9 | ¿También le estás viendo el culo?
✨ Lucca ✨
Desde un lado del escenario y escondido detrás del telón, la observo decir sus líneas con cuidado y delicadeza, como si tuviera miedo de hacerlo mal y decepcionar a todos, o aún peor, decepcionarse a sí misma.
Y ahora es mi turno de volver a escena, o a la cueva mejor dicho.
—Tenemos que irnos, sirena.
Tiro de ella para hacer que me siga pero se niega.
—Estoy tan cerca de llegar a ella, no podemos rendirnos ahora.
El tono preocupado que pone parece realmente genuino, tanto que hace que se me erice la piel.
—No hay tiempo, Amelia, debemos irnos ya antes de que él vuelva o será muy tarde para salir con vida.
Esta es la historia que Alba me contaba de pequeño, para mi no fue casi necesario repasar mis líneas, crecí escuchando el hilo de la historia.
Ni bien la última palabra deja mis labios siento a Pablo acercándose por mis espaldas y clavándome la espada falsa en el medio de las costillas. Tiro de la cuerda que hace que la punta de la espada salga de mi pecho, justo en donde está mi corazón para dar la ilusión de que de verdad me ha atravesado mientras se escucha un gran "Ohhh" del pueblo y acto seguido los gritos desgarradores de Sara que arremete contra el capitán volteándolo al piso.
Yo caigo de rodillas y exploto la sangre falsa, dejando que esta me empape la camisa mientras ellos luchan por alcanzar la espada que tras el empujón salió despedida por la cueva.
Finalmente Amelia la alcanza y justo cuando está por asesinar al capitán aparece Loretta por detrás de él brindándole un golpe en la cabeza que lo hace desmayarse.
Amelia, o Sirena, como al pirata le gusta llamarla, corre hasta donde el cuerpo, mi cuerpo, yace medio moribundo en el piso. Toma mi cabeza entre sus manos y llora, un llanto moderado claramente, porque si llorara como en realidad llora la protagonista de la historia dejaría traumados a todos los niños que nos ven ahora mismo al borde del llanto.
—Lore...no volverá, él no...
Su voz suena tan desgarradora que me inundan las ganas de abrazarla.
Madison, que hace el papel de Loretta, se tira al suelo intentando apartarla de mi cuerpo, pero ella se niega a dejarme.
Ojalá fuera así debajo de este escenario.
—Tenemos que irnos, Amelia. Rápido, antes de que el capitán despierte.
Otra vez tira de ella para apartarla sin conseguirlo.
—Dame un momento, solo...
Acerca su rostro al mío y pega nuestras frentes mientras Loretta toma protagonismo corriendo hasta la entrada de la cueva y poniéndose alerta ante cualquier señal del resto de la tripulación del capitán para los cuales ahora somos enemigos.
—No tienes que besarme si no quieres —susurro lo más bajo posible.
Sin importar lo que haya pasado anoche no quiero que se sienta obligada a hacerlo solo por un puto papel.
—Shhh —me ordena que me calle y vuelve a meterse en el personaje—. Te amo, Chase, siempre lo haré.
Siento su aliento mentolado golpear mis labios y luego su tacto sobre ellos. Mi ceño se frunce cuando es su dedo el que traza la forma de mi labio superior, después acaricia mi mandíbula hasta llegar a mi oreja y finalmente me besa.
—¡Amelia! —Loretta grita desde la entrada y se lanza al agua dispuesta a salir por los conductos marinos que llevan directo al océano.
Amelia salta y en cuanto sus piernas tocan el agua se convierte en una sirena, en esa identidad que su padre le mantuvo oculta para retenerla y protegerla a la vez.
El telón se cierra y detrás de este se escuchan los aplausos de la gente.
Debo decir que me molesta la historia que se inventaron detrás del apodo que el pirata le puso a Amelia. No le decía "sirena" porque lo fuese, sino por su color rojizo de cabello
El escenario se llena de chicos que mueven la escenografía reemplazandola por la de la siguiente obra. Me toma dos segundos distinguir el culo de Sara entre el alboroto de adolescentes y medio segundo más darle la orden a mi cerebro de mover mis piernas en su dirección.
Atravieso el escenario dando zancadas y la sigo hasta que se mete en el baño de chicas. Recuesto mi espalda contra la pared dispuesto a esperar a que salga, me tome el tiempo que me tome.
—¡Lucca! —Em aparece seguida por un grupo de chicas que no han de pasar los catorce años—. Quieren sacarse fotos con el pirata más sexy del océano.
Me guiña un ojo y yo niego con la cabeza poniendo una expresión seria.
—Pagaron diez dólares por la foto —caturrea—. Piensa en los niños de la caridad.
—Está bien, vengan.
Dejo que las niñas se paren a mi lado, algunas me abrazan por la cintura y no puedo hacer más que mirarlas con desagrado y mirar a Em con cara de pocos amigos.
—Eh, chicas —les dice—, rápido que Lucca tiene que irse.
Sonrío cuando Em nos lo indica y luego vuelvo a mi cara de culo normal y hermosa de siempre.
—Mi hermana quiere tu número, Lucca —comenta una chica de cabello casi tan negro como el mío.
—No estoy interesado —mi voz suena más tosca de lo que pretendía y por eso sonrío para suavizar la situación.
—Pero es muy linda y tiene buenas calificaciones, es inteligente... —insiste.
—No estoy interesado —repito, pidiéndole auxilio a Em con los ojos.
Y si lo estuviera, no sería para algo más que no fuera sexo, cosa que no pienso explicarle a una niña de catorce años.
