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Capítulo 12: Torneos Pandemonicos (Parte II)

┏━°⌜ 赤い糸 ⌟°━┓

🄾🄿🄴🄽🄸🄽🄶

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https://youtu.be/zyeMVV_CLek

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|◁ II ▷|

Zevlon era jefe de la Union Sindical y quien gran parte de su vida ha dedicado a lo imposible para mantener a su gente, los demonios civilizados, lejos del estereotipo del salvajismo innato. Pero, para su ingrata sorpresa, la mañana que abrió la apertura de los Torneos Pandemonicos vino acompañada de una celeridad de vitoreos vehementes y una lluvia de aplausos impetuosos que resonaron en todo el inmenso coliseo. Todos ellos viniendo de sus hermanos y hermanas.

Y allí se dio cuenta del horror llevaba tratando de ignorar por mucho tiempo, sin éxito alguno, ni siquiera para este punto. Y es que los demonios eran atraídos, cual magneto, a la violencia. Eran igual de innatos a la violencia que los humanos. Solo que, aparte de tener la mala fama histórica de ser los archienemigos de la humanidad, la tragedia que lo asolaba a él en particular era que los asociarían eternamente con la devastación y crímenes de lesa humanidad cometidos en la Segunda Tribulación.

Los gritos y aplausos acelerados resonaron a lo largo y ancho de las colosales gradas que se dividían y subdividían múltiples veces entre los demonios y los humanos, todos ellos naturales del Microdistrito de Grigory. Demonios masculinos bajaban y subían los peldaños entre las gradas, recogiendo las apuestas en dinerales que se estaban gestando, exactamente a cincuenta minutos de la iniciación de las rondas. La fluctuación de las retas incrementaba la desconfianza y rivalidad entre demonios y humanos de las gradas. Miradas competitivas se intercambiaban numerosas veces. Esa escalada de tensión aumentaba el ritmo cardiaco de Zevlon.

Lo que más temía en ese momento era precisamente la escalada que podría surgir de aquí. Qué clase de nuevas confabulaciones de odio y represión contra los demonios saldría de estas rondas. ¿Nuevo discursos de segregación emergerían a la luz de los ludópatas y del descontrol social? ¿Todo por unos juegos auspiciados por una familia rusa que cada vez daba la impresión no interesarle la integridad de la sociedad de demonios en Grigory? Zevlon no quería creer eso. Aún tenía, en su mente, el pensamiento de que el Magnum Ilustrata, Adam Smith, lo apoyaba en el sentido moral, por más que tuviera las manos atadas.

Pero no estaba seguro de eso. De hecho, ya no estaba seguro de muchas cosas. Sobre todo, si en verdad tenía control sobre su propia naturaleza, luego de que la vida le diera muchas estocadas que lo forzaran a actuar imprudentemente.

Giró la cabeza en dirección al enorme podio escalonado y sin techo que se hallaba en el otro extremo del coliseo. Se cruzó los brazos tensados, y vio la silueta de Maddiux Siprokroski pararse de su alto trono cual césar romano. Lo rodeaba un gentío de funcionarios y agentes de la CIS, entre los que se hallaba Adam Smith, todos ellos sentados en sillas opulentas. Los vitores y exigencias a gritos de que comience el torneo relampaguearon con gran ímpetu cuando todo el mundo vio a Maddiux descender los escalones hasta llegar a los baluartes de su podio.

Zevlon no pudo evitar fruncir el ceño, molesto. Le disgustaba la vana gloria con la que se ensalzaba lo que, hace no muchos meses, todo el mundo le apoyó en abolir. Era como si hubiese pasado una nefasta regresión en los valores inculcados, todo para suplir el vano hedonismo al entretenimiento violento. Pero claro, ¿qué podía hacer él ahora ante las demandas de todo el mundo? Se encogió de hombros y se quedó viendo fijamente a Adam Smith, tan lejos que ni él notaba su presencia.

Pensó con tono lastimero:

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Las interminables tandas de vitoreos hacia Maddiux se incrementaban con cada segundo que este último se quedaba allí parado, observándolos a todos con una mirada sagaz. Llevaba puesto un abrigo negro con cuello felpudo y vaqueros de cuero negro ajustados a su cinturón plateado. No llevaba camisa; sus abdominales marcados estaban expuestos ante todo el público expectante, humano y demonio.

Maddiux alzó los brazos hacia ambos lados y apretó los dientes. Los alaridos se alocaron, tornándose un titánico tornado de rugidos acompañados de lluvias de aplausos que retumbaron los pilares. Adam Smith y todos los allegados (entre ellos Yuri Volka) del podio se lo quedaron viendo fijamente hacer aquella pose gloriosa, de tono emperador. Maddiux bajó los brazos y, de repente, el griterío animoso fue acallándose con el pasar de los segundos, hasta que reinó en todo el coliseo un silencio atronador. Más de ochenta mil personas guardaron silencio a la espera de las palabras del ruso.

Una larga línea de trompetistas palpó sus cornetas, liberando una sucesión de sonidos rítmicos que anunció finalmente la apertura de los Torneos Pandemonicos. Una melodía parecida a un himno romano, acompasada por el frenético tronar de las baquetas contra los tambores de otra larga hilera de instrumentistas. La cadena de sinfonía acreciente levantó los ánimos de la gente, y más de un aclamó, generando una reacción en cadena de más vitoreos entre los espectadores de las gradas. Miles de brazos se alzaron al aire.

Maddiux sonrió con gran satisfacción, y fulminó a todo el público con una rápida mirada antes de exclamar:

—¡Humanos! ¡Demonios! ¡Gente de Grigory! Me es un inmenso placer tenerlos a todos ustedes en mi coliseo. Uno erigido a la potestad de uno de los entretenimientos máximos conocidos en la existencia. ¡Las luchas! ¡Las batallas campales! ¡LAS PELEAS!

Una oleada de nuevos clamores restalló por todo el coliseo. Ochenta mil personas alzaron sus brazos en griteríos emocionados, llenos de vehemencia imparable y de la sed de querer ver esas mismas peleas.

—Hoy, sin embargo, les traigo un plato fuerte en cuánto a la tanda de luchas que tengo para ustedes —exclamó Maddiux luego de que la audiencia acallara—. Esta vez, no será sólo fieras luchas entre ávidos guerreros contra salvajes Kaijus. Lo que les presento hoy será, la demostración de fuerza y de poder de unos soldados, veteranos y máximas potencias de los infiernos. ¡LOS CAAAABAAAALLEROOOOS DEMONIOOOOOOOS!

Estiró uno de sus brazos hacia arriba, y en mitad del aire aparecieron, con destellos de luz fulgurantes, varias pantallas holográficas de color rojo y rectangulares. Producidos por paneles electrográficos atestados en las veletas del coliseo, de estas emanaban también escarcha lumínica que condecoró las gradas. La cadena de gritos estridentes de los demonios atiborró el coliseo.

Cada pantalla rectangular materializó los hombros y la cabeza de diez Caballeros Demonio, todos ellos vistiendo con opulentas armaduras de escamas de distintos diseños. Algunos llevaban puestos sus yelmos astados, y otros revelaban sus rostros vampirescos de narices respingonas, mentones puntiagudos y orejas afiladas, algunos inclinados hacia atrás. Yuri Volka cruzó los brazos y fijó su vista en el recuadro que, abajo, rezaba el nombre de Yatsumi Sorozon. 

—¡Y CONTRA ELLOS SE ENFRENTARÁ...! —prosiguió Maddiux, rugiendo a todo pulmón y moviendo los brazos alzados de lado a lado— El mayor exponente de poderío de la raza humana moderna. ¡Aquella que, sin necesidad de magia, sangre divina u otros gentes externos, ha evolucionado para serle rival a los hechiceros, los monstruos y los semidioses más poderosos de la historia! —extendió su otro brazo, y justo en ese instante otro grupo paneles electrográficos estallaron en ráfagas de luces que reflejaron en el aire otra tanda de hologramas rectangulares, estos de color azul celestino, y cada uno mostrando los rostros temerarios de diez hombres vigorosos— ¡LOS SUPEHUMAAAANOOOOOOOOS!

Esta vez, el público humano de las gradas aplaudió con loases gritos enaltecedores que superaron incluso al de la muchedumbre de demonios. Tanto Yuri como Maddiux concentraron sus vistas en la gran pantalla holográfica que mostraba el juvenil y juguetón semblante de Alexei Sokolov. Un pálpito de fe resonó en los corazones de ambos. No importaba cuánto apostarán los humanos por Alexei y los demonios en contra, ellos dos estaban determinados a creer que Alexei saldría victorioso, y resaltaría de nuevo sus Conductores, que por tantas décadas ha dejado de usar hasta la nulidad.

Hubo un giro de tuerca cuando todos, pensando que Maddiux seguiría narrando la inauguración con su vigorosa voz de Berserker, vieron al ruso dar varios pasos hacia atrás y cruzarse de brazos, sonriente. Los aplausos y voceos acallaron a los pocos segundos, y hubo un silencio gélido que llenó todo el coliseo.

Hasta que, de repente, empezaron a propagarse fuertes temblores cadenciosos que sacudieron las gradas de los más de ochenta mil espectadores. Temblores que, a juzgar por el ritmo de cadencia, parecían ser las pisadas de un gigante proviniendo del subsuelo. Zelvon tuvo que agarrarse de los bordes del alfeizar al sentir las vigorosas pisadas volverse más terribles a medida que se aproximaban. Guturales bramidos se oyeron del ala oeste de la arena de combate, y Zelvon y todos los expectadores tornaron la cabeza hacia aquella dirección, viendo a lo lejos una enorme sección del suelo abrirse cual puerta corrediza, revelando en su interior las oscuras redes de pasillos del hipogeo.

Y el mundo entero se llevó un susto de muerte al ver emerger de aquel umbral un gigantesco tiranosaurio rex.

Midiendo quince metros de alto por veintitrés de largo, desde la cabeza hasta la cola, la monstruosa bestia salida del cretácico abrió varias veces su hocico, dedicándoles al sorprendido público sus ensordecedores rugidos más indomables. Sus patas y zarpas eran tan colosales que podría aplastar a más de cinco personas de un pisotón. Su piel ósea era de color marrón cobrizo, como manchones aquí y allá de color moho. Aunque pequeños sus ojos, estos miraban con una ferocidad al público que despertaba, tanto en humanos como demonios, el instinto de supervivencia ante una criatura tan anormalmente colosal.

Muchos, en especial los espectadores demonios, pensaron que se trataba de alguna especie de kaiju con aspecto de dinosaurio. Pero los gentíos de humanos los corrigieron, exclamando a todas voces que en realidad se trataba de un Dino-Kaiju llamado Kraynovk. Y que este era la mascota personal y más querida de Maddiux Siprokroski, de gran prestigio en la cultura de la gente por su lealtad hacia su amo (a quien Maddiux lo considera más amigo que mascota) y por su ferocidad insaciable y prehistórica en el combate.


