Capítulo noventa y cuatro:
Nombres originales y versiones en español:
Upchuck—Vomitón
Ditto—Replicante
Eye Guy—Multi Ojos—Mil Ojos
Wildvine—Malayerba
Snare-oh—Benmomia—Faratón—Momia
Blitzwolfer—Benlobo—Lobo
Frankenstrike—Frankentrueno—Benviktor
...
La diosa Freyja y sus guardias llegaron a uno de los jardines del Valhalla, esperando por el refuerzo de Brunhild les había prometido.
No hubo que esperar demasiado, de los cielos descendió levitando un hombre con túnicas azules, en su espalda llevaba una capa roja y en su cuello relucía un amuleto con forma.
Este era el decimotercero representante de la humanidad, el doctor Stephen Strange, el Hechicero Supremo.
—Veo que Brunhild te escogió a conciencia—observó Freyja—. Puedo sentir el poder mágico emanando de ti.
Strange miró a la diosa y a sus guardias.
—Entonces tú eras una de las fuetes de magia que había detectado—observó el hechicero.
La diosa de la magia entrecerró los ojos.
—¿Fuentes, en plural?
El doctor asintió.
—Hay bastantes, pero apenas unas cinco eran realmente llamativas—reveló—. Tú eres una de ellas, al igual que el faraón y la maga que lucharon antes. Otra más era Odín, y finalmente habían otras dos, las cuales están lejos, pero incrementando en poder.
Freyja apretó su lanza con fuerza.
—Loki...
—El es a quien buscamos, ¿no es así, madre?—preguntó una nueva voz.
Novena de las hermanas valquirias: Sigrún
Conocedora de los hechizos de la victoria
—Hija mía, ¿qué estás haciendo aquí?—preguntó Freyja frunciendo el ceño.
La valquiria hizo una breve y respetuosa reverencia.
—La hermana Brunhild no quiere dejar nada a la suerte—explicó la joven—. Si van a Loki está con Belcebú, lo mejor será acabar con ambos de una vez. Estaríamos terminando con esta guerra de una buena vez.
La diosa no se vea muy deseosa de llevar a su hija a las profundidades más oscuras de Helheim, pero esperaba que el Hechicero Supremo pudiera mantenerla a salvo.
—Bien, démonos prisa, quisiera poder volver al Valhalla antes de que la batalla de Brunhild termine.
El Doctor Strange tendió la mano a Sigrún, quien la aceptó desapareciendo en un destello verde esmeralda
VOLUNDR
...
De regreso en la arena de batalla, Ben miró fijamente a Quetzalcóatl.
—Bin, round dos, reptil. ¿Qué te parecería conocer al trio de monstruos?
Geir se removía nerviosa mientras veía el intercambio en la arena.
—¿Por qué Ben no se toma en serio esto?—murmuró—. La vida de la hermana Hilde depende por completo de él.
—El lo sabe, Geir—respondió Apolo—. No conozco mucho de ese chico, pero es algo que puedes notar fácilmente. Actúa despreocupado y bromea precisamente porque sabe que es lo que está en juego, sabe que si falla, gente morirá. Normalmente luchar es más fácil si finges que es un juego, porque así sabes que no puedes perder.
Will miró a su padre.
—¿Lo dices por experiencia propia?
Apolo no respondió.
Ben golpeó con fuerza el botón del Ultimatrix, un destello verde brillante cegó a los espectadores por un segundo.
Cuando la luz se despejó, en el campo de batalla, en el lugar en el que antes había estado Ben, aun portando la armadura de batalla, se encontraba un pequeño reptil con gran boca.
—Eh... ¿Quién es el gominola?—preguntó Apolo.
Ben se miró a si mismo.
—Upchuck no es parte del trío de monstruos—se apresuró a aclarar mientras Quetzalcoatl lo miraba con confusión absoluta.
El dios simplemente apuntó y disparó una flecha, el pequeño alienígena abrió la boca para devorar el proyectil.
Todos esperaban que la punta de obsidiana atravesara a la criatura de extremo a extremo, pero en lugar de eso simplemente se la comió.
