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Capítulo 08: Decisiones, culpas y tormentos...

¡¡¡Hola a todos!!!

Feliz navidad y prospero año nuevo.

Disfruten del primer capitulo del año, y no olviden revisar las notas al final del capitulo.

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[Anastasia]

Sostuvo el cigarro entre sus delgados dedos con la familiaridad de un gesto cotidiano, permitiendo que una brasa ocasional iluminara su rostro de afilados rasgos mientras su mente procesaba las palabras del hombre frente a ella.

—Ese es el reporte —dijo él, con la firmeza profesional de alguien que entendía su lugar y posición—. No tenemos más información sobre el origen de los atacantes ni cómo lograron llegar a Royal Woods.

Aspiró profundamente, dejando que la nicotina calmara la tormenta que comenzaba a gestarse en su interior. Exhaló lentamente, el humo formó una neblina que parecía absorberse en la oscuridad del lugar.

—La Orden del Ocaso Eterno... —murmuró con una voz baja y helada, dejando que el peso de ese nombre cayera como un martillo en el ambiente.

El hombre, frente a ella, bajó la mirada por un instante, consciente de las implicaciones de esa declaración.

—¿Y las banderas negras? —preguntó con interés, sus ojos brillando con una mezcla de curiosidad y un muy toque muy tenue de preocupación.

—Tuvieron unas cuantas bajas, pero mantuvieron su superioridad en todo momento. Su fuerza sigue casi intacta, pero eficiente —respondió el hombre, sin omitiendo los detalles innecesarios.

Anastasia dejó que una leve sonrisa apenas tocara sus labios. Pero lo que realmente captó su atención fue lo siguiente.

El humo del cigarro flotaba en el aire denso, impregnando cada rincón de su oficina.

—¿Y mi hija? —preguntó, esta vez con un tono más íntimo, aunque no menos frío.

El hombre frente a ella enderezó su postura, sabiendo que no perdonaba las faltas de respetos, ni a ella ni a nadie de su familia.

—Tuvo un enfrentamiento directo con el décimo séptimo asiento de la Orden, Seranor el Sin Fin. En todo momento se demostró superior. Lo obligó a retirarse.

Por un breve instante, Anastasia permitió que un rastro de orgullo se filtrara en su expresión. Una hazaña que muchos considerarían extraordinaria, pero para alguien de su linaje, no era más que la expectativa mínima. Esa era la diferencia entre las familias comunes y la suya. Sus descendientes no eran criados para sobrevivir, eran forjados para conquistar.

Sin embargo, su hija menor era un caso particular. La portadora de la oscuridad. Una anomalía incluso dentro de su poderosa familia, destinada a ser la némesis natural de la portadora de la luz. Aquella que no solo era la santa de la iglesia, sino también la mujer más fuerte de la actualidad. Y quizá, en un futuro no muy lejano, una enemiga muy peligrosa.

Apagó el cigarro en el cenicero de cristal con un gesto medido, pero su mente ya estaba considerando posibles escenarios. Pero tal vez necesitaba otro punto de vista, diferente al suyo.

—Nikolay, ¿tú qué piensas? —preguntó a su mano derecha, uno de sus dos sirvientes, quienes permanecían de pie a su lado, siempre atentos, siempre imperturbables—. ¿Debería mandar a mi fuerza personal a apoyar a Margaret?

Pero a diferencia del otro hombre en el lado opuesto, Nikolay era el más cercano a ella, su confidente y el único al que realmente podría pedir su opinión.

—No es aconsejable, mi señora —respondió Nikolay con calma, su tono frío y calculador, como siempre—. Su hija ha mostrado tendencias antagónicas hacia usted. Su mejor opción sería reforzarla indirectamente, tal vez enviando más aprendices para aumentar su propia fuerza.

Era una idea interesante, pero sabía que Margaret, la más joven de sus hijos, siempre había demostrado ser totalmente independiente en más de un sentido.

Y eso se demostró, cuando siendo muy joven, su hija menor, solo con un poco de ayuda de su sirvienta personal, fundó y le dio forma a las banderas negras. Lo que hacía que el vínculo, ya de por sí frágil, entre su hija menor y el resto de la familia Ivanova se hiciera aún menos existente, lo complicará cualquier intento de apoyo directo

Su desinterés por colaborar con nadie, pero particularmente con sus dos hermanos mayores, era tan notorio como su talento natural por sobre todos los de más. Lo que reducía drásticamente sus opciones.

—¿Alguna otra observación? —preguntó, volviendo su atención al informante que permanecía de rodillas frente a su asiento, intentando descubrir algo que le pudiera ser de utilidad.

El hombre levantó apenas la mirada, pero la tensión en su postura traicionaba el nerviosismo que intentaba ocultar.

—Solo una, mi señora —dijo, con un temblor apenas perceptible en su voz—. Parece que su hija encontró algo que llamó su interés en ese pueblo.

Entrecerró los ojos, enfocando toda su atención en él.

—Explícate.

—No tengo la certeza —admitió el hombre—. Pero no mucho después del sismo astral de hace unos meses, un equipo de cazadoras ha estado en modo guardián alrededor de... algo.

—¿Algo? —replicó, su tono ahora teñido de impaciencia.

—No sabría explicarlo, mi señora —se apresuró a decir—. No he podido acercarme más sin arriesgarme a ser descubierto. Pero... es evidente que es importante, o su hija no habría tomado medidas tan extremas.

El interés de Anastasia se avivó, aunque no dejó que se reflejara en su rostro. Que Margaret hubiera mostrado interés en algo, hasta el punto de asignar un equipo de cazadoras para protegerlo, era más que inusual.

Era una anomalía en su comportamiento frío.

—Busca toda la información que puedas —ordenó finalmente, dejando que su curiosidad se filtrara un poco en el tono de su voz—. Te pagaré el doble si traes resultados, pero quiero respuestas lo antes posible.

—Como usted ordene, mi señora.

—Puedes retirarte.

El hombre inclinó la cabeza y se levantó con rapidez, desapareciendo por la puerta con la misma agilidad con la que había llegado. Anastasia no lo miró partir, su mente ya estaba en otra parte.

—(tal vez Nikolay tiene un punto válido) —pensó mientras tamborileaba los dedos sobre el brazo de su asiento.

La oscuridad de Margaret era impredecible, tanto un recurso valioso como una amenaza constante. Pero lo que realmente la inquietaba no era su hija.

Era aquello lo que había llamado su atención. Algo lo suficientemente importante o interesante como para romper su habitual indiferencia y tomar acciones significativas.

Se reclinó en su silla, su mirada fija en el humo que aún flotaba en el aire, intentando descifrar las piezas del tablero que se había desplegado frente a ella.

—Nikolay, prepara a los 80 aprendices que tenemos en reserva. Los llevaremos como un refuerzo para las fuerzas de la pequeña Margaret.

Un murmullo de desacuerdo surgió del sirviente que había estado de pie junto a ella, apenas perceptible, pero suficiente para captar su atención.

—Señora, si me permite —dijo el hombre, dando un paso al frente—. Su hija mayor, Katherine, había solicitado un aumento en el número de aprendices hace meses. Quizás debería reconsiderar...

Nikolay, siempre atento por sobre todo estricto con las reglas, lo interrumpió de inmediato. Su voz cortante y autoritaria resonó en la sala.

—Limítate a obedecer, Viktor. No estás aquí para cuestionar las decisiones de nuestra señora.

Su otro subordinado, visiblemente molesto, bajó la mirada.

Pero su reacción no la sorprendió, después de todo ya sabía que este hombre tenía un fuerte favoritismo hacia su hija mayor, lo que lo hacía actuar de manera imprudente, incluso frente a ella.

—Los Lanceros de Hierro de Katherine ya tienen más de 400 integrantes. No necesitan más recursos —declaró una cantidad de autoridad incuestionable en su voz—. Y, a pesar de eso, las Banderas Negras, con apenas 63 miembros, los han derrotado en más de una ocasión.

Viktor abrió la boca para replicar, pero el peso de la mirada de Nikolay lo mantuvo en silencio.

—Si debo asignar más recursos, prefiero invertirlos en alguien que demuestre resultados reales. Margaret, con todas sus particularidades, a menos ha mostrado resultados tangibles —añadió Anastasia, su tono tan afilado como una hoja—. No tengo tiempo para consentir a quienes carecen de fuerza y eficacia.

Viktor apretó los puños, claramente frustrado, pero sabía que cualquier palabra más podría costarle caro. Así que, después de una simple inclinación de cabeza, dio media vuelta y salió del lugar sin decir nada más.

Lo observó marcharse, un destello de molestia cruzando su rostro antes de volverse hacia Nikolay.

—Prepara a los aprendices. Margaret necesitará un refuerzo inmediato, y asegúrate de incluir una pequeña planta entre los regalos que llevaremos —ordenó Anastasia, su tono deliberadamente casual.

Su subordinado más fiel no necesitó más explicaciones. Las implicaciones de sus palabras eran tan claras como el agua para alguien con toda su experiencia trabajando con ella directamente.

—Entendido, mi señora —respondió, inclinando ligeramente la cabeza—. Me aseguraré de que la planta sea lo suficientemente fuerte para crecer en terreno adverso.

Anastasia permitió que una leve sonrisa de aprobación se asomara en sus labios. Nikolay siempre sabía cómo interpretar sus órdenes sin necesidad de detalles explícitos.

—Excelente. Quiero informes regulares sobre cómo florece.

—Así será, mi señora —confirmó, con una reverencia, antes de retirarse para organizar el plan.

Mientras ella simplemente permaneció en su asiento unos segundos más, saboreando el control que aún tendría sobre esta situación. Su hija podía ser independiente, testaruda e incluso distante, pero siempre era prudente mantener un ojo vigilante sobre su progreso, especialmente ahora que mostraba un interés inesperado.

Pero sus pensamientos volvieron a Viktor. Su favoritismo hacia Katherine era un problema que tendría que abordar eventualmente, pero no ahora. El camino de su familia se jugaba en muchas direcciones, y si alguien no se alineaba con sus expectativas, encontraría la manera de podar las ramas innecesarias.

—Maggie... —murmuró, sus ojos entornados—. ¿Qué secretos estás guardando esta vez?

La llama vaciló un momento, como si reflejara su propia inquietud. Pero Anastasia no era del tipo que dejaba cabos sueltos. Si había algo interesante en Royal Woods, pronto lo sabría.

...

[Lincoln]

El sonido metálico de pequeños clics resonaba en la cochera de su casa. Con su cabello blanco cayendo ligeramente sobre su frente, estaba de pie frente a su pequeña mesa. En la superficie de madera, un trozo de metal comenzaba a cambiar de forma, rodeado por un tenue brillo anaranjado que parecía flotar a su alrededor como una llama etérea.

Lincoln observaba el proceso con una mezcla de fascinación y concentración. El sudor recorría su frente mientras su mano derecha permanecía encima de un pequeño círculo dibujado con tinta especial sobre la mesa.

—「Esto es incluso más complicado que entender las fórmulas que usa Lisa」 —murmuró para sí mismo, alejando lentamente la mano del círculo. El brillo alrededor del metal comenzó a desvanecerse, y la pequeña plasta adoptó una forma más definida, aunque imperfecta.

Respiró profundamente y se dejó caer en una silla cercana, sintiendo el agotamiento por el constante uso de energía. Era como si algo dentro de él estuviera siendo drenado poco a poco, pero la curiosidad y el deseo de aprender lo mantenían en pie.

Extendió la mano hacia una pila de libros a su lado y tomó uno en particular, con una portada de cuero y un título grabado en letras amarillas.

Runas del Lenguaje Arcano.

Tomo V: Principios básicos, hechizos, efectos elementales e ilusiones, en grabados y herramientas.

Lincoln pasó los dedos por la cubierta con cuidado antes de abrirlo en la página que había marcado previamente. Complejas ilustraciones y descripciones extensas llenaban cada hoja, y aunque muchas eran difíciles de entender, no podía evitar sentirse emocionado.

Desde que se había despertado de aquel prolongado sueño. Del cual aún no sabía cuánto tiempo había pasado, su interés por estos libros había crecido exponencialmente.

Había algo en estas páginas, en las runas y los diagramas, que resonaba profundamente en él. Era como si siempre hubiera sabido que ese conocimiento existía, pero ahora, más que nunca, lo sentía al alcance de su mano.

Sin embargo, esa emoción no venía sin riesgos. Había aprendido de la manera difícil lo que podía pasar cuando las cosas salían mal.

—「No quiero repetir lo de la última vez」 —dijo en voz baja, mirando múltiples, pero pequeñas marcas quemadas en la mesa donde trabajaba.

Habían sido múltiples intentos de activar algunas runas básicas, pero los fallos había causado diversos resultados, desde pequeñas chispas que casi incendiaban la cochera, hasta explosiones diminutas, entre otros resultados.

Después de eso, había decidido que sería más seguro practicar en la cochera, lejos de la casa, y posibles accidentes que pudieran poner en riesgo las pertenencias de sus hermanas.

Dejó el libro sobre la mesa y se inclinó hacia el trozo de metal nuevamente. Esta vez, tomó la pluma especial y comenzó a trazar con cuidado una nueva runa sobre la superficie blanca de una hoja de papel. Su trazo era fluido y preciso, resultado de haber estado practicando casi todo en todo momento que había estado despierto.

—「De acuerdo, intento número veinte. Veamos si esto funciona」 —murmuró, colocando sus dedos sobre el metal.

Mientras el brillo anaranjado comenzaba a formarse una vez más, no pudo evitar sentir una chispa de orgullo. Poco a poco, estaba entendiendo cómo funcionaban las runas.

Pero después de un rato suspiró profundamente mientras se apartaba del trozo de metal en la mesa. La luz anaranjada que lo rodeaba comenzaba a desvanecerse, y el cansancio pesaba sobre sus hombros. Mientras trataba de concentrarse en su experimento, una inquietante sensación de abandono lo golpeó nuevamente.

Nadie de su familia había regresado todavía, y por mucho que quisiera convencerse de lo contrario, no parecía que eso fuera a cambiar pronto. Era una realidad que había tratado de ignorar desde que despertó, pero en momentos como este, el silencio de su casa se hacía ensordecedor.

Sacudiendo su cabeza, intentando alejar esos pensamientos.

—「Concéntrate」 —se dijo en voz baja mientras rebuscaba en la mesa entre los papeles, libros y herramientas dispersas. Sus dedos finalmente dieron con lo que buscaba.

—「¡Aquí estás!」 —exclamó, sacando un pequeño diario de cuero oscuro.

Era el diario de la desconocida. Ese libro había sido su compañero desde que lo recibió, lleno de notas y comentarios que lo ayudaban a entender conceptos que parecían muy complicados para él, al principio. Pasó las páginas rápidamente hasta llegar a la sección en donde había dejado su lectura anteriormente.

"Día ** del mes*** del año ****"

"La maestra ***** nos ordenó que memorizáramos todo el primer libro en menos de una semana."

"Como si fuera fácil memorizar más de cuatro alfabetos y un sistema numérico completo en ese lapso de tiempo."

Lo siguiente en la página estaba lleno de rayones y trazos que lo hacían ilegible, como si la autora hubiera descargado toda su frustración sobre el papel. Pero lo que seguía estaba claro y organizado, con una caligrafía elegante.

"Día ** del mes*** del año ****"

"Bien, si solo fuera el sistema numérico, que no es muy diferente del que usan los humanos, y los dos primeros alfabetos, que constan de solo 20 y 30 caracteres, sería algo manejable."

"Pero los dos últimos alfabetos tienen más de 5000 símbolos y marcas distintas, sin un orden o relación entre ellos. Esa mujer es una maldita sádica."

Dejó escapar una risa breve, casi sin querer, al leer la queja escrita. Sabía exactamente a lo que se refería la autora, ya que él había revisado cada página de ese primer volumen y entendía lo monumental que debía haber sido la tarea que describía.

—「Tal vez si lo secciono por partes sea más fácil」 —murmuró para sí mismo, inclinándose sobre el diario y repasando las notas. Pero al revisar la complejidad de las páginas, solo pudo suspirar.

—「O tal vez no...」

Miró de reojo su mesa, llena de pequeños experimentos, cada uno, era una prueba de lo lejos que había llegado desde que comenzó a practicar con las runas. Ver los avances, aunque pequeños, le devolvió algo de motivación.

Después observó el diario en sus manos y los libros apilados a un costado. Aunque sus manos temblaban ligeramente por el nerviosismo, trató de mantener la calma.

—「No pierdo nada con intentarlo...」 —murmuró, aunque su voz traicionó un ligero temblor de duda. De inmediato sacudió la cabeza y añadió con una sonrisa—.「 Pero me lo tomaré con calma.」

Sin embargo, en el fondo sabía que su calma era solo una fachada. Su mente bullía con la urgencia de avanzar lo más rápido posible. Después de todo, había completado los primeros cinco volúmenes en menos de cuatro días, dominando sus contenidos con una facilidad que incluso a él le sorprendía.

—「Tal vez... incluso pueda hacer la siguiente prueba ahora mismo」 —dijo para sí, hojeando el siguiente libro en la pila.

Deteniéndose en la primera página, sus ojos se clavaron en las palabras que describían el examen de conocimiento inicial. Al leerlas, un escalofrío le recorrió la espalda.

"Advertencia: Solo hay dos oportunidades para completar esta prueba. Un segundo fallo resultará en la destrucción total e irreversible de este tomo. La información contenida no podrá recuperarse."

Lincoln dejó escapar un silbido bajo mientras dejaba el libro sobre la mesa con cuidado, como si fuera una bomba a punto de estallar.

—「Excesivo es poco... 」—murmuró, cruzándose de brazos y mirando el techo de la cochera—.「 ¿De veras es necesario quemar el libro si falló?」

El pensamiento lo inquietaba. La perspectiva de perder no solo el conocimiento contenido en el libro, sino también el acceso a cualquier avance que pudiera brindarle, lo hizo reconsiderar por un momento.

