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Capítulo 6

~Narradora~

Decir es fácil, entender es el problema...

Así se podría explicar la situación que ambos erizos vivían ahora en aquella casa. Uno buscando las palabras correctas qué decir y el otro intentando asimilar lo que su mente ya tenía.

— Esperaré por el simple hecho de que no quiero que las cosas se mal entiendan por las prisas —musitó el de pelaje rojinegro, apoyando su espalda por completo en el respaldo de la silla al aún estar ambos en la cocina —; además, se podría decir que por ahora tú eres mi único amigo, no quisiera pelear contigo tan rápido.

— Solíamos pelear y contentaron cada cinco minutos antes, ahora no será la excepción —sonrió melancólico, apoyado en la barra de la mesa con ambos brazos —. Sólo dame un poco de tiempo y te contaré todo.

— Trato hecho —le devolvió aquel gesto alegre, fijando su mirada con la del erizo más chico.

Ese tipo de miradas especiales...

(...)

Dos semanas después...

Paso tras paso su camino se acortaba, cada segundo más y más.

Shadow y Sonic caminaban por la acera, con dirección al centro en busca de varios objetos. Caminarían ante la petición del moreno, siendo que éste quería mirar el exterior con tranquilidad. Deseaba simplemente estar al aire libre.

El cobalto caminaba más presuroso, teniendo en cuenta que sus pendientes eran más de uno y que la tormenta que se acercaba no le dejaría terminar si no se apuraban. Shadow gruñó al verle ir rápido delante de él.

— Sonic, detente —le dijo colocándose a un costado de la acera, pisando un sendero de concreto que daba con dirección al parque —, ¿por qué tanta prisa? —cuestionó con seriedad, cruzándose de brazos ante los ojos del menor.

Este soltó un suspiro, deteniéndose un momento a pensar en lo que el moreno le decía.

— ¿Quieres esperar aquí? Iré rápido, mientras tanto podrás pensar un momento, donde está más tranquilo. —apuntó con dirección al parque el cual estaba a base de una enorme pradera con una zona de juegos en el centro además de senderos y bancas en todo el lugar.

— ¿Seguro? Yo iba por si necesitabas ayuda —se encogió en hombros, mirando por un momento aquel sitio, dudoso en quedarse o no.

— Tranquilo, no es mucho —sonrió —. Vendré en un momento, sólo si comienza a llover, te vas a casa ¿de acuerdo?

— De acuerdo —asintió. El menor siguió con su camino y el azabache se giró caminando por aquel sendero de concreto, pasando frente a las personas que permanecían en las bancas y muchas más que caminaban de un lado a otro junto a él.

Algunos le saludaban y él se limitaba a corresponder descolocado, no teniendo ni la más menor idea de quién se pudiese tratar.

Miró una banca vacía algo lejos de la entrada del parque, se dirigió a ésta a paso tranquilo, sentándose al haber llegado. Cerró un momento los ojos, sintiendo la brisa que recorría el parque, suspirando de forma relajada.

«Piensa y asimila... No es tan difícil...»

Abrió los ojos presuroso al haber escuchado aquello, intentando buscar al que haya hablado. Era una voz femenina, suave y dulce. Más nadie a su alrededor presentaba aquellas características.

Soltó un suspiro, inclinándose y apoyando ambos codos sobre sus rodillas; se limitó a prestar atención a todo nuevamente.

Dicen que cuando menos buscas algo, es más fácil encontrarlo... Y vaya que no mentían...

Viró su mirar hacia una de las colinas, apreciando pequeños niños jugar, corriendo y brincando felices y sobre esos niños una imagen, borrosa y algo vieja se plasmó, dejando ver no sólo a él, sino también, a su hermano. Ambos jugando en ese justo sitio y a algo bastante similar.

Abrió los ojos en grande, estando más que sorprendido a lo que su mente creaba y su vista reflejaba, mas algo le interrumpió de aquel momento de sorpresa; una fuerte punzada atacó el costado izquierdo de su cabeza, prolongándose por todo su cráneo. Bajó sus orejas, tomando con ambas manos aquella zona, intentando apretujarla en busca de alivio.

Jadeó adolorido, cerrando con fuerza sus ojos y frunciendo el ceño en una mueca de dolor. Dolor que duró varios minutos para su mala suerte. Sus labios temblaban de forma suave al igual que sus orejitas negras, sintiendo su cráneo resentido por aquellas punzadas al igual que sus sienes.

