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El demonio y la golondrina:


En ocaciones la violencia no necesita más incentivo que la pasión, que el amor a un arte que es destructivo por naturaleza, hermoso y terrible a partes iguales, elegante y refinado, una disciplina como ninguna otra, pero que carga sobre sus hombros el peso de la muerte, de la sangre derramada y vidas desperdiciadas en su persecución.

Y por encima de aquel mundo, de aquella montaña de cadáveres que era la historia de la espada misma, se alzaban dos hombres que superaron a todos los demás, uno de finales del Periodo Sengoku y principios de Edo, el otro de finales del Periodo Edo y la restauración Meiji.

—¿Estás listo?—preguntó sonriente Sasaki Kojirō, maestro del estilo Ganryū.

Okita Sōji, capitán de la primera división del Shinsegumi, usuario del estilo Ten'nen Rishin-ryū, respondió a la sonrisa de su adversario con una propia, apuntando su katana al tiempo que sus ojos relucían con un bello rojo carmesí.

—Por supuesto que sí, señor Kojirō.

Sasaki desenvainó su hoja, una larga ōdachi con el nombre de Monohoshizao, y se puso en guardia con un brillo desafiante en su mirada.

—Por favor, concédeme el honor de ver tu técnica.

Uno se coronaba como el destajador de humanos más fuerte, el otro era el perdedor más grande, nacidos en un mismo país, criados en contextos distintos, pero unidos por una única afición, el camino de la espada.

Sin mediar más palabra, Okita se abalanzó sobre su rival, el viento rugiendo a su paso conforme su veloz figura cerraba las distancias entre ambos hombres. Sasaki se preparó para recibirlo, su sable enfrente, guardia en alto.


¡¡ONIKO: NIÑO DEMONIO!!


Para sorpresa del anciano, su pequeño adversario desapareció de su vista en menos de un parpadeo, sólo para mostrarse ya sobre él al siguiente instante, trazando un mortal arco de destrucción con su espada. Sasaki abrió los ojos de par en par, retrocediendo con un salto para ponerse a salvo.

Okita, sin dar tregua alguna, inmediatamente saltó para golpear una vez más. El veterano samurai bloqueó el embate con su sable, sonriendo sin poder evitarlo, gotas de sudor nervioso deslizándose por su rostro.

—Vaya...

Sasaki hizo el intento de empujar, aprovechando la masa y peso superior de su ōdachi, sacándose a su adversario de encima antes de buscar contraatacar. El sonriente niño demonio se mantuvo imperturbable, esquivando con un nuevo salto mientras alzaba la espada por sobre su cabeza, golpeando desde arriba una vez más.

El viejo perdedor bloqueó el embate una vez más, arrojando a su adversario lejos con un fuerte balanceo de su arma. Okita aterrizó a pocos metros más atrás, sonriendo de oreja a oreja, el brillo de sus ojos dando un tinte aterrador a su rostro.

—Es divertido, ¿cierto?

El joven espadachín desapareció, moviéndose a través del campo de batalla como un rayo, rodeando a su adversario con acelerados saltos en busca de su punto ciego. Sasaki inhaló y respiró profundamente, afinando sus sentidos, enfocándose en la imagen mental que había estado visualizando en el interior de su cabeza.

Con un leve movimiento esquivó el siguiente golpe de su rival, alzando su sable listo para responder, sólo descubrir como se encontraba ahora en el interior de un cerco giratorio que se movía a su alrededor, su oponente apareciendo y desapareciendo antes de avanzar y lanzar un golpe a su garganta. Sasaki se las arregló para bloquearlo, cada vez con mayor facilidad, percatándose de que el mero movimiento de Okita sería capaz de partirlo por la mitad.

Los ojos rojos de Okita Sōji demuestran una gran euforia, un sentimiento gratificante al conseguir algo que deseamos. Esos ojos de demonio son sólo el rojo ardiente resultante de una gran determinación. Sus órganos están en un estado de éxtasis que lo impulsan fuera de lo normal, unas habilidades físicas sobrehumanas pulidas con una gran habilidad y destreza.

El sonriente demonio trazó un arco ascendente con su sable. Una vez más Sasaki le evadió al retirarse con un salto, pero Okita recién había comenzando. Girando sobre sí mismo, el joven samurai apuntó su hoja y disparó una serie de estocadas casi simultaneas que desgarraron el viento a su paso.


¡¡TEN'NEN RISHIN-RYŪ ŌGI: SANDANZUKII!

¡¡¡TÉCNICA SECRETA: ESTOCADA DE TRES FASES!!!


Tras un estallido, Sasaki salió despedido de espaldas varios pasos. Le temblaban los brazos y respiraba con dificultad, pero finalmente, a duras penas, había sobrevivido lo suficiente para completar su perfecto análisis del oponente que tenía enfrente. A partir de ese momento, la verdadera batalla podría comenzar.

Sasaki Kojirō se puso en guardia, respiró profundamente y se preparó para la siguiente acometida. Okita Sōji podía sentir que algo había cambiado en su oponente, se mostraba más seguro, más firme, más decidido.

