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Yātrākō antya

EL FINAL DEL VIAJE

┏━°⌜ 赤い糸 ⌟°━┓

🄾🄿🄴🄽🄸🄽🄶

https://youtu.be/oc65Wo5w6sU

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Kuro y Xiang siguieron su camino al interior del Mundo Oculto y las cosas comenzaron a ponerse todavía más raras a medida que avanzaban y descendían.

Primero, era el hecho de que se topaban con más presencias de mándalas de magia tántrica maligna. Al haber más magia en los recovecos más inhóspitos de las grutas, eran todavía más peligrosos y exóticos los enemigos u otros obstáculos. Y luego de enfrentarse a otro dragón fósil, a kaijus de fuego, a regimientos de cangrejos gigantes, a dinosaurios velociraptors con alas draconianas y a un Rey de Espadas mutado con su brazo convertido en una aberración de carne y placas de osteodermo, Kuro y Xiang comprobaron una horrida hipótesis que desde que entraron en el Mundo Oculto habían formulado con incredulidad.

Y es que esta parte del Mundo Oculto, su fauna y su flora, estaba infestada con la energía del Khrodra. En pocas palabras, la magia divina de los Dioses Feroces. Una de las pocas magias en todos los Nueve Reinos que se le puede llamar un "virus", por como corrompe a todo el que la posea.

Es por eso que los monstruos se habían vuelto más duros de matar, eso explicaba que Xiang sintiera más y más incomodidad a la hora de luchar contra las bestias... y eso abría más las dudas en Kuro.

<<¿Es que acaso hay Dioses Feroces en este lugar?>> Pensó Kuro, al tiempo que ayudaba a Xiang a escalar la montaña escalonada donde en su cima se hallaba el umbral a la siguiente zona. <<Eso no puede ser. ¡Se supone que ellos quedaron atrapados en China luego de la destrucción del mundo gracias a los poderes de Huangdi!>> Tras hacer que Xiang se subiera por fin a la cima del monte, y ayudarla a reincorporarse, los dos se miraron a los ojos y asintieron con sus cabezas antes de adentrarse en la penumbra del umbral.

<<Sea lo que sea que nos hallemos ahora...>> Pensó Kuro, los revoloteantes vientos negros soplando contra ellos desde la boca del umbral. Le dedicó una última mirada de preocupación a Xiang y, nuevamente, su imagen se transformó en la de Anusha por un breve instante. Ella lo miró de reojo y sonrió, haciendo que Kautama correspondiera. <<No puedes permitir que te maten, Xia>>

Al atravesar el umbral se vieron envueltos en una aparente oscuridad perpetua. La negrura se fue disipando gracias a que sus ojos se esclarecieron, pudiendo ver las lámparas de fuego con formas fe hocicos de dragones tendiendo de los techos abovedados y de los pilares embebidos a las paredes. Había agujeros cuadrados a lo largo del pasillo, almacenando allí dentro velas encendidas condecorando las estatuas de Herukas y otros demonios tibetanos de aspectos inmundos. 

Las grutas se esparcían por caminos frondosos donde había penumbra al final del pasillo, encrucijadas de más de seis senderos que llevaban a más plazas interinas, foros circulares donde reposaban fúnebres estatuas de Budas recostadas y yuxtapuestas a los muros y...mándalas. Mándalas malignos por las paredes, por el piso, por los huecos. La cantidad de mándalas malignos era exorbitante ahora, llegando al punto de cubrir zonas enteras como si fueran colmenas. Algunos de ellos se fusionaban para formar grandes Thangkas que dibujaban siluetas de ejércitos de demonios marchando.

Kuro revisó el mapa de Maddiux una vez más. Utilizando la memoria fotográfica de sus ojos, halló el camino del mapa que habían seguido hasta ahora... Y descubrió que el camino acababa en los límites de la hoja del pergamino. El Bhiksu asintió la cabeza, enrolló el mapa y lo guardó en su bolso.

—Aquí tiene que estar —Kuro comenzó a caminar. Al ver como Drönma no la seguía, se devolvió—. ¿Qué sucede, Xia? ¿Por qué no caminas?

—E-es solo que... —Xiang tenía el ojo catátonico. Lo cerró y sacudió la cabeza— Siento tanta energía Khrodra en este lugar que... me paraliza. No me siento segura aquí. Siento que algo malo se nos vendrá encima, Shifu.

Kuro apretó los labios y resopló. No podía detenerse ahora que estaba tan cerca de su objetivo. Pero al mismo tiempo... no podía permitirse arriesgar más la integridad de su pupila. Kautama se colocó las manos en la cadera, para después, con algo de torpeza, ponerle una mano a Xia en el hombro.

—No podemos parar ahora —dijo—. No ahora que estamos tan cerca.

—¿Cerca de qué, Kuro? —la voz temblorosa de Xiang resonó por los pasillos como ecos— ¿Qué es lo que exactamente buscas para poder descifrar el "verdadero Nirvana de Buda"?

Kuro tragó saliva y entreabrió la boca antes de responder.

—Mira, yo n-no lo sé todavía —masculló—. Pero hay que seguir avanzando, ya no hay vuelta atrás...

Xiang lanzó una kirada dubitativa al pasillo. Un escalofrío recorrió su cuerpo y la hizo retemblar de pies a cabeza, especialmente al oír un lamento fantasmal venir de los mándalas.

—¿En verdad estás tan dispuesto a...seguir, Kuro? —la pregunta fue una jabalina que perforó el espíritu de Kautama, dejándolo sin palabras por unos segundos.

—Lo estoy, Xia. Cien por ciento. Si no hago esto ahora, me defraudaré tanto a mí mismo como a todos los Budas de Vingólf —y Kuro agitó su cabeza en un ademán de seguridad algo frágil. Le dio una palmada en la espalda—. Vamos, sigamos nuestro camino. Mantente a mi lado y no te sepa...

—Nos matarás a los dos.

El sagaz y gélido comentario dejó sin aliento a Kuro. Sumado a ello, la mirada desolada y desganada de Xiang que lo fulminó antes de que ella siguiera con su camino por el pasillo izquierdo. Las manos de Kuro sudaron, su espíritu crepitó ante la idea de morir por mano de los Dioses Feroces. Pero él, fiel a su palabra caprichosa, recompuso su templanza al apretar los puños con tanta fuerza que se tronó los huesos de sus brazos y avivó la marcha hacia el pasillo izquierdo con apuro, todo con tal de mantenerse cerca de Xiang.

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|◁ II ▷

Caminaron juntos, pero apenas se dirigieron la mirada o incluso la palabra en las penumbrosas grutas de esta parte endemoniada del Mundo Oculto.

Como si de un muro invisible se tratara, Kuro y Xiang estaban más lejos que cerca a pesar de caminar hombro a hombro. Por instantes nacían indicios de que uno le iba a hablar al otro, pero esa llama se apagaba al instante de que se volvían para verse o entreabrir la boca. Llegados a un instante del viaje Kuro decidió enterrar todo motivo de querer hablar con Xiang, y se adaptó de regreso a su postura cínica de ir a por su objetivo, y solo su objetivo. Drönma, por su parte, siguió tratando de dirigirle la palabra, pero Kuro estaba más decidido en su misión personal.

Caminaron por estrechos pasillos infestados de pequeños reptiles, puentes de pilares frágiles superficie fina, descendieron por hondas caveras de balcones de piedra, anadearon pasadizos secretos con trampas mortales, cavernas infestadas de gigantescos escombros de estatuas de Buda y de dinosaurios gigantescos y mutados... A medida que se adentraban más y más en este laberintico lugar, Xiang sentía el nudo en su garganta apretarse, contusionándola de pavor ante la idea de que se internaban a un submundo del que no volverían jamás.

