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Capituló cincuenta y ocho:


Desde que tenía memoria...

EL DIOS APOLO ODIABA SUS ORIGINES

Poco tiempo después de la titanomaquia y de que el joven Zeus derrotara a Cronos, coronándose así como el dios más poderoso del universo, las tensiones entre dioses y titanes se fue haciendo cada vez más presente.

Cronos no solo era el dios más poderoso del universo, sino que también era el rey de los titanes. Por lo tanto, cuando su hijo Zeus lo asesinó, dejó a toda una raza de deidades sin un líder al que seguir, y las disputas no se hicieron esperar.

Temiendo una guerra potencialmente devastadora, dos de los titanes más poderosos, hermanos del mismo Cronos, decidieron organizar un acuerdo con los dioses.

Los tres dioses más poderosos, Zeus, Hades y Poseidón, recibirían la mano de alguna de las hijas de estos titanes en matrimonio como ofrenda de paz.

El mayor de los hermanos, Hades, rechazó la oferta.

El olvidado por la historia Adamas ni siquiera fue considerado en este mismo acuerdo.

Poseidón recibió a Anfitrite, hija del titán Océano, como esposa.

Y Zeus, a Zeus se le entregó a la bella Leto, titánide del día y la noche, hija del titán del norte Ceo.

Poseidón y Anfitrite eran muy similares en su filosofía, ambos creían firmemente en que los dioses no confiaban en los demás, en que los dioses no se unían y que los dioses eran perfectos por si mismos. Ambos aceptaron el casamiento, pero jamás crearon ninguna clase de vínculo afectivo con el otro, con la excepción de un respeto mutuo. Aún así, eso no los detuvo de engendrar tres hijos juntos a los cuales instruir en su filosofía.

La cosa no salió tan "bien" con Zeus.

El dios padre del cosmos ya estaba casado con Hera, la reina del cielo. Sin embargo, esto no detuvo a Zeus de seducir a Leto para que engendrara dos hijos con ella:

Los mellizos Apolo y Artemis.

Ambos dioses nacieron como opuestos uno de la otra.

Mientras que a Apolo siempre le gustó llamar la atención, ser ruidoso y brillante, siempre arrogante, mentiroso, lujurioso de poder, agradable y tranquilo por fuera, pero cruel y despiadado por dentro. Artemis era más discreta y silenciosa, humilde y sincera, le gustaba la vida sencilla en la naturaleza y solamente quería una existencia tranquila, siendo seria y severa por fuera, pero cariñosa y agradable muy en el fondo.

Los años fueron pasando, y a pesar del matrimonio relativamente "exitoso" de Poseidón y Anfitrite, los conflictos entre las deidades no dejaban de aumentar más y más, hasta que finalmente, liderados por Atlas, el titán de la fortaleza, los titanes declararon la guerra en contra de los dioses.

Varios titanes decidieron apoyar el bando de los dioses, entre ellos los mellizos Helios y Selene, la señora de la magia Hécate, y la titánide del pensamiento Metis.

Finalmente, estalló un conflicto de diez años que envolvió a todo el territorio griego en una feroz guerra en la que los titanes y los dioses se debatieron por el dominio del cosmos.

A pesar de su abrumadora superioridad numérica y de su increíble poderío, los titanes poco podían hacer cuando veían a dioses de la talla de Zeus, Poseidón, Hades o incluso Adamas, entrar en el combate.

Sin embargo, por aterrador que fiera escuchar el silbido de Poseidón o la risa de Zeus en medio de la batalla, nada se comparaba a alzar la vista el cielo solo para ver un aluvión de flechas luminosas que caían ruidosamente mientras Apolo, el dios de la muerte súbita, acechaba desde las alturas.

No importaba dónde estuvieras, no importaba donde te escondieras, la muerte caería desde el cielo sin siquiera poder ver de donde venía. Un pensamiento que sembraba el pánico en las filas de los titanes.

Mientras que Apolo participaba activamente en la guerra, Artemis tuvo una participación más discreta. Limitándose a defender su territorio en lo salvaje y permitiendo a las tropas de los dioses atravesarlo sin problemas, sin involucrarse realmente en el conflicto sin ser estrictamente necesario.

Por su lado, Leto se encontraba dividida. Por un lado, Zeus la había abandonado, además de que los titanes eran su familia. Pero por el otro, habían sido los mimos titanes quienes la entregaron a Zeus, y sus propios hijos eran dioses. La titánide se había estado manteniendo neutral en el conflicto.

Todo hasta aquel fatídico día en la Batalla de Delfos.

Delfos era el principal centro de inteligencia de los titanes, dirigido por Febe, la señora del oráculo, les daba información sumamente valiosa a los titanes y les permitía conocer el futuro y el destino.

Era lógico pensar que un sitio tan importante como Delfos estaría protegido con los mejores soldados dentro de las filas de los titanes.

Una verdadera carnicería se abriría paso entre las filas de los dioses, guerreros de la talla de Japeto, Hyperion y Críos enfrentarían la ofensiva de los dioses. Obligando a retroceder a sus líderes, capturando a un general de alto mando como lo podía Adamas, y asesinando a todo lo demás.