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https://youtu.be/fvLoEI3Rb7A

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<<¡¿Y ENCIMA UNO DE MASCOTA?!>> Pensó Zelvon al tiempo que era presa de los temblores producidos por los pisotones de aquel bárbaro monstruo. Cierto era que había oído acerca de Kraynovk antes, pero pensaba que solo eran rumores. Ver a aquel titán venido de la mismísima Tierra Hueca le produjo una punzada de escalofríos que degeneraron en un vértigo, y Zelvon por poco se ponía a trastabillar.

El Tiranosaurio Rex, más colosal que cualquier Giganotosaurus normal, dio vueltas alrededor de la arena de combate, dando coletazos al aire mientras lanzaba rugidos. Los murmullos y gritos de terror de los espectadores se convirtieron pronto en alaridos de emoción impetuosa y aplausos desenfrenados. Todo el mundo alcanzó a ver algo montado en los hombros de la bestia prehistórica. Una silueta humana cubierta por un manto negro. De repente, el jinete se irguió con gran vehemencia, y la cobertura que cubría su cuerpo resulto ser su larga melena negra, que se encogió hasta un tamaño normal, revelando su uniforme de abrigo marrón, camisa blanca abotonada y falda de secretaria.

El rostro en forma de corazón de la jinete era pálido y sin marcas, los ojos cerrados. Pero cuando Kraynovk alzó la cabeza y bramó, profundas líneas rojas surcaron su mejilla y su nariz, formando una extensa "F" en su rostro. La muchacha abrió los ojos, sus pupilas en espiral, liberando el mismo poder demoniaco que todos los demonios sintieron en el primer Torneo Pandemonico. Una oleada de bramidos fogosos se extendió a lo largo y ancho de las gradas. La emoción violenta volvía a sacudir el coliseo entero.

—¡ES ELLA DE NUEVO! —con gran excitación gritó uno de los demonios a su compañero. al tiempo que le sacudía los hombros— ¡LA NIÑA DEMONIO! ¡AGATHA!

Agatha Siprokroski materializó en el aire una bruma roja de la que emergieron un montón de carne y huesos. Estos se transmutaron hasta convertirse en micrófono, el cual atrapó con su mano derecha. Se llevó el micro a los labios y exclamó al tiempo que se movía de adelante hacia atrás sobre el lomo de Kraynovk:

—¡Solo por detrás del Torneo del Ragnarök, hombres y demonios! ¡LO QUE VERÁN A CONTINUACIÓN SERÁ LA CONTINUACIÓN DE UNO DE LOS MAYORES TORNEOS JAMÁS HECHOS! ¡AUSPICIADO POR MI PADRE, MADDIUX SIPROKROSKI! ¡LOS TOOOORNEOOOOOOS PANDEMOOOONIIIICOOOOOOOOS!

El coliseo reverberó con los aullidos coordinados y también desordenados del público. Los aplausos fueron tan ensordecedores que Zelvon no pudo escuchar la voz estridente de Agatha. Juraría que aquel torbellino de gritos estridentes, sumado a la música rock que surgió repentinamente de otros altavoces que provenían de todas partes, tan potente como eran, debían escucharse por todas las laderas circundantes alrededor del anfiteatro.

Las pantallas holograficas se desvanecieron en estallidos de vidrios luminicos intensos. Se incrementó la emoción del público con un maremoto de aplaudidos y silbidos que combatieron contra las pisadas y los rugidos titánicos de Kraynovk. El colosal T-Rex se detuvo en medio de la arena de combate, y lanzó un último bramido hacia los cielos. Impulsada por los movimientos del T-Rex, Agatha Siprokroskie inclinó hacia atrás y alzó un puño, enfatizando a que los espectadores aumentaran más sus gritos.

La querella por la pelea estaba en su punto más álgido, pensó Zelvon, el ceño fruncido, con todo aquel innecesario espectáculo (a su parecer).

—¡Y antes de demostrar quienes son más poderosos! ¡Si los Superhumanos o los Caballeros Demonios! Hay una costumbre que no hay que perder. Y esa es... —Agatha acalló unos segundos, para después agitar sus dos brazos hacia la derecha, liberando una cantidad ingente de veloces brisas huracanada.

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|◁ II ▷|

Sala de vigilancia del coliseo

Adoil Gevani se masajeó pensativo y sin aliento la barba y el bigote. A su lado, Ricardo Díaz había pegado un chillido estridente en lo más profundo de su ser nada más ver al Tiranosaurio Rex surgir del subsuelo. Su niño interior había salido a relucir en la forma de dos ojos azules que refulgían como un infante al que le regalaban su juguete favorito.

Ambos se hallaban sentados en las sillas negras, observando la enorme pantalla horizontal que transmitía en vivo y en directo la apertura del Torneo Pandemonico.

—Sé que existían Kaijus con formas de dinosaurios existentes en la Tierra Hueca —afirmó Adoil, reclinando la espalda contra el espaldar al tiempo que bebía un sorbo de su taza de café azucarado—, pero jamás pensé que en esta nueva vida vería uno. Mucho menos uno de ese tamaño.

—¡Un dinosaurio en carne y hueso! —farfulló Ricardo, las manos temblorosas cubriendo sus labios— ¡Y encima uno que no se ve feo por tener plumas! Stephen Spielberg estaría orgulloso de ver a un T-Rex a su imagen y semejanza.

—Solo esperemos que no aparezca ningún Spinosaurus a quebrarle el cuello —Ricardo miró con rabia a Adoil, y este disimuló bebiendo otro sorbo de café.

—Un día de estos le pediré a Maddiux que me deje montar ese T-Rex.

—¿Para que lo montes o para que seas un aperitivo de él? —Adoil alzó una ceja— Chabón, esa bestia no es ningún puppy. Seguro es como esas bestias que solo los clanes pueden domar, y solo unos selectos.

—Al menos moriría feliz de saber que serviré como proteína y excremento para un T-Rex —Ricardo le dedicó una sonrisa bobalicona.

—Y por esa razón es que yo dejé morir a mi niño interior. Siempre te salen con estupideces.

Gevani giró la silla y la hizo rodar hasta llegar a otro panel de pantallas y tabletas holográficas que levantaron pantallas tridimensionales nada más puso sus manos sobre ellas. A diferencia de la música rock que sonaba allá afuera, adentro de aquel reducido cubículo de visores y pantallas chicas y grandes sonaba la canción de Charly García "Inconsciente Colectivo". La melancólica música dotaba de una atmósfera más liviana y relajada a la habitación.

Su Inteligencia Artificial Psifia era omnipresente gracias a su conexión total con el sistema de telecomunicaciones y psico-comunicaciones (esta vez sin necesidad de conectar microchips) con todos aquellos que estuvieran vinculados electrónicamente con la autómata, desde cámaras de seguridad, defensas de ciberseguridad y agentes de la CIS. Gevani movió secciones de las tabletas holográficas hasta oprimir un botón que le mostró siete circunferencias que contenían los rostros de todo su equipo: Masayoshi Budo, Kenia Park, Martina Park, Thrud Thorsdottir, Santino Flores, Ryouma Gensai y Hattori Hanzo.

—Sabes —dijo Ricardo, rodándose hasta él y mirar la pantalla—, me sorprende que esos dos hayan accedido a interceptarles tarjetas de inteligencia para la psico-comunicación.

—A mí no —admitió Gevani—. A ese Hattori le vi la sabiduría en su mirada. Se le re-nota que le sabe la tecnología, por más atrasado que parezca.

Oprimió su dedo sobre el rostro de Masayoshi, y la pantalla mostró su punto de vista. 

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Con Masayoshi Budo

El Merodeador de la Noche se sentía como un héroe nuevo y renacido de la peor derrota. Sin cicatrices molestas en su espalda, sentía que tenía un nuevo cuerpo con el cual flexionar sus nuevas capacidades. Sintió un cosquilleo en su rostro, y en las pantallas de su máscara aparecieron las caras de Gevani y Ricardo.

<<¿Cómo la ves todo desde esa Torre Eiffel, Masa?>> Exclamó Gevani, sonriente.

Masayoshi sonrió. Irguió las piernas para obtener vistas más panorámicas de todo el coliseo. Se hallaba de pie sobre una de las vigas de hierro que conformaban los anchurosos velarios de carpas blancas que oteaban al son de los vientos huracandos. Gevani y Ricardo sintieron una breve sensación de vértigo al ver la totalidad del circuito de graderías formar un muy vistoso círculo de miles de personas aglomeradas hombro a hombro. Debía estar a una altura de como mínimo sesenta a ochenta metros.

—Siento que puedo dar un salto de fe desde aquí y caer en una carreta de paja, Dr. Huevo —alardeó Masayoshi.

<<¿Quieres que llame a la línea de prevención de suicidios?>> Bromeó Ricardo.

<<Aunque no me gustaría que fuera de esta altura>> Confesó Gevani. <<Sé que el nuevo traje que te proveyó Maddiux tiene la capacidad de darte alas de fibras de grafito para volar, pero aún así...>>

—He saltado la misma cantidad de veces de edificios que comido pochoclos, Dr.Huevo. Te aseguro que aprendería la habilidad por inercia.

<<¿Por eso decidiste este lugar, acaso?>> Preguntó Ricardo.

—Hay otros juguetes que también ando probando ahora mismo, como este —la visión de Masayoshi se convirtió en un filtro azulado, y un potente zoom convirtió su mirada panorámica en la detalla imagen de los rostros de cientos de demonios de las gradas daemonicas que aplaudían y gritaban y reían y comían y bebían. Encima de las cabezas de varios aparecieron sus nombres.

<<¡¿Esa es Psifia haciendo esto, acaso?!>> Exclamó Gevani, el semblante inaudito.

—En parte —afirmó Masayoshi—. Gracias también a las actualizaciones que los ingenieros informáticos del CIS le dieron a Psifia, ahora tiene más presencia omnipresente en otros miembros de los Giles. Ahora te toca compartirla, Dr. Huevo. No te vayas a poner celoso.

<<¡CÓMO SI ESE NO HUBIESE SIDO EL OBJETIVO MÍO DESDE ANTES, MIERDECILLA POR CABEZA!>>

Masayoshi se tapó la boca con la mano, callando sus risas.

—¿Cómo están el resto? —preguntó— Dime que Santino no se volvió a perder.

<<Santino se halla en las gradas humanas vigilando como el resto de guardias>> Dijo Ricardo, observando al susodicho desde otra tableta holográfica. <<Kenia Park está en la sección de graderías de los demonios con el otro equipo de guardias y agentes CIS. Afortunadamente ninguno se ha querido propasar con ella hasta el momento>>.

—Y que no lo hagan porque sino lo lamentarán.

<<Y Martina...>> Aquí Ricardo hizo una breve pausa. <<Bueno, ella está en las pomposas salas interina, patrullando junto con los dos nipones esos. Junto con Thrud, eso sí>>.

<<Exactamente la distribución que nos dijiste que hiciéramos, siguiendo los parámetros de la distribución de Maddiux de sus guardias>> Dijo Gevani, asintiendo con la cabeza. Aunque Ricardo, por otro lado, tenía el ceño fruncido de la confusión.

<<No entiendo eso. ¿Por qué pusiste a tu hija al lado de unos desconocidos en vez de a su madre o a su tío Santino?>>

<<Válgame Dios el día en que Martina se le ocurra llamarlo tío>> Gevani negó con la cabeza e hizo unos exagerados tosidos ahogados.

