AL DÍA SIGUIENTE
Los rítmicos latidos del corazón de Ferrán eran hipnóticos. Habían conseguido que Rocío se relajara, hasta tal extremo que estaba medio adormilada. Si a eso le sumabas, las caricias de sus dedos sobre su espalda desnuda.
- Estás dormida -le dijo Ferrán acercando su boca a su oído. Esto le produjo un ligero cosquilleo en su cuello que le erizo toda la piel hasta el extremo de que su cuerpo tembló ligeramente.
- Casi. La culpa es tuya por tener un cuerpo que invita al sueño.
- ¿Sólo al sueño?
Rocío levantó su cabeza para encontrarse con su mirada burlona. Ella le dio un pequeño mordisco en el cuello y volvió a su posición natural, recostada sobre su pecho. Anoche fue una locura para los dos. Hicieron el amor de madrugada. Cuando se despertaron con las ganas de estar de nuevo juntos. Esta vez fue muy diferente pues sus cuerpos ya se habían conocido. Pero eso no les fue suficiente y las ganas y el deseo se acrecentaba con el paso de las horas.
- Cuando quieras bajamos a la playa, Rocío -le propuso él sabiendo que ella no quería moverse de donde estaba.
- Solo un ratito más. Se está tan a gusto en tus brazos.
Ferrán dibujó una pequeña sonrisa en su cara de satisfacción. Él tampoco quería moverse. Después de desayunar solos en la terraza, pues el resto de los habitantes aún dormían, Rocío había acabado sentada en sus rodillas, abrazada a su pecho. Como si ese hubiera sido su lugar natural. Como si fuera algo que hubieran hecho durante toda la vida.
El chico movió el dedo por su espalda con pequeños toques que la hicieron retorcerse de las cosquillas.
- Me haces cosquillas, Ferrán.
- No soy yo, es una oruguita que hay por aquí -Ferrán la estrechó contra su pecho y besó su frente.
- Hay una canción que se llama así.
- ¿Así cómo?
- "Dos oruguitas". Es de la banda sonora de Encanto. La canta Sebastián Yatra y es muy bonita.
- No la había escuchado nunca -le dijo él .
- Es una historia un poco triste la que cuenta la canción, pero, es preciosa.
- ¿Quieres que la busque en el móvil? -.le preguntó él al sentir el entusiasmo de ella. Y también, porque le picaba la curiosidad con la canción.
- Si, por favor.
Ferrán alargó su móvil con su mano libre y buscó la canción que Rocío le decía. Dejó el teléfono encima de la mesa, y a un volumen considerable, se puso a escucharla.
- Tienes que cerrar los ojos, Ferrán.
El joven valenciano así lo hizo. Se echó un poco más hacia atrás en la hamaca moviendo a Rocío hasta tenerla más cerca de su corazón, el cual, golpeteaba en su pecho cada vez que la tenía a ella tan cerca, y más ahora que había probado lo que era hacer el amor juntos. Porque si, anoche fue lo que hizo con Rocío. No fue un polvo de una noche. No fue un desahogo después de un largo tiempo de sequía. Fue hacerle el amor a la chica que le gustaba.
La canción empezó a sonar y ambos se transportaron a otro momento y a otro lugar.
Dos oruguitas enamoradas
Pasan sus noches y madrugadas
Llenas de hambre
Siguen andando y navegando un mundo
Que cambia y sigue cambiando
Navegando un mundo
Que cambia y sigue cambiando
Dos oruguitas paran el viento
Mientras se abrazan con sentimiento
Siguen creciendo, no saben cuándo
Buscar algún rincón
El tiempo sigue cambiando
Inseparables son
El tiempo sigue cambiando
Ay, oruguitas, no se aguanten más
Hay que crecer aparte y volver
Hacia adelante seguirás
Vienen milagros, vienen crisálidas
Hay que partir y construir su propio futuro
Cuando la canción terminó, Ferrán abrió sus ojos sintiendo que su corazón se le iba a salir del pecho. Sentir a Rocío a su lado mientras escuchaba esa canción, le había dejado sin respiración. Tenía hasta ganas de llorar de la emoción. Apartó a la morena de su cuerpo, y ella estaba casi igual que él. Los ojos brillantes, mirándolo sin querer apartar su mirada. Puso sus dedos en sus mejillas y acercó sus labios a los de Ferrán.
Se besaron lentamente. La canción sonaba de nuevo y con ella de fondo, se dejaron llevar dándose ese beso con el que se lo decían todo. Sus bocas moviéndose al compás. Sus corazones casi con el mismo latido. Al separarse, unieron sus frentes sintiendo la agitada respiración del otro en sus propios labios.
