✨️13 DE AGOSTO DE 2028✨️

✨️Lucca✨️

Mientras caminamos hacia el jardín los nervios me atacan el estómago y juegan con mi cerebro. He pensado en miles de finales posibles para mi propuesta y solo le temo a uno de ellos.

Sara y yo llevamos seis años juntos,  aunque en mi mente todavía me gusta pensar que son siete y que no perdimos un año por mi culpa.

He hablado con Evelyn y ella cree que es el momento justo, es más, ha hablado del tema con Sara planteándole la idea como suya y dice que la forma en la que le brillaron los ojos es incomparable.

—Más lento, Lucca, me duelen los pies —se queja.

—Solo falta una cuadra, rubia ¿Quieres que te cargue?

Se detiene sonriéndome, sube a mi espalda y me besa la mejilla rodeandome el cuello con sus brazos.

Hace una semana llegamos a Italia, le he enseñado cada rincón de Milán y hemos plagado la ciudad con recuerdos que van a acompañarme por el resto de mi vida.

Giro en la cuadra siguiente y nos metemos en el paque Sempione, ese en  que me prometí y le prometí, aunque en italiano, que algún día iba a pedirle que fuera mi esposa.

Y a eso vengo.

—¿Iremos a tu árbol? —cuestiona mientras rodeo el castillo.

Yo asiento con la cabeza y continuo caminando con mi corazón latiendo tan fuerte como el ruido del motor de un auto.

El camino hasta el final del jardin se me hace eterno, bien podría detenerme en cualquier lugar y pedírselo, pero necesito que sea ahí, necesito que el pequeño Lucca que amaba la soledad de este lugar sepa que es mucho mejor cuando lo compartes con alguien, más si es con la persona que amas más que a nada en el mundo.

Finalmente al llegar ella baja de mi espalda y se sienta junto a mí en el suelo recostando nuestras espaldas en mi árbol.

—¿No te parece loco lo lejos que hemos llegado? —pregunta ella tomándome la mano—. Hemos pasado por tantas mierdas y cosas buenas juntos que siento que podríamos enfrentarnos a una bomba nuclear y saldríamos ilesos.

—Lo veo difícil, rubia, pero si vas a meterte de cabeza en una misión suicida no dudes que yo iré detrás.

—Parece que fue ayer cuando la puta canoa a pedal se nos dio vuelta en ese estanque asqueroso —hace una mueca.

Río recordando el asco que le producía el musgo pegado en las piedras al fondo del estanque. En ese entonces me sentía perdido y solo podía encontrarme estando con ella, Italia se sintió un hogar por primera vez en veinte años y todo el crédito se lo lleva la castaña teñida.

—Si mal no recuerdo, la canoa se dio vuelta por tu culpa —la señalo con el índice.

—Bueno, sí, digamos que fue culpa de ambos porque yo sola no me estaba moviendo. El punto es que hemos crecido un montón desde ese entonces, me atrevo a decir que desde mucho antes. La Sara que llegaba al pueblo queriendo correr a los brazos de su padre no se imaginaba todo lo que iba a vivir, mucho menos que siete años después iba a estar sentada junto a un pelinegro pervertido en el que fue su lugar seguro de pequeño.

—¿Recuerdas la primera vez que me viste? —una imagen se viene a mi cabeza—. Yo te recuerdo tan nerviosa, como rascabas el esmalte de tus uñas mientras yo no te apartaba los ojos de encima.

—Me veías como un león a una cebra.

Vuelvo a reír ante la comparación.

—Ganas de comerte entera no me faltaban.

—Me di cuenta de ello por lo dura que se te puso la verga ni bien comenzamos a besarnos.

—Me pones caliente desde entonces con solo besarme, supongo que eso es una buena señal —me encojo de hombros.

—O señal de que eres masoquista y te gusta comer la misma comida siempre.

—Si la comida eres tu perdómame, pero te pediría mañana  tarde y noche, doble porción y ni así estaría satisfecho.