—「Creo que mi futuro maestro no será tan amable conmigo cuando nos conozcamos —dijo finalmente, dejando escapar un suspiro cargado de resignación.

Dejando el sexto volumen cuidadosamente a un lado, suspirando mientras tomaba el desgastado diario de notas que se había convertido en su fiel compañero durante los últimos días.

—「Veamos qué más tienes para contarme」 —murmuró, pasando las páginas con curiosidad.

"Día ** del mes*** del año ****"

"Es oficial, **** es una sádica de primera, en su cabeza, somos unos incompetentes por no cumplir sus absurdas expectativas."

"¡Sí, claro! Soy una inútil por no poder memorizar más de 10 mil caracteres diferentes en una semana."

Lincoln soltó una pequeña risa, imaginando la frustración de la autora. A medida que avanzaba en las páginas, notó que muchas de las entradas eran variaciones de la misma queja.

Una diatriba constante sobre cómo esta maestra parecía completamente desconectada de los límites humanos.

Lo que más le llamó la atención fue la cantidad de tiempo que la chica había dedicado a plasmar estas quejas en el diario. Si cada entrada correspondía a un día, entonces esto había durado al menos uno o dos meses.

Finalmente, una entrada diferente captó su atención.

"Día ** del mes*** del año ****"

"¡Al fin! ¡Soy libre!"

—「¿Libre? —repitio en voz baja, intrigado.」 

Por un momento, pensó que los días de esa chica habían dado un giro positivo. Pero apenas comenzó a leer la siguiente entrada, su esperanza se desvaneció.

"Día ** del mes*** del año ****"

"Esa maldita mujer, ¿quién se cree que es para ordenarnos recitar cada uno de los símbolos junto con sus significados, en voz alta?"

Lincoln cerró el diario con un suspiro, murmurando:

—「Pobre chica...」

Decidió apartar el diario por un rato, tomándolo como un recordatorio de lo que podría enfrentar en el futuro. Con eso en mente, agarró el primer volumen, que era más un extenso diccionario lleno de todas las "letras" del idioma que estaba estudiando.

—「Será mejor que aprenda todo esto antes de conocer a mi maestro...」 —dijo, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Solo de imaginar que podría pasar por algo similar a lo que había leído, se le erizó la piel.

Sin más, comenzó a leer con determinación, enfocándose en las formas, significados y usos de cada símbolo. Uno por uno, trató de grabarlos en su mente, motivado no solo por la posibilidad de aprender, sino también por evitar cualquier humillación futura.

Sin embargo, tras dos o tres horas de estudio ininterrumpido, un sonido profundo interrumpió su concentración: el rugido de su estómago.

—「Supongo que no puedo aprender con el estómago vacío... 」—dijo con una sonrisa cansada.

Dejó el libro a un lado, estirándose un poco para aliviar la tensión en sus hombros y cuello. Luego salió de la cochera, decidido a buscar algo de comer.

...

[Lori]

Lori se apoyó contra el marco de la ventana de la van familiar, observando cómo los árboles, campos y pequeñas casas pasaban rápidamente mientras regresaban a Royal Woods. El cansancio que había acumulado durante el mes de incertidumbre comenzaba a desvanecerse.

Estaba feliz de que, después de tanto tiempo, finalmente volvían a casa.

Todo había empezado con el susto del intento de secuestro de Lola en uno de sus concursos de belleza. La familia había tenido que abandonar el lugar y refugiarse en un sitio seguro, lejos de la atención pública.

Aunque la experiencia había sido aterradora, todos estaban bien, y eso era lo único que importaba. Sin embargo, justo cuando estaban listos para regresar, la van se había descompuesto, forzándolos a quedarse una semana más.

Pero ahora, al fin, el motor rugía mientras los llevaba de vuelta al hogar. Lori miró a sus hermanas. Leni estaba ocupada revisando su bolso, murmurando algo sobre combinar colores para la ropa del próximo día. 

Lola y Lana discutían como siempre, la primera acusando a su gemela de "contaminar su espacio" con herramientas grasientas, mientras que la segunda se defendía diciendo que sus "arreglos" habían salvado la van o algo por el estilo.

Luna estaba más callada de lo usual, tarareando suavemente una melodía mientras pulía una guitarra eléctrica con delicadeza, Lucy, sentada junto a ella, escribía algo en su libreta negra. Lisa, por su parte, repasaba datos en su tablet, mientras tanto, Luan le contaba sus típicos chistes a su padre.

  Lily, por su parte, estaba con su madre, quien intentaba hacer que dijera "mamá", pero sin mucho éxito. Sin embargo, lo que más le preocupaba era Lynn.

Sentada en el fondo de la van, con los brazos cruzados y la mirada fija en el suelo, Lynn no había dicho una sola palabra desde que salieron. Para alguien tan enérgica y ruidosa como ella, este silencio no era normal. Frunció un poco el ceño, decidió acercarse.

  —Oye, Lynn, ¿estás bien? —preguntó, inclinándose un poco hacia ella para que el resto no escuchara.

Lynn levantó la cabeza apenas un poco, evitando mirarla a los ojos.

—Sí, estoy bien.

—Lynn, literalmente te conozco. Ese "estoy bien" no suena nada bien. ¿Qué pasa? 

Su hermana suspiró y miró por la ventana, como si estuviera debatiendo si hablar o no. Finalmente, soltó las palabras.

—Siento que estoy olvidando algo... algo realmente importante. 

Su expresión cambió a una de preocupación, solo para que un momento después se inclinara un poco más hacia su la castaña. 

—¿Olvidando algo? ¿Qué cosa? Lynn negó con la cabeza, frustrada. 

—No lo sé. Es como si estuviera ahí, en el borde de mi mente, pero mientras más intento recordarlo, más se aleja. Es... desesperante. Puso su una mano en el hombro de su hermana, intentando consolarla.

 —Oye, a veces nos pasa. Seguramente es el estrés, este mes ha sido una locura para todos, y regresar a casa te ayudará a aclarar tu mente. 

Lynn no respondió, pero soltó un suspiro largo, apoyando la frente contra el cristal de la ventana. Iba a insistir, pero un grito de Lola desde la parte trasera la interrumpió.

—¡Por última vez, Lana! ¡Saca esa llave inglesa de mi bolsa! ¡Es para accesorios de moda, no tu caja de herramientas! 

—¡No es mi culpa que no sepas cuidar tus cosas! —replicó Lana, levantando la llave como si fuera un trofeo—. Además, gracias a esto arreglé la puerta de la van. ¡De nada! 

El argumento escaló rápidamente, y antes de que Lori pudiera intervenir, Lily comenzó a llorar en los brazos de su madre.

—¡Wincon! ¡Wincon! —sollozó la pequeña, llamando a su amigo imaginario mientras extendía sus bracitos hacia la nada frente a ella.

 Su madre trató de calmarla, pero la discusión entre las gemelas, dentro de tan pequeño espacio que era el interior de la van, no ayudaba para nada.

—¿Wincon? ¿Quién es Wincon? ¿Lo olvidé? Oh, no, ¡soy la peor hermana del mundo! —dijo Leni, algo confundida por todo el ruido.

Suspiró y se movió para tratar de manejar el caos.

—¡Leni, no te preocupes, no has olvidado nada! ¡Lana, deja en paz las cosas de Lola! ¡Lola, no grites! ¡Vas a asustar más a Lily!

El bullicio dentro de la van absorbió toda su atención, y Lynn aprovechó el momento para deslizarse más en su asiento. Distraída con las discusiones y el llanto, no se dio cuenta de que su hermana seguía mirando por la ventana, con la misma sensación inquietante de que algo importante se le escapaba, como agua entre los dedos.

...

[Lincoln]

Después de comer algunos bocadillos de lo que le quedaba del pequeño saqueo que hizo en la tienda de Flip, Lincoln regresó a la cochera, donde descansaban sus proyectos.

Aunque había dedicado una buena parte de su tiempo a estudiar los libros sobre runas del lenguaje arcano, su proyecto principal era otro. Algo más tangible, más práctico, y que prometía ser la herramienta que le permitiera estar para su familia.

A pesar de su complicada situación.

—「Bien, solo faltan los toques finales」 —dijo con determinación, observando el resultado de su trabajo.

Frente a él, descansaban las tres nuevas partes que conformaban la última versión de su herramienta. Pero su mirada se detuvo en una de las piezas, en específico, un viejo cinturón de cuero que había tomado del armario de su padre.

—「No creo que papá se dé cuenta de que su viejo cinturón desapareció... 」—comentó para sí, con algo de culpa en su voz.

El cinturón, ahora irreconocible, estaba equipado con varios retenedores diseñados para sujetar carretes del alambre especial que estaban en la caja. Los carretes encajaban perfectamente en los espacios, gracias a las modificaciones que había realizado.

Los había tenido que hacer los retenedores y la mayoría de los componentes de su nuevo prototipo de un material residente, debido a las peculiares características de ese alambre. Afortunadamente, había experimentado con algunas runas básicas para moldear el metal sin necesidad de calor, un proceso que le había costado varias horas y algunos fracasos.

Pero todos sus esfuerzos habían dado sus frutos, ya que la mayor parte de su herramienta estaba compuesta de chatarra que encontró por todos lados, a la que le había dado forma con su runa modificada.

Con cuidado, comenzó a colocar los carretes de alambre en su lugar.

—「Espero que sean lo suficientemente resistentes」 —murmuró, ajustando cada pieza con precisión, en su cinturón.

Finalmente, se colocó el cinturón alrededor de su cintura. Era un poco grande para él, pero logró ajustarlo lo suficiente como para que no se moviera demasiado en su cadera. Camino un poco por el lugar, evaluando la sensación.

—「Qué raro se siente...」 —comentó mientras caminaba por la cochera, balanceándose de lado a lado—.「 Pero no está del todo mal.」

Satisfecho con la primera parte de su trabajo, giró hacia la pieza más grande de su proyecto.

Una playera de mangas largas hecha de retazos de múltiples prendas que sus hermanas habían desechado. Había tenido que coserla él mismo, y aunque no era ni la mitad de talentoso que Leni, estaba bastante orgulloso del resultado.

Sin embargo, el verdadero valor de la prenda no estaba en su diseño o en su apariencia. Lo importante eran los tubos que recorrían su espalda, desde la cintura hasta los hombros, y de ahí hasta los brazos y muñecas.

—「Espero que esta versión funcione mejor que la última...」 —dijo, recordando los problemas que tuvo con su prototipo anterior, donde los cables se enredaban constantemente.

El diseño actual estaba pensado para permitir que los cables se deslizaran a través de los tubos sin tocar su cuerpo, reduciendo la posibilidad de que su maldición entrara en efecto, impidiéndole ayudar a su familia. Comenzó a conectar los extremos de los tubos a los retenedores del cinturón, probando que todo encajara perfectamente.

—「Esto empieza a parecer algo realmente útil」 —comentó, emocionado.

Sin pensar demasiado en eso, se quitó su suéter, su playera y se puso el complemento de su herramienta, pero un escalofrío recorrió su cuerpo, al sentir las piezas de metal rozar su piel desnuda

Su cuerpo continuó temblando ligeramente por unos segundos más, ya que la sensación incómoda de las piezas de metal al contacto con su piel desnuda perduró por un largo instante.

—「Rayos, qué mala sensación」 —musitó mientras su cuerpo se retorcía ligeramente, intentando acostumbrarse a la frialdad del metal sobre su piel.

Después de un breve ajuste, se colocó los guantes de tela negra, a los cuales les faltaban los pulgares. Y a pesar de parecer simples, le ofrecían la flexibilidad necesaria para no estorbarle cuando movía o flexionaba los dedos.

Con los guantes puestos, se concentró en colocarse unos anillos de metal que cubrían sus dedos al completo, uno por uno, en los dedos índice, medio y anular de su mano derecha. Cada anillo estaba conectado a un tubo delgado que, a su vez, se unía a una pulsera de metal en su muñeca.

No tardó mucho en hacerlo, ya que estaba acostumbrado a montarlo con algo de facilidad. Luego, hizo lo mismo con la mano izquierda, aunque solo colocó dos anillos en los dedos índice y medio.

—「Tengo que encontrar los materiales para los dedos faltantes」 —comentó en voz baja, ajustando la pulsera con cuidado.

Al observar el conjunto, pensó en la posibilidad de usar todos los anillos en una sola mano, como había planeado inicialmente. Pero rápidamente descartó esa idea, ya que recordó que la última vez la fuerza de una de sus manos no fue suficiente para detener al hombre que intentaba llevarse a Lola, y la impotencia de no haber suficiente para hacer más, seguía grabada en su mente.

—「Mejor usar ambas manos」 —se dijo a sí mismo, tomando una decisión mientras ajustaba las piezas en su lugar.

Al sentirse listo, extendió ambas manos y las observó, asegurándose de que todo estuviera bien colocado. El siguiente paso era extender un cable como una prueba, pero fue entonces cuando se dio cuenta de que había olvidado algo importante.

—「¡Me lleva la...!」 —exclamó, dándose cuenta de que no había colocado los cables en los lugares correspondientes antes de ponerse la herramienta.

Frustrado, se quitó todo rápidamente, soltó las piezas de las manos y los tubos, y comenzó el proceso de reorganizar los cables en su sitio. Unos diez minutos después, que utilizó para ajustar todo nuevamente, pudo ponerse de nuevo el sistema de la herramienta.

—「Ahora sí...」 —murmuró mientras se ponía de nuevo en posición para probar su invención.

Finalmente, ya sin contratiempos, se dispuso a probar la funcionalidad de los anillos conectados a los tubos. Intentó mover los dedos, probando la tención de los cables con la mayor precisión que tenía, mientras dejaba que las runas grabadas en el metal hicieran su trabajo.

Y para su gran alivio, no pasó nada más allá de ver unas pequeñas motas de luz, provenientes de los grabados de los anillos en sus manos, pero no hubo indicios de mal funcionamiento, o algún error en la activación.

No mucho después, un ligero y casi imperceptible sonido metálico llenó el aire, seguido por una sensación de poder recorriéndole las manos y los brazos. Los cables se movían con fluidez, ajustándose a sus movimientos. No pudo evitar sonreír, sintiendo una satisfacción palpable. Había funcionado.

—「Esto... esto va a ser genial」 —dijo en voz baja, con una mezcla de emoción y alivio.

Sabía que aún faltaba perfeccionar algunos detalles, pero el avance que había logrado le daba la seguridad de que estaba un paso más cerca de entender por completo las runas, lo que se traducía en un paso más cerca de poder obtener una manera de deshacerse de su maldición.

—「Vamos a ver qué más puedo hacer con esto...」 —murmuró, anticipando el futuro uso de su nueva herramienta.

No podía evitar sonreír mientras se movía con creciente facilidad, usando los cables para atrapar cualquier objeto que encontrara a su alcance. Primero fue un libro que estaba sobre la mesa, luego una lata de refresco que rodaba cerca de su pie, y después una herramienta que se encontraba fuera de lugar. Cada uno de estos movimientos estaba acompañado de una fluidez que lo sorprendió a él mismo.

A pesar de que solo había practicado un par de veces, los cables respondían de forma casi instintiva, como si ya estuvieran integrados en sus propios reflejos. Los anillos en sus dedos y las conexiones de metal a lo largo de sus brazos se movían con suavidad, y los cables se estiraban y flexionaban como si tuvieran vida propia. Había integrado las runas de tal manera que era muy sencillo controlar los cables.

—「Vaya, esto está... funcionando mejor de lo que esperaba」 —comentó, mientras atrapaba una tuerca que rodaba hacia el borde de la mesa.

Se sintió seguro de que no era solo la suerte o la simplicidad de los objetos que estaba manipulando. El control que tenía sobre los cables era casi natural. Cada movimiento era más fluido que el anterior, y los cables respondían sin mucha dificultad. Parecía que las runas, aunque todavía sencillas, habían hecho más que proporcionar simplemente el control básico de los hilos.

Dejó escapar una risa suave, entre asombrado y satisfecho.

—「Creo que tengo más control del que pensaba. Ahora solo falta que lo lleve a otro nivel... 」—se dijo, con una mezcla de confianza y emoción en su voz.

Lleno de entusiasmo por su reciente avance, decidió llevar su práctica a un nuevo nivel. No quería conformarse con lo que había logrado dentro de la cochera. Sentía que podía probar algo más arriesgado, algo que lo retara aún más.

Miró hacia el patio trasero, donde se encontraba el gran árbol que estaba casi en el centro del pequeño patio, y una idea cruzó por su mente.

Sin pensarlo demasiado, dejó la cochera y se dirigió al árbol que contaba con ramas fuertes, pero con muchas más frágiles y delgadas que formaban una red natural en su copa. Se acercó al tronco y confiado en su capacidad para manipular los cables, comenzó a extenderlos alrededor de las ramas cercanas.

Con algo de torpeza, pero determinado, logró envolver sus delgados alambres alrededor de las ramas más gruesas del árbol. Y con un poco de esfuerzo logró aferrarse a una rama superior, y con ello, empezó a subir lentamente, usando los cables como puntos de apoyo.

Una vez en una rama relativamente alta, decidió que era el momento de probar algo. Comenzó a tejer una red con los cables, entrelazándolos con rapidez alrededor de las ramas más delgadas. Estaba creando una especie de telaraña, algo que lo ayudaría a mantenerse en el aire sin riego de caer.

—「Esto... esto podría funcionar」 —dijo para sí mismo, mientras tensaba los cables con los dedos, asegurándose de que la red resistiera su peso.

Se quedó allí, observando su creación. La red se veía firme y, aunque no era tan perfecta como la que había imaginado, pensó que era segura, así que decidió probarla.

Con cuidado, colocó un pie sobre la red, probando su estabilidad. Al principio, todo parecía estar en su lugar. La red aguantaba su peso, y las ramas del árbol no tuvieron un cambio notable o eso parecía al principio.

