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19. La apuesta perdida

UNA SEMANA DESPUÉS

Ferrán y Rocío habían llegado a casa del valenciano a media mañana. Esperaban la llamada del reciente matrimonio, avisándoles que también estaban allí. Los días de vacaciones que habían disfrutado les había servido para conocerse más, y para darse cuenta de que, llegado el momento, el despedirse, les iba a costar tanto al uno como al otro. Estaban enamorados. Era tan evidente para los dos, pero, les daba miedo el confesárselo. 

- Ya deberían estar aquí, ¿no?

Rocío miró su reloj y resopló moviendo su flequillo. Ferrán le alargó la mano y cuando ella se la tendió, tiró de ella hasta hacer que acabara sentada en sus rodillas. La yema de sus dedos repasaron cada centímetro de su rostro. Como si quisiera memorizarlo. Como si quisiera recordarlo para siempre. El valenciano mojó sus labios con la punta de su lengua y acercó su boca hasta besar la suya. Un lento beso. Uno cargado de tanta emoción y pasión que Rocío tuvo que agarrase a su nuca.

- Quiero decirte tantas cosas, Rocío -le dijo Ferrán mirando sus preciosos ojos azules- pero a la vez tengo miedo.

- ¿De qué tienes miedo?

-De perderte. Quería esperar unos días. Quería cerciorarme de que todo esto sólo es producto de un tonto encaprichamiento, pero, me temo, que es algo más. Y tú lo sabes como yo.

Rocío sintió un ligero temblor en su cuerpo. Apoyó su cabeza en el pecho de Ferrán aguantándose las lágrimas que pugnaban por salir de sus ojos y derramarse por sus mejillas.

- Yo tampoco quiero perderte, Ferrán. Aún nos queda una semana, pero, creo que he perdido nuestra apuesta -ella alzó su cabeza y sus miradas se encontraron- me he enamorado de ti.

Rocío volvió a poner su cabeza en el hueco del cuello del chico. Sintió los fuertes latidos de su corazón y como todo su cuerpo temblaba con nerviosismo. Ferrán la agarró de la barbilla y la hizo separarse de él para poder hablarle. 

- Pues entonces yo también he perdido, Rocío, porque también estoy enamorado de ti.

La malagueña le sonrío. Acercó su boca a la suya y agarrándose a su cuello, lo besó esta vez con toda la pasión que su cuerpo pedía y necesitaba de él. Por fin se habían dicho lo que tanto tiempo llevaban callándose. Lo que sus miradas y sus cuerpos les decían. Que estaban enamorados. Que se querían. Y que este bonito amor que estaba naciendo entre ellos, sería el más importante de sus vidas.

- ¿Y ahora que hacemos, Ferrán? -le dijo ella con algo de miedo.- me asusta irme de aquí y no volver a verte más.

- Eso no pasará, Rocío -le confirmó él agarrando sus mejillas con sus dedos- intentaremos estar juntos como podamos. Aún nos queda una semana. Disfrutémosla y luego ya pensaremos. Pero te prometo que lo que hagamos, será para seguir estando el uno junto al otro todo lo que podamos. 

Ella movió su cabeza de arriba a abajo afirmativamente. Volvió a buscar refugio en sus brazos. Hasta que él la dejó en el sofá y se colocó encima de ella. Besó sus parpados con mucha delicadeza. Sus sonrosadas mejillas. Los hinchados labios de sus besos. 

- Si te digo que te quiero, ¿te vas a asustar? -le preguntó él mirando sus labios. Levantó su mirada y lo que vió en los ojos de Rocío le dió el valor para esperar una respuesta que esperaba que fuera afirmativa.

- ¿Te asustarás tú si te digo que yo también?

Ferrán rió. Bueno, más bien enormes carcajadas salieron de su boca al escuchar tal confesión de sus labios. La volvió a besar. Acarició su cuerpo por encima de sus ropas y se perdió entre sus piernas. Se amaron esta vez de una forma diferente. Esta vez no tenían que esconder que se querían, porque cuando ella sintió que estaba a punto de alcanzar ese punto máximo de placer, miró a Ferrán y le sonrió.

- Te quiero, Ferrán.

- Y yo a ti, mi Rocío.

Estaban en la puerta de la casa del abuelo. Julieta les había mandado un mensaje avisándoles que en diez minutos llegarían. Los brazos de Ferrán rodeaban a Rocío, como queriendo que no se escapara. Pensaba pasar los siguientes días sin moverse de su lado. Aunque tuvieran que estar en su casa toda la semana. No quería compartirla con nadie más. Sólo ellos. Haciendo planes y promesas de futuro. 

- Estoy deseando verlos, Ferrán -le admitió ella más por satisfacer su curiosidad y saber ya, su historia de amor. 

- Y yo estoy deseando que nos cuenten su historia -coincidió Ferrán con los pensamientos de la morena. 

-Creo que va a ser triste.

- Si, pero mira, está teniendo un final feliz, ¿no?

- ¿Y nosotros? ¿seremos como ellos? -Ferrán le dio la vuelta a Rocío hasta tenerla justo delante suya. Besó despacio sus labios y la abrazó con fuerza.

- No quiero finales tristes contigo, Rocío. Porque no quiero que esto sea un final cuando acaba de empezar.

- Prométeme una cosa, Ferrán. Pase lo que pase entre nosotros, que no tardemos 40 años en volvernos a encontrar.

- Rocío. Pienso pasar mis próximos 40 años contigo. Así que quítate esas ideas de la cabeza.

La malagueña se separó de Ferrán bastante emocionada por su promesa. Y si, muy sorprendida de la seguridad con la que él se refería a ellos. 

- No hagas promesas que no sabes si podrás cumplir -le dijo Rocío con algo de tristeza. Porque todo parecía muy bonito ahora, pero, la realidad era que pertenecían a mundos diferentes al igual que vivían en lugares diferentes.

- ¿Quieres que hagamos otra apuesta, Rocío? -Ferrán apretó su mandíbula y una mueca salió de su boca hablándole a la chica- porque parece que no confías en nosotros.

- Dijiste que hablaríamos dentro de una semana y lo estamos haciendo ahora. No es justo, Ferrán. Tengo miles de preguntas y no quiero llorar todavía.

- ¿Y porqué habrías de llorar? -los dedos de Ferrán se posaron en su mejilla y barrió una lágrima que se deslizaba por su mejilla.

- Sabes que tendré que irme. Tarde o temprano tendré que hacerlo. Y aunque vuelva a ti. Lloraré siempre que me vaya,

Ferrán echó su cabeza hacia atrás cogiendo aire para respirar calmadamente. Él también tenía dudas. Pero, tambien estaba muy seguro de que la amaba. Y de que por nada del mundo quería dejar de estar a su lado

- Un año te doy, Rocío.

- ¿Un año? -preguntó ella muy confundida

- Si, un año para que lleves mi anillo en tu dedo.

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