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Cuan quedo eres niño piensas que vivir en un circo viajando va a ser algo fantástico; que no necesitas ir a la escuela y puedes conocer muchos sitios nuevos e interesantes. ¡Todo es maravilloso!

Pero al cabo de un rato seguramente lo vas acabar odiando.

Pues justamente eso paso con Cuza Ackerman, un encantador niño de ojos dorados y pelo azabache... sus padres al ser estrellas de un importante circo que iba a todas partes del mundo hicieron del niño un pequeño nómada, y todo estaba perfecto pues conocía lugares nuevos... pero sin un amigo.

Los niños necesitan de otros niños para poder desarrollar algunos hábitos que les harán bien al crecer, y Cuza no tenía ningún amigo alrededor... era un poco solitaria la vida a veces aún estando acompañado.

Pero un día... sus padres decidieron darle un regalo.

Era una pequeña cacatúa blanca de plumas brillantes.

"Es un ser vivo, no es un juguete".

Por lo menos el menor tenía consciencia de ello, el criarse en un lugar rodeado de animales le hizo ser más empático con estos.

Pero, su pequeña ave se había convertido de cierto modo, en su mejor amigo.

Poco a poco Carl, como le llamo Cuza dejo ver la inteligencia propia de su especie, ya que el niño se dio cuenta de que el ave podía retener algunas palabras y de ese modo le enseño a hablar.

— Eres mi mejor amigo.— Sonrió Cuza.

— Mi mejor amigo, mi mejor amigo.— Graznó Carl alegremente.

Hizo hizo sonreír al infante.

Varias semanas después a la compañía llegó una pareja de magos, la cuál tenían un pequeño niño de la misma edad de Cuza.

— Podrán jugar juntos —había sonreído la madre del menor—, Cuza, vamos hijo, preséntate.

— Soy Cuza Ackerman —finalmente habló con timidez—, el es Carl...—Presentó a su ave.

— Soy Clio...—Tambien con una sonrisa el niño se presentó.

Todo se veía tan bien... de no ser porque Clio asustaba bastante a Cuza con sus juegos y el decirse ser un vampiro y su personalidad extravagante no ayudaba ni un poco.

Pero eso no importaba, Clio demostraba con el paso de los años ser un buen amigo que estaba ahí en las buenas, en las malas... y en las peores.

Aquella mañana Carl amaneció enfermo, durante todo el día no quería comer ni revolotear y pasaba el tiempo solamente acostado.

— No se siente muy bien.

Cuza preocupado se acercó a su madre.

— Habrá que llevarlo al veterinario...

Clio había escuchado ello y también quiso acompañarlos, pero Carl en todo el transcurso del viaje seguía sin mejorar, al contrario.

Los ánimos tras la consulta no mejoraron.

— Debió ingerir algo que le hizo daño —expresó el médico—, vamos a tenerlo en observación pero...

— ¿Pero? —el señor Ackerman lo vio preocupado.

Las miradas después de que hablo el médico preocuparon más a ambos menores, a Cuza sobretodo.

"Deben de prepararse para lo peor".

Cuza se sentía verdaderamente culpable... posiblemente su amigo comió algo sin que se diera cuenta: comida en mal estado o peor aún, veneno... Esos pensamientos lo mortificaban demasiado aún llegando a casa.

— Tranquilo, todo está bien —Clio lo abrazó para consolarlo—. Todo estará bien —había repetido.

Esa misma tarde el teléfono sonó y la expresión de la señora Ackerman no fue muy buena... Cuza sentía el corazón encogerse con cada instante en qué volvían al centro veterinario.

Las cosas no salieron bien y para evitarle más sufrimiento a Carl habría que ponerlo a dormir.

Cuza se mantuvo junto a su pequeño amigo en todo momento.

— Te quiero... —entre lágrimas Cuza murmuró sujetando a su ave.

— Te... quiero... —habían sido también las últimas palabras de Carl después de cerrar los ojitos.

Dicen que la muerte de una mascota duele como si fuera la de un familiar cercano, algunos piensan que es algo fácil de superar pero la verdad es que no... Pues muchos tienen a sus mascotas como única compañía así como también su único amigo. Y en el caso de un niño, el sentimiento de perdida es irreparable y también debe de llevar un proceso de duelo que se debe de entender y respetar dando igual cariño y consuelo.

Cuza estaba sentado bajo la sombra de un árbol, tenía una pequeña cajita metálica con un grabado en forma de ala con detalles verdosos y amarillos. Eran las cenizas de Carl. Clio lo observaba metros más allá, sus padres le dijeron que el pequeño azabache iba a necesitar mucho de su apoyo, cariño y comprensión.

Y aunque pasaron un par de meses y el ánimo de Cuza había mejorado todavía tenía una sombra de tristeza en su mirada.

Clio había decidido hacer algo por su mejor amigo por lo que se puso a investigar algunas cosas dando con una idea en internet. Le pidió ayuda a alguien para conseguir un par de cosas y puso manos a la obra.

Ese 27 de Octubre, el niño vampiro le habló a su amigo, Cuza no entendió muy bien que quería, aún así lo siguió.

— ¿A dónde vamos? —su carita dejaba ver la incertidumbre.

— Ya verás.

Clio lo llevo al interior de una carpa, a lo lejos Cuza noto algo pero una vez que llegaron hasta ahí le vio forma.

Era un banco de dos niveles que estaba decorado con telas de colores, unas flores, un par de velas... El azabache ya se estaba asustando con las velas, pensaba que sería uno de los rituales raros de Clio...

— Te hice esto, bueno, me faltan unas cosas —Dijo con una sonrisa mostrando los colmillos—, es para Carl.

— ¿Eh? —Cuza se sorprendió.

En pocas palabras, Clio le contó que existe una tradición que dice que, las mascotas que fallecieron los visitan el 27 de Octubre, y que pueden recordarlos mediante una pequeña ofrenda con su fotografía y la comida favorita de la mascota.

— Eres mi mejor amigo, Cuza, quiero verte feliz... Y Carl también.

Ante ello Cuza sonrió entre lágrimas y lo abrazó.

Había ido por la cajita y una fotografía de Carl para ponerla en la Ofrenda.

— Te extraño mucho, pero, estás en un lugar mejor y se que eres feliz.

Cuza sonrió viendo la ofrenda, había sido un bonito detalle de Clio y ello le estaba ayudando a llevar su duelo.  

Eso hizo sonreír a Clio que inclusive se había sorprendido al notar una pequeña sombra azul poco visible sobre el hombro de Cuza.

Sonrió al entender de quién se trataba.

FIN

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27 De Octubre.

La noche del 27 de octubre se coloca la primera ofrenda y esta va dirigida a las mascotas que partieron a otras dimensiones. Esta noche los perritos, gatos y las mascotas en general pueden regresar a casa a degustar de sus alimentos preferidos.

La ofrenda a las mascotas es en honor a las almas que regresan del más allá, para recordar y convivir una noche con sus dueños. En los altares para los amigos de los humanos se puede colocar una fotografía de la mascota que falleció, un vaso o trasto de agua, los juguetes favoritos y la comida preferida.