Etztli To Etztli (Ajach 2)
SANGRE POR SANGRE (Parte 2)
https://youtu.be/oc65Wo5w6sU
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https://youtu.be/t2seD20g9cA
ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯
|◁ II ▷|
Centro Tecnológico de Mecapatli
Un día después. veintiún días para el Torneo del Ragnarök
La penumbra de los túneles era iluminada por las lámparas fosforescentes de las paredes y por el resplandor carmesí que generaba la cúpula de luz del Sefarvaim. Axcoyatl se lo quedaba viendo todas las mañanas, maravillándose en todo momento por la magnificencia de su forma mística... y por le hecho de creer haber descubierto la forma de desentrañar sus poderes, y permitir estos poseyeran su cuerpo y le dieran el poder que él necesitaba para así despegar sus proyectos científicos.
Presionó un botón en el panel de control, y de la superficie de piedra del techo empezaron a emerger unos brazos metálicos que se alargaron hasta alcanzar la piedra sumeria. Sus larguiruchos dedos se quedaron extendidos a pocos metros de la piedra, y empezaron a disparar una serie de rayos láseres rojos que, poco a poco, empezaron a surcar la corteza pedregosa del objeto y a abrir fisuras que, lentamente, revelaban su interior.
<<Tal como lo hicieron los demonios para darle estos poderes a los Einhenjers traidores...>> Pensí Axcoyatl, las manos temblorosas de la emoción, su mirada indiferente pero ocultando el impaciente regocijo. <<Sintetización, energización y lobotomización... Pronto, yo también seré un demonio>>
—Señor Axcoyatl —dijo un guardaespalda, bajando las escaleras de caracol y acercándosele.
—No, no, no me interrumpas —dijo el científico azteca, negando con un dedo—. Esto requiere de mi suma atención de cinco minutos.
—Lo necesitamos arriba, señor —insistió el guardaespalda. La preocupación en su voz hizo que Axcoyatl se volviera hacia él—. Los Pretorianos están aquí.
Los ojos de Axcoyatl se ensancharon en una mueca de perplejidad y miedo inesperado.
El científico azteca subió con gran apuro los escalones y, al llegar al primer piso de su Centro Tecnológico se topó con todo su personal corriendo de aquí para allá. Algunos cargaban con largas filas de carpetas en sus manos que guardaban en cajas para, después, ir directo a los túneles a esconderlos., Ese era el protocolo principal; esconder toda la documentación y sellar los túneles. Sin embargo, si los Pretorianos estaban demasiado cerca, entonces lo más importante era deshacerse de sus experimentos secretos...
—Haz que se deshagan de los prototipos de ciborgs y androides —le gruñó Axcoyatl a su guardaespalda, ambos caminando por un pasillo atiborrado de científicos que corrían por todos lados—. Destrúyanlos y ocúltenlos en los túneles. ¡No debe quedar nada de ellos!
—Sí, señor —respondió el guardaespalda, y se esfumó entre la multitud.,
El científico azteca salió hasta uno de los rellanos de salas de pruebas, y entre sus ingenieros aztecas se topó con los nahuales zorros, también empacando sus cosas y corriendo por los pasillos en dirección a las salidas traseras del edificio. Esto puso de los nervios a Axcoyatl, quien frunció el ceño dio tres fuertes palmadas en un fútil intento de llamarles la atención.
—¡Hey, hey! ¡¿A dónde creen que van?!
Entre ellos salió Tonacoyotl, quien se dirigió hacia él y lo tomó bruscamente por los hombros.
—Te lo advertí, Axcoyatl —maldijo, señalándolo con un dedo, los ojos rojos de la histeria colectiva—. Semanas atrás, cuando los Tlacuaches aún existían. ¡Te advertí que tarde o temprano te descubrirían!
—¡Aléjate de mí! —bramó Axcoyatl, dándole un empujón al nahual zorro. Alrededor de ellos, tanto ingenieros aztecas como Coyotl formaban un remolino de batas blancas y abrigos anaranjados que se movían por todos lados— Y no me creas estúpido, Tonacoyotl. Yo muy bien que estaba operando con mi sistema. Que de repente hayas decidido hospedarte en mi edificio, y que ahora estén las autoridades aquí —sonrió con desquicio—, no me parece casualidad.
—Ay, sí, porque soy el criminal más buscado de todo el Oeste... —Tonacoyotl exageró su voz e hizo gestos de burlas con las manos— ¡No tengo la chingada culpa que la vida haya decidido darte un mordisco en el culo! Ahora a mí me toca irme, y tú —bufó con los labios y señaló a Axcoyatl con un danzarín dedo—, te deseo suerte con la cadena perpetua y en ser la perra de Nikola Tesla.
—No, espera aquí maldito —Axcoyatl trató de agarrarlo por el brazo, pero Tonacoyotl se zafó y, junto con sus Coyotl, se fue por el mismo pasillo por el que él entró—. ¡ESPERA, MALDITO COBARDE!
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A las afueras del Centro Tecnológico
Tropas de Pretorianos marchaban cual ejército romano hacia el edificio. El repiqueteo de sus lorigas y el replicar de sus lanzas-rifles y escudos de plasmas fue suficiente para que toda la población de aztecas cercanas al edificio se esfumara. Pronto, ni en las veredas, calles o incluso en la plaza adoquinada hubo un alma que rondaran por la operación militar que se llevaba a cabo. Ni siquiera vehículos públicos; estos fueron reemplazados por coches militares que transportaban más reservas de soldados.
Publio Cornelio Escipión iba a la cabeza de la operación. De pie en la acera contigua a la fachada de ventanales del Centro Tecnológico, oteaba de soslayo las tropas Pretorianas; el bloque principal de soldados lo componían los humanos, mientras que otras dos formaciones a cada lado lo estructuraban Tlacuaches, todos ellos actuando con una disciplina similar a la de los Pretorianos principales.
El ambiente se volvió silenciosamente tenso una vez los Pretorianos se detuvieron en mitad de la carretera. Cornelio se llevó una mano al oído, y presionó el botón de su audífono.
—¿Todos listos en la vanguardia?
Al frente de las formaciones de Pretorianos, pisando la acera que daba a al fachada del edificio, Zinac, Xolopitli y Tecualli escucharon fuerte y claro la voz del líder romano en sus audífonos.
—Todos listos aquí, general —afirmó Xolopitli, accionando los cañones de su rifle. Zinac recargó y accionó su fusil de asalto, y Tecualli agitó su mano e invocó su garrote mágico.
—Perfecto —dijo Cornelio, y movió ligeramente el dedo para cambiar la cobertura de su audífono y pasar a otra línea—. ¿Ala oeste? ¿Preparados?
Subidos en el balcón de un edificio cercano al Centro Tecnológico, Uitstli, Zaniyah, Randgriz, Tepatiliztli y Yaocihuatl dieron uno a uno un salto hasta caer en el balcón del siguiente edificio. La última en llegar fue Zaniyah, con asistencia de Uitstli quien la atrapó en el aire y la colocó en el suelo. Los tres aztecas se colocaron frente a la puerta sellada. Uitstli, con una mano en vuelta en llamas carmesíes, agarró el picaporte de la compuerta.
—Preparados, Cornelio —afirmó el guerrero azteca, sus ojos rojos iluminados de determinación. Tras él, Tepatiliztli, Randgriz y Yaocihuatl invocaron sus lanzas mágicas, y Zaniyah dividió su espadón en dos sables dorados. Uitstli y Randgriz intercambiaron fugaces miradas, comunicándose entre sí la decisión de ambos en trabajar juntos.
—Excelente —Cornelio movió su dedo y cambió de nuevo la cobertura—. ¿Compañía del norte del edificio? ¿Todo listo?
A menos de tres bloques de distancia del Centro Tecnológico se formaba, en una amplia avenida adjunto con otras calles más pequeñas, una densa barricada de vehículos blindados y coches policiales de las autoridades locales de Mecapatli. Hileras de Pretorianos se formaban detrás de los vehículos, y filas de escudos de plasma protegían los automóviles. Los únicos que estaban frente a la barricada de coches eran los tres dioses aztecas, estos últimos recibiendo constantes miradas de admiración de los policías aztecas, quienes no podían concebir que sus dioses estuvieran operando con ellos.
Xipe Tócih se rascaba la oreja y se sacó cera la cual expulsó de un soplido. Mixcóatl, empuñando dos lanzas doradas en sus manos, era el único que permanecía en su pose de combate. Quetzal, por delante de ellos, tenia los brazos cruzados y una expresión de molestia en la cara,
—¿En serio hace falta esto? —inquirió Quetzal, presionando el audífono de su oído— Podemos simplemente entrar, manifestar nuestra autoridad como dioses, ellos se postran ante nosotros ¡y listo! No hace falta tanto embrollo.
—Ni los criminales se arrodillan ante los dioses, Quetzal —habló la voz de Cornelio a través del audífono—. Los tiempos han cambiado, y esta no es la misma gente que conocieron hace cien años.
—Tiene razón —afirmó Mixcóatl, asintiendo con la cabeza—. Pensemos en ellos como secuaces de Omecíhuatl, no como en nuestra gente.
Quetzalcóatl se encogió de hombros, suspiró y bajó los brazos.
—Todo sea porque no haya más daños colaterales.
Publio Cornelio asintió con la cabeza. Alzó un brazo por encima de su hombro, el ceño fruncido de la seriedad militar.