Masayoshi aguardó silencio pensativo. En ese lapso, observó como los paneles electrográficos pigmentaban las imágenes 2D del rostro del contendiente, un Caballero Demonio, sobre las paredes y las graderías del coliseo. La imagen circular condecorada con videos de llamas infernales se desplazaba de acá para allá como el foco de un faro. Los espectadores demonios aullaron alocadamente al pronunciamiento del nombre "Radkar".

—Porque ella me lo pidió —respondió al final.

<<¿Martina te pidió eso? ¿En serio?>> Balbuceó Ricardo, poniendo cara de incrédulo.

—Lo creas o no —afirmó Masayoshi— . Ella vino a mí, y me pidió que si podía quedarse en las salas interinas con los nipones. Le dije que sí, con la condición de que Thrud la acompañaría.

<<Al menos tuviste los sesos de poner a Thrud a su cuidado. ¿Qué cosa se le debió pasar para concebir eso?>>.

Masayoshi rememoró la mañana en la que Martina le confesó que quería quedarse con los japoneses. El lustre de emoción que vio en sus ojos en ese momento fue invaluable. Fue ver revivir una pasión infantil que él se esforzó inhumanamente por traer de nuevo a la vida. Y no hizo falta que ella le dijera el motivo del por qué quería quedarse con los nipones. Afortunadamente, ni Ricardo y ni Gevani parecían pillar el motivo detrás de su decisión, por lo que aprovechó ese breve instante de silencio incómodo para responder sagazmente con una mentira piadosa:

—Ella piensa lo mismo que yo sobre ellos. Ganárnoslos como aliados, antes que como unos fachas para un polvo de una sola noche. Y aliados poderosos es lo que más necesitamos, como les dije.

<<No sabes lo orgulloso que me haces ahora mismo, mi pinchechita>> Pensó Masayoshi, sonriendo para sí mismo, sus mejillas ruborizándose ante el hecho de que su hija por fin tendrá un amigo.

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Salas Interinas del Coliseo

Thrud Thorsdottir sentía una afloración de extraña jactancia y afecto hacia Martina Park.

Verla tan entusiasmada a la hora de charlar con Ryouma Gensai (este último entendiéndola por medio del Portavoz Universal) sobre un montón de tópicos, a la vez que patrullaban los pasillos y corredores que interconectaban las salas interinas, le producía un apasionado ardor de ternura que si hubiese bebido el hidromiel más dulce. Pasar de ser una muchacha retraída y reservada, a exponerse tan imprudente y sanamente hacia su potencial amigo y aliado para los Giles. Pocas veces veía un cambio tan brutal y en tan poco en las personas.

Por no ser cuidadoso, el gruñón de Hattori lo pillaba "vagabundeando" ("Hōrō suru", como más tarde le traduciría Ryouma a Martina) junto con la chicha, lo agarraba de la capa y lo obligaba a ponerse de nuevo en su posición de vigilante de los pasillos. No obstante, el joven nipón no perdía la ocasión de volver con Martina cuando su maestro se distraía y miraba para otro lado, confiado de que su pupilo seguiría con él. Por ese motivo, Thrud decidió hacerle el favor a Martina en distraer a Hattori mientras ella se empeñaba en seguir fraternizando con el joven espadachín.

—Espera —musitó Martina, mirando fijamente la empuñadura del sable que colgaba de la cintura de Ryouma—, ¿me estás diciendo que eso que tienes ahí no es una katana?

Ambos se hallaban caminando parsimoniosamente a través de un pasillo alfombrado que interconectaba a través de cortos puentes y escaleras a otras salas de estar y balcones internos del coliseo. Las paredes reverberaban con la leve intensidad del griterío de los demonios de estos rellanos que veían la primera ronda preliminar del torneo a través de televisores digitales y hologramas 3D. El silencio era lo bastante cómodo para ambos poder hablar.

—No... como tal —a medida que hablaba, la voz de Ryouma se iba acomodando al Portavoz y viceversa, dejando atrás su modulación robótica para pasar a su voz normal—. Eso es lo que más me... molesta, cuando extranjeros vienen a mis tierras. A las nodachis, kodachis, wakizakis... A todas ellas las llaman "Katanas".

—Ay, y yo cometí ese pecado... —Martina se tocó la mejilla ruborizada con un dedo.

—Al menos tú reconoces la inocente ignorancia —la forma de hablar de Ryouma seguía siendo excesivamente formal. Poética en ocasiones. Pero Martina tenía la impresión de que poco a poco agarraba confianza—. ¿Quieres ver la mía?

—Si te refieres a la espada... —Martina se ruborizó todavía más y se tapó la cara con las manos. <<Ando haciendo el ridículo, por Dios>>.

Ignorando su comentario, Ryouma desenfundó lentamente su sable lentamente. El suave silbido metálico que produjo la "katana" zumbó por todo el pasillo. Martina se quitó las manos de la cara y escudriñó, maravillada, la longitud y curvatura del sable color cetrino, con manchones de volutas negras recorriendo toda su longitud.

—Esta es una Tachi —dijo Ryouma, agarrando firmemente el sable largo con una mano—. Mide unos... diez centímetros más que una katana.

—¿Y qué son esas manchas? —Martina tocó con la yema del dedo la superficie del sable— ¿Son decorativas?

—Emmm, no. Esos manchones que ves son producto del uso de mi poder Yokai que hizo que la espada adquiriera ese diseño.

—Oh, vale. ¿Y en eso se basa la diferencia? ¿En longitudes, nada más?

—Para nada —Ryouma enfundó su Tachi en su cintura—. Dependiendo del momento histórico, de su uso y del estilo de pelea, estas espadas pueden fungir distintos métodos estilizados para cada persona. O en mi caso particular, usuario de Seishin.

—¿Se... Seishin? —Martina enarcó una ceja— ¿Qué es eso?

—¿Oh? ¿Nunca has oído hablar del Seishin?

—De milagro y sé que existió hace siglos un archipiélago japonés antes de que el mundo se fuera a la mierda.

Martina arrugó la cara. Temió porque Ryouma le disgustará su forma tan vulgar de hablar. Pero, en cambio, lo vio sonreír con gracia y asentir la cabeza en gesto de entendimiento. Reavivó la marcha parsimoniosa por el pasillo. Martina siguió en pos de él.

—Entonces tengo mucho que explicarte, Marutina-San. 

Martina sintió un repiqueteo cálido en su pecho que le hizo sonreír por todo lo bajo. <Huh... Esto está siendo más entretenido que ver esos Torneos Pandemoniacos o como se llamen>>.

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Thrud Thorsdottir fruncía el ceño del escozor al ver la forma en que el Kaiju insectoide se rehuía y atacaba de forma furtiva al Caballero Demonio Radkar. Luchaba como un animal enjaulado: rodeado y sin ningún tipo de vía de escape, se alejaba de su contrincante dando saltos con sus múltiples patas peludas, y arremetía disparando proyectiles de veneno ácido tanto en el aire como en tierra. Radkar los desviaba con simples manotazos de su guantelete al igual que sus aguijonazos, y contraatacaba con fugaces estocadas de su lanza roja.

—Agh, que lo mate ya —refunfuñó Thrud, apoyando los brazos en el alféizar—. Esta pelea está siendo lamentable con un bicho tan cobarde. Ni parece que el público lo esté disfrutando —lanzó una mirada analítica a las graderías; solo las secciones de demonios se enfurruñaban en vitoreos por cada ataque y esquive de Radkar.

Miró de soslayo a Hattori Hanzo. Este último se había detenido para observar también la pelea. Estaba varios metros alejada de ella. Mantenía la mueca indiferente y sin expresión en su rostro. no parecía haber reparado en su presencia. Thrud hizo como que no lo vio, y siguió hablando para sí misma:

—Por eso no me gustan los Kaijus de ahora. Son las sombras de lo que anteriormente fueron los de Midgar. A mí me pondría los pelos de punta enfrentarme a uno de los Generales, o los Jinetes, no importa qué tan poderosos hayan sido.

Volvió a ver a Hattori de reojo. Por fortuna no pareció moverse de su sitio. Desvió la mirada hacia la arena de combate. Radkar, luego de estar tonteando y jugueteando con su presa, decidió liquidarlo cortándole su aguijón de un zarpazo demoniaco de su guantelete, para después clavar su lanza en su cabeza y, de un tirón, arrancárselo de cuajo. Alzó la lanza, exponiendo la cabeza y toda su espantosa columna vertebral a la audiencia. Los aullidos impetuosos de humanos y demonios retemblaron todo el coliseo.

—¡Hum! Finalmente pone fin a su miseria —dijo, cruzándose de brazos—. Esperemos que el siguiente combate sea algo más entretenido. O si todos van a ser así, que entonces pasen más rápido.

Una vez más torno la mirada hacia un lado.... Solo para no toparse con Hattori en su lugar. Sintió un escalofrío en su hombro derecho. Una gélida presencia se materializó a su lado. Antes volverse hacia un lado y apartarse con trastabillo, fue sorprendida por las fehacientes palabras de hielo de Hattori:

—Nani o shite iru wa wakatte iru. Yame nasai.
(sé lo que estás hacienda. Para).

Thrud se quedó de piedra al no entender nada de lo que dijo. Su espíritu arrogante en el conocimiento de idiomas recibió un golpe de realidad al darse cuenta que no tenía ni idea de japonés, y que nunca lo había estudiado por el tiempo limitado que tuvo en su entrenamiento para ser Valquiria Real. Se tragó su orgullo herido llevándose una mano al bolsillo, sacando el audífono negro que era el Portavoz Universal, se lo llevó al oído y se lo implementó.

En aras de espera, Hattori Hanzo se quedó mudo donde estaba; no la miró ni una sola vez mientras se ponía el auricular.

—¿D-de verdad esta mierda funciona? —farfulló Thrud al tiempo que manipulaba el dispositivo, configurando su idioma a japonés—. A ver...

Tras terminar de configurarlo, se aclaró la garganta tosiendo varias veces para después decir:

—Ichi, Nii, San, Tameshita... —ahogó un suspiro de sorpresa y se quedó boquiabierta durante unos segundos— Ōdin-Sama no hi-ge ni yotte... ¡Imanara rikai dekiru yo!

Hattori respondió con un llano suspiro deferente. Thrud volvió a aclararse la garganta y trató de reabrir la charla con él.

—Entonces... ¿Qué fue lo que me dijiste hace unos momentos?

El mercenario nipón no respondió. Se quedó viendo como los aerodinos autodirigidos recogían, por medio de mecanismos de sensores de magnetismo, el cadáver del Kaiju. Este floto por los aires a la par de las aeronaves teledirigidas, mientras que Radka se retiraba hacia uno de los umbrales del extremo del coliseo, donde desapareció tras las penumbras.

—¿Hola, hola? —insistió Thrud, mirándolo a la cara— ¿Por qué me ignoras?

