Capítulo ochenta y nueve:
El TIE Advanced de Vader atravesó el cielo, volando en dirección opuesta de la cuadriga de Helios, la cual subía por el cielo a toda velocidad tirada por el trío de bueyes.
Ambos enemigos se elevaron por las alturas a toda velocidad antes de dar la vuelta y lanzarse en contra de su oponente. Una descarga de disparos verde esmeralda se dirigieron a toda velocidad en contra del titán.
Helios viró en el aire, moviéndose hacia un lado y dejando que los proyectiles pasaran a un costad suyo sin causar ningún daño.
Helios entonces ordenó a sus bueyes que atacaran, y estos respondieron gustosamente liberando una serie de cargas ígneas en dirección al caza de su enemigo.
Vader esquivó los disparos hábilmente girando sobre si mismo.
La cuadriga solar y el TIE Advanced pasaron uno al lado del otro, con apenas un par de centímetros entre uno y el otro.
Helios miró con furia la nave de su enemigo, Vader únicamente miraba hacia el frente sin inmutarse. Durante ese instante, en el que ambos luchadores estuvieron al mismo nivel, el contraste entre las energías y el poder de ambos fue más notoria que nunca.
La luz y el calor de Helios, abrasador y enérgico como el sol. El poder de una estrella emanando con ira y determinación. Y en contraparte, Darth Vader, el señor oscuro de los sith que emanaba maldad y desesperanza.
—¡¡VOLASTE MUY CERCA DEL SOL Y AHORA SERÁS CALCINADO!!—rugió Helios—. ¡¡TE INTERPONES EN MI CAMINO, Y MATAS A MI FIEL CORCEL, TU DESTINO SERÁ PEOR QUE LA MUERTE!!
—Ten cuidado de no ahogarte con tus propias convicciones—respondió la voz metálica del señor oscuro.
El odio de aquel ser que ya era más máquina que hombre era palpable incluso desde las gradas.
Mientras ambos luchadores seguían sus caminos contrarios antes de elevarse aun más en el aire y dar la vuelta para volverse a encontrar, la curiosidad de Geir ya no pudo más:
—Hermana Hilde... ¿cómo es que convenciste a esa cosa de luchar en nuestro bando?
El resto de presentes se volvieron hacia la mayor de las valquirias en busca de respuestas.
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...
Dentro del Superdestructor Estelar Ejecutor de Darth Vader, en la cámara de meditación personal del señor oscuro, el sith reposaba inmerso en su mente.
Esa cámara era el único lugar en el que podía permitirse quitarse el casco, gracias al soporte vital y a la profundidad que era capaz de alcanzar en su trance.
Sin embargo, en aquella ocasión en específico había algo diferente.
Incluso hundido hasta lo más oscuro de su subconsciente, debajo de toda la oscuridad de su alma, Vader fue capaz de sentir una presencia cercana, una antigua y poderosa, sin duda alguna, pero también era extravagante, se sentía diferente y única, como si careciera de conexión alguna con la fuerza que conectaba todo el universo.
El sith se volvió a colocar su casco, tiñendo así su visión de rojo y dejando de ver como hombre, para hacerlo como maquina.
La cámara de meditación se abrió, y el señor oscuro se puso en pie, con su capa negra hondeando a su espalda y una macabra respiración resonando por toda la habitación.
—¿Quién eres tu?—exigió saber el sith mientras aun daba la espalda a la presencia misteriosa.
Silencio.
Vader siguió sin darse la vuelta.
—Siento tu miedo, no tienes escapatoria—dijo la mecánica voz del Sith—. No me hagas destruirte.
La gigantesca silueta metálica de Vader se dio la vuelta, volviéndose hacia la intrusa.
La reacción instintiva e inmediata de la chica de ojos verdes fue arrodillarse y bajar la cabeza. El corazón le palpitaba violentamente y el sudor corría por su rostro mientras su adrenalina se disparaba por todos sus sistemas. Ella lo sabia, un solo movimiento en falso, una sola palabra errada, y se acabó.
—Mi nombre es Brunhild...—murmuró ella—. La mayor de las trece hermanas valquirias... necesitamos de usted... Lord Vader.
La gigantesca armadura negra miró fijamente a la valquiria, sin mostrar ninguna emoción.
—Tienes un minuto, luego de eso morirás.
Brunhild serró los ojos un instante mientras se armaba de valor, alzó la vista y habló:
—Le ofrezco un trato, uno que puede convenirle más a usted que a mí.
El señor oscuro solo respondió con el sonido de su respiración.
La valquiria tomó el dispositivo que le había entregado Caos de su bolsillo y lo accionó. Las imágenes de la colosal arboleda del Yggdrasil se proyectaron por toda la sala.
—Vengo de un universo distinto a este, de una línea de tiempo tan diferente que nombra todas las diferencias sería imposible—dijo Brunhild—. Si usted nos ayuda a mi y a mis hermanas en la batalla que se avecina en mi mundo... yo podré traerle desde cualquier rincón del multiverso a su amada Padmé Amidala...
La valquiria fue arrojada violentamente contra la pared metálica de la habitación por una fuerza invisible.