—¡A MI SEÑAL! —vociferó, su rugido militar reverberando en toda la plaza y pudiendo ser escuchado por todos sin necesidad de la comunicación radial. Los Pretorianos cerca de al fachada del edificio alzaron sus lanzas-rifles con una mano, y Zinac, Tecualli y Xolopitli apuntaron igualmente sus armas hacia los ventanales. En el balcón oeste del Centro Tecnológico, Uitstli ya estaba aplastado el picaporte con sus dedos, poniendo en alerta a las mujeres aztecas y preparándolas para el asalto— ¡TRES... DOS.... UNO...!
Y antes de dar el comando, Cornelio miró de soslayo hacia el cielo grisáceo, alcanzando a observar la figura humanoide de Eurineftos sobrevolando los cielos y analizando todo el panorama con los brazos cruzados. Publio asintió con la cabeza, volvió la cabeza hacia delante, y bajó bruscamente el brazo.
—¡¡¡AHORA!!!
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Dentro del Centro Tecnológico
Xolopitli abrió fuego contra las compuertas de vidrio, y estas se desmoronaron con un fuerte estruendo en cien mil pedazos. El Mapache Pistolero avanzó al interior, y en pos de él lo siguieron Zinac, Tecualli y una torva de Tlacuaches Pretorianos que se dividieron en grupos más pequeños e invadieron todo el zaguán en cuestión de segundos.
En el ala oeste del balcón del edificio, Uitstli empujó con fuerza hercúlea la puerta, derribándola de un hombrazo y haciendo que esta cayera encima de un guardia del edificio. El pasillo era estrecho, y en él poblaban varios más de estos guardas quienes, con nervios, trataron de desenfundar sus pistolas. Tepatiliztli invocó una rosa en su mano, la aplastó en la pared, y una veloz onda se esparció por ella hasta alcanzar a los hombres, paralizándolos con raíces que envolvieron todos sus cuerpos. El grupo azteca avanzó, con Uitslti a la cabeza y empujando su escudo y lanza de piedra.
En los pisos inferiores, los Tlacuaches Pretorianos se toparon de lleno con los ingenieros y guardaespaldas de Axcoyatl. Hubo una marea de gritos; los Pretorianos exigiéndoles que se tiren al suelo y que dejen sus armas, y los guardas vociferándoles a sus compañeros, al otro lado de los rellanos, que huyeran lo antes posible. Ingenieros y guardas cayeron al piso, derribados por los empujones de los nahuales mapaches o por la telequinesis de Tecualli, y les pusieron las esposas para así inmovilizarlos y empezar a sacarlos uno a uno del edificio, siendo colocados en hileras frente a la formación principal de Pretorianos para ser inspeccionados por Publio Cornelio.
Em los pisos superiores, el grupo de aztecas liderados por Uitstli avanzaban a través de las estancias, las salas de estar y de operaciones abatiendo a todos los enemigos que se encontraban en el camino sin provocarle daños mortales. Uitstli propinó fuertes empujones a los guardas con su escudo de piedra, chocándolos contra la pared y noqueándolos; Tepatiliztli, Randgriz y Yaocihuatl empleaban los mangos de sus lanzas para golpear a los ingenieros en las nucas, tirándolos así al suelo para después ser paralizados por raíces que salían del suelo; Zaniyah era la que más se aprovechaba de su apariencia frágil para darles palizas a los guardas que, confiados, trataron de darle pelea; de fuertes rodillazos y patadas en sus rostros, la muchacha azteca los tiraba al suelo, noqueándolos en el proceso.
—¡Hallen a Axcoyatl! —exclamó la voz de Publio en los audífonos de los Manahui— Quetzalcóatl dice que está viendo a un grupo huyendo por los pasillos del primer piso. ¡Puede ser él!
—¡Yo me encargo! —exclamó Xolopitli, y miró de soslayo a Zinac y a Tecualli. Ambos asintieron con la cabeza, y el mapache Pistolero le dijo al resto de los Tlacuaches, estos últimos esposando al personal del edificio y poniéndolos contra la pared—: ¡Ustedes inspeccionen el resto del edificio! Nosotros iremos por él.
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https://youtu.be/NPEBPwR8isw
ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯
|◁ II ▷|
Norte del Centro Tecnológico.
Xipe Tócih ole dio un golpe en el hombro a Quetzal y extendió un brazo, señalando el horizonte final de la avenida. Quetzal miró fijamente, y alcanzó a vislumbrar unas siluetas de una gruesa caravana de vehículos aproximarse hacia su posición.
—Hermano —dijo, la mirada entrecerrada—, mira. Coches vienen hacia acá.
—Cierto —afirmó Mixcóatl, deshaciéndose de sus dos lanzas para invocar una honda de luz dorada que empezó a girar por encima de su cabeza—. ¡Soldados, prepárense!
De repente se oyó el silbido de un disparo de francotirador, y una bala impactó duramente en la cabeza de Mixcóatl, generando una chispa explosiva. A pesar de que no le generó ni un rasguño a la deidad, si lo distrajo brevemente por lo repentino que fue. Quetzal, Xipe y los Pretorianos se pusieron en alerta, observando las ventanas y techos de los edificios a su alrededor en búsqueda del francotirador.
Nuevos disparos de francotirador silbaron por el aire, impactando contra las ventanas y los capós de los vehículos. Estridentes ruidos de ventana rompiéndose y de metal chirriando hicieron que los oficiales se pusieron a cubierto. Quetzalcóatl se interpuso rápidamente en el camino y, con asombrosos reflejos, atrapó seis largas balas con sus manos y empujando otras cinco con fuertes cabezazos.
—¡Allí, Mixcóatl! —gritó el Dios Emplumado, alcanzando a vislumbrar el reflejo de una mirilla en el techo de uno de los edificios. El Dios de la Caza calvó su mirada de águila en el mismo techo que Quetzal le indicó; empuñó una lanza con una mano e, inclinando su cuerpo hacia atrás lo arrojó con todas sus fuerzas hacia el cielo, generando efímeramente una onda dorada en el aire.
La lanza dorada surcó el cielo y describió una parábola, multiplicándose en varias más lanzas que cayeron como una lluvia mortal sobre el techo del edificio. Los francotiradores Coyotl se revelaron ante ellos, parándose de sus escondites y siendo empalados por la lluvia de lanzas.
La caravana de vehículos Coyotl avanzaba por al avenida a toda velocidad. Se contaban más de diez de ellos, y todos manejaban a la misma par cual marcha de terroristas a punto de cometer un atentado al mismo tiempo. Los Pretorianos apuntaron con sus lanzas-rifles, empuñándolos con ambas manos, y dispararon contra los automóviles en un intentó por matar a los conductores. Las balas pasaban volando por los alrededores de Xipe Tócih, esta última ni inmutándose por el estruendo de los disparos detrás de ella.
La Diosa de la Vida estiró un brazo y movió sus dedos de arriba abajo, como si estuviera tocando un piano. A diez metros de su posición aparecieron circunferencias rojas que formaron una barrera refulgente y de halos escarlatas que se elevaron al aire. El resplandor de estas invocaciones cegó a los Coyotl, y los coches, viajando a toda velocidad, fueron repentinamente paralizados por la fuerza magnética de los círculos invocados por Xipe Tócih.
Los vehículos levitaron y se volcaron en el aire, revelando las bateas traseras a los ojos de Quetzal, Mixcóatl y los Pretorianos... quedando todos ellos con expresiones horrorizadas al ver como todas las camionetas estaban atiborradas de enormes explosivos. Xipe Tócih frunció el ceño, no comprendiendo lo que estaba viendo pegados en los vehículos.
Uno de los Coyotl alzó un brazo, dificultoso por la fuerza magnética de la diosa, y con gran desespero presionó el botón del panel de control.
—¡¡¡ABAJOOOOOO!!! —chilló Quetzal, saltando por encima de los vehículos para servirse de escudo a los Pretorianos que tenía más cerca.
—¡TOCIH...! —chilló Mixcóatl, queriendo decirle que aplastara la explosión con su magia divina, pero fue demasiado tarde. Los explosivos de las camionetas estallaron con gran potencia, casi de carácter atómico. Mixcóatl apenas se alcanzó a cubrir con un escudo dorado, pero la explosión fue tan cercana que la onda de choque lo empujó brutalmente, mandándolo a volar y a atravesar parapetos de al avenida hasta desaparecer en el interior de un deposito de basura. Xipe Tócih fue consumida por la gigantesca bola de fuego que se elevó más de treinta metros de altura, formando lentamente un hongo. La barricada de vehículos militares fue volcada por completo; los Pretorianos fueron aplastados por las camionetas, y las llamas se comieron a Quetzalcóatl para después seguir su camino e inundar con destrucción masiva toda la avenida y los edificios más cercanos. La población más cercana fueron tomados por sorpresa por la explosión semi-atómica; hombres y mujeres aztecas fueron devorados por las llamas y vueltos cenizas antes de siquiera poder gritar.
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https://youtu.be/ndV3RjJ_nzE
ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯
|◁ II ▷|
En el interior del Centro Tecnológico.
Zinac, Tecualli y Xolopilti bajaron por las escaleras hasta los pasillos inferiores del edificio, persiguiendo en el proceso a un grupo de ingenieros aztecas que huían de ellos. Tecualli, subido encima del hombro de Zinac, agitaba su garrote mágico y atrapaba a todos los aztecas que podía con su telequinesis, para después hacerlos chocar contra las paredes y así dejarlos en el suelo noqueados.
Y justo al bajar el último escalón y llegar hasta los pasillos subterráneos, los tres Manahui sintieron un efímero pero fuerte temblor sacudir las paredes y el techo del pasadizo. Xolopitli apoyó una mano sobre la pared y evitó caerse. Tecualli se bajó de los hombros de Zinac, y justo en ese instante las lámparas del pasillo tiritaron por culpa de la sacudida.
