13. Yo Nunca
Habían tardado muy poco Rocío y Ferrán en llegar a la casa y encerrarse en su habitación. Ella, tal y como le prometió, luciendo un corto pijama de algodón con dibujos de Kitty, que al valenciano le pareció tremendamente sexy, no pudiendo quitar su vista de sus piernas, las cuales había cruzado una vez que los dos se sentaron en la cama.
Él, solamente su pantalón corto de dormir, ofreciéndole a Rocio una espectacular vista de sus marcadas abdominales.
Lo que le pasaba con la malagueña, no le había nunca con nadie. Habían cogido la confianza entre ellos bastante pronto, debido también a las circunstancias que los rodeaban. Pero es que con Rocio todo era muy fácil. Y le encantaba estar con ella. Y besarla, aún más. Adoraba esos besos. La forma como ella se entregaba y como respondía a las caricias que los acompañaban. Era tan diferente a las chicas con las que había estado.
-Yo nunca le he mirado las tetas a otra chica estando con mi novia -Ferrán alzó sus cejas ante la pregunta de Rocío quien río al ver su rostro algo sonrosado. Le dio el chico un trago a la botella de champán y se la pasó a la morena.
- Aunque no quiera, a veces es inevitable, Rocio -le explicó él.
- Pero eso está muy feo, Ferrán.
- Se hace con discreción. Hay algunas que te las ponen en la boca para que las mires y otras que te gusta mirarlas.
- ¿A mi también me la has mirado? - le preguntó ella con una provocativas sonrisa, la cual, tenía perdido al chico.
- ¡Pues claro! -le respondió él haciéndose el ofendido por una respuesta que era muy evidente. Rocio le dio una palmada en el muslo y cogió la botella para beber. Él se lo impidió poniendo su mano sobre ella.
- ¿Y tú? ¿Me has mirado el culo?
- El culo y lo que no es el culo, Ferrán.
Rocio empezó a reír viendo la cara sorprendida del valenciano. Se mojó los labios y le pegó un trago a la botella. Les quedaba menos de la mitad y mucho se temía que se la iban a acabar entera pues a cada pregunta, le daban ambos un buen sorbo al líquido dorado.
El jugar a esto, fue idea de Ferrán, pues deseaba conocer a la chica un poco mejor y era la única forma que se le ocurrió de saber otras cosas más interesantes de Rocio. Llevaban un rato haciéndose preguntas cada vez más subidas de tono. No podían dejar de mirarse, asumiendo ambos que estaba pasando algo más entre ellos, y que llegado el momento, deberían dar ese paso y dejarse llevar si es que lo deseaban.
- Joder, que calor tengo - dijo Rocio haciéndose aire con la mano pues su mirada se desviaba al fornido cuerpo del valenciano y el alcohol ingerido la estaba provocando a tener visiones de ambos juntos, desnudos y haciendo muchas cosas en esa cama.
- Quítate el pijama si estás más cómoda -le propuso él formando una traviesa sonrisa en su rostro.
- Eso es lo que tú quisieras, nene.
- Pues si, para que engañarnos.
El rubor subió hacia las mejillas de Rocio sin ningún tipo de control. Ferrán la ponía nerviosa. Muy nerviosa. Y que él la mirara con esa intensidad, no ayudaba para nada a tranquilizarse. El aire de la habitación, a pesar de tener el balcón abierto, estaba demasiado cargado. El deseo se estaba abriendo paso entre ellos y era cuestión de tiempo que sucumbieran.
Ferrán le quito la botella a Rocío para formular él su pregunta. Estaba casi tan nervioso como ella y a pesar de lo mucho que deseaba que estuvieran juntos, por nada del mundo quería hacer algo que estropeara esto que tenían.
- Yo nunca he dormido con alguien sin hacer nada y haberle querido hacer de todo -Ferran le dio un buen trago a la botella ante la atenta mirada de Rocío, quien entendió que sus palabras iban dirigidas a ella.
