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UN PASO A LA VEZ

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Elsa Menzel Pov

«¡La asuste otra vez, la asuste otra vez, la asuste otra vez, la asuste otra vez! No debí haber hecho eso. No debí ni plantearme en hacer eso. ¡Soy una estúpida!» Lo era. Y mirarme en el espejo no estaba ayudando. «Cálmate, Elsa. Simplemente fue un movimiento demasiado precipitado y pronto.» Y tenía razón. No conocía mucho a Anna y parecía ser de esas personas que le gustaba llevar las cosas con lentitud. Sin embargo... sí era así, significaba que necesitaría más de un mes para llegar a... «¡No lo sé!»

No sabía que debía hacer exactamente. Debí haberme negado más en aceptar dicho "plan bien planificado". Ahora estaba sufriendo de vergüenza y nervios. ¿Y cómo no tenerlos? Cuando Anna era una chica hermosa que, claramente, se encontraba interesada en conocerme.

Suspiré, agaché mi cabeza y apoyé mis manos en los lados del lavamanos.

Lo peor era que me hallaba en nuestra segunda "cita", donde me había ido con la excusa de que necesitaba ir al baño. Mi cabeza era un total desastre y no sabía que hacer correctamente. ¿Qué proseguía cuando conociera toda su historia? No podía decirle: "He sido mujer todo este tiempo. Me hice pasar por un hombre por petición de tus amigas para que te dieras cuentas de que hay más personas interesadas en ti, y no sólo el estúpido que tienes como novio."

¡Por supuesto que no podía decirle eso! ¡Mientras más me involucraba en esa situación, más frustrada me sentía!

—Oye —llamó alguien a mi lado.

La giré a ver con una ceja levantada.

—Creo que te confundiste de baño —dijo ella, mirándome con el ceño fruncido.

La miré con indignación, pero luego entré en cuenta de mi posición e inmediatamente me avergoncé por el sentir de las miradas en mi persona y por mi descuido. No volteé a verlas y nuevamente regresé mi mirada al lavamanos.

—Discúlpame —musité en mi voz "masculina" y cerré fuertemente mis parpados.

En verdad, me estaba constando seguir una conversación tranquila con Anna. Sus ojos mirándome con emoción cuando contaba algo que le gustaba, me estaba llenando de curiosidad. Además, su vida privada me empezó a interesar demasiado luego de haber descubierto esos detalles que sus amigas no sabían.

Sin embargo, era simplemente incomodidad que sentía. Nada más.

—¿Estás bien? —volvió a hablar de nuevo la persona que me hizo percatarme de que estaba en el baño de mujeres y, supuestamente era un "hombre".

La observé otra vez, pero de reojo con una expresión levemente cansada. Ella sonrió y nuevamente sufrí de un pequeño "gay panic". Mis mejillas se acaloraron y rápidamente giré mi cabeza hacia el lado contrario. «No puedo sonrojarme cada vez que veo la sonrisa de una chica bonita. Cálmate, Elsa. Esto antes no te pasaba. Contrólate», me reproché.

—¿Vienes con la chica pelirroja?

De nuevo, mis ojos se posaron en ella.

—Pareces nervioso.

Hice una mueca.

—¿Cómo...?

—Eres lindo —interrumpió—. No puedo dejar pasar en alto a chicos lindos. Y esa chica, tiene suerte.

Exhalé y retomé mi postura firme.

—La belleza no es todo, señorita —dije cordialmente.

—Lo es —me corrigió con seguridad—. Cuando conoces a una persona lo primero en lo que te fijas es en su físico. No en su corazón. Es importante conservar la apariencia y mantener una buena salud —explicó con naturalidad.

De nuevo levanté una ceja. «¿Cuál era el propósito de la conversación?» Se me había olvidado por qué habíamos empezado a hablar. Ella rio al verme desconcertada.

—Déjate llevar —aconsejó—. Y trata de no confundirte otra vez. Las mujeres aquí te comen con los ojos, e incluyéndome —acotó con un giño y procedió a retirarse.

Analicé sus palabras y me miré en el espejo descubriendo como algunas de las mujeres me observaban con asombro y otras con molestia. Nuevamente suspiré y bajé la cabeza. «Dejarme llevar...» Eso... no sonaba como una buena idea, pero nada perdía en intentarlo. Simplemente debía estar consciente de que era... Bueno, en ese momento, un hombre.

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—Lamento la demora —dije a la vez que tomaba asiento frente a ella.

—Descuida. Mira. —Anna señaló la televisión del lugar que mostraba una noticia.

Levanté la cabeza y presté atención.

—¡Agnarr Arendelle ha subido al puesto número dos de las personas más ricas del país!

