Capítulo sesenta y siete:
El humo de la explosión finalmente se despejó, permitiendo ver la devastación en la arena, la cual estaba partida por la mitad.
Las gradas habían sufrido varios daños, no habían habido heridos debido a la magia protectora, pero sería necesario reparar por completo el estadio en cuanto se acabara la batalla.
Sadie suspiró aliviada.
—Creo... que es todo—murmuro—. No creía que...
"¡Cuidado!", gritó Herja.
Sadie se volvió hacia atrás de ella en el último segundo, interponiendo su báculo entre ella y la guadaña de Anubis.
La herramienta se partió en dos, y Sadie se agachó a la desesperada evitando el siguiente golpe.
Anubis siguió atacando velozmente sin parar, llevando a Sadie cada vez más hacia la orilla de la arena, arrinconándola contra el abismo que había creado.
Ares suspiró aliviado.
—No sé cómo es que Lord Anubis sobrevivió a eso—murmuró—. Pero menos mal.
Hades miró a Ares de reojo, preguntándole a Hermes con la mirada si siempre era así de estupido.
El dios mensajero se encogió de hombros y asintió con la cabeza.
—Anubis simplemente entró en la Duat y se movió a un sitio seguro—dijo Hades—. No tiene mucha ciencia.
El dios de la muerte lanzó un último golpe al aire, que dejó a Sadie a un paso de caer al abismo.
Entonces, la maga sonrió y caminó hacia atrás, dejándose caer.
—¡SE LANZÓ AL VACÍO!—gritó Heimdall—. ¡SADIE KANE SIMPLEMENTE SALTÓ A UNA MUERTE SEGURA!
Entonces, una veloz figura salió volando desde el abismo y sobrevoló el estadio, un ave presa, un milano.
El ave voló a toda velocidad hacia el dios, quien lanzó un golpe al aire con su guadaña estando un tanto confundido. El milano viró en el aire evitando el golpe y estiró sus filosas garras.
Anubis recibió un profundo corte a los costados del ojo, solo para que el ave retomara su forma humana y Sadie lo lanzara al suelo usando su propio peso e impulso.
—Me quitaste mi báculo—murmuró ella molesta—. Me quedaré el tuyo.
La maga recogió del suelo rápidamente la guadaña del dios, que al instante empezó a echar chispas azules y a cambiar de forma hasta adoptar la de un báculo igual al de Sadie, pero en un brillante color dorado con detalles negros.
—Ohhh... ¡esto me gusta!—sonrió la joven apuntando el báculo en dirección al cuello de la muerte.
Sadie disparó un chorro de llamas negras, pero Anubis ya no estaba en el suelo. El dios reapareció a una distancia prudencial de la maga y analizó sus opciones.
Mientras Anubis miraba desesperadamente hacia todos lados en busca de algo que le pudiera ser útil, su mirada se posó en un hombre en las gradas.
Vestimentas de faraón, piel azul y un aura de serenidad. Este no era otro que Osiris, el juez del inframundo, y el tío de Anubis.
Osiris miró al dios en la arena fijamente. Anubis volvió a centrarse en su combate, mirando con fiereza a Sadie y prometiéndose que no perdería esa batalla.
Sin embargo, el dios no notó que Sadie había seguido su mirada por las gradas y también había visto a Osiris.
—Le tienes mucho aprecio, ¿no es así?—murmuró la maga.
Anubis se sorprendió momentáneamente, antes de simplemente asentir con la cabeza.
—Así es...
Sadie comprendió la situación.
—No quieres decepcionarlo—murmuró la joven—. Buscas... su reconocimiento y apoyo.
A pesar de la empatía en su voz, Anubis no se lo tomó de la mejor manera. El dios gruñó y enseñó los colmillos.
—Tú no sabes nada...
—En realidad, lo sé—interrumpió Sadie—. Sé lo debe de significar para ti la aprobación de Osiris.
Anubis miraba fijamente a su oponente, en una tensa calma que podría acabar en cualquier segundo.
—Y dime, ¿cómo es que tú podrías saber eso?
Sadie suspiró con tristeza.
—Porque en mi mundo, mi padre es Osiris—reveló.
El estadio hizo silencio una vez más, todos mirando a Sadie fijamente y sin saber exactamente cómo reaccionar.
—Oh, bueno, es su anfitrión, que a la larga es lo mismo—murmuró—. Mi padre, Julius Kane y Osiris son uno solo. Así que sí, Anubis, sé cómo se siente buscar su aprobación.
En las gradas, el dios guerrero con cabeza de halcón, Horus, señor egipcio de la guerra, se cruzó de brazos intrigado.
—Bueno, eso fue inesperado.
