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Capitulo 09: El primer contacto.

Hola chicos, feliz lunes o cualquiera que sea el día en el que están leyendo esto.

Ojalá todo le esté yendo bien.
Ya saben las notas al final del capítulo.

Y gracias por leer está historia, y no olviden dar una estrella y dejar un lindo comentario.

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[Milena]

Caminaba por las calles con pasos firmes, su postura firme e imponente, dejando claro que no tenía tiempo ni paciencia para distracciones.

Aunque a simple vista parecía calmada, en su interior hervía de frustración y desprecio ante su nueva misión.

—(¿Por qué debo rebajarme a entrenar a un simple e incompetente niño?) —pensó con desdén mientras sus ojos analizaban fríamente a la gente que pasaba a su alrededor.

Eran, en su totalidad, personas comunes, sin despertar, sin poder. Para ella no eran más que simples hojas secas arrastradas por el viento.

Insignificantes y prescindibles.

—(Esos libros probablemente lo aplastarán antes de que ni siquiera pueda abrir el primero) —continuó, recordando los tomos que había colocado en la mochila del chico.

Los libros eran parte de una colección diseñada para aspirantes sobresalientes, pero con la necesidad de una guía experta, por parte de alguien que estuviera más que versado en este tema.

Sin embargo, en lugar de ser una herramienta educativa, los había elegido con un propósito muy distinto.

Demostrar que el chico no estaba a la altura de sus expectativas y justificar que sería una pérdida de tiempo enseñarle, y de esa manera no cumplir con su parte del trato.

Al que se había visito arrastraba por Helena y sus trucos sucios.

—(¿Su mente simple siquiera podría entender el tercer libro sin mi guía? No, por supuesto que no) —se dijo a sí misma, casi riéndose de lo absurdo de la situación.

Sin embargo, la orden de su señora era clara, y aunque detestaba la tarea, sabía que estaba obligada a cumplirla.

Mientras caminaba, observó a un grupo de niños jugando en una esquina, lo que hizo que algo en su amplio pecho se apretará. Pero rápidamente sometió esa sensación, no dispuesta a distraerse de su trabajo.

Para ella, sus risas y gritos le parecían estridentes e irritantes, y apenas le dedicaron una mirada curiosa, ella les frunció el ceño con disgusto.

—Todos ellos, son desperdicio de espacio y tiempo —murmuró para sí, ajustando la mochila sobre su hombro.

...

A medida que se acercaba a su destino, respiró profundamente, recuperando su postura severa. Aunque no lo admitiera, había una parte de ella que disfrutaba de la oportunidad de demostrar su superioridad.

Si el chico fallaba, sería la prueba de que su perspectiva sobre él era la correcta, lo que le daría la excusa perfecta para tomar la vida de Helena sin ningún tipo de repercusión.

—Veamos qué tan lejos puedes llegar, niño. O mejor dicho, ¿qué tan rápido puedes caer? —con ese pensamiento, llegó al hogar de su objetivo.

Lista para impartir lo que consideraba una prueba destinada al fracaso.

Pero detuvo su marcha justo antes de cruzar la calle que conducía a la vieja casa. Sus ojos se entrecerraron al observar la escena frente a la entrada.

Una joven de cabello castaño arremetía brutalmente contra un chico de cabellera blanca con un bate de madera.

El sonido sordo de los golpes que lanzaba la agresora llenaban el aire, mientras el chico apenas hacía el esfuerzo por cubrirse.

Por un momento, su desprecio hacia tal escena fue absoluto.

—(Patético) —pensó en un principio, desviando la mirada con indiferencia.

Sin embargo, algo la obligó a volver a observar. Cuando sus ojos se enfocaron mejor en el joven, su ceño se frunció con una mezcla de incredulidad y frustración.

Era él.

El chico de cabello blanco, su objetivo, estaba recibiendo la golpista sin siquiera intentar defenderse. Suspiró profundamente, cerrando los ojos como si intentara reunir toda la paciencia que le quedaba.

—Así que este es el heredero por el que tanto interés tiene mi señora... maravilloso.

Sin embargo, no hizo ningún movimiento, solo permaneció unos segundos más observando, tratando de entender aquella escena que se desarrollaba ante sus ojos.

La castaña seguía golpeándolo con una furia descontrolada, claramente determinada a causar el mayor daño posible.

En un momento, un impacto destrozó los dientes del chico, haciendo que fragmentos ensangrentados salieran disparados. Pero no se detuvo ahí.

El siguiente golpe fue al cuello, un impacto tan fuerte que un crujido repugnante resonó en el aire. Que, a pesar de la distancia, pudo escucharlo con claridad.

El chico cayó al suelo como un muñeco roto. Intentando levantarse, pero su cuerpo no respondió. Sus movimientos eran torpes, desesperados, y un ruido ahogado salía de su garganta mientras se atragantaba, probablemente con su propia sangre.

La castaña, sin mostrar remordimiento, dejó caer el bate al suelo con un sonido seco. Lanzó una última mirada despectiva al chico antes de girarse y entrar en la casa, dejando al joven tendido en el suelo.

A pesar de que había observado todo desde la distancia, soltó un suspiro frustrado, el segundo en tan poco tiempo desde que llegó a este lugar.

—(Qué pérdida de tiempo) —pensó mientras comenzaba a caminar hacia el maltrecho cuerpo del chico.

Sus tacones resonaban en el concreto con cada paso, un sonido firme y decidido que parecía anunciar su llegada. Cuando se detuvo frente a él, lo miró con una mezcla de desdén y desaprobación.

—Patético —dijo con voz fría y dura, dejando que la palabra se quedara suspendida en el aire.

El chico apenas pudo girar su rostro hacia ella, pero no mucho después su conciencia se desvaneció, cayendo en la inconsciencia como un peso muerto.

Lo observó en silencio durante unos segundos, evaluando la situación. Sabía que el estado del chico era grave.

Si no hacía algo, moriría. Pero por un instante, se sintió tentada a dejar que eso pasara.

—(Un problema menos) —pensó con frialdad. Pero la imagen de Helena apareció en su mente, recordándole el contrato que la ataba.

—(No puedo dejar que muera... al menos no antes de cumplir mi parte del trato.)

Con su tercer suspiro del día y más irritada de lo que quería admitir, tomó una decisión.

La cual hizo que comenzara a odiar a este chico más de lo que realmente podía admitir.

—(¿Cómo puede alguien ser tan débil? Y ahora esto...) —pensó mientras cargaba al chico en sus brazos.

Su uniforme de sirvienta, impecable hasta hace unos minutos, estaba ahora manchado de sangre. La sensación pegajosa y cálida le provocaba una mueca de asco, pero no podía detenerse.

Caminar por las calles con un chico inconsciente en brazos ya era lo suficientemente molesto, pero llevarlo a la base de las Banderas Negras estaba descartado, al menos por ahora.

La situación en estos momentos era demasiado delicada, sobre todo con el espía de la cabeza de la familia Ivanova, merodeando por el pueblo; era demasiado peligroso como para arriesgarse a exponer su misión.

—Tendré que improvisar.

Recordó un par de casas abandonadas en un rincón escondido dentro de los bosques cercanos a Royal Woods. Era un lugar discreto, alejado de miradas curiosas y lo suficientemente seguro como para atender al chico sin riesgo a que la descubrieran.

Mientras caminaba hacia su destino, envió un pulso específico en dirección a la base principal, asegurándose de que Helena viniera a su ubicación.

...

[???]

En un espacio vacío, donde la oscuridad era la única constante, un pequeño punto de luz rompía la monotonía en el centro.

Allí, un hombre envuelto en una túnica con capucha permanecía inmóvil, su rostro oculto en las sombras que proyectaba la prenda.

Frente a él, un espejo flotaba, reflejando imágenes del mundo físico.

La superficie mostraba a un joven de cabello blanco siendo golpeado con brutalidad por su propia hermana.

El hombre observaba con interés, aunque su apariencia, oculta tras la capucha, no revelaba emoción alguna.

Finalmente, un chasquido de lengua resonó en el vacío, un gesto de clara desaprobación.

— ¿Qué clase de espectáculo mal escrito es este? —murmuró, su voz fría y cargada de desdén.

El hombre inclinó ligeramente la cabeza, observando cómo la castaña levantaba el bate de madera una vez más, con evidente intención de golpear con toda su fuerza.

—No se suponía que fuera así —continuó, mientras sus dedos delgados trazaban un leve círculo en el aire, haciendo que la imagen en el espejo de agua se estabilizara—. Mi plan era simple. Romperlo mentalmente, reducirlo a un peón moldeable. Pero esto... —Su voz adquirió un matiz peligroso—, esto es inaceptable. No puedo permitir que lo maten, ni mucho menos que lo lisi...

Se detuvo, sus palabras suspendidas en el aire, cuando una puerta apareció no muy lejos de él, materializándose desde la nada con un crujido ominoso.

De ella emergió otra figura encapuchada, cubierta con la misma túnica que él. A pesar del misterio que rodeaba su apariencia, el hombre reconoció de inmediato a la recién llegada, su única alumna.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó con calma, aunque sus ojos, ocultos bajo la sombra de su capucha, brillaron con un destello de desconfianza.

No recibió respuesta. En lugar de palabras, la figura alzó una mano y lanzó un ataque de energía púrpura, directo hacia él, la cual cortó el aire con violencia.

El hombre se movió rápidamente, desviando el ataque con un gesto de su mano, pero no pudo evitar que el impacto estremeciera el espacio vacío.

— ¿Qué significa esto? —gruñó, esquivando otro ataque que siguió de inmediato.

—¡Esto no era parte del trato! —espetó su alumna, su voz cargada de ira. Señaló con furia el espejo de agua que seguía mostrando al chico de cabello blanco y a su hermana en el mundo físico—. ¡Tú prometiste que él saldría ileso, que su voluntad sería quebrada poco a poco! Pero esto... ¡Esto es una locura!

El hombre suspiró con respiración, esquivando otra ráfaga de energía.

—Sabía de tu pequeña obsesión con él, pero esto... —comentó con un deje de burla en su tono. Sus movimientos eran precisos, calculados, mientras evitaba los ataques de su alumna—. Es verdad que ayudaste a poner en marcha el plan, pero incluso yo no puedo prever todas las variables.

La chica avanzó hacia él, encendiendo un aura oscura a su alrededor.

— ¿Variables? —exclamó, furiosa—. ¡Manipulaste el fragmento del alma de la estúpida de Lynn y ahora está completamente loca! ¡Si muere, todo habrá sido para nada!

El hombre levantó una mano, intentando calmarla, pero su alumna no bajó la guardia.

—Lo sé —admitió, su tono más suave, aunque su mirada seguía fija en ella—. Fue un error, lo reconozco. No podía prever que el fragmento reaccionaría así. Pero todo puede corregirse, si me dejas actuar.

— ¿Corregirse? —replicó ella, con una mezcla de incredulidad y desprecio—. ¿Cómo, exactamente?

—Primero, tranquilízate —dijo, alzando ambas manos en señal de paz—. Si continúas atacándome, no llegaremos a ninguna solución.

Hubo un momento de tensión, en el que la alumna pareció debatirse entre atacarlo nuevamente o escuchar. Finalmente, cayeron sus manos, aunque su aura seguía pulsando con energía contenida.

—Habla. Pero esto no significa que confíe en ti.

El hombre dejó escapar un suspiro de alivio y miró el espejo nuevamente. Ocultando de su acompañante el temblor de sus manos.

—La situación está fuera de control, es cierto, pero no todo está perdido. Hay formas de reparar el daño... siempre que sigamos siendo pacientes.

—Más te vale —murmuró ella, su tono aún amenazante—. Pero si él muere, ten por seguro que tú serás el siguiente.

El hombre río con frialdad, como si la amenaza de su alumna no le interesara.

—Siempre tan apasionada. Quizás por eso confió tanto en ti. Pero ten por seguro que el chico vivirá... aunque, me pregunto qué clase de persona será cuando todo esto termine.

Respondió, mientras en el espejo, la imagen de una mujer vestida de sirvienta se acercaba al cuerpo maltratado del chico.

...

[Lincoln]

El dolor había desaparecido, pero la sensación de que algo estaba horriblemente mal seguía ahí, como una sombra que no lograba disiparse.

Su pecho subía y bajaba rápidamente, intentando captar aire, pero algo en el ambiente era opresivo, casi irreal.

Pero no pudo pensar mucho en ello.

Ya que, de repente, un destello de luz rompió el horizonte, cayendo como un rayo a pocos metros de donde estaba. La explosión lo lanzó al aire, su cuerpo girando descontroladamente antes de aterrizar con un golpe seco contra el suelo.

Soltó un quejido y tratado de incorporarse, la vista borrosa y los oídos zumbando por el impacto.

A medida que su visión se aclaraba, se giró hacia la zona del impacto y vio algo que le quitó el aliento.

Un ser de luz estaba de pie en el centro de un cráter humeante, la tierra a su alrededor calcinada y las piedras derretidas.

Tenía forma humana, pero por más que lo intentaba, no podía distinguir si era hombre o mujer. Su figura irradiaba perfección, una representación andrógina que no pertenecía a este mundo.

Los contornos de su cuerpo se desdibujaban, y sus ojos "si es que eran ojos" parecían dos estrellas inmóviles, observándolo con una calma antinatural.

El ser levantó una mano, y su voz resonó en el aire.

—Ríndete, tu tiempo ha terminado. Acepta tu final y permite que te lleve a tu lugar de descanso eterno.