Ya que la red, aunque resistente, las ramas no, puesto que no pudieron soportar su peso por mucho tiempo. Lo cual él no supo, hasta que un crujido fuerte resonó en el aire, y las ramas comenzaron a ceder bajo sus pies.

Antes de que pudiera reaccionar, la red cedió y él se precipitó hacia el suelo con rapidez. El impacto lo hizo rodar unos metros, pero afortunadamente, no sufrió heridas graves, pero sí sintió algo de dolor. Un momento después se levantó, sacudiéndose el polvo de la ropa y mirando al árbol con una mezcla de frustración y satisfacción.

—「Bueno, eso no salió como esperaba 」—dijo entre risas, frotándose la cabeza. Aunque el suelo le dolía, la emoción de lo que acababa de lograr lo mantenía feliz. Había descubierto que era posible usar los cables de esa forma, aunque aún tenía mucho que mejorar.

Con una sonrisa en el rostro, Lincoln se levantó y miró hacia la red rota en el árbol, que ahora estaba parcialmente destrozada.

—「Solo necesito... practicar más. 」—Se frotó las manos con entusiasmo, ya imaginando cómo podría ajustar la técnica para mejorarla.

Con un par de gestos rápidos de sus manos, los cables comenzaron a retraerse, enrollándose alrededor de los carretes en su cinturón. Cada uno de ellos volvía a su lugar sin hacer ruido, como si el sistema estuviera perfectamente sincronizado.

Se tomó un momento para asegurarse de que todo estuviera en orden antes de reanudar su intento. Aunque la caída anterior había sido un golpe en su confianza, la emoción de probar su herramienta de nuevo lo mantenía motivado.

Esta vez, sin embargo, planeaba ir a lo seguro, buscando ramas más gruesas y resistentes para evitar otro desplome.

Mientras se preparaba para subir nuevamente, su mirada se fijó en las gruesas ramas que se extendían por encima. Sus dedos ajustaron los guantes y las correas de su cinturón. Estaba listo para intentarlo una vez más, su mente ya anticipando su siguiente movimiento. Sin embargo, antes de que pudiera dar el primer paso, un sonido peculiar cortó el aire y lo sacó de su concentración.

Un sonido familiar, que reconocería en cualquier lugar. El sonido de la Vanzilla aparcando en el camino de entrada.

Su corazón dio un pequeño salto al darse cuenta de que su familia estaba de vuelta en casa. Con rápidos gestos de sus manos, los cables se retraían de inmediato, guardándose en su cinturón mientras él se preparaba para salir corriendo a recibirlos.

Había estado solo por casi un mes, un mes largo en el que no solo la soledad le pesaba, sino también la incertidumbre de cómo sus seres queridos estarían fuera de su alcance. Había esperado este momento, el momento de volver a verlos, de sentir la calidez de su hogar nuevamente.

Con una sonrisa nerviosa en su rostro, se apresuró a dirigirse hacia el jardín delantero, el lugar donde la camioneta familiar había parado. Pero cuando se paró frente a su madre, su sonrisa se desvaneció lentamente. La vio pasar a través de él, sin notar su presencia.

Era como si él no estuviera allí.

Su respiración se detuvo por un momento, y un escalofrío recorrió su espalda. Recordó su situación y la maldición que estaba sobre su existencia.

Aquella que lo hacía invisible para su familia, que borraba su presencia de sus recuerdos. No podía ser tocado, no podía ser escuchado, y peor aún, ni siquiera podían verlo. Su existencia era nula para ellos, una sombra que caminaba entre ellos sin que nadie lo notara.

Sintió cómo el peso de la soledad lo aplastaba nuevamente. Esa agonía de ser invisible, de ser irrelevante para aquellos que más amaba. Un sentimiento de impotencia lo envolvió, pero justo cuando comenzó a ceder bajo esa presión, algo lo detuvo.

—¡Wincon!

Lincoln, a pesar de su situación, no pudo evitar sentirse aliviado. Aunque todo parecía estar en su contra, al menos había una persona que lo recordaba, que lo veía.

...

[Lynn]

A pesar de haber estado despierta casi todo el viaje de regreso a casa, sintió como si su mente estuviera en algún lugar lejano, tan dispersa que por momentos la realidad parecía difusa. El sonido del motor de la Vanzilla y las voces de su familia se mezclaban en su cabeza, creando una atmósfera extraña, como si todo estuviera sucediendo a través de un velo de distancia.

—Lynn, ya llegamos —la voz de Lori la sacó de su ensueño, levantó la vista, sorprendida al darse cuenta de que ya estaban en casa. La expresión preocupada de su hermana la hizo sentir un leve tirón en el pecho, pero solo pudo responder de manera vaga.

—¿Ah? Sí, sí, solo estoy algo distraída —dijo con la voz apagada, como si sus palabras no tuvieran mucho peso. Aunque intentó sonreír, la sensación de desconexión seguía allí, algo que no podía explicar bien. A veces sentí como si no perteneciera por completo a este lugar, como si su mente estuviera atrapada en otra realidad.

—¿De acuerdo? Entonces vamos, tenemos que entrar a casa —respondió Lori, un poco más suave, pero aun con esa preocupación palpable en su tono. Lynn solo ascendió, sin mucho entusiasmo, mientras comenzaba a salir de la Vanzilla.

El aire fresco la golpeó al salir, pero no logró despejar la niebla que la envolvía por dentro. Caminó por el pequeño camino de concreto que llevaba a la puerta de su casa, pero su mente estaba en otro lado.

Fue entonces cuando, de manera casi imperceptible, algo llamó su atención. Con el rabillo del ojo, pudo jurar que vio a alguien caminar desde el patio trasero, una figura más como un destello. Su cuerpo se tensó, y su mirada se dirigió hacia ese lugar, pero cuando alzó la vista, no había nada. El espacio estaba vacío, tranquilo como siempre. Un escalofrío recorrió su espalda, pero no podía decir qué había sido.

—Papá, tenemos que ir por Charles y el resto, al refugio —escuchó a Lana decir a lo lejos, mientras el sonido de su voz se mezclaba con el de Lola, quien parecía estar respondiendo algo en contra. Lynn no pudo procesarlo. Las palabras de sus hermanas no lograban atravesar la niebla de su mente, que solo se hacía más densa a medida que avanzaba.

Miró la puerta de su hogar, no quería moverse, no quería seguir su energía, parecía haber desaparecido durante el viaje, y ahora solo sentía un vacío.

Todo parecía un sueño lejano, como si el regreso a casa no tuviera el mismo peso que antes. Quizás había algo en ella que ya no encajaba con este lugar, o tal vez el peso de las preocupaciones la estaba consumiendo más de lo que podía admitir.

Sin embargo, la imagen de la figura en la cochera persistió en su mente, y aunque intentó ignorarla, algo dentro de ella le decía que no había sido solo su imaginación.

...

No mucho después de que todos entraran en su amado hogar, el cálido olor de la casa la envolvió, pero esa sensación de confort fue efímera. Se sintió desconectada, casi como si estuviera en un sueño. Cuando su madre la llamó junto con el resto de sus hermanas, sintió que su mente divagaba nuevamente.

—¡Alto, niñas! Sé que están cansadas —dijo su madre con voz firme, aunque tranquila—. Pero tenemos que limpiar un poco esta casa antes de poder descansar correctamente.

El murmullo de quejas y protestas se estalló de inmediato, y Lynn sintió cómo sus hermanas reaccionaban con una mezcla de frustración y desgano.

—¿Qué? —preguntó Lana, arrugando la cara.

—¿Por qué? —se quejó Lola, claramente irritada.

—¡No quiero! —gritó Luan, como siempre buscando una excusa para evitar el trabajo.

— ¿No puedes esperar? —preguntó, aunque su voz salió más vacía de lo normal, como si ni siquiera ella estuviera completamente de acuerdo con la pregunta.

—¡Wincon! —gritó Lily, saltando y moviéndose inquieta en los brazos de Leni, saltándose la discusión.

Las respuestas de sus hermanas fueron como una corriente de ruido que se mezclaba en su mente, pero su madre no se dejó llevar por el caos. Las miró con calma, esperando a que las quejas cesaran.

—Tranquilas, niñas, sé que esto no es de su agrado —continuó, con una voz que reflejaba la paciencia que solo su madre podía tener con ellas—. Pero la casa ha estado vacía por demasiado tiempo.

—「En realidad no... Lincoln. 」

Lynn no pudo evitar escuchar el susurro bajo que se escuchó de la nada. Pero cuando giró la cabeza para buscar el origen, no encontró nada.

Algo estaba extraño. Mientras sus hermanas seguían quejándose o respondiendo, su atención se desvió hacia un rincón. Por el rabillo de su ojo, vio una silueta débil, como una sombra que se desvanecía justo antes de que pudiera mirarla completamente. Un escalofrío recorrió su espalda, y su mente se nubló por un segundo.

Pero el sonido de la voz de su madre retomando la conversación la sacó de su trance.

—Así que, solo haremos lo más sencillo para poder dormir esta noche con comodidad —dijo, con una calma que indicaba que no habría espacio para más protestas—. ¿Entendido?

—¡Sííí! —respondieron todas al unísono, aunque la falta de entusiasmo era evidente.

—Lisa, por favor, encárgate de restablecer todos los servicios —ordenó su madre.

—Sí, unidad maternal mayor —respondió Lisa, con tono seco, mientras sacaba una tableta de su pequeña mochila para que unos minutos después las luces comenzaran a encenderse.

—「¡¿Qué?! 」

Sus hermanas comenzaron a dispersarse para cumplir con las tareas, pero su mente no podía centrarse. Algo seguía llamando su atención, esa silueta en el rincón de su vista, esa sensación extraña de que no estaban solas.

Dudó por un momento, mirando a su madre y luego a sus hermanas, que ya estaban concentradas en sus labores. No sabía por qué, pero esa sensación persistía. Un nudo se forma en su estómago.

Quizás era solo su mente jugándole una mala pasada, tal vez el cansancio acumulado del viaje. 

...

[Lori]

Un par de semanas habían pasado y su familia regresó a su rutina, aunque para ella, la palabra "normal" tenía un significado algo diferente. La casa, que había estado vacía durante un tiempo, ahora rebosaba de caos. Gritos, risas, explosiones y todo tipo de desastres llenaban cada rincón. No importaba cuán organizada intentará estar, siempre había algo que la sacaba de quicio.

—¡Lana, trae tu trasero AQUÍ! —gritó furiosa, mirando sus zapatos favoritos que acababan de ensuciarse con lodo. Su paciencia se estaba agotando, especialmente después de todo lo que había tenido que soportar en las últimas semanas.

Pero Lana, la pequeña y siempre traviesa rubia, pensó que la mejor opción era huir, como si correr pudiera evitar las consecuencias.

—¡Vuelve aquí! —no perdió tiempo y salió corriendo tras ella, dispuesta a darle su merecido.

Sin embargo, Lana conocía este lugar como la palma de su mano y, aprovechando cada recoveco y rincón por donde ella no pudiera pasar, logrando escapar más de una vez más. Lo que hizo que tuviera que detenerse, frustrada, en medio de la casa.

Estaba tan cansada de esa situación constante, pero lo peor de todo era el constante juego del "gato y el ratón", que su hermana pequeña parecía disfrutar tanto.

—Te lo advertí... —susurró, apretando los dientes.

El calor de la frustración subió rápidamente a su rostro y, antes de pensarlo demasiado, soltó un grito de guerra, su voz llenando la casa con su furia.

—¡LANA! —gritó con todo lo que tenía en los pulmones.

Pero, para su sorpresa, al instante, el caos que siempre caracterizaba su hogar desapareció. Un silencio inquietante se apoderó de la casa, tan denso que casi pudo escuchar su propia respiración. Nadie se movió. Ni el sonido de los electrodomésticos. Ni las risas. Ni siquiera el ruido de las chicas correteando por la casa. Era como si alguien hubiera presionado un botón de pausa.

Miró a su alrededor, completamente desconcertada. La incomodidad del silencio era palpable, como si todo hubiera sido suspendido en el tiempo. Pero el momento se rompió cuando, de repente, Lana apareció en el umbral de la sala, con una expresión de total indiferencia, como si nada hubiera pasado. En su mano, Lana sostenía una pajilla con un vaso de jugo, bebiendo tranquila, sin preocupación alguna por el grito que acababa de recibir.

Una vena en su frente comenzó a pulsar, y en un instante la atrapó, ya que se había confiado la pequeña rubia sin vergüenza. Después de una rápida y justa "paliza" a Lana, quien se retorcía y se quejaba en el sillón, la ignoró. No quería darle más importancia de la que ya había tenido.

Con un suspiro, Lori dio la vuelta y comenzó su ronda de observación, una costumbre que había adquirido en los últimos días, siempre queriendo saber qué estaban haciendo sus hermanas.

—Qué extraño, hay demasiado silencio —murmuró, frunciendo el ceño mientras hacía un gesto pensativo.

— 「Sí, raro. Para nada tiene que ver que acabas de darle una tanda de nalgadas a Lana」

Ignoró esa sensación de que alguien recriminaba sus acciones, y caminó por toda la casa, haciendo su ruta habitual. Empezó con las habitaciones de cada una de sus hermanas, revisando sin encontrar nada fuera de lo normal.

Leni estaba tranquila cosiendo en su pequeña máquina, Luan se encontraba en su rincón usual leyendo un libro, Luna pulía sus instrumentos, Lucy no estaba en casa, Lola tomaba el té con sus animales de felpa, Lisa estaba enfrascada en su computadora revisando algo que ella no lograba entender, y Lily simplemente estaba durmiendo.

— ¿Y Lynn? —se preguntó en voz baja, notando su ausencia.

Pero no hubo tiempo para más reflexiones, ya que escuchó la puerta principal abrirse. Bajó las escaleras rápidamente, ansiosa por descubrir quién había llegado. No fue una sorpresa ver a la única hermana que le faltaba revisar entrar con calma a la casa.

— ¿Dónde estabas? —preguntó con firmeza a la castaña.

—¿Ah? Yo estaba entrenando para la final de hockey —respondió Lynn, sin mostrar mucha emoción, pero Lori notó algo extraño en ella. Estaba más cansada de lo que solía estar después de un día de entrenamiento.

— ¿Cuándo es la final? —preguntó, aun observando a la castaña frente a ella.

—El fin de semana —respondió, sin darle mucha importancia.

—Bien, toma una ducha, apestas. —hizo un gesto con la mano, señalando que era hora de que se fuera a descansar.

Sin responder, Lynn continuó caminando, subiendo las escaleras y desapareciendo de su visión. Aunque la veía bien, por alguna razón sentía que algo no estaba bien con ella. Eso la preocupaba un poco, ya que no era normal ver a una Lynn Jr. tan tranquila o desanimada.

Pero ese pensamiento se desvaneció cuando su teléfono comenzó a sonar en su bolsillo. Lori rápidamente lo sacó y contestó.

—Hola, ¿quién habla? —dijo con calma, puesto que no reconocía el número que la llamaba.

—[Sí, señorita Loud, soy de la oficina de admisiones. Llamo para comunicarle sobre la falta de algunos de sus papeles...] —la voz al otro lado de la llamada parecía urgente, pero también había algo extraño en el tono.

—¿Sí? ¿Sí...? Ok... pero... ¿Está segura...? —preguntó Lori, desconcertada por la información que estaba recibiendo.

Escuchó a la persona del otro lado durante unos largos minutos, asimilando cada palabra. Después de diez minutos de llamada, colgó y, con una rapidez inesperada, comenzó a subir las escaleras.

—¡Luna, Leni vengan aquí! —gritó con urgencia, mientras tomaba su bolso y un abrigo de la percha.

—Lori, ¿qué pasa? —preguntó Leni, sorprendida por la prisa de su hermana.

—Aquí estoy, hermana mayor, ¿qué necesitas? —preguntó Luna, al llegar a la habitación.

—Necesito salir a revisar algunas cosas sobre la universidad, Luna y Leni, se quedan a cargo. No quiero ningún tipo de caos a mi regreso, o si no... —hizo un gesto con la mano, dejando claro que no toleraría ningún tipo de desorden.

Leni, algo desconcertada, replicó el gesto de Luna, más por imitación. Y su comentario lo dejó claro.

—Pero si te vas, ¿quién vigilará que no hagamos un desorden?

Suspiró, sintiendo que no tenía tiempo para explicaciones.

—Luna, te quedaste a cargo.

—Sí, hermana, no hay problema. —Luna caminando con seriedad, aunque en su tono había una ligera burla.

Sin más, Lori salió de la habitación y tomó las llaves de Vanzilla. Sin embargo, al salir de la casa, no pudo evitar temblar un poco al sentir el aire frío de las calles.

—Qué frío hace aquí... —murmuró, abrazándose a sí misma mientras el viento helado le acariciaba la piel.

...

[Lynn]

El agua caliente recorría su cuerpo desnudo, haciendo que sus músculos se relajaran poco a poco. El sonido de la ducha, en combinado con la sensación reconfortante del agua cayendo sobre su piel, ayudaba a disolver las tensiones acumuladas de todo el día. Cerró los ojos, dejando que el vapor llenara la habitación, y permitió que su mente se desconectara momentáneamente de todo lo demás.

El cansancio en sus extremidades, ese agotamiento profundo que había estado arrastrando durante las últimas semanas, comenzó a desvanecerse casi por completo. Sentía una ligereza en sus piernas y brazos que hacía tiempo no experimentaba. Era como si el agua misma estuviera arrastrando consigo no solo el sudor y la suciedad, sino también las preocupaciones que no sabía cómo manejar.

De repente, sin previo aviso, palabras escaparon de sus labios, casi como un susurro, como si las estuviera diciendo alguien más, sin que ella se diera cuenta.

—Tengo que... recordarlo... —dijo, su voz baja y rasposa.

En ese momento, una sensación extraña se apoderó de ella, una especie de vacío que la hizo temblar por un segundo. ¿Qué tenía que recordar? ¿Por qué esas palabras salían de su boca sin que pudiera controlarlas? La imagen de un rostro desconocido, pero a la vez familiar, cruzó fugazmente por su mente. No era un rostro que pudiera reconocer de inmediato, pero algo en su interior sentía una especie de llamada.

