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7. La que te robará los sueños

UN RATO DESPUÉS...

- Se han deshecho de nosotros -Rocío cruzó sus brazos mirando hacia la carretera con gesto de fastidio.

- Lo han hecho, si -le admitió Ferrán- pero, necesitan estar a solas.

- Y nosotros molestamos.

- Se ve que si, Rocío. Nos han pedido estar un rato a solas. Anda, te invito a comer y luego volvemos a por ellos. Con suerte, nos contaran lo que pasa.

- O no -le dijo Rocío torciendo su cabeza en un gesto negativo- que mi abuela es muy cerrada para sus cosas. Pero bueno, te dejo que me invites a comer.

- ¿Qué te apetece?

- Pescado no que en Málaga ya me harto -le confeso ella con una gran sonrisa.

- ¿Te gusta la comida de degustación?

- No, gracias. Para comer poco dejo que mi madre cocine -le dijo ella divertida- si te soy sincera, quiero comida china.

- Pues, comida china. Pero, te voy a llevar a un restaurante chino de lujo.

- ¡Faltaría más! Que eres Ferrán Torres el del Barcelona.

Rocío le sacó la lengua al muchacho. Él soltó una carcajada deslumbrado por lo directa que era ella. Sabía perfectamente quien era Ferrán, y aún así, no lo trataba como una fan enloquecida. Pasaba de él tres kilos, pensó el valenciano.

- Cuéntame algo de tu vida, Rocío -le dijo Ferrán- que apenas nos conocemos y me da a mi que vamos a acaba siendo familia.

- ¿Estás seguro?

- Muy seguro. Yo no sé lo que tendrán que hablar nuestros abuelos, pero, te aseguro que no han dejado de mirarse desde que se han visto.

-  Y el abrazo que se han dado, casi me hace llorar.

- Has llorado, que te he visto -le apuntilló él para que no negara lo evidente.

- Es que...desde que murió mi abuelo Paco, es como si mi abuela se hubiera quitado un peso de encima. Como si tuviera algo pendiente que resolver y ese fuera el único objetivo en la vida.

- Pues ya sabes, su objetivo tenía nombres y apellidos, Andrés Torres.

Rocío se quedó callada unos segundos rememorando las palabras que su abuela le dijo en el funeral de su abuelo. Creía que había sido fruto del desconcierto por su muerte y así se lo hizo ver, pero Julieta se las volvió a repetir, añadiendo un ojalá  se reencarne en una rata que es lo que es, que aún  resonaba en su cabeza una y otra vez. 

- Ei, te has quedado callada, ¿algo malo? -le preguntó Ferrán. El chico puso su mano en su muslo por instinto y le dio una pequeña palmada que la sacó de sus pensamientos.

- Pues si, dime tú si es malo que en el entierro de mi abuelo Paco, ella me dijo de él, Espero que ese cabrón, hijo de puta, arda en el infierno.

- Si que es malo, si -le respondió Ferrán bastante confundido- lo que hace que la intriga sobre nuestros abuelos, crezca aún más.

- ¿Tú crees que vivieron un amor imposible?

- Está claro que si, Rocío, pero, es tontería ponerse a hacer suposiciones. Mejor que nos lo cuenten cuando estén preparados.

Rocío asintió ante las palabras de Ferrán y volvió su vista de nuevo a la carretera. En unos minutos llegaron a una calle bastante amplia donde el chico pudo apartar su coche casi en la puerta de "El palacio de Linn". 

- Míralo por el lado bueno -le dijo Ferrán quitándose el cinturón- por lo menos te llevas un amigo de toda esta aventura

- ¿A ti?

- No a mi prima la pelos,  no te jode. 

Rocío empezó a reír mientras se mordía los labios nerviosa. Toda la tensión de estos días, tenía que salir por algún lado, y se ve que era riéndose.

- Bueno, quien te iba a decir a ti que ibas a conocer a una increíble estudiante de periodismo -le dijo ella bajándose del coche.

- Desde luego, que si no te llego a conocer, seguiría sin dormir bien por las noches.

- Lo mismo, aún así y todo, te sigo robando los sueños Ferrán -le contestó ella guiñándole uno de sus ojos con picardía.

EN LA COMIDA

- Es que soy alérgico al vinagre -le confesó Ferrán apartando la salsa agridulce a un lado.

- Pues a mi me encanta el pollo agridulce -le admitió ella relamiéndose los labios y pensando en ese manjar. 

- Bueno, si es así, haré un esfuerzo, pero, no lo acerques mucho a mi.

- No hace falta, Ferrán. Puedo vivir sin el pollo.

- De verdad que no me importa, pídelo si te apetece -insistió él, chocando con la negativa de la muchacha. 

- Prefiero pedir otra cosa y que tú estés a gusto, así que, el pato a la naranja.

Rocío cerró la carta mirando a Ferrán fijamente a los ojos. Él estaba aún confundido por su decisión. Nunca nadie había antepuesto lo que ella deseaba a él. 

-  ¿Porqué me miras así? -le preguntó ella.

- Por nada.

El camarero vino y les tomó nota de la bebida y posteriormente de la comida. Mientras esperaban, atacaron el pan de gambas para paliar el hambre que tenían. 

