Capítulo cincuenta y nueve:
De regreso en la arena de combate, Apolo cargó una nueva flecha en su arco.
Mientras miraba furiosamente a su oponente, el proyectil se transformó en un as de luz dorada cargado de poder. La energía y el poder del sol envolvían a la flecha mientras que el dios apuntaba hacia el cielo.
Lester retrocedió un par de pasos, sabiendo de antemano que le sería imposible detener ese ataque, tendría que pensar en algún otro plan.
—Leif, ¿algún avance?
"Solo un poco más"
—Es... posible que no nos quede tanto tiempo.
Apolo se envolvió a sí mismo con una poderosa aura espiral de luz dorada y disparó.
El proyectil se elevó hacia el cielo a toda velocidad, alcanzando una altura que debería de resultar imposible para cualquier arquero.
Finalmente, la flecha perdió su impulso y empezó a caer, volviendo a ganar velocidad gracias a la fuerza de gravedad.
El proyectil refulgió y el as de luz empezó a multiplicarse una y otra vez, creando una verdadera tormenta de flechas que se dirigía a tierra a toda velocidad.
¡¡ALUVIÓN DE MIL FLECHAS CELESTIALES!!
Lester miró hacia el cielo, contemplando con horror y admiración el ataque que se dirigía hacia él a toda velocidad. Correr sería inútil, no importaba hacia donde fuera, las flechas lo harían pedazos.
Se le ocurrió intentar llegar hasta Apolo, seguramente las flechas evitarían darle a él gracias a algún tipo de magia. Pero el dios estaba hasta la otra punta de la arena, era demasiado lejos y jamás llegaría a tiempo.
—Bueno, Leif—murmuró Lester—. Ahora todo depende de ti.
La tormenta de ataques aterrizó finalmente, liberando mil explosiones solares por todo el suelo de la arena, llenando el campo de batalla con cráteres humeantes y luces segadoras.
Era simple y sencillamente imposible que el humano hubiera podido esquivar todos los disprosios, y aunque lo hubiera echo, las explosiones y las llamas solares lo hubieran carbonizado al instante.
Geir calló al suelo de rodillas.
—Se... acabó...
Brunhild miró fijamente la enorme nube de humo en la arena, quería pensar que aún había esperanza, pero el poder de Apolo era devastador en todos los sentidos.
—Eso es todo—murmuró Ares—. No hay forma de que alguien pueda sobrevivir a eso.
A pesar de su rechazo hacia Apolo, Hermes estaba de acuerdo.
Zeus se rascó la barba alegremente.
—Bueno, fue un combate interesante, pero ciertamente no estaba escrito que los humanos ganaran esta ronda...
En las gradas, Artemis y Leto guardaron silencio mientras veían la destrucción frente a sus ojos.
—Creo que eso fue todo—murmuró la diosa de la caza—. Lo siento, madre, pero me parece que no hay forma en la que un simple humano pueda sobrevivir a esa clase de poder.
Leto asintió con la cabeza, por más que odiará a Apolo, tenía que reconocer su abrumadora fuerza.
Entre las gradas de los humanos, una joven se puso de pie y gritó con todas sus fuerzas:
—¡Lester, deja de ser tan dramático y levántate de una vez!
Su voz era un caótico conjunto de emociones, había esperanza, miedo, desesperación y confianza entremezcladas. Meg McCaffrey confiaba en Lester, pero se temía que ya había sido todo lo que Lester había podido dar.
Y la verdad, es que no se alejaba de la verdad.
—¡EL ATAQUE DEL DIOS APOLO ES EXITOSO!—gritó Heimdall—. ¡LAS MIL FLECHAS CELESTIALES HAN REDUCIDO LA ARENA A ESCOMBROS! ¡¡ES IMPOSIBLE QUE UN HUMANO HAYA PODIDO SOBREVIVIR A ESO!!
El humo se despejó después de un tiempo, mostrando la figura de Lester en el suelo, de rodillas, temblando y tosiendo violenta y dolorosamente, pero vivo.
—¡IMPOSIBLE!—gritó Heimdall—. ¡EL HUMANO, LESTER PAPADOPOULOS, SIGUE CON VIDA!
Apolo empezó a temblar furiosamente.
—¿Qué....?
Lester tosió sangre y levantó la mirada, su cuerpo estaba lleno de flechas y quemaduras graves, su sangre salía a chorros por sus cortes y por su tos. Pero había algo antinatural en él.
Un extraño brillo dorado refulgía débilmente alrededor del joven, y su sangre tenía un antinatural tinte dorado.
El humano se levantó con las piernas temblorosas, pero sonriendo con una genuina alegría. A través de su piel, todas sus venas se volvieron visibles gracias a su poderoso brillo dorado, las flechas que tenía en el cuerpo se desprendieron y los ojos azules del joven relucieron intensamente.