—¿Cómo te atreves?
—General Skywalker...
Una fría y firme mano invisible sujetó con fuerza la garganta de Brunhild y la levantó sobre él suelo, apretando cada vez más y dejando a la valquiria sin oxigeno.
—Ese nombre ya no tiene un significado para mí. Yo no soy Anakin Skywalker, Anakin está muerto. Mi nombre es Darth Vader—dijo la oscura voz del Sith—. Me he vuelto más fuerte de lo que cualquier Jedi alguna vez soñó.
Mientras la valquiria estaba siendo ahorcada lentamente hasta la muerte, ella intentaba hablar, no podía morir así, no antes del Ragnarok.
—Lord Vader...—logró balbucear mientras luchaba desesperadamente por aire—. Por favor... yo solo...
—No tengo interés en escuchar tus razones muchacha, tu vida es mía para tomarla.
El miedo de Brunhild se convirtió en una férrea determinación mientras luchaba por no morir asfixiada por el poder del señor oscuro.
Vader pudo sentir sus emociones a través de su propio odio.
—Has controlado tu miedo, ahora libera tu ira—ordenó.
La valquiria gruñó con furia, decidido que si debía de morir, lo haría en la batalla, luchando por los humanos, luchando por aquel hombre que tanto extrañaba: Siegfried.
—Te estoy ofreciendo el poder de recuperarlo todo...—logró decir ella.
La fuerza invisible que sostenía el cuello de Brunhild la azotó con fuerza contra el techo de la habitación antes de soltarla y dejarla caer al suelo.
—Te aconsejo que seas prudente, mi paciencia tiene un límite—advirtió Vader.
Brunhild se levantó a duras penas, sobándose el adolorido cuello.
—Lo que necesito es simple—murmuró—. Quiero que mates a un dios, una entidad primordial del universo.
La sobra del señor oscuro se proyectó por sobre la valquiria, haciéndola verse diminuta e insignificante.
—Ya he matado a dos—dijo la profunda voz de Vader—. No me hagas reconsiderar mi generosidad.
Brunhild asintió con la cabeza.
—Se lo agradesco, Lord Vader...—dijo ella—. Le juro que no se arrepentirá.
El sith levantó la man derecha mientras hacía un gesto de ahorcamiento. Brunhild volvió a ser levantada por aquella fuerza invisible que estaba en todos lados y en ninguno.
—No te atrevas a fallarme—dijo Vader seriamente—. Es tu única advertencia.
—N-no... no lo haré...
Brunhild volvió a caer al suelo respirando con dificultad, pero sabiendo que había cumplido con su cometido.
—Entonces está decidido—dijo la valquiria—. Usted matará a un dios y yo le devolveré a su amada...
—No—negó Vader.
—Pero...
—Tú me llevaras a uno de esos otros mundos—le ordenó Vader—. Ese mundo será mio para hacer lo que me plazca.
Brunhild retrocedió levemente.
—Ese no era el trato...
—Yo estoy cambiando las reglas del trato. Reza porque no las cambie otra vez más adelante.
La valquiria solo pudo agachar la cabeza y asentir.
—Yo...
—No espero nada salvo complacencia y silencio—la detuvo Vader—. ¿Está claro?
Brunhild asintió una ve más, preguntándose que tan grande era el error que acababa de cometer. No sabía que clase de horrores acababa de desatar para su universo y todo aquel que quedara al alcance del puño de Vader.
...
—Es un señor oscuro, solo busca el poder absoluto por encima de todo lo demás—dijo la valquiria—. Le prometí poder, el poder de acabar con un dios—mintió.
Los demás parecieron tragarse la explicación, todos menos Will, quien observó a Brunhild con sospecha.
De regreso en las alturas, Helios y Vader continuaron con sus embates contra el otro.
La batalla se había convertido en un golpear y huir por parte de ambos bandos, quienes atacaban y esquivaban a toda velocidad en medio de la lluvia de destellos verdes y dorados.
Vader desvió la energía de sus ya inútiles escudos hacia el motor de su nave y arrancó con más potencia. Dando una amplia vuelta alrededor de Helios antes de lograr posicionarse a espaldas de este y disparar.
Las ráfagas láser se dirigieron directamente hacia el cuerpo del titán, pero jamás llegaron a darle.
Una gigantesca pared de fuego detuvo los disparos, y después llamas doradas subieron en espiral por el aire. Formando un embudo ígneo de proporciones magníficas.
El espiral de fuego dorado rodeo la nave de Vader, reduciendo su espacio de vuelo a solo un kilometro. Después sólo medio kilómetro. Y después aun menos.
El lord sith estaba atrapado en un espiral ardiente que se hacía más y más pequeño a cada segundo.
La voz de Helios rugió desde las alturas.
—¡NO HAY NADA QUE PUEDAS HACER PARA ESCAPAR!—anunció—. ¡¡SE TERMINÓ EL JUEGO!!
Vader respondió, firme e impasible, una fuerza imparable con el único propósito de matar:
—Siempre hay algo que puedo hacer.
Las llamas se serraron por completo, tragándose la nave de Vader.
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