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Capítulo 7

(...)

Las gotas en el vidrio de la ventana parecían correr entre ellas, cubriendo en su mayoría la vista hacia el exterior.

La lluvia no cesaba, ya habiendo pasado varias horas desde que ésta comenzó. Al paso que iba se convertiría en una tormenta torrencial.

El azabache estaba en su respectiva habitación, con su vista posada en la ventana, pero sin ponerle la más mínima atención. Estaba demasiado ocupado con sus pensamientos como para prestar atención a su alrededor.

Sólo pensaba...

«Si él me ocultó eso, ¿qué otras más cosas me ha ocultado sobre su persona?»

«Y si, ¿lo que me ha dicho hasta ahora no es verdad?»

Eran preguntas que vagaban en su mente una y otra vez, haciéndole enfadarse más y más.

Se colocó de pie, mirando entre los cajones del buró en busca de alguna fotografía, álbum, lo que fuera, mas no encontró nada. Así había sido durante las semanas en las que él ya había permanecido allí, juraba ya haber buscado en toda la casa, sin poder encontrar ni una pista.

Gruñó molesto, cerrando el cajón con fuerza, mirando a su alrededor sin saber qué más hacer.

Suspiró para tranquilizarse mientras una idea se venía a su mente, teniendo como fin ir a la alcoba del menor. El único lugar al cual no había entrado en las dos semanas por más de unos cuantos minutos.

Se dirigió a dicho sitio, dando no más de un par de pasos por el pasillo para llegar a la otra puerta. Entró en ésta, evitando hacer cualquier ruido que pudiese despertar al cobalto.

Fue rebuscando en los cajones de la cómoda y del escritorio, encontrando sólo en el primero un marco con una foto algo vieja de una pareja. La miró, sin saber en ese momento quiénes eran; siguió su búsqueda en los demás cajones de esa mismo cómoda, siendo lo más silencioso posible. Oh bueno, eso creía él.

— ¿Buscas esto? —la voz del menor se escuchó por toda la habitación, causando que el moreno dejara de lado lo que hacía y se girara a la cama, bajando de forma suave sus orejas. Además de haber recibido un enorme susto, la pena le invadía.

El menor sostenía un álbum de fotografías, apoyándolo en sus piernas. Permanecía sentado en aquella cama, reflejándose en sus ojos que no hacía mucho desde que había despertado.

— Yo... h-eh... lamento el haber entrado... A-así... es que bueno...

— No te preocupes —musitó suave, palpando a un costado de él, invitando al mayor a que se sentara —, sabía que no te quedarías con la duda por mucho.

El azabache miró ese lado de la cama, suspirando y yendo a él para tomar asiento, quedando en la orilla a un costado del menor. El azul le entregó el álbum, sonriendo de forma suave.

— Míralo, ése es uno de muchos más que tenemos —le animó tomando una almohada entre sus brazos, apretujándola sobre su regazo, apoyando en ella sus brazos.

El moreno dudó un poco en tomar la pasta de la carpeta que tenía sobre sus piernas, no teniendo ni la más menor idea de qué iba a encontrar en ella. Soltó un suspiro, reusándose a hacerlo.

— No sé... n-no siento que deba... —posó su vista en el rostro del más chico, admirando esa sonrisa tierna que le animaba. No pudo negarse a ella.

Tomó de nuevo la pasta y abrió aquel libro de argollas, dejándole ver fotografías en cada lado de las hojas. Cuatro en cada página.

Las primeras eran de un pequeño él con su hermanito recién nacido en brazos, imagen muy similar al recuerdo que había tenido en el parque. Allí las siguientes eran de ambos pequeños jugando, los cumpleaños de cada uno; en el parque, la playa, y una en ese barranco que reflejaba el sueño que siempre tenía. Se detuvo allí, mirando al azul en busca de alguna explicación de aquel sitio.

— Ese lugar era tu preferido. Solías ir siempre, hasta que se mudaron a esta ciudad.

— ¿Está muy lejos de aquí? —cuestionó mirando fijamente la imagen, el azul negó a pesar de no ser visto por el otro.

— Queda a menos de media hora de aquí. Diría que te llevaría, pero tu hermano me quitó las llaves después de que tuve un desmayo mientras conducía —bajó sus orejas, mirando con pena al erizo rojinegro —. Después veré la forma de llevarte.

— No, no, no, no hay prisa —le calmó desviando suavemente la mirada del álbum hacia el menor y de allí dio una vista rápida a la barriguita de éste, siéndole aún extraño verle así.

El cían se encogió en hombros ante la mirada del otro, cubriendo con la almohada la mayor parte de su dorso. Shadow miró de nuevo el libro, siguiendo con lo que hacía unos segundos antes.

Pasó página tras página, mirando en varias de ellas fotos muy similares a las del par de erizos que había encontrado en uno de los cajones. De nuevo una duda apareció en su mente.

— Ellos eran tus padres —dijo como si supiera lo que el otro dudaba —, siempre fueron amorosos, agradables... Un ejemplo a seguir...