—¡Sara, Sara! —grita ella—. Ven que les tomo una foto juntos.
Las chicas se quejan y se despiden de mí para luego dirigirse a Em y comenzar a molestarla para que les envíe la foto hasta por telégrafo. Miro a Sara señalando mi brazo y ella asiente, así que lo paso por encima de sus hombros y la atraigo un poco hacia mi. Ella pasa el suyo por detrás de mi espalda y deja reposar su mano en mi cadera al otro lado.
—Sonrían —nos indica Em, pero para mí no es necesario porque estoy sonriendo desde que se paró a mi lado—. Hermosos, luego se las mando.
Nos lanza un beso al aire y se marcha viendo las fotos que ha tomado en la mini pantalla de su cámara.
—¿Podemos hablar? —la tomo por el codo evitando que escape.
En mi mente escucho la vocecita molesta de Klara diciendo que ya es hora de contarle lo de su padre, pero no pienso decirle lo de Steven, o como ya se lo he dicho a ella misma, al menos no por ahora.
Necesito tiempo y pensar cuidadosamente las palabras que usaré para eso, porque ya la lastimé demasiado y no quiero hacerlo otra vez, aunque sé que en este caso es inevitable.
Para decirle la verdad debo abrir una herida de igual tamaño o incluso peor.
—Ya dijiste lo que tenías que decir, sé feliz con Teresa o con quien sea que estés follando que yo lo seré con mi novio.
Esas dos palabritas me pinchan el hígado.
—¿Harás como que no pasó nada? —Dios, me molesta que lo ignore deliberadamente—. Te he dicho que eres el amor de mi vida y lo dejarás así como así.
—¿Qué parte de "estoy saliendo con alguien" no entiendes, Lucca?
—Está bien, dejemos lo que dije de lado, tenemos que hablar de como prácticamente te me tiraste encima para besarme anoche.
—Hoy no tengo muchas ganas de amargarme la vida que digamos. ¿Puede ser otro día?
Sé que solo busca una forma de escaparse y la quiero demasiado como para no cedérsela.
—¿Te parece bien el miércoles? —Tengo una semana bastante ajetreada con unas cuantas sesiones de fotos, por suerte, todas en Los Ángeles y no en Italia.
—El miércoles no puedo —sé que en realidad está libre, solo busca llevarme la contraria—. ¿El jueves?
No podía haber propuesto un mejor día.
—¿En mi casa? —ladea la cabeza y sé que está a punto de negarse, por eso me apresuro a agregar—. Em va a estar ahí, no estaremos solos.
—No sé qué te hace pensar que eso me preocupa.
Me encojo de hombros sonriendo de lado.
—¿Ya me sueltas? —bufa, rodando los ojos.
No sé en qué momento pasamos de estar abrazándola por encima de los hombros a tenerla frente a mí con mis dedos entrelazado a los suyos. La suelto como pide y la veo caminar por el pasillo en dirección al escenario.
—¿También le estás viendo el culo?
Miro en dirección de donde proviene la voz dispuesto a darle un puñetazo que le de vuelta los ojos en otra dirección cuando encaro con un chico que me juego la vida no pasa los doce años.
El pueblo parece haberse llenado de pubertos de los cuales no tenía ni idea de su existencia.
En reemplazo al puñetazo, lo miro con las cejas alzadas sin poder creerlo y esperando a que se disculpe o al menos se retracte por ese comentario de mal gusto.
Y no necesariamente porque haya sido dirigido a Sara, sino porque... bueno sí, me molesta que le haya estado mirando el culo y más todavía que me haya descubierto a mí haciendo exactamente lo mismo.
—Ojalá las chicas de mi edad estuvieran así de buenas.
Ahora mi mirada es una fusión de vergüenza ajena e indignación. Por favor alguien dígame que los adolescentes de esta generación no son todos unos idiotas de este estilo.
—Hay pura chica plana en mi salón.
¿Cuántos meses en la cárcel podré pasar si lo hago callar ahora mismo?
—Son niñas, no puedes esperar que estén como una modelo de veinte años —ya no intento controlar mi tono, el chico es un idiota y por muy joven que sea alguien tiene que abrirle los ojos.
—No importa, igual no son mi tipo, yo quiero una como esa castaña.
Se cruza de brazos imitando mi postura y la vergüenza ajena me consume hasta los testículos.
—Lamento romperte el sueño, pero tú tampoco eres el tipo de una chica como ella, bueno, de casi ninguna chica en realidad —le sonrío con malicia—. Por lo general solo muy pocas eligen a los tontos.
—¡Ahhh! —bufa—. Y tú qué sabes si ella no es de esas pocas que saldría conmigo.
No puedo creer que esté hablando con un niño sobre mujeres.
—Salió conmigo —me encojo de hombros sin dejar de sonreir.
En un segundo, decenas de recuerdos pasan por mi mente sobre ella, sobre nosotros y mierda, como que duelen.
—¿Es tu novia?
—No.
Por desgracia, es la de alguien más.
—¿Entonces no te molestará si la invito a bailar en la fiesta que habrá después de la obra?
Alzo mis manos a la altura de mi pecho mostrándole las palmas como un inocente y negando con la cabeza.
—Para nada, amigo —pagaría por ver eso.
—Genial —me mira sonriente con la mano alzada para que le choque los cinco.
—No pienso hacer eso.
Él se encoge de hombros restándole importancia y esquiva mi cuerpo decidido a meterse en el baño de mujeres, pero antes de que siquiera llegue a abrir la puerta lo tomo por la parte de atrás del cuello de la camisa y lo obligo a caminar en dirección opuesta.
Dios, esta generación va a ser fatal.
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