- A mi ex le importaba una mierda que yo tuviera alergia al vinagre -le confesó Ferrán sin ningún tipo de tapujo- incluso aliñaba aún más las ensaladas delante mía.

- ¡Pues vaya cabrona, Ferrán! Eso no se hace con la persona que quieres.

- Creo que ella no me quería si hacía eso, ¿no?

- Para nada. Mira que tener una relación es complicado, pero es que además, nosotros las hacemos difíciles -el camarero les sirvió a cada uno de ellos un rollito de primavera y se dispusieron a comérselo- ¿Y qué fue de ella?

- Es una larga historia, Rocío, y sinceramente, no quiero estropear la comida pensando en ella.

- Te entiendo -le respondió la de ojos verdes llevándose el primer trozo de comida en la boca- sólo espero que sea alérgica a las avellanas.

- ¿Y eso?

- Para mandarle un palet de Nocilla.

El tenedor de Ferrán se quedó a medio camino de su boca mirando a Rocío. Se quedaron callados unos segundos y empezaron a reír a carcajadas. Sólo de  imaginarse a Rosalía rodeada de botes de Mocilla le hizo sonreír. 

Se pasaron el resto de la comida conociéndose un poco más, y a medida que lo hacían, se daban cuenta de que si, de que habían encontrado un amigo en la persona que tenían enfrente. Ferrán sintió que por fin alguien le escuchaba y se interesaba por lo que pudiera contarle. Le relató la lesión que tuvo de tobillo y que le tuvo apartado de los terrenos de juego unos cuantos meses. Le confesó sus miedos de no volver a ser el mismo jugador que era, y la enorme alegría que sintió al marcarle un gol al Real Madrid a su regreso a los terrenos de juego. 

Rocío a su vez, le confesó que sus padres no querían que estudiara periodismo. Querían que fuera abogada, como lo eran ellos, y que cuando se matriculó en la universidad, en casa hubo una especie de cataclismo. La abuela Julieta, fue la que intercedió ante sus padres, y a día de hoy, tenia que agradecerle el poder estudiar lo que quería.

- Me alegro de que estés cumpliendo tu sueño, al menos -le dijo Ferrán.

- ¿Tu sueño era jugar en el Barcelona? -le preguntó ella mientras salían del restaurante.

- Mi sueño es jugar al futbol. Si te digo que a mi me daba igual donde jugar, no te estaría engañando. Aunque, voy a defender siempre los colores blaugrana a muerte.

-  Hasta que te vayas a otro sitio...

- O hasta que me echen.

Se montaron ambos en el coche del futbolista deseosos de volver a la Alquería y saber que había pasado entre sus abuelos. Durante la comida, se habían intercambiado los números de teléfono por si acaso el encuentro entre los dos adultos no había salido del todo bien, y tenían que despedirse en ese momento. Ferrán quería seguir en contacto con Rocío como fuera. La pequeña morena le había sorprendido hasta el extremo de querer seguir conociéndola mejor. Y ella, sentía exactamente lo mismo. 

Cuando llegaron a la Alquería, todo estaba en silencio. La puerta de la casa estaba cerrada y no se escuchaba nada. 

- Lo mismo están en la cama recuperando el tiempo perdido -le dijo Ferrán guiñándole un ojo.

-  ¡Dios! Pues mira, se merecen llevarse una alegría en sus cuerpos, por lo menos.

Se acercaron más a la casa. Estaban por llamar cuando Ferrán vio una hoja de papel pegada a una de las sillas de la entrada. Estaba doblada y llevaba el nombre de los dos nietos en ella. El chico se acercó y la cogió abriéndola junto a Rocío. La leyó en voz alta para los dos. 

"  Mis queridos nietos. Cuando volváis, nosotros ya nos habremos ido. Queremos que estéis tranquilos porque estamos bien. Para nosotros ha supuesto una emoción bastante fuerte el volver a vernos después de tantos años, y por ese motivo, necesitamos hablar largo y tendido de todos los sucesos que han acontecido en nuestra vida. Por ese motivo, hemos decidido irnos unos días lejos del pueblo y de todos. Perdonadnos, si lo hacemos así, pero, es algo que necesitamos hacer. Os prometemos que cuando volvamos, os lo contaremos todos. Sólo una cosa, te pido Ferrán, que cuides a Rocío hasta que volvamos. Sé que lo harás.

 Os queremos. 

Andrés y Julieta" 

La pareja de jóvenes se miraron bastante alucinados. Releyeron de nuevo la carta, aún sin creerse lo que sus mayores acababan de hacer, pero, entendiendo que necesitaban estos días a solas.

- Genial -dijo Rocío llevándose las manos a la cara- ¿y qué coño hago yo ahora? me ha dejado sola  y tirada como a una perra.

- No está sola, Rocío -le dijo Ferrán pasando uno de sus brazos por sus hombros- ahora me tienes a mi. Estamos juntos en esto ¿de acuerdo?

Rocío se mordió los labios y miró a Ferrán. A esos ojos color café   que durante todo el día la habían tenido hipnotizada. A esa boca de la que imaginó besar en algún momento. Ahora lo tenía a él y no estaba sola. Estaban juntos.

Una mala idea. Una malísima idea. 

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