Se tambaleó, apoyándose en una rodilla mientras procesaba esas palabras. Cada fibra de su ser quería rechazar lo que oía, pero había algo en la presencia de aquella criatura que hacía que sus pensamientos flaquearan.

—Esto... —su voz salió entrecortada, llena de incredulidad—. Esto no puede ser real. Solo... solo es un sueño, ¿verdad?

El ser inclinó ligeramente la cabeza, su luz distorsionándose como si estuviera analizando sus palabras.

—Sueño o no, lo inevitable no cambia, estoy aquí para guiarte. Tu viaje termina aquí.

Algo en su interior le dijo que esto era lo correcto, que debía seguir a este ser, y permitir que las cosas siguieran su curso.

Pero la idea de abandonar a su familia, el recordar el rostro de Lynn distorsionado por emociones que posiblemente ni siquiera él entendía, lo hizo dudar.

Lo cual hizo que una chispa de ira se encendiera en su pecho, ante la sola idea de no ayudar a su hermana, abandonarla a ella y al resto, como este ser le pedía.

Sacudiendo la cabeza, dio un paso atrás, firme a pesar de la sensación incómoda en su cabeza.

—¡No! —gritó, con más fuerza de la que creía tener—. ¡No puedo irme! Algo... algo le pasa a mi hermana. Lynn. ¡Ella me necesita! Tengo que regresar a casa.

El ser permaneció inmóvil por un instante, como si evaluara su declaración. Luego avanzó un paso, su presencia, llenando todo el espacio a su alrededor con una presión abrumadora.

—Tu conexión con esa niña está rota, ella la rompió cuando...

Incluso antes de que el ser terminara esa frase, una cantidad de dolor indescriptible se apoderó de su cuerpo.

Dolores fantasma lo invadieron, como una oleada implacable. Sintió golpes brutales en todo su ser, el impacto seco de algo duro en su rostro, el crujir de dientes al romperse bajo una fuerza descomunal.

Pero el peor de todos fue el punzante e insoportable dolor en su cuello, como si hubiera sido torcido y fracturado en múltiples partes al mismo tiempo.

—¡¡Aaaaaa!! —gritó, incapaz de soportar la agonía.

Sus piernas cedieron, cayendo de rodillas, clavando las manos en el suelo mientras su cuerpo temblaba violentamente.

El sudor frío cubría su frente, y cada respiración se sentía como si estuviera inhalando astillas de vidrio.

Mientras luchaba por comprender lo que estaba sucediendo, el ser de luz avanzó con calma, cada paso suyo resonando como un eco en aquel lugar sin forma.

Su voz era serena, casi reconfortante.

—Este dolor, estas sensaciones que te aplastan... no son creación mía, ni tampoco son ilusiones —se detuvo frente a él, inclinándose ligeramente mientras continuaba hablando—. Estas heridas, esta agonía... te las dio tu hermana. Aquella con la que tan urgentemente deseas regresar.

Levantó la mirada con dificultad, su rostro contorsionado por la confusión y el sufrimiento.

—N-no... —susurró, jadeando entre palabras—. Eso no puede ser verdad, Lynn... ella nunca...

El ser inclinaba la cabeza, sus ojos brillando con una intensidad que perforaba entre las dudas que invadían su mente.

—Ah, pero lo son, estas heridas son lo que ella te hizo, aunque tu mente quiera olvidarlo.

No quería creer, pero la sensación de los golpes y la imagen de su hermana golpeándolo estaba presente en la mayor parte de su cuerpo y mente.

—Fue ella quien rompió tu cuerpo. Fue ella quien te dejó en este estado, abandonado a tu suerte. Y ahora, ¿quieres regresar con ella? ¿Por qué? ¿Para sufrir nuevamente?

Las palabras del ser cayeron sobre él como una piedra. El dolor en su cuerpo parecía intensificarse con cada palabra, como si su propia mente lo estuviera castigando por tratar de negar la realidad.

Su respiración se volvió más errática.

—Estás... mintiendo... —logró decir, aunque su voz era apenas un murmullo.

El ser soltó un suspiro, casi decepcionado.

—¿Mentir? No tengo necesidad de hacerlo —dijo el ser con algo de sarcasmo—. Todo lo que sientes, todo lo que recuerdas ahora, está dentro de ti. Yo solo estoy mostrándote la verdad.

Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear el dolor y las palabras, pero ambos eran implacables. El ser se arrodilló frente a él, su luz envolviéndolo como un manto.

—Dime, ¿realmente crees que puedes ayudar a alguien como Lynn? Orgullosa y con la tendencia de hacer que sus culpas y errores recaigan en las demás personas.

—... —no supo qué responder ante esa pregunta, quedándose callado.

El silencio se extendió por un largo momento más, y permaneció allí, de rodillas, incapaz de formular un pensamiento coherente.

Amaba a su hermana, demasiado, quizás. No solo a Lynn, sino a todas sus hermanas. Las amaba con una devoción que desbordaba los límites de lo que un hermano debía sentir.

En lo más profundo de su corazón, sabía que ese amor había cruzado una línea hace mucho tiempo. No era el amor puro y fraternal que debía tener por ellas.

Era algo más, algo que él mismo había tratado de enterrar durante mucho tiempo. Pero nunca, jamás, había hecho nada en favor de esos sentimientos. Sabía que estaba mal, lo entendía perfectamente.

Así que, en lugar de dejarse llevar por esa tentación, se había limitado a ser el mejor hermano que podía ser.

Se dedicó por completo a ellas, tanto a las mayores como a las menores. Se convirtió en el pilar que sostenía sus sueños, en el protector que soportaba cualquier carga sin quejarse, en el hermano perfecto que siempre estaba ahí, listo para ayudar.

Sin embargo, ahora, todo ese amor parecía haberse convertido en un cuchillo que lo atravesaba. Lynn había hecho esto. Lynn lo había herido, lo había abandonado, lo había despreciado. ¿Por qué? ¿Por qué lo odiaba tanto?

No podía entenderlo. Su mente se tambaleaba en un mar de confusión, buscando razones y explicaciones.

Lo único que quería era regresar a ser parte de la familia. No importaba cuánto dolor hubiera soportado, no importaba que hubiera sido olvidado por todos, incluso por las personas que más amaba.

No importaba que lo hubieran dejado en una existencia donde nadie podía verlo, escucharlo o siquiera tocarlo.

Él solo quería volver a casa.

A pesar de todo, a pesar del sufrimiento, de las heridas, de la soledad, deseaba regresar.

Quería estar bajo el cuidado de su familia, sentir su calidez, su cercanía, aunque eso significara convertirse en nada más que un escalón para los sueños de sus hermanas. Si eso era lo que necesitaban de él, estaba dispuesto a darlo.

El ser de luz, que había permanecido en silencio, lo observó con lo que parecía ser una mezcla de curiosidad y desaprobación.

—¿Es esto lo que realmente deseas? —preguntó finalmente, su voz resonando con un eco que parecía venir de todos lados—. ¿Regresar a una existencia donde eres invisible, desechable? ¿Una vida donde tu único propósito es servir a quienes no te ven más allá de una simple herramienta?

Alzó la mirada, sus ojos llenos de una mezcla de dolor y determinación.

—Ellas son mi familia. No me importa lo que tenga que soportar... mientras pueda estar con ellas.

El ser inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando su respuesta. La luz a su alrededor titiló, y por un momento, el ambiente se volvió más frío, más pesado.

—Tu devoción es... peculiar. Pero eso ya no importa, porque este es el final de tu camino.

El ser de luz estiró su mano, colocándola suavemente sobre su cabeza. En ese instante, una sensación de parálisis invadió todo su cuerpo.

No podía moverse, ni siquiera respirar con normalidad. Su mente seguía despierta, pero su cuerpo estaba completamente inmóvil, como si el ser hubiera desconectado cualquier conexión entre ambos.

La voz del ser, cálida y serena, resonó una vez más.

—No es malo amar. De hecho, es una de las pocas cosas humanas que realmente admiro. Pero el amor, cuando se dirige hacia las personas equivocadas, puede convertirse en una perdición. Y ese fue tu caso.

Trató de replicar, de gritar que estaba equivocado, pero no pudo. Su cuerpo no respondió a sus intenciones. El ser continuó hablando, ignorando su silenciosa lucha.

—Amabas a tus hermanas más allá de lo moralmente correcto. Un amor tan intenso, tan absoluto, que perdiste cualquier noción de ti mismo. Pero no fue ese amor el que te llevó aquí, a este final solitario y triste —el ser inclinó la cabeza, observándolo con compasión y lástima—. Fue la elección de dar ese amor a las personas equivocadas.

La luz del ser brilló más intensamente mientras seguía hablando, cada palabra pesando como una sentencia.

—Ellas no merecían ese amor. Solo te usaron, aprovecharon tu devoción para obtener lo que querían, y cuando ya no les serviste, te desecharon sin más. No es tu amor lo que te destruyó, sino su incapacidad de corresponderlo, su egoísmo, su frialdad.

Sintió que algo en su interior se rompía al escuchar esas palabras.

Había luchado tanto por aferrarse a la idea de que su amor era suficiente para mantenerlos unidos, a la esperanza de que su sacrificio valía la pena.

Pero ahora, frente a esa verdad cruel, no podía evitar sentirse vacío, perdido.

El ser de luz levantó su mano, y su cuerpo comenzó a levitar lentamente.

—Es una lástima —continuó el ser, su tono cargado de melancolía—. Un amor tan puro, tan incondicional, desperdiciado en quienes nunca lo valoraron. Pero ya no importa...

Incapaz de resistirse, sintió cómo era arrastrado hacia un portal brillante que había aparecido detrás del ser.

El portal pulsaba con una luz cegadora, emanando una energía desconocida y abrumadora.

Quiso llorar, quiso gritar, pero no pudo. Su conciencia comenzó a desvanecerse lentamente, como si su propia existencia estuviera siendo absorbida por la luz.

Un último pensamiento cruzó por su mente como un susurro, apenas audible incluso para sí mismo.

—(Lynn... ¿por qué?)

Y luego, todo se apagó.

...

[Milena]

Al llegar al bosque, las ramas crujían bajo sus tacones, pero no tardó mucho en encontrar la casa que tenía en mente. Una estructura antigua y olvidada por un tiempo, cubierta de musgo y con ventanas rotas.

Con un empujón, la puerta chirrió al abrirse. El interior era oscuro y polvoriento, pero servía para lo que necesitaba. Colocó al chico sobre una vieja mesa de madera en el centro de la habitación, ignorando las telarañas que colgaban del techo.

Se arrodilló junto a él, observando su rostro pálido y el estado deplorable en el que estaba. La sangre manchaba su cabello blanco y su ropa, y su respiración era superficial.

—Eres un desastre —murmuró con desdén mientras sacaba un pequeño estuche médico de su cinturón.

Comenzó a trabajar con precisión, limpiando las heridas más graves y estabilizando su condición lo suficiente para que pudiera aguantar hasta que el equipo de apoyo llegara a su ubicación.

No mucho después, cuatro presencias entraron en su campo de detección, avanzando con rapidez por el bosque. Pero no se inmutó, puesto que ya sabía perfectamente quiénes eran.

Unos minutos más tarde, la puerta de la casa abandonada se abrió de golpe, dejando entrar a tres mujeres vestidas con armaduras ligeras. Su diseño era claramente pensado para facilitar el movimiento de las portadoras en combate.

Aunque las tres llevaban cascos que cubrían casi todo el rostro, dejando solo sus ojos visibles, las reconoció al instante. Eran Cree y su pequeña escuadra de cazadoras.

Estaban en posición de batalla, alertas y listas para enfrentar cualquier peligro potencial en el lugar.

La líder, Cree, avanzó un par de pasos, inspeccionando rápidamente la escena. Al verla, intentó hablar.

—¿Qué está pasando aquí? Pensé que...

—Cállate y deja pasar a Helena —interrumpió con tono cortante, dejando claro que no tenía paciencia para explicaciones inútiles en ese momento.

Cree cerró la boca de inmediato, sus ojos brillando con un destello de irritación, pero obedeció. Con un gesto rápido, indicó a las otras dos que se dispersaron para asegurar la zona mientras ella retrocedía hacia la entrada.

Apenas un momento después, Helena apareció en el umbral de la puerta. A diferencia de las cazadoras, ella vestía un uniforme médico modificado para combinar funcionalidad con algo de protección ligera.

— ¿Qué tenemos aquí? —preguntó Helena, acercándose con pasos firmes.

—Un problema que no debería haber tenido que resolver sola —respondió, haciéndose a un lado para que la médica pudiera ver el estado del chico.

La médica soltó un suspiro al ver el estado del chico que estaba sobre la mesa, evaluando rápidamente las heridas con una mirada.

Sin embargo, lo que realmente captó su atención fue la reacción de las tres cazadoras. En un abrir y cerrar de ojos, se encontraban junto a ella, armas desenfundadas y listas para cualquier eventualidad.

Cree, sostenía una lanza corta, apuntando hacia su cuello, preparada para dar un golpe mortal. Una de las otras cazadoras blandía un par de cuchillos de caza, mientras la tercera empuñaba una espada corta que reflejaba la tenue luz de la habitación.

Cree fue la primera en hablar, su tono serio y cargado de autoridad.

—¿Qué le pasó? —dijo con un tono mortal en sus palabras.

Pero ella se mantuvo imperturbable ante el despliegue de armas y la evidente tensión, no sintiéndose en peligro en ningún momento.