Luego de perder la noción del tiempo (tenga ello que ver con los mándalas y sus efectos en sus psiques), Kuro y Xiang terminaron por llegar hasta una titánica galería del tamaño de un estadio. La negrura era tan vasta no se podía ver el techo, y los pilares eran tan altos y tan vigorosos como los rascacielos de la Civitas Magna. La sensación de pequeñez los impregnó a ambos luego de atravesar las puertas caídas y adentrarse en este espacio tan inmenso. A lo lejos lograron observar las fogatas que, con su luz ígnea, demarcaban los relieves con formas de mándalas de otro par de portones que daban acceso a la siguiente zona.

Xiang tenía el cuerpo sudoroso, más por la tensión que por el miedo. Hasta este momento no tuvieron ningún encontronazo con otro monstruo, y eso más que aliviarla, la atormentaba. Kuro, no obstante, y con el ceño fruncido de determinación, dio un escupitajo al piso, se bebió lo último que quedaba de agua en su odre y emprendió el camino hasta las compuertas.

Xiang lo siguió con desdén. Para este punto ya no podía seguir aguantando el silencio que se impusieron el uno del otro. Con decisión, ella habló primero:

—¿Qué clase de respuesta esperas hallar aquí, eh?

Kuro no respondió ni siquiera mirándola de reojo. Seguía su usanza hacia las compuertas. Xiang gruñó, y volvió hablar:

—¿En serio, Shifu? ¿Me vas a hacer la ley de hielo ahora? Supongo que eso de acurrucarte a mí en esa cueva fue solo teatro, ¿no?

Kuro apretó los dientes. Sus pisadas se hicieron más apuradas, y más rabiosas, hasta el punto que creaba hendiduras con forma de pie por cada zancada que daba. Xiang se dejó infectar por esa irascibilidad, y frunció el ceño de amargura y asco.

—¿Te imaginas que al final todo este viaje no haya servido de nada? —prorrumpió, ladeando la cabeza y mordiéndose el labio— ¿Que al final no haya respuesta sobre el Nirvana de Gautama? ¿Qué todo lo que hicimos para llegar aquí fuera en vano? —ella no lo sabía, pero Kuro en ese instante estaba ardiendo en cólera que le hacía fruncir el ceño y desencajar sus ojos. Xiang se cruzó de brazos— A lo mejor Siddartha se está riendo de nosotros allá en ese Nirvana...

Kuro Kautama llegó al límite de su paciencia. Dio un veloz giro y atacó a Xiang con un fugaz puñetazo directo a su cara. Drönma ensanchó el ojo y lo esquivó a tiempo, para después atrapar su brazo y tirarlo al piso para hacerle una llave. Pero antes de tocar el suelo, Kuro contraatacó con otro puñetazo ascendente y con el mismo brazo, esta vez directo a su estómago. Xiang lo recibió de lleno, y trastabilló adoloridamente.

El Bhiksu se abalanzó hacia ella y la agarró del cuello con una mano. Alzó su puño, pero antes de poder extender el brazo, Xiang correspondió a su agarre atrapando su cuello con su prótesis y apretándolo con la salvaje fuerza del metal. Kuro sintió su cuello siendo aplastado, pero él correspondió con la misma fuerza, estrujando el cuello de Xiang. Ambos se agarraron la muñeca del otro, tratando de zafarse del agarre.

—Kuro... tsk... tranquilízate... —farfulló Xiang entre gimoteos ahogados.

—No sabes cuánto odio... a la gente... que le gusta vilipendiarme... —gruñó Kuro cual animal rabioso, negándose a soltar el cuello de Xiang.

—¿Entonces tan... frágil es tu espíritu? —Xiang esquivó de un salto la patada que Kuro trató de darle en las piernas. Ambos dieron un giro, y sus manos no se soltaron del cuello del otro— ¿Tanto te.... concierne lo que... digan los demás? Traicionas el Budismo con eso... Shifu... Tú eres... débil...

—¡Ya cierra tu maldita BOCA!

Esta vez Kuro logró propinarle una patada que barrió el suelo con ella. Xiang cayó de espaldas al piso, pero su mano metálica no se zafó del cuello de Kuro. El Bhiksu le siguió el juego; se puso encima de ella y, con el peso de su cuerpo y haciendo un mudra solo con su mano derecha, invocó manos de Bodhisattva que agarraron sus manos y, de un solo tirón, las apartaron y las aprisionaron contra el piso. Kuro, siendo el único que ahora la tenía agarrada por el cuello, alzó su pulo por encima de su cabeza y estuvo a punto de ejecutar su golpe...

Pero se detuvo. El brazo retembló, y en el semblante de Kuro se dibujó las facciones de la duda batallando contra la rabia.

—¿Qué pasa... eh...? —balbuceó Xiang, el aire saliendo a duras penas de su garganta— ¿No vas a seguir...?

Y tras casi diez segundos con el puño al aire, Kuro nunca ejecutó su golpe. Liberó un largo suspiro, mezcla de frustración pena, y las manos de Buda se desvanecieron. Liberó también el cuello de Xiang, y la princesa tibetana respiró ahogadamente. Kuro se quitó de encima suyo y se reincorporó. Esta a punto de dar un primer paso hasta que se detuvo de repente.

—Ah... Shifu... —Xiang se reincorporó con dificultad— Yo... lamento por lo que di...

—Shhh —Kuro alzó un dedo. Sus ojos estaban inmerso en la penumbra de la inmensidad de la galería—. ¿No oyes eso, Xia?

Drönma enmudeció. No oyó nada por algunos segundos, nada más que el crepitar del fuego.

—¿Escuchar qué...? —inquirió, frunciendo el ceño y poniéndose a su lado. Es en ese instante en que sus oídos captaron lo que Kuro le había indicado vagamente.

En la vasta lejanía, transmitiendo sonoros ecos, Xiang y Kuro oían el ruido errático de pisadas. El pasar de los segundos hizo que el tenue ruido de ecos se transformara en una inminente estampida, como si fuera una manada de elefantes que estuvieran abalanzándose hacia ellos. Ambos fruncieron el ceño y alzaron sus brazos en poses de combate, listos para lo que se les viniera.

Y lo que emergió de las profundidades de la obscuridad... fue una estampida de saurópodos bebes.

Cuellilargos de unos diez metros de alto, corriendo de forma desenfrenada por toda la plaza lo que convergía el un temblor leve que sacudía toda la estancia. Kuro y Xiang bajaron los brazos y, con las cejas enarcadas, vieron a los dinosaurios correr y pasar de largo de ellos, ignorando su existencia. De color rojo con manchas negras en sus lomos, colas largas de color rojo carne, y espinas por todas sus espaldas, eran total unos quince de estos saurópodos que trotaban como pedro por su casa, desconcertando al dúo.

—Huh, ¿dónde estará la madre de estos bebes? —inquirió Xiang, esbozando una leve sonrisa y extendiendo su brazo, llegando a rozar sus dedos con uno de los cuellilargos.

Un poderoso pisotón sacudió todo el suelo, tomando por sorpresa a Muro y Xiang. Los dos cayeron con estrepito al suelo.

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|◁ II ▷

Como si una montaña se estuviera moviendo lentamente hacia ellos, Kuro y Xiang vieron con gran consternación una titánica sombra dirigirse lentamente hacia ellos. Cada pisotón era como si un Titán Griego que hubiese emergido del tártaro estuviera dirigiéndose hacia ellos. Cada pisotón obligaba a Kuro y a Xiang a mantener el equilibrio e incluso a agarrarse el uno del otro para evitar caerse.

Repentinamente, una larga y horrenda cola gris salió de la oscuridad, dando un coletazo tan duro al aire que rompió la barrera del sonido, ensordeciendo por unos segundos a los dos. Seguido de ello, unos burbujeantes bramidos llenaron toda la estancia con flemáticos alaridos que eran cortados a medio camino. De la oscuridad también surgía una cantidad ingente de aura maligna... Pero no era magia cualquiera. Era Khrodra. Como si un tsunami del tamaño del Kailash fuese, aquella vasta y casi que ilimitada fuerza del mal se encaminaba hacia ellos, paso a paso. El miedo que Kuro y Xiang estaban sufriendo no tenía precio alguno; era tanto el horro que ambos sentían que sus corazones juraron que un Heruka se les venía encima.