De nuevo, no hubo respuesta. La Valquiria Real desistió en insistir de la misma forma y, al igual que él, se quedó viendo la arena de combate siendo despejada. No tardarían en anunciar la siguiente ronda preliminar, pensó. Se preguntó donde estarían y cómo estarían ahora mismo Kenia y Santino, haciendo vigía en sus respectivas secciones de graderías. Se preguntó incluso cómo estaría su Legendarium Einhenjer ahora mismo, apostado en las altas vigas del velario. Miró hacia arriba en su intento por divisarlo.

—Tú... luces distinta de los otros —la rugosa voz celadora de Hattori la tomó por sorpresa. Aunque seguía sin dedicarle la mirada, su atención estaba concentrada en ella—. Demasiado distinta.

—Bueno, si aún no me has visto... —dijo Thrud, poniendo una mano sobre su cintura.

—No hace falta que te vea para denotarlo —apostilló Hattori—. La sola presencia que emanas me da a entender que eres algo más. ¿Una Chojin, quizás? —aunque no cambió su expresión, Thrud logró divisar un atisbo de duda en su cara.

—Como le dije la cabeza hueca de Santino. A mi no se me debe de comparar con uno de esos Superhumanos.

—Entonces vas más allá de los Chojin. ¿Una Yokai, quizás?

Hattori acercó una mano a la empuñadura de su sable. De repente, el aire entre ambos se volvió cortante. El corazón de Thrud fue atenazado por el peligro del malentendido. Rápidamente negó sacudiendo las manos de lado a lado.

—¡No, señor! —exclamó— Asumiré que Yokai es lo mismo que demonio, así que no, no soy ninguna demonesa. Yo soy una Valquiria Real. Mi nombre es Thrud Thorsdo... —se interrumpió al escuchar su robótica voz japonesa atropellándose con las vocales y las consonantes de su nombre— ¡Thrud Thorsdottir!

Finalmente, Hattori la miró de reojo. No obstante, no volvió a mostrar ninguna reacción. Ni siquiera de confusión por toda la verborrea algo inteligible que acababa de barbotar. Alejó la mano de su cintura y volvió a mirar hacia la dilatada arena de combate, ahora despejada.

—¿Por qué te empeñas mantener a Ryouma-Sama lejos de mí? —aquella era la pregunta que Thrud llevaba esperando.

—¿Qué acaso no lo notaste en los primeros regaños? —contestó con seguridad— Ese niño la está pasando bien con Martina. Puede que apenas lleven como... menos de veinticuatro horas de conocerse. Pero si tan solo los vieras... ¡Se ven tan lindos los dos conversando como amigos de toda la vida!

—Yo no traje aquí a Ryouma-Sama para hacer amigos ni a cotillear con desconocidos. Vinimos aquí con un propósito claro.

<<Pues estás cotilleando conmigo ahora, querido>> Pensó Thrud, la sonrisa juguetona.

—¿Ah, sí? —la valquiria enarcó ambas cejas— ¿Y cuál vendría siendo ese propósito en particular? Si me permites preguntarlo, claro.

Hattori le dedicó una última mirada de soslayo; ojos grises en los que destellaron una intuición previsiva acompañada de desconfianza huraña. Se volvió sobre sus pasos y se retiró en silencio. Thrud supuso que iba a buscar de nuevo a Ryouma. Solo que, esta vez, no lo detuvo. Al momento creía haber recabado lo suficiente de él para determinar qué tipo de persona era. Pronto vendrían otras ocasiones con las cuales seguir "cotilleando" con él.

Volvió la cabeza y miró la arena. Una pantalla holográfica apareció en el cielo, y la voz de ultratumba de Agatha anunció el siguiente candidato a la ronda preliminar: un superhumano de nombre Alexei Sokolov.

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷|

Hipogeos

Bajo el subsuelo del inmenso cuadrilátero, Alexei Sokolov se preparaba para su trepidante entrada y bienvenida de vuelta al combate frenético. Aunque había unos atisbos de melancolía en aquel torbellino de vehemencia.

Se arremangó las mangas de su chaqueta negra, dejando al descubierto sus tatuajes negros con formas de espirales. Se ajustó los zapatos deportivos, amarrándolos con firmeza. Se acomodó la chaqueta, desabrochándose todos los botones. Se levantó las pantorrillas de sus jeans, revelando los tatuajes negros con formas de taraceas en sus tobillos.

Por último, se llevó una mano al bolsillo y extrajo de allí una pulsera color índigo y decorado con varias perlas esférica en su centro. Cada una representando colores distintos que representaban los chakras.

Alexei se quedó observando la pulsera por largo rato. Esta pulsera, junto con el tatuaje de fuego que iba de la muñeca al antebrazo, le produjeron emociones. Sentimientos encontrados vinieron a él, entrechocándose en su corazón y produciendo una repentina melancolía que trajo consigo recuerdos. Un pasado que se le antojaba remoto, de una vida en un mundo que ya no existía por culpa del Holocausto Kaiju. Se vio a sí mismo, en breves visiones, haciendo pillaje por las oscuras y gélidas calles de Moscú, buscando entre la basura restos de comida, así estén expiradas o sean tóxicas. Con el estómago lleno, uno podría sobrevivir al invierno inclemente de la capital rusa.

En un tiempo en el que aún no despertaba su gen, robos y saqueos perpetró en aquella ciudad indiferente para sobrevivir. Pero lo hizo no solo por él, sino también por su hermana menor.

Alexei apretó los labios al ver la esfera color púrpura oscuro. Aquel era el color de pelo que tuvo su hermana. Tenía la impresión de poder sentirla en aquella esfera, en aquella pulsera, obra suya, que otrora le regalará hacía décadas.

<<Aún te atesoro en mí, hermanita>> Pensó Alexei, dándole un profundo beso a la pulsera. Acto seguido se la colocó en su muñeca derecha, junto con una serie de eslabones que se enroscaban sobre su piel, apretándolo. <<Tengo algo de miedo por esto. Aún no entiendo por qué estoy aquí, pero llevándote conmigo a los confines de este nuevo mundo, no tengo por qué temer>>.

De un salto se reincorporó de su banca. Se volvió hacia el lumínico umbral por el que se filtraba las inquietas luces de las pantallas holográficas. En ese momento, logró oír el atronador y apasionado grito de Agatha Sipokroski anunciar la entrada del siguiente contendiente, Superhumano Ruso, poseedor de una peculiar habilidad llamada "Conductores". La emoción lo dominó, haciendo que su corazón tamborileara de forma rítmica. Dio pequeños saltitos y agitó las manos, de las que emergieron cortinas de humo denso movedizos.

Al tiempo que se dirigía decidido hacia la salida del hipogeo, pensó:

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ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷|

—¡POSEEDOR DE LA HABILIDAD PSYCHE LLAMADA "CONDUCTORES"! —chilló la voz de Agatha, la cual resonó en todos los recónditos del coliseo a través de los múltiples parlantes. La chica demoniaca se hallaba levitando en el aire, agarrándose de una columna vertebral que emergía de un vórtice rojo carmesí el cual giraba como un disco— Si mi padre es el Rey Cazador, ¡ÉL ES EL REY DEL PARKOUR! —batió su brazo hacia la izquierda, liberando una oleada de vientos cortantes de color rojo en el proceso— ¡Y SU NOMBRE ES...!

Justo cuando estuvo a punto de exclamar su nombre, el susodicho salió de la boca del umbral extremo del coliseo con un amplio salto. Se elevó varios metros en el aire, para después convertirse en una serie de líneas escarlatas diagonales que se teletransportaron instantáneamente hacia el suelo, produciendo un ruido similar al de la reproducción de un video. De un parpadeo aquellos tajos invisibles se convirtieron de regreso en el peleador Superhumano, y alrededor suyo estallaron humos que se levantaron varios metros hasta convertirse en coloridos confetis.

Alzó los brazos, y recibió los alocados vitoreos de la audiencia y el chillido extenuante de Agatha con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡¡¡ALEEEEXEEEEIIIII SOOOOKOLOOOOOOOOOV!!!

Alexei dio varios giros al tiempo que saludaba al público con gestos de manos. Se detuvo y fijo la mirada en el estrado con forma de cuña y expuesto en el que alcanzó a ver las graderías donde se sentaban Maddiux y Yuri. Estiró un brazó, los señaló con el dedo y les guiñó un ojo. Se dio la vuelta para enfrentar a su oponente, sin darse cuenta que Yuri se levantaba de su sillón y empezaba a agitar los brazos y a gritarle para advertirle que prestara atención a su enemigo.

<<¡Muy bien! A ver qué plasta de mierda Kaiju me voy a enfre...>>

Pero justo al darse la vuelta, se llevó un susto de muerte al ver una inmensa mandíbula abierta de par en par abalanzarse a una velocidad brutal hacia él. El tronar de las pisadas que emitía la bestia cuadrúpeda resonaban casi a la par de la música rock que chirriaba de los parlantes; por eso no los llegó a escuchar. El espanto de Alexei se incrementó al ver los pútridos colmillos del monstruo, llenos de moho y muy amarillentos. Era tal el susto que Alexei quedó momentáneamente paralizado.

—¡¡¡ESQUIVALO, TÚ PEDAZO DE IMBÉCIL REMANGADO!!! —maldijo Yuri a todo pulmón desde las gradas.

Alexei finalmente espabiló. Zarandeó sus brazos, y fuerzas invisibles sacudieron su chaqueta y su camisa. Brumas color neón se manifestaron en sus manos. El cuerpo de Alexei se convirtió en luz neón de color púrpura que se desplazó fugazmente en diagonal, esquivando por poco el inmenso bocado del monstruo.

El Rey del Parkour se abalanzó para contraatacarle, desplazándose aún en su forma de brumas de neón. Al metro de distancia adquirió su forma humana, y le propinó una feroz patada en su estómago, seguido de un rodillazo. Alexei se llevó la sorpresa de sentir la dureza de su piel, como si hubiese golpeado un muro de piedra inquebrantable. Apoyó los pies sobre el vientre de la oronda bestia y dio un salto hacia atrás, esquivando en el proceso un veloz bocado de su contrincante; fue tan veloz su ataque que consiguió arañarle de un jirón sus jeans.

Alexei cayó acuclillado y rápidamente se reincorporó. Lanzó una mirada analítica a su enemigo mientras este se daba la vuelta. El superhumano puso cara de asco al pasear sus ojos por su piel cetrina condecorada aquí y allá con varias pelusas y pelaje gris desenmarañado. Sus patas de cocodrilo, aunque cortas, eran rechonchas y resistentes, lo que le permitía balancear la oronda y dura panza que cargaba consigo. Misma función cumplía su larga cola que acababa en una enorme bola de pelos. Tenía formas de pelusas en su hocico que aparentaban una burla de barba. Su hocico no paraba de babear asquerosamente. Desde el grueso cuerno que crecía en su nariz, hasta su cola, debía medir unos treinta metros de largo.

—Oh, Dios santo, que mal hueles... —masculló Alexei, tapándose la nariz. El hedor que exudaba aquel kaiju era como el olor de las cloacas llenas de excremento de los acueductos de Moscú— ¿Qué mierda se supone que eres tú? ¿Un hipopótamo kaiju? Pero con cuerno de rinoceronte y patas de cocodrilo.