—Lo encontré siendo atacado por una joven con un bate. Para cuando intervine, ya estaba en este estado —dijo, pero su explicación, carecía de emoción o detalles innecesarios.

Aunque internamente se sorprendió un poco por la velocidad con la que las cazadoras se habían movilizado, no mostró ningún signo de intimidación. De hecho, su fría indiferencia parecía frustrarlas más de lo que demostraban en sus posturas rígidas.

Cree la miró con desconfianza, como si tratara de decidir si había algo que no estaba diciendo. Sin embargo, no hizo más preguntas.

Su falta de reacción ante la evidente tensión en la sala hizo que las cazadoras se mantuvieran en sus posiciones, sin relajarse ni un milímetro.

Fue Helena quien, con algo de irritación en la voz, intervino finalmente.

—Necesito espacio para trabajar. Si van a quedarse aquí, tensas como cuerdas de arco, solo me van a estorbar.

Con visibles muestras de descontento, las tres cazadoras enfundaron sus armas y se retiraron unos pasos. Cree le lanzó una última mirada antes de volver a su posición inicial, pero no dijo nada más.

Helena, por su parte, se inclinó sobre el chico, abriendo su equipo médico y comenzando a trabajar.

Como siempre, permaneció en silencio, observando el proceso con aburrimiento, mientras las cazadoras se dispersaban para continuar asegurando la zona.

Helena, sin apartar la vista de sus herramientas ni detener su trabajo, dijo.

—No deberías molestar a esas tres, especialmente a Cree. Han adquirido un cariño especial por el chico, que podría causarte problemas si sigues tratándolo con esa indiferencia.

Con los brazos cruzados y el rostro inexpresivo, respondió sin un atisbo de interés.

—No me importa ese tipo de cosas. Las emociones son inútilmente desperdiciadas en seres inferiores, como él —respondió mientras señalaba al chico en la mesa.

Ante esa fría respuesta, la médica se quedó en silencio por unos momentos, concentrándose en estabilizar al chico o tal vez ignorando su poco amable razonamiento.

Sin embargo, después de un par de minutos, volvió a hablar, esta vez con un tono más grave.

—El chico ha perdido demasiada sangre. Y el daño en su cuello es más severo de lo que pensé. Si no actuamos rápido, no sobrevivirá.

Con una leve sonrisa llena de desdén, respondió con su habitual frialdad.

—Entonces es un caso perdido. Déjalo morir y sigamos adelante. No vale la pena desperdiciar recursos en alguien tan débil.

Helena dejó de trabajar por un momento, girando la cabeza hacia ella con desaprobación en su mirada.

—No puedo hacer eso —respondió con firmeza.

Sin importarle la tensión en el ambiente, dio un paso hacia la puerta, dispuesta a marcharse.

—Entonces haz lo que quieras. Esto ya no es asunto mío.

Sin embargo, antes de que pudiera cruzar el umbral, una nueva voz resonó en la habitación, fría y autoritaria, deteniéndola en seco.

—Milena.

El tono era inconfundible, y la oscura presencia que lo acompañaba hizo que incluso ella se detuviera y se pusiera tensa ante ese tono de voz.

Se giró lentamente para encontrarse con la figura de su señora, Margaret Ivanova, quien había llegado sin anunciarse. Su silueta proyectando una sombra intimidante sobre todos los presentes.

—Aceptaste tomar a este chico como tu alumno —dijo con calma, aunque la amenaza en sus palabras era clara—. Eso significa que es tu responsabilidad ayudarle, sin importar las circunstancias.

Apretó los labios, conteniendo su molestia.

—Mi señora, esto excede lo razonable. El chico está al borde de la muerte y...

Margaret dio un paso adelante, sus ojos oscuros fijos en los suyos.

—Entonces usa tus habilidades y tu propia sangre para salvarlo.

La orden era inapelable, y aunque sentía un profundo desagrado por lo que se le pedía, sabía que no podía desobedecer. Su lealtad, por muy irritante que pudiera ser a veces, era absoluta.

—Como desee, mi señora —respondió finalmente, con una leve inclinación de cabeza.

Con resignación, se acercó nuevamente al chico inconsciente, observándolo con algunas emociones negativas, antes de decir en voz alta una palabra.

—Despierta.

Un instante después, una espada larga se manifestó en su mano, su filo brillando con un color rojo carmesí, la cual respondía únicamente a su llamado.

Giró su rostro hacia Helena, quien la observaba con evidente preocupación, y declaró con frialdad.

—hago esto por la orden de mi señora. Pero no me hago responsable de las consecuencias o los efectos secundarios que puedan surgir al usar mis habilidades de esta manera.

Sin esperar respuesta, se agachó junto al chico y con cuidado puso el mango del arma en su mano, asegurándose de que la sujetara firmemente. La espada, una reliquia vinculada a su esencia, reaccionó de inmediato, sus runas brillando, mientras un calor peculiar empezaba a emanar de la hoja.

Con gesto decidido, deslizó el filo de la espada sobre su propia palma, haciendo un corte lo suficientemente profundo para que la sangre fluya en abundancia.

La hoja parecía beber ansiosa el líquido vital, activando una de sus habilidades más útiles, la cual la había salvado de muchas situaciones de vida o muerte.

Sin embargo, antes de que pudiera terminar, grande fue su sorpresa al ver cómo Margaret, sin dudarlo, imitaba su acción. La joven señorita tomó un el otro lado del filo de su arma e hizo un corte profundo en su mano y dejó que su sangre fluyera sobre el arma.

Milena alzó la mirada, claramente contrariada, y preguntó con un tono más atrevido de lo habitual.

— ¿Qué está haciendo, mi señora?

Margaret, siempre serena, respondió mientras observaba cómo la sangre de ambas se mezclaba sobre la hoja.

—No puedo permitir que tu sangre, por poderosa que sea, borre la marca de propiedad que ya he puesto sobre este chico.

La oscura joven habló con tal convicción que ella no pudo replicar. Aunque le desagradaba la implicación, sabía que Margaret no decía esas palabras sin razón.

Y la espada, como si respondiera a la mezcla de sangre, brilló intensamente antes de desatar una onda de energía que recorrió el cuerpo del chico. Sus heridas comenzaron a cerrarse lentamente, los huesos realineándose y la piel regenerándose.

A pesar de lo milagroso del espectáculo, no podía evitar sentir una profunda irritación.

—Espero que esto no sea un desperdicio —murmuró entre dientes mientras, ya queriendo soltar el filo de su arma.

Pero antes de que pudiera alejarse o soltar el filo de la espada, sintió algo que no esperaba

Un vínculo, profundo y extraño, comenzaba a formarse entre ella y el chico. Era como si un hilo invisible de energía la atara a su existencia, conectándolos de una forma que no podía ignorar. Al mismo tiempo, el vínculo que ya existía entre Margaret y el chico se intensificaba de manera palpable, irradiando un aura oscura y poderosa que llenaba la habitación.

De repente, su visión comenzó a distorsionarse. Los bordes del entorno se desdibujaron, los colores se difuminaron, y un mareo intenso la invadió.

Cerró los ojos con fuerza, intentando resistir, pero fue inútil. Su conciencia fue arrastrada como si alguien tirara de ella.

...

[???]

Avanzó con calma, sus pasos resonaban con un ritmo que parecía casi ritual.

Sin embargo, dentro de su calma había un atisbo de cautela.

Después de todo, no quería repetir lo que había ocurrido la última vez que vino por esta alma en particular.

Había algo único, casi desconcertante, en ese chico. Su amor, aunque inquebrantable, lo había llevado a un futuro trágico, y no podía evitar reflexionar sobre cuán distinto habría sido su destino si su final no hubiera llegado en este momento.

Se detuvo un instante frente al portal, observando el pasaje brillante que conducía a un lugar más allá de la comprensión humana.

Allí era donde debía llevar esta alma. Todo estaba dispuesto para culminar esta tarea, pero justo cuando dio el siguiente paso, ocurrió algo inesperado.

Un conejo blanco salió de entre las sombras, deteniéndose frente al portal. Sus ojos azules brillaban con una extraña intención, como si su existencia estuviera cargada de un propósito que excedía su apariencia frágil.

Se detuvo, algo en su interior le advirtió; un eco de sus propios instintos, la puso en alerta. Aunque parecía absurdo ponerse a la defensiva ante un animal tan pequeño, no podía ignorar esa sensación de peligro latente.

Y entonces, lo entendió.

Sin previo aviso, el conejo empezó a temblar, su forma comenzó a distorsionarse, sus extremidades alargándose, su pelaje desvaneciéndose para dar lugar a una coraza blanca y endurecida.

En cuestión de segundos, lo que había sido un simple conejo se transformó en una araña gigante.

Permaneció inmóvil por un momento, estudiando a la criatura. Sus mandíbulas parecían rotas, y había marcas de heridas recientes en su exoesqueleto, como si hubiera sobrevivido a un feroz ataque.

Pero a pesar de su estado, la criatura emanaba una presencia imponente, una fuerza que no debía ser subestimada.

—Así que, otra vez tú... —murmuró, su voz resonando con disgusto.

La araña respondió con un chasquido que parecía burlarse de su cautela. Levantó una mano, y un brillo intenso emanó de su palma, iluminando todo a su alrededor.

—¿De verdad, crees que puedes detenerme esta vez? Tu forma está rota, apenas te sostienes.

La araña no respondió con palabras, pero su postura lo decía todo. No importaba su estado.

Estaba decidida a impedirle cumplir su tarea.

Dejó escapar un suspiro imperceptible.

—No deberías interferir. Esta alma ha llegado al final de su camino. Pero si insistes...

Antes de que pudiera terminar su advertencia, la araña lanzó un ataque, una de sus patas afiladas, moviéndose como una lanza hacia su cuerpo.

...

[Milena]

Cuando abrió los ojos, ya no estaba en la pequeña casa abandonada, sino en un lugar oscuro, vasto y aparentemente infinito, donde no podía distinguir ni un principio ni un final. La oscuridad era densa, casi palpable, pero en el centro de todo aquel vacío, algo capturó inmediatamente su atención

Una enorme y masiva esfera de un blanco puro, suspendida en el aire como si flotara en aquel abismo.

Sin embargo, lo que la inquietó no fue solo la imponente presencia de la esfera, sino lo que estaba sucediendo en su superficie. Poco a poco, un líquido rojo intenso comenzó a extenderse sobre ella, seguido por un fluido negro que parecía envolverlo todo en un abrazo siniestro.

Ambos líquidos se movían con un propósito, retorciéndose y mezclándose en patrones caóticos mientras devoraban el blanco inmaculado de la esfera.

Sintió un escalofrío recorrer su columna cuando comprendió lo que estaba viendo.

Aquellos colores no eran simplemente energía cualquiera; eran las marcas inconfundibles de su señora y de ella misma. El negro representaba la oscura y abrumadora esencia de Margaret Ivanova, mientras que el rojo era, sin duda, su propia energía, densa y agresiva, marcando su influencia en ese espacio.

—¿Qué significa esto? —susurró para sí misma, con el ceño fruncido mientras daba un paso hacia la esfera, incapaz de apartar la mirada.

Antes de que pudiera analizarlo más, la voz de su señora llamó su atención. Sin embargo, parecía que Margaret no le estaba hablando directamente a ella, sino reflexionando en voz alta mientras caminaba hacia la esfera.

—Esto es... interesante —dijo, observando la masa de energía que cubría la esfera—. La reacción es parecida a la última vez, pero la integración de una tercera energía lo ha alterado. Es algo inesperado.

Frunció el ceño, siguiendo a su señora con pasos cautelosos. No quería dejarla sola en un lugar tan extraño, pero también había algo en ella, una curiosidad insaciable, que la obligaba a avanzar.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, intentando mantener su tono firme, aunque la atmósfera del lugar la hacía sentirse inquieta.

Margaret giró levemente la cabeza hacia ella, una sonrisa fría dibujándose en sus labios.

—Hemos cambiado la forma de una parte del alma de ese chico —respondió con calma, señalando la esfera frente a ellas—. Aunque, por ahora, debemos descubrir exactamente cómo ha cambiado.

Esas palabras enviaron un escalofrío por su espalda. Alterar un alma era algo que ni siquiera ella, con toda su experiencia, había considerado posible. Y la facilidad con la que su señora hablaba del tema solo incrementaba la inquietud que sentía.

— ¿Y cómo se supone que descubriremos eso? —preguntó, cruzándose de brazos, tratando de enmascarar su nerviosismo.

Pero no recibió una respuesta. En lugar de ello, siguió avanzando hasta que ambas llegaron al límite de la esfera. Allí, Margaret extendió una mano, dejando que sus dedos pálidos rozaran la superficie fluctuante de energía roja, negra y blanca.

—Es sencillo —dijo finalmente, con un tono que bordeaba la impaciencia—. Entraremos.

Antes de que pudiera protestar, un portal comenzó a formarse donde la mano de Margaret tocaba la esfera. La superficie reaccionó como si fuera líquida, ondulando y separándose para crear un pasaje hacia su interior.

Tragó saliva, observando cómo el portal se expandía, mostrando un destello de luz que contrastaba con la oscuridad del lugar.

—¿Qué hay ahí dentro? —preguntó con un hilo de voz, sintiendo una extraña atracción hacia el portal, como si algo en su interior la estuviera llamando.

Margaret le lanzó una mirada fría, aunque sus ojos parecían brillar con una emoción contenida.

