Capítulo cuarenta y cuatro:
EL DIOS QUE GOBIERNA EN ASGARD CONTRA EL HOMBRE QUE GOBIERNA EN EGIPTO
REY CONTRA REY
—¿Quién es ese sujeto?—preguntó Batman a Brunhild.
La mayor de las valquirias se cruzó de brazos.
—La mejor oportunidad de vencer a Odín, espero—murmuró—. En su vida, solamente ha perdido legítimamente tres duelos.
Hércules se inclinó un poco.
—No me gusta como dices "duelos" y no "batallas"—dijo el dios.
Brunhild no despegó la mirada del joven faraón en la arena.
—Es un diestro combatiente—aseguró la valquiria—. Pero su mayor fortaleza se encuentra en su mente, fue el rey de los juegos, después de todo.
—¿F-fue? ¿En pasado?—preguntó Geir.
—Sí, en pasado—asintió Brunhild sin dar más detalles.
En la arena, Heimdall alzó su cuerno en alto y llamó la atención de público:
—SÉ QUE COMO PRESENTADOR DEBO MANTENERME IMPARCIAL EN LAS BATALLAS—dijo el dios guardián—. PERO, AUNQUE JURO POR MIS NUEVE MADRES QUE HIZE TODO LO QUE PUDE, TENGO QUE ESTAR DEL LADO DE MI PADRE, ODÍN, EN ESTA CONTIENDA.
El joven faraón miró al dios fijamente con sus ojos serios y asintió.
—Eso lo respeto—aceptó—. Apoya a tu padre, dios guardián.
Odín no dijo ninguna palabra alzó su brazo y preparó su lanza, la legendaria Gungnir.
Heimdall se volvió al público:
—LOS DOS REYES SE MIRAN FRENTE A FRENTE, Y AHORA...
¡¡LUCHEN!!
El padre de todo no perdió el tiempo, balanceó su lanza y dio un ataque directo en dirección al corazón de su joven oponente. Atem no se movió, en su lugar, la pirámide invertida de su cuello empezó a agitarse y a desprender una poderosa luz dorada.
En la frente del faraón relució un ojo creado de luz dorada.
Atem extendió el brazo derecho y una barrera invisible desvió el ataque de Odín y lo obligó a retroceder un par de pasos.
—No tan rápido—dijo el humano—. Aún no te he dicho las reglas del juego.
Los dioses se revolvieron inquietos desde sus lugares.
—¿Dijo "reglas del juego"?—preguntó Ares—. ¿Qué se cree ese chico?
Hermes se rascó la barbilla.
—Bueno, sí es el "rey de los juegos" voy a suponer que quiere proponerle a Lord Odín una partida.
Loki ladeó la cabeza.
—Ese sujetó está loco, ¿quiere jugar con Odín?
Los cuervos revolotearon en el palco.
—¡Un insensato mocoso!—graznaron.
—¡ODÍN INICIA CON UN PODEROSO GOLPE DIRECTO DE LA LANZA GUNGNIR!—gritó Heimdall—. ¡¡PERO EL FARAÓN ATEM LO DETUVO CON SU EXTRAÑO ARTICULO!!
El padre de todo apuntó su lanza nuevamente, pero en lugar de atacar, concentró su poder en el artículo que colgaba del cuello del faraón.
Runas de poder nórdico se arremolinaron a su alrededor, sin embargo, en lugar de revelarle a Odín los secretos de él místico artilugio, las runas explotaron en el aire.
—No se puede hacer trampa en los juegos de las sombras—dijo el Faraón con firmeza—. Así que deja de atacar para que te explique lo que está pasando a tu alrededor.
Odín podía ser orgulloso, pero nada en el era más grande que el hombre de conocimiento. La magia egipcia de otro universo era un objeto de estudio peculiar que estaba dispuesto a descifrar.
—Habla—ordenó el Rey de Asgard.
Atem extendió ambos brazos, con su capa hondeando a su espalda.