Después de enfrentamientos contra incontables oponentes, siendo derrotado una y otra vez, Sasaki había continuado combatiendo contra ellos en su mente. Desde que comenzó la batalla, había estado observando Okita, analizando su manera de caminar, su respiración e incluso sus parpadeos. Toda esa información le permitió formular una imagen de Sōji en su mente contra la que se enfrentó incontables veces, simulando los miles de patrones de ataque que poseía.

A partir de ese momento, sin importar el número de ataques o la velocidad de estos, Kojirō podría simularlos y proceder a evitarlos. Había perfeccionado la habilidad de leer cada pequeño movimiento de su rival en el calor de la batalla.


¡¡¡SENJU MUSŌ: DEFENSA DE MIL IMÁGENES!!!


La incesante lluvia de golpes prosiguió, con ambos oponentes chocando sables una y otra vez a toda velocidad, chispazos de luz y vientos huracanados manaban de sus hojas mientras dos hombres que vivieron en extremos opuestos del periodo Edo se enfrentaban en aquella sangrienta danza de vida y muerte.

"Lo sabía"—pensaba Sasaki, mientras bloqueaba y esquivaba—. "Lo sabía. Este, y este... ¡Esos también!"

Su impenetrable defensa hacía del todo imposible para Okita el acercársele. El superior alcance de su ōdachi frente a la katana de su adversario, su inhumana velocidad de reacción, el como estaba siempre un paso por delante, aquella insuperable barrera resultaba un desafío de lo más divertido para el niño demonio.

Lanzándose de frente como una bala, el demonio trazó un brutal arco de destrucción descendente que Sasaki esquivó retrocediendo levemente, alzando su hoja para contraatacar, todo al tiempo que su pequeño adversario corregiría la trayectoria de su hoja para convertir su cuchillada en un golpe trasversal.


¡¡¡RYŪBIKEN: TAJO COLA DE DRAGÓN!!!


Kojirō sonrió divertido, ya habiendo previsto aquel ataque y respondiendo con un fuerte golpe descendente de su pesado sable.

Una breve explosión sacudió el campo de batalla, ambos hombres saliendo despedidos en direcciones opuestas. El rostro de Okita lucía un pequeño corte sangrante en la mejilla izquierda, Sasaki se mantenía intacto, al menos por el momento.

Contra la técnica defensiva del perdedor más fuerte, "Senju Musō", la postura que toma el niño demonio es una sin forma...

Sasaki frunció el ceño. Su oponente mantenía la cabeza gacha, la espada abajo y los brazos colgándole sin fuerzas, casi flácidos. Esa postura no se parecía a la de ninguna escuela o estilo que conociese, no había calculado aquello, no formaba parte de su imagen mental, pues jamás concibió que alguien pudiese luchar de aquella forma.

—Allá voy.

Okita volvió a avanzar, moviéndose de forma errática, un extraño zigzag carmesí que le provocaba a Kojirō un desagradable dolor de cabeza.

"Aquí viene"—pensaba—. "Su próximo movimiento... ¿cuál es?"

Antes de alcanzar a procesarlo, Okita ya había caído sobre él, disparando una mortal estocada con la mano izquierda directa al rostro del anciano. Kojirō se las arregló para evadir el golpe, al tiempo que lo desviaba con su sable, pero la experiencia cercana a la muerte hizo un escalofrío sacudir su columna.

"No veo el inicio del movimiento"—se alarmó.

Con un gruñido de esfuerzo, empujó con su ōdachi para sacar del camino la hoja de su rival, exponiendo su guardia y dejando vía libre para atacar.

Sasaki lanzó su golpe, balanceando su sable con gran fuerza. El niño demonio le sonrió sin miedo alguno, adelantándose a su movimiento, bloqueándole el brazo con la empuñadura de su katana, deteniendo en seco su golpe.

Kojirō abrió los ojos como platos, comprendiendo demasiado tarde cual sería el siguiente golpe de su rival. Con una feroz cuchillada, Okita Sōji abrió un enorme corte en el pecho del anciano, haciendo manar un géiser de sangre desde sus adentros.

Sasaki fue lanzado varios metros hacia atrás, vomitando sangre, apretando los dientes a causa del dolor, cayendo de rodillas al suelo mientras se llevaba una mano a la herida. Okita se alzaba orgulloso frente a él, su sable manchado de rojo, sonriendo inocentemente.

—El campo de batalla es un lugar cotidiano para ti—comprendió—. Okita Sōji... eres toda una gran hazaña.

Se reincorporó, con el rostro perlado de sudor, volvió a alzar su guardia y sonrió emocionado, comprendiendo que aquello que enfrentaba estaba muy por encima a cualquier cosa que hubiese visto en vida.

—Joder... parece que está vez no será tan fácil...

Okita se lanzó de frente una vez más, corriendo a toda velocidad, entrando de cabeza al rango de ataque de su rival, sólo para inmediatamente salir del mismo, moviéndose de un lado a otro, dejando multitud de reflejos de velocidad a su paso, cubriendo el escenario mientras buscaba despistar a su rival.

Sasaki se mantenía tranquilo, aguardando, ya habiendo tomado nota de la postura sin forma de Okita y sumándola a su imagen mental, rápidamente adaptándose a la misma. Sólo sería cuestión de tiempo antes de que pudiese predecir aquellos extraños movimientos sin problemas.