El gourmand de variante perk dio un gran salto abriendo su boca, una serie de tentáculos salieron de su interior y se dirigieron velozmente hacia Quetzalcóatl.
El dios evadió el ataque con un veloz movimiento, pero no contaba con que él no era el objetivo de este.
Los tentáculos se envolvieron en las flechas de su carcaj Mīcomītl, y se las llevó todas, dejando sin munición al dios.
Y eso no fue todo, el alienígena se llevó las flechas a la boca y se las comió sin problemas.
—Eso... es repulsivo—dijo Ares en las gradas.
—Oh, y se pone mejor—sonrió Ben.
La pequeña criatura dio un gran salto y vomitó.
O, mejor dicho, escupió lo que había comido en la forma de una esfera de energía que explotó al contacto con el cuerpo del dios azteca.
Quetzalcóatl respondió lanzándose de frente a toda velocidad, sin que el ataque le hubiera afectado demasiado, y mando a volar al gominola de un puñetazo.
Mientras Ben giraba por el cielo, golpeó el Ultimatrix, convirtiéndose en otro pequeño alienígena de colores blanco y negro.
No, eran dos alienígenas.
No, cuatro.
En pocos segundos, una gran maza de alienígena se lanzaron contra Quetzalcóatl.
—¡¡Ditto!!
La nube de alienígenas cayó sobe el dios azteca, haciéndolo desaparecer debajo de la nube.
Ares miró con incredulidad la escena.
—La Estrella Matutina... Derrotado por... ¿Ditto el peluchito?
Shiva bufó.
—No te sorprendas, es un dios salvaje de un continente retardado, después de...
Un rugido hizo temblar el suelo, el brazo de Quetzalcóatl emergió de la maza de Dittos.
El dios atrapó a uno de los alienígenas y lo apretó con fuerza.
Entonces, sorpresivamente, todos y cada uno de los pequeños alienígenas splixson chillaron de dolor, cómo si cada uno de ellos estuviera siendo aplastado por igual.
Apolo bufó.
—¿Qué clase de ventaja puede tener multiplicase si todos los clones sufren el mismo daño?—preguntó confundido.
Los alienígenas desaparecieron en el aire, dejando solamente a Ben, siento aplastado por el cuello por la gigantesca mano del dios azteca.
—Esto se terminó ahora, humano.
El chico sonrió a duras penas mientras sentía como se aplicaba más y más presión en su cuello.
—Primera regla cuando luches con Ben Tennyson—dijo—. ¡Nunca dejes libres sus brazos!
El chico golpeó el Ultimatrix, y entonces un rayo verde brillante golpeó al dios y lo mandó de golpe hacia atrás.
Cuando la luz se despejo, un feo alienígena con grandes oídos de murciélagos y ojos por todo el cuerpo se paró firmemente en la arena.
—¡¡Multi Ojos!!
En las gradas, Ares hizo una mueca de disgusto.
—Uhg, ¿es el primo deforme de Argos o algo así?
Ben abrió varios de los ojos a lo largo de su cuerpo y disparó una serie de rayos de energía.
El dios azteca se lanzó de frente, su arco desapareció, dando espacio nuevamente a su escudo Chīmalli, con el cual recibió y desvió los disparos.
El Mīcomītl en la espalda de Quetzalcóatl también desapareció, dejando su lugar a una nueva arma: un Mācuāhuitzōctli
Esta era una maza de unos 50 cm de largo con filos de obsidiana en sus cuatro lados.
El dios balaceó su arma en dirección a la cabeza de su rival.
El alienígena opticoid evitó el ataque por los pelos retrocediendo apenas unos centímetros más de lo necesario. Todos los ojos de su cuerpo se cerraron y gran ojo salió del estomago del alienígena que disparó un nuevo rayo de poder.
Quetzalcóatl hizo una mueca de dolor antes de ser arrojado lejos una vez más.
—Y, no. Multi Ojos tampoco es parte del trío de monstruos.
Era un espectáculo fascinante el ver como los ojos del alienígena se movían por su cuerpo, con la armadura brillante cambiando su forma y disposición sobre su cuerpo para no bloquearlos.