—El espacio mental de Lincoln Loud —respondió simplemente—. Si queremos entender lo que hemos hecho, debemos entrar y descubrirlo.

...

[Maggie]

Al entrar al espacio mental, su expresión se mantuvo inmutable, fría y serena como siempre. Sin embargo, por dentro, apenas podía contener su curiosidad y su deseo de comprender cuáles serían los cambios que este nuevo vínculo había provocado.

La última vez que algo así sucedió, la percepción del chico se había incrementado exponencialmente. Su capacidad para entender e interpretar conceptos abstractos había alcanzado niveles que, incluso para ella, eran fascinantes. Pero ahora, lo que tenía frente a ella era una clara señal de que su desarrollo había ido mucho más allá de lo esperado.

Ante ella, flotando en el aire como si estuvieran vivas, se desplegaban una serie de símbolos luminosos, cada uno formando complejas matrices de runas que se entrelazaban y reorganizaban en patrones interminables.

Aunque reconoció que la mayoría de estas eran apenas las más básicas del lenguaje rúnico, la forma en que fueron presentadas era sorprendente.

—Interesante... —murmuró para sí misma, extendiendo una mano hacia las runas que flotaban en el espacio. Estos respondieron a su toque, brillando con mayor intensidad antes de moverse para formar nuevas combinaciones.

Sabía que este conocimiento no podía haber sido adquirido de forma natural. Incluso los eruditos más avanzados dedicaban años de su vida para entender lo básico del lenguaje rúnico, y este chico había llegado a un nivel básico avanzado sin siquiera haberlo estudiado conscientemente.

—(La integración de mi energía y la de Milena ha acelerado su desarrollo más de lo que esperaba) —pensó, sus ojos recorriendo las runas mientras una sonrisa apenas perceptible curvaba sus labios—. (Esto podría ser más útil de lo que imaginaba.)

A su lado, Milena observaba en silencio, claramente impresionada pero tratando de ocultarlo bajo una expresión neutral. No le prestó atención; su mente estaba completamente enfocada en las posibilidades que esto representaba.

De repente, la nube de runas comenzó a moverse con mayor rapidez, reconfigurándose en un patrón más complejo.

Frunció el ceño, dando un paso hacia adelante para analizarlo mejor.

— ¿Qué es esto? —murmuró, sus ojos brillando con un destello de emoción contenida.

Alzó ambas manos, interactuando con las runas como si fueran tangibles. La estructura parecía resonar con su toque, ajustándose a su voluntad, mientras nuevas capas de información se desplegaban frente a ella.

—Esto... esto es diferente —dijo, más para sí misma que para su acompañante, que la observaba con una mezcla de intriga y desconfianza.

La nube de runas comenzó a emitir un suave zumbido, como si reaccionara a su voluntad. Las runas brillaron aún más intensamente, formando ahora una secuencia continua que parecía extenderse más allá del horizonte.

—Parece que hemos desbloqueado algo que ni siquiera él sabía que tenía —continuó, su tono cargado de satisfacción—. Un potencial escondido que, con el tiempo, podría convertirlo en algo... excepcional.

Con una última mirada hacia las runas, intento que estas le mostraran más del potencial oculto del chico. Sin embargo, algo inesperado sucedió.

Las runas se reconfiguraron rápidamente, como si reaccionaran a su toque, pero en lugar de abrirse más a su voluntad, comenzaron a rechazarla.

Frunció el ceño, incrementando la cantidad de poder que empleaba para someterlas y forzarlas a obedecer. Las runas brillaron intensamente, resistiendo su control, hasta que finalmente se desintegraron en partículas luminosas y se alejaron de ella a toda velocidad, dispersándose por el vasto espacio.

Permaneció inmóvil por unos segundos, incrédula ante lo ocurrido. Nunca antes algo o alguien había sido capaz de desafiar su voluntad de esa manera.

Sin darse cuenta, varias emociones comenzaron a agolparse en su pecho.

Primero llegó la frustración, una sensación desconocida para alguien que siempre obtenía lo que deseaba. Pero esto fue rápidamente acompañado por una intensa anticipación. La idea de que algo dentro de ese chico pudiera crecer más allá de su control era...

Luego vino el enojo, una ira silenciosa por haber sido rechazada, mezclada con una chispa de felicidad, un sentimiento extraño que no pudo explicar. Era como si, por primera vez, algo o alguien representara un verdadero desafío para ella, y ese desafío le resultaba fascinante.

Cerró los ojos por un momento, tratando de calmarse. Las emociones seguían luchando dentro de ella, cada una intentando imponerse sobre los demás, pero ninguna lograba dominar por completo.

Finalmente, exhaló lentamente, dejando que las contradicciones coexistieran.

—Parece que este chico es más que un simple peón —murmuró para sí misma, su tono más frío de lo habitual.

Se giró hacia Milena, quien observaba en silencio desde la distancia. Aunque no dijo nada, notó la ligera confusión en los ojos de su subordinada, quien probablemente nunca antes había visto a su señora vacilar, ni siquiera por un instante.

—Esto será más complicado de lo que esperaba —admitió en un susurro apenas audible, antes de volver su atención hacia el espacio vacío donde las runas se habían dispersado—. Pero los desafíos siempre son los más gratificantes.

Con una última mirada al vasto e infinito espacio mental, decidió que era momento de continuar hacia la parte más interna del espacio mental del chico.

Su sirvienta, la seguía de cerca, con pasos cautelosos, observando cómo las energías de ambas se manifestaban como hilos luminosos y oscuros entrelazados, marcando un claro camino hacia las profundidades.

El sendero era silencioso, salvo por la leve resonancia de su propio poder interactuar con el espacio. A medida que avanzaban, comenzaron a encontrarse con fragmentos dispersos de los recuerdos del chico, flotando como espejos rotos.

Cada fragmento mostraba momentos simples pero significativos.

Lincoln con sus hermanas, riendo, discutiendo o simplemente cuidándolas.

En cada recuerdo, quedaba claro que, incluso en los peores momentos de su vida, el pensamiento primordial del chico era asegurarse de que sus hermanas estuvieran bien. Esa constante preocupación por su bienestar parecía ser la esencia misma de su ser.

Se detuvo frente a uno de estos fragmentos, observándolo en silencio. Mostraba al chico enfrentándose a un problema trivial.

Una de sus hermanas había perdido algo importante para ella, y Lincoln hacía todo lo posible por consolarla y ayudarla, sin importar las consecuencias para él mismo.

Sin saber exactamente por qué, algo en esos recuerdos la incomodó. Era como si una leve punzada de irritación se abría paso en su mente. No podía entenderlo del todo, pero había algo en esa demostración de devoción que le resultaba... molesto.

— ¿Qué es esto? —murmuró para sí misma, frunciendo el ceño mientras se giraba hacia otro fragmento cercano.

Este mostró a Lincoln enfrentándose a una situación injusta para proteger a una de sus hermanas, soportando el peso de la culpa y el castigo sin dudar.

Sintió una chispa de desagrado, pero no sabía si era hacia el chico o hacia lo que representaban esos recuerdos. No obstante, su rostro permaneció tan impasible como siempre.

...

De esa manera continuaron por aquel lugar, hasta que llegaron al centro, donde varias cosas ocurrieron al mismo tiempo.

Lo primero que captó su atención fue un pilar de colores oscuros y enfermizos, totalmente cubierto de runas tan complejas que ni siquiera ella podía comprender del todo. Las runas parecían moverse, reorganizándose constantemente en un flujo caótico y desconcertante.

Sin embargo, lo que más destacaba eran doce símbolos, entre el mar, de letras extrañas. Entre ellos, uno estaba completamente roto, esparciendo fragmentos de energía inerte a su alrededor, mientras que otro se desmoronaba poco a poco, hasta desaparecer por completo.

Dejando solo diez símbolos intactos.

Por otro lado, en lo que parecía una simple cama, yacía el chico, el dueño de aquel espacio mental. O más bien, su cuerpo mental, inmóvil como si estuviera atrapado en un sueño profundo o en un coma.

Su respiración era apenas perceptible, y una sensación de fragilidad impregnaba el ambiente.

Pero lo que realmente atrajo su mirada, fue la figura que se encontraba justo sobre él, a manera de protector y guardián.

Una araña gigante de un blanco puro estaba suspendida sobre la cama, sus múltiples patas extendidas para cubrir al chico como si tejiera un capullo invisible a su alrededor. Sus ojos, pequeños, pero brillantes, parecían observarlas con desafío y agotamiento, lista para defenderlo de cualquier amenaza.

Aunque no se mostró sorprendida, ya que conocía bien a esta araña.

Después de todo, ella misma había facilitado la fusión entre este tejedor del vacío y el alma del peliblanco. Era una de sus primeras y más arriesgadas intervenciones.

Sin embargo, ahora que la veía más detenidamente, se dio cuenta de algo preocupante.

La araña estaba herida. Sus colmillos estaban destrozados, incapaces de cumplir su función, y su cuerpo entero estaba cubierto de grietas que parecían extenderse cada vez más con cada movimiento.

A pesar de su evidente estado de deterioro, la criatura mantenía una postura defensiva, como si estuviera dispuesta a usar lo poco que le quedaba de fuerza para proteger al chico.

—Parece que el guardián también está al borde del colapso —murmuró con voz fría, aunque en el fondo sintió una pizca de desagrado.

No porque la criatura estuviera herida, sino porque algo, o alguien, había causado esto dentro de un espacio que ella consideraba bajo su control.

Milena, aun a su lado, se cruzó de brazos, mirando a la araña con una expresión analítica.

—Si esa cosa se rompe, probablemente todo esto también colapsa, ¿no? —dijo, mientras señalaba todo el espacio a su alrededor.

—Eso no pasará —respondió de inmediato, sin apartar la mirada de la criatura.

Su voz era firme, cargada de una confianza casi inquietante, mientras señalaba hacia la energía que ella y Milena habían vertido en el chico.

Ambas energías, oscuras y rojizas, comenzaban a fluir lentamente hacia el cuerpo durmiente del chico, entrelazándose y luego extendiéndose hacia la araña, ya que esta era parte integral de su esencia.

—Mira cómo nuestras energías lo fortalecen, lo reconstruyen. Este vínculo no solo se mantendrá; evolucionará.

Su sirvienta observó en silencio, claramente escéptica, pero no pudo evitar notar cómo las grietas en el cuerpo de la araña parecían cerrarse, aunque fuera a un ritmo lento y desigual.

— ¿Qué clase de criatura es esta?—preguntó Milena finalmente, cruzándose de brazos, con un tono que mezclaba incredulidad y una pizca de curiosidad.

Bajó su mirada hacia el chico, como si evaluara la mejor manera de explicar.

—Antes de la araña, su espíritu guardián era un conejo blanco.

—¿Un conejo? —Milena arqueó una ceja, claramente sorprendida y escéptica.

—Sí, un conejo blanco. Un reflejo de su naturaleza frágil, gentil e inofensiva, pero con una persistencia silenciosa. Sin embargo, cuando estuvo al borde de la muerte, hambriento, me vi obligada a intervenir.

Hizo una pausa, volviendo su atención a la araña blanca, cuya presencia parecía fortalecerse a cada momento que recibía más energía.

—Encontré un tejedor del vacío que merodeaba cerca de este espacio mental. Sabía que esas criaturas son conocidas por su capacidad para devorar energías, a sí que con mi poder, lo fusioné con su alma.

Su acompañante abrió la boca para responder, pero alzó una mano, cortándola antes de que pudiera interrumpir.

—Sé lo que vas a decir —continuó, con un tono divertido—. Que algo así, es imposible. Que no hay manera de forzar una fusión espiritual entre un ser del plano astral y un alma humana. Pero te equivocas. No solo lo hice una vez, Milena. Lo estoy haciendo de nuevo ahora, frente a tus ojos.

Señaló hacia la energía que fluía de ambas hacia el chico en la cama y, por extensión, hacia la araña.

—Esta vez, no solo es mi poder. También estoy utilizando nuestra sangre y energía. Estamos alterando su esencia una vez más. Y, sinceramente, no puedo esperar a ver el resultado.

Milena frunció el ceño, negando con la cabeza.

—Esto no tiene sentido. Lo que está describiendo va en contra de todo lo que sabemos sobre vínculos espirituales.

—¿Sentido? —soltó una suave carcajada, su tono lleno de ironía—. ¿Desde cuándo mi poder obedece las reglas impuestas por otros? Mi poder no pregunta, Milena. Mi poder toma y transforma.

Milena replicó, su tono cargado de frustración.

—Esto no debería ser posible. Los espíritus guardianes no cambian de esta manera, y mucho menos pueden ser manipulados tan arbitrariamente. Esto va contra toda lógica.

Sin embargo, no respondió. Su mirada permaneció fija en el chico y la araña, su mente ya distante, profundamente inmersa en un torbellino de pensamientos.

Se preguntaba cuáles serían los cambios esta vez. ¿Heredaría el chico rasgos de su esencia, de su oscuridad? ¿O tal vez algo de Milena, como su determinación y su fuego interior?

Pero más que nada, estaba ansiosa por saber qué ocurriría con el espíritu guardián. ¿Mantendría su forma como tejedor del vacío? ¿O evolucionaría en algo completamente nuevo?

Tal vez adquiriría la forma de su propio Lobo del Velo, o quizás sería influenciado por Milena, tomando una forma más acorde con el águila que representaba su energía.

La respuesta no tardó en llegar.

El tejedor del vacío comenzó a tambalearse, su cuerpo desmoronándose lentamente en finos hilos de polvo blanco.

