Capítulo sesenta y cinco:
https://youtu.be/_y32Ro9SUaM
La maga miró fijamente a Anubis, quien ladeó la cabeza algo confundido.
El dios empezó a caminar cautelosamente mirando fijamente a la joven, quien tomó con fuerza su báculo y empezó a moverse también con cautela.
Ambos oponentes se movieron en círculos mirándose fijamente a los ojos, Anubis empezó a sentir las auras en el estadio, mostrándose bastante impresionado.
—Estas en contacto constante con la muerte—murmuró el dios—. ¿Cómo es eso posible?
Sadie se encogió de hombros.
—Sabes, lo que dije no era solo una expresión, literalmente he bailado con la muerte, varias veces.
Las nubes oscuras descendieron al nivel del suelo, cubriendo la arena de una neblina opaca y y negra.
El báculo de Anubis se estiró hasta convertirse en una larga guadaña de oro y un desconocido metal negro. El dios dio un poderoso salto con sus latas caninas y se abalanzó contra Sadie.
La maga dio un salto hacia atrás, evitando el primer ataque, la hoja de Anubis abanicó el aire violentamente, despejando parte de la neblina.
El dios volvió a cargar, atacando a toda velocidad, pero Sadie alzó ambas manos, soltando su báculo y barita, antes de gritar con fuerza una nueva palabra de poder:
—¡Pata!
KHOPESH
Dos series de jeroglíficos relucieron en sus brazos, estos literalmente significaban "espada" sin embargo, la maga no invocó armas para el combate, en su lugar sus brazos se cubrieron de una luz azul y cuando la guadaña de Anubis le impactó, fue repelida por su piel.
—No creí que fuera a funcionar—reconoció Sadie.
Anubis gruñó, dio un salto y cargó una vez más, esta ves desde arriba.
¡¡COSECHADORA DE ALMAS, JUCIO CELESTIAL!!
La hoja de la guadaña empezó a brillar con una luz oscura y a ganar velocidad a medida que descendía.
Sadie alzó sus brazos para defenderse, cruzándolos por sobre su cabeza.
La hoja de Anubis choco contra su defensa, liberando una enorme cantidad de luz y símbolos jeroglíficos que terminaron de despejar la niebla.
Las rodillas de Sadie decidieron, y la joven cayó al suelo, pero manteniendo su defensa por sobre su cabeza.
El ataque terminó, y Anubis aterrizó algunos metros frente a Sadie, mirándola impresionado.
—Intrigante...—murmuró—. Te resistes a la muerte, algo normal en los humanos, pero que pocas veces da resultado. Yo soy inevitable, el destino final de todo ser vivo, pero continuas luchando, ¿por qué?
Sadie respiró dificultosamente.
—Tal vez no me creas—dijo con trabajo, pero mostrándose impertinente—. Pero la verdad, no quisiera morirme pronto. ¿Sabes? Esta chica aún tiene mucho que dar, sería un pecado privar al mundo de mí.
Anubis gruñó.
—Pensamientos estúpidos de un ser inferior.
Sadie sonrió.
—No... solo una distracción.
Un milano del tamaño de pteranodon atrapó al dios entre sus garras y lo elevó por el cielo a toda velocidad.
Sadie se quedó en el suelo, tratando de recobrar el aliento, al mismo tiempo que empezaba a trazar un círculo en el suelo y a dibujar una serie de jeroglíficos.
—Hermana... ¿qué está haciendo?—preguntó Geir.
Brunhild se cruzó de brazos.
—No soy la mayor experta en magia egipcia...—reconoció—. Pero me parece que está creando un círculo defensivo. Una forma de crear un escudo protector usando la energía de esas estatuillas, los hijos de Horus, en lugar de la magia propia.
En las alturas, Anubis lanzó una serie de cortes con su guadaña, y el milano fue rebanado en pedazos, revelando que en realidad se trataba del báculo de Sadie.
Anubis giró sobre si mismo en el aire y desapareció entre las sombras.
El dios reapareció a espaldas de Sadie e intentó atacarla con su guadaña, sin embargo su ataque fue repelido una vez más por la magia de la joven.
El escudo protector empezó a flaquear, pero siguió en pie por el momento.
Sadie estiró la mano.
—Heqat
CONVOCAR BÁCULO
Una nueva vara mágica apareció en manos de la joven.
—Bien, Chacalín, hora del round dos.
El dios gruñó y manipuló su guadaña hábilmente, golpeando repetidamente el círculo protector de Sadie, luchando por romperlo. La maga aprovechó el tiempo para rebuscar en sus pertenencias, buscando algo que le pudiera servir en ese momento.
Sin embargo, la muerte fue más rápida. Con un golpe de su guadaña el escudo se partió en pedazos.
Sadie salto hacia atrás justo a tiempo para evitar ser partida en dos, de su espalda brotaron dos enormes alas arcoíris de luz pura que bloquearon el siguiente golpe de Anubis, y al batir las alas con fuerza, una ráfaga de poder mandó al dios a volar una vez más, obligándolo a soltar su arma en el proceso.