El gigantesco monstruo sacó la cabeza de la negrura. Su larguísimo cuello infestado era carne podrida, piel roja arrugada, placas de osteodermo, gusanos demoniacos y mándalas que lo protegían como escudos. Era tan alto que parecía estar al menos unos sesenta metros de alto, exagerado para lo que debía ser un saurópodo normal. Al dar otra pisada reveló también sus patas, incrustadas con garras con formas de hoces que perforaban el pavimento.

Kuro y Xiang no dieron crédito ante la inmunda bestia que se les cernió encima. Aquel saurópodo... no era ya un dinosaurio. Estaba mutado, se le notaba en la piel de placas de osteodermo y en la carne ácida; era uno de los peligrosos Ultra Kaiju de los que Maddiux les advirtió. Pero adicional a los escudos de mándalas que chisporroteaban ascuas por doquier... ¡TENÍA TAMBIÉN EL PODER DIVINO DE UN HERUKA!

La peor combinación estaba ante los ojos de Kuro y Xiang. Un dinosaurio convertido en un Kaiju, y con los poderes de un Dios Feroz, destronando así todo atisbo de templanza y benevolencia característica de estos dinosaurios. Aquel saurópodo abrió su mandíbula y dejó salir un estridente chillido que, al igual que con su cola, rompió la barrera del sonido y obligó a Kuro y a Xiang a cubrirse los oídos.

Tras aquel alarido, los gorjeos de la bestia de repente se convirtieron en palabras guturales y llena de flemas. Y para sorpresa de Kuro y Xiang, el Saurópodo Heruka se dirigió a ellos con estas palabras:


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|◁ II ▷

<<¡Entonces es por eso que esos cuellilargos estaban corriendo en primer lugar!>> Pensó Kuro, alzando sus manos y realizando un mudra con las manos. Los brazos de Buda aparecieron por encima de su cabeza. <<Esta cosa... ¡Supera a todos los monstruos que nos hemos enfrentado hasta ahora!>>

Sun Xiang desenfundó su espada y alrededor suyo apareció un círculo mágico que chisporroteó fulgores y arabescos tántricos con formas de flores. Maestro y pupila se pusieron en pose de combate, y Sauroposeidón volvió a destilar un chillido atronador. Esta vez los dos estuvieron preparados, y soportaron el rompedor sonido del grito condensando sus cuerpos con magia tántrica, logrando así que no sean empujados por los vientos huracanados.

La velocísima cola de Sauroposeidón dibujó una fugaz parábola en el aire, yendo miles de veces más rápido que la velocidad del sonido y partiendo de un coletazo el pavimento. Kuro y Xiang se apartaron al instante, pero eso no evito que el suelo se resquebrajara de forma horrible, y de él salieran disparadas rocas que los golpearon repetidas veces. Esto fue aprovechado por el dinosaurio kaiju, quien los atacó a ambos con un nuevo coletazo supersónico.

Kuro se defendió con las palmas de Buda y Xiang con su espada, imbuida al máximo poder de su magia tántrica. El coletazo del dinosaurio destronó las manos de Bodhisattva y golpeó con tanta fuerza a Kuro que hirió sus pectorales hasta hacerle ver sus costillas, y el Bhisku terminó por chocar contra un pilar; el coletazo también partió en dos la espada de Xiang, y la golpeó con tanta fuerza que su quijada se le rompió, su cuello se torció y su cuerpo terminó por impactar contra la pared. Maestro y estudiante acabaron enterrados dentro de la piedra, y Sauroposeidón, no contento con ello, los volvió a rematar con una lluvia de coletazos centelleantes que destruyeron las murallas y los pilares, generando avalanchas de escombros que inundaron gran parte del estadio e hizo que el techo retemblara y arqueara polvaredas.

—I...diotas... —croó Sauroposeidón al tiempo que vomitaba ácido al suelo. Los escombros a sus pies se derritieron al recibirlo— Yo soy un... Dios de la Des... trucción... —dio unos cuantos pasos hacia adelante, y el suelo se quebró bajo sus patas— En el nombre... del Rey... todo rastro de... Buda... ¡Debe morir!

Los cuellilargos más pequeños agrupados bajo la penumbra cerca de una de las esquinas de la estancia chillaron del miedo. Algunos incluso cuidaban la madriguera donde reposaban los últimos huevos que su madre había plantado antes de que se convirtiera en esta monstruosidad.

Los ojos de los pequeños saurópodos fueron cegados por la repentina aparición de dos fulgurantes destellos; uno dorado y otro rosado, ambos viniendo de los mismos ligares donde los valerosos guerreros fueron a parar. El Sauroposeidón quedó igual de extrañado que los pequeños, y antes de poder dar un paso más, su lomo fue apuñalado por el inclemente y furioso manotazo de un brazo de Bodhisattva que apareció encima suyo. El relámpago que tenía por cuchillo atravesó el cuerpo entero del dinosaurio, y un titánico diluvio de descargas eléctricas comenzó a llover sobre Sauroposeidón, quemando su piel, destruyendo sus huesos y paralizándolo justo donde estaba.

—¡¡¡JIGANSHOU!!! —bramó Kuro Kautama con toda la potencia de sus pulmones, emergiendo de los escombros y con su herida siendo regenerada por la última esquirla curativa que le quedaba.

El Sauroposeidón protestó contra los rayos divinos de Indra. Dio un paso hacia adelante, luego otro, acercándose así con lentitud hacia Kuro, este último sorprendido por como su enemigo podía moverse a pesar de estar recibiendo la máxima potencia de su magia tántrica. De repente, la prisión de electricidad se vio quebrada cuando Sauroposeidón movió su supersónica cola y la esgrimió contra Kuro. El Bhiksu se defendió otra vez con una palma de Buda, inseguro de si esta vez podría aguantar el ataque.

Se oyó el sonido sordo de algo ser golpeado por algo inamovible. La cola nunca lo golpeó, y Kuro asomó la vista más allá de la palma dorada para ver qué había golpeado. Es entonces que, con perplejidad, descubrió a Sun Xiang Drönma convertida en su forma Dakini parando el coletazo de Sauroposeidón con las palmas de sus manos.

La princesa tibetana chirriaba los dientes hasta el punto de soltar baba por sus labios, como un perro con rabia. A oídos de Kuro, la escuchaba como una auténtica demonesa tibetana. Los músculos de sus brazos, sus abdominales y sus piernas ahora se estiraban y tensaban, deformándose a cada segundo. Pero lo que más le tomó por sorpresa fue ver como los irises de sus ojos ahora tenían las formas de crisantemos.

Esto se puso emocionante ahora, Shifu... —gruñó Drönma, esbozando una desquiciada sonrisa digna del demonio más lunático— Ahora puedo quemar mi cuerpo... ¡HASTA LA ÚLTIMA MOTA DE POLVO!

Y de un solo puñetazo de toneladas de fuera Xiang aplastó la cola de Sauroposeidón sin clemencia, generando al instante un anillo blanco en su muñeca que ensordeció a Kuro. Sun Xiang dio un saltó, se subió encima de la cola del dino-kaiju y se desplazó a una vertiginosa rapidez por los más de sesenta metros de altura del cuellilargo, todo mientras le propinaba un sinfín de puñetazos y patadas por todo su lomo, desplomando sus placas, sus púas, su carne y sus huesos. Todo... mientras carcajeaba como si no hubiera un mañana.

La Dakini se trepó en menos de un segundo por el vasto cuello del Sauroposeidón. Dio un gran salto, veloces volteretas en el aire y descendió a magna rapidez sobre la cabeza del dino-kaiju, conectándole una poderosísima patada despidiendo una onda expansiva que se esparció instantáneamente por toda la gigantesca plaza, dejando temporalmente sordos a Kuro y a los demás Saurópodos.

