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00 | halloween night, 1981*

0000. PRÓLOGO
— noche de halloween, 1981

LA NOCHE DE HALLOWEEN DE 1981, EVELYN FAWN LUPIN TENÍA UN RESFRIADO MUY FUERTE, así que su madre, Juniper, se había quedado en casa con la quisquillosa bebé de un año. En lugar de llevar a ambas niñas a hacer truco o trato, Remus se llevó a la mayor de ellas, Arabella. No es que fuera una carga para ninguno de ellos, Juniper y Remus amaban pasar tiempo a solas con sus hijas. 

A pesar de ser tan pequeña, Evelyn Lupin tenía una personalidad que nadie podía negar. Y a Juniper le encantaba aprender más y más sobre ello cada día, y ver cómo los ojos de su hija se abrían y dejaba pasar una pequeña risa por sus labios. Pero si hay algo que le rompía el corazón, era escuchar los llantos de su pequeña, sabiendo que no había mucho que pudiera hacer para ayudarla. Incluso con la magia tan avanzada como era, no había una cura o un simple hechizo que pudiera ayudar al resfriado común. ¿Qué podría ser lo suficientemente bueno para curar el resfriado? La magia en los niños pequeños ya era difícil de controlar, ¿pero y en los que estaban enfermos? Era seguro decir que Juniper tenía las manos ocupadas con su hija de un año.

—Oh, Evelyn —Juniper sonrió al bebé, pasando su dedo por las mejillas rosadas de su pequeña. Evelyn enganchó su mano pequeñita alrededor del dedo de su madre, mostrando un atisbo de una sonrisa en sus labios.

Juniper sintió crecer una fuerte sensación en la parte inferior de su estómago, su ceño se frunció mientras sucedía. Nada a su alrededor parecía causar alguna sensación que mereciera una reacción similar a esa. Haciendo a un lado eso, Juniper miró hacia abajo a la niña cuyos ojos se le estaban cerrando lentamente. Sucumbiendo a la necesidad de dormir con la que había estado luchando casi toda la noche. Juniper se movió lentamente, tratando de no despertar a su pequeña. Sentándose en la mecedora junto a la cuna, agarró uno de los muchos libros que ella y Remus habían dejado allí. A veces, uno de ellos pasaba toda la noche en el cuarto del bebé, y el otro despertaba para encontrar a su pareja tendida en la mecedora. El libro se expondría en su regazo, mostrando que al menos habían hecho un esfuerzo por permanecer en pie.

La paternidad no fue algo que pudieron experimentar la primera vez; Juniper y Remus eran adolescentes cuando tuvieron a Arabella. Todavía estaban en Hogwarts. Y aunque ninguno de ellos quería que alguien más criara a su hija, no fueron totalmente capaces de criar solos a Arabella. Eso significó que se perdieran muchas de las primeras veces de Arabella. El primer giro sobre sí misma, el primer gateo, los primeros pasos, las primeras palabras; eran todas las cosas que Juniper y Remus se habían perdido. En el caso de Evelyn, no quisieron perderse nada. Querían poder decir que lo vieron cuando pasó, que fueron capaces de experimentarlo. En su mayor parte, estuvieron allí para todo juntos. Remus experimentó la primera risa solo, pero eso no le impidió actuar como si fuera la primera vez que la había oído reír cuando Juniper estaba allí.

Juniper no pudo evitar la sonrisa que se formó en su cara cuando pensó en ese momento. La cara de Remus parecía muy conmocionada, y una brillante sonrisa apareció en ella cuando vio que hizo reír más a su hija. Sus ojos se iluminaron cuando su otra hija entró corriendo en la habitación, prácticamente suplicando que la cogiera en brazos. Algo que Remus ni siquiera se detuvo a pensar antes de bajar los brazos y recoger a la joven rubia del suelo. Era un espectáculo que nunca quiso terminar de ver; era como una felicidad interminable. Su familia unida y junta en un solo lugar. Sin sentimientos hacia la oscuridad que crecía a su alrededor. 

Si Juniper podía hacer todo lo posible para olvidarse de la guerra, lo haría. Y sin importar lo que costase, le ocultaría la guerra a sus hijas. Sabía que cualquier madre haría eso, sin importar el precio que tuvieran que pagar para cumplirlo. Como madre, el único deseo de Juniper era la seguridad y la felicidad de sus hijas.