Era la única semejanza que hallaba Alexei en ese momento a aquella abominación. De pronto, el hipopótamo kaiju se alzó sobre sus patas traseras y, con una fuerza titánica, balanceó su cuerpo para caminar en dirección a Alexei. Este último no pudo evitar echarse una buena risa por lo ridículo que se vio el kaiju caminando de esa forma. 

El hipopótamo kaiju estampó sus piernas delanteras con la brutal fuerza de un elefante cayendo a cien metros de altura, generando una onda de choque que sacudió todo el estadio. Alexei fue sorprendido por la onda expansiva, que lo dejó atontado por unos momentos. Instantes que el hipopótamo kaiju aprovechó para inclinar la cabeza hacia abajo, y sacudirla hacia arriba, propinándole un martillazo con su cuerno a Alexei. Este último, noqueado por el brutal golpe, voló varios metros en el suelo para después caer

El superhumano recibió el golpe de lleno. Varios humanos de las gradas hicieron caras adoloridas, mientras que los demonios aplaudieron y chillaron, alardeando de estar apoyando al hipopótamo kaiju. Eso generó unas cuantas venas hinchadas en el rostro y en los brazos de Yuri, quien tuvo que aguantarse las ganas de romper su trono de piedra y abalanzarse contra todos esos hijos de puta que burlaban descaradamente de Alexei, ninguneándolo ante algo tan banal e irrespetuoso como recibir el primer golpe crítico por un kaiju con forma de hipopótamo.

Por su parte, Maddiux se masajeaba el mentón en gesto sofisticado mientras veía a Alexei dar varias volteretas por el suelo, esquivando sagazmente los cabezazos contra el suelo que propinó el hipopótamo kaiju, tan fuertes que llegaban a resquebrajar el suelo de la arena. <<No creas que te la iba a dejar fácil, amigo mío. Sí, te necesito fuerte. Y para ser fuerte, tendrás que enfrentarte a oponentes igual de fuertes>>.

Alexei Sokolov empleó el Conductor de Neón para impulsarse hacia los cielos justo cuando el hipopótamo kaiju estuvo a punto de devorarlo de un mordisco. Las brumas color neón lo elevaron varios metros en el aire. Se detuvo a diez metros arriba, y justo allí agitó sus manos, caambiando su elemento a humo negro. Disparó de las palmas de sus manos una enzarzada humareda contra los pequeños ojos del monstruo, cegándolo. El apestoso kaiju quedó cegado, el dolor de la ceguera provocando que emitiera un estridente chillido adolorido. Acto seguido, Alexei se transformó en brumas neón, apareciendo en el suelo justo en frente del hipopótamo kaiju. Cambió el elemento de su Conductor a Concreto, formando un enorme guantelete de piedra en su mano. Pegó un grito beligerante, y le propinó su más fuerte puñetazo a la inmunda bestia en su estómago.

El monstruoso mamífero recibió de lleno el golpe, siendo impulsado varios metros a lo largo y ancho de la arena de combate hasta impactar contra una pared. El coliseo entero fue sacudido por la colisión, pero en vez de producir gritos de pánico, produjo alaridos excitantes y oleadas de aplaudidos emocionados en las gradas humanas. Alexei sacudió de arriba abajo su brazo, y las piezas de concreto cayeron como vidrio a sus pies.

<<¡Uff! Hace tiempo que de verdad no empleaba estas habilidades para el combate>> Se dijo. Alzó una mano, y en ella intercambio los cuatro Conductores que poseía: primero roca, después brumas de neón, luego líneas bifurcantes color rojo de vídeo, y por último cortinas negras de denso polvo y humo. <<Pero aún así no perdí la gracia>>. Se miró el enorme rasgón que abría una de las piernas de sus jeans y el enorme agujero de su camisa negra. Frunció el ceño. <<Aunque debo tener cuidado. Este cabronazo se ve peligroso por más ridículo que se vea>>

La densa cortina de polvo no permitía ver al hipopótamo kaiju ocultó tras la hendidura y los escombros. Los aullidos de euforia, sumado a la intensa música rock de los parlantes, le dificultaban un poco a Alexei concentrar sus oídos en escuchar los sonidos de fondos que emitiría el kaiju; de esta forma también se guiaría del patrón de sus ataques. Alcanzó a oír su característico gruñido gutural. Alexei inmediatamente alzó los puños, invocando en sus manos las líneas bifurcantes de su Conductor vídeo.

Entrecerró los ojos, concentrando la vista en el humo que ya se estaba disipando. Y entonces, repentinamente, de la hendidura surgió el hipopótamo kaiju impulsándose a una ridícula y vasta velocidad a lo largo y ancho de la arena, directo hacia él. Veloz como si hubiese sido columpiado por un titán, Alexei vio su mandíbula abierta justo en frente de su cara, a punto de devorarlo. Rápidamente se convirtió en líneas bifurcantes de vídeo y se desplazó en paralelo al atropellado hipopotamo bestial, desapareciendo en forma de rayas escarlatas y reapareciendo en su forma humana varios metros lejos de él.

El mamífero semiacuático no se detuvo allí. Raudo, se volvió en dirección a él y, sacando fuerzas que Alexei no comprendió, se impulsó dando un salto con sus patas de cocodrilo. Salió de nuevo propulsado cual torpedo, abriendo su mandíbula para comérselo de un bocado. Alexei empleó la misma técnica, esquivándolo con tremenda facilidad. Una vez el hipopótamo kaiju se detuvo de su impulso, se dio la vuelta y, por última vez, empleó su técnica de impulso de avalancha contra él.

Esta vez, Alexei previó su ataque, y cambió su conductor a humo. Disparó varios proyectiles de vapor negro al suelo, generando una densa muralla de tufo deslumbrador en el que el hipopótamo kaiju se metió de lleno en él. La monstruosidad de mamífero se vio inmerso dentro de un territorio ennegrecido por la humareda; sus pequeños ojos no le permitieron ver más allá de su cuerno. De repente, sintió que algo se le clavaba en el estómago y lo abría de cuajo con un tajo. Pegó un chillido, y de un mordisco se dio la vuelta, no pudiendo atrapar con sus colmillos al veloz superhumano, quién lo volvió a atacar en el estómago con un tajo de una especie de espada hecha a partir de bifurcaciones rojas de vídeo.

El Rey del Parkour replicó otras dos veces el mismo ataque, desenfundando aquella espada curva con su Conductor vídeo y abriendo el orondo vientre del hipopótamo en varios amplios tajos que lo dejaron sangrando. El hipopótamo kaiju se alzó sobre sus dos patas y propinó un fuerte pisotón al suelo, liberando la misma onda expansiva de antes con la cual barrió todo el humo. Justo cuando la humareda se disipó, alcanzó a ver a Alexei saltando en el aire, esgrimiendo con sus dos manos un martillo hecho de piedra directo hacia su cabeza.

La monstruosidad mamífera inclinó rápidamente la cabeza y la batió hacia arriba, justo cuando Alexei lo arremetió con un martillazo. El cabezazo con su cuerno fue más poderoso que el martillo, y el Rey del Parkour recibió de lleno un nuevo trompetazo que lo hizo dar varias volteretas descontroladas en el aire antes de caer de bruces al suelo. Alexei dio una voltereta en el suelo y se puso de pie con un salto acrobático. Se palpó los labios con los dedos, y descubrió sangre en sus yemas. Esbozó una sonrisa nerviosa.

En el podio con forma de cuña, Yuri Volka, sentado al lado de Maddiux, no pudo evitar fruncir el ceño y gruñir de la confusión.

—O una de dos —dijo—. O Alexei se ha oxidado para las peleas, o esa... cosa, que asignaste a pelear contra él, es tan poderoso como un general de rango menor del ejército Kaiju.

—Está oxidado en el combate, obviamente —replicó Maddiux, masajeándose el mentón—. Lleva retirado de esto desde que reencarnó en este mundo. Más de veinte años sin pelear. Ni siquiera participó en la Lupara Bianca. Y menos mal que no participó, porque sino se hubiese hospitalizado más de una vez, como saldrá de aquí.

—¿Y por qué entonces lo quieres traer de vuelta a tu mundillo, Gospodin Maddiux? —inquirió Adam Smith a su lado, mirándolo de reojo—. O mejor dicho, ¿cómo lo convenciste de acceder a esto? ¿Lo convenciste o fue por decisión suya?

—Fue por decisión suya, y aquí te diré el por qué, Adam —Maddiux se acomodó en el sillón para volverse hacia él—. Porque Alexei quiere mejorar su calidad de vida. Más allá de querer curtirlo en el combate, también quiero apoyar a mi viejo amigo a obtener un mejor nivel de vida. Hasta dónde sé, Alexei trabajaba hasta hace no poco como gerente de constructora en la Raion Serbia. Esto antes de que la mafia serbia tomara control de los sindicatos de allá. Desde entonces se la pasó viviendo de trabajo en trabajo, de renta en renta, de Raion en Raion.

—Pero, ¿no se supone que este tipo lucho contra un Jinete del Holocausto, o cómo sea que se llamasen? —inquirió Smith— ¿No debería ser reconocido? ¿Famoso, cómo ustedes dos? —señaló con una mano a Maddiux y Yuri.

—No todos los veteranos de la Guerra de Vietnam regresaron como condecorados héroes, Adam —replicó Maddiux con tono algo decaído—. Algunos fueron olvidados, y otros quisieron ser olvidados. Alexei entraba en esa segunda categoría. Pero ya no podía aguantar más este estilo de vida. Así que vino a mí de nuevo.

Adam Smith se lo quedó viendo por un largo rato, para después desviar la mirada y concentrarse en el fiero combate. <<Primera vez que te veo hacer un acto así de bondadoso, Gospodin>> Pensó, entrecruzando las manos sobre su vientre. 

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|◁ II ▷|

El hipopótamo kaiju se impulsó hacia atrás, esquivando por poco el nuevo martillazo que Alexei le iba a propinar. Este último vio a la inmunda bestia semiacuática inclinar hacia atrás la cabeza. Esta vez previo su mortal ataque. Justo cuando el mamifero monstruoso alzó velozmente la cabeza, Alexei dio un salto, sobrevoló los cielos invocando alas de líneas escarlatas en su espalda, alcanzando a agarrar con sus dos manos el cuerno del animal y, agarrando el impulso previo que dio el hipopótamo con su cabezazo, estampó su cabeza contra el suelo con todas sus fuerzas.

Tirados en el suelo, Alexei y el kaiju forcejearon, este último sacudiendo de lado a lado la cabeza mientras que el primero se afianzaba a su cuerno. El Rey del Parkour invocó una espada escarlata hecha de video en su mano derecha, y se la clavó directo en uno de los ojos del hipopótamo. La bestia inmunda despidió un alarido estridente, y sus zarandeos de cabeza se volvieron más agitados y descontrolados. Alexei no pudo sostenerse más y salió volando por el aire, recomponiendo su postura invocando alas digitales de su espalda y deteniéndose. En el aire, observó como el hipopótamo kaiju se retorcía y daba giros por el suelo mientras su ojo chorreaba sangre.