Retiró las manos de su cabeza, mirando por un momento el piso, soltando pequeños suspiros; se perdió un momento al ver más imágenes pasar, así como la cinta de una cámara a cuadros, imagen tras imagen, reflejando aquellas diferentes etapas en las que ambos hermanos convivían.

Recuerdos en los que el rojinegro no aparentaba más de 3 años y cargaba a su hermanito recién nacido, otros en los que ambos jugaban en el jardín de su casa, cuando estudiaban en la misma escuela pero en diferentes grados; ése día, en que ambos se perdieron en el bosque o cuando uno lloraba y el otro le contentaba.

Eran momentos pequeños y cortos, siendo la mayor parte casi simples imágenes, pero ya tenía una pequeña idea, mas aún le era necesario razonar con respecto a aquel sentimiento y afecto que debía compartir con ése erizo, su hermano.

Los sentimientos no se adquieren de un momento a otro...

Apoyó su espalda contra el respaldo de la banca, mirando el cielo en todo su esplendor, ignorando lo gris que éste se presentaba ante sus ojos.

Pensaba, imaginaba y asimilaba en la situación en la que se encontraba. Hasta ese momento no había recapacitado sobre su entorno, ni sobre lo que en realidad ocurría —gracias a que no había tenido hasta ese momento ningún tipo de recuerdo concreto como los anteriores—.

« ¿Qué haré?»

Se cuestionó de forma mental, teniendo la mirada posada en el cielo, ignorando cualquier cosa que se presentara a su alrededor. Era mucho más importante lo que ocurría en su mente que su propio alrededor.

No por nada estaba así; una vida, más de veinte años, cientos de recuerdos, miles de momentos, millones de minutos, miles de millones de segundos y sólo una oportunidad para vivir cada uno. Oportunidad que parecía haber desaparecido junto a esos recuerdos.

Se sintió agobiado, mirándose perdido en un mundo que desconocía por completo. Todo le era nuevo y al mismo tiempo temía a eso nuevo, como cualquiera... Temía a lo que era desconocido para su mente...

Intentó imaginar todo lo que encontraría al momento de recuperar sus recuerdos, teniendo cientos de posibilidades. Y cada una le daba temor.

Temor de recordar y no volver a sentir lo mismo por cada situación o sujeto que haya formado parte de su vida.

Ahora sentía que cargaba con una pena que no le correspondía...

Bajó la mirada, admirando a lo lejos un cuerpo de azul brillante caminar a donde él, reconociendo al menor al instante. Una pequeña sonrisa se posó sobre sus labios al mirarle, se había encariñado muy rápido con ese erizo de curiosa actitud.

Llegó rápido a donde el moreno, colocando a un costado de éste en la banca las bolsas que traía consigo, sobando entre sí sus manos. Eran bolsas plásticas después de todo.

— Perdón por tardar —musitó tomando asiento, apoyando sus manos sobre sus rodillas.

— No te preocupes —le sonrió por un momento, borrando su sonrisa al desviar la mirada, siguiendo con sus pensamientos anteriores —, aproveché para pensar.

— ¿Ayudó el quedarte aquí? —preguntó con la vista puesta en el azabache, ladeando suavemente su cabeza en señal de curiosidad.

— Bastante —respondió —; Mephiles, tuve pequeños recuerdos de él.

— ¿En serio? —cuestionó sorprendido, chillando feliz ante lo dicho —, ¡eso es fabuloso!

— Sí, supongo —susurró, posando sus codos de nuevo sobre sus piernas, quedando inclinado.

— ¿Qué pasa? ¿No estás feliz?

— No exactamente —le miró por sobre su hombro —. Es demasiado extraño, siento que todo lo que recuerdo no me pertenece —bajó sus orejas, frotando su cara con ambas manos —, me siento muy confundido.

— Oh, Shadow —posó una de sus manos en el hombro del nombrado, dando varias palmadas —. No puedo decir que entiendo lo que sientes porque estaría muy equivocado. Pero, ante cualquier incomodidad o necesidad, yo te ayudaré. Sin importar qué —sonrió con cierta ternura, obteniendo la completa mirada del erizo negro.

Éste se limitó a repetir esa acción, teniendo una sonrisa enternecida en su rostro por las palabras del menor.

— Gracias —dijo al viento, mirando de nuevo hacia el frente, a un punto para nada concreto.

