Golpe mortal:
—Estos son los campeones de la humanidad... ¡¡Los Einherjar!!
Al mismo tiempo que las valquirias, en el extremo opuesto del anfiteatro, Hermes recibió una notificación en su teléfono, la cual se apresuró a compartir.
—Lord Zeus, su lista de participantes ya está decidida.
—Oh... a ver...—el viejo dios estudió con detenimiento aquellos nombres que cargaban sobre ellos el futuro del mundo y sonrió con una arrugada mueca—. ¡Fíjate en eso! Parece que disfrutaré de esto incluso más de lo que había pensado.
—¡MUY BIEN! ¡¡YA ESTAMOS DE VUELTA!!—interrumpió la voz de Heimdall—. ¡¡SEGUIMOS CON LA PRIMERA PELEA DEL RAGNARÖK!! ¡¡AHORA QUE THOR SE HA PUESTO SERIO, FINALMENTE ESTA BATALLA SE ACERCA A SU FIN!!
Los humanos comenzaron a inquietarse, revolviéndose incómodos en sus asientos.
—Si... si eso es ponerse serio, entonces, ¿qué demonios fue lo de antes?
—Antes ya era jodidamente poderoso, ¿verdad?
Shiva se puso de pie, asomándose sobre el borde de su palco para mirar el combate desde más cerca.
—¿Oh? ¿El pequeño Thor se ha puesto serio? Es la primera vez que lo veo...
El poderoso Thor, dándolo todo con el Mjölnir despierto. Incluso para los supuestos dioses omniscientes, esto era algo digno de ver.
—No mueras ahora—advirtió la deidad, con una amplia sonrisa.
Togo alzó su espada, devolviéndole el gesto a su rival mientras reía a carcajadas.
—¡Eres realmente divertido! ¡¿Pretendes romperme con tu cuerpo en ese estado?! ¡¡Ven a por mí, berserker del trueno!!
Los brazos Thor lanzaban potentes rayos en todas direcciones. Se aferró a su martillo a dos manos y arqueó la espalda hacia atrás, quedando la punta de su martillo a centímetros del suelo.
—¡Ah!—se emocionó Forseti—. ¡Eso es...!
—¿ESA ES SU POSICIÓN DE ATAQUE?—se preguntó Heimdall.
—¿Se está poniendo serio?—graznó indignado el cuervo Huginn—. Thor, idiota, ¿Ese humano es realmente tan poderoso?
—No, esa no debe ser la razón—se rehusó a creer Muninn—. Thor, probablemente está respondiendo a la seriedad del humano. Sino, no usaría esa técnica contra un sólo hombre...
"EL MARTILLO DE THOR"
HACE MUCHO TIEMPO
ASGARD
Asgard está rodeado por unos enormes muros con el fin de defenderse de los gigantes de Jotunheim.
En la Cima de dicho muro, varios hombres alados ataviados en armaduras montaban guardia.
—Maldición, esto es muy aburrido—bostezó uno de ellos.
—¡¿Hey?! ¡¿Qué quieres decir con eso?!—se volvió hacia él su superior.
El joven se apoyó sobre su espada como si fuese un bastón.
—¡Capitán, me volví un ángel guardián para luchar contra los gigantes!—se quejó—. ¡No para estar de pie en un muro todo el día! ¿No está todo demasiado tranquilo?
El capitán se mantuvo firme en su sitio.
—¡Idiota! Esta tranquilidad es gracias a que estamos defendiendo cada día el muro, maldición. No seas tan estúpido cuando jamás has presenciado una verdadera batalla.
El joven volvió a ponerse firme y a seguir vigilando el horizonte, pero sin dejar de hablar:
—Eso es, yo sería capaz de hacer mi trabajo si ocurriese alguna batalla—aseguró.
Justo en ese momento, unas poderosas pisadas resonaron por el bosque y una bandada de aves salió volando de entre los árboles .
El joven ángel entrecerró los ojos.
—¿Temblores...? ¿Un terremoto?
El resto de sus compañeros guardó silencio.
—¿Eh?—la mirada del joven se tornó en miedo mientras sudor se deslizaba por su rostro.
Una masa nunca antes vista de gigantes surgieron del bosque, corriendo a toda velocidad hacia las puertas de Asgard entre gruñidos y gritos de guerra. Los ángeles guardianes extendieron sus alas y tomaron sus espadas, dando la voz de alarma:
—¡¡Es el enemigo!! ¡¡Están aquí!! ¡¡Vinieron para derribar los muros!!
