18. Tú Y Yo
DÍAS DESPUÉS
Rocío se levantó de la cama con mucho cuidado pues no quería despertar a Ferrán. Caminó hasta la ventana de la habitación y apartó un poco las cortinas para vislumbrar los primeros rayos de sol. Alzó los brazos bostezando y pegó la cara al cristal viendo a través de el, el maravilloso paisaje que se cernía frente a ella.
Así estuvo unos buenos minutos. Relajada. Sin pensar en nada más.
- ¿No tienes sueño? -Ladeó su cabeza para encontrarse a Ferrán sentado en la cama quien la miraba con una expresión aún somnolienta en su rostro.
- Quería ver amanecer -le respondió ella con una leve sonrisa casi a juego con la que él lucía.
Ferrán apartó la sabana que lo cubría y salió de la cama. Caminó los pocos pasos que lo separaban de ella y la abrazó por la espalda colocando su mentón en su hombro. A través de ella miró por la ventana viendo cómo amanecía en las islas Mauricio, ese paraíso donde habían acabado celebrando sus "pequeñas vacaciones" juntos.
- Es un bello amanecer -le dijo Rocío recibiendo un beso en sus mejillas, uno que erizó cada parte de su cuerpo.
- Tú lo haces bello.
La morena ladeo su mejilla encontrándose con los labios de Ferrán. Posó los suyos en los de él y lo beso muy despacio repasando cada parte de su boca como si fuera la primera vez que la besaba. Abrió sus labios para dejar que su lengua entrara y buscara la suya acariciándose con mucha delicadeza. Ferrán fue el primero en separarse. La tomó de las caderas y sin dejar de mirarla, la llevó hacia la cama de postes de madera.
Muy suavemente, la depositó en el colchón y llevó sus dedos hacia su mejilla repasando cada centímetro de esta. Sus labios siguieron el camino trazado por sus dedos consiguiendo que Rocío temblara bajo su cuerpo.
- Eres lo más bonito que he visto en mi vida -le dijo Ferrán posicionándose entre sus piernas- prométeme que esto, lo que hay entre nosotros, no quedará en el olvido. Que seremos un después.
- Te lo prometo -le contestó ella preparada para recibirlo en su interior, deseosa ya de poder sentirlo en su plenitud.
Con esa promesa entre sus labios, Ferrán entró en ella a la vez que su corazón emitía intensos latidos. Le hizo el amor. Eso fue lo que le hizo. Porque ya la amaba. Y aún no se lo decía porque no quería asustarla. Tenía miedo de perderla. De que todos estos besos y estas caricias solo fueran un efímero recuerdo una vez terminaran estas dos semanas.
Porque sí, dos semanas eran lo que les quedaba de estar juntos. Y se hizo una promesa a sí mismo. Iba a hacer que estos días, los marcaran tanto a ambos, que una vez que terminaran, no pudieran separarse el uno del otro.
- Nunca había viajado tan lejos como hasta ahora -le dijo Rocío mientras ambos caminaban por la playa agarrados de la mano.
Las olas del mar chocaban con sus pies produciéndoles un ligero cosquilleo cada vez que hundían sus pies en la arena. Rocío se agarró al brazo de Ferrán y posó su cabeza en sus hombros dejando que él la abrazara.
- Tengo que confesarte morena, que yo tampoco. Lo más lejos que he ido de vacaciones ha sido a Santorini. Así que, esto también es nuevo para mi -añadió él sin dejar de sonreír, pues es lo único que hacían desde que estaban aquí.
- Estamos haciendo juntos muchas primeras veces, Ferrán ...
- Y no olvides esas posturas nuevas -Ferrán le sacó la lengua y ella sintió sus mejillas arder. Recuerdos de lo que estaban haciendo estos días inundaron su mente y le produjeron un cosquilleo en ciertas partes de su cuerpo que la boca del valenciano se sabía de memoria.
- No lo olvido, Ferrán. Como para no olvidarlas, ¡no me dejas ni un minuto en paz!
- ¡Y bien que te gusta! Y lo de llevar las tetas al aire, tampoco lo olvides.
Rocío le dio un ligero puñetazo en el hombro haciéndose la indignada. Ferrán la atrapó justo a tiempo de que dejara sus brazos y la enroscó a él aún más. Desde que estaban aquí, Rocío solía ir a la playa llevando solamente la parte de abajo de su traje de baño, algo que hacía las delicias del valenciano.
- Tendrás tú mucha queja, Ferrán -le recordó ella arqueando una de sus cejas.
- Ninguna, cariño. Así las tengo más a mano.
- Uy, ¿me has dicho cariño? -Rocío sintió temblar su corazón ante el nuevo apodo del valenciano. Ella, que quería decirle tantas cosas, y era él el que siempre se adelantaba.
- No estás sorda, Rocío.
Ferrán caminó sin atreverse a mirarla de la vergüenza que sentía en estos momentos. Se le había escapado algo que deseaba decirle desde hacia mucho tiempo. Y ella, riéndose al escucharlo referirse a ella de esta manera.
- Me gusta que me llames así. Eso quiere decir que esto es algo más.
Ferrán detuvo sus pasos en la arena y se giró hasta estar completamente enfrente de Rocío. Sus manos se desplazaron hasta posarse en su cintura, embelesado de ver el bello rostro de la chica mirarlo bastante emocionada.
- Lo es. Lo sabes tú y lo sé yo. Lo que pasa es que... -Ferrán calló mordiendo sus labios. Emitió un pequeño lamento ofuscado y levantó sus ojos hasta mirar al cielo y volverlos hacia abajo, hasta perderse en la clara mirada de la chica.
- No quieres estropearlo -le dijo ella acabando su frase. Una de sus manos acarició la mejilla de Ferrán, produciéndole un agradable cosquilleo .
- Algo así, Rocío -le admitió él con cierto temor.
- Pues no lo hagas. Venga, caminemos -ella se puso de puntillas y atrapó sus labios en un pequeño beso. Volvió a engancharse al brazo de Ferrán y continuaron de nuevo su paseo.
- ¿Alguna vez habías sentido esto? -le preguntó el valenciano muerto de la curiosidad por conocer algo más de la vida sentimental de la chica.
- Es la primera vez -le confesó ella algo azorada- he salido con varios chicos del pueblo y también de la facultad, pero, jamás me ha pasado con ellos lo que me pasa contigo.
- ¿Y qué te pasa conmigo?
- Que me falta el aire cuando te alejas.
Ferrán se mordió el labio y una sonrisa de satisfacción cruzó su cara. Era innegable todo lo que pasaba entre ellos. Era deseo. Pasión. Ganas. Y si, amor. Palabra que sin pronunciarla, estaba muy presente entre ellos. La abrazó aún más queriendo fundirla con su cuerpo. Dejó que ella lo atrapara con sus brazos, aún caminando entre la fina arena.
- Tú eres mi aire, Rocío. Eres eso que creí que tenía, pero, que está claro que me faltaba porque tú me lo has dado.
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