—¿Qué sucede allá arriba, Cornelio? —farfulló Zinac luego de presionar su audífono.
—Se acaba de producir una explosión de carácter nuclear en el norte del Centro —respondió la voz agitada de Cornelio—. No puedo contactarme con los dioses aztecas. Están incomunicados.
—¿Fueron los Coyotl? —inquirió Tecualli al tiempo que él y Zinac seguían a Xolopitli por el pasillo.
—Es lo más seguro. Enviaré a un pelotón para que vayan a revisar. ¡Ustedes concéntrense en capturar a Axcoyatl!
—Fuerte y claro —afirmó Xolopitli, apuntando su rifle a unas compuertas selladas y disparándoles dos veces. Las bisagras rechinaron, y de un fuerte empujón de su hombro el nahual mapache las abrió de par en par.
El trío de aztecas alcanzó a vislumbrar, al fondo del pasillo, al resto del grupo de guardaespaldas e ingenieros de Axcoyatl escabulléndose tras una encrucijada de caminos. Corrieron a toda velocidad hacia la intersección, y al llegar a esta, se toparon repentinamente con Uitstli, Randgriz, Tepatiliztli, Yaocihuatl y Zaniyah. El grupo entero intercambió miradas, comprendiendo mutuamente que todos estaban persiguiendo a su mismo objetivo. Voltearon las miradas hacia el pasadizo por el que huyó el grupo de Axcoyatl, y vieron unas compuertas abiertas de par en para que daban con unas escaleras en caracol, descendiendo a niveles mucho más subterráneos del edificio.
—Nos dirigimos más hacia abajo, Cornelio —anunció Uitstli, quien se puso al frente del su grupo y todos juntos comenzaron a descender a toda velocidad los peldaños de hierro—. Axcoyatl parece querer huir por los túneles abandonados de Mecapatli.
—Cuídense las espaldas —les hizo caer en cuenta Cornelio.
—Lo haremos —respondió Randgriz, bajando a la misma par que Uitstli y cruzando por un segundo miradas con él.
Los Manahui Tepiliztli terminaron de bajar hasta los subterráneos diez segundos luego de terminada la llamada. Xolopitli, Zinac y Tecualli se dispersaron, apuntando sus armas contra las máquinas de construcción que estaban dispuestas por todos los monorrieles, atentos por cualquier enemigo escondido. Uitstli y Randgriz avanzaron juntos, bajando de la plataforma de piedra y dirigiéndose hacia el nervioso grupo de aztecas que trataban de hallarla con mirada nerviosa una salida inmediata.
—¡QUIETOS TODOS UTEDES! —maldijo Zinac. Al ver que no les hacía caso, miró de soslayo a Tecualli. El nahual quiróptero disparó su rifle al techo, y después el nahual brujo inmovilizó a todos los aztecas con un barrido de su garrote mágico, encerrándolos a todos en prisiones telequinéticas con excepción de Axcoyatl.
El silencio gobernó todo el túnel en penumbras. Uitstli y Randgriz se aproximaron a Axcoyatl, este último dándoles la espalda. Yaocihuatl, Tepatiliztli y Zaniyah se dispersaron por los alrededores, vadeando al científico azteca y sirviendo de centinelas para todas las salidas que Axcoyatl pudiera usar para escabullirse.
—Ya no tienes a donde huir, Axcoyatl —espetó Xolopitli en lo alto del altar que daba a las escaleras, sin bajar en ningún momento su rifle—. ¡Date la vuelta y ríndete!
El cientifico azteca permaneció callado e inmóvil. Un ignominioso resplandor rojo se reflejaba en sus hombros y en su tocado de plumas púrpuras, su figura volviéndose inquietante a la vista de todos los Manahui. La espeluznante tensión pululaba en toda la estancia en penumbras, el silencio empeorando más el ambiente Randgriz y Uitstli se miraron entre sí, y asintieron ambos la cabeza. El dúo comenzó a aproximarse hacia Axcoyatl lentamente...
Hasta que, de repente, el científico azteca se dio bruscamente la vuelta y los encaró a todos con un semblante desquiciado. En su mano empuñaba una piedra ovalada con cientos de fisuras abriendo su superficie de las que emanaba luz tempestuosa. Sus repentinos movimientos dieron un susto a los Manahui, e hizo que Uitslti y Randgriz retrocedieran un paso.
—¡ATRÁS! —gritó Axcoyatl, acercando el resplandeciente Sefarvaim a su pecho— ¡No se me acerquen! ¡O utilizaré ESTO!
Los ojos de Randgriz se ensancharon en una mueca de espanto. Uitstli chirrió los dientes, el sudor corriéndole por las sientes y la mejilla. El resto de los Manahui sintieron la misma tensión acumulada que ellos. Sabían lo terrible que estaba siendo la situación ahora, y lo peor que se desenvolvería si no lo evitaban.
Axcoyatl sonrió de oreja a oreja, y comenzó a romper la piedra con sus dedos, abriendo más las fisuras y aumentando el poder luminico de esta.
—No se los permitiré, Manahui Tepiliztli —gruñó. Estiró un brazo hacia arriba y después lo acercó a su pecho, chocándolo contra sus pectorales... pero debido a al adrenalina del momento, ninguno se dio cuenta que el Sefarvaim no generó ningún efecto— ¡NO ME LLEVARÁN CON VIDA!
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https://youtu.be/HlNpKhXUO-Y
ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯
|◁ II ▷|
Tecualli agitó su garrote mágico, pero antes de que su telequinesis pudiera aprisionar a Axcoyatl... se oyó el bramido de un disparo viniendo de la penumbra.
El Sefarvaim se zafó de los dedos endebles del científico azteca, cayendo con estrepito al suelo y rodando un poco. Axcoyatl se palpó el pecho, y sus dedos se mancharon con su sangre. Un agujero de bala se abría en el centro de sus pectorales, manando sangre por su abdomen y manchando su falda. Axcoyatl miró con ojos de sorpresa aterrada a los Manahui, y después se dio la vuelta, viendo la oscuridad del fondo del túnel...
De la que emergió otro disparo, haciendo resonar todo el túnel. La bala impactó en la cabeza de Axcoyatl, y el cientifico axteca cayó muerto al suelo y bocarriba, marcando expresiones de perplejidad horrida en todos los Manahui.
El tiempo pareció ralentizare cuando todos viraron a sus alrededores oscuros en búsqueda de tiradores. Sin embargo se oyó en cambio un ruido sordo de algo metálico cayendo al suelo. Lo manahui torcieron las cabezas hacia el suelo, y descubrieron un objeto ovalado rodando en el suelo y empezando a botar humo.
—¡¡¡GRANADA!!! —chilló Zinac en advertencia, siendo el primero en cubrirse con una ala de murciélago. El resto, no obstante, no tuvo tiempo para cubrirse.
El objeto metálico explotó, y toda la estancia rodeada de máquinas se vio sumida en una poderosa barrera de humo. Los Manahui fueron ensordecidos brevemente, pero antes de que sus sentidos pudieran recuperarse en cuestión de segundos, más granadas de luz cayeron en la zona, estallando constantemente y manteniendo aturdidos a todos. A través de la barrera de humo blanco, acrecentándose con cada explosión de granada, se formaron figuras de distintos nahuales zorros armados hasta los dientes, caminando a través de los desmoronados Manahui y propinándoles disparos en sus vientres, piernas o brazos, de tal forma que, incluso sin perforarles sus cuerpos, les generara raspones y un inmenso dolor que les evitara ponerse de pie. Quienes peor se llevaron el trato fueron Xolopitli y Tecualli; el primero recibió una herida mortal en el estómago, y el segundo, al no tener protección de su telequinesis, se llevó heridas de bala en su pierna izquierda.
El escuadrón de Coyotl se quitó las máscaras de gas justo después de que la última granada explotara y el humo empezara a disiparse. Los Manahui trataron de reincorporarse, pero se les dificultó por el dolor y las heridas. Tonacoyotl se quedó viendo con el ceño fruncido el cadáver de Axcoyatl. En silencio, mientras que detrás suyo se oía los gruñidos de los Manahui tratando de ponerse en pie.
El nahual zorro le un escupitajo al cadáver y después lo pateó, alejándolo del Sefarvaim. Después él fue a recoger la piedra demoniaca, pero antes de poder agacharse, unos disparos impactaron en el suelo y lo hicieron retroceder. Su grupo de Coyotl formó una barrera a su alrededor.
—¡¡¡TOOOOONACOOOYOOOOTL!!! —vociferó Xoloptili, empuñando su rifle con ambas manos e ignorando el inmenso dolor de su vientre.
—¡Ya es inevitable esto, Xolopitli! —exclamó Tonacoyotl, apartando a sus hombros para mostrarse sin pena y con gloria vanidosa ante Xolopitli— Tengo lo que quiero en frente de mí. No importa cuanto me dispares, o si tu amigo Uitstli se pone de pie y me encara —miró de soslayo al guerrero azteca, que justo se puso de pie y le hizo frente con una mirada furiosa—, solo necesito tomar el Sefarvaim y listo, ¡estaré por encima de ustedes!
—¡Eso lo VEREMOS! —exclamaron Uitslti y Xolopitli al mismo tiempo, pero antes de que ninguno pudiera hacer nada, uno de los Coyotl le pasó a Tonacoyotl una figura felpuda que este último colocó a la altura de sur ostro y le puso un cuchillo en el cuello. El Mapache Pistolero agrandó los ojos como platos, y un gemido ahogado ahorcó su garganta hasta volverlo un sollozo de terror.