— Agradéceme cuando esto vuelva a ser como antes. —dio un último par de palmadas en la espalda del contrario, mirando las bolsas que estaban al costado derecho del moreno y después llevando su vista al cielo. Las nubes cubrían de gris cada rincón de éste y la brisa helada comenzaba a sentirse sobre la piel. Aunque el azul no se podría quejar del frío, ya que al traer aquel suéter no sólo cubría su embarazo, también cualquier cambio de clima brusco —. Volvamos a casa antes de que comience a llover —musitó después de unos segundos el cobalto, recibiendo un asentimiento de cabeza por parte del azabache quien se levantó primero.

El ojiesmeralda imitó la acción del mayor, levantándose para tomar las bolsas con los víveres, mas su suerte fue otra, ya que ante el movimiento un mareo le atacó, provocando que se tambaleara un poco; logró en simple reacción tomarse a la chaqueta del azabache —chaqueta que utilizaba ante los cambios de clima— sorprendiendo a éste y asustándole por la acción. El moreno se apuró a tomarle del dorso, sentándole en la banca nuevamente.

— ¿Estás bien? —cuestionó inclinándose a la altura del azul, mirando el rostro pálido del erizo de púas caídas. Éste sostenía su cabeza con una de sus manos al sentir como si ésta diese vueltas — ¿Sonic?

— E-estoy bien, estoy bien —respondió haciendo varios ademanes ante el moreno —, sólo tuve un pequeño mareo —suspiró de manera suave, sintiendo su cuerpo más tranquilo y estable. Retiró su mano de su frente, observando al erizo azabache mirarle preocupado —. Ya pasó.

— ¿Es normal que te pase esto? —preguntó tomando de nuevo asiento para estar a un costado del menor —. Desde que estoy en casa has tenido muchos mareos.

— Son temporales, no había comido bien. Ésa es la razón —se excusó con ambas orejas abajo, observando apenado al contrario —, no hay nada de qué preocuparse —le dedicó una pequeña sonrisa lastimera, recibiendo una negación del mayor.

— Eso no explica por qué aún continúes con ellos —le regañó el moreno, levantándose de nuevo y ayudando al azul a hacer lo mismo —; iremos a casa y tú descansarás. —tomó las bolsas con ambas manos, girándose a donde el más chico —. Desde que llegué a tu, mi o nuestra casa, te has esmerado en que yo esté bien a costa de tu salud. Así que más te vale que por lo menos descanses un par de días —le miró por el rabillo del ojo, obteniendo una mirada sumisa ante el reprendo que estaba recibiendo — ¿entendido?

— Shadow, no puedo, tú aún...

— Yo nada —le interrumpió acercándose a él tendiéndole un poco su codo en señal de que se sujetara a él —, no busques excusas, no me convence nada de lo que llegues a decir. Ahora sostente de mí, no vaya a ser la de malas y termines dándote un golpe.

El cobalto rió ante la actitud que otro tomaba, asimilando en su mayoría a la forma en la que el "antiguo Shadow" solía atenderle y tratarle cuando él se comportaba terco. Se tomó del brazo del moreno, sonriendo con ese encanto propio de un enamorado.

Un enamorado que no era correspondido...

Así, como cuando tu crush te trata lindo, pero no pasa de allí.

Ambos emprendieron su camino a casa, siendo a mitad del camino acorralados por la lluvia, dejándoles empapados y agitados por la necesidad de correr para lograr llegar lo más rápido posible.

Entraron presurosos a aquel hogar, dejando las compras a un costado de la puerta. El moreno se quitó la chaqueta que le había cubierto la mayor parte del cuerpo del agua, dejando sólo sus piernas, las púas de su cabeza y rostro mojados. Mientras que, el cían soltaba pequeños suspiros para recuperar un poco el aliento, ignorando lo húmedo que su suéter se encontraba —al éste ser de lana—.

— Déjame ayudarte a quitarte eso —le animó el moreno, dejando su prenda sobre el perchero de la entrada. Sonic actuó a la defensiva, retrocediendo un par de pasos para alejarse del rojinegro ante tales intenciones _a pesar de ser lo más inocentes y buenas posibles_.

— Y-yo puedo —atinó a decir colocando sus manos al frente de él.

— Anda, te hará daño si lo usas más tiempo —ignoró las acciones del menor, tomó el borde inferior de aquel abrigo de lana violeta, retirándolo del cuerpo del menor. Éste se limitó a no forcejear, estando bastante aterrado de que el moreno mirase su condición.