Entonces, para sorpresa del niño demonio, fue Kojirō quien atacó, corriendo hacia su adversario con su sable en alto sobre su cabeza, listo para lanzar su técnica definitiva: usando su famosa Monohoshizao, un sólo movimiento influido con la fuerza de todo su cuerpo.

Okita, sin problema alguno, le esquivo con un certero salto, posicionándose en un lugar perfecto para contraatacar y terminar aquel combate con una mortal estocada.

La Monohoshizao posee un peso que es uno punto cinco veces más grande que la katana normal. De acuerdo a las leyes dude la inercia, el detener su aceleración era casi imposible. Aún así, la experiencia que Kojirō había acumulado dio a luz a su técnica definitiva.

Con todos los músculos en tensión, los dientes apretados y la mirada ensombrecida, el anciano dio la vuelta al filo de su arma, tomando a Okita completamente por sorpresa.

Esta técnica, capaz de atrapar a una golondrina con velocidades de giro superiores a los doscientos kilómetros por hora, era un ataque supremamente rápido.


¡¡¡TSUBAME GAESHI: GIRO DE LA GOLONDRINA!!!


Con sus fuertes músculos, batió la poderosa Monohoshizao con facilidad. Su peso hace imposible el protegerse de ella. Incluso si se esquiva, como si el tiempo retrocediera, otro movimiento llega volando hacia el punto ciego del oponente.

El segundo ataque es producido con una velocidad cegadora, eliminando todas las opciones de escape del oponente.

Abriendo los ojos de par en par, Okita se esforzó por alzar su sable y protegerse de tan violento golpe. El joven samurai salió despedido, golpeando el suelo a velocidad terminal, respirando agitadamente con los ojos muy abiertos en incredulidad.

Se puso en pie, temblando con agitación, habiéndose librado de una muerte segura por muy poco, sudando a chorros.

"Si me hubiese retrasado por un segundo en reaccionar, sin duda habría muerto, Sasaki Kojirō"—pensó.

—¿Qué sucede?—sonrió Sasaki, con un brillo burlesco—. ¿Acaso el niño demonio tiene miedo?

—Lo siento—rió el chico—. El sonido de mi corazón acelerado es tan placentero... verdaderamente me alegro de haber aceptado este combate. Gracias a usted... ¡¡Podré apasionarme aún más!!

Sus ojos ardieron en llamas, con las venas marcadas y una macabra aura envolviendo su cuerpo con lenguas de fuego carmesí


¡¡KENKI: EL DEMONIO DE LA ESPADA!!


—¡¡Desaparece!!

Okita se abalanzó sobre Kojirō, dejando un luminoso rastro carmesí a su paso, como un relámpago rugiente dispuesto a consumirlo todo. Sasaki le recibió con los brazos abiertos, ambos oponentes cruzando sables una vez mas, viéndose cara a cara en el centro de la arena.

Para sorpresa del anciano espadachín, la fuerza de su adversario había aumentado más allá de sus expectativas, haciéndolo retroceder, dejando sus pies profundas marcas en el suelo mientras eran arrastrados.

Balanceando su sable en un arco ascendente, usando toda la potencia de sus trabajados músculos, Sasaki mandó a su oponente por los aires, quien nada más aterrizar volvió a lanzarse contra la leyenda del periodo Sengoku.

Ambos sables colisionaron en un arco descendente que echó chispas por el cielo. La danza entre ambos se había reanudado con inusitada violencia, cortes y estocadas lloviendo como una tormenta de mortales rayos demoníacos que se tragaban con llamas el campo de batalla.

Sasaki, a pesar de verse inicialmente abrumado por el torrente de sablazos, no tardó en comenzar a adaptarse, poco a poco resultándole más fácil el esquivar y bloquear los salvajes golpes de su rival.

Evolucionar mediante los incontables intercambios de golpes, esa es la Defensa de Mil Imágenes.

—Esto lo conozco... esto también... aprendí esto hace un segundo...

La espada de Kojirō ya había superado los límites de la humanidad, y había entrado en el reino de los dioses.

El anciano podía sentirlo, veía los movimientos de su oponente, sus potenciales maniobras, su violencia desatada en una forma que se había acostumbrado a leer.

"¡Lo siguiente será eso!"

Lanzó un golpe, y para su sorpresa falló.

Abriendo los ojos de par en par, se percató de que estaba siendo rodeado una vez más, encerrado en un tornado de reflejos que le envolvían entre rugientes fuegos demoníacos. Volvió a lanzar un sablazo, pero Okita pasó a través de él sin ser tocado.

"Previó mi movimiento... ¡¡Y pretende atacar mi punto ciego!!!—pensaba.

Entonces, aquel relámpago infernal se detuvo, justo frente a él, sonriendo enloquecido, buscando carne y sangre en donde hundir sus colmillos.

"¡¿Viene de frente?!"


¡¡TEN'NEN RISHIN-RYŪ HIŌ: KISOUTOTSU!!

¡¡¡TÉCNICA SECRETA: ESTOCADA DE GARRA DEMONÍACA!!!


Sasaki pugnó por defenderse, sin lograr conseguirlo del todo.

