6. Sigo perdido en tus ojos
MÁS TARDE
- Sino viene, juro por Dios que me presento en la puerta de su casa y lo arrastro de los pelos -exclamó una enfadada Rocio chasqueando de nuevo su lengua muy molesta.
- Calma, Rocío. Ferrán dijo que vendría, confiemos en él -le pidió su abuela aún más nerviosa que ella pero escondiendo precisamente esa inquietud con una sonrisa.
Rocío resopló de nuevo mirando su reloj de pulsera. Diez minutos de retraso llevaba ya el niñato, y ella, todo esto, no le daba buena espina. Tanta insistencia por llevarlas él a ver a su abuelo, sólo podía significar una cosa, que estaba tratando de deshacerse de ellas. Iba de nuevo a despotricar contra él, cuando un audi negro último modelo, se paro al lado de ellas. Su conductor bajó una de las ventanillas y asomó su cara por ella. Ahí estaba Ferrán mirándolas muy sonriente.
- Siento llegar tarde, he ido a echar gasolina -les dijo a las dos mujeres que lo esperaban en la puerta de uno de los hoteles del pueblo.
- Podías haber ido antes -le reprochó Rocío- hace calor, por si no te has dado cuenta.
- ¿Subís o qué? Que no tengo todo el día -les preguntó Ferrán dirigiéndose más a Rocio que a su encantadora abuela.
La más joven de las dos, rodó sus ojos y deseó darle una patada al caro coche del jugador culé. Escuchó como su abuela se subía en la parte de atrás del vehículo, así que ella no tuvo más remedio que sentarse delante con el chico. En cuanto las dos mujeres estuvieron acomodadas, Ferrán arrancó dispuesto a llevarlas a su destino.
- ¿Estará tu abuelo en casa? -le preguntó Julieta con algo de desesperación en su voz. Anoche tuvo que tomarse una pastilla para poder conciliar el sueño comida por los nervios que la atenazaban.
- Si está -le respondió Ferrán sin apartar su mirada de la carretera. Aunque, sus ojos, de vez en cuando, se desviaban al muslo desnudo de la chica más joven. Que fuera guapa y que llevara un corto vestido de flores, era otro detonante más para que sus ojos se fijaran en ella.
- ¿Le has dicho algo? -siguió preguntando la mayor de las dos mujeres.
- No, tranquila. Julieta. Prefiero que se lleve la sorpresa, porque...se la va a llevar ¿verdad?
- Si, eso creo. Sólo espero que le guste.
Julieta desvió su mirada a su derecha, admirando el paisaje que iban dejando atrás. Nerviosa era poco para definir su estado. Esperanza, ilusión, remordimientos, el saber que tendría que pedir perdón por tantos años perdidos. Y soñar con ser perdonada. Su teléfono sonó en ese momento. Era Carlos, el padre de Rocío. Llevaba esquivándolo un par de días, y ya no podría hacerlo de nuevo. Así que contestó con desgana, pero lo hizo.
- Por el tono de voz, está hablando con mi padre -le dijo Rocío a Ferrán permitiéndose mirarlo esta vez, más fijamente.
- Pues más parece que sea ella la hija que tu padre, lo digo por como tu abuela le contesta.
- No están acostumbrados a que ella se salga del tiesto -le confesó Rocío con admiración.
- ¿Y a que se debe este viaje entonces?
Rocío se giró un poco para escuchar como su abuela seguía mirando por la ventana a la vez que medio discutía con su hijo mediano. La morena se acercó un poco más a Ferrán para poder hablarle sin que ella se enterara.
- Entre tú y yo, Ferrán. Creo que mi abuela y tu abuelo, estuvieron liados.
El valenciano giró su cabeza en el justo momentos que los labios de ella estaban muy cerca de los suyos. Pudo notar como su aliento acariciaba su mejilla y aspirar una dulce fragancia de mandarina que parecía salir de su pelo.
- Yo también lo había pensado, Rocío -le confesó Ferrán- por la forma como reaccionó ella ayer, y que no quiera contarte nada.
- Y al parecer, fue algo trágico, porque siempre que me nombra a tu abuelo, se entristece mucho.
- Bueno, en unos minutos lo averiguaremos.
Rocío le sonrío a Ferrán asintiendo con su cabeza. Era la primera sonrisa que le daba al chico desde que ayer se conocieran. Él había decidido darles un voto de confianza a las dos mujeres, y hasta ahora, no se estaba arrepintiendo de su decisión.
- ¿Y tú estudias o trabajas, Rocío?
- Buah, esa pregunta es muy vieja Ferrán -le dijo ella soltando una débil carcajada- estudio. Periodismo.
- Hala, que bien, ¿no? ¿alguna especialidad en concreto?
- Menos del corazón y deportivo, me da igual -le confesó ella.
- ¿Porqué no deportivo?
- Porque no me gustan los deportes, y además, se me da fatal. Estoy apuntada a un gimnasio y no me saques del yoga, aerobic o zumba, porque no tengo ni idea.