Tonacoyotl tenía en sus manos a un amordazado Yaotecatl, este último con moretones en su rostro y sin su parche cubriendo el hueco donde antes estaba su ojo.
—¡¿YAOTECATL?! —farfulló Xolopitli, la desesperación quebrando su voz, la sangre manchando todo su vientre— ¡¡¡SUELTALO, HIJO DE PUTA!!!
—Sabes, hay algo que el estúpido de Axcoyatl no entendió del funcionamiento del Sefarvaim —indicó Tonacoyotl, sonriendo de oreja a oreja, los colmillos rojos y babeantes—. Y es que, para activar el Sefarvaim, se necesita hacer lo mismo que hacían nuestros antepasados en Tenochtitlan.
Las miradas de Uitstli y Xolopitli se volvieron más horrorizadas. Randgriz se había reincorporado también, y al ver al atemorizado Yaotecatl forcejeando inútilmente en los brazos de Tonacoyotl, dejó escapar un gemido de espanto.
—¡YAOTECATL! —chilló la Valquiria Real, abalanzándose hacia el nahual zorro pero siendo detenida por el brazo de Uitstli.
—Obviamente no se requiere un corazón —especificó Tonacoyotl, agitando levemente la cabeza—. Sino de cualquieeeeer tipo sangre, sea amiga o enemiga —el cuchillo rozó el cuello de Yaotecatl, el vello de este último erizado del pavor—. Etztli to Etztli, Xolopitli. Su sangre... por la sangre de Cuetlachtli.
—¡NI SE TE OCURRA, MALDITO! —vociferó Xolopitli, sus ojos brotando tantas lágrimas de desesperación como su vientre brotaba sangre, la adrenalina del momento impidiendo que sienta dolor alguno.
—Ahí te equivocas, Xolopitli —el semblante de Tonacoyotl se ennegreció en una mueca ida de sí misma—. A mí... siempre se me ocurre mis mejores hazañas.
Y entonces... el cuchillo le cortó de cuajo la yugular a Yaotecatl.
El mundo enteró se silencio con el silbido de la hoja cortando la carne. Uitstli y Randgriz quedaron completamente anonadados al ver la sangre emanar del cuello de Yaotecatl, cayendo a borbotones sobre el Sefarvaim. Xolopitli despidió un poderoso alarido de dolor, impotencia y cólera masiva. Disparó, pero las primeras balas mataron a cuatro de los diiez Coyotl que lo acompañaban. El resto de los Coyotl contraatacó, y Xolopitli tuvo que tirarse al suelo para esquivar las balas.
Tonacoyotl tiró el cadáver de Yaotecatl al piso cual muñeco inservible, para después aguacharse y recoger el Sefarvaim. El resto de los Coyotl dispararon contra Uitslti y Randgriz, peor esto últimos atacaron con más ferocidad, empalándolos con las lanzas o propinándoles brutales puñetazos que los noqueaban o les torcían el cuello. Una vez todos los Coyotl fueron abatidos, Einhenjer y Valquiria se abalanzaron con total furia vehemente hacia el nahual zorro...
Solo para ser paralizados por una cegadora explosión lumínica que destruyó totalmente la corteza de piedra del Sefarvaim.
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https://youtu.be/TNFdId_JG6g
ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯
|◁ II ▷|
En el deposito de basura al norte del Centro tecnológico, Mixcóatl emergió de los cascajos de sobras y desperdicios y miró su derredor, averiguando en el lugar donde fue a parar y buscando una salida. Al mover ninguna cerca, alzó la cabeza, y optó por volar hacia el techo y atravesar el techo de ventanales por el que había entrado.
Pero antes de poder manifestar sus alas en sus brazos, vio múltiples resplandores rojos fulgurar del interior de varias montañas de basura. Mixcóatl se los quedó viendo con extrañeza, y después ensanchó los ojos al sentir un inmenso poder divino y de carácter demoniaco venir de ellos. Antes de poder llevarse la mano al oído y comunicárselo a Cornelio... aquellos fulgores estallaron, y de ellos salieron disparados múltiples objetos blancos que desaparecieron en el cielo plomizo.
Los objetos surcaron el cielo a tal velocidad que pasaron de largo del levitante Eurineftos. Este último solo reaccionando un segundo después y logrando ver a duras penas los cometas blancos penetrar el Centro Tecnológico y perforar el subsuelo, alcanzando los túneles y siendo interceptados por la cúpula escarlata que apareció alrededor de Tonacoyotl. Los receptores de Eurineftos captaron lo que estaba sucediendo, y el Metallion, en un abrir y cerrar de ojos, se abalanzó de un impulso hacia los túneles del edificio.
El nahual zorro se elevaba en el aire, la cúpula de luz roja envolviéndolo y creando entramados a su alrededor. Su aspecto pasó de mortal a deidad cuando sus ojos fulguraron como dos soles rojos. Uitslti y Randgriz retrocedieron, cubriendo sus ojos con sus manos. Tepatiliztli fue la primera en ponerse de pie, y ayudó a Yaocihuatl a ponerse de pie y después a reincorporar a Zaniyah. Zinac agarró al malherido Tecualli para cubrirlo con sus brazos... olvidándose por completo de Xolopitli, este último corriendo hacia el cadáver de Yaotecatl con lágrimas en los ojos.
Eurineftos atravesó el techo del túnel y aterrizó en el suelo, justo detrás de Uitstli y Randgriz. Justo en ese instante, Xolopitli estaba de rodillas en el piso, abrazando el cadáver de Yaotecatl y llorando desconsoladamente su horrible muerte.
—¡EURINEFTOS, SACA A MI FAMILIA DE AQUÍ! —exclamó Uitstli, señalando a los Manahui con un agite de su brazo.
Eurineftos entró en un debate consigo mismo, y el algoritmo de sus sistema se puso conflictivo. ¿Luchar contra Tonacoyotl como se le ordenó, o rescatar a los aliados de Uitstli? Por primera vez desde su renacer... el Metallion se mostró indeciso.
La duda fue su calamidad y la desesperación fue la de Uitstli y Randgriz. Antes de que pudieran reparar en lo que tenía en frente, la cúpula de entramado rojos de Tonacoyotl se encogió sobre sí misma, y el cuerpo del nahual zorro empezó a ser recubierto por piezas de armaduras blancas que se agigantaron hasta adoptar el mismo tamaño que Eurineftos. El armazón níveo de Tonacoyotl le adquirió la apariencia de un Mecha, y la carne y hueso de su cuerpo se fusionó con las placas y la loriga, volviéndose uno el Mecha y el nahual. Las piezas de armadura cambiaron de color repentinamente, volviéndose negras con naranja, y el proceso de transformación culminó cuando el peto de la armadura del Mecha refulgió, y el generador de la Capsula expulsó una lluvia de luz tempestuosa que cegó al guerrero, a la valquiria y al Metallion.
El poder de la capsula y el del Sefarvaim se fusionaron, dando como nacimiento a un ciborg de cinco metros de altura que dio una voltereta acrobática en el aire y cayó de cuclillas en el suelo. Eurienftos, Uitstli y Randgriz fruncieron el ceño de la incertidumbre y del miedo de ver al nuevo enemigo que tenían ante ellos: con su armadura de placas delgadas y superpuestas,, sus hombreras puntiagudas, y su yelmo con la vaga forma de un zorro, el renacido Tonacoyotl se presentó a sí mismo con las siguientes palabras robóticas:
Eurineftos desenfundó de debajo de su antebrazo su espada de plasma anaranjado. Se abalanzó contra Mechacoyotl y arremetió contra él de un amplio espadazo. Su enemigo lo esquivó moviéndose sin mucho esfuerzo, somo si los movimientos de Eurineftos se hubiesen vuelto lentos para él. La espada de plasma cortó inmensas secciones de la pared, y lluvias de escombros cayeron sobre el túnel, este mismo empezando a sufrir los temblores de sus cimientos siendo destruido por la pelea de ambos titanes de hierro.
Los escombros cayeron sobre los Manahui, y esto los puso en alerta para empezar a movilizarse. Escombros impactaron sobre los omplatos de Uitstli, y este último se sirvió de escudo para proteger a su Valquiria Real. Randgriz tomó la mano de Uitstl, y ambos se pusieron de pie.
—¡¡¡TODOS, PARA ARRIBA, RÁPIDO!!! —chilló Uitstli a su grupo y, junto con Randgriz, corrieron lo más rápido posible hacia las escaleras. En pos de ellos los siguió Tepatiliztli y Yaocihuatl )ambas cargando con los hombros de la otra=, Zanyah con una mano en su vientre, y Zinac quien se impulsó hacia Xolopitl junto al cadáver de Yaotecatl y, junto con el malherido Tecualli, salió impulsado hacia el techo batiendo sus alas y atravesando hasta salir a la superficie.
Eurineftos realizó una finta con la cual confundió a Mechacoyotl y lo empujó con su hombro, haciendo que este impacte de espaldas contra la pared. El Metallion arrojó una estocada directo a su cabeza, pero antes de que la espada pudiera decapitarlo... La mano de Mechacoyotl atrapó su muñeca, y las fuerzas de ambos se igualaron hasta el punto en que Eurineftos dio un suspiró de sorpresa cuando Mechacoyotl le torció la mano y lo alejó de sí para último agarrar su cuello con su otra mano y empezar a aplastarlo.
—¡¿Qué?! —farfulló Eurineftos, su voz estrujándose por culpa del agarre de Mechacoyotl, su muñeca dislocándose hacia abajo y soltando múltiples chispas— ¡¿Qué significa... esto?!