Fue en esa batalla en la que Apolo por sí solo hizo el trabajo de un ejército.

Millones de flechas doradas cayeron desde el cielo. Cuando los proyectiles se acabaron, el dios luchó golpeando con su arco. Cuando éste se rompió, luchó con sus puños, uñas y dientes, matando a cada enemigo que se le presentaba uno por uno.

El titán de la luz Hyperion fue aplastado bajo el pie del dios de la luz Apolo.

Cuando la masacre terminó, solamente dos figuras quedaron en el campo de batalla.

El dios Apolo y la titánide Febe.

Incluso en contra de querer lastimar a su nieto, Febe se lanzó a la batalla, invocando a la Pitón, el monstruo que dormía en las profundidades de las cuevas de Delfos, para la batalla.

Siete días fue lo que se tardó el combate en terminar.

Y cuando ese tiempo pasó, el cuerpo sin vida Febe estaba atravesado de extremo a extremo junto con el de la Pitón.

Apolo había asesinado a su propia abuela y dado una victoria de suma importancia a los dioses. Pero en lugar de dejar morir a Febe con respeto, el dios aprovechó para robar su poder y hacerse el mismo con la sabiduría del Oráculo de Delfos.

Tan solo un par de meses después, la guerra de diez años terminó a favor de los dioses, y dando así origen al primer consejo olímpico, confirmado por Zeus, Hera, Deméter, Adamas, Poseidón, Artemis y Apolo.

Sin embargo, desde aquella ocasión en la que Apolo hizo historia, algo se rompería entre él y su madre Leto. La titánide empezaría a crear un profundo odio en su interior hacia aquel que alguna vez llamó hijo.

...

Siglos habían pasado desde entonces. El consejo de los Trece Dioses del Olimpo ya estaba completamente formado y funcional.

Fue por esas épocas que la diosa de la caza empezó a juntarse con un joven y habilidoso gigante cazador de nombre Orión.

Ambos cazaban y pasaban el rato juntos. Para Artemis, Orion era el mejor amigo que podría desear. Pero, poco a poco, Orión empezó a mirar a la diosa de forma distinta.

El gigante dejó de mirar a Artemis como su amiga para empezar a enamorarse más y más de la cazadora. Un amor que él sabía que jamás sería correspondido por la diosa doncella.

Los días fueron pasando, luego semanas, meses y años. En los cuales, el deseo de Orión se hacía más y más intenso por la diosa. Al grado de que empezó a afectar su cordura y mente, dejando que sus instintos más oscuros de hijo de Gaia salieran a la luz.

Un día como cualquier otro para Artemis, ella y Orión salieron a cazar. Como ya tenían por costumbre, toda la tarde estuvo envuelta en persecuciones, risas y bromas al tiempo que ambos cazadores lograban abatir a un gigantesco jabalí que serviría de alimento para mucha gente.

La diosa estaba sumamente emocionada, por lo que rápidamente se puso a trabajar en despellejar y preparar el animal abatido, sin notar el extraño comportamiento de su compañero de caza.

—¡Increíble, es el más grande hasta la fecha!—dijo la diosa emocionada—. Creo que sus huesos son tan grandes que se podría hacer un templo entero solo con ellos, ¿no lo crees, Orión?

El gigante se tardó en responder, se había quedado atrás, contemplando en silencio la figura de la diosa frente a él.

—Sí, es uno bastante grande—reconoció Orión.

—¿Grande? ¡Es enorme!—rió Artemis alegremente.

Orión se acercó lentamente, tomando una flecha de su carcaj. En la punta de esta relucía un extraño líquido oscuro, veneno de escorpión terrestre. Tan letal que una sola gota podría matar a diez hombres adultos. Pero para una diosa tan poderosa como Artemis, apenas sería suficiente para noquearla unas tres o cuatro horas.

—Vamos a necesitar ayuda para transportarlo—sonrió la diosa emocionada—. ¿Tal ves mi tío Helios se lo pueda llevar en su carro...? O podríamos...

Artemis puso los ojos en blanco y vio cómo se volvía negro mientras sentía como su cuerpo se debilitaba y caía al suelo.

Orión miró sombríamente el cuerpo de la diosa inconsciente frente a él, aquello que había anhelado por años pero que nunca antes se había permitido tomar.

...

No muy lejos de allí, mirando la escena con total desesperación, Leto permanecía a una distancia segura, luchando por no romper en llanto.

Ella había tenido un mal presentimiento, nunca le había agradado Orión, pero Artemis nunca se dignó a escucharla, y ahora ya era tarde y no había nada que pudiera hacer.

Entonces, por una vez en su vida, Leto se alegró de lo llamativo que era su otro hijo.

A tan sólo unos metros de allí, Apolo observaba la escena con total indignación.

El dios fue sorprendido cuando vio a su madre dirigirse hacia él, pero en lugar de lucir su habitual, y reservada para él, mirada de odio , solo pudo ver una profunda tristeza y desesperación.