Le retiró por completo aquella prenda, tomándola entre sus manos con la intención de llevarla al cuarto de lavado, deteniéndose un momento a observar el cuerpo y contorno del ojiesmeralda. Hasta ese momento ningún día le había visto sin vestir uno de sus infinitos abrigos, así que verle sin ropa le causaba bastante curiosidad.

Y entre esa curiosidad una enorme duda apareció al ver bien cada rincón de su cuerpo. Se trataba de un erizo macho sin pelo en pecho y con su estómago y dorso forrado de un pelaje más pequeño y suave, asimilando las características de las erizo hembras.

Además de un bulto que se presentaba sobre aquella zona melocotón. Le extrañó, tardando un poco en caer en cuenta del porqué de aquella "extraña" forma presente en el cuerpo del más joven.

— ¿Acaso tú...? —su pregunta quedó corta, perdiéndose las palabras para completarla en el viento, estando más que inseguro en seguir con las intenciones de aclarar tal duda.

Y el azul, en ese momento se encontraba vuelto un manojo de nervios, no sabiendo qué responder o hacer, temblando suavemente ante la misma sensación. Bajó sus orejas, deseando que la mirada del moreno se retirara de su cuerpo.

El tema de un chico en cierto "estado" no le era lo extraño al moreno, no, habían muchos jóvenes que solían ser padres/madres. Lo que le extrañó es que ese erizo que decía no tener pareja ni algún otro tipo de compañía que no fuese él, estuviera en tal condición.

— ¿Podrías explicarme? —cuestionó observando con seriedad al erizo de ojos esmeraldas, notando bastante nerviosismo en éste. Mas se encontraba molesto para ceder ante la faceta nerviosa del contrario, no tenía el mismo control en sus emociones como antes. Eso sería un gran problema...

— N-no es lo que parece —se excusó, cayendo en cuenta después de unos segundos de sus propias palabras —... Bu-bueno, s-sí pero... —la mirada fija del otro le hizo callar, provocando que las mejillas del azul se tiñeran de rojo por la pena; Sonic se encogió en hombros, sintiendo un mareo bastante fuerte a causa del nerviosismo.

Se logró apoyar en la pared que tenía a su costado, tomando con fuerza de su cabeza. Aquel mareo había sido el más fuerte hasta ese momento en lo que llevaba de embarazo.

El azabache cambió su expresión a una espantada ante el brusco movimiento del otro, tomando el brazo de éste para sostenerle. Por lo menos ahora ya sabía la verdadera razón de los mareos...

Recordó las palabras que había dicho en el parque, soltando un suspiro al ver al azul cabizbajo, comprendiendo un poco la reacción que el más chico había tenido. Aunque en su mente habían muchas opciones y buscaba saber la correcta.

— Vamos a llevarte a tu alcoba para que descanses —le atrajo a él, ayudándole a caminar, mirando los pasos torpes que el menor daba. Aquel mareo no desaparecía y las náuseas por desgracia también comenzaban.

El cían asintió a lo dicho por el contrario, siendo llevado por este mismo de forma lenta a su alcoba, la cual se encontraba en la planta alta.

La casa no era para nada pequeña, estamos hablando de una casa de cuatro alcobas y muy aparte el baño y la cocina. Sonic dormía en la antigua alcoba que ambos compartían —esto para tener bien guardadas las cosas de ambos, con las intenciones de no abrumar más al azabache —, y Shadow dormía en la siguiente a ésta, la habitación que sería en un futuro para los bebés.

El moreno le ayudó a recostarse después de haber secado su cuerpo, notando la expresión triste del menor. Parecía un niño reprendido por sus padres.

El azul se acurrucó entre las sábanas, intentando ignorar las náuseas y los mareos que no cesaban; abrió sus ojos por un momento, posando su mirada en el azabache quien le había colocado una manta sobre su cuerpo.

— Descansa. —le dijo Shadow, mirándole con cierta tristeza, molestia y más que nada, agobio. Todo le estaba comenzando a afectar muy rápido.

Salió de la habitación, apagando la luz y cerrando la puerta detrás de sí. Ahora sólo necesitaba tranquilizarse y asimilar todo. Recién se dada cuenta de que aquella actitud de la cual Sonic le describía sí era cierta y lo peor es que ya no sabía cómo controlarla. En ese momento le preocupó llegar a actuar sin pensar o decir algo no propio.

Como él dijo antes, no quería tener problemas con el único amigo que sabía que realmente tenía...

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