"¡Es más rápido de lo que puedo predecir el movimiento!"

Con un estallido de sangre, Okita emergió a espaldas de su rival, que se tambaleaba sangrante, un amplio corte abierto en su costado derecho.

"No importa cuanto lo intente, el objetivo siempre se escapa de mis manos"—pensaba el anciano—. "Qué rápido... Es muy rápido... Pero... ¡¡Voy a perseverar!!"

Volviéndose en redondo con gran celeridad, adelantándose a su oponente mientras hacia caso omiso al dolor, el legendario espadachín lanzó un brutal golpe con su ōdachi directamente sobre su rival.

Pero Okita, de algún modo, ya había reaccionado. En aquel infierno, el Kioto del final del Periodo Edo, el dios de la muerte le había acariciado la mejilla reiteradas veces. Como esa experiencia no hay otra.

Ambos oponentes chocaron sables. Okita fue lanzado levemente hacia atrás, del todo intacto. El demonio de la espada volvió a cerrar distancias, moviéndose de un lado a otro, como un rayo en el campo de batalla, buscando desequilibrar a su rival.

Sasaki Kojirō, no obstante, ya lo había fijado en su mira.

El anciano se lanzó de frente, invirtiendo el agarre sobre su espada, adelantando la mano derecha mientras balanceaba todo su cuerpo en un devastador tajo, los músculos gritando de dolor, los ojos blancos en concentración.

"¡¡Puedo alcanzarlo!!"


¡¡ESTILO GANRYŪ: TÉCNICA SECRETA!!

¡¡¡TORAKIRI: GARRA DE TIGRE!!!


Okita, impotente, no pudo hacer más que interponer su katana y aguardar por el resultado. Un breve destello de luz iluminó el cielo, y acto seguido el viejo maestro emergió a espaldas de su rival, respirando agitadamente, temblando a causa de la adrenalina.

El demonio de la espada cayó al suelo, su cuerpo manchado de sangre, sus ropas desgarradas, la mirada perdida entre indecible dolor.

Sasaki bajó su guardia, dándose el tiempo de recuperar el aliento.

—Eso fue emocionante—rió.

Entonces algo lo sorprendió, un sonido que viajaba desde su espalda, una voz débil que lentamente se alzaba. Okita pugnaba por ponerse en pie, aún aferrado a su espada, adolorido pero determinado a no darse por vencido.

—S-señor Kondo...—murmuraba—. Aún... Yo... aún... no he cumplido... con la promesa que le hice al señor Kondo...

El herido espadachín comenzó a levantarse, apoyándose en su sable como un improvisado bastón. Sasaki le miró sorprendido, admirado por su fortaleza, tanto física como de espíritu, por su inusitada voluntad.

—Okita Sōji...

—Hasta que lo haya dado todo... yo aún... me rehuso a desvanecer... ¡Yo aún puedo luchar!

El joven se irguió en toda su altura, su ojo izquierdo ardiendo en rojo carmesí.

—Este cuerpo es diferente al de aquel entonces, esta vez sí podré darlo todo—pareció decir a la nada—. Así que, señor Onigo, finalmente podrás usar todas tus fuerzas...

"Más allá de esto, incluso si pudieras vencer a Kojirō, Sōji tú... morirás"—respondió su demonio interno.

El chico sonrió divertido.

—Eso es lo que significa ser un samurai.

"Samurai..."—una risa brotó de su pecho—. "En ese caso... daremos todo lo que tú y yo tengamos, Sōji"

El espadachín se deshizo de su túnica, arrojando sus desgarradas prendas al suelo. Alzó su guardia, apuntando el filo de su hoja, y dejó que una abrasadora aura de un brillante azul oscuro manase con intensidad desde su cuerpo.

—Bueno, supongo que está bien...

"También yo moriré junto a ti, Sōji"

—Vamos a darlo todo... ¡Todo lo que tú y yo tenemos! ¡¡Todo!!


¡¡ONIKO: CHI!!

¡¡¡DESVANECIMIENTO DEL NIÑO DEMONIO!!!


Una tormenta de fuego se apoderó del campo de batalla, empequeñeciendo la figura de Sasaki, que impresionado miraba a su adversario levantarse otra vez, listo para darlo todo, listo para obtener ya fuese muerte o victoria, todo o nada, absolutamente todo o nada.

—El capitán de la primera división del Shinsegumi, Okita Sōji... avanza.

Sasaki sonrió de oreja a oreja, sin poder evitarlo. Asió con firmeza su hoja a dos manos, levantando su guardia una vez más, listo para seguir con su encarnizada lucha.

—Es como si tu vida misma estuviese ardiendo—reconoció el aciano.

Okita mantuvo en alto su guardia, hablando para aquella semidivina presencia que era sólo visible para él:

—Muchas gracias por acompañarme en mis caprichos.

"Tu capricho es mi deseo"—respondió la sexta hermana valquiria, Skalmöd—. "No tienes que preocuparte por nada, desata tu espada tanto como desees. Yo soy una valquiria que ha estado al lado del alma de los espadachines. En este momento, voy a sacar lo mejor de ti"


¡¡SKALMÖD: LA ESPADA DEL TIEMPO!!


—Allá voy—advirtió Okita.