Osiris se rascó la barba pensativo.
—En verdad que sí—asintió—. Pero, hay algo más detrás de sus palabras.
Horus ladeó la cabeza.
—Bueno, sí su hermano es el faraón de su mundo, quiere decir que seguramente mi versión de allí es o fue uno con él. Lo que a su vez significaría que uno de tus hermanos probablemente se hizo uno con ella. Y por la magia y esas alas creo que es bastante obvio que se trata de mi madre.
Osiris asintió pensativo.
—Isis siempre ha tenido un cariño especial por Anubis, veo probable que eso mismo le suceda a la humana. Tal vez por eso se estuvo conteniendo en un inicio.
Horus negó con la cabeza de inmediato.
—No, hay algo más allí—aseguró—. Sí, creo que esa preocupación por Anubis tiene algo que ver con la Isis de su mundo, pero no puede ser todo. Hay algo allí que no logró descifrar.
De nuevo en la arena de batalla, Anubis respiraba agitadamente mientras estaba indeciso entre atacar y seguir hablando.
—Si de verdad sabes lo que se siente, sabes que no puedo perder esto—aseguró Anubis.
Sadie tomó com fuerza su nuevo báculo y lo apuntó al dios.
—Sí... lo sé—murmuró—. Y por eso mismo yo tampoco puedo perder, tengo algo que demostrar en mi mundo.
Ambos oponentes se miraron fijamente, Anubis se llevó las manos a su cinturón y desenvainó un par de cuchillos negros ceremoniales.
—Antes me preguntaste sobre el porqué de mi apariencia—dijo el dios.
Entonces, Anubis empezó a cambiar de forma, volviéndose mucho más pequeño, la altura de un joven humano. Su piel pasó del negro como la noche a un tono más natural y cobrizo. Su cabeza se redujo y cambió hasta convertirse en un joven de unos dieciséis años con vestimenta egipcia.
Lo único que aún mostraba su condición de deidad eran sus ojos que brillaban con un fulgor de energía azul y los colmillos caninos que aún sobresalían de su boca.
—Hace milenios, mientras vagaba por el desierto, pude ver a los chacales—murmuró Anubis—. Ellos eran depredadores, pero solo atacaban a los débiles, a los enfermos y gravemente heridos. Gracias a ellos pude entender el verdadero significado de la muerte, y desde entonces he tomado su apariencia.
Sadie retrocedió y apuntó su báculo, la mirada de Anubis se levanto del suelo y se fijó en ella.
—Y ahora, tú también conocerás el significado de la muerte.
A una velocidad rápida y certera, Anubis se abalanzó sobre Sadie con sus cuchillos en alto.
La maga alzó el báculo y liberó una descarga de energía. El dios cruzó sus cuchillos frente a él y recibió el ataque con ellos.
Una explosión sacudió el estadio una vez más.
Sadie aterrizó violentamente en el suelo, levantándose adolorida, solo para ver a Anubis cayendo gracilmente en el suelo frente a ella y volviendo a atacar.
El dios empezó a liberar una tormenta de ataques sobre Sadie, iniciando por un largo corte que atravesaba su mejilla. Para continuar apuñalando el brazo izquierdo de la maga.
Sadie se volvió y atacó, pero Anubis evitó una nueva ráfaga de poder para apuñalar el costado del abdomen de la maga.
Ella gritó de dolor e invocó los vientos, que alejaron a Anubis de ella.
El dios sonrió satisfecho al tiempo que miraba la sangre en las hojas de sus armas.
—¿Ahora lo entiendes?—preguntó—. Ahora estas débil herida y sangrante. Morirás pronto desangrada aunque yo no haga nada. ¿Lo comprendes? ¿Comprendes lo que la muerte significa?
Sadie respiró com dificultad y rebuscó entre sus pertenencias, extrayendo un frasco de buen tamaño que tenía.
—Lo único que entiendo es que 1) estás loco, 2) me apuñalaste, 3) no me mataste, pero me hiciste enojar, y 4) ¿ya mencioné que estás loco?
La maga destapó el frasco y bebió su contenido. Sus heridas se cerraron al instante y su visión se aclaró mientras el dolor desaparecía.
—Ahora, vas a pagar por eso—dijo Sadie con furia.
Anubis sonrío y se puso en pose da batalla, levantando sus cuchillos y preparándose para el siguiente asalto.
Sadie preparó su báculo, un aura de luz verde la rodeó y empezó a brillar intensamente al tiempo en que Herja empezaba a acumular energía para un nuevo ataque devastador.
Lo único seguro en la vida es la muerte, todos se enfrentan a ella en algún momento, pero son pocos los que le plantan cara, y aún menos los que han logrado ganarle.
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