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Capítulo dieciséis:


DURANTE TODA SU VIDA, PERCY JACKSON SE ENFRENTÓ A LO MÁS EXTRAÑO QUE SU UNIVERSO TENÍA PARA OFRECERLE.

PERO NADA COMO LO QUE SUCEDERÍA AQUEL DÍA.

—Amigo, por algo dicen que es dos de tres—dijo Percy mientras evitaba un poderoso golpe—. Ya te gané dos veces, déjame en paz.

El temido minotauro bramó furioso y balanceó su hacha de doble filo. Las hojas con formas de letra omega pasaron a un lado de Percy una y otra ves sin siquiera tocarlo.

—Solo digo que por algo dicen que a la tercera es la vencida—murmuró una chica rubia tranquilamente mientras estaba recargada contra una pared.

Percy evitó otro golpe y lanzó una veloz estocada con su espada, un chorro de sangre brotó del hombro del monstruo con cabeza de toro.

Con un rugido de dolor, el minotauro se lanzó de frente con la cabeza abajo, intentando embestir al semidiós.

—¿Y tú de qué lado estás, listilla?—preguntó Percy.

El chico evadió la embestida, usando la cabeza del monstruo como escalón y aterrizó a espaldas del monstruo, acto seguido dio un veloz giro y encajó el arma profundamente en la espalda del monstruo.

El minotauro rugió de dolor antes de deshacerse en polvo dorado.

Percy bajó la espada.

—Podrías haberme ayudado.

La chica alzó una ceja inquisitivamente.

—Lo tenias todo bajo control, sabía que estarías bien.

La pareja se sonrió antes de guardar las armas. Su vida como semidioses se había vuelto bastante sencilla después de que se habían instalado en la Nueva Roma. Aún así, los monstruos insistían en perseguirlos en cuanto pusieran un pie fuera del Campamento Júpiter.

—Perseus Jackson—dijo una voz detrás de ellos.

Ambos semidioses alzaron las armas y se volvieron a la extraña aparición. Una mujer con un largo vestido blanco que se asemejaba a plumas de cisne. Tenía una larga cabellera negra y unos fríos ojos verde esmeralda.

—No he venido en busca de conflicto—aseguró ella—. Mi nombre es Brunhild, la mayor de las trece hermanas valquirias, necesitó su ayuda.

Percy miró a su pareja.

—Annabeth... ¿has tenido noticias de Magnus Últimamente?

La chica no despegó la mirada de la valquiria.

—Sí, no ha mencionado que tuvieran ningún problema en el territorio Nórdico.

Brunhild negó con la cabeza.

—Me temo que me están confundiendo—dijo la valquiria—. No estoy relacionada con el Valhalla de este mundo.

—"De este mundo"—repitió Annabeth—. ¿Qué quieres decir?

La valquiria extendió el dispositivo que Caos le había entregado y proyectó la enorme arboleda de los Yggdrasil.

—Vengo de un universo paralelo a este, un universo que está apunto de perecer amenos que me ayuden.

La pareja de semidioses se miraron mutuamente y luego a la valquiria.

—¿Cómo sabemos si podemos creerte?—cuestionó Percy.

Brunhild los miró con sus fríos ojos verdes.

—¿Cómo dicen en este mundo...? Lo juro por el río estigio.

Un trueno resonó por el cielo, a pesar de que éste estaba totalmente despejado.

Annabeth no bajó la guardia, pero si relajó levemente la postura.

—Te escucharemos—decidió.

La valquiria inclinó levemente la cabeza en agradecimiento.

—En mi mundo, los dioses han decidido que van a extinguir en su totalidad a la raza humana—explicó—. La única forma de que los humanos puedan resistirse es derrotando a los dioses en un torneo conocido como el Ragnarok.

Percy hizo una mueca.

—Mira, estoy alagado y tal, pero vencer a dioses en un poco demasiado ¿no crees?

Brunhilde lo miró inquisitivamente con una ceja alzada.

—¿Lo está diciendo el héroe más poderoso de este mundo?—preguntó la valquiria—. Aquel que atravesó el Tártaro a pie y derrotó al titán Cronos.

Percy negó con la cabeza.