Observó en silencio cómo la criatura finalmente colapsaba, su forma desapareciendo por completo, dejando tras de sí algo inesperado.

Un huevo gigantesco, blanco y reluciente, como si estuviera hecho de cristal opaco.

Intercambiaron miradas, ambas claramente sorprendidas, aunque ella mantenía su expresión más controlada.

—Parece que el espíritu está renaciendo —murmuró, su tono más curioso que sorprendió.

El huevo comenzó a agrietarse lentamente, líneas brillantes recorriendo su superficie hasta que, con un estallido ensordecedor, se rompió en mil pedazos.

De su interior emergió una criatura imponente.

Un águila blanca de proporciones enormes, con plumas que parecían brillar como si estuvieran hechas de luz pura. La criatura desplegó sus alas, que se extendieron tanto que parecieron cubrir todo el espacio mental.

Con un grito poderoso, el águila alzó vuelo, ascendiendo y comenzando a surcar el cielo de aquel lugar.

—Bueno, parece que tu influencia fue más fuerte de lo que esperaba —dijo en un tono tranquilo, aunque sus ojos se destellaban con emoción.

Por su parte, Milena, no pudo ocultar algo de molestia al ver lo que consideraba una copia de su propio espíritu guardián.

Posiblemente, sin pensarlo dos veces, llamó a su águila carmesí, que emergió desde su interior con un brillo intenso, desplegando sus majestuosas alas.

El espíritu guardián no perdió el tiempo; ascendió rápidamente hasta colocarse al mismo nivel que el águila blanca, su postura y movimientos claramente desafiantes.

La criatura carmesí soltó un potente graznido, como si instara a su contraparte blanca a demostrar su valor, desafiándola a volar más rápido y más alto.

Observó la escena y no pudo evitar soltar un pequeño suspiro, mezclado con una sonrisa de ligera exasperación.

—Tan orgullosa como siempre. Incluso aquí, en un lugar donde el tiempo y las reglas no tienen sentido, no puedes evitar querer demostrar que eres superior.

Milena no apartó la mirada de las águilas, su voz firme pero con un toque de disgusto y algo más.

—No es orgullo. Solo quiero asegurarme de que esto no sea más que un reflejo débil de mi espíritu guardián.

Negó suavemente con la cabeza, observando cómo las dos águilas comenzaban a volar en círculos cada vez más rápidos, como si midieran sus fuerzas.

—Sabes tan bien como yo que no es una copia. Esta criatura es algo nuevo, algo que el chico ha formado desde su interior, influenciado tanto por ti como por mí.

—Quizá, pero eso no significa que no deba probar su valor —respondió Milena, mientras observaba con interés cómo ambas águilas se movían, sus energías entrelazándose brevemente antes de separarse en un destello de blanco y carmesí.

No dijo nada más, pero sus ojos brillaban con curiosidad ante la reacción tan poco común de su sirvienta. Con un movimiento tranquilo, se cruzó de brazos y fijó la mirada en el espectáculo que ocurría en el cielo.

Las dos águilas volaban en círculos cerrados, casi a la misma velocidad, sus alas rozando el aire con fuerza y ​​precisión.

Sin embargo, al igual que sus protegidos, el águila carmesí pronto dejó en clara su superioridad. Su experiencia y velocidad la hicieron destacar, maniobrando con destreza y elegancia que la blanca apenas podía igualar.

A pesar de esto, la diferencia no era tan amplia como esperaba.

El águila blanca, a pesar de su aparente falta de experiencia, mantenía el ritmo con una tenacidad inesperada. Este hecho no pasó desapercibido para ninguna de las dos mujeres.

Milena, con una mirada frustrada en su rostro, observaba con intensidad cada movimiento de las aves. Por su parte, mantuvo su expresión serena, aunque internamente estaba intrigada.

—(¿Es esto realmente el reflejo de lo que él puede ser? Si con tan poco tiempo de existencia ya puede casi igualar al espíritu de Milena, entonces...) —reflexionó en su interior.

Al menos hasta que Milena rompió el silencio, su tono seco y ligeramente irritado.

—Esto es temporal. Solo está intentando alcanzar algo que no podrá sostener por mucho tiempo.

Milena con su atención fija en su águila carmesí, que ahora realizaba un giro brusco para intentar dejar atrás al águila blanca.

Sin embargo, esta última, con un destello de luz, cambió abruptamente de forma, transformándose en un ágil conejo blanco.

Con un salto preciso, aterrizó sobre el lomo del águila carmesí, donde se mantuvo equilibrado por unos segundos antes de cambiar nuevamente, ahora adoptando su forma de araña.

En esta forma, la criatura rápidamente extendió hilos de seda sobre el ave carmesí, enredando sus alas y entorpeciendo sus movimientos con precisión.

Antes de que Milena pudiera decir algo, la araña saltó, dejando atrás a su adversaria mientras recuperaba su forma original de águila blanca.

Con un movimiento decidido, tomó la delantera en el vuelo, demostrando una inteligencia y adaptabilidad que no eran comunes en ningún espíritu guardián.

Acto seguido, del águila blanca salió un destello de luz que voló hacia el cielo, perdiéndose en el infinito espació de este lugar.

Mientras tanto, el espíritu guardián realizó una caída en picada, surcando el aire con elegancia, para finalmente volar directamente hacia el chico. Sin detenerse, se sumergió en el interior de su protegido, desapareciendo como si se hubiera fundido con él.

Había observado cada segundo con atención y sintió cómo su interés por el chico aumentaba exponencialmente. No solo por su capacidad innata, sino por la singularidad de su espíritu guardián.

—(Un espíritu que puede cambiar de forma a voluntad... jamás he visto algo semejante) —pensó con fascinación.

Pero su acompañante, que todavía estaba procesando lo sucedido, frunció el ceño, claramente molesta por el acto del espíritu.

No dijo nada al principio, pero era más que claro que la mujer, que no estaba contenta con el pequeño truco de la araña. Y cuando estaba por expresar su disgusto, le ordenó con un gesto de su mano para que se calmara.

—Ahora es tu trabajo asegurarte de que este chico demuestre todo su potencial —dijo, ignorando el disgusto de la mujer—. Antes de someterlo al ritual del despertar, quiero que lo prepares completamente. Veo en él una herramienta invaluable que me será de utilidad en el futuro para alcanzar mis objetivos.

Su sirvienta frunció el ceño aún más, claramente en desacuerdo.

—¿Está diciéndome que debo entrenar a este niño? ¿Yo? ¿Con todo lo que tengo que hacer?

Su voz se tornó fría como el hielo, cortando cualquier intento de protesta.

—No me interesa lo que pienses, Milena. Tienes cinco meses. En ese tiempo, quiero que le enseñes todo lo que puedas. Lo que aprenda o no dependerá de ti, pero no fallarás en esta tarea.

Sin esperar respuesta, extendió una mano, convocando un portal que destelló con un resplandor oscuro. Sin mirar atrás, comenzó a caminar hacia él, dejando claro que la conversación había terminado.

...

[???]

Había pasado un tiempo, y la araña blanca seguía acosándola con golpes y ataques constantes, su ferocidad intacta a pesar de las heridas que marcaban su cuerpo.

Se movió con precisión, esquivando las patas afiladas y las telarañas que se dispersaban como trampas en el aire. Pero estaba en desventaja, no por falta de poder; su fuerza superaba claramente a la de la criatura.

Sin embargo, la situación era complicada por una razón más simple, proteger al chico inconsciente que mantenía cerca, con su poder.

Cada movimiento tenía que ser calculado para evitar que la araña lo arrebatara. Su misión no podía fracasar, pero el constante asedio de la criatura le estaba dificultando avanzar hacia el portal que lo llevaría al Pasillo de las Almas.

La araña atacó nuevamente, lanzando un golpe que cayó peligrosamente cerca de su pierna. Esquivó por poco, pero en su intento por ganar algo de terreno, no notó los finos hilos dispersos que se adherían al suelo bajo sus pies.

En el momento en que intentó moverse, sintió cómo su pie quedaba atrapado en la trampa.

Fue una fracción de segundo, pero suficiente para que la araña aprovechara la oportunidad. Con un movimiento brutal, una de sus patas delanteras lo golpeó directamente en el torso, enviándola a volar por los aires.

El impacto fue suficiente para aflojar su agarre, y el cuerpo inconsciente del chico cayó fuera de su control, rodando por el suelo hasta quedar lejos de su control.

Cuando recuperó el equilibrio, su mirada se fijó rápidamente en el lugar donde había caído el chico.

Pero ya era demasiado tarde. La araña blanca se había abalanzado sobre él, asegurándolo con firmeza en su lomo mientras comenzaba a huir a toda velocidad, dejando un rastro de telarañas detrás de ella.

—¡No te atrevas! —gritó, su voz resonando con una mezcla de furia y desesperación.

Sin dudarlo, comenzó a perseguirla, su forma destellando con una intensidad renovada. Pero la araña era rápida, sus movimientos erráticos dificultaban el seguimiento, y las telarañas que lanzaba detrás de ella complicaban aún más el terreno.

Sabía que no podía permitir que escapara, pero cuando se disponía a seguirla, algo extraño ocurrió.

De un momento a otro, los movimientos de la araña blanca se volvieron erráticos, como si su cuerpo estuviera fallando. Luego, en un instante, colapsó al suelo, quedando totalmente inmóvil.

Esto lo confundió, pero decidió no cuestionarlo demasiado. Al final, aquello hacía su trabajo mucho más sencillo.

Sin embargo, al acercarse al lugar donde la criatura yacía, notó algo inusual. El cuerpo quitinoso de la araña comenzaba a desmoronarse, convirtiéndose lentamente en polvo que el viento dispersaba.

El proceso continuó hasta que, donde antes estaba el imponente arácnido, solo quedó un gran huevo blanco.

Observó la escena por un momento, su mirada fría y analítica. Aunque aquello era peculiar, no le dio mayor importancia.

Para ella, ese tipo de transformaciones carecían de significado, meros detalles irrelevantes en el gran esquema de las cosas.

Dirigió entonces su atención hacia el chico, cuyo cuerpo yacía no muy lejos, aún inconsciente. Se acercó con la intención de terminar su misión y llevárselo al Pasillo de las Almas.

Pero justo cuando extendía la mano para levantarlo, algo inesperado ocurrió.

Una garra enorme emergió de las sombras. Antes de que pudiera reaccionar, la garra la sujetó con fuerza por el brazo, sus dedos apretando con un poder que incluso ella podía sentir.

—¿Qué...?

Su pregunta quedó incompleta cuando la criatura que poseía la garra alzó vuelo con ella, arrastrándolo lejos del chico a una velocidad impresionante.

Forcejeó, tratando de liberarse, pero la garra no cedía. Mientras era llevada, su mirada se desvió hacia el huevo blanco, que comenzó a emitir un brillo suave y pulsante, como si algo dentro estuviera despertando.

Pero no pudo observar más lo que estaba pasando, porque el dueño de la garra la lanzó lejos, al menos lo suficiente como para que no pudiera interferir en lo que fuese que estaba ocurriendo.

Cayó estrepitosamente, aunque el impacto no fue un problema real para ella, ya que el dolor era una de las cosas que no experimentaba.

Se levantó rápidamente y se dirigió al lugar donde estaban el huevo y el chico, determinado a recuperar el control de la situación.

Pero lo que encontró al llegar, sin embargo, la sorprendió.

Parada cerca del huevo, una imponente águila blanca vigilaba tanto al cascarón como al chico. Pero no fue la presencia del ave lo que realmente la dejó perpleja, sino el hecho de que el huevo había comenzado a romperse.

Grietas blancas surcaban la superficie del cascarón, mientras un brillo intenso emanaba desde su interior. Antes de que pudiera ni siquiera moverse para intervenir, el huevo explotó en una nube de luz cegadora.

Cuando la luz se desvaneció, una segunda águila blanca, tan majestuosa y enorme como la primera, emergió de entre los restos. Su plumaje resplandecía con una pureza que contrastaba con el aire ominoso del lugar.

Ambas aves se miraron durante unos segundos, como si estuvieran, comunicándose en un lenguaje que solo ellas entendían. Entonces, sincronizadas, extendieron sus alas con una gracia imponente.

Antes de que pudiera actuar, una de las águilas tomó al chico inconsciente entre sus garras con un movimiento rápido y preciso.

Con un potente aleteo, ambas levantaron vuelo, ascendiendo hacia las alturas con una velocidad que no parecía natural.

Se quedó inmóvil por un momento, mientras las aves comenzaban a desaparecer en la distancia. La frustración y el desconcierto se entrelazaban en su mente.

Su misión, que debería haber sido sencilla, había tomado un giro inesperado por segunda vez.

—Esto no ha terminado —murmuró, antes de prepararse para perseguir a las criaturas, decidida a recuperar al chico, costará lo que costará.

Con un pensamiento, su cuerpo comenzó a levitar en el aire, y rápidamente se lanzó tras las dos águilas.

Conjuró una espada hecha de su propia esencia, una herramienta letal de luz pura, y con un movimiento rápido se dispuso a atacar a las criaturas aladas.

Pero justo cuando estaba a punto de ejecutar su golpe, algo la impactó de manera brusca y contundente, desviándola de su trayectoria.

Recuperó el equilibrio con rapidez, la luz de su forma parpadeando por un momento antes de estabilizarse.

Frente a ella, flotaba una figura que no había esperado volver a ver.