<<Hora de ponerle fin a tu patética vida>> Alexei juntó las palmas de sus manos, y el chasquido de su aplauso levantó varias volutas digitales, como entramados rojos resplandecientes que formaron redes a lo largo de sus brazos. A lo largo del suelo del estadio se formaron también los andamios escarlatas, como redes de líneas interconectadas de un tablero de ajedrez que alcanzaron al afligido hipopótamo kaiju, que seguía retorciéndose sin parar. Las líneas rojas se dibujaron por todo el cuerpo de la bestia inmunda. Los espectadores de las gradas, humanos y demonios por igual, acallaron en un expectante silencio al ver como los complejos entramados se ensanchaban por toda la arena de combate, incrementando también sus fulgores.

El vigor de su cuerpo alcanzó su punto más álgido. Sintiendo la emoción de estar a punto de liberar una de sus habilidades más poderosas, murmuró con una sonrisa:

—Tsifrovoy...

Pero justo en ese instante, fue interrumpido por el rugido bestial del hipopótamo kaiju. Este, combatiendo contra el dolor que le produjo las líneas escarlatas de los entramados, se paró sobre sus dos patas y dio un torpe giro sobre sí mismo. A través de los filtros carmesíes de los fulgores de las líneas, Alexei alcanzó a notar unos destellos dorados proviniendo del lomo del monstruo. El hipopótamo entonces estampó sus patas al suelo con todas sus fuerzas, liberando una onda expansiva, pero de color dorado.

Y de su lomo surgieron un millar de gigantescas púas doradas del tamaño de bambúes. Sin que Alexei o ninguno de los espectadores del coliseo lo notaran a excepción de Yuri y Maddiux, el hipopótamo kaiju disparó un millar de espinas doradas al cielo.

Una de las supersónicas puyas se clavó en el hombro derecho de Alexei, y después otra en su muslo derecho. Alexei perdió el equilibrio de su vuelo y también el control de su poder de digitalización tras ser alcanzado por las espinas. Los entramados resplandecientes se apagaron con los segundos, y mientras caía hacia el suelo, Alexei obtuvo una vista panorámica de la horrenda apariencia que poseía el monstruo inmundo ahora.

Cayó de bruces al suelo, solo para recibir la ingrata sorpresa de ver al hipopótamo kaiju abalanzarse hacia él, esta vez a una velocidad mucho más vertiginosa. Viéndose incapaz de reaccionar a tiempo para eludirlo, Alexei manipuló el concreto del suelo para recubrir todo su cuerpo con un robusto armazón de piedra. El hipopótamo kaiju abrió la mandíbula y se comió a Alexei de un bocado, aunque no del todo, puesto que los espectadores de las gradas alcanzaron a ver las piernas del superhumano colgando de la mandíbula del monstruo mamífero.

—¡ALEXEI! —chilló Yuri de la preocupación, parándose de su trono inclusive. A su lado, Maddiux se mordió el labio inferior y apretó un puño, la mirada consternada.

El hipopótamo puercoespín estampó su cabeza contra el suelo de una hasta diez veces, mareando a Alexei adentro de su hocico. La armadura de concreto resistió como pudo, pero al octavo cabezazo, se resquebrajó en buena parte, lo que permitió que los colmillos rasgaran su cuerpo y le abrieran tajos sangrantes. Tras acabar, el kaiju zarandeó su cabeza hacia la derecha y abrió la boca, mandando a volar a un malherido Alexei por los aires. Acto seguido, el hipopótamo kaiju irguió la espalda, y esta resplandeció con los mismos brillos de antes. Se alzó sobre sus patas traseras y estampó las delanteras al suelo, disparando una nueva oleada de espinas doradas al cielo.

Alexei se recompuso en el aire con una acrobacia e invocó sus alas digitales. Batió las alas hacia atrás y se movió en raudos zigzagueos, esquivando como pudo la lluvia de aguijones, todos ellos clavándose en el suelo y marcando un largo sendero de pinchos fulgurantes. En el aire, el superhumano sacudió la cabeza de lado a lado, recomponiendo al instante su equilibrio mental tras tantos cabezazos.

<<Ok... ahora esto si es peligroso>> Agarró la espina de su hombro y se la arrancó de cuajo, produciendo un montón de dolor en el acto. Lo mismo hizo con la espina de su pierna. Apretó los dientes y gruñó, adolorido. Entre quejidos, clavó sus airados ojos sobre el hipopótamo kaiju. 

<<Esas espinas son cosa seria>> Pensó para sí entre jadeos. El monstruo mamífero y él se quedaron viendo en silencio, como dos gatos que toman un pequeño descanso luego de tan intenso intercambio de zarpazos y mordiscos. Alexei respiró hondo y miró su derredor. El público estaba expectante. Había pocos alaridos de exigencia o aplausos; todo el mundo se hallaba al borde de sus sillas al ver como él, el Rey del Parkour, estaba siendo forzado a luchar en serio por un hipopótamo. Para algunos, especialmente los demonios, la situación les era hilarante.

Pero para Alexei, quien por primera vez en muchas décadas estaba de nuevo en el fervor del combate, esta situación era una cuestión de vida o muerte. Por más ridículo que se viera su contrincante en la superficie, estaba seguro que, de no tomarse en serio sus habilidades, derrocaría incluso a un habilidoso Caballero Demonio. Y él debía de tomarse en serio ahora la situación si quería demostrarle a Maddiux, a Yuri, y muy probablemente a Yatsumi, que él no era ningún payaso.

<<Ok, basta de jugar a lo pendejo, Alexei>> Junto las manos, entrelazando los dedos. La materia inorgánica y lumínica que se fusionó en sus nudillos formó una serie de engranajes hechos de cada Conductor: un bagaje de bifurcaciones digitales, brumas neón, humo negro y eslabones de concreto que giraban unas en el sentido de las agujas y otras a contrarreloj. La presión generada por la combinación de los cuatro Conductores hizo gruñir y fruncir el ceño al superhumano. <<Hace tiempo que no empleo los cuatro al mismo tiempo...>>

Su corazón latió con vehemencia. Abrió los ojos de par en par. El hipopótamo kaiju despidió un rugido, se colocó sobre sus patas traseras, y disparó un millar de espinas de su espalda. Los aguijones dorados volaron por los cielos como veloces saetas en dirección a Alexei. Los engranajes de los cuatro Conductores se sobrepusieron unos sobre otros. Los aguijones cayeron sobre él.

Y Alexei desapareció del cielo convertido en una fugaz bruma neón que se desplazó por el aire instantáneamente hasta alcanzar el suelo y reaparecer justo en frente de la monstruosidad mamífera.

El superhumano asaltó al hipopótamo kaiju con una andanada de puñetazos, patadas, codazos y rodillazos, todos acompañados por gruesos cubrimientos de concretos, directos en su vientre. A pesar de aplicar todas sus fuerzas en aquellos ataques, la resistente piel de la bestia amortiguaba gran parte de su cadencia, lo que solo generaba pequeños moretones. El cuerpo entero bestia inmunda vibró por la intensidad lumínica de sus nudillazos, potenciados por la velocidad de sus Conductores digital y neón.

El monstruo abrió su mandíbula y propinó un mordisco lateral. Alexei desapareció y reapareció del otro lado, persistiendo en acribillar al hipopótamo horrendo con su intensa avalancha de ataques, tan veloces que sus brazos y piernas se volvieron borrones. Del hocico del kaiju brotó sangre producto del incesante ímpetu de rapidez de los puñetazos. Volvió a tornar la cabeza hacia un lado y pegó otro mordisco. Alexei lo esquivó desplazándose alrededor de él, convirtiéndose en una hélice neón que viajaba a toda velocidad dando círculos sin parar, al tiempo que lo volvía a acribillar, esta vez disparando montones de proyectiles de concreto, rápidos como balas.

La audiencia humana berreó entre gritos vehementes y un alboroto de aplausos. Secciones enteras de demonios en las gradas quedaron sin aliento. El hipopótamo kaiju chilló y alzó la cabeza hacia el cielo, alzándose de nuevo sobre sus patas traseras. Su espalda resplandeció en motas doradas. De repente cayó y se deslizó fluidamente por el suelo cual puercoespín, dando varias vueltas sobre sí mismo, y disparando millares de espinas doradas por toda la arena, algunas inclusive escapándose y dándole a varios de los espectadores de las gradas.

Alexei fue apuñalado por un par de ellas; una en su brazo, y otra en su vientre bajo. Eso le hizo reducir la velocidad y estar expuesto al kaiju. El monstruoso hipopótamo detuvo su rotación, retrocedió con un impulso e inclinó la cabeza hacia abajo, listo para cargar contra el debilitado Alexei de un cabezazo. El superhumano previó el ataque, y viéndose inmovilizado por las espinas, optó por otra estrategia.

Dio un pisotón al suelo y levantó, frente a él, una muralla de concreto de cinco metros de alto por cinco de grosor. El cabezazo del hipopótamo fue amortiguado en gran medida por la densa muralla. Acto seguido, una lluvia de escombros se regó por toda la arena, cegando brevemente al hipopótamo de la posición de Alexei. Este último se ocultó tras la breve cortina de escombros, y aprovechó los brevísimos segundos para extraerse las espinas de su cuerpo, y cubrir las heridas con recubiertas de yeso.

Quedó dispuesto en el lado lateral del monstruoso mamífero. Alexei invocó una espada digital, y se impulsó a toda velocidad hacia él, ahora que seguía distraído. Arremetió contra él, pero el kaiju ya había reparado en él, y lo contraatacó con un bocado. Alexei invocó torres de piedra bajo sus pies que lo elevaron varios metros. El hipopótamo destruyó las torres con su mordisco, mientras que Alexei dio volteretas en el aire, esgrimiendo en el proceso su espada. Invocó alas digitales en su espalda y las batió, saliendo impulsado a toda velocidad hacia el hipopótamo.

Y enterró la espada de luz justo en su cráneo.

Los alaridos del público humano resonaron por todo el coliseo. Aplausos aullaron hasta llegar a los cielos. El hipopótamo kaiju pegó un chillido estridente hacia el cielo también. Chorros de sangre brotaron de la hendidura de su cabeza. Alexei hundió más la espada adentro de su cráneo, profundizando la herida y abriéndosela de un tajo. Tras eso se alejó de un impulso, y remató al hipopótamo kaiju invocando una protuberancia de roca con forma de nudillos, propinándole así un feroz puñetazo en su mejilla. Pero ni eso, ni el tajo en su cabeza, detuvieron a la airada y desesperada bestia.

Alexei batió las alas digitales y voló varios metros al aire, esquivando en el acto varios aguijones dorados que el kaiju disparó tras rodar sobre sí mismo pesadamente. La espalda del inmundo hipopótamo no dejó de brillar a partir de las motas que seguían condecorando sus enormes púas dorsales. Sus patas de cocodrilo refulgieron con un impetuoso brillo dorado. Y, de repente, el hipopótamo kaiju se impulsó, resquebrajando el suelo en el proceso.

Y se elevó varios metros al cielo hasta alcanzar la posición de Alexei.

El superhumano quedó de piedra al ver al gigantesco hipopótamo elevarse hasta los veinte metros de alto. La bestia kaiju despidió un chirrido, chorros de sangre emanando de la hendidura de su cabeza. Cual erizo, el monstruoso mamífero giró sobre sí mismo, formando una bola de grandes púas que giró numerosas veces en el aire. Alexei trató de esquivarlo empleando sus alas digitales, pero la criatura disparó aguijones dorados de su espalda, y varias de ellas se clavaron en su estómago, sus piernas y sus hombros, inmovilizándolo.