«Oh no...» Parecía que cada vez que intentaba olvidarme de él o simplemente no saber nada de él, el mundo se giraba en mi contra y me lo ponía exactamente en mi cara. Pero debía comprender que, mientras más reconocido se hacía, más aparecería. Y yo, trataba de saltarme alguna red social de noticiero, periodismo o el mismo periódico, y televisión por ese mismo motivo.

—El primero es Jack Johnson —dijo Anna—. Es impresionante como las personas pueden llegar a ese estatus tan... alto. Parecen inalcanzable.

Fruncí el ceño y observé mi plato.

—No lo son —declaré, y agarré mi cuchara y el Kétchup—. Las personas como ellos son demasiados egoístas.

—Bueno... para llegar a la cima uno necesita serlo.

«Pero no tanto», pensé y tragué saliva recordando... cómo ese hombre me había abandonado después de la muerte de mi madre; como también la había dejado a ella luego de enterarse de su enfermedad. «Agnarr...» Lo odiaba.

—¿Estás bien?

Yo asentí.

—Entonces... ¿Puedes...? —preguntó señalando lo que sostenía en mi mano derecha.

Pude alcanzar a ver su dedo apuntando mi mano, y cuando dirigí mi mirada a ese sitio salí de mi pequeño trance de enojo. Mi mano estaba estrujando con fuerza el Kétchup. Para mi suerte no lo había hecho explotar y agradecí de que eso no sucediera.

—Lo siento —susurré y lo dejé a un lado.

«Concéntrate. Concéntrate. Concéntrate», me repliqué. Seguidamente suspiré calmando mis emociones nacidas por ese vago recuerdo que debí haber superado tiempo atrás, pero que aún vivían esos sentimientos en mi corazón y, claramente, los recuerdos en mi mente. No lo negaba. Los aceptaba e intentaba enfocarme en mi presente.

Mi presente era lo que importaba. No mi pasado. Además, tenía una nueva vida y él no se entrometería. No lo dejaría si lo intentara.

—¿Estabas hablándome de lo deportista que eras? ¿verdad? —incité para empezar la conversación previa.

Anna sonrió y asintió ligeramente como una niña emocionada. Admitía que, era tierno cuando se ponía de esa manera.

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Tercera cita

«¿Las cosas están mejorando? ¿cierto?». Exhalé con fuerza observando el techo de mi habitación. No tenía ganas de levantarme y asistir al lugar donde había quedado con Anna la semana pasada luego de despedirnos. La verdad, no podía creer que mi mente hubiera recordado esa quedada, ya que la tenía llena del trabajo correspondiente que dejé en mi escritorio de trabajo.

Me volteé hacia un lado pensando... en que debía decir ese día. La "cita" anterior no había salido nada mal, quitando el hecho de que casi hago que el Kétchup explotara.

Anna repitió nuevamente que, le gustaban muchos los perros y dijo que visitaba un parque cercano de mascotas sólo para ir a verlos. Eso fue bastante conmovedor a mi parecer, pero se me hacía extraño que no pudiera tener uno en el lugar donde se hospedaba. «¿Tal vez Kristoff no quiere animales, aunque tener uno haría muy feliz a su novia? ¿no? Pero, ¿Eso le importa a él?». No lo sabía.

Eso me hacía preguntarme a veces... ¿Qué clase de persona era Kristoff para haber conquistado a Anna en primer lugar? ¿Por qué cambio de repente? Bueno, esas preguntas las respondieron sus amigas aquel día donde me propusieron pasarme por un hombre y llamar el interés de Anna. Sin embargo, yo quería saber la respuesta de la novia del novio.

No obstante, yo tenía una. La mala influencia era bastante... controladora. Y más si venía de alguien que apreciabas. Pero siempre pensaba que las personas debían tener algún limite que no les permitiera hacer cosas en contra de su voluntad o, en otras palabras, no escuchar "consejos" o, simplemente "palabras" de personas que tenían la vida hecha un asco.

Y Hans era uno de esos. Ese hombre parecía no tolerar que otros tuvieran esa "paz" en su círculo existencial. Para mi suerte nunca conviví con él, aunque intentó conseguirme de una manera romántica de la cual no estaba interesada. Y si hubiera sido una mujer, igualmente la rechazaría por su personalidad y mentalidad.

Suspiré y nuevamente me posicioné para mirar el techo.

Retomando de nuevo lo sucedido en la segunda "cita" con Anna, no descubrí grandes cosas. En el pasado ella era una de las mejores porristas que fue calificada para convertirse en la líder de un grupo, pero Anna lo rechazó. Cuando le pregunté el motivo, no respondió y otra vez... había desviado la conversación.