- Me recuerda a ellos -le dijo Ferrán posando sus manos en su cintura- ellos son esas oruguitas, ¿verdad?
- También lo había pensado -le contestó Rocío separándose de él. Miró a Ferrán y lo que vio en sus ojos hizo que su corazón quisiera estallar en ese momento. El me encantas que él le había dicho, se quedaba corto para lo que acababa de ver en sus ojos.
- ¿Y tú y yo, Rocío?
Ella lo miró y de su boca salió una preciosa sonrisa. Besó su mejilla y se atrevió a cantar la última estrofa de la canción.
Dos oruguitas desorientadas
En dos capullos bien abrigadas
Con sueños nuevos
Ya solo falta hacer lo necesario
En el mundo que sigue cambiando
Tumbando sus paredes
Ahí viene nuestro milagro
Nuestro milagro
Ferrán la miró embobado. Escucharla cantar mientras lo miraba, mientras cantaba para él, hizo que un ligero estremecimiento recorriera todo su cuerpo. Un mes le había dicho ella. Pues ya había ganado la apuesta, porque le faltaba poco para estar completamente enamorado de Rocío.
- ¿Quieres ir a la playa ahora? -le preguntó ella rozando su mejilla con la yema de sus dedos.
- No, quiero subir arriba y hacerte el amor.
Rocío sonrío y se mordió el labio inferior. Ferrán se levantó con ella en brazos en pos de la parte de arriba de la casa. Ella se retorcía y reía cuando él la llevaba de nuevo al dormitorio. Se abrazó poniendo de nuevo la cabeza en su pecho, dejando que él la llevara donde quisiera.
- ¡Eh, chicos! ¡Buenos días! -les gritó Nico bajando las escaleras.
- Luego, Nicolás -le contestó Ferrán sin apartar la vista de Rocío. Se perdió por las escaleras ante la desconcertada mirada del gallego.
Nico se rascó la cabeza y encogiendo sus hombros, fue hasta la cocina donde se encontró a su compañero Pedri que se comía un plátano.
- Buenos días, canario -le dio Nico abriendo la nevera.
- Buenos días. ¿Esos eran Ferrán y su novia?
- Los mismos. Se han subido arriba -le contestó él soltando una pequeña carcajada.
- Nunca lo había visto así, a Ferrán digo -le confesó Pedri. Nico se sentó en un taburete a su lado bebiendo despacio de su vaso.
- ¿Así cómo?
- De feliz.
- Bueno, tú lo conoces más que yo. Pero, te doy la razón. La cabrona de Rosalía lo tenía amargado. Y se nota que Rocío es de otra manera.
- Y bastante. Está estudiando periodismo. Le he dicho que si alguna vez tiene que entrevistar a alguien, que me llame sin problema.
- Me cae bien, Pedri -le dijo Nico a lo que el canario asintió también.
- A mi también. A ver si por lo menos Rosalía lo deja en paz de una puta vez.
- Algo trama con Collado. Esos dos me dan miedo. No sé porqué coño han venido -le dijo Nico terminando de beberse su vaso de leche.
- Para dar por culo, tío.
- Pues con Ferrán lo lleva claro. Pasa de ella como de la mierda, pero se ve que no se da por aludida.
- Bueno, que le sirva este finde para darse cuenta de que el tren de Ferrán, ya partió hace mucho tiempo.
- Lo mismo el tren descarrila -dijo Rosalía entrando en la cocina. No había escuchado toda la conversación pero, lo que había escuchado la había cabreado.
- Escuchar conversaciones ajenas es de mala educación -le dijo Pedri bastante serio. Era la hija de su entrenador, pero, era una hija de puta.
- ¿Y hablar mal de alguien sin estar delante no lo es?
- Es decir la verdad, Rosalía -le contestó Nico poniéndose en pie- anda, cállate, que anoche vi a Collado entrar en tu cuarto y bien calladito que te lo tienes. No me busques las cosquillas y deja a Ferrán en paz.
- ¿O qué?
De pronto se escucharon ruidos en la parte de arriba y el golpeteo rítmico de un mueble. Pedri y Nico empezaron a reír y salieron de la cocina dejando a Rosalía desconcertada.
- Arriba tienes la respuesta -le dijo Nico señalando hacia los sonidos de la joven pareja que ajenos a todo, se dejaban llevar por la pasión y hacían el amor encima de una de las cómodas de la habitación. Pedri le dio una última mirada antes de seguir a su amigo fuera de la casa
- Parece que Ferrán te ha olvidado del todo .
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