Un hombre, su cabello blanco contrastaba con la máscara negra carente de rasgos que cubría su rostro.

Vestía un traje de batalla elegante, predominantemente blanco, con toques negros en puntos estratégicos.

Sin embargo, lo que más llamó su atención fueron las alas en su espalda, cubiertas por plumas de un gris oscuro que parecían absorber la luz a su alrededor.

Al reconocerlo, la ira creció dentro de ella, una emoción que rara vez experimentaba.

Este individuo, este intruso, ya le había frustrado antes, impidiéndole llevarse el alma del chico en otra ocasión. Y ahora, parecía que se interpondría nuevamente en su camino.

—¿Por qué insistes en detenerme? —preguntó, su voz resonando con un eco siniestro que parecía llenar el aire mismo.

Pero el hombre no respondió.

Permaneció flotando frente a ella, sus alas extendidas con una calma inquebrantable, como si su mera presencia fuera suficiente para desafiarla.

Aunque no dijo nada, su postura hablaba con claridad, no dejaría que avanzara.

Ante su declaración silenciosa, desplegó más de su poder, la espada en su mano, creciendo en tamaño y brillo mientras ardía con más fuerza y poder.

—No entiendo por qué lo haces, pero no permitiré que interfieras esta vez —dijo, su tono cargado de advertencia.

El hombre se mantuvo inmóvil, su máscara ocultando cualquier rastro de emoción, pero la tensión en el aire era palpable.

Se enfrentó a él como un opuesto, una manifestación de luz pura, ante una figura que parecía existir en la intersección entre la luz y la sombra.

Sabía que no podía perder más tiempo. Las águilas se alejan con cada segundo que pasaba, llevándose al chico más allá de su alcance.

Con un grito que resonó como una explosión de luz, cargó hacia el hombre, su espada, trazando un arco luminoso en el aire.

Pero este último, con una agilidad que parecía desafiar las leyes de la física, esquivó su ataque con un simple batir de alas, posicionándose nuevamente entre ella y su objetivo.

La batalla estaba a punto de comenzar, y ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder.

...

[Maggie]

Abrió los ojos lentamente, dándose cuenta de que había regresado al mundo físico.

Su mano, junto con la de Milena, todavía estaba en el filo de la espada de su sirvienta. Sin dudarlo, soltó el arma, sintiendo un leve dolor por el corte en su palma, aunque lo que realmente llamó su atención fue el agotamiento que recorría su cuerpo.

Había usado una cantidad considerable de energía para canalizar el poder de Milena hacia el interior del chico.

Volvió la mirada hacia su sirvienta personal, notando que Milena parecía aún más exhausta que ella, con un ligero temblor en sus manos, aunque no expresó preocupación alguna al respecto.

Con su calma habitual, desvió su atención hacia el equipo de cazadores y Helena, quien se acercó rápidamente para tomar su mano herida.

—Déjame ver eso —dijo Helena con preocupación mientras comenzaba a tratar el corte. Su mirada se alzó hacia su rostro, llena de preguntas—. ¿Qué ocurrió exactamente?

—Salvamos la vida del chico, nada más —no dio más detalles, manteniendo el tono de alguien que no deseaba ser cuestionada.

Mientras tanto, Milena permaneció en completo silencio, su expresión neutral, ocultando cualquier emoción o pensamiento que pudiera estar atravesando su mente en este momento.

Tras un breve momento, se dirigió hacia Cree y su equipo, quienes observaban en silencio, esperando instrucciones.

Con un tono autoritario y sin admisión de réplicas, declaró.

—A partir de este momento, la protección del chico recaerá exclusivamente en Milena. Su misión como guardianas queda revocada. Regrese a sus funciones normales de inmediato.

El grupo intercambió miradas incómodas, hasta que Cree, con visible incomodidad, intentó replicar.

—Con todo respeto, mi señora, pero esto no es prudente. Milena ha demostrado tener problemas para interactuar con personas normales. Además, ella tiene otras responsabilidades que no pueden ser descuidadas por encargarse de esto.

No mostró la más mínima señal de molestia ante el comentario de su subordinada, simplemente levantó una mano para callarla.

—Mis órdenes ya han sido dadas, Cree —respondió con firmeza—. Milena es ahora la encargada de todo lo relacionado con el Lincoln, y eso incluye su seguridad. No volveré a discutir esto.

Pudo ver cómo Cree apretaba los dientes, evidentemente molesto, pero finalmente guardó silencio, inclinando la cabeza en señal de aceptación, aunque de mala gana.

Pero la médica del lugar, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dejó escapar un comentario mordaz mientras trataba la herida en su mano.

—¿La seguridad del chico? Supongo que estará en excelentes manos, considerando la sutilidad y delicadeza que Milena suele demostrar.

Aunque su tono era sarcástico, nadie le respondió directamente. Milena, sin embargo, le lanzó una mirada fría, pero no dijo nada.

Ignoró por completo la tensión en el ambiente, concentrándose en dar las últimas instrucciones al grupo. Una vez que finalizó, se giró hacia Milena, evaluándola con su mirada.

—Cinco meses, Milena —dijo en un tono bajo pero firme—. Espero resultados.

Sin esperar respuesta, se dio la vuelta, avanzando con calma hacia la salida, dejando tras de sí a sus subordinadas.

...

Lucy]

El desayuno de esta mañana había sido, sin duda, lo mejor que había pasado en todo el mes. No todos los días tenían la oportunidad de disfrutar tanto chocolate.

Y había saboreado cada mordisco, sumergida en la pequeña guerra declarada que había estallado entre sus hermanas para ver quién se quedaba con más de esos deliciosos postres.

Aunque había sido una batalla campal, lo disfrutó como pocas cosas en su vida.

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Lynn regresó abruptamente a la cocina.

Había salido hace unos minutos con urgencia, pero ahora estaba de vuelta, y algo en su rostro no parecía del todo correcto.

Una mezcla de emociones contradictorias cruzaba su semblante, rabia, confusión y, tal vez, miedo.

Sin embargo, antes de que pudiera analizarlo más a detalle, Lynn se recompuso de inmediato, su expresión endureciéndose como si nada hubiera ocurrido.

Parpadeó, tratando de enfocarse en lo que acababa de suceder, pero su atención fue capturada por algo más.

Su ojo, el que le permitía percibir cosas que otros no podían, captó un destello oscuro alrededor de su hermana. Era como una sombra fugaz que se envolvía en ella, pero fue tan rápido que apenas pudo distinguirla antes de que desapareciera por completo.

¿Había sido real?, no estaba segura, pero una sensación incómoda se instaló en su pecho.

Lynn terminó su desayuno en silencio, sin mirar a nadie más, se retiró de la mesa para luego subir las escaleras junto con las demás.

Se había quedado en la mesa, sin saber qué pensar, ni siquiera saber si lo que había visto era real. No estaba acostumbrada aún a la bendición de su nuevo ojo, y eso la hacía dudar de sí misma.

Tal vez todo había sido una alucinación, algo que su mente había inventado mientras intentaba acostumbrarse a esta habilidad que todavía no entendía del todo.

—(Es probable que solo esté viendo cosas que no están ahí) —pensó, intentando calmarse—. (Al menos hasta que pueda controlarlo mejor.)

Decidió que tendría que hablar con Haiku sobre esto más tarde.

Ella siempre tuvo una manera única de explicarle las cosas, y seguramente podría ayudarle a entender si lo que había visto era producto de su imaginación o algo más.

Sin embargo, esa conversación tendría que esperar hasta la tarde, cuando se reúnan como de costumbre.

Por ahora, se limitó a guardar sus pensamientos, decidiendo que no valía la pena preocuparse más de lo necesario. Se levantó de la mesa con cuidado, tratando de no dejar que la inquietud se refleje en su rostro. Su hermana Lynn era fuerte, y si había algo realmente mal, confiaba en que lo descubriría tarde o temprano.

Con un suspiro profundo, recogió su taza vacía y la llevó al fregadero, luego comenzó a dirigirse hacia su habitación.

Sin embargo, al subir las escaleras, una pequeña reunión de hermanas al final del pasillo llamó su atención.

Con el sigilo que la caracterizaba, pasó cuidadosamente entre sus hermanas, deslizándose con habilidad hasta llegar casi al frente del grupo.

Lo que encontró la dejó momentáneamente desconcertada.

Lynn estaba sacando bruscamente pilas de cómics, figuras de acción, ropa de niño y muchas otras cosas más que, claramente, no encajaban en una casa llena de chicas.

Los objetos caían al suelo con un eco sordo mientras Lynn trabajaba sin prestar atención al caos que dejaba tras de sí.

Luna, con una mezcla de confusión y molestia, rompió el silencio.

— ¿Qué rayos es todo esto, Lynn? —preguntó, señalando los objetos esparcidos por el pasillo.

Lynn se giró con una expresión de desdén, cruzando los brazos mientras respondía.

—Solo es basura que nadie necesita. Estoy vaciando este armario para tener espacio para mis cosas. Ya no tengo lugar en mi habitación para guardar mis cosas importantes.

Notó algo extraño en la forma en que Lynn evitaba mirarlas directamente, su tono más brusco de lo habitual. Algo no estaba bien, y no solo era la repentina "limpieza" del armario.

Lana frunció el ceño mientras levantaba una figura del suelo.

—Pero esto no parece basura —dijo, sosteniendo una figura de acción claramente valiosa—. ¿Puedo quedarme con algunas cosas?

Lynn se encogió de hombros con indiferencia.

—Si te sirve, llévate todo lo que necesitas. El resto se irá directo a la basura.

Las hermanas comenzaron a recoger rápidamente los objetos que les parecían útiles o interesantes. Algunas discutían sobre quién se quedaría, con qué, mientras que otras simplemente se limitaron a observar todo esto.

El pasillo, antes lleno de tensión, ahora estaba envuelto en murmullos y risas ocasionales.

Sin embargo, la tranquilidad se rompió cuando Luan, sosteniendo una camiseta vieja con el logotipo de un cómic, levantó la voz.

—Espera, ¿por qué Lynn sería la única que usaría el armario desocupado?

El comentario hizo que todas se detuvieran y miraran a Lynn, quien frunció el ceño ante la arrepentida atención. Varias de sus hermanas comenzaron a quejarse, reclamando que, si el armario estaba vacío, deberían poder usarlo también.

La deportista, notablemente irritada, levantó las manos para calmar el alboroto.

—¡Está bien, está bien! Si me ayuda a limpiar el lugar, todas podrán usar el espacio para guardar lo que quieran. ¿Contentas?

Las hermanas intercambiaron miradas, algunas todavía escépticas, pero finalmente accedieron.

Mientras comenzaban a recoger los restos del "basurero" de Lynn, permaneció al margen, observando en silencio, o eso intentó, hasta que Leni la jaló suavemente del brazo.

—Vamos, Lucy, necesitamos mover estos muebles al sótano —dijo con una sonrisa mientras señalaba un par de estantes pequeños y una vieja cómoda.

—Suspiró, bien, ya voy... —respondió resignada, y comenzó a ayudar.

Entre todas, lograron llevar los pocos muebles que estaban dentro del pequeño espacio al sótano, asegurándose de que no estorbaran.

Aunque el trabajo fue rápido, no pudo evitar notar el extraño ambiente que parecía rodear el armario vacío.

No mucho después, el espacio quedó completamente limpio. Todo rastro de los objetos que una vez albergaron esos estantes había desaparecido.

Sin embargo, algo extraño sucedió, algunas de sus hermanas se quedaron mirando el armario vacío, como si esperaran que algo más saliera de él.

El silencio se prolongó más de lo necesario, algo que ninguna parecía entender.

Pero finalmente, Lynn rompió el momento al aparecer de nuevo, esta vez cargando un par de cajas llenas con sus cosas.

—¿Qué están viendo? Es solo un armario —sin mostrar ninguna preocupación, Lynn comenzó a guardar sus pertenencias en el espacio recién despejado.

Observo como su hermana organizaba las cajas con una calma que parecía ser una señal para que el resto comenzara a traer sus cosas a este lugar.

Una tras otra, sus hermanas llegaban con objetos que querían almacenar: desde ropa vieja hasta viejos proyectos escolares. Aunque al principio no le interesaba el espacio, recordó que ahora tenía muchos libros y novelas que ya no cabían en su habitación.

Con un leve suspiro, decidió que no le vendría mal un poco de espacio extra y se dirigió a su cuarto.

Sacó varias cajas de libros que había acumulado recientemente, incluyendo algunas de temática oscura que adoraba. Cuando regresó al armario, vio cómo sus hermanas ya estaban discutiendo cómo dividir el espacio restante.

Esperó pacientemente su turno, aunque no pudo evitar mirar de reojo cómo Lynn parecía completamente despreocupada mientras acomodaba sus cosas, como si el resto de ellas no existieran.

Algo en su actitud seguía inquietándola, pero decidió enfocarse en acomodar sus preciadas pertenencias.

El ambiente se mantuvo tenso, pero al parecer ninguna de sus hermanas estaba dispuesta a pelear más por el espacio, así que simplemente todas, incluyéndola, guardaron sus cosas sin decir más.

...

Un par de horas después, estaba de vuelta en su habitación, terminando de preparar varias cosas para ir a casa de Haiku.

Tenían que practicar y aprender a manejar su nueva habilidad y comenzar a fortalecer su segundo corazón, el cual latía débilmente en su pecho.

Que, en comparación con el de Haiku, el suyo apenas era una pequeña sombra, débil y casi insignificante, pero estaba decidida a cambiar eso.