La cabeza de Sauroposeidón se deformó por la patada de Xiang. Una profunda hendidura aplastaba su cráneo. La Dakini agrandó su dentada sonrisa y rio en señal de victoria. No obstante, antes de poder gritar nada, se llevó un susto al ver los ojos apagados del Dino-Kaiju resplandecer en cólera. El cráneo repentinamente se reparó en un crujir de huesos asqueroso, y seguido de ello volteó la cabeza y atacó a Xiang con un vomito de ácido. Sun Xiang se cubrió con sus brazos, y Kuro le gritó que se protegiera con su magia. Fue en vano; el rayo ácido empujó a Xiang y comenzó a derregir sus brazos. Tras eso, Sauroposeidón remato a Xiang propinándole un meteórico coletazo que golpeó y le partió los huesos de su cuello y su columna vertebral.

—¡XIA! —chilló Kuro, yendo hasta el agujero donde Xiang fue enterrada tras la caída.

Una explosión de luz salió del agujero, cegando a Kuro y haciéndolo retroceder. De un impulso una sombra emergió del agujero, poniéndose bruscamente de pie con una fuerza de impulso hercúlea. La feroz Dakini irguió la espalda, estiró los brazos y la carne que fue derretida por el ácido se regeneró en un parpadeo. Su espalda torcida descoyuntó sus huesos, volviendo a su posición original. Y el cuello, curvado a medio lado, se movió emitiendo crujidos esqueléticos hasta volver a su posición original.

-—Tú... eres una... Diosa Feroz... —gruñó Sauroposeidón, su cara desfigurándose en una suerte de mueca sorprendida.

¿Y eso qué importa, ah...? —berreó Sun Xiang, alzando sus puños. Kuro, al ponerse a su lado, pudo ver más de cerca las hinchadas venas que se demarcaban por todo el cuerpo desnudo de la Dakini. El color rosado chillón que fulguraba como un foco se transformó en un morado oscuro— No me importa quien puto seas... ¡NO DESCANSARÉ HASTA DESTRUIRTE...!

<<La voz de Xia...>> Pensó Kuro, boquiabierto y con la preocupación desolándolo. La voz de su pupila ya no sonaba como el de una diosa airada pero virtuosa; a sus oídos, Xiang ahora hablaba como una endemoniada Deidad Feroz.

—Tú... eres rara. Eres humana... pero con el poder del Khroooodra.... Tú has abandonado tu humanidad desde hace muuuuucho, ¿no?... —mugió Sauroposeidón, expulsando un gruñido entre la risa y el sollozo.

¡Ya deja de hablar y MUERETE! —la Dakini inclinó las piernas hacia atrás y, en un parpadeo, dio un sucinto saltó que la elevó más de sesenta metros hasta alcanzar la cabeza del Dino-Kaiju. Imparable como un toro de creta, Sun Xiang le conectó un salvaje puñetazo en su hocico, haciendo que los colmillos de Sauroposeidón se quebraran y salieran volando por los aires.

Kuro pudo ver por un atisbo de segundo motas centellantes ulular en el aire al atrapar una de estas con un dedo, se dio cuenta que era un pedazo de piel de Sun Xiang quemado. El Bhiksu ensanchó los ojos, el máximo horror desplomándose sobre su espíritu y germinado así la preocupación. ¡¿Acaso no exageraba cuando decía que quemaría su cuerpo?!

Y con esto, ahora la vida de Sun Xiang Drönma, sumida en cólera divina, estaba en manos de Kuro Kautama.

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https://youtu.be/vZiIbvyHn9o

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|◁ II ▷

Sauroposeidón arremetió a la Dakini con un potente coletazo. Una onda expansiva se generó, y Drönma salió disparada a lo largo y ancho del subterráneo hasta chocar contra la pared y ser enterrada allí. Kuro se dio la vuelta al sentir una explosión de aura tántrica venir del agujero donde fue enterrada Drönma. Y lo que vio emerger de los escombros, con furia inmarcesible, no tuvo nombre...

Sun Xiang Drönma estiró los brazos hacia abajo y despidió un estridente alarido demoniaco. Era totalmente irreconocible ahora. A su alrededor giraba sin césar un torbellino de magia tántrica morada que se convirtió en energía destructiva del Khrodra; tan corrosiva era su energía que el suelo y los escombros bajo ella se marchitaron en motas de polvo blanco y rosado. Las zarpas de sus manos y pies se agrandaron hasta ser igual de afiladas que las de un Spinosaurus, su melena se extendió en mechones erizados hasta alcanzar sus tobillos, los colmillos de su dentadura se agrandaron, y su mirada estaba sumida en la rabia salvaje de una auténtica Diosa Feroz. 

Drönma se abalanzó de nuevo por todo el estadio subterráneo, trotando a una vertiginosa velocidad y yendo a cuatro patas cual sabueso del infierno. Sauroposeidón arremetió contra ella desenvolviendo su cola, agarrando múltiples veces enormes rocas de los cascajos, y arrojándoselos a la Dakini. Kuro Kautama defendió a su discípula realizando mudras con las manos e invocando múltiples manos de Buda que destruyeron y desviaron la lluvia de escombros. El Bhiksu extendió un brazo, y una palma dorada apareció bajo los pies de Xiang justo cuando esta dio un potentísimo impulso. La aceleración de la palma hizo que Drönma se impulsara el doble de rápido; Sauroposeidón recibió de lleno el puñetazo de la Dakini en su hocico. 

Sin parar de despedir gruñidos demoníacos y exudando energía Khrodra nociva, la Dakini fulminó bestialmente a Sauroposeidón con una vasta lluvia de puñetazos, rodillazos y patadas, tan veloces que a los ojos de Kuro parecía una centella soltando múltiples luces contra el dino-kaiju. Kuro aprovechó el instante de distracción para atacar al monstruo con una apuñalada de uno de sus Vajras, empuñado por una mano de Buda, directo en una de sus patas. No obstante, se confío bastante al acercarse, y fue golpeado de repente por el pisotón de Sauroposeidón. Kuro escupió sangre a por montón, y su espalda fue a chocar contra un pilar.

La cola supersónica del dino-kaiju dio un sorprendente giro anguloso y chocó contra el vientre de Drönma. La Dakini gruñó y expulsó aire y sangre de su boca, pero eso no la detuvo; golpeó de un manotazo la cola, apartándosela del camino para después arremeter con una patada ascendente en el hocico de Sauroposeidón. Este último contraatacó con un feroz cabezazo, seguido de otro coletazo que la hizo perder equilibrio y, por último, un escupitajo de ácido. Drönma dio un danzarín giro en el aire, y la bola de ácido paso rozando los flequillos de su melena. Se abalanzó de nuevo hacia Sauroposeidón, y lo arremetió por última vez con un puñetazo en su hocico.

La cola de Sauroposeidón se enrolló en el tobillo de Xiang, tomando a esta por sorpresa. El monstruoso dinosaurio despegó un alarido desgarrador, y jaló con brutal fuerza a la Dakini como un ratón atado a un látigo, estrellándola incontables veces contra los pilares, las paredes, el techo y las montañas de escombros. La cola de Sauroposeidón empujó a Xiang una vez más hacia el techo, y la enterró con tanta profundidad allí dentro que se escuchó un rugido volcánico, y del agujero donde fue enterrada Xiang comenzó a salir un torrente de lava brillante.

Una centella dorada se desplazó en zigzag cerca de las patas titánicas del dino-kaiju. Antes de que él pudiera bajar la cabeza, su hocico recibió de lleno el puñetazo de Kuro. Su cabeza se inclinó hacia atrás, lo que le permitió a Kautama hacer un mudra y, al grito de "¡Jiganshou!" invocó dos brazos Bodhisattva que apuñalaron el flemático cuello de Sauroposeidón con dos electrizantes Vajras. Una prisión de electricidad paralizó al dino-kaiju, y Kuro aprovechó esta breve oportunidad para realizar otro mudra, invocar otras dos manos de Buda y, al tiempo que daba una poderosa palmada, las manos doradas lo imitaron, y aplastaron la cabeza del saurópodo de una vigorosa aplauso que liberó un efímero pero fuerte huracán. 