Ese año los gigantes lanzaron una ofensiva, con un ejército más grande que cualquier cosa que se haya visto antes e invadieron Asgard.
Uno de los gigantes blandió un enorme garrote hacia el muro, pero éste fue detenido por la espada de un solo hombre.
—¡RESISTAN!—gritó Tyr, dios nórdico de la guerra—. ¡DEFIENDAN LA PUERTA CON SUS VIDAS!
Dentro de las murallas, los espíritus y dioses menores escuchaban el escándalo que sucedía afuera, sin ninguna forma de conocer el verdadero peligro en el que se encontraban.
—Los ataques de los gigantes son demasiado fuertes—comentó un hombre—. ¿Los muros aguantarán?
—Estaremos bien—aseguró un joven a su esposa e hijo—. Los ángeles guardianes nos protegerán.
—Por supuesto que estaremos bien—convino un niño a su abuelo, quien miraba con preocupación a los muros—. Estoy muy seguro de eso.
Fuera de las murallas, las cosas no se veían tan bien.
El ejército de los gigantes había rodeado las murallas desde el norte y empezaban a golpear las defensas de la ciudad, mientras que los ángeles hacían lo posible por detenerlos.
—Jamás había visto tantos—comentó un ángel arquero, mientras encajaba un par de flechas en los ojos de un gigante—. Y siguen viniendo.
Una joven con armadura dio un gran salto y partió la cabeza de uno de sus enemigos por la mitad de un sólo golpe con su espada.
—¡¡Hagámoslos retroceder!!—gritó ella—. ¡¡Si perdemos la puerta estará todo acabado!!
—¡No se preocupen!—repuso otro—. ¡¡Estos muros son impenetrables!! ¡¡Jamás han sido traspasados!!
El joven guardián que tan sólo momentos antes había estado deseando ver batalla, se volvió al cielo cuando todo se oscureció.
—¿Eh?
Una mano titánica se elevó sobre el muro y un bebé gigante, aún más grande y grotesco que todos los demás colosos, se abalanzó sobre las murallas, que cayeron aplastadas bajo el peso de aquel horroroso infante.
Una gran masa de ángeles de se dirigieron a la batalla desde el cielo como refuerzos:
—¡¡LA PUERTA... Y LOS MUROS HAN SIDO TRASPASADOS!! ¡¡ESTÁN ENTRANDO A LA CIUDAD!!
Los gritos de pánico de los ciudadanos inundaron el campo de batalla mientras la gente corría despavorida por sus vidas.
—¡¡Tenemos que detenerlos aquí mismo!! ¡¡No dejen que toquen a los ciudadanos!!—ordenó el líder del ejército que se acercaba, mientras veían cómo los gigantes entraban a tropel por los muros derribados—. ¡Recuerden su entrenamiento! ¡Si atacamos desde el aire, tendremos ventaja!
Uno de los monstruos escuchó el grito de guerra y, volviéndose hacia los refuerzos de Asgard, dio un gran salto mientras habría la boca, atrapando al líder de los ángeles con un mordisco, partiéndolo en dos con sus dientes.
—¡Ya basta, malditos gigantes!—gritó una nueva voz.
Unas veloces figuras aladas acosaron a uno de los monstruos y le hicieron multitud de cortes en brazos y cabeza sin siquiera darle tiempo a la criatura de reaccionar.
—¡A partir de ahora, se enfrentarán a la brigada de caballeros de los ángeles guardianes!—exclamó un gran hombre con una pesada y poderosa armadura mientras apuntaba con su espada a la horda de enemigos y extendía sus alas para lanzarse a la batalla.
El discurso no duró mucho. Un nuevo gigante blandió su garrote con rapidez, aplastando a los caballeros alados contra una torre que se desmoronó tras el impacto. Entre los escombros del edificio se podían ver los trozos deformes y rotos de metal manchado de sangre y tripas que alguna vez habían sido los poderosos caballeros guardianes.
—Han derrotado incluso a los caballeros...
Los gritos de los civiles asustados se volvió aún más sonoro.
—¡Estamos perdidos!
Los gigantes empezaron a hacer de las suyas, reían y se regocijaban mientras reducían a la ciudad a escombros. Arrancaba las ropas de las mujeres mientras reían con diversión, devoraban los cadáveres de los ángeles guardianes y se entretenían pisoteando a cuanto dios veían.
Hasta entonces, todas las ofensivas de los gigantes habían sido repelidas fácilmente ya que los gigantes actuaban independientemente. Y así, después de cientos de años con exceso de confianza, la experiencia en batalla de los guerreros de Asgard siguió disminuyendo, hasta que al final, sus defensas también disminuyeron. Y eso era exactamente lo que habían estado esperando los gigantes.