—Ahhhh... no sabes lo mucho que me gusta ver esa expresión —dijo Mechacoyotl, su voz igual de robótica que Eurineftos, pero sonando más siniestra— . Una expresión que nace de ver como un ser superior... ¡Se enfrenta a otro ser superior!
Eurineftos respondió a su agarre propinándole un veloz cabezazo que hizo que le soltara la mano y el cuello. Su muñeca se reparó al instante, y el Metallion lo arremetió con un fugaz espadazo. Mechacoyotl lo esquivó agachándose, y contraatacó con un feroz puñetazo en su vientre que hizo que Eurineftos se inclinara hacia delante. El Metallion contraatacó con otro cabezazo, y después con un amplio espadazo. Mechacoyotl lo volvió a esquivar, y contraatacó con un codazo en su cabeza, seguido de un ágil salto que lo elevó hacia su pecho y allí le conectó un rodillazo. Eurineftos gruñó de molestia, y su espalda chocó contra la pared. ¡Qué ágil se había vuelto!
Eurineftos convirtió su brazo en un cañón de riel y disparó contra Mechacoyotl, encerrándolo en una prisión gravitatoria que lo aplastó contra el suelo... No, todo lo contrario. Mechacoyotl apenas y se inmutó a la gigantesca fuerza gravitatoria, el triple de poderosa que la presión atmosférica de las fosas marianas, y avanzó con la misma velocidad hacia Eurineftos hasta torcerle el brazo de un manotazo, destruyendo así el canon de riel. Mechacoyotl agarró a Eurineftos de la cabeza con ambas manos y, de un fuerte rodillazo, mandó a volar al Metallion fuera del túnel.
Los Pretorianos de las compañías humanas del exterior se llevaron un tremendo susto de muerte primero de ver a los Manahui Tepiliztli salir del edificio con heridas mortales y moretones. Publio Cornelio os acogió, pero antes de tener tiempo de preguntarles que estaba pasando, oyó un estruendo de desmoronamiento venir del Centro Tecnologico. Él y sus Pretorianos alzaron sus cabezas, llevándose le horror absoluto de ver a Eurineftos volar por los aires, inerte, para después ser interceptado brutalmente en su rostro por el puñetazo de Mechacoyotl.
Eurineftos salió disparado supersónicamente contra la ciudad; a su paso atravesó más de veinte kilómetros de rascacielos, torres, fincas, casas, avenidas y plazas, regando tras de sí un denso camino de escombros que inundaron las calles y aplastaron a cientos de aztecas y vehículos por doquier. EL lejano ruido de os escombros, los gritos y los cláxones de coches puso los pelos de punta a Publio y sus Pretorianos.
Mechacoyotl se propulsó con generadores de plasma que manifestó de su espalda, y en un segundo aterrizó en el suelo dando un acrobático giro que aplastó a numerosos Pretorianos en el proceso. Sangre y armaduras apachurradas se regaron por toda la plaza al tiempo que Mechacoyotl movía sus piernas aeróbicamente hasta colocarse sobre una rodilla y clavar su mirada de franja anaranjada sobre Cornelio y sus Pretorianos.
El Ilustrata de la Guerra apenas y tuvo tiempo para desenfundar su espada; en un abrir y cerrar de ojos Mechacoyotl se abalanzó hacia él, reduciendo su tamaño al de un humano y pegándole un titánico puñetazo en su mejilla. Sangre manó de los labios de Publio Cornelio, y su pómulo se desfiguró levemente hasta que su pómulo fue destruido por completo. El ataque fue tan sorpresivo que Cornelio no tuvo tiempo de contrarrestarlo, y su cuerpo fue mandado a volar contra un edificio cercano, atravesándolo y dejando una cortina de polvo tras de sí.
Los Pretorianos trataron de atacar disparando sus lanzas-rifles. Mechacoyotl ni se inmutó a sus inofesivos disparos, estos sin hacerle nada a su durísimo armazón. Alzó un brazo, y este fue envuelto en una espada de plasma anaranjada como la de Eurineftos; la esgrimió hacia delante, y esta disparó un tajo naranja que se esparció por todo el lugar impactó a los más de cincuenta Pretorianos. De repente, todos ellos estallaron en dantescas explosiones de sangre que salpicaron la totalidad de la plaza, manchando en el proceso a los abatidos y perplejos Manahui.
Zinac fue quien más se llenó de impotencia al ver la horrida escena. Dejándose dominar por la rabia de ver a los Tlacuaches explotar como burbujas de carne, el nahual quiróptero se abalanzó hacia Mechacoyotl, transformándose en Camazotz al grito de su Tlamati Nahualli.
—¡¡ZINAC, ESPERA!! —chilló Tepatiliztli, pero ya era tarde para ella.. y para él.
Mechacoyotl se dejó atacar por Camazotz. El gigantesco murciélago arañó incontables veces la armadura de su enemigo, pero sus garras fueron incapaces de penetrar en las placas. Mechacoyotl carcajeó de la satisfacción, y contrarrestó todos los zarpazos de Zinac generando una explosión de ondas expansivas de su pecho que lo hicieron retroceder, Tras eso le propinó dos veloces puñetazos en su hocico, seguido por una veloz patada que le rompió la quijada y, por último, lo agarro de la cabeza y lo estampó duramente contra el suelo. Mechacoyotl remató a Zinac con tres inclementes patadas en su pecho y cabeza; la forma Camazotz se deshizo en sombras, enseñando a un muy malherido Zinac con su rostro lleno de moretones inflados.
Mechacoyotl mugió, satisfecho. Justo su mano se alzó por instinto y sus dedos atraparon el filo de un hacha hecha de fuego escalrata. Levantó la cabeza, y miró de lleno a los ojos a Uitstli. Su otra mano se movió también por instinto, y atrapó la punta de la lanza Tepoztolli de Randgriz. Einhenjer y Valquiria trataron de zafarse de su agarre, pero les fue imposible. Era terriblemente más fuerte que los dos juntos.
—¡Son unas CUCARACHAS! —exclamó Mechacoyotl, y de un solo apretar de sus dedos destruyó la lanza y el hacha de ambos guerreros. De un rodillazo noqueó a Randgriz, para después agarrarla del cabello y arrojarla lejos, terminando esta chocando conta el tráiler de una camioneta y enterrándose dentro de ella. Uitstli gritó de la rabia, y contraatacó con un brutal puñetazo que solo consiguió moverle un poco la cabeza a Mechacoyotl. Este último respondió devolviéndole el puñetazo, dejando aturdido unos segundos que aprovechó para agarrarlo del cuello y aplastarlo contra el suelo.
Tepatiliztli, Zaniyah y Yaocihuatl quedaron horrorizadas de ver como el ahora transformado Tonacoyotl los estaba dominando a todos. Con excepción de Tepatiliztli, esta última en un desesperado intento de tratar la herida de Yaotecatl por petición de Xolopitli, las últimas dos apenas y podían moverse de lo paralizadas del miedo que estaban ante un poder que las superaba titánicamente. y que las pulverizaría antes de que ellas se dieran cuenta.
Los ojos de Uitstli refulgieron, y su piel comenzó a transformarse en pelaje blanco y rojo. El Jaguar Negro estaba a apunto de salir de lo más profundo de su rabia incontenible, pero antes de poder ejecutar por completo su transformación... una fugaz lanza dorada apareció atravesando sobre las placas negras del pecho del demoniaco ciborg.
Mechacoyotl torció las placas de su rostro en un fruncimiento de cejas. Soltó a Uitstli y lo alejó de sí con una feroz patada que lo envió por toda la plaza. Mechacoyotl recibió otra lanza, y otra lanza atravesando su vientre y pecho. Apenas y se inmutó a ellas, y a la cuarta lanza la destruyó con invocando en su antebrazo un escudo de plasma rojo que, justo a tiempo, bloqueó la brutal estocada de Mixcóatl.
—¡Un Dios! —exclamó Mechacoyotl— ¡Otro digno rival para mi nuevo cuerpo!
Mixcóatl chasqueó los labios y puso una mueca de asco en respuesta. Las lanzas enterradas en su pecho explotaron en estallidos de luz, tomando por sorpresa al demoniaco ciborg y haciéndolo retroceder. El Dios de la Caza voló por el aire dando volteretas, y batió las alas, saliendo disparado contra Mechacoyotl y propinándole una aerodinámica patada directo en su rostro y pecho. Mechacoyotl salió volando varios metros por el aire, y cayó de espaldas al suelo. Poco tiempo permaneció allí, pues se reincorporó del suelo con un salto acrobático y, en el proceso, desenfundó en ambos antebrazos espadas de plasma naranjas.
Antes de poder abalanzarse y reabrir la batalla, Mechacoyotl se detuvo en seco y observó la llegada de otros dos dioses que se pusieron lado a lado con el Dios de la Caza; un aterrizó regando plumas blancas por el aire, y la otra apareció deslizándose por un puente de sangre. Quetzal y Xipe Tócih.
El demonio ciborg escuchó un gruñido robótico venir de detrás suyo, seguido por una avalancha de escombros de un edificio cayéndose. Mechacoyotrl dio una voltereta hacia un lado, esquivando el enfurecido espadazo de Eurineftos. El Metallion, impulsado por sus propulsores, terminó abriendo un gigantesco tajo en el suelo y rodó por el suelo hasta derrapar y detenerse justo al lado de los Dioses Aztecas. Justo en ese instante, emergiendo de los escombros también con un impulso, apareció Publio Cornelio con la mejilla entumecida por un raspón y sus labios ensangrentados.
—Es demasiado poderoso, señor Cornelio —afirmó Eurineftos con rotundidad, mirándolo de arriba abajo—. Me atrevo a decir... que es tan fuerte como yo.