Se hizo un incómodo silencio. Kuro esperó alguna respuesta satisfactoria de su ataque; espero con desesperación que su ataque hubiera pulverizado su cabeza... Pero se horrorizó al ver como las manos de Buda eran apartadas con lentitud por los escudos de mándala que protegieron la cabeza de Sauroposeidón, dejándolo completamente intacto.

—Tu magia... es... insignificante... —gruñó el dino-kaiju, para después contraatacar con un repentino cabezazo que dejó aturdido a Kuro. Tras eso vino un potente golpe de su cola; Kuro alcanzó a cubrirse con una palma de Buda, pero eso no evitó que la fuerza de impacto supersónico lo sacara a volar por toda la galería. 

<<Sí, lo es...>> Pensó Kuro, el tiempo ralentizándose  su alrededor mientras no paraba de girar por el aire. <<Lo mismo que mis convicciones, lo mismo que mis sentimientos... Arrastré esa pobre chica  una muerte segura, y todo porque... ni siquiera sé exactamente lo que busco para poder superar a Buda... Quizás he venido aquí solo para morir...>> Kuro alcanzó el suelo y cayó rodando múltiples veces por el pavimento. Apoyó los pies sobre la piedra y enterró su mano convertida en brazo Bodhisattva en el suelo, abriendo surcos a medida que se iba deteniendo. <<Pero no puedo detenerme, ni ponerme a llorar...>> Cuando por fin se detuvo, el monje budista alzó la cabeza y clavó sus ojos llenos de determinación y de espíritu aguerrido y esperanzador sobre la recortada sombra tenebrosa de Sauroposeidón a lo lejos. Por un breve instante, la imagen de su difunta esposa Anusha pasó por sus ojos. Eso hizo que sus ojos lagrimearan un poco, y chirriara los dientes con el esfuerzo de un soldado que arriesga todo por nada. <<¡DEBO LUCHAR INCLUSO POR MOTIVACIONES MUERTAS!>>

Del agujero donde caía la cascada de lava surgió un rugido atronador. El techo entero del subterráneo vibró con la fuerza de un potente terremoto, y antes de que Sauroposeidón y Kuro pudieran dar un parpadeo, del agujero y de las largas gotas de lava surgió una centella morada que se desplazó en círculos y en zigzagueos descontrolados por todo el escenario, confundiendo al dino-kaiju. La centella repentinamente atravesó el estómago del saurópodo, traspasando su carne ácida y saliendo por el otro lado cual bala de cañón atraviesa una muralla. Sauroposeidón gritó de dolor, y la centella no se detuvo allí; realizando movimientos serpentinos todavía más rápidos, perforó una, dos, tres, cuatro, cinco... hasta unas quince veces el prominente vientre del dino-kaiju, haciendo que caiga un sinfín de órganos corrompidos, intestinos sucios, tumores malignos, huesos y cuanta sangre había dentro de él. 

Sun Xiang Drönma ascendió por el cuello largo del saurópodo, y lo remató con su más que feroz puñetazo directo en su mejilla. Su quijada se desvencijó, y su lengua cayó muerta de su garganta. La Dakini dio un saltó desde la base del cuello del dino-kaiju, dando volteretas veloces hasta caer al lado de Kuro. Este último, colocando sus dedos en forma de círculo cerca de su ojo para aumentar su visión, consiguió ver por detrás de la sangre, los huesos y los intestinos... una especie de núcleo de color verde radioactivo colgando como un apéndice. 

—Ese tiene que ser su punto débil... —dijo Kuro, la felicidad dibujándose en una sonrisa de alivio— ¡Lo conseguiste, Xia...!

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https://youtu.be/9piElENpvmM

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Justo cuando torno la cabeza para verla, oyó un terrible quejido venir de su pupila. Sus ojos se horrorizaron al descubrir el cuerpo de Drönma deformarse, sus brazos, piernas y dedos curvarse en ángulos imposibles al tiempo que ella gorjeaba un doloroso grito. El brillo de su cuerpo comenzaba a apagarse, y su vasta melena morada se caía a pedazos como si fueran vidrios. La princesa tibetana comenzó a caer, culpa de sus tobillos torcidos, y Kuro la atrapó en sus brazos antes de que se desmoronará en el piso. 

—¡XIANG! —chilló Kuro, viendo como la pigmentación de su cuerpo se caía como si fuera pintura, revelando lentamente su cuerpo. Su brazo izquierdo se convirtió de nuevo en su prótesis biónico, su melena bajó y volvió a su forma lacia, y su ojo derecho adoptó de nuevo la forma de una flor rosada. Al ver que no abría los ojos, la preocupación de Kuro se incrementó aún más— No... no, no, no, no, no, Xiang respóndeme —Kuro golpeteó su mejilla con una mano temblorosa— Xiang, por el amor de todos los Budas benditos de este mundo, ¡ABRE LOS OJOS! ¡XIAAAAAAAAAANGGGGG!

Y por otro breve instante, los ojos de Kuro vieron el cadáver de su esposa Anusha en el cuerpo inerte de Drönma. El trauma volvió a ser revivido en la psique del monje, por lo que sus gritos no fueron más que música para Sauroposeidón, quien estaba emitiendo quejidos a caballo entre los sollozos lunáticos y las risotadas al tiempo que se iba regenerando a una velocidad pasmosa; sus intestinos, sus tumores y su sangre se  movían por sí solos, acomodándose de nuevo dentro del estómago del Dino-Kaiju con sonidos de carne mellada y partida. 

Kuro vio como el ojo de Xiang se entreabría lentamente. La felicidad dio espasmos en el cuerpo de Kautama. La tomó de su mentón e hizo que la mirara a los ojos.

—Xia... —Kuro se mordió el labio inferior, y su ceño se transformó en una mueca de impotencia y culpa— Maldita seas, tenías razón... Nos traje aquí solo para morir. Yo... por culpa de mi indecisión, de mi querella por saber la verdad de Buda... Ahora estamos aquí, y vamos a...

Xiang alzó una mano y colocó un dedo sobre los labios de Kuro. Sorpresivamente, la princesa tibetana sonrió y cuchicheó una risita a pesar de todo el dolor que estropeaba todo su frágil cuerpo.

—No tiene sentido culparse ahora... Shifu... —musitó Drönma, la voz debilitada.

—Peor al final fui yo quien te obligue —murmuró Kuro, la mirada apenada y cabizbaja.

—Tú no me obligaste a nada, Kuro —fue ahora Xiang quien tomó a Kautama de su mentón y le alzó la cabeza, haciendo que la mirara fijamente a los ojos—. Yo te seguí porque quise. Tú no eres alguien malo, por... más arrogancia que tengas. Tú... tú tienes... un corazón de oro. No dejes que nada.... ni nadie... te lo quite, ni siquiera tú mismo —en ese momento se oyeron los pisotones de Sauroposeidón sacudiendo el suelo entero. Los últimos pilares que sostenían toda la estructura se desmoronaron, y un sinfín de estruendos pedregosos reverberó en todas partes—. Ahora ve, mata a ese monstruo... Y busca la verdad que solo tú... puedes hallar.

El ojo de Xiang se cerró, y su mano cayó sin energías sobre sus pechos. Por un instante Kuro temió lo peor. Puso un dedo sobre su cuello y sintió un humilde regocijo al sentir pulso. Tras eso, el rostro de Kautama se endureció, sus ojos se afilaron con la mayor de las determinaciones. Acogiendo las últimas  palabras de Xiang y llevándoselas hasta lo más profundo de su espíritu covalente, Kuro Kautama, el discípulo más preciado de Buda Gautama, reposó gentilmente el cuerpo de Xiang sobre el suelo, se reincorporó, estiró las piernas hacia adelante, movió marcialmente los brazos y realizó un mudra con el cual rodeó sus brazos con guardabrazos de Bodhisattvas. Un aura de seriedad absoluta se dibujó en su rostro, y las estelas de aura dorada que envolvieron su cuerpo sentaron las bases de su voluntad llevada al máximo.