—¿Qué demonios eres?—preguntó Apolo mientras retrocedía.
Lester empezó a caminar, mientras miraba cómo su piel empezaba a relucir.
—Te tardaste demasiado en acabar conmigo—sonrió el chico—. Gracias a eso, Leif tuvo el tiempo necesario para encontrar lo que buscaba.
Apolo alzó su arco y disparó, sin embargo, Lester evitó el ataque con un simple movimiento de su cabeza.
—¿Qué está sucediendo, hermana?—preguntó Geir.
Brunhild miró fijamente a Lester, preguntándose si había sido buena idea el traerlo.
—Se trata del verdadero significado del nombre de Reginleif—explicó.
REGINLEIF: RASTRO DE PODER
Mientras el combate se desarrollaba, la séptima de las hermanas valquirias, Reginleif, había estado siguiendo el rastro de poder en Lester Papadopoulos, el cual era largo y dificultoso, pero sin embargo llevaba a una gran recompensa.
El poder oculto dentro de aquel humano, el poder de un dios.
—Lo siento, solecito—sonrió Lester—. Pero esta vez no tendrás a tu hermana para salvarte el trasero.
Apolo alzó una ceja molesto y confundido.
—¿Qué tiene que ver la idiota de Artemis en todo esto?
Lester se acercó a su oponente, con su cuerpo y facciones irreconciliables, solamente se podía apreciar una silueta humanoide de luz dorada que se acercaba hacia Apolo, quien retrocedía torpemente hacia atrás.
—¿"idiota"?—preguntó Lester—. "Molesta", "rara", "completamente incomprensible" eso te lo creo, ¿pero "idiota"?
—¿Quién eres? ¿Qué rayos estas diciendo?
—Solo digo que no esperaba que tú hablaras así de Artemis—replicó la figura luminosa—. Es tu hermanita después de todo.
Apolo rugió molesto mientras encendía su cuerpo en llamas doradas.
—¡Tú no la conoces y tampoco a mí!
—Oh, pero los conozco más de lo que crees—respondió Lester—. Sé que parecen odiarse, se molestan y discuten todo el tiempo. Pero sé también que en el fondo se quieren, sé que realmente no consideran a ningún otro dios como su hermano, con la excepción de su mellizo. Sé que en el fondo envidian parte de la vida y personalidad del otro...
—¡Cállate!—una flecha dorada voló en dirección a Lester, pero la figura luminosa la atrapó con su mano sin ningún problema.
La energía, el calor, y el poder en la arena cada vez eran más notorios.
—¡¿Quieres saber la verdad?!—gruñó furioso Apolo—. ¡La verdad es que no me importa! ¡Creo que mi supuesta "familia" solo son un par de desgraciadas! ¡Creo que no sirven para nada más que molestar! ¡Y creo especialmente que debí dejar que Orión hiciera lo que quisiera con la perra de Artemis! ¡¡No merecía mi ayuda, nadie lo hace!!
Lester ladeó la cabeza.
—¿Qué... qué estas diciendo?
—¡Estoy diciendo que estoy arto de que mi madre me odie! ¡Estoy arto de que mi hermana me haya llamado mentiroso por siglos! ¡¡Y estoy diciendo que hubiera preferido que Orión la hubiera violado porque ella no merecía mi ayud...!!
Un puñetazo de llamas doradas impactó en el rostro de Apolo, una explosión de poder tan grande que lanzó al dios hasta el otro lado de la arena, dejando un gigantesco cráter en el sitio en el que cayó.
—¡Nadie habla así de mi hermana, hijo de perra!—gritó Lester—. Y sí, con "perra" me refiero a Zeus.
Antes de que nadie pudiera tan siquiera decir algo, antes de que Artemis, Leto o cualquier otro dios pudiera si quiera preguntarse que era lo que el chico estaba diciendo.
Las llamas doradas estallaron, dejando ver la imponente figura del antes conocido como Lester Papadopoulos.
Ahora siendo alto y musculoso, con ojos azul eléctrico y una cabellera rubia rojiza. Su piel estaba perfectamente bronceada y vestía con un tradicional quitón griego de color dorado.
—¿Quién... quién eres...?—preguntó Apolo mientras se levantaba tembloroso del suelo.
El otro sujeto se mostró en la arena frente al dios, con un aura de poder tan grande que todas las deidades sintieron el impulso de esconderse.
—¡Mi nombre es Apolo Febo! ¡Dios de la verdad, señor de Delfos, heredero del carro de Helios y asesino de la Pitón!—dijo firmemente—. ¡Hijo de Zeus y Leto, hermano de Artemis! ¡¡Y he venido a este mundo solo para mostrarte la vergüenza que me da ser tu contraparte!!
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