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RECUERDA MI NOMBRE

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«Bien, Elsa, tienes a un hombre de cinco centímetros más alto que tú con intenciones de dañar tu bello rostro. ¿Qué vas a hacer? Ah no, espera. ¿Qué debo hacer?». Era obvio que Kristoff se molestaría por haberme acercado con esas "intenciones" a Anna. La pregunta exacta aquí era: ¿Por qué no me intimidaba?

Él obviamente era más fuerte que mi persona, pero aun así eso no me causaba algún temor. Me sentía tranquila; mis emociones estaban tranquilas también y muy profundamente conocía el porqué.

Escuché como el volumen de la música era disminuida y la atención de las personas se dirigían a nosotros. Anna me miraba con culpabilidad y disculpa. Sin embargo mi vista fue opacada nuevamente por el hombre que me miraba fijamente con sus brazos cruzados y el ceño arrugado.

Antes de responder, le di tranquilinamente un sorbo a mi jugo.

—Hablábamos —respondí con normalidad, no importándome en absoluto que su entrecejo se frunciera aún más ante esa contestación que contenía una pisca de desinterés.

Mi mirada era seria; demasiada seria. No había ningún rastro de aburrimiento por escuchar a un hombre sin cerebro o sentido común. Muy internamente me sentía más fuerte que él; muy internamente sabía de donde provenía esa actitud que estaba optando; y muy internamente estaba segura que, si algo llegaba a sucederme lo pagaría demasiado caro. Sin embargo, quité de inmediato esa última idea que me pareció absurda y me concentré en él.

—No te quiero ver cerca de ella.

—¿Acaso está prohibido de que ella haga amigos? No veo ningún cartel que lo impida —solté con un poco de burla, haciendo comparación a unos carteles en la playa que decían que no podías nadar de noche por los peligrosos animales que había a esas horas.

Silencio. El fortachón no dejó de observarme en ningún momento, y yo tampoco. Era una batalla de miradas y el que la desviara obviamente perdería.

—¿Te crees muy gracioso? Yo puedo decirle a mi novia con quien puede estar y con quien no.

—Que manipulador. Con razón eres el novio número uno del año —dije con claro sarcasmo.

Una sonrisa curva apareció en mis labios al notar su enojo incrementar, aproveché esa oportunidad para seguir hablando, aunque sabía que no debía continuar. Simplemente... me dejé llevar.

—Las personas que creen tener poder sobre los demás por sólo poseer fuerza física, me disgustan. Puedo apostar que tienes una deficiencia tan grande de materia gris que seguramente flotas.

No giré mi mirada a observar las expresiones de sorpresa de las demás personas que nos miraban, porque sabía que las tenían. Y por un momento, mi mente imaginó a mi padre a mi lado.

La mirada que poseía, seguramente era la que había visto en algunas veces en él cuando hablaba con personas que intentaban hacerlo decaer.

Y al descubrir ese dato me molesté y deseé enseguida desquitarme con el hombre que tenía ante mis ojos.

—No me hagas golpearte justo ahora. Te lo estoy advirtiendo.

Arqueé una ceja y bebí nuevamente de mi jugo con motivos de burlarme de sus intenciones.

—Kristoff, por favor basta —pidió Anna, pero su novio la ignoró como posiblemente suele hacer.

—¿Mis palabras te arden tanto como para recurrir a la violencia? ¿Así es como arreglas las cosas?

—Ya he hablado contigo y no entiendes.

—Sé que es molesto cuando eso pasa, pero te aconsejo que cuando vayas a pedir algo sea de una manera tranquila y no con esa expresión y tonalidad que tuviste en el momento de dirigirte hacía mí. ¿Alguien te dijo alguna vez que eres una persona increíblemente promedia?

Me reí ligeramente, y al querer dar otro sorbo a mi vaso Kristoff lo mandó muy lejos de un solo golpe lastimándome al hacerlo, pero de inmediato lo ignoré. Me limité a ver mi vaso en la arena y luego posar mi mirada neutra nuevamente a él.

—¿Enserio harás un espectáculo en este momento y en este día? —cuestioné un poco disgustada.

—¿Te crees muy gracioso? ¿Muy lindo? ¿acaso?

—Lo soy. —Sonreí—. ¿Alguna vez también te han dicho que eres una persona extremadamente básica? Ni insultar sabes hacer.

—¡¿Alguna vez te han dicho como cerrar la puta boca?!

—¡Hola, Kristoff! —interrumpió Moana con una sonrisa incomoda colocando sus manos en mis hombros—. Veo que ya conociste a Elson.

«¿Elson?», analicé confusa. El rostro de Kristoff se relajó y su respiración igual. El hombre se había exaltado por mis palabras y eso sólo me hacía pensar lo tan vacío que estaba su cerebro; y en lo tan cerrado que también se encontraba.

