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27. La Palabra Odiada

Un año después

Rocío miraba a través de la ventana el pasar de los coches y de las personas por la Avenida. Cada una con sus problemas, sus alegrías y sus miedos. Seguro que más de uno estaba mejor qu ella. Feliz. Despreocupado. Sin el corazón roto. 

Apartó la cortina y se dejó caer con pesadez en su cama. Apretó los dientes y se mordió los labios intentando no llorar, pero, no lo consiguió. Hacía solo un par de semanas que Ferrán le había pedido un descanso de su relación. Según él estaba agobiado por la distancia y necesitaba pensar a que les llevaría esto.

Él, quien le prometió que todo iría bien y que podrían con todo, había sido el primero en tirar la toalla. Y el primero en dejarse ver con otras chicas, de fiesta, en la playa... Mientras ella se moría de la pena.

Lo habían intentado. Ella hizo lo posible y lo imposible por viajar regularmente a Barcelona, más si había algún partido importante, pero, al parecer, para Ferrán no era suficiente. Parecía que con él, era todo o nada.

Y en su caso, más bien nada.

Su teléfono sonó en ese momento sobresaltándola. Esperaba una llamada de Ferrán con algún tipo de explicación, pero esa llamada nunca se producía. Días y horas que pasaban y ella seguía sin querer admitir lo inevitable. En su lugar, sonrió al ver el nombre de su abuela Julieta en la pantalla. Así que puso la mejor de sus sonrisas tragándose su dolor, y contestó rápidamente.

- Hola, abuela -le contestó intentando parecer muy alegre cuando en realidad estaba haciendo un gran esfuerzo por contener las lágrimas. 

- Hola, mi niña, ¿Cómo estás? -le preguntó ella muy apenada por su nieta. 

- Bien, no te preocupes. 

- Claro que me preocupo, cariño. ¡Como vea a ese inútil de Ferrán me va a oír!

- No hace falta, abuela. Que haga lo que quiera, a mi me da igual -le dijo mintiéndole porque la realidad era que estaba destrozada.

- No te da igual, cariño. La palabra descanso es una puta mierda, pero bueno, a lo que iba. Te llamo para que te vengas unos días a Foios con nosotros.

- No me apetece, abuela...

- Él no está, Rocío. Se ha ido a Las Bahamas con unos amigos.

Sintió Rocio una punzada en su corazón. Las Bahamas. El sitio donde habían planeado ir este verano. Los dos solos. Sintió su corazón resquebrajarse una vez más y esta vez no puso impedimento para que las lágrimas bajaran por sus mejillas.

- Te vendrá bien salir de ahí, Rocío. Ya vale de llorar -le pidió su abuela casi ordenándola porque fuera a visitarla. 

- Bueno ya veré.

Habló con su abuela de cosas intrascendentes. De la visita de su tío Adrián con sus primos y de como habían acabado todos en un hotel en Benidorm. Su abuela estaba tan feliz. Por fin lo era. Estaba con la persona que amaba, su familia lo aceptaba y todos encantados con el rumbo que había tomado la vida de la abuela Julieta.

El pasado verano las dos salieron de esa casa con la incertidumbre de saber que pasaría.

Una había cumplido sus deseos y la otra deseaba no haber conocido nunca el amor y vivir esta amargura.

- Te espero entonces, Rocío -le dijo su abuela invitándola de nuevo.

- Lo siento mucho abuela, pero yo no pienso pisar Foios en la puta vida.

Días después

Rocío resopló por tercera o cuarta vez desde que estaba allí. Su abuela hacía aspavientos con su mano quitándole importancia al semblante de su nieta.

No pensaba venir. Pero una foto de Rosalía, la ex de Ferrán en Las Bahamas, la hizo decidirse para no comerse más la cabeza.

- Me alegro de que estés aquí, cariño. Por un momento pensé en hacerme la enferma para suplicarte que vinieras -su abuela la abrazó y aunque al principio se resistió, acabó poniendo su cabeza en su pecho

- Duele mucho, abuela -le confesó ella por fin ya sin poder aguantarse las lágrimas. 