—En mi mundo, los egipcios inventamos los juegos de las sombras, juegos con un poder tan incontrolable que casi llevan a la destrucción del mundo entero—explicó Atem—. Miles de años en el futuro, los juegos sombríos regresaron, y yo lo hice también.
El faraón tomó el artículo que colgaba de su cuello y se lo mostró al dios.
—El rompecabezas del milenio, es uno de los siete artículos milenarios con un oscuro e incomprensible poder—dijo—. Y gracias a él he convocado el poder de la oscuridad para este juego. El ganador decidirá que hacer con el alma de su oponente.
Todos en el estadio se quedaron en silencio.
—¡PARECE QUE EL FARAÓN QUIERE APOSTAR TODO EL COMBATE EN UN JUEGO SOMBRÍO!—dijo Heimdall—. ¡¿QUÉ CLASE DE PODERES ENCIERRA EL ROMPECABEZAS EN SU INTERIOR?!
Geir miró a Brunhild.
—Ese rompecabezas...—murmuró—. ¿Tiene que ver algo con su Voludr?
Brunhild negó con la cabeza.
—El faraón está solo allí abajo—dijo fríamente—. No tiene a una valquiria acompañándolo. Sus únicas armas son su rompecabezas y sus cartas.
Geir la miró extrañada.
—¿Cartas?
De regreso en la arena, el Faraón alzó su brazo derecho.
Un destello dorado iluminó el estado brevemente, cuando se despejó, en el brazo del antiguo gobernante había un extraño artefacto tecnológico. En la mano izquierda del rey, un mazo de cartas.
—Así que, tengamos un duelo—terminó de decir Atem.
Por un minuto, todo fue silencio.
Entonces, los dioses empezaron a gritar.
—¿Quién se cree este idiota?
—¡Estamos aquí para ver peleas no juegos de mesa!
—¡Esto es un insulto, una pérdida de tiempo!
Odín miró fríamente al faraón.
Podía sentir el poder que había cubierto la arena, y sabía que ese juego sería peligroso. No solo por el resultado final de este, sino también por el desarrollo. Los poderes más allá de la comprensión de otros dioses que estaban en juego no tenían precedentes.
Ese duelo sería una batalla, se viera por donde se viera.
Sin embargo, el padre de todo no caería fácilmente.
El era el mayor hechicero que existía, usando el poder de las runas, el lenguaje mismo del universo, era capaz de alterar y controlar la misma realidad.
Su sabiduría era virtualmente infinita, después de haber bebido del poso de Mimir, no había conocimiento que estuviera más allá de él.
El ojo amarillo de Odín brillo salvajemente, cegando a todos los presentes.
En tan solo diez segundos, el padre de todos entendió todo lo que necesitaba sobre el juego al que lo habían sometido. Aplastaría a su oponente y llevaría a los humanos a un paso más de su total aniquilación.
Y más importante, vengaría a Thor.
Odín sostuvo su lanza horizontalmente frente a él y luego la soltó, el arma se quedó flotando frente al dios.
Luego, las runas se arremolinaron a su alrededor, aumentando la superficie de la lanza para dar lugar a un tamalero de juego. Mas runas se juntaron, dando paso a una baraja de cartas del mismo tipo que las de el faraón.
Atem sonrió, el disco de duelo en su brazo se desplegó por completo, barajó su mazo y lo introduzco en el disco.
Ambos oponentes se miraron fijamente mientras el público observaba cómo se proyectaba una imagen del tipo barras de vida sobre las cabezas de ambos jugadores.
Odín: LP (puntos de vida) 8000
Atem: LP: 8000
El objetivo era simple, sí la vida de un jugador llegaba a cero, ese jugador perdía. Y el alma del perdedor quedaría a la merced del otro.
El faraón sonrió mientras robaba su mano inicial de las cinco cartas del tope de su baraja:
—¡¡ES HORA DEL DUELO!!
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