—¿Elson por qué no me acompañas a ordenar mis regalos?

Miré a Moana y sonreí con amabilidad.

—Por supuesto, pero antes me gustaría acabar de charlar con este buen hombre.

—Elson... —llamó entre dientes.

—Lo siento, pero quiero dejar las cosas con claridad para que no se desquite con su novia después. —Giré a ver a Kristoff con una expresión más suave—. No es mi intención acercarme de más a Anna, simplemente me pareció una buena persona a simple vista. Por cierto, te doy mis: ¡Felicitaciones! Porque acabas de darte cuenta que armaste un drama por nada.

Moana se dio un golpe en la frente. «Eso debería apaciguar un poco las cosas, creo». Dirigí mi mirada hacía Anna y le sonreí.

—Tranquila, todos podemos actuar como estúpidos algunas veces. —Miré a Kristoff—. No lo tomes a pecho, mira el lado positivo de esta conversación, nunca podrás morirte de un derrame cerebral por la poca inteligencia que cabe en tu cabeza.

Kristoff me miró indignado, y su enojo que se había "calmado" anteriormente empezó a incrementar otra vez. Agarré un corazón de chocolate y lo introduje en mi boca antes de retirarme para "ayudar" a Moana con sus regalos. Sin embargo, un agarre bastante firme en el cuello de mi camisa me detuvo al instante y unas palabras que me fueron dichas hace mucho tiempo cruzaron por mi mente.

"Eres una Arendelle. Nunca te dejaras doblegar por nadie".

—¿Estás seguro de que quieres continuar? Estás haciendo sentir mal a tu novia.

—Eres muy parlanchín. Alguien debe enseñarte a que dejes de soltar tantas estupideces.

—Entonces me estás diciendo que no te interesa como haces sentir a la persona que supuestamente amas con el fin de que cumplas el propósito absurdo que creaste en tu cabeza vacía.

Moana: Kristoff, detente, por favor.

Tiana: Suéltalo —amenazó acercándose a mi posición.

Ariel, Rapunzel y Mérida se aproximaron también.

—¿Qué sucede, hombre? ¿Unas mujeres tienen que defenderte?

—No es necesario que ellas se interpongan. —Las miré, ganándome una expresión confusa de Tiana—. Pero si desean hacerlo no me opondré: porque recibir ayuda de personas que no conoces es un buen acto de bondad y valentía —dije mirando de reojo a Anna que se había quedado estática en su lugar—. Además, estamos en una fiesta de cumpleaños —acoté.

Kristoff bufó y me soltó, creando alivió en las personas que nos observaban.

—Espero no verte otra vez.

—El sentimiento es mutuo —concluí sin mirarlo y caminé tranquilamente hacía la mesa de regalos. Las chicas me siguieron dedicándole posiblemente miradas molestas al fortachón.

Deseaba irme, pero no quería complacer al Kristoff de no verme el resto de la fiesta o lo que quedaba de su vida. Tenía un orgullo bastante grande e inquebrantable en esas cosas y estaba más que entendido esa parte porque lo demostré frente a una multitud que incluía a Hans. Sin embargo él no me reconoció, y agradecí que no se interpusiera o hubiera tenido una conversación con dos idiotas causándome mucho aburrimiento; tampoco deseaba tener un desgaste mental intentando que ellos entendieran mis insultos.

En ningún momento sentí miedo; en ningún momento enseñé timidez. Kristoff nunca me intimidó desde un comienzo. Me sentía bastante orgullosa de haber permanecido firme, y para nada me arrepentía de mis palabras.

Jazmín: ¡¿En que estabas pensando?!

Mulán: Pudo haberte lastimado —incluyó.

Ariel: Suerte no pasó nada.

Tiana: Le hubiera roto una pierna si la hubiera tocado.

Me reí un poco con la vista perdida en la arena.

Mérida: ¿Y qué fue esa mirada?

«¿Mirada?» Levanté la cabeza y las observé con asombro.

Bella: Cierto, nunca te había visto tan... seria.

«Esa mirada...» La recordaba... claramente. Mi pecho se apretó súbitamente y nuevamente estaban esas palabras rondando por mi cabeza.

"Eres una Arendelle. Nunca te dejaras doblegar por nadie".

«No. No soy una Arendelle. Soy una Menzel. Soy Elsa Menzel», traté de convencerme sintiendo cada vez más mi pecho apretado.

Moana: ¿Estás bien? Estás sudando.

Rapunzel: Y tiemblas.

Tiana: Elsa... —susurró acercándose.

Tragué pesadamente tratando de olvidar esas palabras; especialmente esa voz... autoritaria.