—Él... —susurró otra vez, antes de que su mente comenzara a nublarse por completo.

Trató de sacudirse aquella extraña sensación, concentrándose en los movimientos que había practicado durante el día. Cerró los ojos con fuerza, tratando de disipar la inquietud que la asaltaba.

—El entrenamiento, piensa en el entrenamiento —se dijo a sí misma.

Su mente llevándola de regreso a la pista de hielo, al bullicio y las risas nerviosas de sus compañeras mientras se preparaban para el entrenamiento de ese día.

[Flashback]

El aire helado había mordido su rostro al entrar, pero en cuanto sus patines tocaron el hielo, todo cambió. Había algo mágico en esa sensación. El deslizamiento suave, el crujir del hielo bajo sus pies. Frente a ella, el equipo estaba dividido en dos grupos, practicando pases y formaciones.

—¡Vamos, chicas, más velocidad! —gritó la entrenadora desde un costado, golpeando el suelo con su palo para llamar su atención.

Ella se había colocado en su posición como defensa, ajustando el agarre en su palo y preparándose para interceptar cualquier avance del equipo contrario. Su mejor amiga, Margo, le sonreía al pasar, burlándose con un gesto de que no podría detenerla esta vez.

—Ni lo sueñes —respondió con una sonrisa desafiante.

El juego de práctica había sido intenso. Los movimientos se sucedían rápido, como un baile corografiado donde cada paso y cada giro parecían perfectamente sincronizados.

Había logrado un par de intercepciones importantes, pero también había sentido el peso de los días anteriores. Las piernas le ardían de tanto esfuerzo, y sus pulmones parecían incapaces de llenarse por completo en el aire frío.

—¡Más intensidad! —les gritó la entrenadora.

Pero lo que más se le quedó grabado no fue el juego en sí, sino un momento casi a la mitad del entrenamiento. Todas se habían reunido en el centro del hielo, agotadas como casi siempre, tomando un corto descanso.

Margo pasó un brazo por los hombros y le susurró.

—Lo estás haciendo bien, pero no me ganarás en la final para el puesto de MVP.

Ella había reído, empujándola suavemente.

—Eso lo veremos.

Sin embargo, incluso en ese instante de burla juguetona, había sentido una punzada extraña en su pecho. Había mirado a su alrededor, observando las caras familiares de sus compañeras, y por un momento tuvo la sensación de que había alguien más en el lugar.

Un escalofrío recorrió su espalda al percibir una figura borrosa al borde de la pista, pero cuando trató de enfocar, ya no había nadie.

Antes de que pudiera hacer algo, la entrenadora entró en su campo de visión, con el ceño fruncido y el palo golpeando el hielo.

—¡Vamos, Lynn! —gritó, llamando su atención con una mirada severa—. Espero más de ti. Eres la mejor jugadora de este equipo, y esas vacaciones que te tomaste no son excusa para bajar tu nivel. ¡Quiero ver el esfuerzo en cada jugada!

El tono de la entrenadora era inconfundible, una mezcla de exigencia y motivación. Sabía que esperaba más de ella, que todo lo que hacían. Respiró hondo, tratando de ignorar la presión, y se preparó para dar lo mejor de sí.

El entrenamiento fue brutal. Los ejercicios parecían interminables, llevándolas al límite físico y mental una y otra vez. Las piernas le ardían, los brazos pesaban como si estuvieran hechos de plomo, y cada inhalación era un esfuerzo en el aire helado de la pista.

Pero no se permitió flaquear, si había algo que odiaba, era no dar todo de sí misma para demostrar que era la mejor y la número uno en todo lo que hacía.

Al final de la sesión, con todas exhaustas y sentadas alrededor de la pista, sintió cómo su respiración volvía poco a poco a la normalidad. Entonces, Margo, su amiga más cercana, se acercó con una botella de agua en la mano y una sonrisa reconfortante.

—Toma, lo necesitas más que yo —le ofreció la botella y se sentó a su lado en el hielo, soltando un suspiro teatral—. ¿Por qué siempre tenemos que tener entrenadoras sádicas?

Ella dejó escapar una risa suave, aunque su cuerpo seguía temblando por el esfuerzo.

—Tal vez porque quiere que ganemos.

Margo rodó los ojos, pero su sonrisa nunca desapareció.

—Bueno, si seguimos así, tú serás la única que lo logre. Estás destrozando a todas.

—No lo parece —respondió, tomando un sorbo de agua mientras su mente volvía a la figura que había visto antes.

—¿Estás bien? —preguntó Margo, notando su expresión distante.

—Sí, solo estoy cansada —mintió, devolviéndole la botella.

Pero su mejor amiga no parecía convencida. Se inclinó un poco más cerca, hablando en un tono más bajo, casi como un susurro, intentando que se sintiera cómoda para abrirse.

—Vamos, Lynn, me conoces. Si algo te está molestando, puedes decírmelo.

Ella dudó por un momento, mirando a su amiga, pero al final sacudió la cabeza con una sonrisa forzada.

—De verdad, no es nada —dijo, fingiendo despreocupación—. Es solo... esa sensación de que estoy olvidando algo importante. Algo que debería recordar, pero no sé qué es. Supongo que en algún momento lo resolveré yo misma.

Margo la observará con atención, como si intentara leer entre líneas. Finalmente, suspiró y se repostó sobre el hielo, dejando que su cabeza descansara sobre sus manos.

—Si necesitas ayuda para recordar, ya sabes dónde encontrarme. Aunque sea para distraerte un poco mientras lo haces. —Su tono era despreocupado, pero su mirada aún mostraba preocupación genuina.

Ella asintió, agradecida por el apoyo silencioso de su amiga, aunque algo en su interior le decía que este no era un problema que pudiera compartir, ni siquiera con Margo. Había algo íntimo, algo personal en esa sensación de vacío, como si se tratara de una parte perdida de sí misma.

—Gracias. En serio.

—No tienes que agradecer. Ahora, deja de pensar tanto y salgamos de aquí. Estoy congelándome. —Margo se puso de pie de un salto, extendiéndole la mano.

Ella tomó la mano de su amiga y juntas salieron de la pista.

Sin embargo, mientras caminaban hacia los vestidores, a lo lejos, su mirada se fijó en la espalda de un chico de cabellera blanca. El simple hecho de verlo la hizo detenerse de golpe y quedarse rígida, tanto que obligó a Sara a detenerse también, ya que aún sujetaba su mano sin darse cuenta.

Su pecho se tensó, una oleada de nostalgia y tristeza inexplicables la invadieron al observar al chico que salía del lugar con pasos tranquilos. Había algo familiar en él, algo que hacía eco en los rincones más profundos de su memoria. Era como si, al verlo, una puerta invisible en su mente comenzaría a abrirse lentamente.

—Lynn, ¿qué pasa? —preguntó Margo, notando su repentino cambio de actitud.

Ella no respondió, incapaz de apartar los ojos de aquella figura que ya estaba a punto de desaparecer tras la salida. Su mente se esforzaba en vano por recordar quién era, pero las emociones eran demasiado intensas para permitirle pensar con claridad.

Antes de que pudiera dar un paso hacia él, Margo la jaló suavemente, preocupada por su arrepentido silencio.

—Oye, ¿estás bien? ¿Qué pasa? —insistió, mirándola con el ceño fruncido.

El chico ya había desaparecido al otro lado de la puerta, y con él, esa conexión fugaz que casi había atrapado. Parpadeó varias veces, como si acabaría de despertar de un trance, y negó con la cabeza, aun con la mirada perdida.

—No lo sé... —murmuró, apretando levemente la mano de Sara—. Creo que... reconocí a alguien, pero no estoy segura.

Margo la observó en silencio por un momento, claramente desconcertada, pero luego soltó un suspiro.

—Si era alguien importante, seguramente lo volverás a ver. Ahora, vámonos antes de que nos congelen los pies.

Con un último vistazo hacia la salida, suspiró profundamente y dejó que la guiaran hacia los vestidores. Pero aquel chico seguía rondando en su mente, una mezcla borrosa de recuerdos e incertidumbre que no podía ignorar.

[End of Flashback]

El recuerdo se desvaneció tan rápido como había llegado, y de repente volvió a la realidad. Ya que el agua caliente que había estado relajándola se enfrió de golpe, enviando un escalofrío desagradable por su cuerpo.

—¡Ah! —exclamó, sobresaltada, mientras daba un paso hacia atrás instintivamente.

El movimiento repentino casi la hace resbalar en el suelo mojado de la ducha. Sus brazos se agitaron en un intento torpe de mantener el equilibrio, logrando sostenerse del borde de la pared justo a tiempo para no caer.

—¡Demonios! —murmuró entre dientes, con el corazón, latiéndole con fuerza por el susto.

Respiró hondo, tratando de calmarse mientras se apartaba de la regadera, su piel aún cubierta de pequeñas gotas de agua fría. Se quedó inmóvil por un momento, con la cabeza inclinada hacia abajo y las manos apoyadas en las rodillas, intentando recuperar el control tanto de su cuerpo como de su mente.

El recuerdo que había irrumpido en su mente seguía presente, como un eco persistente que no podía ignorar. La imagen del chico de cabellera blanca volvió a surgir con fuerza, junto a esa sensación de nostalgia y tristeza. ¿Quién era él? ¿Por qué sentiste que lo conocías?

Sacudió la cabeza, tratando de despejarse.

—Es solo mi imaginación —susurró para sí misma, aunque no podía convencerse del todo.

Cerró la llave de la ducha y salió con cuidado, buscando una toalla para envolverse mientras intentaba alejar esos pensamientos. Pero sabía que, aunque intentara olvidarlo, esa sensación no se iría fácilmente, y tarde o temprano tendría que enfrentarse a las preguntas que ahora rondaban en su mente.

...

[Lincoln]

La noche había llegado, pero él seguía despierto y con muchas ideas en su cabeza. Un brillo característico inundaba el lugar, no por las luces comunes del cuarto, sino por una de las nuevas runas que había aprendido y que ahora brillaba intensamente sobre la mesa. Lincoln observaba cómo el resplandor iba disminuyendo poco a poco, mientras evaluaba los resultados de su trabajo.

Era una runa con la que ya estaba más que familiarizado, una que había trabajado hasta el cansancio para hacer más fácil y preciso su uso, de tal manera que no requiriera toda su atención.

—「Creo que ese es el tamaño perfecto」—murmuró para sí mismo, observando el metal que había estado moldeando.

El brillo desapareció, dejando tras de sí una pequeña pieza metálica.

Un pentágono perfectamente definido, del tamaño del dorso de su mano y con un grosor que apenas superaba un centímetro. El trabajo era limpio y preciso, como lo había imaginado desde el principio.

—「¡Ja! Y el libro decía que solo servía con tierra」 —rio, una sonrisa de satisfacción cruzando su rostro. Había logrado adaptar una runa básica, diseñada para moldear elementos como tierra o barro, para trabajar con metales. Una tarea que había requerido horas de prueba y error, pero que ahora dominaba con soltura.

No era solo el logro técnico lo que lo llenaba de orgullo, sino lo que significaba. Esa runa le había permitido desarrollar una herramienta que sentía como una extensión de sí mismo, un dispositivo que había perfeccionado con paciencia y dedicación. No solo se trataba de moldear metal, sino de hacerlo con la precisión necesaria para llevar a cabo sus ideas más ambiciosas.

—「Bueno, la parte fácil está terminada」 —dijo, colocando el pentágono junto a otros seis idénticos que había fabricado. Se cruzó de brazos, mirando las piezas con una mezcla de orgullo y frustración—. 「Pero ahora, ¿cómo haré el siguiente paso?」

Extendió sobre la mesa varias notas llenas de garabatos, fórmulas, y esquemas que había ido acumulando en las últimas semanas. Los papeles estaban desordenados, pero cada uno contenía piezas importantes de su visión.

—「Mmm, ¿dónde lo había visto?」 —murmuró mientras rebuscaba entre las notas, tratando de encontrar un diseño específico.

Gracias a Lily, la más pequeña de sus hermanas, una idea había surgido en su mente. La forma en que ella interactuaba con sus juguetes y marionetas le había inspirado a buscar una solución que le permitiera superar las limitaciones impuestas por su maldición.

La cual lo hacía invisible, inaudible e intocable para todos, excepto para Lily, quien era la única capaz de verlo y escucharlo. Pero incluso con ella, el contacto físico estaba fuera de su alcance. Sin embargo, había encontrado un pequeño resquicio en su tormento, una forma de tal vez comunicarse y relacionarse con las personas de manera indirecta.

La idea era simple en concepto, pero inmensamente complicada en ejecución. Transferir el control de sus hilos a objetos inanimados, como juguetes, peluches o incluso herramientas, dándoles movimiento de manera temporal. De esa manera, podría "estar presente" para Lily y, quizás, incluso para alguna de sus otras hermanas, usando estos objetos como una extensión de sí mismo.

—「Si puedo hacerlo funcionar... 」—murmuró, observando sus notas dispersas.

Necesitaba diseñar una matriz de runas compleja, lo suficientemente capaz como para captar sus gestos a través de los hilos y transferirlas al objeto en cuestión. Pero, al mismo tiempo, debía ser lo bastante compacta para integrarla en un espacio reducido. Eso requería un nivel de precisión y control que apenas estaba comenzando a dominar.

—「Una matriz pequeña, pero con múltiples capas」 —pensó en voz alta, tomando un lápiz y comenzando a trazar un esquema. Los pentágonos metálicos que había fabricado eran el primer paso, una base sólida sobre la que podía trabajar. Sin embargo, la verdadera magia residía en las runas que debía inscribir sobre ellos, y esa parte era la más complicada.

Su mente volvía constantemente a Lily. La manera en que reía y hablaba con sus juguetes. Con este sistema, tal vez podría acercarse a ella de una manera más significativa, moviendo un juguete para jugar con ella a través de pequeños gestos controlados por las runas.

—「No es solo para Lily」—se dijo, intentando convencerse a sí mismo de que había más razones para continuar con este proyecto—. 「Tal vez también pueda usarlo con las demás, aunque no me recuerden. Al menos podré estar para ellas.」

Con esa determinación renovada, comenzó a trazar líneas y símbolos en una hoja nueva, calculando cada detalle de la matriz que necesitaría. A cada momento se hacía más evidente que no solo estaba trabajando en un proyecto, sino también en una forma de mantener su humanidad, de preservar la conexión con su familia a pesar de la barrera que era su maldición.

La noche seguía avanzando, pero estaba decidido a encontrar una solución, aunque le tomara todas las horas que restaban hasta el amanecer.

Pero en algún punto de la noche, el cansancio comenzó a ganar la batalla. Sus ojos se cerraban cada vez más seguido, y sus manos, que antes movían el lápiz con precisión, ahora descansaban pesadamente sobre la mesa.

—「Solo... unos minutos...」 —murmuró para sí mismo, incapaz de apartarse de su trabajo, aunque su cuerpo le rogaba lo contrario.

Finalmente, su cabeza cayó suavemente sobre sus brazos cruzados, y el mundo a su alrededor se desvaneció en un sueño profundo. Los papeles con sus esquemas y cálculos quedaron esparcidos por la mesa, junto con los pequeños pentágonos metálicos que había moldeado.

El ambiente de la habitación quedó en completo silencio, salvo por el tenue sonido de su respiración tranquila. La luz tenue de una lámpara de escritorio seguía encendida, iluminando el rostro de Lincoln, relajado en su descanso.

...

[Maggie]

Frente a ella se desarrollaba una escena desgarradora, al menos para quienes la rodeaban. Después de todo, ocho de sus subordinadas habían caído en el cumplimiento de su deber, y ahora sus cuerpos yacían en cofres adornados, envueltos en un silencio pesado.

Algunas de las mujeres a su alrededor permanecían en silencio, cabizbajas, otras sollozaban abiertamente, sus hombros temblando bajo el peso de la pérdida. En cambio, ella se mantenía erguida, sus ojos fríos como el hielo, con los brazos cruzados detrás de la espalda. Observaba, pero no sentía. No como ellas.

Justo en ese momento, Milena, su sirvienta principal, se acercó con la discreción que siempre la caracterizaba. Se inclinó ligeramente, hablando en voz baja.

—Señorita Margaret, la persona que mandó a llamar, ha llegado.

Asintió, su expresión imperturbable. No preguntó más detalles, porque ya sabía a quién esperaba. Sin una palabra, se giró, dejando atrás a las banderas negras que aún se aferraban a su luto.

Entró en su salón personal, un espacio austero pero cuidadosamente ordenado. En el centro de la habitación, una figura aguardaba de pie, inmóvil pero no silenciosa. Ya que si uno prestaba suficiente atención, podía percibir un leve murmullo que emanaba de ella, como el eco de palabras apenas audibles, aunque indescifrables.

El invitado vestía ropa informal, completamente oscura, con una capucha que ocultaba cualquier rasgo identificable. Su rostro estaba cubierto por una máscara peculiar, de diseño simple pero inquietante

La mitad pintada de negro y la otra mitad de blanco y de las cuencas vacías de la máscara surgían dos destellos de luz que parecían pulsar con vida propia. Un ojo irradiaba un morado profundo, y el otro brillaba con un verde esmeralda intenso.

La figura contrastaba notablemente con su atuendo formal y pulcro escogido especialmente para la triste ocasión, pero ella no se inmutó. No le interesaban las apariencias, sino lo que esta persona podía ofrecer.

La figura inclinó ligeramente la cabeza en un saludo formal, y cuando habló, su voz tenía un matiz desconcertante. No era una sola voz, sino dos, superpuestas. Una era femenina, suave, pero firme, mientras que la otra era masculina, algo más grave y resonante.

—Señorita Ivanova —dijo el invitado, sus palabras resonando como un eco doble.

Ella respondió con un asentimiento breve y frío.

