientos sumidos en abrazos infinitos.
Luego de ese día, nos comunicamos por medio de la computadora. Fue hasta bien entrada la noche cuando él se decidió a hablarme, entonces luego de varias horas en que charlamos él se disculpo por si es que su comportamiento se había excedido. Mencionó que no era el típico chico que va y se tira a cualquiera, apeló ser más tímido y yo simplemente le dije que no importaba lo que había sucedido o si él se había excedido, porque sí, se excedió bastante toqueteando mi trasero y mis senos en plena vía pública, creí en sus palabras y más lo creí con el paso del tiempo. A veces podíamos quedarnos hasta bien entrada la madrugada hablando cualquier cosa, yo podía quedarme hasta bien entrada la madrugada simplemente para que el me siguiera hablando.
Hubo un tiempo en que me fui de viaje. Era impresionante para mí como más que mis amigos cercanos fuese él quien supiese que estaba prácticamente atrapada en el campo sin encontrar pasajes para volver a la ciudad. Era él quien me preguntaba a diario cuando regresaría, qué cómo estaba y que si había salido a ver la playa o los alrededores; era él quien sabía qué andaba haciendo precisamente en el sur del país, era él quien sabía las ganas irremediables que tenía de volver y los sentimientos encontrados que ello me provocaba.
Luego estuvo en la celebración de mi cumpleaños. Después de que yo compartiese con todos los invitados, se acercó y bailo conmigo y también volvió a besarme, sin importar que allí estuviesen nuestros amigos, ni que también estuviesen los que solo eran míos, recuerdo su mirada y su sonrisa burlona. Estuvimos toda la noche juntos y terminamos sentados en un par de sillas, tapados con una frazada comentando un programa deportivo que transmitían por la televisión esa mañana. Esa noche yo bebí bastante y él guardo una compostura extrema y supongo que fue porque en más de una ocasión le había dicho que era un típico chico que se lanzaba cada vez que salía a beber. Nunca más lo volví a ver borracho, aunque sabía de buena fuente que eso no impidió que en una u otra ocasión se fuera de fiesta con sus amigos y terminara bastante mal.
Finalmente un día insistió en que saliera con él. No era una invitación para pasar tiempo solos él y yo, sino más bien fue una invitación al departamento de uno de sus compañeros de universidad. Hacía frío y la lluvia amenazaba con desplomarse. Al final de cuentas acepte e invite a otra amiga más para no ser la única mujer en el grupo. Fue extraño el hecho de que, desde que llegue hasta que fuimos a buscar a mi amiga un par de horas más tarde, él sólo pareció considerarme una amiga. No hubo roces, no hubo besos, ni hubo miradas cómplices. Yo lo deje pasar y me supuse que sus amigos nada y poco sabían de mí. Aunque, quien sabe cómo funcionan los hombres.
Cuando estuvimos fuera, trayecto a buscar a mi amiga, se atrevió a abrazarme, apoyándose en el frío que hacía y que yo profesaba tener. En esa ocasión a poco menos de dos semanas desde que nos habíamos visto por última vez, volví a sentir el sabor de sus besos y esa noche, luego de que todos sus amigos se fueran, me entregué a él. En un principio yo tenía previsto no quedarme esa noche, pero no sé porque no pude decirle que no cuando me pedía que me quedara.
Hasta el día de hoy no me arrepiento en lo más mínimo de haberme acostado con él. No fue la experiencia más bonita y placentera que tuve, de hecho creo que jamás había sentido tanto dolor de por medio. Él fue bastante delicado en ese aspecto, y bastante pasional. Sería una completa descarada si le recriminase respecto de aquello. Por semanas podía recordar sus manos acariciando mis senos, jugando con ellos, besándolos, succionándolos; recordé como yo enredaba en su cabello mis dedos y como recorría cada centímetro de su espalda. Vivían en mi memoria las imágenes de ambos desvistiéndonos apresuradamente luego de habernos comido la boca a besos, nos recuerdo acomodándonos en la cama, luchando con las sabanas que nos enredaban. Incluso ahora puedo recordar cómo me abrazó cuando su penetración rompió mi sexo virgen; aún puedo recordar cómo me aferre a su cuerpo en busca de mitigar el dolor.
Recuerdo como él acallaba mis leves gemidos con besos apasionados, con besos profundos.
Fabián, ese chico que tanto me gustaba, ese chico que me gustaba porque nada formal teníamos, porque ambos éramos libres de hacer lo quisiéramos con nuestras vidas, sin estar pendientes el uno del otro, me rompió el corazón. Esa misma mañana, después de haberle entregado lo más puro que podría haber existido en mí. Jamás se lo dije, porque no estaba en mi parecer una niña enamorada, pero yo simplemente esperé luego de culminar nuestro acto sexual, que él tuviese algo de simple cortesía, caballerosidad, algo de apego. Quizás un leve roce en el brazo, un beso cariñoso o simplemente que me tomara de la mano, que durmiese abrazado a mí. Nada de eso ocurrió, y la despedida terminó corroborando mis sospechas. Nuestros labios nunca más volverían a encontrarse.
Quise llorar, y por dios que intenté hacerlo. Pero ninguna sola lágrima hasta el día de hoy he derramado por él. No volvimos a hablarnos y yo deje de conectarme a los medios de comunicación por medio de la computadora. Sólo me quedó su recuerdo de los escasos y buenos momentos juntos y a veces pienso que me gustaría sólo recordar todo lo malo de esa mañana. A veces me preguntó que piensa él de todo lo que ocurrió, supongo que no mucho, al fin y al cabo consiguió acostarse conmigo, y más aun, consiguió desvirgar a una chica sin mucho esfuerzo.
Su nombre era Fabián. Supongo que lo sigue siendo y de verdad espero que algún día se pudra en el infierno, porque me rompió el corazón.
Le odio, de verdad que sí.
Y aún así, espero que piense en mí. Aún así, espero volver a verle algun día.
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