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Capítulo veinticinco:


Hércules, con su rostro cubierto totalmente en su lado derecho por tatuajes miró fijamente al murciélago.

—¿De qué estás hablando...?

El caballero de la noche fijó sus ojos blancos en su oponente.

—He luchado contra dioses, alienígenas, seres multidimensionales y metahumanos—dijo Batman fríamente—. Tu no eres más que otro oponente más a vencer, estás en mi ciudad, y nadie me vence en mi propia ciudad.

El dios balanceó su garrote.

—Bastardo...

El héroe de Gotham City tomó un batarang entre sus manos, alzó la visa al cielo, mirando como su señal iluminaba las nubes entre la oscuridad de la noche. El emblema del murciélago que protegía a toda la ciudad desde las alturas, envolviendo Gotham con sus oscuras alas.

...

Las oscuras calles de Gotham han sido el escenario de miles y millones de historias. Han sido la cuna de cientos de monstruos, desde los más siniestros criminales, hasta del más temido justiciero.

Era una ciudad llena de criminalidad y corrupción, un lugar al que por más que se le quisiera arreglar, era sencillamente imposible. Eran pocas las personas que de verdad luchaban por la ciudad, por el bien del pueblo y sus habitantes.

Y una de esas pocas personas era el oscuro caballero de la noche.

Una noche normal en la ciudad, con el crimen descontrolado que ni siquiera años y años de lucha incansable por parte del murciélago había logrado apaciguar.

Una ciudad podrida hasta las entrañas, pero en la que sus habitantes aún ponían fe, fe de un mejor y más brillante futuro. Un mañana en el que la criminalidad y la corrupción fueran cosa del pasado, un mañana en el que los vigilantes dejaran de moverse entre las sombras, y fueran los caballeros blancos los que mantuvieran el orden, siempre bajo las luces y moviéndose a la vista de todos. Dando esperanza a las personas y evitando que los necesitados y avariciosos cometieran actos criminales.

Sin embargo, esa brillante idea sobre un mejor mañana no era más que una fantasía. En el estado de la ciudad de Gotham, solamente había un tipo de héroe que podía hacer frente a las amenazas que la oscura ciudad liberaba contra el mundo.

Batman no era el héroe que ese mundo merecía, sin embargo, era el que necesitaba si es que quería salir del agujero de la miseria.

Una figura oscura que cubriera la ciudad con sus alas negras, que sembrara tanto miedo en los criminales que estos se negaran a salir de sus madrigueras, y tan poderosa que, en caso de que algún tonto se atreviera a asomar la cara en donde no debía, fuera capaz de acabar con el problema y pasar al siguiente.

Ese era el caballero de la noche, ese era Batman.

Uno de los muchos monstruos que la ciudad vio nacer, un monstruo peor que todos los demás, que se codeaba con los dioses y enfrentaba a las amenazas que aquejaban al mundo, un ser que en cuya oscuridad se ocultaba una luminosa luz, una luz que buscaba iluminar la ciudad más oscura del planeta, y llevarla a un nuevo mañana.

—¡Muéstrate!—ordenó el caballero de la noche.

Una veloz figura se movió entre las sombras de la baticueva.

Batman arrojó una serie de discos en dirección al intruso, el sonido de metal contra piedra le indicó que había fallado.

El murciélago estaba en alerta máxima. De alguna manera, alguien se había colado en su base, no había activado ninguno de los sistemas de seguridad ni de la cueva ni de la mansión que yacía sobre esta. Ninguna cámara había captado al intruso, pero Batman sabía que estaba allí, observándolo.

—Bruce Wayne—llamó una voz desconocida—. Necesito tu ayuda.

Al volverse a sus espaldas, el caballero de la noche se encontró con una joven de vestido blanco, una larga cabellera negra y ojos verde esmeralda.

—¿Quién eres?—preguntó el justiciero mientras se ponía en guardia.

—No representó una amenaza para ti o para tu ciudad—aseguró la desconocida—. Pero requiero de tu ayuda.

Batman frunció el ceño.

—Respóndeme primero, ¿quién eres y cómo lograste entrar?

La chica hizo una reverencia.

—Mi nombre es Brunhild, la mayor de las trece hermanas valquirias.

Bruce Wayne podría ser de todo, pero inculto no era una forma de describirlo.