—Pa... patrañas —gruñó Cornelio, escupiendo sangre y desenfundado su espada de su cincha. Miró de reojo a los malheridos Manahui, tratando de reconciliarse entre ellos en este campo de batalla—. Iré a llamar a William Germain. Quetzal, Xipe, Mixcóatl, ustedes entreténgalo. Eurineftos, saca a los Manahui de aquí.
—Entendido —Eurineftos asintió con la cabeza, y todos entraron en acción.
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|◁ II ▷|
Mixcóatl esgrimió sus lanzas, Quetzalcóatl tronó sus nudillos y sus puños se envolvieron de fuego blanco, y Xipe Tócih agitó su mano e hizo emerger de un charco de sangre una espada de carne y huesos.
Publio Cornelio se acuclilló y de un poderoso impulso se abalanzó hacia una caravana de vehículos de Pretorianos que consiguieron sobrevivir a todo el fragor; dentro de uno de ellos agarró una radio, y dijo un código en rojo seguido por el nombre de William Germain.
Eurineftos se abalanzó hacia los Manahui, recogiéndolos uno por uno del suelo como un niño que recoge sus juguetes, y cuando los tuvo a todos en sus manos (incluyendo a Xolopitli aún cargando con el cadáver de Yaotecatl) saltó a los cielos y se transformó en un avión de carga de color naranja y negro.
Mechacoytol siguió al veloz avión de carga con la mirada, dándole la espalda a os Dioses Aztecas en el proceso. Ladeó la cabeza y alzó un brazo, este último convirtiéndose en un cañón de riel negro y emitiendo electricidad naranja.
—¡¿Y TÚ A DÓNDE CREES QUE VAS?! —vociferó, y estuvo a punto de disparar... hasta que vio como su brazo entero era rodeado por una serie de raíces de púas hechas de sangre que lo inmovilizaron y el hicieron bajar el brazo. Mechacoyotl se dio la vuelta, y al hacerlo se llevó de lleno el mordaz puñetazo de Quetzalcóatl que le hizo vomitar sangre negra por la boca y soltar varias piezas metálicas alusivas a dientes.
—Tú no irás... ¡A NINGUNA PARTE! —maldijo el Dios Emplumado, sus los brillando como dos soles blancos y su voz sonando como la de una deidad encolerizada.
Mixcóatl apareció debajo de él y, de un espadazo de su filosa lanza de luz, le cortó en dos una de sus piernas. Quetzal aprovechó el impulsó de su caída para propinarle un poderoso puntapié directo en su rostro, empujándolo brutalmente al suelo y enterrándolo dentro de una hendidura. El Dios de la Caza dio una voltereta en el aire, y en e proceso le cortó la otra pierna a Mechacoyotl con un tajo de su segunda lanza. Quetzalcóatl le propinó puñetazos incontrolables en el yelmo; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Uno más fuerte y rápido que el otro, desfigurando lentamente su yelmo mientras que Mixcóatl y Xipe Tócih lo paralizaban con sus raíces de sangre y con empalamientos de sus lanzas.
Quetzalcóatl alzó su puño, el fuego blanco envolviéndolo y agigantándose. Lo arrojó sobre su rostro... hasta que una mano negra apareció atrapando sus nudillos. Mechacoyotl alejó le torció totalmente el brazo a Quetzalcóatl, para después jalar de él y acercar su rostro al de él hasta tenerlo a solo unos centímetros.
—Cobardes peleando en grupo... —murmuró Mechacoyotl, y carcajeó de la histeria— Omecíhuatl tenía razón de ti. ¡Tu lado humano te hace un DIOS DÉBIL!
—Que... ¡¿QUÉ DIJISTE?!
De repente el cañón de riel de su brazo hizo efectivo su disparo eléctrico. Las raíces de sangre de Xipe Tócih brillaron en combustión, y estallaron en explosiones fulgurantes que cegaron a los tres dioses. Mechacoyotl aprovechó este breve instante de oportunidad; su yelmo se regeneró, y los muñones de sus piernas nacieron nuevas piernas metálicas en un abrir y cerrar de ojos. Agarró al Dios Emplumado de su cabello y lo estampó contra el suelo, para después acercar su cañón de riel a su rostro y dispararle en la cara una, dos, tres, cuatro y cinco veces, enterrando por completo su cabeza dentro del concreto. Tras eso se abalanzó a Mixcóatl, y le conectó una salvaje patada que lo mandó al suelo y lo dejó aturdido. Empleó su cañón de riel y la electricidad, cual gravedad, lo alzó por los aires y al comando de su sacudida de brazo lo arrojó contra XIpe Tócih. Ambos dioses chocaron fuertemente, y cayeron inconscientes al suelo.
—¡EURINEFTOS, COBARDE! —maldijo Mechacoyotl. Las placas de su espalda se abrieron, y de ellas emergieron haces de luz anaranjada que se extendieron de lado a lado, convirtiéndose en alas de demonio— ¡¡¡VUELVE Y PELEA!!!
Se acuclilló y, de un salto y un batir de sus nuevas alas, el demonio ciborg salió impulsado a una velocidad hipersónica hacia el cielo en dirección al avión de carga.
En los cielos, el avión de carga que era Eurineftos transportaba a unos nerviosos Manahui que andaban viendo todo el rato por los ojos de buey luego de escuchar un bramido robótico surcar el firmamento a la misma altura que ellos. Tepatilztli hacía todo lo posible por atender las heridas de Zinac y Tecuallli mientras sufría los constantes agites de turbulencia del avión. Zaniyah se tambaleó y cayó al suelo, para después rodar por el cuando el avión empezó a moverse en peligrosos zigzagueos, esto con tal de esquivar las ráfagas de plasma naranja que Mechacoyotl le disparaba con su cañón de riel.
Yaocihuatl se abalanzó hacia Zaniyah, tirándose en el suelo con ella y empleando su lanza de plasma para poder sostenerse bien de tanta turbulencia. Tepatiliztli empleó sus raíces con tal de tener amarrados a los malheridos a la pared. Uitstli, por su parte, se sostuvo de los bordes de una ventana, y a través de él alcanzó a ver la ignominiosa figura humanoide de Mechacoyotl aproximarse poco a poco hacia ellos.
—¡Date prisa, Eurineftos! —exclamó Uitstli, pegándole varias veces a la pared— ¡Nos está alcanzado!
Hubo una nueva turbulencia, y todo el rellano se vino hacia abajo, cayendo ellos hacia el fondo del pasillo. Zaniyah se agarró de Yaocihuatl, y esta última se sotuvo de un parapeto del techo. ZInac, Tecualli, Xolopitli y el cadáver de Yaotecatl se mantuvieron a flote gracias a las raíces de Tepatiliztli. Uitstli, aún agarrándose de los bordes del ojo de buey, vio con gran sorpresa como el avión estaba descendiendo de regreso a la superficie.
—¡¿QUÉ ES LO QUE HACES, EURINEFTOS?! —chilló Uitstli.
—Es tan veloz como yo —anunció la voz de Eurineftos en toda la cabina—. Me es imposible escapar de él incluso en mi máxima velocidad. No hay de otra. ¡Tengo que luchar contra él!
El anunció dejó helado a todos los Manahui.
El avión de carga pasó volando por encima de los techos de varios rascacielos. Eurineftos tuvo cuidado de ni siquiera rozar con ellos, para evitar los mayores daños posibles, muy a su pesar de no poder evitar que las ráfagas destructoras de Mechacoyotl arrasaran con hogares y edificios enteros, cobrándose así la vida de cientos de aztecas. Varios de los cañonazos eléctricos golpearon los laterales del avión de carga, justo cuando este estaba a punto de transformarse de regreso a su forma humanoide.
Los aztecas más cerca a la plaza, lugar de aterrizaje, chillaron de la sorpresa y salieron corriendo lo más rápido posible de allí. Los impactos de las ráfagas impactaron contra las alas y el fuselaje, y la forma del avión se encogió placa por placa, pieza por pieza, convirtiéndose en un abrir y cerrar de ojos en el Mecha. Los Manahui Tepiliztli salieron volando por los aires por obra de Eurineftos, este último disparando sogas de plasma para amortiguar las caídas de todos ellos al suelo de adoquines. La única que no pudo alejar de las explosiones de plasma fue Zaniyah; la muchacha cayó rodando violentamente por el suelo, y el gigantesco Eurineftos dio una voltereta y plantó la suela de su pie contra el piso de la plaza, abriendo todo un surco por el pavimento hasta que su pie impacto contra una escalinata.
La expresión de terror se dibujaba en el rostro de Zaniyah. La muchacha azteca, alejada totalmente del resto de sus familiares, se arrastró por el suelo hasta esconderse detrás del pie de Eurineftos. Justo en se momento se oyó un silbido eléctrico, y Zaniyah observó al otro lado de la plaza a Mechacoyotl aterrizar en la plaza sobre una rodilla.
—Atrás, niña... —bramó Eurineftos, izando la cabeza, clavando su mirada de odio en su enemigo y cubriendo la mitad de su rostro con placas mecánicas. Zaniyah siguió retrocediendo, el corazón palpitando del pavor de oír la voz severa del autómata. Ahora sí iba en serio.
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|◁ II ▷|
—¡ZANIYAH! —gritó Uitstli, quitándose de encima las sogas de plasma azul. Yaocihuatl y Randgriz lo imitaron y se reincorporaron a su par. Tepatiliztli, al otro lado de la plaza, jaló los cuerpos malheridos de Zinac y Tecualli con sus raíces de aura, escondiéndolos detrás de árboles y alejándolos lo más posible de la batalla de los titanes de hierro. Xolopitli corrió hacia su posición, cargando consigo el cadáver de Yaotecatl; su sentimentalismo no lo dejaba ir por nada en el mundo.