—Ahorremos el tiempo. No necesito formalidades. Ve directo al punto.

La figura asintió, y aunque sus ojos brillantes permanecían fijos en ella, no parecía haber ningún juicio o emoción en su comportamiento.

—La llegada de la Orden del Ocaso Eterno no fue un movimiento espontáneo —comenzó, con esa voz dual que llenaba la habitación—. Han recibido apoyo de una familia influyente dentro de este país.

Ladeó ligeramente la cabeza, un gesto casi imperceptible, pero que indicaba su interés.

—¿Quién?

—Ese es el problema —admitió la figura—. Aún no he podido identificar qué familia está detrás, pero las pruebas son claras. Movimientos financieros, transporte discreto, y un patrón de protección que solo puede provenir de alguien con poder político significativo.

Cruzó los brazos, sus ojos fríos, observando a su interlocutor con atención calculadora.

—¿Especulaciones?

—Podría ser cualquiera de las grandes familias, aunque algunas tienen más probabilidades que otras. Pero no diré nada sin pruebas concretas.

—Sabio de tu parte —replicó, su tono imperturbable, mientras lo observaba con su característico semblante frío—. Ahora, háblame de las otras dos misiones que te di.

La figura permaneció inmóvil durante unos instantes, como si pensara cuidadosamente sus palabras antes de hablar.

—Respecto al primero, señorita Margaret, he confirmado que entre la población de Royal Woods hay un informante trabajando para Anastasia Ivanova.

Margaret no mostró sorpresa, aunque sus ojos parecieron entrecerrarse apenas un instante.

—¿Qué tan cerca está?

—Suficientemente, cerca como para haber estado enviando reportes constantes. Según mis cálculos, ya debería haber informado a su madre sobre la situación con la Orden del Ocaso Eterno —continuó la figura, con un tono que no reflejaba emoción alguna.

Mientras hablaba, sacó un folder de color rojo de entre sus pertenencias y lo colocó sobre la mesa frente a su asiento.

—Aquí tiene. La información contiene un perfil completo del espía, una fotografía, notas detalladas de sus actividades recientes y copias de los reportes enviados a Anastasia Ivanova.

Bajó su mirada hacia el folder, sus dedos delgados rozando la superficie antes de abrirlo con calma. La fotografía de un hombre apareció en primer plano, junto con una lista de notas y referencias precisas. Apenas tardó unos segundos en procesar los datos antes de soltar un chasquido molesto con los labios.

—Siempre tan predecible —murmuró, su tono teñido de una ligera irritación—. Parece que no puede evitar meter sus manos donde no le llaman.

Cerró el folder con un movimiento seco y volvió su mirada helada hacia la figura.

—Asegúrate de que ese informante no tenga tiempo para enviar más información. Pero hazlo de forma discreta. No quiero que mi madre lo note hasta que sea demasiado tarde.

La figura asintió para acto seguido sacar otro folder, este de color caqui, más grueso que el anterior. Lo colocó con cuidado sobre la mesa, causando un leve sonido seco.

Al verlo, no pudo evitar arquear una ceja con interés, aunque mantuvo su postura fría.

—Esto es sobre el otro encargo, señorita Margaret. He estado rastreando el árbol genealógico de su objetivo, y los resultados han sido más fructíferos de lo que anticipaba.

—Habla —ordenó, sin preámbulos.

—Su objetivo resulta ser descendiente directo de un ducado que se creía extinto desde hace generaciones. Las tierras del ducado aún existen y están siendo administradas por dos sirvientes, quienes, según los registros, han mantenido la propiedad intacta mientras esperan el regreso de algún heredero legítimo.

Permaneció en silencio por un momento, procesando la información, pero una sonrisa comenzó a formarse en sus labios, una expresión inusualmente rara en ella. Aunque era sutil, tenía un matiz inquietante que hizo que la figura retrocediera apenas un paso, como si se sintiera intimidada.

Al darse cuenta, rápidamente recompuso su expresión, borrando cualquier rastro de emoción.

—Continúa —ordenó con voz firme, como si nada hubiera pasado.

La figura prosiguió con un tono más cauteloso.

—La familia del duque desapareció hace más de un siglo, pero hay documentos que sugieren que su caída no fue del todo natural. Hay rumores de traición interna, y las investigaciones me llevan a sospechar que uno de los sirvientes podría haber estado involucrado en los eventos que llevaron a la desaparición de aquella familia.

Apoyó una mano sobre el folder caqui, repasando los datos en su mente.

—¿Estás diciendo que uno de esos dos estuvo protegiendo las tierras mientras eliminaba cualquier rastro del linaje original?

—Es una posibilidad. No tengo pruebas concluyentes, pero las coincidencias son demasiadas para ignorarlas.

La figura continuó, inclinando ligeramente la cabeza, como si evaluara sus palabras con cuidado.

—También he descubierto algo interesante sobre los sirvientes que administran el ducado en la actualidad. La mujer, quien parece actuar como la principal encargada, es extremadamente ambiciosa. Según las observaciones, disfruta del lujo y las riquezas que provienen del ducado, como si las considerara suyas por derecho. Por otro lado, el hombre es bastante diferente: es alguien dedicado y meticuloso, centrado únicamente en preservar las tierras y la historia del lugar.

No dijo nada, pero su mirada se endureció ligeramente al escuchar esa diferencia de personalidades.

—Además —continuó la figura, con un tono ligeramente más serio—. El informante de su madre ya tiene pistas sobre su objetivo. Parece estar moviéndose rápido y, si no tiene cuidado, Anastasia podría visitarla en cualquier momento y adelantarse a sus planes.

—¿Mi madre, aquí? —preguntó, arqueando una ceja, aunque su tono seguía siendo apático.

—Es una posibilidad que no puede ignorar. Anastasia no es alguien que deje cabos sueltos cuando está interesada en algo.

La habitación quedó en silencio por un momento mientras procesaba la información. Después de unas explicaciones adicionales y un par de detalles más sobre el ducado, le hizo un gesto sutil con la mano al informante, indicándole que podía retirarse.

—Por supuesto, señorita —respondió la figura, inclinándose antes de salir de la habitación con calma.

Margaret permaneció en su lugar, tomando el folder caqui que había dejado sobre la mesa. Lo abrió y enfocó su atención en la primera página. En letras grandes y claras, se leía:

"Lago Loud"
Heredero legítimo: Lincoln M. Loud.

Una leve sonrisa cruzó su rostro mientras observaba el nombre.

—Interesante... —murmuró para sí misma antes de dejar el folder a un lado.

Con un movimiento elegante, Margaret tocó un pequeño timbre sobre la mesa, y al cabo de unos segundos, su sirvienta principal, Milena, apareció en la puerta.

—¿Me llamó, señorita? —preguntó Milena, haciendo una ligera reverencia.

Cruzó las piernas, adoptando una postura relajada pero autoritaria, y fijó su mirada en Milena.

—Necesito que apresures tu acercamiento a Lincoln y que comiences a instruirlo correctamente en el camino de los Caminantes Astrales.

Milena frunció ligeramente el ceño, una expresión que rara vez dejaba asomar.

—Señorita, con el debido respeto, ya no soy una maestra. Mi trabajo es servirle a usted y cumplir con sus órdenes, no entrenar a nadie.

Margaret mantuvo su calma, aunque su mirada se volvió más incisiva.

—Eso puede ser cierto, Milena, pero no olvides que tienes un trato vinculante con Helena. Prometiste cumplir con tu parte, y esto forma parte de ese acuerdo.

El rostro de Milena se endureció, pero no replicó de inmediato. Finalmente, después de unos segundos de tensión, inclinó ligeramente la cabeza en señal de aceptación, aunque su tono reflejaba su descontento.

—Como desee, señorita. Cumpliré con el encargo, pero necesitaré algo de tiempo para preparar lo necesario antes de salir.

—Tómate el tiempo que necesites —respondió con un tono frío—. Pero no demasiado. Quiero resultados pronto.

—Por supuesto, señorita.

Milena hizo una reverencia y se retiró de la habitación, dejándola sola. Esta última observó el folder caqui una vez más, pasando la yema de los dedos por las letras del nombre escrito en la portada.

—Lincoln Loud... veamos si eres lo que vi aquel día —Un leve susurro escapó de sus labios antes de cerrar el folder con un gesto decidido.

...

[Lincoln]

Mientras ajustaba sus hilos y trataba de que el peluche en su mano se moviera con mayor fluidez, dejó escapar un leve suspiro.

—「Esto se ve demasiado torpe... tendré que trabajar más en ello」 —murmuró, mientras hacía pequeños ajustes en las runas grabadas en los extremos de los hilos.

De repente, sus ojos se desviaron hacia Lynn, quien estaba en la sala revisando su equipo de hockey con una expresión tensa. Ella ajustaba las correas de sus protecciones y daba pequeños saltos como si intentara liberar el nerviosismo acumulado. Era evidente que este partido no era como los demás.

Era la gran final.

Se cruzó de brazos, observándola en silencio.

—「Lynn siempre ha sido fuerte, pero incluso ella necesita apoyo...」 —su mirada se suavizó al recordar las conversaciones que había escuchado en casa. La mayoría de sus hermanas y sus padres tenían compromisos y no podían asistir al partido. Lori sería la única en la grada, y aunque eso era algo, Lincoln sabía que Lynn probablemente deseaba tener a toda la familia animándola.

—「No puede ser fácil para ella...」 —pensó, viendo cómo su hermana cerraba los ojos y respiraba profundamente, como si intentara calmarse—. 「Bueno, si nadie más puede estar allí, al menos yo lo estaré, de alguna forma...」

Lincoln comenzó a caminar de un lado a otro, ideando un plan.

—「No me pueden ver, ni escuchar... pero eso no significa que no pueda hacer algo.」

Sus ojos se posaron en el peluche que aún sostenía con sus hilos, una pequeña marioneta de un monstruo de peluche lila con largos brazos.

De repente, una idea comenzó a tomar forma en su mente.

—「¿Y sí... uso esto?」 —levantó la marioneta frente a él y le dio un par de movimientos con los hilos, como si estuviera probando algo—. 「Podría hacer algo parecido en el partido y usarlo para animarla. Seguro que se vería algo raro, pero tal vez lo suficiente como para que no se sienta sola.」

Mientras trabajaba, una pequeña sonrisa apareció en su rostro, hasta que una idea aún mejor cruzó su mente. Sin perder tiempo, se levantó de su lugar y se dirigió rápidamente hacia el ático, donde sabía que varias cosas que necesitaría estaban almacenadas.

「Si esto funciona, podría ser perfecto」 —pensó mientras subía las escaleras con pasos decididos.

Al llegar, comenzó a buscar entre cajas y baúles, removiendo viejas pertenencias, hasta que encontró un grupo de carteles que él y sus hermanas habían usado durante su huelga.

—「Aquí están...」 —murmuró, mientras revisaba cada uno. Finalmente, encontró uno en blanco—. 「Perfecto, justo lo que necesitaba.」

Sin embargo, aún faltaba una pieza clave para su plan, una que no estaba seguro de querer usar nuevamente. Dirigió la mirada hacia un viejo baúl que descansaba en un rincón polvoriento del ático.

—「Ahí está...」 —susurró, sintiendo un nudo formarse en su garganta.

Se acercó lentamente, sus pasos resonando en el silencio. Con algo de recelo y una sensación de inquietud que se anidaba en su pecho, abrió el baúl, exponiendo su contenido. Dentro estaba lo que buscaba.

—「No hay vuelta atrás, esto es por Lynn」 —se dijo a sí mismo mientras tomaba el contenido del baúl.

Con un profundo suspiro para calmar sus nervios, sacó también los hexágonos de metal que llevaba en sus bolsillos. Estas piezas contenían matrices rúnicas especiales que había estado desarrollando durante la última semana. Sentándose en el suelo del ático, comenzó a trabajar en ellas, haciendo ajustes y trazando nuevas configuraciones con precisión.

—「Si logro que las runas funcionen como quiero, esto será más que suficiente 」 —se dijo, concentrándose en su plan que tomaba forma en su mente.

...

[Lynn]

Se sentía muy nerviosa, pero no por el partido de hockey de hoy, tampoco porque era la final, ni mucho menos por no haber participado en los dos últimos partidos.

—¿estás bien, Lynn? —preguntó su amiga Margo, ya con su uniforme del equipo puesto.

—Sí, claro, solo me estoy concentrado —respondió a medias.

Pero su mente estaba, en otra parte, lejos del ambiente, en los vestidores.

—¿Segura?

—Sí... solo estoy algo... nerviosa por la final —se excusó, intentó no mostrar sus verdaderos sentimientos.

Con una expresión de no creer en sus palabras, su amiga respondió. —Ok, solo avísame si te sientes mal, ¿entendido?

—Sí.

Sin más, margo salió de los vestidores, ya lista para empezar el partido. Y ella no tuvo más remedio que seguirla, no mucho después.

...

La estridencia del estadio parecía amplificarse a medida que avanzaban los minutos. Los gritos de los fanáticos, los golpes de los palos contra el hielo y el eco de la sirena anunciando otro gol del equipo contrario eran como un martilleo constante en su cabeza.

El marcador brillaba cruelmente: 3-1. Faltaban apenas ocho minutos para el final del último periodo, y el peso de la derrota comenzaba a calar profundo en los hombros de todos. Era la final de la temporada, el momento que habían esperado desde que comenzó el año, y, sin embargo, algo no encajaba.

Se inclinó sobre el banco de su equipo, el casco empapado de sudor y su respiración rápida, como si hubiera estado peleando más contra sí misma que contra el equipo contrario. Algo estaba mal. Pero no sabía qué.

Sus dedos tamborileaban nerviosamente sobre el borde de su stick mientras miraba a sus compañeros en el hielo. Todas parecían desincronizadas, como si las semanas de entrenamiento intenso hubieran sido borradas de golpe. La capitana del equipo contrario, una jugadora alta y robusta con el número 88, pasó junto a ella lanzándole una mirada burlona. Fue como un clavo más en el ataúd.

—¡Lynn! —gritó su entrenador, rompiendo sus pensamientos. —¡Necesitamos un cambio de estrategia!

Asintió, ajustándose los guantes mientras patinaba hacia el centro del hielo para el saque. Pero la sensación seguía ahí, un nudo frío y opresivo en el estómago. Cada vez que intentaba concentrarse, su mente divagaba, buscando algo que no podía identificar.

El puck se soltó, y el juego se reanudó con una ferocidad casi desesperada. Patinó con velocidad, esquivando adversarias y buscando un pase limpio. Sin embargo, las jugadas que normalmente ejecutaba con facilidad parecían torpes. Una parte de ella gritaba que reaccionara, que se enfocara, pero el malestar era como una sombra, sofocante e inamovible.

En un momento crítico, logró hacerse con el puck y avanzó hacia la portería rival. El rugido del público subió de tono, y por un instante, pensó que la oportunidad de remontar estaba en sus manos. Pero justo cuando se disponía a disparar, sintió que su cuerpo se tensaba, como si algo invisible la tirara hacia atrás.

El disparo salió débil y desviado. La portera atrapó el puck con facilidad, y un coro de gemidos se alzó entre los fanáticos de su equipo. Solo pudo llevarse las manos al casco, frustrada.

—¡Cálmate, Lynn! —le gritó una de sus compañeras mientras se alineaban para otro saque.

Pero no podía calmarse. El malestar seguía ahí, una intuición insistente que no podía ignorar. Era como si una pieza esencial de su espíritu se hubiera desconectado.

A medida que los segundos seguían corriendo en el reloj, se obligó a mirar hacia las gradas. Buscó algo, cualquier cosa, pero no sabía qué. Su mirada se movía frenética, tratando de encontrar un ancla en medio del caos. Fue entonces cuando lo vio.

Entre la multitud saltaba una botarga de ardilla, moviéndose torpemente pero con entusiasmo. En sus manos llevaba una enorme pancarta con letras brillantes que decía:

"¡Lynn, eres la número uno!".

Por un instante, la confusión de Lynn se desvaneció. Se quedó mirándola, sintiendo cómo su pecho se llenaba de una calidez inesperada. No conocía a la persona detrás de esa botarga, pero algo en su gesto, en la pura energía que irradiaba, le recordó por qué estaba allí. Por qué había luchado toda la temporada.

El público comenzó a corear su nombre, y la ardilla, como si sintiera el momento, empezó a girar sobre sí misma de forma cómica, levantando aún más la pancarta. Lynn no pudo evitar sonreír bajo el casco, un sentimiento renovado de esperanza inundando sus sentidos.

—¡Lynn! —gritó su compañera desde la línea—. ¡Vamos, esta es nuestra!

Con un último vistazo a la botarga, Lynn apretó los dientes y asintió. Tomó su posición en el saque, sus manos firmes en el stick. El árbitro dejó caer el puck, y esta vez Lynn reaccionó con una precisión que no había sentido en todo el partido.

Recuperó el control y comenzó a moverse con una fluidez que había parecido perdida. Cada pase era exacto, cada maniobra certera. En cuestión de segundos, orquestó una jugada que terminó en un disparo directo al arco. La portera rival no tuvo oportunidad: gol.

El marcador cambió a 3-2, y la energía en el estadio se transformó. Los fanáticos de su equipo se levantaron de sus asientos, gritando a pleno pulmón. Lynn no dejó de mirar a la botarga, que ahora saltaba aún más frenéticamente, como si estuviera celebrando junto a ellos.

Los minutos restantes fueron un torbellino. Con cada jugada, Lynn sentía que el equipo volvía a unirse, como si su sincronía hubiera regresado de golpe. Finalmente, con solo diez segundos en el reloj, logró deslizar el puck a su compañera en una jugada desesperada.

—¡Tiro! —gritó alguien en el banco.

El puck atravesó la portería con un sonido limpio justo cuando la sirena finalizó. 3-4. Habían remontado.