—Brunhild, de la historia de Siegfried—murmuró el murciélago.

La valquiria hizo una mueca casi imperceptible.

—Así, es—asintió la joven—. Sin embargo, no soy la valquiria de la que hablan las leyendas de por aquí. ¿Te suena el concepto del multiverso?

El caballero de la noche se cubrió con su oscura capa.

—Estoy familiarizado con él.

La valquiria asintió con la cabeza de nueva cuenta.

—Bien, en ese caso, escucha—extrajo el dispositivo que le había entregado Caos y proyecto la arboleda de los Yggdrasil—. Mi mundo se encuentra enfrentando la extinción de la raza humana, y necesito ayuda para detenerla.

Batman analizó detenidamente las imágenes y videos que se proyectaban en el dispositivo.

—Existen seres mucho más capaces que yo para enfrentar esa amenaza—dijo el murciélago fríamente—, si lo que quieres es contactar con la Liga de la Justicia...

—No, Bruce, te busco a ti—aseguró Brunhild—. Los dioses han sido los que decidieron que la humanidad ha de perecer, y solamente derrotando a sus trece representantes es como la humanidad podrá sobrevivir.

El murciélago se encaminó hasta su computadora y tomó asiento.

—Así que, ¿me quieres para que me enfrente a un dios?

La valquiria asintió.

—En ese caso llama a alguien más, Supermán o Wonder Woman harán un mejor trabajo—dijo Bruce simplemente, mientras volvía a su investigación sobre el siguiente posible golpe del Joker.

—No vine aquí porque quisiera a una semidiosa o a un alienígena—siguió Brunhild—. Busco al humano más humano, a aquel que pueda hacer frente a los dioses sin ser uno de ellos.

Batman ni siquiera se volvió a verla.

—Clark es mucho más humano que yo, incluso si nació en otro planeta. La respuesta es no, no iré.

La valquiria no se dio por vencida.

—Necesito a alguien que lleve la justicia desde las sombras, a alguien que sea capaz de marcar profundamente a un luchador de los dioses en específico.

El murciélago volvió la mirada levemente.

—¿Qué dios en específico?

Brunhild proyectó la imagen del dios de la fortaleza.

—Hércules, el mensajero de la justicia. Él representa a la virtud y a la luz. Es otro supermán, si lo quieres ver así—dijo la valquiria, sin abandonar su tono sombrío—. Y si hay alguien que pueda contra él, de dejar marca en él, ese eres tú.

Batman observó al dios al que buscaban que enfrentara.

—Es una pérdida de tiempo—decidió el murciélago—. Si ese sujeto es un dios, no hay forma en que pueda vencerlo sin antes armar un plan.

Brunhild asintió con la cabeza.

—Lo sé, y es por eso que te estoy ofreciendo este trato.

Bruce la miró fijamente.

—¿Qué trató?

La valquiria apagó su dispositivo.

—Si luchas por la humanidad en mi mundo, y no mueres en el intento, te proporcionaré todo el conocimiento del infinito multiverso que puedas desear. Te aseguro que cada amenaza, cada peligro y cada caso que pueda surgir en este mundo, ya sucedió en otro universo. Estarás siempre diez pasos por delante de tus rivales.

Batman consideró la tentadora oferta.

—Nada de eso cambia el hecho de que necesite un plan para luchar.

—La ciudad de Gotham siempre ha sido tu más grande aliada, ¿no es así?—preguntó la valquiria—. Pues te acompañará en tu combate, te daré toda la información sobre tu adversario y te proporcionaré los medios para tu victoria. Solo te pido que me ayudes en mi cruzada.

El caballero de la noche analizó la situación, exponerse a peligros desconocidos para salvar a un universo que no era el suyo, a cambio de un conocimiento virtualmente infinito. Luchando en un campo a su favor, armas de un posible origen divino, y el tiempo para pensar en una estrategia, la respuesta era obvia.

—Admito que sabes negociar—dijo el murciélago—. De acuerdo, lucharé por tu mundo.

...

—En la naturaleza humana, el miedo a la oscuridad está impreso en lo más profundo de todos nosotros, sin importar de quien se trate, estar en una oscuridad absoluta despierta el más profundo miedo. Miedo que tenemos desde tiempos ancestrales, en los que el miedo a la oscuridad era la única forma de sobrevivir a los peligros que la noche traía. Yo me convertí en ese miedo, yo soy la noche, yo soy la oscuridad. Y es por mi que los criminales no salen de sus escondites. Le tienen miedo a lo que no pueden ver.