—¿Osas invocar el poder de los dioses en mi contra?—preguntó Anubis molesto.
Sadie señaló al estadio en general.
—¿En serio? ¡Literalmente eso es lo que han estado haciendo todos los luchadores humanos!—gritó—. No puedes molestarte por algo así.
Para cuando se quiso dar cuenta, el poderoso puño de Anubis ya se había estrellado contra su estómago y mandándola varios metros hacia atrás.
—No me molesta, es solo una distracción—dijo el dios, con una perturbadora sonrisa canina.
Sadie luchó por devolver aire a sus pulmones, mientras que Anubis se apresuraba a correr hacia su guadaña y tomarla en brazos, dando un veloz salto y quedando frente a Sadie una vez más, bajando su arma para acabar con ella.
Sadie lanzó una cuerda al aire y gritó una palabra de poder.
—¡Tas!
ATAR
La cuerda voló por el aire, envolviéndose alrededor del cuerpo de Anubis. El dios calló al suelo inmovilizado.
Mientras el dios se retorcía en el suelo, luchando ferozmente por liberarse, Sadie se paró frente a él y le apuntó con su báculo.
—Como lo siento, Chacalín—dijo antes de que la punta empezara a brillar intensamente.
Una serie de jeroglíficos se empezaron a arremolinar alrededor de ambos peleadores y una gran energía se empezó a acumular en la arena.
Sadie tocó la frente de Anubis con su báculo y dio una orden.
—Abandona tu anfitrión o haré que tu alma arda para toda la eternidad.
El cuerpo del dios empezó a deshacerse en una nube de humo y a temblar, convirtiéndose en una silueta confusa en al aire.
Brunhild volvió a golpear la pared con fuerza.
—¡Mierda, no se suponía que hiciera eso!—gruñó.
Geir la miró confundida.
—¿A qué te refieres?
Brunhild señaló la arena.
—Sadie está tratando de remover el espíritu de Anubis de su cuerpo terrenal, de esa forma lo vencería sin matarlo.
Geir miró extrañada a su hermana.
—Pero... si funciona, ¿qué tiene de malo?
Brunhild miró fijamente el cuerpo de Anubis.
—Esa es la cosa, Geir. No funcionará.
La silueta del dios empezó a temblar violentamente antes de liberar una explosión de energía oscura. Sadie fue arrojada violentamente varios metros por la arena de batalla y aterrizó con fuerza en el suelo.
Anubis ladró y se liberó de sus ataduras, volviéndose a poner de pie en la arena de batalla, señalando a Sadie con su guadaña.
—Me impresiona lo bien informada que estás sobre la magia divina—dijo—. Pero cometiste un error crucial.
Sadie se levantó del suelo y alzó su báculo.
—¿Te molestaría decirme cuál fue?
Anubis hizo girar su guadaña repetidamente en el aire.
—Aquí, en el Valhalla, la tierra de los dioses, no necesito un anfitrión.
Ares se inclinó confundido.
—¿Anfitrión? ¿Qué es lo que está diciendo?
Hades lo miró fijamente.
—Los dioses egipcios tienen una característica que los separa del resto de panteones—explicó—. Ellos están hechos de poder puro y habitan en una de las muchas capas de la Duat. La única forma que tienen de interactuar con los humanos en el mismo plano es a través de un anfitrión, un humano o animal lo suficientemente poderoso como para contener su poder sin ser destruido en el proceso.
Hermes asintió con la cabeza.
—Sin embargo, tanto aquí en el Valhalla como en Helheim, nos encontramos en un plano de la realidad superior al humano, aquí es donde los dioses egipcios pueden mostrar sus cuerpos físicos sin necesidad de un anfitrión.
Sadie retrocedió un poco.
—Hubiera sido bueno saberlo antes—murmuró.
Anubis hizo girar su guadaña más velozmente. Llamas negras aparecieron en el filo que quedaron suspendidas en el aire por donde la hoja pasaba.
Un gran aro de fuego negro se creó frente a Anubis. Luego, dicho aro se llenara de energía oscura, Anubis apunto en dirección a Sadie con su guadaña, y una enorme llamarada negra salió disparada del aro negro, volando por el aire en dirección a la joven.
¡FUEGO DE LA MUERTE, OSCURIDAD DE HELHEIM!
La llamarada voló a toda velocidad, Sadie alzó su báculo y los vientos multicolores se empezaron a agitar a su alrededor, creando una barrera entre ella y el ataque. Sin embargo, la potencia del mismo fue demasiada, y la joven salió despedida por la arena, esta vez siendo ella quien golpeó el muro de las gradas.
La llamarada negra se extinguió, y Anubis vio a su víctima con frialdad.
—Te estás conteniendo—dijo fríamente—. No estás luchando con todo tu poder, ¿es que temes a la muerte? ¿Sabes que ni con todas tus fuerzas podrás parar lo inevitable?
Sadie escupió sangre y miró furiosamente a su oponente.
—No... no temo a la muerte—dijo con dolor mientras se volvía a poner de pie—. Creo que... incluso podría decir que la amo.
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