En menos de un parpadeo, el joven espadachín se había materializado frente a su adversario, envuelto en rugientes llamas cerúleas.

"¡¡Es muy rápido!!"—se asombró Sasaki, mientras preparaba su guardia.


¡¡TEN'NEN RISHIN-RYŪ HIŌ: KISOUTOTSU!!

¡¡¡TÉCNICA SECRETA: ESTOCADA DE GARRA DEMONÍACA!!!

VS

¡¡¡SENJU MUSŌ: DEFENSA DE MIL IMÁGENES!!!


Las espadas de ambos contrincantes se encontraron en el aire, desatando chispazos de luz. Sasaki prosiguió con su golpe, encontrándose con que su rival había desaparecido, posicionándose a su espalda con la katana en alto, listo para seguir golpeando.


¡¡TEN'NEN RISHIN-RYŪ: RYU NO SHO!!

¡¡¡VUELO DEL DRAGÓN!!!


Sasaki se revolvió como una fiera, volviendo en redondo y trazando un arco de destrucción ascendente con su hoja. Nuevamente, sólo consiguió abanicar el aire, pues desde su punto ciego Okita ya estaba atacando nuevamente.


¡¡¡RYŪBIKEN: TAJO COLA DE DRAGÓN!!!


Y una vez más, tras chocar filos, deshaciéndose en una llamarada y volviendo a atacar desde espaldas de su rival, Okita Sōji siguió avanzando, una y otra vez, cada vez con mayor fiereza.


¡¡TEN'NEN RISHIN-RYŪ: TORA KOSHI!!

¡¡¡COLA DEL TIGRE!!!


Sasaki se defendía con su ōdachi, bloqueaba los embates y pugnaba por responder, pero se quedaba corto, cada vez que balanceaba su sable, su oponente le esquivaba, desvaneciéndose en un abrir y cerrar de ojos, apareciendo y desapareciendo entre fogonazos de gran poder.

"¡¿Qué?! ¡¿Qué es esto?!"—se preguntaba—. ¡¿Qué es esta cadena de ataques?! ¡¡Esto no es sólo rapidez!! ¡¡Aunque lo reciba o lo esquive, en el siguiente instante ya viene otro ataque!!"


¡¡¡SOMBRA DE LUNA!!!


"¡¡No puedo contraatacar ni esquivar!! ¡¡No puedo...!!"

Sasaki fue tragado por un torbellino, pues el campo de batalla había sido devorado por los reflejos de velocidad de aquel espadachín conocido como Okita Sōji.


¡¡¡SOMBRA DE MONTAÑA!!!

¡¡¡ONDA LUNAR!!!

¡¡¡CORAJE OCULTO!!!

¡¡¡LLUVIA DE MAYO!!!

¡¡¡SIN NUBES!!!

¡¡¡ONDA DE RETORNO!!!

¡¡¡VUELO DE GANSO!!!

¡¡¡RUEDA!!!

¡¡¡DRAGÓN VOLADOR!!!

¡¡¡COLA DE DRAGÓN!!!

¡¡¡VACÍO!!!

¡¡¡REACCIÓN!!!


Kojirō no podía hacer más que rugir en frustración, balanceando su espada de un lado a otro como un demente, gritando cual poseso mientras ponía toda su concentración, todas sus fuerzas, todo su instinto, en el mero intento por sobrevivir.

Okita había superado y por mucho los límites humanos, la lógica y la razón, y a Sasaki sólo le quedaba seguir evolucionando, resistir con cada mínima gota de su espíritu hasta conseguir leerlo y adaptarse, seguir avanzando y perfeccionando su propio estilo de lucha, luchando a cada segundo por no verse aplastado ante la cólera de quien fuese antes conocido como el sonriente niño demonio.


¡¡¡DRAGÓN SUSTITUTO!!!

¡¡¡DRAGÓN DIAGONAL!!!

¡¡¡COLA DE DRAGÓN!!!

¡¡¡SOBRA DE LA LUNA!!!


Okita Sōji, en sus últimos años, aunque no podía usar la espada por su enfermedad que iba empeorando, no desistió de ésta. Eso era para derrotar a la mayor cantidad de enemigos en la batalla. Combinando y mejorando las más de 80 formas del Ten'nen Rishin-ryū, era una técnica de ataques consecutivos completamente nueva que Okita había creado por sí mismo.

Lo que fue creado con alas de imaginación en la cama de un enfermo luchando con todas sus fuerzas, era algo completamente alejado de la realidad, eran cosas que superaban las acciones posibles para un ser humano.

Por esta razón la espada de Okita Sōji supera la razón y la lógica. Y así se despegó a lo alto del cielo, llamándose...


¡¡TEN'NEN RISHIN-RYŪ: ENPI REITEN!!

¡¡¡EL VUELO DEL MILANO NEGRO HACIA EL CIELO!!!


Y el combate continuó, aplastando el destajador de humanos al perdedor más grande, acosándolo desde mil ángulos distintos, saltando sobre él como un depredador, como un ave de presa que sobrevolaba el campo de batalla, que golpeaba desde cien lugares al mismo tempo, que blandía su espada con tal maestría que cada mínimo movimiento resultaba letal.