- Lo sé, cariño. Créeme, yo te entiendo mejor que nadie. Sé lo que es sufrir por amor. Y toda la vida.

- Quiero dejar de hacerlo. Quiero que no duela más. Tengo el alma y el corazón destrozado. Me ha hecho daño. Parece que no me quiera, como si todos estos meses a su lado no hubieran significado nada - Rocío empezó a llorar con desconsuelo. Por primera vez lo hacía. Sacando todo ese dolor que tenía arraigado y que no la dejaba vivir.

- Ya está, mi niña, ya está.

- No, abuela. Jamás se me va a quitar este dolor. Quiero que termine ya. Quiero olvidarlo y dejar de quererlo, como él ha hecho conmigo -parecía suplicar ella, rota de dolor. 

- Él no ha dejado de quererte, Rocío.

La voz de Andrés la hizo girarse aún llorando. Le dolía verla así. Quería tanto a Rocío como si fuera su nieta y no soportaba verla llorar, y más si era a causa de Ferrán.

- Pues tiene una extraña manera de demostrarlo -le dijo ella limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano.

- Vuestra historia no ha terminado, Rocío -Andrés se acercó a la malagueña y cogió sus manos entre las suyas con mucha delicadeza- solo se escribe el fin cuando uno ya no quiere luchar más.

- Pues por mi parte, ya me cansé de escribir.

Rocío no paraba de dar vueltas en la cama. Había decidido no llorar más por Ferrán mientras estuviera en casa de sus abuelos, porque si, para ella Andrés era su abuelo. Se lo había ganado.

Quería disfrutar de estos días de paz y tranquilidad pensando en una decisión que llevaba postergando unos cuantos días. Le habían ofrecido una beca para estudiar en Londres y ahora que no parecía atarla nada, se lo estaba pensando.

Quizás todo esto era lo mejor. Poner tierra de por medio con Ferrán y que la odiada palabra Descanso, se convirtiera en realidad en un se acabó. Lo pensaría sólo un día más y decidiría que hacer.

Se levantó de la cama y salió descalza de la habitación. Bajó los escalones ensayando la sonrisa que me pondría a sus abuelos para esconderles de nuevo un dolor que no cesaba.

Escuchó voces casi al final de las escaleras y al bajarlas enteras, sintió que todo su cuerpo se paralizaba. Ferrán estaba allí, de espaldas a ella, trasteando el portátil de su abuela. Se le secó la garganta y casi no podía ni respirar. Llevaba más de un mes sin verlo y ahora que lo tenía tan cerca, quería abrazarlo y que él le prometiera que todo estaba bien. 

Nadie se había percatado de que estaba allí. Si se daba la vuelta y volvía por su camino, él no sé percataría de su presencia. Porque no estaba preparada aún para enfrentarse a él.

Pero, cuando el destino quiere ser caprichoso, lo es, y antes de que Rocío diera el primer paso para huir, Ferrán se giró y ya no tuvo nada que hacer.

El valenciano sintió que su corazón le iba a estallar en el pecho. La última vez que hablaron fue hace 2 semanas, y fue por teléfono. Una amarga conversación que para los dos fue muy dura y para él desoladora.

Ambos se miraron. Sin querer apartar su mirada el uno del otro. Recuerdos de lo que fueron y de tantas palabras de amor invadieron sus pensamientos.

Ferrán fue el primero en reaccionar. Avanzó un par de pasos hacia ella, viendo el nerviosismo con el que lo miraba.

- Rocío.

La malagueña cerró sus ojos sintiendo a su alterado corazón acelerarse de nuevo. Llevaba muchos días sin escuchar esa voz, sin verlo. Y ahora que lo tenía delante otra vez, solo pudo hacer una cosa.

Darse la vuelta y echar a correr escaleras arriba para huir de él.

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