- Entonces, ¿no sabes quien soy? -su voz reflejaba algo de alivio. Estaba tan harto de que las tías le persiguieran por ser Ferrán Torres, jugador del Barcelona.
- Sé quien eres porque vi los carteles de tu campus y relacioné tu apellido con el de tu abuelo...aunque, tengo que confesarte que te busqué por internet para ver como de famoso eras.
- Y mi nieta dice que eres más guapo en persona que en internet -añadió su abuela desde la parte de atrás del coche, donde no perdía detalle de la conversación de los dos jóvenes. Rocío sintió sus mejillas arder y se dio la vuelta para fulminar con la mirada a su abuela.
- ¡Abuela! ¡Joder! Calladita estás más guapa -le medio regañó muy molesta porque su Julieta le hubiera soltado esas palabras a Ferrán. Unas que eran verdad.
- Lo sé.
Julieta le guiñó un ojo a su nieta y soltó una carcajada viendo el rubor en su cara. Rocío emitió un largo suspiró y volvió a su posición natural. Ferrán se mordía el labio intentando no reírse pues no quería ponerla aún más en evidencia.
- Gracias por lo de guapo, tú tampoco estás mal.
Ferrán le guiñó un ojo a la malagueña y ahora si, ahora Rocío si se quería morir de la verguenza. El viaje se le hizo a Ferrán más corto de lo normal. Cuando llegaron a la entrada de la alquería de su abuelo, Julieta sentía que estaba a punto de darle un ataque. Temblaba de los pies a la cabeza. Un sudor frío recorría su cuerpo y creía que las piernas le iban a fallar.
Ferrán aparcó el coche justo en la puerta y se quitó el cinturón. Emitió un largo suspiro y se dio la vuelta para mirar a Julieta.
- No sé porqué está buscando a mi abuelo, pero, quédese tranquila. Quiero a mi abuelo Andrés más que a nada en el mundo. Es muy buena persona, incapaz de enfadarse con nadie. Así que estoy seguro de que lo que quiera que haya pasado entre ustedes, él, la va a perdonar.
Julieta alargó su mano para encontrarse con la que Ferrán le tendía. Le dio una mirada emocionada y apretó sus dedos unos segundos.
- Gracias, Ferrán, significa mucho para mi que me digas eso. Y por cierto, te pareces muchísimo a tu abuelo.
- Me lo dicen mucho -le contestó él sonriéndole.
El valenciano se dio la vuelta y se encontró con la mirada fija de Rocío en él. Durante unos segundos se miraron sin decir nada, sabiendo perfectamente, lo que esa mirada quería decir. La morena de ojos azulados, se acercó al chico y depositó un impulsivo y suave beso en sus mejillas, beso el cual, él recibió emocionado.
Salieron los tres del coche con la incertidumbre que producía, saber que pasaría a continuación. Ambas mujeres siguieron a Ferrán por el pequeño camino empedrado hasta llegar a un porche de madera. La puerta de entrada de la casa era de un color marrón oscuro. El chico fue quien llamó al timbre, mientras ellas esperaban detrás de él con el corazón encogido, cada una por razones diferentes.
Unos segundos después, la puerta se abrió para dar paso a un hombre alto, de edad madura y pelo algo canoso que miraba a su nieto sorprendido. Rocío tuvo que darle la razón a su abuela, el abuelo Andrés era muy parecido a Ferrán, dos calcomanías. Y si, era bastante atractivo a pesar de su edad. Pudo escuchar a su abuela respirar entrecortadamente, y cuando se dió la vuelta, vio lágrimas en sus ojos y como le temblaba el labio superior.
Para ella estaba resultando ser un verdadero shock ver a Andrés a tan pocos centímetros de ella después de tantos años. Si cerraba sus ojos, aún podía recordar el sabor de sus besos y de sus caricias en su cuerpo. Su olor, ese olor que no olvidó nunca, invadía de nuevo sus fosas nasales.
- ¡Ferrán, hijo! ¿se puede saber que haces aquí? -le preguntó su abuelo sin entender que hacía su nieto allí.
- Abuelo, te traigo visita -le dijo él haciéndose a un lado, al igual que hizo Rocío. Ambos querían que su mirada se posara únicamente en Julieta.
- ¿Visita? ¿a mi? -dijo el abuelo mirando hacia donde su nieto le decía.
- Si, abuelo, ellas son Rocío y ...
- ...Julieta...
El tiempo se detuvo en ese momento. Los pájaros seguían cantando y tronando en los árboles. La pequeña y húmeda brisa se pegaba en el cuerpo y los ruidos de alrededor, se escuchaban cada vez más lejanos.
Ambos se miraron después de tanto tiempo. Se reconocieron el uno al otro sabiendo que no se habían olvidado, que el amor que se tuvieron, aún estaba ahí. Andrés bajó los escalones sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho en cualquier momento. Soñó, no, rezó porque este momento llegara a producirse algún día. Y cuando creía que ya había perdido la esperanza...
- Sigues teniendo los ojos más bonitos que he visto en mi vida, Julieta.
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