¡¡¡NUBES RÁPIDAS!!!

¡¡¡EJE DE CARRO!!!

¡¡¡CINCO ELEMENTOS!!!

¡¡¡LLAMA CAÓTICA!!!

¡¡¡GOLONDRINA INCLINADA!!!


"N-no tengo ni un momento para respirar"—pensaba Sasaki, con los dientes apretados por el esfuerzo—. "¡¡Es como si estuviera siendo aplastado por una avalancha!!"

—¡Okita Sōji!—gritó, mientras balanceaba su sable en un devastador arco—. ¡¡Eres simplemente el mejor!!

Una vez más, su golpe falló, y la fugaz figura de su cerúleo oponente se hizo tangible a pocos metros de separación, mirándole fijamente con su katana en alto.

—Me has guiado hacia la cima—habló—. Muchas gracias.

Con un estallido de luz, el destaja-humanos se abalanzó sobre la leyenda del Sengoku, lanzando una brillante estocada que rompía con la oscuridad de la noche.

—¡UNO!

Sasaki le repelió balanceando con desesperación su sable. Al instante, Okita se deshizo en llamas, reapareciendo a espaldas de su adversario tras asestar una segunda puñalada. Kojirō se las arregló para bloquearle también, ya no gracias a su Defensa de Mil Imágenes, sino a su puro instinto de supervivencia.

—¡¡DOS!!

El golpe que fue soltado después de los dos ataques consecutivos, superó la velocidad de un dios, más allá de lo humano. Atravesó la frontera entre lo humano y lo divino.

Sasaki se volvía en redondo, como si el universo entero se moviese a cámara lenta. Las llamas que envolvían a Okita tomaban la forma de un infernal milano gigantesco conforme el espadachín acumulaba poder antes del último golpe.

—¡¡TRES!!


¡¡¡KISŌ SANDANZUKI: TRIPLE ESTOCADA DE GARRA DEMONÍACA!!!


Ambos guerreros cruzaron hojas una vez más. Un estallido de luz iluminó el cielo conforme, tras una explosión, ambos espadachines se veían deslizándose a través del campo de batalla a toda velocidad, Kojirō siendo empujado y arrastrado, poniendo toda su fuerza y esfuerzo por mantenerse firme y no sucumbir.

Y con un ensordecedor rugido de guerra, aquel intercambió se dio por terminado, ambos adversarios dándose la espalda, a varios metros de separación.

Okita respiraba agitadamente, llamas azules bailando sobre su cuerpo. Sasaki se retorcía de dolor, vomitando sangre a chorros mientras de su herido costado izquierdo manaba líquido carmesí, su afamada Monohoshizao partida por la mitad.

Sasaki Kojirō bajó la cabeza, respirando con dificultad, mirando anonadado el mango roto de su sable que sostenía impotente en su mano.

—Estoy acabado...—murmuró, antes de echar la cabeza atrás y sonreír de oreja a oreja—. O eso me gustaría decir. Pero eso no ocurrirá esta vez.

Con calma, el viejo se dirigió hacia donde la hoja despedazada de su espada se encontraba, recogiéndola del suelo con delicadeza al tiempo que hablaba, apasionado, nostálgico.

—Hey, Okita Sōji... ¿te importa que te pregunte algo?

El joven espadachín ladeó la cabeza, extrañado.

—¿Qué...?

—Alguna vez... ¿alguna vez te has dejado llevar y has entrenado hasta que salió el sol? ¿Alguna vez has soltado lágrimas de gratitud por los que te hicieron más fuerte? ¿Alguna vez has sentido admiración por tu oponente en una pelea a muerte?

Se aferró al filo de su hoja, con tanta fuerza que su mano izquierda comenzó a sangrar, volvió la cabeza hacia su adversario y le sonrió afable.

—Olvídalo, error mío... es obvio que sí lo has hecho, ¿eh?

Alzó ambas mitades de su arma, conforme una poderosa aura de poder comenzaba a manar a su alrededor, los vientos huracanados aullando furiosos, un brillo verde esmeralda haciéndose presente con intensidad.

—Para este hombre, la espada forma parte de nuestra historia. Los corazones de idiotas de todas las épocas.

Dos pilares de luz se elevaron hasta el infinito, revelando cada uno la silueta de la segunda hermana valquiria...


¡¡HIRST: LA QUE TIEMBLA!!

¡¡¡RE-VÖLUNDR!!!


Sasaki Kojirō se alzaba orgulloso sobre el campo de batalla, blandiendo un dashō conformado por dos katanas, una más larga que la otra.


¡¡NITEN-GANRYŪ!!

¡¡¡ESTILO DE DOS CIELOS DE LA PIEDRA GRANDE!!!


—Bueno, creo que esto no ha terminado todavía—sonrió el viejo maestro—. ¿Quieres pelar hasta morir, Okita Sōji?

El destaja-humanos soltó una sonora carcajada sin poder evitarlo.

—¡Esto es demasiado divertido!

Okita apuntó su espada, llamas azules envolviendo su ensangrentada figura. Aquella mortal danza se había extendido ya por demasiado tiempo, y aunque todo lo que ambos hombres podían desear era que durase para siempre, lo cierto era que tenía pronto que terminar.