— Ellos ¿ya no están? —de nuevo su mirada fue a dar contra los ojos esmeraldas del más bajo.

— No, desde ya hace cinco años que no están aquí —el azabache agachó sus orejas, sintiendo su corazón apretujarse con fuerza, como si ese sentimiento de amor apareciera de manera fugaz en su interior y al mismo tiempo éste fuese desmantelado por la noticia.

Como el día en que sus padres partieron de este mundo...

Pasó la yema de sus dedos sobre una de las fotografías, en una en la que los cuatro estaban: Mephiles, su madre, su padre y él. Suspiró con cansancio.

— Esto de verdad es horrible, siento que ellos me faltan pero al mismo tiempo no los conozco en lo más mínimo —dijo mirando ésa y las demás fotografías, sintiendo sus ojos aguarse ante la desesperación y aquel sentimiento culposo. Culposo por el simple hecho de no recordarles.

— Shadz no, oye tranquilo —pasó sus manos por la espalda del moreno, acariciando ésta para que el azabache se calmara —. Tal vez por ahora no los recuerdes, pero pronto lo harás.

— Eso espero —le respondió, cambiando de hoja de forma lenta —, o sino, no sé qué será de mi cabeza.

Continuó cambiando de hoja en hoja, mirando a esos cuatro integrantes de la familia y de allí a una eriza bastante extraña, era rubia, ojos azules, de bella complexión. Así, como una chica de revista. Parecían ambos tener no más de 17 años.

— Y ¿ella?

— Era una de tus mejores amigas —contestó jugando con el holán de la almohada que abrazaba —, murió días después de que hayan tomado esa foto.

La reacción del moreno fue bastante similar a la que tuvo a la hora de ver a sus padres, sintiendo aquel punzar calar en su pecho, no tan fuerte, pero sí obvio.

Cerró el álbum, dejándole a un lado de él, gruñendo suavemente ante las sensaciones de tristeza que corrían por su mente. Sentía que si seguía así, su mente quedaría carbonizada en poco tiempo.

Y hubiese sido suficiente, si el causante de aquellas curiosidades no le haya recordado esta misma. Sonic le tranquilizó, dándole un pequeño abrazo de costado, palmando de nuevo su espalda. El ojicarmin cayó en cuenta del porqué estaba allí, girando su mirada hacia el azul.

— Tú y yo ¿tenemos fotografías juntos? —cuestionó directo, observando cierto nerviosismo apoderarse del contrario —, más te vale que me hables con la verdad.

— Sí... Tenemos muchas, pero creo que no es bueno que sigas mirando por ahora porque...

— Muéstramelas, por favor —le interrumpió mirándole por el rabillo del ojos, suplicando con una pequeño mueca en su rostro.

El cían suspiró vencido, girándose hacia su mesita de noche, sacando del cajón de en medio otro álbum. Sólo que éste era más llamativo y especialmente, de color blanco. Cubrió su portada al colocarlo contra su pecho, chillando bajito al no querer mostrarlo.

— Por favor, Sonic —le tendió su mano, esperando ansioso aquel objeto que el otro portaba. El cobalto cedió entre pequeños quejidos, mirando a otra parte de la alcoba para evitar observar la reacción del mayor.

— Son las únicas fotografías en físico que tenemos —apretujó de nuevo la almohada contra sí, cubriendo ahora por igual su rostro.

El moreno tomó el libro y lo dio vuelta —al haberlo recibido con la portada hacia abajo—, mirando y tardando un poco en reaccionar ante el título que ésta tenía. No sabía si reír o llorar, literal.

— ¿Qué es esto? —inquirió apreciando perfectamente las palabras "𝒩𝓊𝑒𝓈𝓉𝓇𝒶 ℬ𝑜𝒹𝒶" en la carátula; no recibió respuesta a lo que se dispuso a conseguir las propias por su cuenta.

Hojeó con temor cada hoja, pasando de imágenes en las que ambos se mostraban en la preparatoria, hasta las imágenes que el título señalaba.

Él con traje negro y el otro de etiqueta blanca...

... El día en que ambos habían contraído nupcias...

... Sin duda, la sorpresa más grande que recibió ese día...

... E incluso, el mayo de sus sustos.

— Tú... y-yo... —jadeó mirando atento cada imagen, como si se tratase de una simple mentira —... ¿por qué, Sonic?... ¿por qué no me dijiste nada desde un principio? —inquirió mirando culpante al menor, dejando con fuerza el libro a un costado de él, observando con enojo como el otro seguía cubriéndose con aquella almohada —. Me escondiste algo demasiado importante.

— T-tranquilízate —soltó cohibido, alzando su mirada por sobre la almohada —; todo fue tan repentino que no supe qué decirte en el momento, n-no quería agobiarte, a-así que sólo pude inventar... que éramos... a-amigos —sus ojos se cristalizaron suavemente, obligándole a bajar ambas orejas —. Comprendo si te molestas, ¡es lo más lógico!, pero entiende mis razones.