—Hablemos después —avisé para luego alejarme e ir a pedir otro vaso de jugo.

«El frio me calmará. Necesito algo bien frio».

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En esa noche no había podido ni conseguir el número telefónico de Anna. Me sentía un poco frustrada y molesta por lo ocurrido hace aproximadamente dos horas. La fiesta no parecía acabar todavía y, honestamente estaba empezando a sentirme aún más cansada de ser adulada por varias mujeres y establecer una conversación con ellas sin tener intenciones más allá de eso. No obstante, era obvio que querían algo más, y cuando se dieron cuenta que no les daría algún pase, se fueron.

Me encontraba ahora sentada cerca de la mesa de los aperitivos. Estaba llenándome el estómago de chocolate mientras veía a los demás disfrutar de la fiesta. Sinceramente deseaba irme, pero aún no quería darle el gusto al Kristoff de no verme o no tirarle una que otra mirada a Anna, provocando un sonrojo en sus mejillas pecosas. Para mi suerte, el fortachón no se daba cuenta cuando hacíamos contacto visual. Sin embargo, también me cansé de eso.

Hace unos minutos atrás me sentía abrumada con lo que pasó por mi mente en ese instante de la "pelea" verbal que tuve con Kristoff. Me puse a analizar lo ocurrido y me maldije al recordar ese tipo de cosas en ese preciso momento. Normalmente era de recordarlo estando en casa o a punto de dormirme, pero no así.

Mi padre trataba de ser eso: un padre, aunque le dijera palabras dolientes o lo ignorara por su gran tardía de, una vez cada dos meses, visitarme en trece largos años de mi vida que la pasaba encerrada en mi habitación cumpliendo con mis responsabilidades como la heredera de la empresa de negocios "RedSea".

Probablemente en esos sietes años que había estado separada de él, había conseguido a una nueva esposa y tenido a un hijo e hija que tomara el puesto que abandoné. No tenía por qué preocuparme, ¿verdad?

Era lógico que eso pasaría. Agnarr no me necesitaría más y yo podría seguir con mi vida actual. La tranquilidad era lo que más deseaba y por fin... la había obtenido después de tanto tiempo, aunque ahora mismo nunca imaginé enfrascarme en un plan donde me tuviera que hacer pasar por un hombre.

Tiana: ¿Aburrida?

—Demasiado —susurré desenvolviendo otro chocolate de su envoltura.

Tiana: ¿Estás bien? Cuando te fuiste...

—Estoy bien —interrumpí, no queriendo dar alguna explicación.

Tiana: Podemos hablar de eso si quieres.

«Ojalá pudiéramos», pensé con tristeza. Nunca había hablado con alguien acerca de lo que pasé en esos trece años. Me lastimaba a mí misma para desahogarme; estaba totalmente sola en una mansión donde sólo se encontraban los sirvientes. Y jamás vi las caras de los amigos empresarios de mi padre, ni siquiera de su familia.

No quería hacer contacto con nadie después de que me propusiera en llevar a cabo ese plan; nadie debía reconocerme cuando saliera de ese hogar.

—Anna parece estar pasándola bien —solté sin pensar, estando un poco molesta por ese dato, pero aliviada de que Kristoff no se desquitara con ella por nuestra "agradable" conversación.

Tiana: Vine para decirte que le vayas a pedir el numero o la invites a salir. Moana no dejará que el plan se estropeé por esa "pequeñita" pelea que tuvieron.

Arqueé una ceja, mirándola con extrañes.

—¿Cómo haré eso? —pregunté, refiriéndome a que Kristoff había estado como un perro guardián toda la fiesta.

Tiana hizo una seña con sus ojos para que volteara a ver a Kristoff ser arrastrado por Moana, Jazmín, Mulán y Mérida para lo que parecía ser una sección de fotos.

Tiana: Es tu oportunidad.

«Lo es». Me levanté de mi asiento y me aproximé a la mesa donde se encontraba un cuaderno con una pluma para que los invitados escriban sus bellas palabras dirigidos a la cumpleañera.

Seguidamente apunté mi número telefónico y arranqué el trozo de papel. Me acerqué a Anna que se había distanciado de los amigos de Kristoff cuando él se fue. Anna me observó acercarme e hizo una mueca de inseguridad y curiosidad.

Le sonreí con confianza y tomé su mano con delicadeza.

—No eres de las personas que se rinden con facilidad.

—Puedo apostar que estás igual de interesa en conocerme. —Guiñé mi ojo derecho y dejé el pedazo de hoja en su palma—. Espero recuerdes mi nombre —finalicé, para después retirarme.

«Y espero tu mensaje».

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Fin del Cap. 7 (Recuerda mi nombre)

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