Los sables naranjas de Eurineftos y Mechacoyotl entrechocaron varias veces, soltando múltiples chispas que salpicaron todo el suelo. Eurineftos le conectó un puñetazo feroz en el rostro a Mechacoyotl; este último contraatacó con una finta, seguido de un codazo en su rostro y un rodillazo en su pecho. Eurineftos contrarrestó velozmente disparando un cañonazo gravitatorio, empujando al demonio ciborg para después, de una patada directo en su vientre, golpearlo con una onda expansiva que lo mandó a volar por toda la plaza .
Mechacoyotl cayó de espaldas sobre la escalinata, obligando a Zaniyah a huir de allí. El demonio ciborg la vio de soslayo, y extendió un brazo y le disparó una ráfaga eléctrica. Eurineftos gritó un sorpresivo "¡No!", y protegió a Zaniyah empleando su espalda como escudo. Mechacoyotl aprovechó ese instante de vulnerabilidad para abalanzarse a Eurineftos, perforar su espalda con sus dos sables, y después tirarlo hacia atrás en un veloz suplex que lo aplastó contra el suelo. Toda la plaza se abrió en grietas y tembló.
—¡¡¡ZANIYAAAAAH!! —el gritó de Yaocihuatl hizo que la muchacha azteca volteara a verla al otro lado de la quebrada plaza— ¡¡¡CORRE AHORA, ZANIYAH!!!
—¡CORRE! —vociferaron Uitslti y Randgriz al mismo tiempo.
Entre jadeos intensos, Zaniyah se impulsó por toda la plaza en dirección hacia ellos... solo para ser sorprendida por la caída en ruedo de Eurineftos. Zaniyah derrapó por el suelo y terminó cayendo. Volvió a arrastrarse en retroceso, y corrió de regreso hacia la acera, escondiéndose detrás del tronco de un árbol.
El Metallion se reincorporó, y recibió de lleno en su cabeza la patada giratoria de Mechacoyotl. Eurineftos dio un giro ágil y le devolvió el ataque con un puñetazo, aturdiéndolo por un segundo. El coronel aprovechó ese breve instante y convirtió su espada de plasma en una enorme sierra.
—¡TÚ YA NO TIENES ALMA! —exclamó, y arremetió contra él enterrando la sierra en su hombro y empezando a partirlo en dos. El chirrido de la motosierra hizo crujir el metal, y el cuerpo de Mechacoyotl comenzó a desmoronarse, partiéndose en dos en una lluvia de chispas y chatarra.
Y justo cuando la sierra estuvo a punto de terminar de bifurcarlo... se quedó estancado. Eurineftos trató de moverlo, pero su brazo quedó paralizado. La mano negra de Mechacoyotl le agarró la muñeca, y aplastó su metal Obsidacraspo con una fuerte presión de dedos.
—Es por eso que yo ya... ¡No te tengo MIEDO! —exclamó, y le propinó un cabezazo a Eurineftos seguido de de dos espadazos en su yelmo que lo cegaron. El Metallion retrocedió, la sierra se zafó del cuerpo destrozado de Mechacoyotl... y toda la fisura que lo abría en dos se reparó en un santiamén gracias a una onda expansiva— ¡PREPARATE PARA MORIR! —Mechacoyotl saltó obre él, lo agarró de la cabeza y, con un impulso de los propulsores de sus piernas, aplastó a Eurineftos contra el suelo, generando otro terrible temblor en toda la plaza.
La impotencia aplastaba los espíritus de Uitslti y Yaocihuatl. Trataron numerosas veces de ir a por su hija; intentaron rodear la plaza, de ir directo atravesando el centro de la plaza cuando se abría un resquicio, pero cada ve que intentaban dar un movimiento el fragor de la intensa lucha de ambos titanes de hierro los devolvía a su sitio Zaniyah, del otro lado de la plaza, asomó la mirada más allá del tronco, y su corazón se encogió del miedo al ver a los dos Mechas forcejear salvajemente en el suelo; Mechacoyotl aplastó la cabeza de Eurineftos al suelo con un manotazo; el Metallion contraatacó quitándoselo de encima y aplastando la cabeza del demoño ciborg en la tierra; Mechacoyotl hizo lo mismo, y Eurineftos, hartándose ya de su impertinencia, agarró a su enemigo de la cabeza y del hombro y, usando toda su fuerza, enterró al demonio ciborg dentro de un agujero y empezó a pulverizarlo lentamente produciendo calor y plasma de los cañones de sus manos.
—¡Por favor, DETENGAN ESTO! —chilló Zaniyah en un sollozo, las manos sobre su cabeza y jalándose los cabellos del pánico escénico.
Mechacoyotl quedó enterrado dentro de un agujero atiborrado de lava. Eurineftos alzó su espada de plasma por encima de su cabeza, y se dispuso a dar el golpe final. Pero antes de que la hoja de su espada pudiera decapitarlo... se oyó el chiflido de una ráfaga surcar los cielos y dirigirse hacia el campo de batalla. Debido al fragor de la batalla, Eurineftos no pudo escuchar ni ver la ráfaga verde venir hacia él... Y atravesarle brutalmente la espalda.
Uistli, Yaocihuatl, Randgriz, Tepatiliztli, Xolopitli y Zaniyah se llevaron una sorpresa que dibujó en sus rostros expresiones de perplejidad y confusión al ver como el enorme mecha era empujado hacia delante por la ráfaga verde que provino del cielo. Eurineftos observó como las piezas de su armazón se desperdigaban por toda la plaza quebrada. Se llevó una mano al pecho, palpándose el enorme agujero que se abrió allí. Una ignominiosa y gigantesca sombra de ave se cernió sobre toda la plaza; los Manahui se cubrieron con los brazos cuando una oleada de vientos huracanados inundó todo el perímetro, mandando a volar los vehículos cercanos y empujando los árboles hasta casi romperles el tronco.
Eurineftos alzó la cabeza, y quedó anonadado al ver a una titánica ave prehistórica sobrevolar por encima de todo el barrio; de plumas verdes, rojas, azules y marrones, confería un aura mística y deificada a su alrededor. De repente se oyó otro silbido repiqueteante, y el Metallion alcanzó a ver un resplandor ser disparado del pico del ave prehistórica. Eurineftos no tuvo tiempo para poder protegerse de la nueva ráfaga divina, y fue golpeado por esta de nuevo en su pecho, siendo empujado violentamente al piso.
—¡¡¡EURINEFTOOOOOS!!! —gritó Uitstli, y trató de correr hacia él... pero salir de su escondite debajod el árbol fue su error.
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|◁ II ▷|
La plaza entera fue rodeada por una fulgurante cúpula de electricidad púrpura. Se oyó un bramido bélico venir del lomo del ave prehistórica, y antes de que ninguno pudiera darse cuenta de lo que pasaba, todo el mundo fue empujado con gran brutalidad fuera de sus escondites por obra de una extraña magia gravitacional. Uitstli, Randgriz, Tepatiliztli y Yaocihuatl rodaron por el suelo hasta detenerse en el centro de la plaza quebrada, quedando totalmente expuestos ante aquella gigantesca bestia alada.
El ave Quetzalcoatlus golpeó el aire con sus alas, empezando un lento descenso. Por cada batir de sus alas, pequeños tornados se generaban en las carreteras, creando más destrucción a su paso. Del lomo del monstruo prehistórico saltaron dos siluetas humanas, cayendo a toda velocidad por el aire y siendo revelados, ante los ojos de los Manahui, como dos feroces dioses aztecas que han venido a socavarlos; la primera, una diosa de melea rubia y vistiendo con un multicolorido vestido y empuñando un macuahuitl dorado, y el segundo un dios jaguar de melena roja empuñando una espada con incrustación de rubí con su guantelete de bronce.
Xochiquetzal y Tepeyollotl aterrizaron al unísono en la plaza, a poco menos de tres metros de distancia de los Manahui Tepiliztli, todos ellos tirados en el suelo. A lo lejos se oyó un gruñido robótico; Uitstli y Randgriz tornaron sus cabezas hacia la izquierda, viendo con gran espanto como Mechacoyotl emergía del agujero de lava que Eurineftos lo había sumergido. Sus abolladuras se repararon, y el demonio ciborg emergió del lago del lava sin ningún rasguño.
—¿Quienes son ustedes? —inquirió Mechacoyotl, haciéndoles un ademán de cabeza. Xochiquétzal, con sus manos apoyadas en el pomo de su Macuahuitl dorada, le sonrió de oreja a oreja— ¿Son dioses? ¿Los envió Omecíhuatl?
—¿Qué acaso el verme bajar de esa ave gigantesca no da la impresión, Tonacoyotl? —dijo Xochiquétzal, señalando con un ademán de brazo al Quetzalcoatlus que ahora estaba de pie cerca de una encrucijada de calles, alzándose cual peligrosa torre viviente— Oh bueno, eres ya una maquina, así que... ¿Robocoyotl, debería llamarte? ¿O Androide Coyotl?
—Me arruinaron mi chingada pelea —gruñó Mechacoyotl, pasando de largo de la diosa hasta llegar al moribundo Eurineftos tendido en el suelo. Le puso un pie sobre el pecho destruido, y comenzó a aplastárselo. El Metallion groó de dolor, y trató de quitarse la pata con zarpas de Mechacoyotl, pero fue en vano—. Lo tenía bajo control.
—Oh, sí, claro que lo tenías bajo control —Xochiquétzal dibujó círculos con su dedo cerca de su cabeza, el ademán de burlarse de su mentalidad. Intercambió miradas con Tepeyollotl, y este último correspondió a su risita.