El moreno se abstuvo de responder, manteniendo la mirada sobre sus propias manos. Sólo quería razonar un poco todo.

Pero, ¿razonar qué? Todo se había mostrado de manera tan obvia frente a él que era algo ridículo culpar solamente al chico azul. 

— ¿Cuánto tienes de embarazo? —cuestionó alzando la mirada hasta la pared que se encontraba frente a él, posándola en un punto fijo de ésta.

— Alrededor de once semanas —respondió retirando la almohada de su pecho, mostrando su pancita abultada, estando bastante más grande a causa de los dos cachorros —. Son... mellizos.

Por un momento el silencio se adueñó de la habitación; el moreno negaba con una sonrisa amarga en sus labios, aún incrédulo... confundido, se sentía engañado.

— Tuve a mi familia delante mío durante todos estos días y vivía preocupándome por ellos, desconociendo hasta de quiénes se trataban —habló con la vista desviada, dando pequeños gruñidos molestos —. ¡Te aseguro que no tienes ni la más mínima idea de lo horrible que esto se siente, Sonic! —se giró por fin hacia el azul haciendo varios ademanes con ambas manos, terminando con éstas sobre su propio regazo en forma de puños.

— Lo siento Shadow, de verdad, pero al ver que no me reconocías, sentí que no valdría la pena el decirte la verdad. Sentía que no era correcto arrastrarte a algo que tal vez no vuelvas a elegir.

— ¿Piensas que no volverá a ser lo mismo de antes, verdad? —inquirió el moreno manteniendo su mirada sobre el erizo cían, haciendo que éste se encogiera en hombros.

El silencio invadió la habitación ante la falta de respuesta del contrario, mas pasados unos minutos éste se dignó a responder.

— Sólo temo que te des cuenta, ahora que somos simples desconocidos, que tu destino no es estar a mi lado. —respondió observando con tristeza aquel par de ojos carmines, reteniendo un sollozo en su garganta. No creían poder comenzar desde cero, no hasta estas alturas...

Toda su amistad fue bastante fuera de lo común, se apreciaban mucho, pero tardaron años para que ambos confiaran completamente entre sí, era algo demasiado difícil de volver a intentar...

... Y más, con dos cachorritos de por medio...

Pero si querían volver a estar juntos para criar a su familia, tendrían que volver a intentarlo.

Tendrían que volver a enamorarse como la primera vez...

(...)

— ¿Por qué no vienes más seguido de visita? —cuestionaba el rojinegro a su hermano, el cual estaba sentado en el sofá que estaba frente a él.

Era de noche, Mephiles estaba en la casa del cobalto y el azabache ya que deseaba mucho ver a su hermano, a pesar de que no fuera cien por ciento éste.

El tema que había pasado hace unas horas ya había sido debatido por ambos hermanos, teniendo un poco más tranquilo a Shadow con respecto a todo, mas aún un tanto rencoroso, mientras que, Mephiles se limitaba a mirar a su hermano con tristeza, imaginando que ese erizo de orbes carmines volviese a ser el mismo que conocía. Al que quería demasiado...

Lo extrañaba tanto...

— No lo sé —se encogió en hombros, mirando con bastante desánimo al mayor de ambos.

— Piensas lo mismo que Sonic ¿no? Que no vale la pena intentar que todo vuelva a la normalidad —comentó serio, apoyando sus brazos en sus rodillas para mirar molesto al erizo de ojos verdes.

— No es por eso, Shadow, no pienses así —se apresuró a responder, haciendo pequeños ademanes con ambas manos; bajó las orejas y siguió con su hablar —, es sólo que, durante estos dos meses me hiciste tanta falta y ahora que te miro y sé que cualquier cosa que te diga, puede que no la comprendas o que todo eso que compartimos no lo recuerdas, me hace sentir bastante triste —desvió la mirada de su hermano, posándola en el piso —; es tan difícil imaginar en volver a relacionarse con alguien, de una forma tan profunda desde cero que provoca que no me atreva a verte. A ti, a la única familia de sangre que tengo.

— Huyendo de mí no lograrás que todo sea igual que antes —musitó con una mueca bastante más suave, sintiéndose algo mal por el regaño que le había dado a su hermano —. Comprende que entre más alejados estemos, menos volveremos a relacionarnos de la misma forma.

Un pequeño silencio se adueñó de la sala, dejando a ambos pensar en el transcurso de ese callado momento. Esto tenía agobiados no sólo al azabache, sino que, también a todos los que estaban a su alrededor.

— Prometo venir lo más seguido posible a verte y conversar —se levantó, yendo hacia el mayor para abrazarle con fuerza.

— Y yo intentaré tener paciencia ante todo esto —le correspondió gustoso, manteniéndose aun sentado, acariciando suavemente la espalda del verdinegro.

Cerró por unos segundos sus ojos ante el tacto, atreviéndose a preguntar a lo más recondito de su mente el porqué de todo, como si ésta fuese a responderle.

« ¿Qué grave delito o maldad hice durante mi vida, que merezco vivir esta pena?»

«Ser feliz...»

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