Al salir de su casa, el frío característico de la temporada lamió su pálida piel, haciéndola estremecer.

Por un instante, estuvo tentada a regresar al interior cálido de su hogar, pero las nuevas responsabilidades que había asumido le dieron la motivación para seguir adelante.

Caminó por el pequeño camino que la llevaba a la acera con paso tranquilo, perdida en sus pensamientos, cuando algo llamó su atención.

Un pequeño objeto brillante en el suelo. Intrigada, se agachó para recogerlo, y al sostenerlo en su mano, vio que era un pequeño hexágono metálico cubierto de grabados complejos, diminutas runas que parecían moverse ligeramente bajo la luz.

Su curiosidad se encendió. Este no era un objeto que encontrarías tirado en cualquier lugar, y la sensación que emanaba de él era... extraña.

Sintió un ligero escalofrío, pero no de frío, sino algo más.

Decidió guardarlo en su bolsillo y continuar su camino, pensando que Haiku tal vez sabría qué era este objeto y para qué servía.

...

No mucho después, llegó a la zona más alejada de Royal Woods, donde se encontró la imponente mansión de la familia de Haiku.

Con un par de golpes sólidos en la puerta, fue recibida por uno de los sirvientes, quien con una leve inclinación de cabeza la dejó pasar.

Ya familiarizada con el lugar, caminó con calma por los largos y decorados pasillos hasta llegar al estudio donde su amiga siempre estaba leyendo.

El lugar tenía la atmósfera que siempre le había gustado, era elegante, silencioso y perfumado con un sutil aroma a incienso.

Dentro, Haiku, impecable como siempre, estaba sentada junto a una mesa pequeña, sosteniendo una taza de té en sus manos. La escena era tan formal que sintió que era como entrar en una escena de un libro victoriano.

Haiku levantó la mirada al verla y, con un leve gesto de su mano, le indicó que se sentara frente a ella.

—Buenas tardes, Lucy —saludó Haiku con su tono calmado.

—Buenas tardes, Haiku —respondió mientras tomaba asiento, en la cómoda silla de madera frente a su amiga.

Un sirviente apareció rápidamente con una taza de té para ella, a quien agradeció con un leve asentimiento.

Los primeros minutos fueron de una conversación simple y casual, como si ambas quisieran disfrutar de un momento de normalidad antes de entrar en temas más complejos.

—El clima está particularmente frío hoy, ¿no crees? —comentó Haiku mientras daba un delicado sorbo a su té.

—Sí, casi no quería salir de casa —respondió mientras envolvía sus manos alrededor de la taza para calentarlas—. Pero no podía dejar de venir. Este es el único momento del día en el que realmente puedo practicar.

—La constancia es clave, Lucy —replicó con una leve sonrisa—. Pero debo admitir que me alegra verte priorizando esto. No todos están dispuestos a hacer sacrificios por algo tan importante.

Dejo que el silencio se asentara por un momento, intentando buscar un tema que pudiera ser de interés, antes de preguntar lo que realmente le interesaba.

Luego, recordó algo que podía mencionar.

—Oh, cierto, mis hermanas encontraron un viejo armario en casa. Lo vaciaron esta mañana, fue toda una escena.

—Puedo imaginarlo. Vivir en una casa llena de personalidades tan fuertes debe ser... interesante, por decirlo suavemente —comentó Haiku con un ligero matiz de ironía en su voz.

Ambas compartieron una pequeña sonrisa, pero entonces sacó el hexágono metálico de su bolsillo y lo coloco sobre la mesa.

Y si rodeos lo presento ante su amiga.

—Haiku, encontré esto. No sé qué es, pero...

Haiku dejó su taza de té a un lado y tomó el objeto en sus manos, observándolo detenidamente, girando el hexágono metálico en sus manos mientras sus ojos analizaban cada detalle con precisión.

Pero cuando su amiga notó la complejidad de las runas grabadas, pudo sentir cómo transfería un poco de su poder hacia las runas

Tal vez buscando comprender su propósito.

Sin embargo, a pesar de Haiku lo reviso detalladamente, parecía que no pudo descubrir su propósito ni quién podría haber creado algo tan complejo.

—Esto es increíblemente avanzado, Lucy —murmuró, devolviendo el hexágono a la mesa con cuidado, como si temiera perturbarlo de alguna manera—. No he visto nada parecido antes.

A pesar de haber estado observando en silencio, se inclinó hacia adelante, intrigada.

—Entonces, ¿no sabes para qué sirve?

Haiku negó con la cabeza.

—Para eso, necesito quedarme con el objeto por un tiempo. ¿Te parece bien?

No se opuso, encogiéndose de hombros con tranquilidad.

—Claro, no tengo ningún uso para algo que ni siquiera sé, para qué sirve. Si crees que puedes descubrir algo, adelante.

Haiku, asintiendo agradecida, se levantó de su asiento, sosteniendo el hexágono con delicadeza.

—Gracias por la confianza. Lo guardaré en un lugar seguro mientras trabajo en ello.

Observó cómo su amiga salía del lugar con el objeto en sus manos. Y mientras esperaba, miró a su alrededor, dejando que sus pensamientos vagaran.

El ambiente era silencioso y cómodo, pero no podía evitar sentir que algo había cambiado, aunque no podía decir que era.

Esperaba poder dejar esa sensación de lado, u olvidarla mientras está aquí. Lamentablemente, eso no sería fácil para ella.

...

[Lincoln]

El zumbido en su cabeza lo hacía sentir como si estuviera flotando en un mar de neblina, distante de todo lo que había a su alrededor.

Cuando finalmente abrió los ojos, el mundo frente a él parecía un lienzo borroso.

Parpadeó un par de veces, obligándose a enfocar, y lo primero que notó fue el techo, agrietado y cubierto de moho.

Con un esfuerzo considerable, giró la cabeza, examinando el lugar. Era una habitación vieja, con paredes cubiertas de suciedad y muebles que parecían al borde del colapso. La luz que se filtraba por las grietas de unas tablas mal colocadas en una ventana proyectaba líneas irregulares en el suelo de madera.

Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo, como si nadie hubiera pisado ese lugar en años.

Su mente, aún confusa, apenas podía formular preguntas coherentes, pero las más urgentes comenzaron a brotar.

—(¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué aquí?)

Cuando intentó moverse, un dolor punzante atravesó su cuello y su torso, como si alguien clavara un hierro al rojo vivo en su carne.

Dejó escapar un gruñido ahogado y cerró los ojos con fuerza, apretando los dientes para no gritar. Su cuerpo entero dolía, y un ardor persistente en su boca le resultaba extraño.

Con un esfuerzo titánico, alzó ligeramente su cabeza, lo suficiente para notar los vendajes que cubrían su torso y brazo izquierdo. La sangre seca teñía los bordes de la tela.

—(¿Quién? ¿Por qué?)

Antes de que pudiera procesar nada más, un sonido lo puso en alerta.

Pasos.

Venían desde algún lugar más allá de una puerta a su derecha. Su corazón comenzó a latir con fuerza, o al menos eso creyó, pues era irregular y mucho más profundo, resonando en su pecho como un eco.

Los pasos se acercaban, como si quien fuera que se acercaba no tenía ninguna intención de ocultar su presencia.

Tragó saliva, o al menos intentó hacerlo, pero su garganta protestó con una punzada de dolor que lo dejó jadeando.

No podía levantarse, y su cuerpo apenas respondía. Solo pudo mirar hacia la puerta, su respiración entrecortada mientras el sonido de los pasos se hacía más fuerte, a medida que se acercaban.

La puerta crujió al abrirse lentamente, y una figura alta y delgada salió de la oscuridad. El sonido rítmico de sus tacones resonó en todo el lugar, llenando el ambiente con una tensión que parecía casi palpable.

La luz que se filtraba apenas permitía distinguir su contorno, pero logró distinguir un abrigo largo que se movía con cada paso, un cabello liso cayendo como una cortina alrededor de un rostro que permanecía oculto en la oscuridad.

Por un momento, él tuvo la fugaz idea de huir. Aunque el dolor en su cuerpo lo hacía casi imposible, su instinto de supervivencia le gritaba que lo intentara.

Pero antes de que pudiera mover un músculo, una voz femenina, fría y con un tinte de irritación, rompió el silencio.

—No hagas nada estúpido —el tono de la mujer no despejo dudas.

No parecía estar aquí para lastimarlo, pero tampoco parecía dispuesta a ayudarlo más de lo que ya había hecho. Su mirada, intensa y penetrante, se clavó en él mientras continuaba con calma helada

—Si hubiera querido matarte, te habría dejado en la calle donde te encontré, desangrándote como un perro.

Quedó paralizado tanto por las palabras como por el aura autoritaria que emanaba de la mujer. Por un momento, quiso replicar, pero algo en la forma en que lo miraba, o tal vez el dolor que sentía, lo detuvo.

A regañadientes, bajó la vista y trató de concentrarse en lo que había dicho.

—(La calle... ¿Me encontro en la calle? ¿Qué pasó antes de eso?)

Los fragmentos de recuerdos confusos comenzaron a encajar en su mente, pero no de forma clara, sino como un rompecabezas distorsionado.

De repente, la memoria golpeó con la fuerza de un trueno. Lynn, su rostro lleno de furia, sus palabras llenas de desprecio, y el bate de béisbol que blandía con fuerza.

"¡Eres una maldita plaga!"

El recuerdo lo atravesó como una cuchilla. Podía ver el momento exacto en que ella levantó el bate, sus palabras llenas de odio resonando en su mente una y otra vez.

Sintió de nuevo el impacto contra su cuerpo, el dolor, la confusión que sentía con solo recordar.

—¿Te duele recordar? —preguntó la mujer, acercándose hasta quedar frente a él.

La luz finalmente reveló la apariencia de la mujer, y lo que vio, casi cautivo sus ojos, si no fuera por la situación en la que estaba.

Era una mujer vestida con un uniforme de sirvienta debajo de un largo abrigo café, que parecía sacado de un libro de época, completamente limpio e impoluto, un detalle que contrastaba ampliamente con el entorno sucio y decadente en el que se encontraban.

Su cabello castaño oscuro, tan intenso que en la penumbra parecía negro, caía en una cascada perfectamente ordenada. Su rostro era hermoso, casi irreal, con labios de un suave tono rosado y una nariz pequeña y delicada.

Pero lo que más destacaba, lo que hizo que un escalofrío le recorriera la columna, eran sus ojos.

Eran de un color plata que brillaba con una luz antinatural, como si en su interior habitara una energía que no pertenecía a este mundo. Aquellos ojos no solo lo miraban, sino que parecían atravesarlo, desnudar cada rincón de su ser.

Tembló un poco, incapaz de evitarlo, y finalmente, con voz temblorosa y llena de cautela, se atrevió a hacer una pregunta.

—¿Quién... ¿Quién eres? ¿Por qué me trajiste aquí? ¿Cómo es posible que alguien me haya encontrado... si nadie puede verme desde hace medio año?

La expresión de la mujer se endureció de inmediato, su mirada pasando de fría curiosidad a un visible desdén. Soltó un suspiro pesado y cruzó los brazos, inclinando ligeramente la cabeza hacia él como si estuviera, tratando de contener su irritación.

—¿En serio? —dijo con un tono que destilaba molestia—. Lo primero que haces después de que alguien salve tu miserable vida es cuestionar sus intenciones. Deberías estar agradecido de que salvará tu lamentable vida.

Él abrió la boca para decir algo, pero ella no le dio la oportunidad de interrumpir.

—Para empezar —continuó, señalándolo con un dedo que parecía más un juicio que un simple gesto—. Estoy segura de que no recuerdas bien de lo que pasó, pero créeme, te encontré hecho un desastre. Si no hubiera intervenido, ya estarías pudriéndote en una zanja.

La mujer dio un paso hacia un pequeño mueble cercano, tomando un paño que uso para limpiar una mota inexistente de polvo en su uniforme, antes de volverse nuevamente hacia él con un movimiento elegante.

—Y no solo eso —añadió mientras lo miraba con los ojos entrecerrados—. También deberías agradecerme por algo más... digamos, valioso.

Frunció el ceño, confundido.

—¿Algo más?

Ella asintió, apuntando hacia un rincón oscuro donde yacía una mochila de cuero.

—La colección de libros que he puesto en tu mochila, claro. Todos ellos valen más que cualquier cosa que tú hayas tenido en tu vida.

Inclinó la cabeza, sin entender a qué se refería esta mujer por un par de segundos, hasta que un recuerdo lo golpeó con claridad.

La colección de libros del lenguaje rúnico.

Había pasado meses estudiando sus páginas, usándolos para crear herramientas que, de alguna manera, lo ayudaran a ser de utilidad, aun en su situación maldita.

Entonces, recordó su herramienta diseñada por él mismo, había invertido horas de trabajo y dedicación. Y al no sentirla en su lugar habitual, la ansiedad lo invadió.

Rápidamente, comenzó a mirar a su alrededor, intentando localizarla entre el desorden.

Pero su búsqueda se detuvo cuando la mujer, con su voz fría, pero ahora teñida de un matiz de burla, interrumpió.

—¿Buscas esto?

Él giró la cabeza hacia ella, y sus ojos se fijaron en lo que sostenía entre sus manos. La mujer levantaba un par de objetos de metal unidos a cables que terminaban en lo que parecía un cinturón de cuero.

Había una curiosa elegancia en cómo los sostenía, como si estuviera examinando una obra de arte extraña.