—¿Sabes? Estoy feliz de haber luchado contigo.

—Yo también, Sasaki Kokirō.

Viéndose frente a frente, ambos adversarios respiraron profundamente, y entonces el infierno se desató.

Mientras el aura cerúlea del demonio cubría hasta el último rincón del campo de batalla, la leyenda del Sengoku le recibió de frente, sus ojos fijos sobre su objetivo. Una lluvia de mil cortes y estocadas cayeron sobre Kojirō, que con igual velocidad bloqueó cada uno de los golpes, moviéndose entre el torrente de cuchilladas como pez por el agua, manteniendo el ritmo de aquel tan extraño oponente suyo.

La empuñadura kodachi del Chūjo-ryū perfeccionada por Toda Seigen; el fluido juego de pies de Yagyū Munetoshi y su Shinkage-ryū; la fuerza bruta que blandiese Ittō Itosai con su Ittō-ryū; las suaves combinaciones del santo de la espada Kamiizumi Nobutsuna, maestro del Nen-ryū, Shintō-ryū y Kage-ryū, además de fundador, cofundador y/o progenitor del Shinkage-ryū, Yagyū Shinkage-ryū, Jikishinkage-ryū, Kashima Shin-ryū, Taisha-ryū y Komagawa Kaishin-ryū.

Para su enorme sorpresa, Okita Sōji comenzó a verse abrumado, con una variedad de pequeños cortes comenzando a aparecer en su piel sin que pudiese notarlo en un principio, en el rostro, los brazos, los hombros, las manos, el torso, la cintura, el pecho y mucho más.

Okita retrocedía, escapando de la destructiva ráfaga de golpes que Sasaki había liberado sobre él, intentando golpear con sus características estocadas, pero siendo bloqueado por la legendaria empuñadura doble de Miyamoto Musashi y su Niten Ichi-ryū.

Una reunión de varios espadachines a través de los años de cultivación. Su Ganryū finalmente había alcanzado los dioses. Eso es lo que significa ser incomparable bajo los cielos. Esa es la verdadera fuerza detrás del Niten Gan-ryū de Sasaki Kojirō.

Okita se detuvo por un momento para recuperar caliento, la mirada perdida, su cuerpo teñido de rojo a causa de decenas de heridas abiertas.

"Sasaki Kojirō... eres realmente fuerte"—pensaba, mientras se tambaleaba a causa del dolor y la perdida de sangre.

Las espadas volvieron a encontrarse, humano contra humano, valquiria contra valquiria, samurai contra samurai. Okita Sōji cubrió el escenario con sus reflejos de velocidad, abalanzándose sobre su adversario con un rostro ajeno, perdido en la concentración. Kojirō le vio venir, preparando su respuesta.


¡¡¡SENJU MUSŌ: DEFENSA DE MIL IMÁGENES!!!


Sasaki bloqueó la primera estocada cruzando sus sables, respirando agitadamente, cada vez más nervioso.

"N-no es bueno..."—comprendió—. "¡¡Incluso si los veo no puedo reaccionar a tiempo!!"

Okita dio un gran salto, lanzándose de frente con su katana al frente, sonriendo a su adversario, agradecido por haber tenido la oportunidad de encontrarse con él en aquella inusual batalla.


¡¡TEN'NEN RISHIN-RYŪ: KURO NO MILANO, SORA O TORAERU!!

¡¡¡MILANO NEGRO QUE VOLVERÁ A SURCAR LOS CIELOS!!!


Y la tempestad volvió a rugir con sus azules llamas, con aquella aura de poder que envolvía a Okita y era prueba visible de su increíble poder, que superaba a mil samurai a través de cien años de historia.


¡¡¡SOMBRA DE MONTAÑA!!!

¡¡¡ONDA LUNAR!!!

¡¡¡CORAJE OCULTO!!!

¡¡¡LLUVIA DE MAYO!!!

¡¡¡SIN NUBES!!!

¡¡¡ONDA DE RETORNO!!!

¡¡¡VUELO DE GANSO!!!

¡¡¡RUEDA!!!

¡¡¡DRAGÓN VOLADOR!!!

¡¡¡COLA DE DRAGÓN!!!

¡¡¡VACÍO!!!

¡¡¡REACCIÓN!!!

¡¡¡DRAGÓN SUSTITUTO!!!

¡¡¡DRAGÓN DIAGONAL!!!

¡¡¡COLA DE DRAGÓN!!!

¡¡¡SOBRA DE LA LUNA!!!

¡¡¡NUBES RÁPIDAS!!!

¡¡¡EJE DE CARRO!!!

¡¡¡CINCO ELEMENTOS!!!

¡¡¡LLAMA CAÓTICA!!!

¡¡¡GOLONDRINA INCLINADA!!!


Sasaki movía sus armas de un lado a otro, rugiendo hasta desgarrarse la garganta, envuelto por nada más que mortales cuchilladas, bien plantado sobre su sitio, buscando en vano aislar a su oponente de entre el caos para derrotarlo, pero incapaz de darle alcance con su hoja.

Cada vez que golpeaba, no era más que un reflejo de velocidad que desaparecía en el maremoto de enemigos, de cortes, tajos y estocadas, de mandobles, sablazos y balanceos.