Mientras el equipo se abrazaba y el público enloquecía, Lynn levantó la mirada hacia las gradas, buscando a la botarga de ardilla que había sido su faro en la tormenta. Sin embargo, ahora estaba inmóvil. La figura había dejado de saltar, y la pancarta descansaba en su hombro.

Lynn frunció el ceño, intrigada. Observó cómo la botarga levantaba las manos y comenzaba a quitarse la enorme cabeza de peluche. Poco a poco, debajo del disfraz, se reveló el rostro de un chico. Tenía la piel pálida y una cabellera blanca que brillaba bajo las luces del estadio.

Por un instante, Lynn no lo reconoció. Pero entonces, una punzada brutal atravesó su mente. El dolor fue tan intenso que casi la hizo caer de rodillas. Imágenes destellaban en su cabeza como fragmentos de un sueño que había olvidado hacía mucho tiempo. Risas, tardes soleadas jugando juntos, y la inconfundible voz de alguien llamándola.

—Lynn, eres la más fuerte...

Era él. Lincoln. Su hermano.

Los recuerdos la golpearon con la fuerza de un tren, mezclándose con la confusión y el peso de los años que habían pasado sin él. No sabía cómo ni por qué lo había olvidado, pero ahora todo encajaba. Esa sensación opresiva, ese vacío inexplicable, había sido su ausencia.

Lynn intentó moverse, quería decir algo, hacer algo, pero su cuerpo no respondió. Su visión comenzó a oscurecerse, las voces y los gritos del estadio se desvanecían como si estuviera hundiéndose bajo el agua. Antes de desplomarse, su voz salió apenas como un susurro.

—Lincoln...

Lo último que vio antes de perder el conocimiento fue el rostro de su hermano, con una mezcla de preocupación y dolor en sus ojos. Y luego, todo quedó en blanco.

...

Lynn despertó con un jadeo ahogado, su respiración resonando en la inmensidad de la nada. Todo estaba oscuro, un vacío absoluto que parecía extenderse infinitamente en todas direcciones. Intentó enfocar su vista, pero no había nada que mirar. Ni horizonte, ni luces, ni paredes, ni siquiera un eco que confirmara que estaba en algún lugar tangible.

Agua fría acariciaba su piel, su tacto helado era lo único real. Instintivamente, se puso de pie, el líquido transparente salpico suavemente con sus movimientos. Sin embargo, la sensación no la tranquilizó. El frío penetraba en su piel como si quisiera congelar sus huesos, y la oscuridad era opresiva, como si tuviera peso propio.

—¿Dónde... estoy? —murmuró, su voz apenas un susurro que se perdió en el vacío.

Entonces comenzaron los recuerdos. Al principio, pequeños destellos, una sonrisa, una cabellera blanca brillando bajo el sol y una voz familiar que llamaba su nombre. Cada imagen se filtraba en su mente como agua a través de una grieta, pero con cada segundo que pasaba, el flujo se hacía más rápido y más intenso.

—Lynn... corre más rápido o perderás...

El sonido de esa voz, la misma que había escuchado antes de desmayarse, ahora resonaba dentro de su cabeza. Lincoln. El nombre brilló en su mente como una chispa en la oscuridad. Pero junto con el recuerdo llegó el dolor. Un dolor punzante, como si alguien estuviera perforando su cráneo desde adentro.

—¡Ah! —gritó, llevándose las manos a la cabeza mientras caía de rodillas en el agua fría.

El dolor no se detenía. Cada imagen, cada fragmento de memoria, era como un cuchillo, hundiéndose más profundo. Veía a Lincoln sonriendo, jugando, pero también veía algo más. Fragmentos confusos, de miedo, de algo oscuro y monstruoso que se alzaba entre ellos. No entendía qué era real y qué no, pero la sensación de pérdida y culpa se aferraba a su pecho como un peso insoportable.

De repente, la figura alta de un hombre apareció frente a ella, vestido en su mayoría de blanco con pequeños toques de negro que daban la impresión de un traje de combate, elegante y diseñado para la acción. Parpadeó, tratando de enfocar su visión en él, pero lo que más capturó su atención fueron tres detalles inquietantes.

Primero, su rostro estaba cubierto por una máscara completamente negra, lisa, sin rasgos ni detalles, como si fuera un vacío sólido. Segundo, su cabellera era de un blanco puro que brillaba incluso en la oscuridad del lugar. Pero lo que más la impactó fueron las enormes alas desplegadas en su espalda, de un gris oscuro que parecía absorber la poca luz que había, dando un aire majestuoso y aterrador a la vez.

La figura la observaba en silencio, o al menos eso sentía, aunque no podía ver sus ojos detrás de la máscara. Luego, con una voz grave y fría que parecía resonar desde todas direcciones, le habló.

—Tu hermano no te necesita. No necesito a ninguna de ustedes, ni a tus hermanas, ni a tus padres. Él es mejor sin ustedes.

Las palabras eran como un cuchillo, cortando algo dentro de ella. Dio un paso hacia adelante, queriendo gritar, queriendo negarlo, pero el peso de las palabras la dejó paralizada.

—¡Eso no es cierto! —Quiso decir, pero su voz quedó atrapada en su garganta.

Antes de que pudiera reaccionar, antes de que pudiera responder o siquiera intentar acercarse, la figura desapareció. Sin ruido, sin movimiento, sin dejar rastro alguno, como si nunca hubiera estado allí.

Se quedó sola nuevamente, el agua fría y la oscuridad envolviéndola una vez más. Sus piernas temblaron, y sintió cómo su fuerza la abandonaba, dejándola caer al suelo con el agua helada, empapándola hasta los huesos. Su mente giraba entre las palabras de la figura y los recuerdos de Lincoln, mientras un abismo de impotencia comenzaba a abrirse en su pecho.

En su confusión y miedo, Lynn no escuchó los pasos rápidos que se acercaban. Fue solo cuando sintió el impacto brutal de una patada en su rostro que la mandó a volar por los aires, que se dio cuenta de que no estaba sola. El golpe la lanzó varios metros, haciéndola caer pesadamente en el agua helada.

El dolor se extiende por su cara como un fuego abrasador. Jadeó, luchando por recuperar el aliento mientras sus manos temblorosas intentaban estabilizarla. El frío del agua le mordía la piel, pero no era nada comparado con la sorpresa y el impacto del golpe.

Apretó los dientes, obligándose a ponerse de pie, aunque las piernas le temblaban bajo su propio peso. Sus ojos buscaron a su atacante, y cuando finalmente lo vio, una ola de horror la envolvió.

Frente a ella estaba... ella misma.

Pero no era un reflejo ordinario. La otra Lynn parecía desgastada, casi como si el mismo tiempo la hubiera corrompido. Su piel estaba pálida y desgastada, con marcas irregulares que se extendían por su cuerpo, como si hubiera sido tallada y moldeada por un dolor invisible. Sus movimientos eran torpedos, casi mecánicos

El detalle más perturbador era el collar que llevaba alrededor del cuello. Hecho de un metal oscuro y oxidado, tenía grabados símbolos desconocidos que parecían moverse cuando los miraba demasiado tiempo. El collar parecía apretado, como si ahogara a su portadora, y emanaba una energía que hacía que el aire se volviera más denso a su alrededor.

La otra Lynn inclinó la cabeza, sus ojos opacos y cansados se clavaron en ella. Había algo profundamente perturbador en esa mirada, algo que parecía atravesar su alma y exponer todos sus miedos.

—¿Q-quién eres? —logró balbucear, retrocediendo un paso.

La otra Lynn dejó escapar una risa ronca, seca y quebrada, como si el acto de reír le costara un esfuerzo inmenso.

— ¿Quién soy? —repitió, dando un paso hacia adelante. El agua apenas y se movía con sus pasos, como si no la afectara—. Soy lo que escondes. Soy lo que temes, lo que serás... cuando todo termine.

—¡No! —gritó, su voz firme, aunque temblorosa—. ¡Tú no eres real!

La otra Lynn ladeó la cabeza, como si estuviera evaluándola.

—¿No hay soja real? —respondió con una sonrisa inquietante—. Entonces, ¿por qué me estás viendo? ¿Por qué no puedes apartar la mirada?

Antes de que pudiera procesar esas palabras, la otra versión de sí misma se movió. En un parpadeo, estaba frente a ella, su figura torpe convertida en un borrón aterrador. Apenas tuvo tiempo de esquivar un golpe directo, tropezando hacia atrás mientras el agua fría la rodeaba nuevamente.

Se levantó con dificultad, jadeando, y observó a su doble, que permanecía quieta, como un depredador calculando su próximo ataque. Una sensación de impotencia se apoderó de ella.

La otra Lynn se acercó lentamente, como si cada paso fuera una amenaza silenciosa. Su mirada permaneció fija en ella, cargada de algo oscuro y destructivo. La atmósfera se volvía cada vez más densa, el agua fría que las rodeaba parecía volverse más pesada con cada palabra que salía de la boca de su doble.

—Eres la única que puede hacerlo —dijo la otra Lynn, su voz rasposa y cargada de desesperación—. Eres la que acabará con este sufrimiento. Tú serás quien se deshaga de esta plaga que está arruinando nuestras vidas.

No entendía. El miedo y la confusión aún reinaban en su mente, pero las palabras de la otra Lynn tenían un peso extraño, como si un oscuro sentimiento de urgencia comenzara a apoderarse de su ser.

—No... no entiendo —balbuceó, sus ojos llenos de temor, aunque algo en su interior comenzaba a vacilar.

La otra Lynn sonriendo, una sonrisa vacía que se tornó aún más inquietante.

—Lo sabes, lo sientes. Tienes que hacerlo. Esta maldición, este sufrimiento que arrastramos... No podemos seguir viviendo con él. Tú lo sabes mejor que nadie. La única forma de acabar con todo esto es borrar a esa plaga, esa persona que destruirá todo lo que hagamos. Esa peste... nuestro hermano.

Dio un paso atrás, los recuerdos de su hermano Lincoln golpeándola con fuerza, los momentos que compartieron, la sensación de su ausencia... todo lo que él significaba para ella.

—No... no puedes decir eso —susurró, su voz quebrada por la incredulidad—. ¡No podemos simplemente...!

La otra Lynn levantó una mano, interrumpiéndola con un gesto autoritario.

—Ya dimos los primeros pasos, ¿recuerdas? —dijo, su tono suave pero cargado de una verdad siniestra—. Ya borramos la memoria de todos. Nadie lo recuerda, porque decidimos olvidarlo. Pero eso no es suficiente. No podemos dejar que el olvido se rompa. No podemos dejar que esa plaga vuelva a ensuciar nuestras vidas.

El aire a su alrededor parecía volverse más frío, como si las palabras de la otra Lynn fueran un orden inevitable.

—Lo único que queda es asegurarnos de que el olvido sea permanente —continuó la otra Lynn, acercándose más, su rostro cada vez más cerca de ella—. Cuando lo hagamos, nuestras vidas serán perfectas, sin esa sombra sobre nosotros. Sin esa mala suerte, esa constante interferencia que nos ha arruinado todo. Sin él.

Quedó paralizada, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. No podía creer lo que estaba oyendo. La otra Lynn parecía completamente segura de lo que decía, y esa seguridad la aterraba aún más.

— ¿Recuerdas lo que sentiste cuando lo borramos de la memoria de todos? —preguntó la otra Lynn, su tono, volviéndose más suave, como si tratara de invocar una emoción dormida en el interior de la original—. Ese alivio, esa paz que se apoderó de ti. Fue el primer paso. Ahora solo queda dar el siguiente.

Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal mientras la otra Lynn avanzaba con esa mirada fría y decidida. El miedo la envolvía, pero algo dentro de ella, algo profundo, se resistía a lo que esa versión oscura de ella le pedía.

"No... no puedo hacer esto." Su voz tembló, sus palabras ahogadas por el terror y la confusión.

La otra Lynn observó su vacilación y su rostro mostró una mueca de desdén.

—Sabes que lo harás. Ya comenzaste el proceso, ¿no lo recuerdas? Todo será mejor sin él, Lynn. Sin esa... esa plaga que destruye todo lo que tocamos.

Pero en su interior, algo comenzó a despertar. El miedo que sentía por su otro yo se fue disipando al recordar a su hermano, Lincoln.

Recordó todo lo que él había hecho por ella, por sus hermanas, por sus padres. Recordó cómo, a pesar de todo lo que sucedía a su alrededor, él siempre estaba allí, siendo el pilar que mantenía unida a su familia. Recordó el amor y la protección que Lincoln les brindaba, el sacrificio que hacía para que todos pudieran estar bien.

"Él nunca fue una plaga..." pensó, su corazón latiendo con fuerza. "Él fue lo único bueno en todo esto."

El miedo que sentía ahora se transformó en furia. No podía permitir que su hermano fuera olvidado. No podía. De ninguna manera era correcto hacerlo.

Con esa resolución en su corazón, levantó la cabeza, decidida a desafiar a su otro yo.

—No, no lo voy a hacer —su voz era firme y clara. —No voy a dejar que lo olviden. No lo voy a permitir.

La otra Lynn la miró con furia, sus ojos fríos y vacíos, como si el rechazo fuera un insulto personal. De repente, una ráfaga de energía oscura surgió a su alrededor, su forma débil y enferma desapareciendo en un parpadeo. La mirada de su otro yo se transformó en una expresión de pura determinación.

—Lo harás, o lo lamentarás, Lynn. —Su voz era aún más fría, y sus palabras se sintieron como una amenaza palpable—. No dejaré que arruines lo que hemos comenzado.

Sin aviso previo, la otra Lynn atacó. Fue un movimiento rápido y feroz, como si su cuerpo frágil y lacerado hubiera sido sustituido por una fuerza imparable. Apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que su otra yo la empujara al agua con tal fuerza que el dolor se disparó a través de su cuerpo.

Se levantó tambaleante, solo para ver a su otra yo avanzando hacia ella. Aunque la otra Lynn parecía frágil, con su aspecto enfermo, sus movimientos eran letales, llenos de una fuerza que nunca imaginó que poseía.

—(¿Cómo es esto posible?) —Pensó, atónita. ¿Cómo podía ser tan fuerte?

Antes de que pudiera reaccionar, su otra Lynn la atrapó por el cuello con una fuerza desmesurada, levantándola del suelo. El aire fue arrancado de sus pulmones, y la presión en su garganta la dejó sin aliento.

—No eres tan fuerte como crees —susurró la otra Lynn, su respiración pesada, pero su rostro con una sonrisa siniestra—. Siempre fuiste la débil, la que no puede decidir, la que se deja influir por la nostalgia. Pero ahora, yo soy quien decidirá todo.

Luchó desesperadamente por liberarse, hasta que algo extraño ocurrió. De repente, unas cadenas espectrales, aparecieron del cuerpo de su otra yo. Las cadenas eran oscuras, llenas de una energía gélida, y se extendieron hacia ella con una rapidez. Con un tirón, las cadenas la atraparon, envolviendo su cuerpo y acercándola lentamente hacia la otra Lynn.

Intentó resistirse, su cuerpo luchando contra la fuerza sobrenatural que la arrastraba. Sus piernas se retorcían, sus brazos se estiraban en un intento por detener las cadenas, pero era inútil. Cuanto más se esforzaba, más fuerte se sentía la presión de la oscuridad que las rodeaba.

—¡No! ¡No quiero ser parte de esto! —gritó, su voz llena de desesperación.

Pero la Lynn falsa no respondió. La mirada fría y vacía de su reflejo nunca vaciló, ni una sola vez. Las cadenas la acercaron aún más, hasta que finalmente sintió el contacto con su otro yo. La fuerza oscura la envolvió por completo, y al tocar a la falsa Lynn, su mano comenzó a desvanecerse, como si fuera absorbida.

Primero fue su brazo, luego su torso. La sensación de ser devorada era aterradora, como si su ser entero estuviera siendo arrancado, pieza por pieza, absorbido por algo más. Intentó gritar, pero el sonido moría en su garganta.

A medida que su cuerpo desaparecía, el pánico se apoderaba de ella. ¿Qué era esto? ¿Dónde quedó ella misma en todo esto? Solo podía ver la figura de su reflejo, la otra Lynn, sonriendo de forma malévola, mientras la devoraban poco a poco.

Cuando solo le quedaba la cabeza, luchó con todas sus fuerzas para no ser consumida completamente, pero la presión era imparable. Antes de que la oscuridad la tragara por completo, la otra Lynn se inclinó hacia ella, sus ojos vacíos llenos de una cruel satisfacción.

—Y yo me aseguraré que él sea olvidado para siempre... o mejor dicho, nosotras ... jajaja. —Las palabras se escaparon de sus labios, flotando en el aire, como un eco vacío que perforaba los últimos restos de su conciencia.

Fue completamente consumida por la oscuridad.

[Lori]

No sabía cómo mantenerse en pie sin derrumbarse.

Su mente estaba hecha un desastre, cargada de responsabilidades que parecían multiplicarse cada día. Solo pensar en los trámites de ingreso a la universidad le daba ganas de gritarle al encargado de la oficina de registros. El hombre había hecho del proceso un completo caos burocrático, y cada correo electrónico que enviaba parecía responderse con otra lista interminable de documentos.

A eso se sumaba Bobby. Aunque lo amaba, últimamente se había vuelto algo molesto, insistiendo en que no dedicaba suficiente tiempo a su relación. No entendía que ella tenía que cuidar de su familia. Eso siempre había sido su prioridad.

Su familia.

Esa palabra llevaba un peso que casi la aplastaba. Sus hermanas dependían de ella para todo, y aunque amaba ayudarlas, la constante necesidad de intervención hacía que cada día pareciera una montaña interminable de tareas. Y como siempre, sus padres no hacían absolutamente nada al respecto.

"Que aprendan a resolver sus problemas solas", decían.

—¿Solas? —resopló al recordar esa frase. Era solo una excusa para no involucrarse, y todos lo sabían.

Y ahora, Lynn.

Su hermana estaba inconsciente frente a ella en la camilla, y había tenido que encargarse de todo. Nadie más había levantado un dedo. Ni siquiera habían querido venir con ella. "Solo revísala y asegúrate de que esté bien", habían dicho sus padres. Como si desmayarse después de un partido extenuante fuera algo menor.