No pudo moverse ni un centímetro. Alexei trató de sacarse las púas empleando el Conductor de concreto para aplastarlas de adentro hacia afuera. Pero ya era demasiado tarde.

Todo el peso de toneladas del hipopótamo kaiju impactó contra él en un imperioso ruedo en el aire.

Chillidos de espantos cortaron la oleada de aplausos efusivos que habían atiborrado el coliseo hasta entonces. Tanto humanos como demonios despidieron gruñidos adoloridos y apretaron los dientes al ver como Alexei era consumido por las púas del hipopótamo kaiju. La colosal masa de aguijones dorados giró por el aire, descendiendo rápidamente del cielo hasta la arena de combate, donde colisionó primero contra el suelo, y después rebotó para impactar contra la muralla. El anfiteatro fue sacudido de una forma bestial. Todos los espectadores se tambalearon en sus sillas breve pero intensamente, para después pararse de sus puestos y observar detenidamente el denso muro de polvo que se levantó entorno a la hendidura.

—¡¡¡ALEXEI!!! —chilló Yuri, parándose de su puesto. Maddiux lo imitó, la preocupación extrema dibujada en su rostro. Lo mismo hizo Adam, la sorpresa inédita en su semblante.

El silencio perduró por los siguientes segundos, alargados hasta llegar al minuto. La muralla de polvo se deshizo, revelando un lago de escombros rodeando el enorme boquete. Todo el mundo alcanzó a notar el cuerpo inerte del hipopótamo kaiju, recostado encima de la camilla de numerosos cascajos. No se movía. Las largas púas que salían de su espalda ya no brillaban con su característico fulgor dorado. Estaba muerto. Pero no había rastro de Alexei Sokolov por ningún lado. 

De pronto, los escombros empezaron a moverse en formas diagonales antinaturales, como pepitas de metal atraídos por un magneto. Uno a uno, fueron cayendo las piedras, revelando lo que había en su interior. Un crescendo de bufidos de sorpresa y risas de felicidad fue plagando las graderías. Secciones y secciones de gradas humanas fueron inundadas por canticos de expectación que, pronto, se convirtieron en exultantes chillidos de regocijo y maremotos de aplausos. Las graderías de demonios quedaron en su mayoría en silencio, no pudiendo creer la hazaña que acababa de acontecer ante ellos.

Yuri Volka carcajeó de los nervios y se encogió de hombros. Adam Smith se masajeó el mentón. Maddiux sonrió de oreja a oreja y empezó a aplaudir. De los pies del ganador cayeron pedazos de escombros que otrora fueron la armadura de concreto que lo protegieron del brutal y desesperado ataque del hipopótamo.

—¡¡¡HUMANOS Y DEMONIOS!!! —vociferó AgathaSiprokroski, descendiendo a la altura de la arena de combate sosteniéndose dela columna vertebral sangrante y voladora— ¡Tenemos otro ganador de las rondaspreliminares! ¡DÉNLE UN FUERTE APLAUSO A...! 

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7
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Circuitos superiores

Desde lo más alto del coliseo, Kenia Park asomó la mirada más allá del pilar en el que se ocultaba del resto de los espectadores de las gradas más abajo. El extenso y ancho pasillo en el que se hallaba, bordado por completo por peristilos, estaba en gran medida abandonado, a excepción de unos cuantos guardias que, al igual que ella, decidieron subir hasta acá para tomarse un pequeño descanso.

Tras terminar de beberse su batido de Mate, dejó el vaso sobre una repisa. Apoyó su hombro derecho contra el pilar y se cruzó de brazos, los ojos fijos en como los aerodinos cargaban en el aire el cuerpo del hipopótamo kaiju y se lo llevaban lejos de allí. Los aplausos y gritos emocionados acallaron. El coliseo se vio sumido en un breve periodo de silencio, interrumpido por susurros de gente que preguntaban cuándo vendría el siguiente combate, y quién sería el siguiente en participar.

Kenia, naturalmente, no le tomaba mucha importancia al torneo en sí. De hecho, pensaba que su trabajo como "vigilante" de las gradas era algo absurdo. ¿Qué clase de peligro podría correr estas ochenta mil almas, humanas y demoniacas? Puede que surja alguna riña, una pelea entre hinchas de los humanos y los demonios, especialmente cuando comiencen las rondas en sí. Pero aparte de que esas rondas aún faltaban por llegar, Kenia, con una mirada más analítica hacia los demonios... no pareció ver o sentir ninguna aprehensión de violencia en ellos que estuvieran reteniendo para no beligerar contra los humanos, no importaba cuanto estos les provocasen.

<<¿Será cierto?>> Se preguntó en su mente. <<¿Los demonios aquí sí son "civilizados"?>> Aunque no le gustaba mucho usar esa palabra puesto que siempre la asociaba con apelaciones, Kenia debía admitir que, el pastor o el líder que haya dirigido la senda de esta reducida comunidad, hizo un gran trabajo en alejarlos del estereotipo de demonios violentos de la Segunda Tribulación.

Una vez el cadáver del hipopótamo kaiju fue removido, la hija de Maddiux Siprokroski se llevó el micrófono a los labios y su voz retozó por todo el coliseo:

—Y ahora, para nuestra siguiente ronda preliminar, les presento al favorito de la comunidad de demonios de Grigory... —Agatha estiró su brazo hacia su lado izquierdo— ¡¡¡UN LEGENDARIO ESPADACHÍN DEL YOMI!!!

Kenia hizo oídos sordos. Se dio la vuelta y se detuvo de improvisto al chocarse sin querer contra alguien. Retrocedió, y lo primero que vio fue una máscara con manchones negros moviéndose de un lado a otro.

—Ah, eres tú, Santino —dijo Kenia, mientras que la imperante voz de Agatha resonaba en la lejanía, presentando una terrorífica descripción del próximo combatiente—. ¿Qué haces aquí?

—Asumiré los mismos motivos por el que tú estás aquí —se limitó a decir Santino, las manos en los bolsillos de su gabardina.

—Piola... —Kenia esbozó una sonrisa nerviosa. Lo cierto es que le incomodaba estar en la presencia de Santino. Jamás ha sabido traducir sus gestos o sus entre líneas. Se le antojaba excesivamente enigmático, a pesar de conocerlo por décadas.

Santino no dijo nada más. Se quedó de pie cerca del mismo puesto donde ella estaba, y se quedó oteando en silencio la arena del combate, y como Agatha Siprokroski seguía barbotando su elocuente caterva de descripciones hasta culminar gritando a todo pulmón el nombre de Yatsumi Sorozon. Kenia, en vez de retirarse como planeó originalmente, se quedó al lado de Santino. Hombro a hombro, ambos eran de la misma altura.

—¿No quieres mate? —preguntó Kenia— Hay un kiosko aquí cerca que da la casualidad que lo venden. Nos lo dan gratis. Si quieres te busco una...

—Ya bebí uno antes de venir aquí —replicó Santino, quedo.

—Ah... ok, ok —Kenia apretó los labios y asintió la cabeza. Ambos permanecieron mudos, sin moverse, mientras observaban la arena de combate y como el siguiente peleador hacía acto de presencia en el escenario en la forma de un tornado rojo, sus espirales haciéndose más y más chicas hasta convertirse en la bufanda roja que rodeaba su cuello. Los demonios aplaudieron y vitorearon en tropel.

—¿Todo va bien hasta ahora con la vigilancia? —preguntó de repente Santino tras un largo periodo de silencio embarazoso.

—¿Eh? —la pregunta tomó por sorpresa a Kenia. Esta sonrió y asintió con la cabeza— ¡Sí! Sí, todo va bien hasta ahora, Santino. Ricardo y Gevani trabajando en los puestos de Cibermantes hacen sentir que todo este sitio está vigilado por cámaras ocultas. Y con Masayoshi en lo alto —señaló arriba con un dedo—, siento muy asegurado todo este sitio.

—¿Y no por el hecho de que hay superhumanos en las gradas también?

—¿Perdona? —Kenia frunció el ceño y quedó boquiabierta.

—¿No lo notaste? —Santino ladeó la cabeza. Estiró un brazo hacia abajo—. Allí abajo, ¿qué es lo que vez?

—¿Humanos resignados con la entrada de ese tal Yatsumi?

—Eso es lo que ven tus ojos normales —Santino se señaló la máscara con dos dedos—. Pero el nuevo ciberware que implementaron los de la CIS me da acceso también a información de quienes tienen implementados algún tipo de microchip o tarjeta inteligente. Y esa gente de allí abajo —volvió a estirar el brazo—, la gran mayoría, son superhumanos. Lo dice la data que me muestra ahora mismo —las manchas negras de su máscara se movieron de formas irregulares.

—Oh, guau, ¿violando la privacidad de la viendo sus datas sin que ellos lo sepan ? —Kenia sonrió con malicia y carcajeó— Propio de ti, Santino. Propio de ti.

—Por algo me dieron esta mejora —masculló Santino—. A mí y a Mateo. Puede que haya algún intruso o sospechoso en las gradas. Alguien con cero data, alguien que esté bloqueando su información personal con algún tipo de software. Alguien, sea entre los demonios o los humanos, que quiera hacer un atentado aquí.

—Por el amor de Jesús, María y José, ¿quieres parar con la paranoia? —masculló Kenia, agarrándole del pliegue de su gabardina— Esto es solo un trabajo de vigilancia y control. No tienes por qué meter al terrorismo en esto.

—¿Si has sabido de las noticias últimamente, Kenia? —Santino se volvió hacia él. Bajo la máscara, Kenia pudo sentir su penetrante y juzgadora mirada— ¿Si has visto el caos paramilitar que hay en Albania? ¿En las revueltas anarcosindicalistas que se propagan por Kosovo y por Serbia? ¿En las movilizaciones armamentísticas contra Kosovo para quitarles tierras?

—Eso ya son situaciones que se nos escapa de las manos. Además de cuestiones políticas que solo los Siprokroski manejaran. No nos incumbe en lo absoluto.

—Lo mismo decíamos de Videla y mira que nos llevó hasta las fauces de Jahat comiéndose poco a poco el estado Argentino.

—¿Es acaso eso lo que quieres, Santino? —Kenia dio un paso atrás y lo miró con disgusto— ¿Quieres volver a la barbarie de las batallas urbanas y campales? ¿A volver a vivir de miseria en miseria peleando por un país indiferente hacia nosotros?

—Al menos peleamos por algo. Por traer justicia contra los impunes —Santino se volvió hacia ella, desafiante— ¿Qué es lo que quieres tú?

—Protección para mi familia. ¡Cosa que ya tenemos con los Siprokroski!

—Oh, créeme, Kenia —Santino ladeó la cabeza—. Estamos más inseguros con ellos que con el gobierno bosniaco.

—¿Por qué lo dices, ah? Ilumíname.

—Te diré por qué. Mira hacia la arena.