Uno de los ángeles se retorcía entre las manos de aquel bebé gigante que había roto los muros.
—Ugh... No... Así... ¡No!—la grotesca criatura lo metió en su boca y se lo tragó después de masticarlo con sus asquerosos dientes.
Asgard fue llevado al borde de la destrucción.
Los gigantes volvieron sus miradas al gran palacio que dominaba la ciudad. Sus puertas cerradas a cal y canto indicaba la presencia de más dioses que devorar. Así, los monstruos se encaminaron al edificio en masa, llamando a la entraña con los puños.
—Salgan por favor—reían—. Por favor salgan.
Entre los refugiados de aquel castillo, Forseti se revolvía el cabello mientras luchaba por no dejarse llevar por el pánico.
—Han llegado al castillo. ¡Están aquí!—chilló—. Se acabó... ¡Estamos perdidos!
Poderosos pasos resonaron por la estancia. Un hombre de larga cabellera roja se encaminó hacia las puertas, cubierto por una capa blanca y con su enorme martillo al hombro.
Forseti se asomó desde atrás de un pilar.
—Ah... tú también deberías esconderte—aconsejó tímidamente.
—No les haremos nada, así que habrán las puertas—reían los gigantes desde afuera—. ¡¿Qué dicen?!
El hombre del martillo se colocó justo frente a la entrada, empujó las puertas con su mano izquierda enfundada un un guantelete negro y empuñó su arma. Los refugiados del castillo gritaron en pánico, y los gigantes que reían quedaron estupefactos por breves instantes, sorprendidos por la repentina acción.
Luego, las risas se volvieron aún más sonoras.
—¡¡¿Las abrieron?!!
El hombre del martillo se inclinó hacia atrás, con su espalda haciendo un arco y su martillo sobre su cabeza a milímetros del suelo.
Entonces, a toda velocidad, el hombre del martillo lanzó un veloz golpe con su arma.
Al principio, no ocurrió nada.
Luego, el cuerpo de cada uno de los monstruos fue partido a la mitad. Sus huesos se quebraron y pulverizaron, su carne fue aplastada y sus cráneos rodaron por el suelo mientras sus órganos y sangre volaban por los aires.
El dios alzó su vista al cielo con una mirada seca, mientras la sangre de los colosos llovía sobre él.
Fácilmente cumplió una tarea que nadie más podía completar. El cuerpo de Thor se encontró bañado de sangre, pero sobre todo, impregnado de...
"ABURRIMIENTO"
Las calles de Asgard yacían cubiertas de cadáveres y sangre. Los dioses supervivientes miraron el paisaje con asombro.
¡¡THOR ANIQUILÓ AL EJÉRCITO DE GIGANTES ÉL SOLO!!
Desde entonces, los dioses han contado historias sobre su gloria e incomparable poder.
Y LE OTORGARON UN NOMBRE A SU TÉCNICA DE MUERTE INSTANTÁNEA.
En el presente, mientras los espectadores escondían sus rostros de la lluvia de rayos que emanaba desde el dios, el berserker del trueno se dispuso a repetir aquella misma hazaña, concentrando todo aquel brutal poder sobre un sólo individuo.
—¡ESTO ES INCREIBLE!—gritó Heimdall—. ¡TODA LA ARENA ESTÁ LLENA DE ELECTRICIDAD!
Zeus se acomodó sobre su trono.
—Se acabó el juego.
Odín asintió levemente con la cabeza.
—Muéstraselo.
La luz de los rayos oscureció el mundo a su alrededor. La figura del titánico Mjölnir encendido en energía se cernió sobre el hombre, insuperable e imparable, la ira de los dioses en persona bajo la forma de un pilar de luz que se alzaba hasta el infinito.
¡¡MARTILLO ELECTRIFICADO DEL DIOS DEL TRUENO!!
¡¡¡THOR'S HAMMER!!!
—¿Qu...?
Togo Shigekata hizo lo único que podía hacer. Con los ojos abiertos como platos a causa de la sorpresa, balanceó su sable en un arco descendente con todas sus fuerzas, decidido a interceptar el martillo de aquel dios y cortarlo a como diese lugar.
Los espectadores saltaron de sus asientos cuando la luz se tragó los cielos en medio de la más grande explosión que ninguno de ellos jamás hubiese visto.
¿CUÁL DE ELLOS GANARÁ?
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