Sauroposeidón terminó de regenerar su piel ácida y corrosiva. Al ver a lo lejos al impunido budista realizar una pose de combate e invocar sus últimos vestigios de magia tántrica, se echó a reír sardónicamente. En especial al ver a la inconsciente Drönma en el piso. 

—Has faltado... a tu palabra, hijo de Buda... —bramó el dino-kaiju, dando zancadas que hacían temblar sin parar todo el subterráneo— Nuevamente... alguien murió en tus brazos... sin que esta alcanzara la Iluminación...

—¡CÁLLATE!

El bramido de Kuro hizo eco en toda la penumbra. El dino-kaiju torció la cabeza en gesto de confusión. El Bhiksu apretó con fuerza los puños. Se pasó una mano por el rostro, limpiándose la sangre de su mejilla y su labio. Su esquirla curativa se pagó por completo y terminó de limpiar todos los moretones y sangrados que tenía en su cuerpo. 

—Yo aún soy fiel a mi palabra

—Entonces... ¡MUERE!


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https://youtu.be/N96g6ehwscY

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Kuro Kautama se impulsó a máxima velocidad contra Sauroposeidón. El dino-kaiju contraatacó primero con un coletazo supersónico; hasta este momento Kuro ya había aprendido a determinar la trayectoria de estos latigazos. Por lo que, con un simple pero efectivo manotazo invocando un mano de Buda, desvió el ataque y este impactó contra el suelo a su lado. Sauroposeidón quedó perplejo, pero no se detuvo allí; siguió acribillando a Kuro con una lluvia de coletazos, y este último, al tiempo que daba impulso para acercarse más y más  él, los desviaba con palmadas de sus manos Bodhisattva. 

Al estar tan cerca de su posición, Sauroposeidón destruyó el suelo bajo él con un pisotón, liberando una lluvia de escombros al tiempo que hacía temblar todo el escenario. Kuro entrecerró los ojos y, con ágiles volteretas, esquivó todos los proyectiles de piedra, al mismo tiempo que seguía desviando los coletazos del dino-kaiju. El Bhiksu aterrizaba de escombro en escombro, utilizándolos como plataformas para ir ascendiendo hasta la cabeza de Sauroposeidón, todo mientras que a su alrededor no paraban de parecer palmas de Buda que bloqueaban los coletazos supersónicos. 

Sauroposeidón abrió su mandíbula y de lo profundo de su garganta salió disparado un torrente de vomito sulfúrico. Kuro no temió, ni se sorprendió del ataque; dio una rápida palmada con sus manos, y dos manos Bodhisattvas erradicaron por completo el ácido con una ensordecedora palmada, convirtiendo el líquido en motas de polvo inofensivas. Luego de eso, Kuro invocó una última palma de Buda y, utilizándola como trampolín, ejecutó un salto directo hacia la mandíbula abierta del sorprendido dino-kaiju.

Kuto Kautama se metió en la garganta de Sauroposeidón y se adentró velozmente por el larguísimo y podrido túnel que era su esófago. El dino-kaiju emitió un sonido apabullante, y su estómago rugió con la cuerda de una ola de ácidos al sentir como su presa acaba de llegar hasta sus intestinos. 

—Eres... un tonto... —masculló Sauroposeidón mientras seguí vomitando ácido al suelo y sus intestinos no paraban de emitir gases invernaderos, ácido clorhídrico y energía Khrodra nociva— ¡Tu cuerpo será... licuado! ¡No quedará nada de ti, hijo de Bu...!

Pero de repente, en su proceso por crear elementos que pudieran fundir a su presa hasta los huesos... Sauroposeidón sintió una potente apuñalaba en sus intestino, seguido por un revoltijo estomacal que le hizo arquear órganos y tumores, los cuales cayeron al piso... electrocutados. Sauroposeidón emitió un quejido ahogado. 

—¿Qué...?

El dino-kaiju tosió. Sintió como su cuerpo era empujado y sacudido de un lado  a otro... ¡Pero desde dentro!

Sus patas se movieron oblicuamente, y su equilibrio perdía control absoluto. Sauroposeidón no paraba de sentir los ardores y las comezones ardientes quemarlo desde dentro. De su garganta salieron más y más órganos, intestinos y sangre vomitados, todos electrocutados y convertidos en pasas negras humeantes.  Dentro del estómago del monstruo, Kuro Kautama estaba sumergido por completo en un mar de ácido, y su piel se quemaba y se caía a pedazos por culpa del ardor del líquido pantanoso. Pero a pesar de los dolores, el Bhiksu no podía permitirse ser derrotado por algo tan fútil como era el ácido. Por lo que siguió con sus incesantes apuñaladas de sus vajras contra sus órganos, abriéndose paso en el laberinto de intestinos hasta llegar  su objetivo: el corazón de Sauroposeidón. Tenía forma de garra, y emitía brillos radioactivos que le obligaban a cubrir sus ojos con una mano. 

Justo cuando iba a llegar al corazón, una montaña de tumores cayó sobre él, sumergiéndolo por completo en el ácido. Kuro gritó en desesperación al sentir los ardores mellar su cara y su pelo; trató de realizar un mudra, pero el peso le impidió siquiera mover sus brazos. El Bhiksu no tuvo más de otra que utilizar su propia fuerza para quitarse los tumores malignos de encima. Y así lo hizo: despidiendo un potente grito aguerrido, emitiendo con él sonoras ondas expansivas que alejaron el ácido de su cara y motivaron los músculos de sus piernas y sus brazos para quitarse el peso muerto, Kuro Kautama comenzó a levantarse, a levantarse, a levantarse...

Kuro invocó un vajra nada más quitarse de encima los tumores malignos. Lo esgrimió con saña y, de una apuñalada, lo clavó en el corazón radioactivo de Sauroposeidón. 

El dino-kaiju arqueó otro gran vomito de sangre y órganos tumultuosos. Sus patas lo llevaron hasta la boca del agujero donde caía lava, su cuerpo comenzó a ser derretido por el magma. El saurópodo alzó la cabeza, recibiendo en toda la cara la lava. Y con último y despiadado alarido de muerte, Sauroposeidón gritó hasta que el hocico se le cayó, la lengua se le derritió, los ojos se le explotaron en acné pútrido  y su cráneo se chisporroteó hasta deformarse y convertirse en una masa negra hirviente. 

El estómago del dino-kaiju se volvió a abrir con un surco, perforado gracias al cuchillazo del vajra que Kuro invocó para poder abrir un salida rápida. Y justo cuando el cadáver andante de Sauroposeidón dio sus últimos pisotones, sacudiendo las paredes y desmoronando otras, Kuro Kautama emergió de las tripas, los órganos negros y el llameante mar de ácido de los intestinos del dino-kaiju. El cadáver de Sauroposeidón se tambaleó, y como un rascacielos que cae de pies a cabeza luego de que sus cimientos fueron explotados, su cuerpo impactó contra el suelo, generando un último temblor en todo el Mundo Oculto. 

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https://youtu.be/lLzg7xKVNOA

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Kuro Kautama se quedó de pie donde estaba, gimoteando forzosamente y tosiendo de forma horrible hasta el punto de escupir sangre y mocos. Sus piernas se desmoronaron y cayó de rodillas. Apoyó sus manos en el piso antes de besar el suelo con la mejilla. Apretó la mandíbula, y su cuello se tensó hasta mostrar sus cuerdas vocales. Con gran trabajo y fatalidad, el Bhiksu se reincorporó y comenzó su usanza por la ahora tranquila estancia subterránea.