Hércules miró fijamente al caballero de la noche, una sonrisa torcida se hizo presente en su rostro.

—Pero yo puedo verte, y solo veo a un hombre asustado—dijo el dios—. Lo que no genera luz, crea sus propias sombras.

El dios blandió su arma y tomó impulso.

—Es por eso que yo soy la luz de la justicia, para iluminar al mundo entero y que nadie nunca tenga que temer a la oscuridad—Hércules se lanzó de frente contra su oponente—. ¡SOLO LE TEMO A UNA COSA! ¡¡Y ES AL DÍA EN EL QUE ME SEPARE DE LA JUSTICIA!!

Batman esquivo el golpe moviéndose hacia la izquierda, el ataque de Hércules dejó un cráter en el suelo. Ambos oponentes cruzaron miradas por instante.

El murciélago tomó un nuevo puñado de batarngs y se dispuso a atacar.

—BATMAN CONTINÚA LANZANDO SUS DISCOS PARA MARCAR DISTANCIA, PERO...—dijo Heimdall.

Hércules se movió hábilmente, detuvo todos los ataques con su garrote y se lanzó de frente.

Batman intentó retroceder, pero se dio de espalda contra un edificio.

—¡¡ESTÁ ARRINCONADO CONTRA EL MURO!!

Batman lanzó su batigarra, el cable con gancho se elevó por el cielo y pronto, el caballero oscuro se vio arrastrado por su herramienta hacia las alturas.

—Hay una razón por la que elegí al murciélago como mi símbolo—dijo el justiciero mientras miraba a su oponente desde el tejado del edificio.

Hércules lo fulminó con la mirada.

—Lo que planees, es inútil—blandiendo su garrote, el dios golpeó el edifico en el que el murciélago se encontraba.

La comisaría entera de Gotham City se calló a pedazos.

La luz que iluminaba el cielo, el símbolo del murciélago en las nubes, se apagó.

Entre la nube de polvo, se pudo observar la oscura figura del murciélago, parado en el tajado del edificio vecino, sosteniendo algo entre sus manos. Un enorme murciélago metálico, aquel que en conjunto con la poderosa luz de la batiseñal mostraban el emblema de Batman en los cielos.

Hércules apretó los dientes.

—Esto es el fin—rugió.

ÉXODO DE HÉRCULES: SÉPTIMO TRABAJO

El garrote del dios se transformó nuevamente, esta vez adquiriendo la forma de la cabeza de un enorme toro.

TORO DE CRETA

Hércules balanceó el garrote por detrás de su espalda.

—¡¡HÉRCULES SE PREPARA PARA ATACAR!! ¡¡SU GARROTE HA CAMBIADO DE FORMA OTRA VEZ!!—anunció Heimdall—. ¡¿QUÉ PASARÁ ESTA VEZ?! ¡¿EL CABALLERO DE LA NOCHE SE HA QUEDADO SIN OPCIONES?!

Batman balanceó el enorme murciélago metálico de la señal y lo arrojó como si de uno de sus batarangs se tratase.

—¡¡AHÍ VA!! ¡¡BATMAN HACE SU ÚLTIMO INTENTÓ!!—gritó Heimdall—. ¡¡ESTÁ VEZ NI SIQUIERA USA UN ARMA!! ¡¡HA ARROJADO EL EMBLEMA DE SU PROPIA SEÑAL!!

Hércules vio como el disco gigante se acercaba a él a toda velocidad.

—Es inútil...— Hércules alzó su brazo izquierdo a manera de defensa—. ¿Cuántas veces debo recordarte que las armas humanas no pueden dañar a un...?

El enorme murciélago de metal cortó el brazo de Hércules, arrancándolo desde arriba de la altura del codo.

Ares, Hermes, Geir, y el mismo Hércules, todos miraron con sorpresa como la extremidad del dios volaba por la arena.

—Claro que te he escuchado—dijo Batman fríamente—. Pero tú insistes en subestimarme. La razón por la que los murciélagos son mi símbolo...

La sombra del caballero de la noche se posó sobre Hércules, haciendo ver al dios como un ser pequeño e insignificante ante el murciélago.

—...es porque me asustan.

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