En cuanto él terminó, ella le tendió la mano para beber ella también. Sus dedos se rozaron al cambiar el champán de manos, y cuando ella le dio un trago al líquido amarillo, Ferrán sintió que ya estaba casi todo dicho entre ellos.
- Yo nunca he deseado al nieto del ligue de mi abuela - dijo esta vez Rocío mirando fijamente a Ferrán, el cual tenía la mirada fija en sus labios, esos que ya deseaba besar, anhelando tener también a su dueña entre sus brazos.
- Yo nunca he deseado más que besos con esa nieta.
Ninguno de los dos quería beber ya de esa condenada botella. Ninguno quería ya jugar porque lo suyo dejo de ser un juego hace tiempo. Ferrán le quito el champan de las manos y lo puso encima de una de las mesitas.
La miró relamiendo sus labios y acortó la distancia que los separaba. Ella sintió su corazón golpetear rítmicamente en su pecho nerviosa por lo que sucediera después.
- Ferrán -le llamó ella pronunciando su nombre de una forma bastante lenta.
- Dime.
- Quiero más que besos.
Ferrán le dio una suave sonrisa. Se acercó aún más a ella rozando su nariz con la suya. Rocío tenía los labios entreabiertos esperando ese beso que lo cambiaría todo entre ellos, porque los que se habían dado antes eran para probarse, y el de ahora, sería para dejarse llevar.
Ferrán puso una de sus manos en su cuello y tiro suavemente de el. Sus labios hicieron contacto y una explosión los atravesó a ambos. Sus labios se movían al compás uno del otro sin querer abandonar la boca ajena.
Ferrán la tumbó despacio hasta que su espalda quedó en el colchón. Repasó sus mejillas con la punta de sus dedos y besó cada parte de la piel desnuda de su cuello. Pequeños gemidos salían de la boca de Rocío cada vez que su lengua hacia contacto con su cuerpo.
- Rocío, no te he dicho que me encantas -le susurró él al oído, haciendo sonreír a la chica.
- No, no lo has dicho, pero tú a mi me gustas mucho, Ferrán
Ella curvó su boca en una bella sonrisa. Le buscó los labios y esta vez su beso fue más desesperado e impetuoso. La intensidad de los besos subió aún más la temperatura de la habitación. Sus cuerpos estaban ya demasiado calientes y necesitados el uno del otro. Era irremediable lo que iba a pasar entre ellos. Algo buscado por ambos.
Ferrán la ayudó a liberarse de su ropa, igual que ella hizo con él. Cuando estuvieron desnudos ambos se miraron descubriéndose por primera vez, y deseando alargar ese momento para siempre.
Después de ponerse un preservativo, Ferrán se colocó entre sus piernas y con mucho cuidado de no aplastarla, entró lentamente en ella siendo recibido por la calidez de su interior.
Ferrán echó su cabeza hacia atrás y apretó sus dientes. Era demasiado bueno. Demasiado perfecto. El cuerpo de ella lo era. Hecho para él.
Rocío recibía sus lentos movimientos agarrada a sus hombros y disfrutando de cada vaivén de caderas. Jamás se había sentido así de bien con nadie. Así de cómoda, y sintiendo que su cuerpo y toda ella pertenecían a Ferrán.
Cuando los dos alcanzaron la cima del placer, cayeron rendidos uno encima del otro intentando recuperar la respiración.
Ferrán acarició su espalda desnuda muy despacio. Se sintió pleno. Feliz. Mejor que en toda su vida.
- Rocío, ¿estás bien? -le preguntó él preocupado por si en algún momento ella no se había sentido muy cómoda.
- De maravilla. Ha sido increíble, Ferrán.
- Para mí también lo ha sido.
Rocío elevó su cabeza para buscar sus labios. Esos que tantos dulces besos le habían dado. Los rozó una y otra vez para después rozar su nariz con la suya en un tierno gesto.
- Ferrán, ya te queda un día menos para enamorarte de mi.
Ferrán sonrío sin que ella lo viera. Mucho se temía que le iban a sobrar días para enamorarse de Rocío.
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