De reojo vio a los saurópodos bebes salir de la penumbra y dirigirse hacia el cadáver de lo que antes fue su madre. Algunos cuellilargos emitieron sollozos apenados, otros de rabia y algunos de miedo. Varios de ellos incluso se voltearon a verlo en la distancia; asintieron con la cabeza hacia él, en señal de respeto. La mente de Kuro divagaba en vahídos de fatiga y confusión. ¿Acaso eran tan inteligentes como para saber lo que era el estigma de solemnidad por haber puesto fin al sufrimiento de su progenitora? De ser así, eso no le hizo sentir mucho mejor a Kuro.

El Bhiksu terminó de dar los últimos tres pasos y llegó hasta el cuerpo desnudo e inerte de Sun Xiang. Kuro tosió, se acuclilló y agarró los brazos de Drönma, apoyándolos sobre sus omoplatos y, de un salto, la cargó sobre su espalda. Kautama se volvió sobre sus talones y empezó a cojear hacia las compuertas que con tanto ahínco habían peleado por llegar a él.

A medida que avanzaba, la cabeza contusionada de dolores físicos y espirituales le lanzaba dilemas que digería con desgano. ¿Qué se iba a encontrar al otro lado de la puerta? ¿Qué clase de respuesta obtendría a su tan ansiada búsqueda por el Nirvana de Buda? ¿Habrá valido la pena el esfuerzo, el sudor, las peleas, las lágrimas, y el post-mortem? Kuro agitó la cabeza y chirrió los dientes como un perro callejero; por más que sus piernas ardieran horriblemente, no podía detenerse por cuestiones tan banales como esta.

<<Tampoco puedo dejarla a ella...>>Pensó Kuro, mirando el rostro adormecido y enjuto de Xiang a su lado.

Su corazón latió con sentimentalismo. Es gracias a ella que él llegó hasta donde está ahora. De no ser por ella, él no sabría con certeza si habría superado la mitad de obstáculos que tuvieron que atravesar juntos. Sea por azar, o por algún plan que el destino le tiene preparado, pero Kuro, muy en el fondo de su corazón... agradeció infinitamente a Xiang.

<<Será mejor que despiertes, Xia>> Pensó Kuro, esbozando una sonrisa entremezclada de felicidad, pavor y satisfacción. <<Porque si no... ¿a quién le daré las gracias...?>>

Al cabo de dos minutos de caminata el dúo llegó por fin hasta las compuertas. Los relieves de sus mándalas revelaban las figuras de Herukas danzando en demoníacos desfiles de tortura y muerte humana a sus anchas. Kuro tragó saliva; los cabellos se le erizaron, y un corrientazo de nervios le gritó que parara, que algo no andaba bien y que del otro lado había algo de lo que se arrepentiría mucho. Kautama hizo caso omiso a todas las advertencias; hizo un mudra con su mano derecha, y una debilitada mano de Buda germinó en el aire, posó su palma sobre las compuertas y empezó a empujar.

Lenta y parsimoniosamente, los portones se fueron abriendo. Atolondradas brisas aullaron en la estancia, provocando que el fuego de las fogatas se ladeara y estuviera a punto de apagarse. Kuro siguió empujando, poniendo sus últimos haces de energía en su brazo Bodhisattva para apartar por completo las puertas. El último de los obstáculos ya estaba a punto de ser derrotado también, pues el resquicio se fue abriendo más y más, y Kuro empezó a ver los recortes de la sala que tanto lo estaba esperando.

Y posiblemente, con la respuesta a su dilema más grande. 

Y lo primero que vio con gran claridad fue una sombra.

Una sombra altísima y de aspecto humanoide esperándolo al otro lado de la puerta con los brazos cruzados.

Una silueta negra que, a ojos cansados de Kuro, parecía ser tan o incluso más alta que el maldito Sauroposeidón.

Un ser... con cuatro ojos rojos brillando en la penumbra. 

https://youtu.be/gAsMkZrpoxY

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

<<¿Acaso estoy... soñando?>> Pensó Kuro, desconcertado

—No estás soñando, Kuro Kautama —habló la sombra, su voz más profunda, rasposas y a la vez de elocuente que lo fue Sauroposeidón, como la de un sacerdote esotérico recitando el funeral de alguien que va a morir. Aquel titán humanoide salió de la oscuridad con dos pisotones, revelando el armazón punzante que era su piel negra, el uniforme de arte marcial azul oscuro que portaba, su cabello erguido en varias puntas. Tenía los brazos cruzados, los colmillos sobresaliendo de su boca y sus cuatro ojos con forma de diamante mirándolo fijamente

Kuro Kautama reconoció al instante su voz y sus ojos. Y antes de que pudieran reaccionar, el pie de aquel nuevo monstruo se convirtió en un borrón de luz que lo fulminó con una feroz patada.

El Bhiksu y su inconsciente pupila volaron por todo el panorama, desconcertando a los saurópodos bebes que seguían llorando la muerte de su madre. Kuro y Xiang cayeron y rodaron por el suelo; el primero vomitó sangre que manchó sus manos. El aire se le escapó de sus pulmones, y sintió el ardor de sus costillas perforando sus órganos tras ser dislocados por el golpe.

—El camino que has recorrido ha sido en vano, discípulo de Buda —exclamó el demonio Xintiang, su ignominiosa sombra a lo lejos caminando en dirección a ellos. Mientras tanto, Kuro, con gran desespero, trataba de ponerse de nuevo en pie, pero sus piernas lo traicionaron con calambres que lo hicieron caer de espaldas—. La respuesta que tanto llevas buscando no existe. Buda Gautama murió al alcanzar el Nirvana, y esa es la única verdad.

La Deidad Feroz pasó de largo del cadáver de Sauroposedión. Posó una mano sobre el cuerpo en ácido, y ni eso y ni lava que le cayó encima le hicieron el más mínimo rasguño. Una ameba de aura bermeja recorrió el brazo lleno de púas de Xintiang, y cuando alcanzó el cadáver del dino-kaiju, se esparció por todo el cuerpo y empezó a brillar hasta convertirse en un punto centellante cegador. En un parpadeo, el cadáver de Sauroposeidón se estalló en una atómico y atronadora explosión, convirtiéndolo en una tolvanera de pedazos de carne que se desvanecieron en ascuas al volar por los aires.

Xingtiang se detuvo frente a frente de Kuro. El Bhiksu, con su cuerpo ensangrentado, pudo por fin reincorporarse y alzar la cabeza para ver cara a cara al Dios Feroz. Parecía ser tan alto que sus cabellos puntiagudos, reluciente luego de ser abrasados por el magma, rozaban con el techo.

—Todo lo que tú y tu pequeña Dakini han atravesado no fueron más que experimentos hechos por el Rey de los Dioses Feroces para llevarlos hasta aquí.

Como si de una renegrida verdad hubiese abierto su cerrada cabeza, por la mente de Kuro pasaron todos los desafíos que tuvo que atravesar junto a Xiang. Los kaijus, los Caballeros Samvara, los Reyes de Espadas, los monstruos del Mundo Oculto... ¿Todo fue maquinado? ¿Nada de lo que ellos dos hicieron fue producto del esfuerzo genuino?

—Mentira... eso es mentira... —desconcertado y sintiéndose mediocre, el orgullo de Kuro finalmente se quebró al saber esta espantosa realidad. Miró de soslayo a Xiang, tirada en el suelo, aún inconsciente. ¿Entonces todo el viaje que hizo ella con él fue en vano? ¿Arriesgaron sus vidas para nada?

—El Rey de los Dioses Feroces los engañó a ti y a los Budas del Valhalla —dijo Xintiang, su voz locutiva acongojándolo y apenándolo con más información—, todo con tal de atraer al más preciado discípulo del Budismo hasta aquí. Has cavado tu tumba, Kuro Kautama. Morirás en el Mundo Oculto —hizo un ademán con la cabeza y señaló a Xiang. Bajó los brazos y comenzó a extender uno de ellos hacia ella—. Y aquel energúmeno de Diosa Feroz será la primera.