Quetzalcóatl sabía que no habría forma de acercarse sigilosamente a aquel ser, podría ver venir cualquier ataque desde cualquier ángulo.
El dios de la luz sonrió y empezó a refulgir. Sólo fue un segundo, pero el flash bastó para cegar momentáneamente a Ben.
El alienígena retrocedió aturdido y adolorido de los ojos, pero sus grandes oídos le advirtieron del siguiente ataque. Ben se volvió a transformar.
—¡¡Wildvine!!
El feroz golpe de Quetzalcóatl, que casi con total seguridad hubiera partido en dos a Multi Ojos, simplemente no funcionó contra el alienígena florauna.
Ben enroscó sus enredaderas alrededor de la empuñadura del arma y sobe el cuerpo del dios. Quien respondió alzando su escudo, el cual desapreció y se convirtió en un Técpatl, una daga con doble filo de obsidiana.
El dios apuñalo y cortó las enredaderas, haciendo que Ben se soltara de inmediato.
—Déjame adivinar, no es uno de los monstruos de los que tanto hablas.
—No, pero este sí lo será.
Ben se lanzó de frente con un gran salto.
Quetzalcóatl Balanceó su Mācuāhuitzōctli, pero no le dio a nada.
—¡¡Snare-oh!!
Vendas de una textura similar al papiro egipcio se envolvieron alrededor de los brazos del dios y lo golpearon violentamente contra el suelo antes de arrebatarle sus armas.
—¡Arrodíllate ante el faraón!!—dijo el alienígena, mostrándose imponente frente al dios azteca.
—Más faraones no, por favor—dijo Shiva bufando—. Ya tuvimos Al Faraón, a la hermana del faraón, al primo del faraón, y ahora al alienígena faraón.
Anubis lo fulminó con la mirada.
—No es nuestra culpa que tu panteón esté lleno de pacifistas.
—Perdóneme usted, hijo del dios del mal
—Cállense, los dos—ordenó Hades, dejando el palco en completo silencio.
El alienígena Thep khufan lanzó una serie de ataques con sus vendas, pero no contaba conque Quetzalcóatl tomaría con fuerza las extremidades de Ben, le daría varias vueltas sobre sí mismo y luego lo arrojaría con violencia contra una de las paredes de la arena.
El dios bufó y se dirigió hacía donde Ben había tirado sus armas, se agachó para recogerlas, pero un poderoso aullido resonó por el cielo y un estallido sónico golpeó a Quetzalcóatl de lleno.
—¡¡Blitzwolfer!!
Un monstruoso lobo antropomórfico se levantó de entre el polvo y el cráter en la pared, aullando al cielo.
—Mira, Anubis, otro furro cómo tu—se burló Shiva—. Ya no te sentirás tan solo...
Anubis estuvo a punto de responder, pero se detuvo al ver al Rey de Helheim.
Hades miró al dios de la destrucción fijamente frunciendo el ceño.
—Creí haberte dicho que te callaras—su tono fue calmado, pero firme y lleno de autoridad.
Shiva se encogió en su asiento y serró la boca de golpe.
De regreso en la batalla, el loboan se abalanzó sobre Quetzalcóatl con garras y dientes.
El dios retrocedió torpemente, se logró arrancar a la bestia de encima e intentó conectar un puñetazo que el alienígena esquivó para responder con un nuevo aullido sónico.
Ben se lanzó una vez más sobre el dios, pero éste lo repelió con un puñetazo en el hocico. El lobo intento volver a aullar, sin embargo Quetzalcóatl le cerró la boca con fuerza y luego le asestó un fuerte rodillazo en la mandíbula.
Ben retrocedió, sacudió la cabeza y se transformó una vez más.
—¡¡Frankenstrike!!
El alienígena se alzó imponente, con su piel muerta y cocida como si de un muerto viviente se tratase. Un gran y fornido monstruo de Frankenstein con dos torres Tesla en la espalda.
Ben hizo crujir los nudillos.
—Bien, grandote—dijo—. Es mi turno.
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