—Dirás, el que ha ayudado a salvar el mundo en compañía de sus amigos—dijo el joven—. No soy "el héroe más poderoso" sólo hice lo que tenía que hacer, otros en mi lugar lo hubieran hecho mejor.

Annabeth le dio un golpe en la cabeza.

—En esto tengo que estar de acuerdo con la valquiria—dijo la joven—. Te menosprecias demasiado.

Brunhild miró a ambos fijamente.

—En mi mundo, los dioses no son como los conocen—dijo—. Son más crueles y despiadados. No son seres inmortales ni cuentan con el poder de las deidades de este mundo, son menos poderosos, pero más divinos al mismo tiempo.

Percy balanceó su espada.

—¿Cuál es la trampa?

La valquiria proyectó una imagen de un joven guerrero de mirada fría y caballera rubia, aplastando titanes bajo el peso de su tridente.

—En mi mundo, Lord Poseidón es un ser sumamente frío y orgulloso. Desprecia a los humanos y considera a todos los seres inferiores a él. Es considerado el más divino y temido de los dioses. Y dado a que no le tiene ningún mínimo aprecio a la raza humana, estoy convencida de que luchará en el Ragnarok. Quiero que tú lo enfrentes.

Percy frunció el ceño, no le agradaba la idea de enfrentarse a su padre, aunque fuera de otro universo. Pero le agradaba aún menos la mirada cruel y fría de ese dios mientras apuntaba al cuello de un titán con su tridente.

"Me rindo, por favor, déjame ir, juro que no volveré a cuásar problemas", lloraba el soldado abatido.

"Un dios no suplica, un dios no está a merced de nadie, eres un ser patético", respondió Poseidón antes de perforar el cráneo de su víctima.

Percy apretó los puños.

—En caso de que llegara a aceptar—dijo—. "¿En qué consistiría todo el asunto?

Brunhild guardó su dispositivo.

—Son combates uno contra uno con trece luchadores por lado—dijo la valquiria—. El primer bando en obtener siete victorias será el ganador. El resto de luchadores humanos serán seleccionados por mi de una variedad de universos.

Percy miró a Annabeth, ella se veía igual de insegura que él.

—¿Dices que toda la humanidad depende de este Ragnarok?—preguntó Percy a la valquiria.

Ella asintió con la cabeza.

Percy recordó la velocidad de los ataques de ese Poseidón en la reproducción que acababa de ver.

—No sé si sea lo suficientemente rápido como para hacerle frente.

—Eso se puede arreglar fácilmente—dijo Brunhild—. Mis hermanas, las valquirias apoyarán a los humanos. Una valquiria y un humano se volverán uno y compartirán sus poderes. Tendrás acceso al divino tesoro de los dioses.

Percy cerró los ojos y meditó, había pasado por guerras y muertes, todo en busca de algo de paz. Ya se había establecido, tenía una relación estable con su novia y ya no corría peligro cada tres segundos.

Estaba arriesgando todo eso sí aceptaba ayudar a esa desconocida. Pero, ¿cómo podría dormir por las noches sabiendo que toda la humanidad de un universo podría morir y que el había podido hacer algo para evitarlo?

Percy y Annabeth se miraron mutuamente.

—Yo... tengo que hacerlo—dijo el joven.

La chica lo miró, sus ojos se empañaron levemente por las lágrimas, pero aún así permaneció firma y decidida.

—No serías tú si aceptaras—se volvió hacia Brunhild—. ¿Cuándo nos vamos?

La valquiria negó con la cabeza.

—Tú no, Annabeth Chase.

—Pero...

—El balance universal es muy delicado. Puedo permitirme llevar a muy pocas personas de un universo al mío. Y me temo que de este mundo ya hay demasiadas.

Percy alzó una cejas.

—¿Van a venir más?

Brunhild asintió con la cabeza.

—Así es, ya los conoces a todos ellos. Lo descubrías a su debido tiempo.

Percy y Annabeth se miraron una última vez.

—No te mueras, sesos de alga—pido la chica.

Percy la besó para despedirse.

—No lo he hecho hasta ahora, ¿verdad?

Percy se volvió a la valquiria y ambos desaparecieron en un segador destello verde.

...

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