Y justo cuando Kenia Park giró la cabeza y fijó la vista en el estadio, oleadas de vientos cortantes llegaron hasta ella y la tasajearon con filosas brisas que le pusieron la piel de gallina. Sus cabellos fueron empujados hacia atrás, y el corazón de Kenia detuvo sus latidos por unos microsegundos antes de volver a palpitar, pero con mucha intensidad. Como si una bala le hubiese rozado cerca de su cabeza, Kenia se quedó petrificada.

Lo mismo que todos los espectadores de las graderías del coliseo.

Los aplausos y vitoreos se paralizaron al igual que sus cuerpos. Inmóviles, como si hubiesen visto todos a los ojos la cabeza de una Medusa, ningún ser humano o demonio produjo sonido alguno por unos segundos. A todos se les detuvo el corazón, y después se reanudo con la misma intensidad que quién acababa de salir de aprietos de la muerte sin notarlo hasta un segundo después. Ojos ensanchados y quietos quedaron fijos en la arena de combate. Incluso Yuri Volka y Maddiux Siprokroski sintieron aquellas brisas cortantes rozarles los cuerpos y erizarles los vellos.

Yatsumi Sorozon enfundó lentamente su nodachi dentro de su vaina hasta generar un chasquido metálico al llegar a la base. Al instante, el kaiju bípedo de aspecto quelonio se desmoronó al suelo, rebanado en múltiples pedazos cual piñata al ser cortado con un cuchillo de cocina. Ni siquiera su endurecido caparazón puntiagudo fue capaz de aguantar, y también fue cortado en enormes pedazos triangulares. Un enorme charco de sangre bermeja empezó a expandirse por el suelo.

Santino Flores se cruzó de brazos y miró de soslayo a Kenia, esta última boquiabierta igual que el resto del público. El enigmático Gil se encogió de hombros.

—Ahí tienes tu por qué —dijo—. Rodeado de tantos seres poderosos... Atraerán a seres todavía más poderosos. Y no amistosos.

Enigmático Gentleman se dio la vuelta y se retiró del peristilo, dejando a una nerviosa y boquiabierta Kenia en el lugar.  

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8
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Yuri Volka no pudo evitar desternillarse de la histeria y de la ironía ácida tras ver mortal ataque que ni siquiera llegó a captar del todo con su mirada.

—¡¿Pudiste verlo, Maddiux?! —farfulló, dándole golpeteos en el hombro— ¡Ni siquiera yo pude verlo! De repente estaba allí, y ahora está allá —dio varios aplausos resonantes y después apretó los puños—. ¿A cuántos números Mach de velocidad manejará ese sujeto?

—Cuando se trata de espadachines poseedores de artes marciales de oriente, la velocidad Mach no significa nada para ellos —afirmó Maddiux, pasándose una mano por el mentón—. Y si le agregas poder demoniaco, peor.

—Y ese Kaiju se veía más poderoso que el hipopótamo al que se enfrentó Alexei —señaló Smith, acomodándose las gafas. Su comentario fue un cuchillo que rajó el aire y puso una balanza de nerviosismos para Yuri y Maddiux.

—Voy a ver cómo están tratando sus heridas —dijo Yuri, despidiéndose de Maddiux dándole unas palmadas en el hombro para después pararse de su puesto y retirarse del estrado de forma apurada. Maddiux lo despidió con un sencillo agitar de mano.

—¡Asegurate que le den la Píldora Asclethio! —exclamó Maddiux.

—Maddiux... —siseó Smith, mirándole de soslayo.

—No hace falta que lo digas, Adam —masculló el ruso, traqueteando los brazos de la silla con agitados y nerviosos dedos. Sus ojos siguieron de cerca la ominosa figura oscura de Yatsumi; tras sus pisadas dejaba remanentes de sombras que reptaban como criaturas informes tras él. Lo reconocía; incluso a él se le formaba un nudo en la garganta ante la idea de pelearse contra un demonio que, a simple vista, denotaba una experiencia en el combate supercentenaria.

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https://youtu.be/pmc6TMAfBtk

ᴠᴏʟᴜᴍᴇ : ▮▮▮▮▮▮▯▯▯

|◁ II ▷|

A las afueras del coliseo

Cercando la ladera de una colina lo suficientemente alta como para ocultar a un grupo de insurgente tras ella, una mujercita no más alta que metro con cincuenta, tez azulada y cabello azul largo dividido en dos coletas se hallaba de cuclillas manipulando un dispositivo con forma de pequeño altar rectangular. De él surgían muchísimos cables que ella, haciendo uso de los mecanismos ligaduras y enchufes de sus brazos prostéticos, uno color rojo y el otro verde azulino, desenredaba para combinarlos y después conectarlos a los puertos del dispositivo principal.

—Guau, este clima está igual que tú, Berisha. Insoportable —masculló un hombre joven-adulto de cabello blanco desordenado y vestido con uniforme militar verde, presentando una insignia en su pecho con la forma de la estrella argeada.

—Oh, sí. ¿Sabes algo, Antígono? —replicó Bukuroshe Berisha, señalando con un orondo dedo de su prótesis el cielo— Antes de venir aquí, oír en las noticias de que habrá lluvia torrencial acompañado de granizo de más de quince centímetros. ¿Te puedes imaginar eso? ¿Más de quince centímetros?

—Espera, creo que tengo problemas para escucharte —Antígono Bardhyll se metió un meñique en la oreja e hizo como que se estaba sacando cera—. Ahora sí. Pues mira, si a lo mejor te apuraras en montar ese cacharro, y haces que te explote en la cara, las Provincias Unidas enteras declararían la paz mundial.

—Lo haría, Attaboy, pero después quién sabe qué mal función tendría esto si lo hago a la apurada. ¿Te imaginas que no funcione en el momento exacto del asalto y nos quedemos con cara de payasos en frente de ochenta mil idiotas? Después el jefe me reprocharía a mí. Y si a mi me regaña, te arrastro conmigo —Berisha levantó un brazo prostético y le enseñó el dedo de en medio.

Antígono sonrió de oreja a oreja y ladeó la cabeza. No teniendo ninguna respuesta inteligente para lo que dijo, decidió darse la vuelta y retirarse en silencio. Ascendió por la ladera de la colina hasta alcanzar la cima. Allí se topó con tres individuos más. Antígono se detuvo justo al lado de una chica de baja estatura, melena rosada atado en una cola de caballo, y con un uniforme blanco de inspiración japonesa sumado a unos shorts negros. Tanto ella como los otros dos observaban fijamente la imponente figura del Coliseo Pandemónico recortada en el horizonte.

—Tanta plata gastada en construir un Anfiteatro Flavio en vez de mejorar la calidad de vida de la clase obrera —dijo Antígono, apretando los labios y negando con la cabeza—. ¿Hasta dónde llega el consumismo y el hedonismo?

—Dependiendo de qué tan profundo sean sus bolsillos y cuánto estén dispuestos a malgastar —replicó Elira Minoguchi, pasándose una mano por su pelo rosa.

—Y también qué ideas raras se les forma en la cabeza —admitió el hombre de tez parda que los acompañaba, masajeándose el mentón con barba a medio camino de estar recortada. La sonrisa arrogante de su cara resaltaba sus confecciones claramente albanesas. Su cuerpo, desde los pies hasta los hombros, estaba recubierto por gruesos armazones de placas de hierro marrones, grises, negras y verde oscuro. Al menos un noventa por ciento de su cuerpo era puro exoesqueleto y cyberwares.

—Honestamente jamás pensé que en esto se gastarían los Siprokroski. En una copia mal hecha del Torneo del Ragnarök. Supongo que los rusos siempre serán extravagantes, no importa el tiempo.

El hombre del exoesqueleto se echó una risotada carraspeada con el comentario de la mujer de aspecto gótico y adorable que tenía al lado. Esta última se quedó con expresión impasible, los grandes ojos fijos en el coliseo. Vestía a la moda: camisa negra de manga larga condecorado con una cadena alrededor del cuello de la que colgaba una cruz ortodoxa, jeans acampanados, zapatos azules y grandes anteojos. Alzó un brazo y se agarró la muñeca, de la que tintineó un brazalete de oro.

—Más hechos no pudiste haber dicho, Luriana —dijo Elira, dedicándole una sonrisa afable.

—Aunque bueno, me pregunto ahora... —la mujer decabello negro liso se llevó un dedo a los labios en gesto de duda— Si ahídentro nos vamos a encontrar tanto con superhumanos como demonios poderosos...

—El plan del jefe es clarísimo. Activamos el PEM, entramos, robamos la Espada de Malthus, matamos a quien se interponga en el camino, y dejamos el camino despejado para que el jefe envuelva con nudo el regalo que dice él que les tiene preparado.

—Ya, pero, ¿y quienes tengamos que despellejar son demasiado poderosos para nosotros? —insistió Luriana— No olvidemos que allí dentro hay Caballeros Demonios, por no mencionar a los dos superhumanos más poderosos que hay allí. Maddiux y Agatha.

—Es por eso que el jefe se nos unió en esta misión —dijo Antígono, los brazos cruzados—. Sea lo que sea que él les tenga preparado, nos mantendrá a salvo de ellos dos, según sus palabras.

—¿Y qué creen que será eso? —preguntó Luriana, el dedo sobre su mejilla.

—No lo sé —respondió Elira—. ¿Algún tipo de hechizo que no sepamos?

—¿Un encantamiento que aturda los poderes tanto de Agatha como de Maddiux? —sugirió Antígono.

—Conque sea un hechizo que les pegue el culo a sus puestos por veinticuatro horas me basta y me sobra —admitió el hombre del exoesqueleto, las brisas soplando contra él. Su melena negra amarrada a una coleta se agitó tras él—. Con esos dos fuera del partido, no habrá nadie dentro de ese Coliseo que me detenga.

—Habla por ti mismo, Elseid —le espetó Antígono—. Si no trabajamos coordinadamente, las consecuencias serán carísimas. Y yo no deseo lidiar con consecuencias después de tantas rachas de victorias.

—¡Hablo en combate individual, macedonio! —exclamó el susodicho Elseid, dándose la vuelta y dando un aplauso mientras sonreía enérgicamente— ¿Quieres hablar de racha? Nada más espera a que entremos allí y verás cuánta racha de superhumanos y/o demonios que me llevaré en el camino.

—No cierres la mente por la probabilidad de que hallan sorpresas —dijo Elira—. Maddiux y Agatha pueden no ser los únicos que halla allí dentro que supongan un peligro para nosotros.

—Cómo por ejemplo, algún Íncubo que se quiera propasar con nosotras —dijo Luriana toda inocente. 

—¿Cómo puedes decir eso con esa cara de yo-no-fui? —masculló Elira, frunciendo el ceño.

—Sea como sea, nos tenemos prohibido perder esta misión —Elseid dio otro aplauso— Aparte de la Subasta de Tirana, esta misión la hemos preparado desde hace ya meses —velozmente desenfundó un sable de hoja escarlata que colgaba de su cintura y la colocó sobre su hombro. La hoja curva chirrió al rojo vivo y despidió electricidad. Se dio la vuelta y encaró a sus tres compañeros.

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𝓔 𝓝 𝓓 𝓘 𝓝 𝓖

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