—Es interesante, ¿sabes? —comentó, girando los objetos en sus manos mientras los estudiaba con cuidado—. Lo que has hecho aquí es inusual. Usaste las runas más simples, las más inútiles según la mayoría de los textos, y lograste que hagan algo completamente diferente a lo que estaban diseñadas para hacer.

No supo si lo estaba alabando o criticando, pero se sintió aliviado de que su herramienta estaba intacta.

Sin embargo, antes de que pudiera decir algo, la mujer extendió su otra mano, mostrando un par de hexágonos de metal no más grandes que una mano. Estaban cubiertos por una intrincada matriz de runas que él mismo había diseñado.

—Y estas... —continuó ella, alzando una ceja mientras los hexágonos brillaban bajo la tenue luz—. ¿Quién te enseñó a escribir matrices como estas? No son exactamente algo que encuentres en los libros básicos que te di.

Su tono estaba lleno de curiosidad genuina, pero también de incredulidad.

Frunció el ceño, sus pensamientos acelerándose mientras decidía cómo responder. Finalmente, con un tono seco y un poco de orgullo, habló.

—Nadie. Lo hice todo yo solo.

La mujer entrecerró los ojos, como si estuviera evaluando que tan sinceras eran sus palabras.

—¿Tú solo? —preguntó, con una mezcla de escepticismo y sorpresa—. ¿Quieres decir que estas matrices complejas y ajustes casi imposibles, las hiciste sin ayuda alguna?

—Sí, y no son tan difíciles como parecen —respondió, encogiéndose de hombros—. Solo necesitas comprender cómo funcionan las bases y luego aplicarlas.

La mujer lo miró en silencio durante un largo momento, hasta que algo en su expresión cambió, como si una barrera en su mente se hubiera roto de repente.

Su rostro se transformó en una mezcla de fascinación y urgencia que no pudo identificar del todo, y antes de que pudiera decir algo, ella se acercó rápidamente a él, inclinándose lo suficiente como para que sus ojos de un plateado brillante quedaran al nivel de los suyos.

—¡¿Cómo lo hiciste?! —preguntó de golpe, su voz cargada de intensidad—. ¿Cómo logras que múltiples líneas de runas funcionen al mismo tiempo sin interferir unas con otras?

Parpadeó, intentando procesar la pregunta, pero antes de que pudiera articular una respuesta, ella lanzó otra pregunta igual de incisiva.

—¿Cómo ajustaste la velocidad de la runa de movimiento simple? Esa cosa es tan lenta que ni siquiera sirve para mover un engranaje, ¡pero tú la hiciste!

Abrió la boca, intentando hablar, pero la mujer continuó.

—¿Y qué hay de esta matriz? —dijo señalando una línea escrita sobre el hexágono de metal—. Esa combinación debería ser inestable, ¡es casi imposible estabilizar esas runas sin que se neutralicen entre sí!

Las preguntas siguieron fluyendo en rápida sucesión, cada una más técnica y específica que la anterior. Sus palabras eran rápidas, como si no pudiera contener la avalancha de pensamientos en su mente.

—¿Cómo calculaste los puntos de convergencia? ¿Qué material utilizaste para las placas? ¿Dónde aprendiste a compensar el drenaje energético?

Intentó responder, pero apenas comenzó a explicar cuando otra pregunta lo interrumpió. La mujer estaba demasiado inmersa en su torrente de curiosidad, moviéndose de un lado a otro mientras gesticulaba con los objetos en las manos.

Finalmente, incapaz de seguir el ritmo, levantó las manos en un gesto de rendición.

—¡Espera! —exclamó, su voz, un poco más alta de lo que pretendía—. No puedo responder si no me das tiempo para pensar.

La mujer se detuvo de golpe, parpadeando como si acabara de darse cuenta de lo abrumador que había sido su interrogatorio.

Retrocedió un paso, llevándose una mano al rostro como si intentara recuperar la compostura.

—Lo siento —dijo finalmente, aunque su tono aún estaba cargado de impaciencia—. Es solo que... esto es impresionante. No debería ser posible.

La miró, confundido pero también un poco curioso.

—¿Qué es lo que no debería ser posible?

Ella lo señaló con los objetos aún en sus manos.

—Todo esto. Lo que ha hecho. No es solo que funcione, sino que lo hiciste sin ninguna instrucción formal, sin un maestro. Creaste algo que ni siquiera los expertos en runología habrían considerado viable.

Por un momento, ella pareció reflexionar, como si estuviera reevaluando algo. Luego, sus ojos volvieron a fijarse en él, esta vez con una intensidad que lo hizo estremecer.

—Voy a hacerte una última pregunta —dijo con un tono más calmado, pero no menos inquisitivo—. Si no tenías a nadie que te enseñara, ¿cómo supiste que esto era posible?

Respiró hondo, tratando de ordenar sus pensamientos.

—No lo sabía —respondió finalmente, encogiéndose de hombros—. Solo... intenté cosas. Si no funcionaba, lo desarmaba y empezaba de nuevo. Supongo que simplemente veía cómo podía hacer que las runas funcionaran para mí en lugar de seguir lo que decían los libros.

Ella lo miró fijamente durante un largo momento, su expresión volviendo a esa mezcla de fascinación y algo más que él no podía descifrar.

Finalmente, como si afirmara algo para sí misma, como si acabara de tomar una decisión importante, pero antes de hacer cualquier otra cosa, le preguntó.

—¿Hasta qué punto de los tomos llegaste por tu cuenta?

Parpadeó ante la pregunta, pero respondió sin muchas ganas de seguir hablando.

—Estaba en el octavo de los diez básicos. Solo me faltaba pasar la prueba de desbloqueo para acceder al noveno tomo, pero no tuve tiempo de hacerlo antes de... bueno, ya sabes.

Por un momento, la mujer parecía congelarse, su rostro mostrando una mezcla de frustración e incredulidad que contrastaba con su actitud previa.

Pudo ver cómo apretaba los labios mientras procesaba la información, y luego, sin previo aviso, dio una fuerte patada a una mochila que había estado en un rincón, enviándola deslizándose por el suelo.

—Falta de información —murmuró entre dientes, su tono lleno de irritación—. No subestimar a las personas de interés sin antes estudiarlas con calma... ¡Qué error tan estúpido!

Observo con cautela, sintiéndose un poco intimidado por su reacción. Ella continuó murmurando para sí misma, palabras que él no alcanzó a entender del todo, pero que parecían ser una reprimenda dirigida a alguien, quizás incluso a sí misma.

Entonces, casi como si nada hubiera pasado, la mujer se ajustó su uniforme con movimientos precisos, alisando las arrugas de su falda y recolocándose los guantes. Cuando volvió a mirarlo, su expresión había recuperado esa calma profesional que parecía caracterizarla, aunque aún quedaba un leve destello de ¿algo?, en sus ojos.

—A partir de este momento, yo seré tu maestra —declaró con firmeza, señalándolo con un dedo que no admitía objeciones—. Y quiero que quede claro algo, espero perfección y nada menos que eso.

La miró, aturdido por la declaración, tratando de procesar lo que acababa de decir.

—¿Maestra...? —preguntó con incredulidad—. ¿Qué quieres decir con eso?

Ella cruzó los brazos, inclinándose ligeramente hacia él, su mirada de un plateado brillante, perforándolo como si pudiera ver a través de su alma.

—Quiero decir que voy a llevarte a superar más allá de esos diez tomos. Tienes potencial, pero todavía veo demasiadas fallas. Y yo me aseguraré de corregirlas, una por una, hasta que seas capaz de crear algo que incluso yo consideraría impecable.

Tragó saliva, sintiendo una mezcla extraña de emociones al escuchar sus palabras.

—¿Y si no quiero...? —comenzó a decir, pero ella lo interrumpió con una sonrisa que no alcanzó a suavizar la intensidad de su mirada.

—No tienes opción. Si ya llegaste tan lejos por tu cuenta, sería un desperdicio dejarte seguir tropezando solo.

Suspiró y, con un tono que quería que sonara la más firme que pudo, comenzó a decir.

—Estoy agradecido por lo que hiciste por mí, realmente lo estoy. Y me gustaría ser tu alumno... pero ahora mismo tengo que resolver un problema con mi hermana. Necesito regresar a casa. Mi prioridad es mi familia.

Sin darse cuenta, la temperatura a su alrededor comenzó a descender de manera inquietante.

Un frío extraño llenó el ambiente, como si la misma habitación reaccionara a sus palabras. Sin embargo, él ignoró esa sensación, demasiado concentrado en levantarse.

A pesar del dolor en su cuerpo, comenzó a buscar frenéticamente sus pertenencias, especialmente los hexágonos de metal que había diseñado como complemento para su herramienta.

Extrañamente, le faltaban 2, los cuales no pudo encontrar, por más que revisó el lugar.

Pero justo cuando estaba a punto de alargar la mano hacia los que sí estaban, la voz de la sirvienta lo detuvo. Era fría y autoritaria, como si no admitiera réplica.

—Detente.

Se giró lentamente hacia ella, sintiendo un escalofrío que no provenía solo del aire helado del lugar.

La mujer lo miraba con esos ojos plateados que brillaban con una intensidad glacial, su expresión severa lo fijó en su sitio.

—Eso ya no es decisión tuya —dijo con calma, aunque su tono contenía una firmeza que le hizo temblar ligeramente—. Alguien importante para mí ha decidido reclutarte para su causa. Solo por esa razón me molesté en salvarte la vida.

Abrió la boca para replicar, pero ella levantó una mano, silenciándolo antes de que pudiera hablar.

—Estás en deuda conmigo. Conmigo y con mi señora. Sin nosotras, ahora mismo estarías muerto o en una situación mucho peor. ¿Realmente crees que puedes ignorar eso?

Apretó los labios, su mente dividida entre la molestia por la imposición y la incertidumbre de lo que implicaban sus palabras.

Finalmente, logró articular algo.

—¿Y si no acepto?

La sirvienta esbozó una sonrisa que no tenía nada de cálida, su mirada volviéndose aún más penetrante.

—Entonces tendremos que reconsiderar lo mucho que valía la pena salvarte. Pero déjame advertirte, joven, no te conviene ponerte en contra de mi señora.

Tragó saliva, sintiéndose pequeño ante esta mujer que, detrás de esa fachada de elegancia y profesionalismo, parecía ser extremadamente peligrosa.

No había duda de que cualquier resistencia sería inútil, así que solo pudo encogerse de hombros y asentir ante sus palabras.

La mujer esbozó una sonrisa que parecía más un gesto mecánico que una expresión genuina.

—Sabia decisión —dijo, aunque la frialdad en su mirada dejaba clara su postura ante él.

Sacudió la cabeza, tratando de calmarse un poco. Finalmente, decidió presentarse. Después de todo, esta mujer era posiblemente la maestra que haría de su vida una pesadilla.

Cómo con la desconocida del diario.

—Lincoln Loud —dijo, mientras estiraba la mano.

Sin embargo, ella alzó una ceja, como si su presentación le resultara innecesaria.

—Lo sé —respondió con suavidad, pero el subtexto de su tono sugería que su declaración era una obviedad—. Eso no hacía falta.

Suspiró, un poco frustrado ante su respuesta, pero decidió no discutir. En cambio, tomó aire y formuló su siguiente pregunta.

—¿Y usted? ¿Cómo se llama?

La mujer inclinó ligeramente la cabeza, como si midiera la formalidad que debía usar en su respuesta. Luego, con elegancia, hizo una pequeña reverencia mientras se presentaba.

—Milena Ivanova, sirvienta principal de mi señora.

















Continuar...

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Bien, comencemos con la parte más importante, como se habrán dado cuenta, estos dos últimos capítulos son más largos que el resto.

Eso se debe a que eh tenido algo más de tiempo en trabajar en la historia, hasta el punto en el que estoy pensando en sacar 4 capítulos al mes, en lugar de 2.

Pero aún no tengo confianza en asegurar que sea capaz de hacerlo, así que solo es una posibilidad.

Pero ya el tiempo lo dirá, jajaja.

También hice un cambio en la sinopsis de la historia. O mejor dicho modifique la primera y agregue la del segundo arco, espero que den a entender más o menos la esencia de las historias.

También ya tengo la ficha de personajes lista, pero aún no la pienso publicar ya que en algunas de ellas hay spoilers de partes de la historia, así que tengo que censurar esas partes.

Por otro lado, el capítulo de la otra historia aún está en proceso, ya que tuve una pequeñas diferencias de operaciones con la persona que me dio la idea. Así que eso puede tardar un poco más en salir.

(Lo siento)

En cuanto al resto de cosas son cosas que no merecen importancia, eso creo, jajaja

Bien en cuanto a este capítulo, si Milena tiene un tipo de prejuicio, pero no es tan mala, solo tuvo un vida complicada.

Lynn tiene doble personalidad provocada.

Y Haiku tiene una creación de Lincoln.

Eso sería un resumen del capítulo, en pocas palabras, pero por alguna razón creo que todo está cayendo en su lugar.

A cierto y aunque no salió, por qué descarte la escena, Anastasia (madre de Maggie) está acercándose a Royal Woods, con los refuerzos para las banderas negras.

Pero es algo que puede que ponga en el siguiente capítulo, o en un especial, lo que sienta que es mejor.

Si tienen alguna duda, no duden en preguntar, yo responderé, siempre y cuando no sea un spoiler para la trama.

Creo que eso sería todo por el momento, así que hasta la próxima.
Gracias por leer está historia.

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