Ambos dioses se aproximaron hacia los aún tirados en el suelo Manahui Tepiliztli. Xochiquétzal chocó la punta de su espadón contra el adoquín, rompiéndolo y generando un estruendo que dio un respingo en todo el grupo azteca. Xochiquétzal sonrió y les enseñó sus colmillos, imprimiendo más pavor en Uitstli, Randgriz, Zaniyah, Yaocihuat, Tepatiliztli y Xolopitli (Zinac y Tecualli estaban inconscientes). La impotencia era tan titánica que ellos solo podían bajar las miradas o tratar de mirarlos a los ojos per terminar sucumbiendo al miedo.
—Me presento —dijo la diosa sonriente, y se llevó una mano a los pechos. Alrededor del grupo caminaba Tepeyollotl blandiendo su espada entres sus dedos para mantener el miedo del grupo en constante crecimiento—. Soy Xochiquétzal, princesa de Aztlán, hija de vuestra Suprema. Y les digo que ya tienen a mi madre con los ovarios hasta el piso.
—D-d-dónde están... —farfulló Yaocihuatl, la mirada errática observando su derredor, desorientada— ¿D-dónde están... Quetzal... M-Mixcóatl?
Xochiquétzal cruzó miradas con Tepeyollotl. EL dios jaguar esgrimió su espada hacia el cielo, y el rubí resplandeció con un fulgor púrpura. Dos esferas eléctricas aparecieron al lado del grupo, y las cúpulas de plasma se encogieron y después se expandieron en un santiamén, haciendo aparecer del aire a unos inconscientes Quetzalcóatl y Mixcóatl. Yaocihuatl sollozó del terror, Tepatiliztli y Zaniyah se cubrieron los labios temblorosos con sus manos, Uitslti y Randgriz callaron, las miradas catatónicas.
—Ustedes tenían estas propiedades de mi madre —afirmó Xochiquétzal, su sonrisa nunca borrándose de su vanidoso rostros—. Vinimos aquí a recuperarlos. Eso y nuestro propio "Metallion" azteca —miró de soslayo a Mechacoyotl, su pie aún sobre el pecho destruido de Eurineftos.
El aturdimiento psicológico que sufría el grupo era desgarrador. NI siquiera UItstli y Randgriz podían mantener la mirada fija con Xochiquétzal o si quiera entre ellos mismos. Estaban tana terrados, se sentían tan superados, que no sabían de qué forma reaccionar.
—Tratamos de buscar a Xipe, pero la muy perra se esconde bien —dijo Xochiquétzal , mirando de lado a lado—. Igual eso no importante. No importa tampoco que se hayan cargado a Tlazoteotl —la perplejidad pavorosa se bosquejó en los rostros de los Manahui, y todos observaron, impresionados, a la diosa, y esta última les respondió con su sonrisa dentada—. Oh, sí, ella sabe de su asalto a Mexcaltitán. No saben lo muuuucho que eso la enchiló. Es por eso que nos envió personalmente a mi y a Tepeyollotl a decirles esto —alzó su Macuahuitl y acercó la filosa punta al rostro de Uitstli. El tembloroso guerrero azteca desvió la mirada—: dejen. De estar. Chingándonos. Y de paso a ti, Uitstli —la punta de su espadón empezó a cortar lentamente su frente, abriéndole un largo y sangriento surco—. Ríndete. Olvídate de participar en el Torneo del Ragnarök. La victoria es nuestra, con o sin que tú pelees contra Huitzilopochtli.
Uitstli ladeaba la cabeza incontables veces. No en negación, sino en confusión y en pánico extremo. Randgriz adquirió una faceta mas segura y desafiante con lo último que Xochiquétzal dijo, pero esta última la ignoró olímpicamente. La diosa se desvió la mirada y la concentró en Yaocihuatl. Caminó hasta ella, y se acuclilló hasta tener su rostro cerca al de ella. Yaocihuatl la miró a los ojos, entre desconcertada y atemorizada.
—Tú eres Yaocihuatl, ¿verdad? —murmuró Xochiquétzal, mordiéndose el labio inferior—. Esposa de Uitstli, madre adoptiva de Zaniyah... y discípula de Xochipilli.
Los ojos de Yaocihuatl retemblaron, y un aire gélido de muerte le corrió por la espalda.
—¿C-cómo... cómo sabes... eso? —balbuceó.
Xochiquétzal croó risitas y se relamió los colmillos. Acercó sus labios a su oído izquierdo. La piel de Yaocihuatl se puso de gallina, y el miedo la desmoronó por dentro, el miedo de no saber lo que le iba a decir. La imaginación la revolvió por completo, y cuando Xochiquétzal le habló en susurros, fue peor de lo que imaginó:
—Yo maté a tu Príncipe de las Flores...~
Yaocihuatl ensanchó los ojos y quedó paralizada. El resto no pudo escucharla, pero el solo ver el trauma plagar su semblante los puso decaídos, en especial Tepatiliztli.
La Diosa del Deseo le palmeó la cabeza a Yaocihuatl cual perrita luego de castigarla severamente. Se reincorporó y se reunió con Tepeyollotl junto a los cuerpos inconscientes de Mixcóatl y Quetzalcóatl. Xochiquétzal se llevó los dedos a la boca y emitió un estridente silbido. A lo lejos, el Quetzalcoatlus graznó, giró la cabeza hacia su dueña y comenzó a caminar hacia ellos.
Xochiquétzal caminó en frente del derrotado grupo y les dedicó su sonrisa de colmillos. Paseó su mirada por todos ellos, mirando con especial satisfacción a los malheridos Zinac y Tecualli, y el cuerpo degollado de Yaotecatl... hasta clavar sus ojos en Zaniyah. Asintió con la cabeza, se relamió los colmillos y la señaló con un brazo.
—Mocosa, ven aquí.
Los Manahui se escandalizaron. Zaniyah se abrazó a Tepatiliztli y negó con la cabeza. La Diosa del Deseo rezongó con una risotada hastiada.
—Tepeyollotl, tráeme a la niña.
La rabia emergió en Uitstli al ver al dios jaguar caminar hacia su hermana y su hija. Su semblante se desfiguró en una mueca rabiosa, y de sus dientes salieron vaharadas de animal furioso.
—¡NO LA TOQUEN! —gritó, parándose de un salto... solo para recibir el brutal espadazo del Macuahuitl de Xochiquétzal. Uitstli cayó bocarriba, aturdido, y Randgriz fue rápido a socorrerlo.
—¡Padre del año, tenemos aquí! —exclamó la diosa, blandiendo su espadón de arriba abajo. En ese instante Tepeyollotl agarró a Zaniyah del brazo y jaló de ella. Tepatiliztli protestó, y trató de tacar con una estocada de su lanza. El dios jaguar bloqueó su ataque con su espada ancha y contraatacó con un espadazo, cortándole la cara a la médica azteca y mandándola al suelo. Yaocihuatl espabiló de su estado catatónico y se abalanzó hacia el dios jaguar, esgrimiendo su lanza de plasma; Tepeyollotl esgrimió su espada, y aplastó en el suelo a Yaocihuatl con una cúpula gravitacional. Zaniyah forcejeó en los brazos de Tepeyollotl, y el dios jaguar le rasgó la piel con sus garras para mantenerla quieta— Joder, esta es incluso más chillona que Malina. De seguro estas dos se van a llevar bien en secreto.
—¡¿POR QUÉ?! —gritó Xolopitli de repente, parándose del suelo y encarándolos con nada más que su garras. El Quetzalcoatlus había arraigado a la plaza para este punto, y Mechacoyotl también había llegado. Con todos conglomerados en un mismo punto, Xolopitli se veía como una partícula ridículamente débil en comparación a ellos— ¡PRIMERO YAOTECATL! ¡Y AHORA ZANIYAH! ¡¿POR QUÉ SE LA LLEVAN?!
—Rata de dos patas... —Xochiquétzal empezó a flotar, ascendiendo de a poco al lomo del ave prehistórica. Tepeyollotl también levitó, haciendo uso de su poder gravitacional, con Zaniyah forcejeando ahora débilmente en sus brazos. Mechacoyotl desplegó sus alas de plasma, las batió al aire y voló lentamente hacia el cielo— Mejor para ti que no lo sepas...
Los dos Tezcatlipocas aterrizaron a los lomos del Quetzalcoatlus, y el ave graznó anunciando su retirada. Estiró las alas y golpeó el aire con ellas, dando un salto al cielo y comenzando su majestuoso vuelo hacia el firmamento plomizo, con Mechacoyotl siguiéndoles el ritmo. En cuestión de un minuto se convirtieron en lejanas sombras en el horizonte lejano, y desaparecieron de la vista de todos.
De todos los presentes, Xolopitli era el único en pie en todo el perímetro. El nahual mapache observó su derredor, su mirada inundándose de la desolación de ver a Yaocihuatl reptando para asistir a la noqueada Tepatiliztli, Randgriz reposando la cabeza del inconsciente Uitstli en su regazo, el cuerpo zaherido de Eurineftos tratando de reincorporarse (la herida de sus pectorales reparándose muy lentamente), pero cayendo de espaldas cada vez que lo intentaba, y por último... el cuerpo sin vida de Yaotecatl.
La desesperación y desesperanza conquistaron el espíritu quebrado de Xolopitli. Primero fueron los sollozos ahogados, y después liberó toda su frustración acumulada con un desgarrador grito:
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𝓔 𝓝 𝓓 𝓘 𝓝 𝓖
https://youtu.be/boJTHa_8ApM
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