El demonio lo rodeaba, moviéndose de un lado a otro, atrapándolo en una jaula de destellos, de hojas de katana que caían como rayos desde todas direcciones. El cuerpo del anciano se desgarraba, con cascadas de tejido brotando de entre sus entrañas en varios puntos de su carne, pecho, manos y piernas.

La katana de Okita volaba hacia su rostro en un mortal golpe, un golpe que se antojaba como el último, pero que, en un momento de repentina iluminación, Sasaki desvió con un seco golpe de su sable izquierdo.

Cada destello de dolor que se encendió en su cerebro, y cada gota de sangre que caía de su cuerpo, solamente sirvió para hacer más fuerte a Kojirō.

—Sabes... ¡¡Yo también quiero ganar!!

Ese fue el momento en el que la punta de la espada de Kojirō llegó al fondo de aquel abismo. Él escaneó más profundo, la vibración del aire, los leves temblores de la tierra, él escaneó toda la creación de una sola vez.

Todo lo que la Tierra le dio a Kojirō fue mostrado. Incomparable en toda la existencia.


¡¡¡MANJU MUSŌ: DEFENSA DE INFINITAS IMÁGENES!!!


Los cortes y estocadas de Okita seguían cayendo, pero para Sasaki eran ya como simples cortinas de lluvia, pasaba a través de sus ataques sin aparente complicación, viendo miles de pasos por delante de su adversario. Mirada ensombrecida, dientes apretados, pero elegante como una golondrina, dejando espejismos de velocidad mientras se deslizaba grácilmente de un lado a otro, dando caza a su adversario, reduciendo las distancias hasta terminar frente a frente con él.

—Finalmente he llegado hasta aquí—sonrió, mirándose a los ojos Okita—. Oye, Sōji... por siglos, los hombres han librado sus vidas sobre esos forjados trozos de hierro. A todos aquellos, tanto antes como después de mí, que formaron la historia de la espada... gracias.

Con un salto, como una celestial aparición, Sasaki blandió sus armas contra el capitán de la primera división del Shinsegumi, trazando un feroz arco ascendente.


¡ESTILO NITEN GAN-RYŪ!

¡¡SŌEN ZANKO BANJIN RYŌRAN!!

¡¡¡COMBO TRAGA TIGRES: MIL ESPADAS!!!


Por puro instinto, Okita trató de replegarse, de salir de su rango de acción y alzar su katana para protegerse, resultando todo en un estrepitoso fracaso cuando, con suma violencia y precisión, el brazo izquierdo del destaja-humanos, así como su pierna, fueron limpiamente cercenados en pleno vuelo.

Okita Sōji, abriendo los ojos de par en par, sintió como si se quedase suspendido en el aire, apenas sosteniendo su espada mientras un nuevo corte cruzado partía en pedazos su pierna restante.

Finalmente, Sasaki dio un último paso, y cruzando sus hojas asestó un brutal golpe en cruz que, de no ser porque la katana de Okita seguía en el medio, hubiese terminado por mutilar al pequeño espadachín.

Sōji cayó al suelo, vomitando sangre, sintiendo como la realidad se desvanecía a su alrededor, su aura de poder extinguiéndose, desapareciendo con la brisa.

"Ya no puedo... mover ninguna parte de mi cuerpo..."—pensó, mientras su vista se teñía de negro y la vida le abandonaba—. "Yo... lo he dado todo... Finalmente... como espadachín... puedo desaparecer..."

Abrió uno de sus ojos, muy a duras penas, apretando los dientes como un animal, aferrándose a la vida con tanta fuerza como se aferraba a su katana.

"Aún... aún no..."—decidió—. "Todavía... puedo... ¡Volar!"

En un último intento, balanceó todo su peso y el de su espada con el único brazo que le quedaba, reuniendo suficiente fuerza para lanzarse despedido como una rugiente bala demoníaca.

Este es el último ataque del espadachín Okita Sōji.

Sasaki, sorprendido y admirado por su rival, pero dolido de verle en tan mal estado, alzó sus sables, consciente de que el impulso del demonio no era suficiente, de que ya no podría llegar hasta él, y se dispuso a acabar con su sufrimiento de un último golpe.

Entonces, sus sobrenaturales instintos le advirtieron de que algo no iba bien. Usando sus últimas gotas de vida, Okita lanzó tres estocadas a máxima velocidad, que aún sin siquiera estar cerca de hacer contacto con su oponente abrieron tres agujeros en el cuerpo del mismo, atravesándolo de lado a lado.


¡¡¡TENSHŌ: ASCENSO A LOS CIELOS-ESTOCADA DE TRES FASES!!!


Okita Sōji cayó muerto al suelo, aún sosteniendo neciamente su espada, despedazado por las técnicas maestras de una leyenda muy anterior a su tiempo que, herida de muerte, vomitó un chorro de sangre mientras que, agonizante, bajaba su guardia y dejaba ir una última carcajada.

—Vaya...—sonrió Kojirō—. Y yo que creía que ganar se sentiría bien...

Ambos hombres exhalaron su último suspiro haciendo aquello que más amaban, y fueron tomados por el vacío con sus corazones llenos de felicidad.

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