El fugaz recuerdo de Drönma relatando los horrores que Xintiang le hizo a su cuerpo y a su psique pasaron como un flash por la mente de Kuro. El Bhiksu apretó los dientes, despertó su aura dorada y se impulsó hacia Xiang, interponiéndose entre ella y la gigantesca y punzada mano del Dios Feroz. Extendió los brazos y atrapó los dedos de Xintiang. Creyendo que lo había detenido, Kuro siguió aplicando más y más fuerza para apartarlo... No obstante, lo que no sabía era que Xintiang se detuvo por voluntad, todo con tal de engañarlo.

—No vas... a tocarla de nuevo... ¡DESGRACIADO! —chilló Kuro, las lágrimas de impotencia descendiendo de sus mejillas. 

—Tu persistencia es fútil —Xintiang cerró su mano y atrapó los brazos de Kuro, aplastando sus huesos con mera fuerza bruta. Kautama chilló de dolor al tiempo que el Heruka de cuatro ojos lo alzaba hasta la altura de su rostro. Kuro pataleó en el aire, y le conectó un sinfín de patadas en la muñeca, pero nada de eso sirvió. Xintiang apenas y pudo sentir sus golpes. El Dios Feroz levantó dos dedos de su otra mano, enseñando sus grandes garras las cuales apuntó hacia el inquieto Kuro—. Perece, y no vuelvas a reencarnar.

Y sus garras se volvieron raudos relámpagos que estuvieron a punto de perforar el vientre de Kuro. Hasta que...

—¡DETÉNTE, XINTIANG!

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https://youtu.be/cXrxWBVdunY

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Las zarpas del Dios Feroz se pararon a unos escasos centímetros del vientre Kuro. La mano que sostenía sus brazos se abrió, y Kautama cayó de un altura de cuarenta metros de alto, impactando el suelo con su hombro. La adrenalina que hacía hervir su sangre lo motivó a ponerse de pie de una voltereta y mirar hacia todos lados en búsqueda de aquella voz tan distorsionada, tan frugal, tan lóbrega y tan opaca de cualquier humanidad.

Una sombría silueta negra embebida en la penumbra de la estancia giró alrededor de Kuro, borrando con apuro el espacio y haciendo que él entre en pánico. Para cuando Kautama intentó hacer un mudra con sus manos, sus muñecas fueron atrapadas por unas frías manos envueltas en placas de armazón. El Bhiksu dio un grito de espanto, para después atacar al intruso con un cabezazo. La sombra que lo atrapó por detrás dio un impulso, apartándose de él por varios metros. Kuro se dio la vuela, los puños siempre en alto, y la primera cosa de la cual se horrorizó fue de ver a un ser humanoide invocando del subsuelo látigos de aura morado y arabescos que revolotearon a su alrededor como hados malignos. 

Aquel tornado de aura Khrodra se fue desenvolviendo, revelando primero la melena rizada y blanca del ser, seguido por su rostro de perfil esbozando un sonrisa y, por último, su armadura exoesqueletica de hombreras, guardabrazos, faldas de loriga y manoplas que que recubría su traje de color rojo en sus abdominales y azul en el resto de su cuerpo. Aquel Dios Feroz exteriorizó una energía negativa como ninguna otra; distinta a la de los dragones fosiles, más hostil que la de Sauroposeidón y más profusa que la de Xintiang.

Al tiempo que estiraba su brazo izquierdo e invocaba una guadaña con las espirales que formaba su aura divina, el Rey de los Dioses Feroces dijo: 

Kuro Kautama quedó petrificado ante la aparición de un fantasma a quien hasta entonces habría creído como muerto desde la Segunda Tribulación. Su corazón no dejaba de latir con fuerza, y la adrenalina de pelea lo abandonó para dejar paso a la invasión del miedo. Un miedo tan profundo que Kuro no sentía desde hace cien años. Sus labios retemblaron en un intento patético por formular palabras, y lo único que pudo mencionr fue el nombre del rey:

—B-Baizan...

—El mismo Ryouha —contestó el Rey de los Dioses Feroces, esgrimiendo de forma juguetona su guadaña, haciendo que su hoja cortase la mejilla de Kuro y le abriera una herida—. Lo cierto es, Kuro, que no solo te atraje hasta aquí para matarte a ti y a la Dakini a la cual veo que has vuelto tu perrita. También estoy aquí para darte mis últimas palabras... de agradecimiento.

Baizan Ryouha caminó hasta Kuro, sus pisadas emitiendo estallidos de llamas moradas que dejaban rastros de hollín por el pavimento y los pedazos de roca. El Rey de los Dioses Feroces se colocó frente al catatónico Bhiksu, quien era incapaz de verlo a los ojos por tanto pavor que congelaba su malherido cuerpo.

Baizan se postró frente a Kuro; era unos palmos más alto que él. Alzó una aparente mano afable y la colocó sobre su hombro. Le dio una palmada, lo que generó un ligero estallido de fuego que quemó el hombro de Kautama.

—Te doy las gracias... —le susurró Baizan al oído— Por haber hecho que Gautama sacrificara su vida. Porque la verdad que tanto buscas de su Nirvana no fue más que un paralelismo que yo ya he hecho.

—¿D-de qué ha...? —murmuró Kuro, sumergido en la mayor de las confusiones.

—Oh, Kuro, ¿me vas a hacerlo decir? —Baizan agarró con salvajismo a Kuro por los cabellos y pegó sus gélidos labios a su oído— Gracias al sacrificio de Gautama que hizo por ti, yo fui el que consiguió el poder más grande en todo el panteón. En otras palabras... yo fui el que superó a Buda Gautama, no tú. 

La mente de Kuro ya no daba para más. Entrando en un estado de pánico, el desglose mental destruyó todas las convicciones que hasta ese momento había creído por tantos años. El orgullo caprichoso de su espíritu fue aplastado con palabras, y Kuro soltó lágrimas desconsoladas; eran sollozos que no emitía desde la muerte de su esposa Anusha.

—Ya no responde, Ilustrísimo —comentó Xintiang, señalando al inmóvil Kuro con un dedo—. Ya está muerto en alma.

—Era de esperar del discípulo de Buda —Baizan Ryouha se convirtió brevemente en una sombra que se desplazó en un semicírculo hasta posarse detrás de Kuro. El Rey de los Dioses Feroces alzó una mano, la pasó por encima del hombro de Kautama y posó su palma en el centrode su pecho—. Sea maldita su alma, pues el Samsara lo tendrá encerrado por el resto de la eternidad en eterno sufrimiento. Iṣṭa-devatā

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https://youtu.be/EAvVagwA6UM

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷

Como si un repentino remolino de fuerza gravitacional presionara contra su pecho, Kuro Kautma sintió como los músculos de sus pectorales se contraían con brutal fuerza hacia adentro. De su boca surgió un borbotón de sangre que manchó sus abdominales y sus pantalones magullados. La vida se esfumó de los ojos del discípulo de Buda, y cayó primero de rodillas, para después caer al lado de Xiang Drönma, quedando su pecho totalmente curvado hacia adentro en forma de espiral.

Baizan y Xintiang se los quedaron viendo con sus trituradoras miradas. El Rey de los Dioses Feroces arrojó un guadañazo hacia el techo, disparando en el proceso una destructora ráfaga que alcanzó el techo y se introdujo en él como un objeto etéreo. Un segundo después, todo el techo se resquebrajó, los temblores sísmicos sacudieron las paredes, y todo el lugar comenzó a caerse a pedazos.

Baizan y Xintiang se dieron la vuelta y reavivaron la marcha hacia los portones por donde habían entrado, dejando que los escombros cayeran sobre Kuro y Xiang. Los dos fueron sepultados por una montaña de escombros en cuestión de segundos. Baizan dio una última mirada de reojo hacia el rellano antes de que Xintiang cerrara las compuertas. 


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https://youtu.be/boJTHa_8ApM

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