—Apolo, tienes que ayudarla—rogó Leto, cayendo de rodillas frente a su hijo.

Apolo la miró por un minuto en total estupefacción y sin saber cómo responder.

—¡Por favor! ¡No dejes que ese gigante le haga nada a tu hermana!—volvió a pedir la titánide.

Apolo se movió lenta y precavidamente. No sabía bien que debía decir. Durante siglos no había recibido más que odio y repudio por parte de su madre. Y ahora se atrevía a llegar a decirle que hacer.

El dios sentía que debería haberse regocijado ante las súplicas y luego abandonar el lugar como una justa venganza hacia con su madre. Ella se lo merecía, después de todo.

Pero no pudo. Tal vez sus instintos de hermano le obligaban a salvar a Artemis. O tal vez, muy en el fondo de su corazón, deseaba que su madre lo quisiera, y pensaba que si salvaba a su hermana por fin recuperaría el cariño de Leto.

Fuera lo que fuese, Apolo no dijo una sola palabra, solo asintió con la cabeza y se encaminó a toda velocidad hacia donde Orión.

...

Cuando el dios de la luz llegó, aún no era tarde.

El gigante estaba arrodillado al lado del cuerpo inconsciente de Artemis, luchando contra los ropajes de la diosa para poder desnudarla.

Apolo no fue com rodeos, disparó sin previo aviso, con cada flecha siendo certera y calculada para no herir ni por error a su hermana.

A pesar de eso, Orión era un cazador sumamente habilidoso, y un gigante aún más poderoso.

Sin siquiera intercambiar palabras, ambos arqueros se enfrascaron en una pelea de varias horas en las que Apolo medía todos y cada uno de sus ataques para no lastimar a Artemis. Mientras que Orion luchaba sin consideraciones, con sin salvajismo que hubiera significado la muerte de casi cualquier otro dios o titán que se atrevería a enfrentarlo.

Pero por desgracia para el gigante, Apolo no era cualquier dios.

Después de varios huesos rotos y golpes enfurecidos, Apolo rodó por el suelo junto a Orión, logrando tomar la flecha envenenada que el gigante había usado contra Artemis. El dios se logró colocar a espaldas de su oponente y lo atravesó de extremo a extremo una y otra vez con la flecha venenosa.

Cuando Orión cayó sin vida, sus heridas asemejaban a la que hubiera sido causada por un gigantesco escorpión.

Apolo respiró con dificultad, viendo cómo Leto corría por el bosque en dirección a él.

El dios sonrió, esperando recibir algún cumplido o agradecimiento por parte de su madre. Sin embargo, ella corrió directamente hacia el cuerpo de Artemis para asegurarse de que estuviera bien.

Apolo lo dejó pasar, era normal que esa fuese la prioridad de su madre.

Lastimosamente para él, cuando Leto terminó de revisar a Artemis, la característica expresión de odio volvió a su rostro.

—Ya hiciste tu trabajo, puedes irte—gruñó la titánide.

Apolo la miró confundido, solo para pasar a la furia en cuestión de segundos.

—¿Perdona?—gruñó—. ¡Salvé a Artemis de un violador!

Leto lo fulminó con la mirada.

—Salvar a mi hija no te exculpa de matar a mi madre—escupió.

—¡Estábamos en guerra!—repuso Apolo—. ¡Siglos enojada conmigo por eso! ¡Escúchate hablar! "Salvar a mi hija" ¡Ella es mi hermana! ¡Yo también soy tú hijo!

Leto lo miró furiosamente.

—No, no lo eres desde hace mucho tiempo.

El dios sintió como algo se rompía dentro de él, tal vez la esperanza de que algún día pudiera volver a ser parte de su familia.

Apolo podría haber reducido a cenizas a Leto en el acto, nadie se hubiera enterado. Pero en su lugar, herido, cansado y furioso, Apolo se dio media vuelta y se fue. Prometiéndose a sí mismo jamás volver a confiar o creer en algo así como la "familia"

Mientras los días pasaban, Apolo se enteró por medio de noticias que al parecer Artemis había sido atacada en medio de una de sus cacerías. Se encontró una masacre de animales en los alrededores del lugar y el cuerpo sin vida de Orión.

La versión oficial de los hechos era que Orión había enloquecido y había noqueado a Artemis, asesinado a todos esos animales, antes de que un escorpión gigante lo matara. Y para colmo, Apolo era el principal sospechoso de haber causado la locura de Orión por medio de algún hechizo.

La verdad fue que Leto decidió que si Artemis se entraba de la verdad, no podría soportarlo. Así que montó todo ese espectáculo, incluso matando a los anímales y creando falsas huellas de escorpión para darle credibilidad a la mentira.

Siglos después, cuando la verdad de los hechos salió a la luz, a Apolo ni siquiera le importó. Ya no le importaba si Artemis creía o no en él. Ya no le importaba si Leto lo odiaba o no. Lo único que sabía que es que, de todo el mundo, él fue el único que no se dejó engañar por Orión, quien seguramente se burlaba de todos desde las estrellas.

...

Uf, creo que este fue el backstory más largo hasta ahora.

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