Final
Me dejo caer en una de las bancas de la plaza. Acto seguido abro la botella de agua para tomar un trago largo. Al otro extremo del lugar una mujer está sentada observando de reojo al niño que está encaramado en uno de los juegos de la plaza, mientras saca su teléfono celular del delantal y graba un mensaje de audio. La reconozco, es Andrea, la señora que iba a hacer el aseo dos veces a la semana.
Tengo que acercarme a saludar, pero no se me ocurre ninguna excusa para hacerlo. No me di cuenta pero ya me tomé toda el agua de la botella. Pienso que en realidad no necesito ninguna excusa para acercarme y salir de la duda. No tengo ni un miserable dulce para ofrecerle, pienso en ir de nuevo al negocio de Don Pedro y volver con una bolsa de caramelos.
— Sabes que es imposible que sea tuyo —dice una voz familiar a mis espaldas.
— Lo sé —contesto, sin dejar de mirar hacia los juegos.
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