¿Por qué siempre tenía que ser ella?

Suspiró y se obligó a dejar a un lado su frustración. Se acercó a Lynn, que respiraba de manera irregular, el ceño fruncido como si estuviera atrapada en un mal sueño.

—Lynn, ¿estás bien? —preguntó suavemente mientras colocaba una mano sobre su hombro.

De repente, Lynn se despertó sobresaltada, su mirada perdida y llena de miedo. Sintió una punzada de preocupación al ver el sudor en la frente de su hermana y el temblor en sus manos.

—Lynn, ¿qué pasa? ¿Te sientes bien?

Su hermana no respondió. Parecía estar atrapada en su propia cabeza, como si estuviera viendo algo que ella no podía.

—¿Dónde estamos? —preguntó finalmente Lynn, su voz sonando débil y perdida.

—En la sala médica del estadio —respondió, haciendo un esfuerzo por sonar calmada. Se sentó junto a ella en la camilla—. Te desmayaste después del partido.

Intentó mantener la calma, pero el cansancio y la tensión del día la alcanzaron. Su tono se volvió más severo mientras continuaba.

—¡Te advertí que no te sobre esforzaras! Siempre tienes que empujar hasta el límite, y ahora mírate. Si sigues así, algún día te vas a...

Pero notó que Lynn ya no la estaba escuchando. Su mirada estaba perdida de nuevo, como si estuviera buscando algo, o a alguien. Su preocupación creció al ver que Lynn intentaba decir algo, pero sus palabras se quedaban atoradas.

—Lynn, ¿qué...?

Se quedó en silencio cuando vio a su hermana llevarse las manos a la garganta, como si estuviera luchando contra algo invisible. Su respiración se volvió errática, y un pánico absoluto llenó sus ojos.

—¡Lynn! —gritó, sacudiéndola suavemente, pero sin respuesta.

Por un momento, todo quedó en silencio. Lynn dejó de forcejear y se desplomó de nuevo en la camilla, jadeando. Su rostro estaba pálido, pero ahora parecía estar en control de sí misma, aunque claramente aterrorizada.

—¿Qué está pasando? —preguntó su voz, un susurro lleno de miedo.

Observaba a su hermana con una mezcla de preocupación y cansancio. Su hermana había permanecido en silencio después de su extraño episodio en la sala médica, simplemente mirando al vacío. Cuando finalmente habló, su voz apenas fue un susurro.

—Quiero ir a casa.

Asintió sin cuestionar. No tenía idea de qué estaba pasando por la cabeza de su hermana, pero no iba a presionarla. No ahora.

Habló rápidamente con el doctor de la enfermería, asegurándose de que no había nada grave en su estado físico más allá del agotamiento. Luego, tomaron sus cosas y salieron juntas del pequeño estadio.

El aire frío de la noche las recibió, pero Lori apenas lo notó. Afuera, una pequeña multitud estaba reunida, y en el centro, el resto del equipo de hockey de Lynn las esperaba con caras llenas de preocupación.

—¡Lynn! —exclamó una de sus compañeras mientras corrían hacia ella.

Se detuvo y retrocedió un par de pasos, dejando que el equipo rodeara a su hermana. Aunque normalmente se habría quedado para asegurarse de que todo estuviera bajo control, esta vez no tenía fuerzas.

Mientras las voces preocupadas de las amigas de Lynn llenaban el aire, dejó que su mente vagara. Pensando en el futuro.

Su futuro.

Sabía que, si quería cumplir sus sueños, algo tenía que cambiar. No podía seguir así. Su familia dependía demasiado de ella. Cada problema, cada pequeña crisis, siempre terminaba en sus manos.

¿Cómo iba a dedicarse al golf profesional con tantas distracciones? ¿Cómo iba a planear esa boda perfecta con Bobby si siempre estaba apagando los incendios de los demás?

El pensamiento la atormentaba. No podía seguir siendo el pilar de todo.

Por primera vez, una idea comenzó a tomar forma en su mente. Era una solución que había estado evitando, algo que sabía que sería difícil para todos, pero necesario si quería avanzar.

Tal vez era hora de dejar de cargar con todo.

Sin embargo, antes de que pudiera articular el pensamiento, fue interrumpida por la voz de Lynn.

—Lori... ya vámonos a casa.

Parpadeó, volviéndose al presente. Miró a su hermana, que ahora estaba rodeada por su equipo, pero que claramente solo quería escapar de todo.

—Sí, claro. Vamos —respondió finalmente.

Lynn se despidió de sus compañeras rápidamente, y ambas caminaron hacia un taxi que ella había llamado con antelación. Mientras tanto, intentó sacudirse las dudas y enfocarse en el momento, pero no podía evitar sentir que esta noche había marcado un punto de inflexión.

Miró por la ventana del taxi mientras las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia. El silencio en el vehículo era opresivo, roto solo por el tenue ronroneo del motor y el sonido ocasional de algún otro vehículo. A su lado, Lynn permanecía inmóvil, con la cabeza gacha y los ojos perdidos en algún punto del suelo.

El comportamiento de su hermana la preocupaba, pero no podía evitar que sus pensamientos se desviaran hacia otro lugar.

Su familia.

Siempre había sentido que el peso del hogar recaía sobre sus hombros. Sus hermanas contaban con ella para todo. Desde resolver discusiones triviales hasta ayudarlas con problemas importantes. Incluso ahora, cuando debía estar concentrada en sus propios objetivos, aquí estaba, llevando a Lynn de vuelta a casa después de un partido que claramente la había agotado más allá de lo físico.

Y luego estaban sus padres. Apretó los labios al pensar en ellos. Su madre estaba obsesionada con escribir esa novela, con la esperanza de convertirse en una autora de renombre algún día.

Era admirable, sí, pero ¿a qué costo? Parecía que, últimamente, Rita Loud estaba más enfocada en sus personajes que en las necesidades reales de sus hijas.

Por otro lado, su padre, con su obsesión por abrir un restaurante, no era mejor. Aunque sabía que era su sueño, a veces parecía que su familia era solo una segunda prioridad para Lynn Loud padre.

¿Dónde quedaban sus sueños?

Ella quería más. Quería dedicarse al golf, convertirse en profesional, demostrar que tenía lo necesario para ser una de las mejores. Pero, ¿cómo podía enfocarse en ello cuando siempre tenía que estar solucionando los problemas de los demás?

¿Y Bobby?

Su relación con él estaba en un punto extraño. Por un lado, Bobby quería pasar más tiempo juntos, pero parecía no entender que ella tenía responsabilidades. Sin embargo, ¿era eso justo para él? ¿Podía realmente construir un futuro con alguien cuando estaba atrapada en el presente, luchando por mantener su familia a flote?

Miró de reojo a Lynn, quien parecía hundida en sus propios pensamientos, y se sintió culpable. ¿Eran sus hermanas las culpables? No, claro que no. Todas eran víctimas de una dinámica familiar rota, una donde los padres habían decidido que era mejor dejarlas resolver sus problemas solas.

Pero no estaban solas.

Ella estaba allí, siempre. Y eso había sido suficiente para todos, excepto para ella misma. Porque mientras ayudaba a sus hermanas a cumplir sus objetivos, veía cómo sus propios sueños se desvanecían lentamente.

¿Era justo?

Cerró los ojos y apoyó la cabeza contra el asiento del taxi. No podía dejar de pensar en la única solución que parecía tener sentido.

Dar un paso atrás. Si realmente quería ser golfista profesional, si realmente quería esa boda perfecta con Bobby, tendría que aprender a decir "no".

Pero al mismo tiempo, el miedo la carcomía. Si ella no estaba allí para ayudar, ¿quién lo haría?

El taxi disminuyó la velocidad al acercarse a la casa. Suspiró y se obligó a enderezarse. Las decisiones podrían esperar. Por ahora, lo único que importaba era llevar a Lynn a casa y asegurarse de que estuviera bien.

Mientras pagaba al conductor y ayudaba a Lynn a salir del vehículo, la sensación de que algo estaba terriblemente mal seguía acechándola, una nube oscura que no podía sacudirse. Algo tenía que cambiar. Pero, ¿cómo? ¿Y a qué precio?

[Lynn]

La casa estaba envuelta en un silencio pesado, solo interrumpido por el crujir ocasional de las tablas del piso bajo su peso mientras caminaba por el pasillo. Su corazón palpitaba con fuerza, no por el esfuerzo físico, sino por el torrente de pensamientos que invadían su mente. Todo en su interior le gritaba que algo estaba mal, muy mal.

Finalmente, llegó a la puerta de la habitación de su hermano. Dudó un momento, con la mano en el pomo, mientras un miedo irracional se apoderaba de ella. ¿Y si él estaba allí? ¿Y si no estaba? ¿Qué iba a hacer?

Giró la perilla y empujó la puerta lentamente. La habitación estaba oscura, pero la luz tenue del pasillo iluminó lo suficiente para que viera el desastre que se extendía ante sus ojos.

La habitación, que solía ser el único lugar con orden dentro de su casa, ahora era un caos. Ropa tirada por todas partes, envoltorios de comida acumulados en una esquina. Los estantes que solían estar llenos de cómics y las figuras favoritas estaban vacíos o desordenados, y la cama, normalmente impecable, estaba deshecha y cubierta de más ropa.

Esto no era normal. Esto no era su hermano.

Dio un paso adentro, observando todo con una mezcla de confusión y angustia.

—¿Qué pasó aquí...? —susurró para sí misma, su voz apenas audible en la oscuridad.

Se acercó a la cama y movió las sábanas, buscando algún indicio, algo que le dijera dónde estaba su hermano o qué había sucedido. Nada. Su respiración se volvió más rápida mientras miraba alrededor, tratando de encontrar algo, cualquier cosa.

Permaneció inmóvil, mientras sus ojos recorrían una vez más la habitación.

El desorden, la suciedad, el abandono... nada de eso encajaba con la imagen de su hermano. Lincoln siempre había sido el que mantenía el equilibrio, el pilar que evitaba que el caos del resto se desbordara. Siempre se preocupaba por los demás, siempre estaba ahí para ayudar, incluso cuando nadie le pedía que lo hiciera.

Pero ahora, al mirar todo a su alrededor, sintió que algo dentro de ella se rompía.

Su respiración se volvió irregular mientras sus piernas temblaban, obligándola a sentarse en el borde de la cama. Cerró los ojos, tratando de contener las lágrimas, pero fue inútil. Las primeras gotas cayeron, deslizándose por sus mejillas en silencio.

—Lo siento... —susurró, apenas capaz de pronunciar las palabras —. Lincoln... lo siento tanto.

El peso de su culpa se hizo más fuerte.

Ya que sabía cómo su hermano, a pesar de todo, seguía intentando poner orden en una familia caótica, cómo ayudaba a cada una de sus hermanas sin pedir nada a cambio. Incluso cuando estaba agotado, incluso cuando nadie se daba cuenta de todo lo que hacía, Lincoln seguía adelante.

Y ahora, al recordar cómo había ido a su partido de hockey, a pesar de que ella era la culpable de todo esto, aún más importante, usando aquel traje de ardilla que ella y el resto de su familia lo habían obligado a usar, solo para apoyarla a ella de todas las personas.

Solo la hizo sentir peor, porque eso sí había hecho eso por ella, que más había hecho por el resto de sus hermanas. Ayudarlas, cuidarlas, protegerlas, no lo sabía. Pero ahora todo pasaría al olvido sin pena ni gloria, todo por su culpa, un orgullo que no le permitía pensar en nadie más que ella.

La idea la hizo temblar.

Apretó los dientes, limpiando sus lágrimas con la manga de su camiseta. No podía quedarse ahí, sentada, lamentándose. Tenía que hacer algo. Su hermano no merecía esto, y ella no iba a permitir que las cosas siguieran así.

—Lincoln... —susurró una vez más —. Y voy a arreglar esto. Te lo prometo.

Con la resolución de arreglar sus errores, se puso de pie. Las lágrimas seguían cayendo por las comisuras de sus ojos, pero el silencio de la habitación fue roto por una voz fría y burlona, resonando en su mente como un eco ineludible.

—¿De verdad crees que puedes arreglar esto? —preguntó la otra Lynn con un tono cargado de desdén —. Él es una plaga. Siempre lo ha sido. Él es el obstáculo que nos detiene, el peso que carga a toda la familia. ¿Por qué no puedes verlo?

Sacudió la cabeza, como si con ese gesto pudiera expulsar la voz de su mente.

—No... no es cierto —murmuró, pero sus palabras habían perdido fuerza, invadidas por la duda.

—Oh, claro que lo es —insistió la otra voz —. Piensa en lo que hemos logrado desde que lo borramos de nuestras vidas. Piensa en nuestros sueños. Ser deportistas profesionales, reconocidas mundialmente, ser alguien que inspira a millones... ¿Realmente estás dispuesta a sacrificar eso por él?

Sintió que sus rodillas flaqueaban, pero se mantuvo firme. Cerró los ojos por un momento, buscando en su interior la fuerza para resistir.

—Lincoln siempre estuvo ahí para todos nosotros —respondió, finalmente, su voz temblorosa pero decidida —. Nunca se quejaba, nunca pedía nada. Si hay alguien que ha sacrificado sus sueños por los demás, ha sido él.

Su otra yo, dejó escapar una carcajada sarcástica, una que hizo que sintiera un escalofrío recorrer su espalda, como si supiera algo que ella no.

Apretó los puños. No podía dejar que esto terminara así. No importaba lo que pasara, iba a ayudar a su hermano, iba a arreglar esto. Porque no importaba lo que su otra yo dijera, ella sabía una cosa con certeza.

Lincoln no era una plaga, no era una mala suerte. Era su hermano, y él necesitaba saber que lo amaban tanto como él a ella.

Pero primero, tenía que encontrarlo.

...

La noche pasó lentamente, y aunque se tumbó en su cama, no pudo hallar descanso. Su mente no dejaba de girar en torno a Lincoln, a las palabras de la otra Lynn, y a la confusión que sentía en su corazón.

La habitación estaba en silencio, pero en su cabeza, la tormenta de pensamientos no cesaba.

Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de su hermano, su sonrisa cálida, su apoyo incondicional. ¿Qué le había sucedido? ¿Por qué todo se había vuelto tan complicado? ¿Cómo podía haber llegado a este punto, con su mente sumida en el caos y con la estúpida solución de olvidarlo todo por el bien de un futuro que, aunque brillante, se sentía vacío sin él?

Se giró en la cama, pero el sueño no llegaba. Pensó en las veces en que su hermano había sido su pilar, cómo siempre había estado ahí para ella, incluso cuando su vida parecía fuera de control. Él había sido el que la sostenía cuando sus padres y sus hermanas más grandes estaban ocupados.

Pero ahora no sabía nada de su hermano, olvidado por su culpa.

Sin embargo, la su voz fría de su otra yo, se repetía en su mente, como un eco que no cesaba, por más que ella intentó suprimirla, aún la atormentaba.

—(Para que todos sean felices, él debe desaparecer. Debe ser olvidado) —se repitió en el interior de su cabeza.

Pero sabía que no podía dejarlo ir. No iba a permitir que su hermano cayera en el olvido. No importaba lo que costara, no importaba lo que ella tuviera que enfrentar. Él era su familia, su única conexión genuina en una familia que estaba demasiado concentrada en sí misma como para importarle el resto.

El reloj marcó la medianoche, pero para ella, el tiempo se había detenido. La preocupación se había adueñado de cada rincón de su mente. Impidiéndole dormir, a pesar del paso de las horas.

Finalmente, llegó el amanecer, con los ojos rojos por el cansancio y la mente agotada, salió de la cama, vestida con la misma ropa de la noche anterior, y se dirigió a la puerta.

O ese intento, hasta que un particular y muy familiar olor llegó a su nariz.

—¿Qué es ese...?

El aroma del chocolate flotaba en el aire, envolviendo todo en una cálida sensación de familiaridad. Aunque cansada y con la mente llena de pensamientos oscuros, no pudo evitar sentir cómo su estómago reaccionaba ante el irresistible olor.

Y casi al mismo tiempo, su compañera de habitación, Lucy, al igual que ella, se levantó sobresaltada por el aroma. Ambas, sin decir palabra alguna, corrieron rápidamente hacia la salida de la habitación.

En el pasillo, comenzaron a cruzarse con el resto de sus hermanas, todas con la misma expresión en el rostro. El deseo por ese chocolate, ese manjar que ninguna de ellas podía resistir, el único punto débil de todas las mujeres de su familia.

Aunque la situación era algo cómica, Lynn no pudo evitar chocar con algunas de ellas mientras intentaba ganar terreno y ser la primera en llegar a la cocina.

Finalmente, después de esquivar a Lori y a Leni, llegó a la cocina. La mesa estaba completamente llena de los platos que las mujeres de la familia más adoraban. Chocolates derretidos sobre pan tostado, cacao caliente, galletas y tortas recién horneadas... Era como un pequeño paraíso en su propia casa.

Se sentó en su lugar, seguida muy de cerca por sus hermanas, que comenzaron a comer con todo menos con tranquilidad, creando una pequeña masacre alimenticia sobre el comedor de la casa.

Pero cuando estaba a punto de dar un bocado a su pan con chocolate, escuchó la voz de sus hermanas agradecerle a su padre por el desayuno.

—Gracias, papá, todo está delicioso —dijo Lori, con una sonrisa satisfecha en el rostro.

El resto de sus hermanas asintieron con entusiasmo, también agradecidas por la comida. Pero cuando giró la cabeza para agradecerle también, notó algo que no pasó desapercibido

Sus padres tenían la cara de alguien que se acababa de despertar de un profundo sueño, especialmente su padre.

Sus ojos aún estaban medio cerrados, y su cabello estaba desordenado, como si hubiera salido de la cama hacía pocos minutos. Todo eso hizo que se diera cuenta de inmediato de que él no había preparado el desayuno. Él ni siquiera estaba consciente de lo que estaba pasando, pensó, con una mezcla de sorpresa y desilusión.