El agujero en su estómago siguió creciendo por momentos, al igual que la inquietante sensación de que algo estaba a punto de suceder. De repente, todo estaba haciendo saltar del susto a Juniper. Pero más que nada, había un sentimiento espeluznante dentro de la casa de la familia Lupin. Juniper se levantó para mirar a Evelyn, la niña aún seguía dormida en su cuna, con un mooncalf de peluche entre sus bracitos. Sonrió al ver a su hija durmiendo tan tranquilamente, mientras, sostenía distraída el collar que adornaba su cuello. Juniper no dudó ni un segundo en quitárselo y colocarlo alrededor del cuello de su hija. Era una reliquia familiar, algo heredado de su familia. Aspen, la abuela de Evelyn, se lo dio a Juniper cuando cumplió trece años. Se decía que protegía a la persona que lo llevara puesto. Y pase lo que pase, Juniper siempre protegería a su hija. Incluso si la dejaba sin una forma de defensa.

El corazón de Juniper cayó en el momento en que escuchó abrirse la puerta principal, sabiendo que si fuera Remus habría tocado el timbre y habría habido pasos que hicieran eco en las escaleras por parte de Arabella. Pero ella no escuchó nada como eso. Absolutamente nada más que la apertura de la puerta, que no hizo nada para reprimiera el agujero creciente en la boca de su estómago. En el fondo de su mente sabía lo que iba a subir por las escaleras, y con lo que estaba a punto de encontrarse. Eso no hizo que el destino fuera más fácil, saber cómo terminaría no lo hizo más fácil.

Lo que más destrozó su corazón en ese momento fue saber que Remus sería el que la encontraría después de que ocurriera. Encontraría su cuerpo, y posiblemente también el cuerpo de su hija. Entonces, su corazón se rompería al igual que había echo el de ella minutos antes de que las escaleras crujieran. Se volvió hacia Evelyn, con lágrimas deslizándose por su cara. Los ojos de Evelyn acababan de comenzar a abrirse; el collar aún alrededor de su cuello.

—Evelyn, mamá te quiere, mucho. Si logras salir de esto, sé que un día serás capaz de recordar este momento. Te quiero mucho, cariño.

Juniper apenas pudo pronunciar sus últimas palabras cuando sintió la presencia en la puerta, un sollozo pasó a través de su cuerpo. Voldemort estaba detrás de ella, lo sabía solo por la atmósfera. Podía decir que era él, porque parecía que toda la esperanza que tenía había sido succionada de su cuerpo. Era una oscuridad amenazadora que siempre había sentido siguiéndola. Fue entonces cuando Juniper dejó que su miedo se apoderara de ella, negándose a siquiera mirarlo. Ella sabía lo que él quería de ella, era lo mismo que Grindelwald quería de su madre, algo que estaba segura de que Voldemort también quería de la pequeña bebé de un año que yacía en su cuna. La Maldición de la Canción de Fuego descansaba en sus venas, algo que sólo unos pocos sabían, y conocían su poder.

—Por favor, no la mates —Juniper encontró algo dentro de ella para hablar, girando sobre sus talones para mirarlo—. Es sólo un bebé, no hay nada que pueda hacer para hacerte daño.

—Apártate —Voldemort dejó escapar una risa escalofriante.

Juniper negó con la cabeza desafiantemente, de pie frente a la cuna de Evelyn.

La rubia volvió a mirar a la niña, que la miraba. Si hubiera alguna forma de que Juniper quisiera enfrentarse a la muerte, sería para proteger a su hija. Aunque, por supuesto, ella habría preferido ser mucho más mayor y encontrarse con la muerte pacíficamente. 

Cerró los ojos al ver el cegador destello de luz verde que se desprendía de la varita de Voldemort, y su cuerpo cayó al suelo con un ruido sordo. Tan pronto como había dicho algo y aceptado la idea de morir, se había ido. Dejando a dos niñas sin madre. 

Voldemort se volvió hacia la niña, lanzándole el mismo hechizo que le había a su madre hace solo unos segundos. Solo que esta vez, en vez de matar a la bebé de tan solo un año, la maldición asesina rebotó y le rozó, haciéndole daño. Y así se fue de allí, en busca de la casa de los Potter con la esperanza de volver para terminar lo que había comenzado en la casa de los Lupin.

Solo el Mundo Mágico sabía lo que había pasado en la casa de los Potter esa noche de Halloween. James y Lily Potter murieron protegiendo a su hijo, que sobrevivió milagrosamente a la maldición asesina. Pero el Mundo Mágico no tomó en cuenta a Evelyn Lupin, una niña que había sobrevivido al mismo destino. Una niña que compartía con el niño una cicatriz similar, una nube en su muñeca, y la pérdida de su madre por la misma razón. Pero tal vez todo eso estaba planeado para mantener el ataque a la familia Lupin en secreto. Mantenerlo para que solo lo sepan las personas que más lo necesitaban saber, debido a que no podían arriesgarse a que la Maldición de la Canción de Fuego se hiciera muy conocida. Era un arma y un sinnúmero de magos oscuros no pararían hasta conseguirla.

La única pregunta que Evelyn siempre se hacía a medida que iba creciendo era; ¿era la chica que sobrevivió o la chica que simplemente sobrevivió?

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