«¡Rayos!». Esa mujer sabía cómo incrementar la curiosidad de alguien. Ella era conservadora en temas de su vida personal, pero poco a poco íbamos conociéndonos cada vez más. No obstante... se suponía que este día sería la última vez que la vería. El trato caducaría hoy; pero mis amigas hablaron conmigo anteriormente pidiéndome que durara un mes más.

Y honestamente, no quería. «No quiero jugar con los sentimientos de una mujer.» Era desagradable, pero esperaba que mi recompensa después de acabar fuera... bueno. Sin embargo, aún no había aceptado en seguir con ese ridículo plan un mes más. Mi respuesta había sido: "Lo pensare."

«Necesito pensarlo», me dije, y luego me senté en la cama dispuesta a buscar el atuendo adecuado para el día de hoy, domingo. Inhalé y exhalé observando a la lejanía mi armario. De tan sólo de imaginar que tenía que levarme, me entregaba una pereza enorme. Así que, nuevamente me acosté.

«Cinco minutos más», pedí y cerré mis parpados.

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«¡Voy tarde! ¡Voy tarde! ¡Voy tarde! ¡Voy tarde! ¡Maldita sea!». Eso me pasaba por haberme quedado dormida mientras pensaba en una deliciosa pizza que me costearía más tarde. Sin embargo, lo que suponía que habían sido cinco minutos, resultó ser tres horas. Y mi "cita" había empezado hace cuarenta minutos.

«¡Maldición!». Estaba corriendo hacia el parque donde Anna se encontraba. Le había enviado nerviosamente un mensaje cuando leí el suyo. Que era: "¿Vendrás? Si estas ocupado, no te preocupes, puedo irme a casa." Rápidamente le escribí un: "Voy en camino."

Llevaba cuarenta minutos de retraso y me tomó vestirme unos quince minutos sin darme una ducha. Me sentía asquerosa, pero no quedaba de otra. Usé métodos como: llenarme de perfume. Lo que más me dificultó fue ponerme la peluca correctamente para que no se cayera con algún movimiento brusco y apretarme mis senos para que éstos no se notaran fue también un reto.

Me detuve delante de un supermercado y observé a la distancia a Anna sentada en una banca mientras contemplaba a las personas con sus perros. Me tomé un respiro apoyando mis manos en mi rodilla, y antes de avanzar observé en donde me encontraba. Una idea apareció repentinamente en mi mente.

Sin dudar entré, tomé un chocolate, hice impacientemente la poca fila y pagué. Nuevamente me hallaba corriendo en su dirección y cuando llegué le extendí el chocolate sin saludarla.

—¡Lamento la tardanza! —dije agarrando desesperadamente aire.

Decir que estaba sudada, era poco. Podía sentir como la camisa blanca manga larga que escogí al azar se pegaba un poco a mis costados. Levanté preocupadamente la mirada cuando sentí el chocolate ser tomado con lentitud y, a la vez, tragué saliva.

«Está molesta», pensé. «¿Aproximadamente cuánto me tardé?». Pareciera que no habían sido cuarenta minutos. Quizás era más y no lo sabía.

—Gracias —susurró, y después sonrió burlonamente provocando que me desconcertara—. ¿Lo compraste en ese supermercado? —me preguntó elevando una ceja.

Asentí aun confundida. Ella despojó dos chocolates más de la maleta que traía consigo tomándome por sorpresa.

—Si me hubieras dicho que me comprarías uno como muestra de disculpa, no me hubiera molestado en comprar para los dos.

«¿Qué?». Exhalé cansada y ella se rio. «Soy una estúpida...»

—Igualmente, gracias, Elson. Es un bonito detalle.

Asentí y tomé asiento suspirando nuevamente al sentirme... demasiado aliviada. Mi cuerpo estaba cansado y al reposar... fue de gran ayuda. Sentía la mirada de Anna encima mío, pero la ignoré y cerré mis ojos. Sin embargo, no pasó mucho para que los volviera a abrir encontrándome con una botella de agua.

Anna me miró cuando volteé a verla confundida. Ella sonrió y con la mirada le agradecí. La botella estaba a la mitad, pero tenía suficientemente para que me sintiera con energías nuevamente.

—No me queda mucho tiempo. Recibí una llamada hace diez minutos —explicó—. ¿Quieres hablar de algo en específico?

—¿Cuántos años tienes? —pregunté sin pensar—. No. Espera. Eso no. —Traté de corregirme, pero no se me ocurría nada más que pudiera pregunta aparte de la relación que tenía. Sentía que aún no estábamos en ese punto de "amistad" para hablar de eso— ¿Qué planes...?

—Veinte y tres —contestó interrumpiéndome.

«¿Qué...?» La observé con sorpresa. «No puede ser...». Ella sonrió coquetamente causándome un sonrojo en mis mejillas. «Le paso por casi tres años...»

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Fin del Cap. 11 (Un paso a la vez)

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