A pesar de la obvia evidencia de que no había sido él quien había cocinado, su padre no dudó ni un segundo en aceptar el crédito. Sonrió ligeramente, como si se sintiera orgulloso, y respondió con una expresión relajada.

—Oh, no hay de qué, chicas. Solo quise asegurarme de que tuvieran un buen desayuno.

Creía que conocía a su padre mejor que nadie, pero ahora no pudo evitar sentir una punzada de disgusto. Apenas había hecho el esfuerzo de levantarse a tiempo para ver a todos comer, y ahora se llevaba el crédito por algo que ni siquiera le pertenecía.

El malestar creció en su interior, mientras observaba a sus hermanas, quienes estaban completamente ajenas a la realidad de la situación. Ellas no se daban cuenta de que el desayuno había sido preparado por alguien más. Ellas solo veían a su padre como el que estaba siendo considerado.

Y eso, en el fondo, la molestaba más de lo que esperaba.

Con un suspiro disimulado, se obligó a centrar su atención en el desayuno, intentando no dejar que su frustración por la actitud de su padre estropeara aún más el día. Pero una parte de ella seguía mirando hacia su padre, que disfrutaba del reconocimiento sin haber hecho realmente nada.

La situación no era nueva, pero parecía más evidente que nunca.

Pero antes de que pudiera dar el primer bocado, alzó la vista de su desayuno cuando algo en el exterior le llamó la atención. A través de la ventana de la cocina, vio una figura familiar, caminando con paso tranquilo, desde la cochera hacia la puerta principal de su hogar.

La figura tenía el cabello blanco que caía desordenadamente sobre sus hombros. Y aunque la visión era fugaz, Lynn lo reconoció al instante.

La preocupación que había estado arrastrando por toda la noche se disolvió como niebla al sol. Sin pensarlo, su cuerpo reaccionó de inmediato. Sin decir palabra alguna, se levantó de un salto, dejando el desayuno intacto, y salió disparada hacia la puerta, su mente solo enfocada en llegar hasta él, en asegurarse de que estuviera bien.

Con cada paso que daba, el ruido de la casa quedó atrás, y el sonido de sus pies golpeando el suelo parecía ser el único ruido que llenaba el aire.

En medio de su carrera desenfrenada, algo pesado y familiar cayó en su mano, pero ni siquiera se dio cuenta. Estaba completamente absorbida por la imagen de su hermano acercándose a la entrada.

No miró hacia atrás ni una sola vez. La confusión y el miedo de la noche anterior parecían alejarse poco a poco mientras se acercaba más a la entrada. Detuvo su carrera en seco justo frente a la puerta. Su corazón latía a toda velocidad, una mezcla de emociones que se atropellaban en su pecho.

Pero la necesidad de verlo, de abrazarlo, de pedirle perdón por todo lo que había hecho y no hecho, la impulsaba aún más.

Abrió la puerta con rapidez, sin pensarlo. Su voz salió atropellada, casi un grito ahogado, pero lleno de desesperación y esperanza.

—¡Lincoln!

Pero lo que encontró frente a ella no era lo que esperaba.

Allí estaba él, su hermano. Parecía... feliz, como si el hecho de que ella lo hubiera llamado fuera lo más importante del mundo para él, como si nada hubiera cambiado. Como si todo estuviera bien, como si nada de lo que había sucedido realmente importara.

Se quedó congelada, sin saber cómo reaccionar. Su mente, que antes estaba llena de pensamientos sobre lo que iba a decirle, sobre cómo iba a abrazarlo y no dejarlo ir nunca más, se detuvo por completo al ver esa sonrisa. Esa sonrisa que, por un momento, parecía tan ajena a todo lo que había pasado, a toda la confusión que la envolvía.

Pero algo en su interior cambió de repente. Algo en su cabeza se encendió, y con un grito de furia y frustración, su cuerpo reaccionó sin pensar.

En un impulso cegador, levantó el bate de madera que había tomado sin darse cuenta y, con todas sus fuerzas, lo lanzó hacia él. El sonido del impacto fue seco, fuerte, como un golpe al mismo tiempo físico y emocional. La sonrisa de Lincoln desapareció instantáneamente, reemplazada por un atónito silencio, mientras él retrocedía por el golpe inesperado.

Se quedó ahí, temblando, con la respiración entrecortada.

Intentó dar un paso hacia él, su mente luchando entre la preocupación y la confusión, pero algo en su interior la empujó a dar otro paso atrás. La fuerza que sentía en su cuerpo no la controlaba, como si algo oscuro y ajeno a ella estuviera moviéndola.

Antes de que pudiera siquiera procesar lo que estaba haciendo, su mano ya había levantado el bate nuevamente.

Y golpeó con la misma fuerza que antes, su corazón latía descontrolado, y sus labios se movían sin pensar, soltando palabras que no sentía ni pensaba.

—¿Por qué volviste? —gritó, su voz llena de rabia y desesperación—. ¿Por qué regresas? Yo te deseché...

Golpeó nuevamente. Cada palabra era un golpe, cada grito una maldición.

—Eres un estorbo, siempre lo fuiste...

Y entonces las lágrimas comenzaron a caer, pero no de dolor, sino de una rabia ciega, de algo mucho más oscuro. Su mente no entendía lo que estaba sucediendo, pero sus manos, sus puños, seguían golpeando a su hermano sin cesar.

— Ojalá te mueras en el olvido... —La frase salió como un susurro sombrío. Las palabras eran crueles, pero salían de su boca sin que pudiera evitarlo.

El horror llenó su pecho cuando sus ojos vieron el rostro de su hermano. Lincoln, una figura quebrada, apenas capaz de protegerse de los golpes, la miraba con incredulidad, como si no pudiera entender lo que estaba sucediendo.

Al ver esa expresión en su rostro, fue invadida por el horror más profundo, un terror indescriptible. No podía creer lo que estaba haciendo, no podía entender por qué lo estaba golpeando, pero su cuerpo lo seguía haciendo. Cada golpe le destrozaba por dentro.

Su respiración se aceleró y su mente trató de reaccionar, pero fue como si el caos interno fuera tan grande que sus manos no le respondían.

—(¡No quiero hacer esto!) —gritó en su interior, impotente por sus propias acciones.

Hasta que el sonido del golpe resonó en el aire, seco y devastador.

Vio con horror cómo el último golpe de su mano destrozó los dientes de conejo de su hermano, enviando fragmentos afilados y pequeños volando en todas direcciones. El brillo de su boca, salpicado de sangre, desapareció en el mar de confusión que dominaba su mente.

No entendía lo que estaba pasando, no entendía por qué no podía detenerse. Pero lo peor vino después.

El siguiente golpe, más fuerte y más brutal que el anterior, fue directo al cuello de Lincoln. Un sonido seco, como un crujido, siguió el impacto, y su hermano cayó de espaldas al suelo. Lo vio caer, su cuerpo inmóvil, sus ojos abiertos y fijos en el vacío, mientras de su garganta salían sonidos ahogados, como si intentara respirar, pero algo le impedía hacerlo.

La visión de su hermano en el suelo, la paralizó. Su corazón se detuvo por un segundo, el terror se apoderó de ella, pero no podía moverse, no podía reaccionar. El bate caía de sus manos, pero su cuerpo comenzó a alejarse lentamente de él, como si le estuviera dando la espalda a la escena que acababa de crear.

Dio pasos vacilantes hacia la entrada de la casa, como un autómata, sin entender qué había sucedido realmente. A medida que entraba, la puerta se cerró detrás de ella, y un silencio aterrador llenó el aire. Su mente era un caos.

La realidad de lo que había hecho la golpeó con una fuerza aún mayor cuando sintió las lágrimas desbordarse de sus ojos. Miró hacia la puerta, esperando que su hermano estuviera bien, que hubiera sido solo un sueño, solo un mal momento. Pero sabía que no podía destruir lo sucedido.

El eco de los golpes aún resonaban en sus oídos. El sabor de la culpa se instaló en su boca, el veneno de sus propios actos ahogaba su respiración. Pero su cuerpo, al igual que antes, no la dejaba reaccionar como deseaba.

En ese momento, la voz de la otra Lynn, regresó, ahora más fuerte y clara, resonó en su mente, burlándose de ella con una frialdad que helaba su interior.

—Lo hemos hecho, ¿verdad? Lo sabías, sabías que debíamos hacerlo. Estorba, es una carga —la risa que siguió fue amarga, cruel, como si la voz realmente disfrutara de cada palabra que le dirigía.

Pero no podía hacer nada.

Estaba atrapada, una pasajera en su propio cuerpo. Todo lo que podía hacer era observar cómo su cuerpo se movía sin su consentimiento, como si fuera alguien más quien tomara las riendas. Era como si estuviera observando una película de su vida, pero en la que no podía intervenir, no podía gritar, no podía cambiar el curso de los acontecimientos.

—Nos hemos liberado, por fin. Ahora, seguiremos adelante. No tenemos tiempo para sentir culpa. ¡Es nuestro momento! —La voz se regodeaba en sus oídos, como una serpiente venenosa que susurraba al oído de una víctima indefensa.

Con sus propios ojos, vio cómo sus manos comenzaban a moverse, cómo su cuerpo daba un paso hacia el pasillo, en dirección contraria a la puerta donde había dejado a Lincoln. Su mente intentó resistirse, intentó gritar, pero todo se redujo a un simple pensamiento que se desvanecía en la oscuridad.

— (No. No lo quiero. No quiero hacer esto.)

Pero la voz no la dejaba en paz.

—Ya no hay vuelta atrás. No hay espacio para dudas. No hay espacio para arrepentimientos.

Sus piernas, controladas por algo ajeno a ella, la llevaron a la cocina. Todo lo que quería era detenerse, dejar de caminar, regresar y abrazar a su hermano, pedirle perdón, pero su otra yo era más fuerza que ella, más poderosa que su voluntad. Cada paso que daba era un recordatorio de lo que acababa de hacer, y la risa de la voz lo amplificaba, lo empeoraba.

Y mientras la voz hablaba, su cuerpo avanzaba, como una marioneta cuyas cuerdas la manipulaban. Sus pensamientos eran borrosos, como si no pertenecieran a su propia mente, y lo único que quedaba era una espesa niebla de confusión.

—Esto es lo que él merece. El mundo gira a nuestro alrededor, no al de él —la voz susurraba.

Y en algún lugar, muy al fondo, sintió que el vacío la devoraba. En el dolor de sus actos, el horror de lo que había hecho, su voluntad desaparecía más y más en las sombras.

...

[Lincoln]

Caminaba con calma hacia la entrada de su casa después de guardar algunas cosas en la cochera, pensando en su familia y si les había gustado el desayuno que había hecho con amor para celebrar la victoria de su hermana en la final de hockey.

Después de todo, se había ido a buscar los ingredientes que usaría para cocinar durante la noche.

—「No creo que nadie se dé cuenta de que la falta de esa pequeña cantidad de chocolate」 —se dijo a sí mismo, mientras recordaba de dónde había tomado su ingrediente principal—. 「Creo... 」

Pero, justo cuando sus pensamientos comenzaban a divagar sobre sus acciones y decisiones, escuchó cómo la puerta principal de su casa se abrió de golpe, y su nombre resonó en el aire con fuerza, como un eco cálido y familiar.

—¡Lincoln!

Era su hermana. Lynn. La voz de ella estaba tan llena de energía, de emoción, que por un momento se quedó paralizado, mirando hacia la puerta, como si fuera un sueño, un anhelo hecho realidad.

Después de tanto tiempo, de tanta angustia, ahí estaba, su hermana, viéndolo, llamándolo. Su corazón latió con fuerza en su pecho, y por fin una sonrisa, algo genuino, comenzó a formarse en su rostro.

Era la primera vez en meses que alguien pronunciaba su nombre.

Una oleada de emociones lo invadió, y su rostro se iluminó con una sonrisa llena de gratitud. Se detuvo, y por un segundo, el mundo pareció detenerse a su alrededor, notando cómo la mirada de su hermana se fijaba en él

Lynn lo estaba mirando directamente. Finalmente, ella lo había visto. Y eso era lo único que importaba en ese momento.

—¡Lynn! —exclamó, su voz temblando por la mezcla de alivio y alegría que lo invadía.

Quería correr hacia ella, abrazarla con toda la fuerza que su cuerpo tenía, pero antes de poder dar un paso más, algo extraño ocurrió. Algo en su hermana parecía diferente, y no era el brillo de la alegría que él esperaba ver.

Había algo en su rostro, algo en sus ojos, que lo desconcertó por un momento.

Pero antes de que pudiera reaccionar, Lynn dio un paso hacia él. Y el momento que había esperado durante tanto tiempo se transformó en algo...

Entonces, sin que pudiera comprender lo que sucedía, Lynn levantó algo en su mano. Un bate. Los latidos de su corazón se detuvieron por un segundo. ¿Qué estaba pasando?

Antes de que pudiera procesar todo, el primer golpe cayó sobre su pecho con un impacto brutal. El dolor se disparó, y su mente se llenó de confusión.

—Lynn... ¿Qué haces? —Intentó gritar, pero las palabras se ahogaron en su garganta.

El dolor se apoderaba de él mientras sus dientes se rompían unos cuantos golpes después.

—Eres un estorbo, siempre lo fuiste...

Lynn no parecía detenerse, sus ojos vacíos, su rostro inmutable. La imagen que él había anhelado de su hermana, la que esperaba ver, no estaba allí.

— Ojalá te mueras en el olvido...

En su lugar, había una figura vacía y fría, que golpeaba sin piedad. La sorpresa lo hizo tambalear hacia atrás, el bate golpeando una vez más. El dolor en su cuello lo obligó a caer, un dolor profundo que lo hacía jadear por aire.

Yacía en el suelo, su cuerpo pesado, las fuerzas desvaneciéndose poco a poco. El dolor era insoportable, pero lo peor era la sensación de debilidad que invadía su cuello, como si algo en su interior hubiera sido fracturado, desmoronado.

—¡Gllrk! ¡Ghuagh! (Ayuda... Por favor) —Intento hablar.

Sus dedos se aferraron al suelo en un intento de levantarse, pero su cuerpo no respondía. Cada respiración era más difícil que la anterior, cada segundo que pasaba, sentía más distante de la realidad, como si estuviera siendo arrastrado al abismo.

—¡Blugh! ¡Khhgh! ¡Coff! (¡Mamá¡!, ¡Papá!, ¡Hermanas!) —estiró su mano intentando aferrarse a algo que no exista—. (Alguien...)

La sangre, espesa y caliente, se acumulaba en su boca, el sabor metálico llenando su garganta. Sus labios se movían en un intento desesperado de hablar, de pedir ayuda, pero no había voz que pudiera salir de su cuerpo, solo jadeos ahogados.

Su visión se desdibujaba, y el mundo alrededor de él comenzaba a perder su claridad. La oscuridad que se cernía sobre él, lo atraía, lo envolvía.

Entonces, de entre las sombras, una figura se asomó, acercándose lentamente. El sonido de unos tacones resonó en el suelo, y llenaba el aire con su presencia.

Intentó enfocar su vista, pero la oscuridad ya comenzaba a apoderarse de todo. En su mente, sin embargo, había algo más, una voz, una voz que resonó en sus oídos, cortante y cruel.

—Patético.

La palabra flotó en el aire, vacía de todo sentimiento. Y entonces, como si fuera una condena definitiva, la oscuridad lo tragó por completo.











Continuará...

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Notas del autor:

Bueno, como empezar esto...

¡¡ya se!!

Como se habrán dado cuenta, varias cosas cambiaron en referente a mi estilo de escritura (aunque si ven errores tengan paciencia, me estoy adaptando a este cambio), en algunas partes más y en otras menos.

Pero eso se deve a que he estado viendo algunos cursos, sobre como ser más expresivo a la hora de escribir, no es un gran cambio pero creo que es un poco más entendible y cómodo para leer.

Por otro lado, se habrán dado cuenta que el capitulo es, y con miedo a equivocarme, el doble de largo que un capitulo normal.

Eso se deve a que puse muchas cosas en este capitulo.

Por ejemplo, introduje a Anastasia, la madre de Maggie, e hice un par de referencias a que ella no es hija única. Lo cual me da juego para hacer cosas muy interesantes.

También ya estoy comenzando a presionar a Lori, para que salga del escenario por un tiempo.

Por otro lado, no se si soy el primero en hacerlo, pero creo que las circunstancias de esta Lynn son muy distintas a las de otras Lynn's de otras historias. O eso creo yo...

Por otro lado, estoy empujando otras cosas. Sobre todo con Lincoln, el cual apenas está comenzando a [censurado por que cuenta como spoiler] poco a poco.

También tanto Lori como Lynn se está dando cuenta [censurado por que cuenta como spoiler] lo que en el futuro será un problema más grave.

También recuerdo que alguien me preguntó sobre si usaría los acontecimientos de la primera película de la serie, pues para esa pregunta, una parte del capítulo es la respuesta.

Ahora en referente a otras cosas.

Se que este capitulo tardo un poco más en salir, pero quiero pensar que valió la pena la espera. Creo...

Que más da.

También ya tengo la mayor parte de la ficha de personajes, donde sólo podré a los originales de esta historia y uno que otro que sienta que es muy importante como para dejarlos de lado.

También ya tengo noticias sobre el otro proyecto que estoy trabajando en conjunto con mi amiga.

La idea es que el primer capitulo salga antes de que acabe el mes, el cual será publicado en mi perfil. Estará estrechamente relacionado con esta historia. Y solo puedo decir que no tendrá muchos capítulos, pero los que tendrá, serán algo largo.

Contará con 13 o 14 capitulo. Pero aun no estamos muy seguros.

Creo que eso seria todo, espero que la pasen bien, y que cumplan todos sus objetivos del años.

Sin más, me despido hasta la siguiente publicación.






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