Ella ríe negando con la cabeza.

—Éramos unos niños —suspiro.

—Lo bueno es que crecimos juntos, Lucca —suena contenta—. Ganamos y perdimos muchas veces, pero al menos nos tuvimos el uno al otro siempre.

—Y va a seguir siendo así, Sara, al menos yo quiero que siga siendo así. Quiero despertarme y pasar media hora desenredando tu cabello de mis piercings para no despertarte también.  Quiero hacerte el amor en el baño, en la cocina, en la habitación y hasta en el techo si es posible. Quiero que seas la mujer que tenga delante de mí y asi poder verte el culo cada vez que levante la cabeza, quiero...quiero todo mientras sea contigo...

Me pongo de rodillas frente a ella y con el miedo pinchándome la punta de la lengua dejo que las palabras salgan de mi boca.

—Quiero que seas mi esposa —del bolsillo de mi pantalón saco el anillo que hace tanto escogí para ella esperando que este día llegara.

Sara se queda callada un segundo y luego cubre su rostro comenzando a llorar.

—¿Hice algo mal? —quizá sea muy pronto, quizá no debí hacer esto, Dios, debí esperar un poco más.

—¡Hiciste todo bien, Lucca! —se sube encima de mí haciendo que caiga hacia atrás y me toma por mas mejillas—. Quiero casarme contigo,  claro que quiero, Lucca ¿Cómo puedes pensar que has hecho algo mal? Mierda, has hecho todo perfectamente bien, cariño.

Me abraza por el cuello para luego apartarse y extender su mano. Con cuidado le pongo el anillo sin apartar mis ojos de los suyos y una vez he terminado ella sacude su mano frente a mi.

—Dios, hasta el anillo es perfecto —me mira sonriente—. ¿Cuando lo has comprado si has estado todo el tiempo conmigo?

—Lo compré en el dos mil veintidós después de volver de Italia, cuando decidiste perdonarme.

—¡¿Lo has tenido guardado todo este tiempo?! —abre la boca como si estuviera ofendida—. ¿Qué esperabas para dármelo?

—En tu lista de metas una boda está casi que en el último lugar,  solo quería darte tiempo a cumplir las demás.

Ella carcajea tirando su cabeza hacia atrás y saca su celular del bolsillo de sus jeans.

—Esa lista de metas cambió desde el momento en que me fui a vivir contigo, idiota.

Me enseña la pantalla de su celular. El pin "Casarme con Lucca" ocupa el tercer lugar de su lista y antes de eso está "Graduarme" y "Conocer al menos cinco países".

—Cuando me dijiste que mi regalo de graduación era un viaje por europa tuve la esperanza de que el siguiente pin se cumpliera y ahora míranos ¿esto significa un compromiso?

—Estamos comprometidos —afirmo.

—Y vamos a casarnos.

—Después de recorrer europa.

—Y de adoptar un perrito —la miro con el ceño fruncido—. Tu puedes escoger el nombre.

—Faviolo —bromeo intentando aguantar la risa ante su cara de asco.

—Mejor el nombre lo escojo yo —me sorníe—. ¿Adoptamos un perrito?

—Adoptemos dos —de repente recuerdo algo—. Tengo otra cosa que darte.

Saco mi billetera y de dentro de ella la última figurita que completa el álbum. La foto la tomé hace unos días, estoy de rodillas junto al árbol y alzo el anillo con una sonrisa. Al verla carcajea y niega con la cabeza.

—Has completado el álbum, rubia.

Sus ojos brillan y cuando sus brazos me rodean me siento pleno. La beso, la beso con alegría y el corazón a punto de explotarme de felicidad.

Sara Dustin será mi esposa.

Mi esposa.

Todavía recuerdo cada persona que me dijo que irnos a vivir juntos con tan poco tiempo de relación iba a acabarla, que la convivencia iba a aburrirnos y em amor iba a esfumarse tan pronto como apareció y sin embargo aquí estamos.

Una vez escuché a alguien decir que con el pasar del tiempo las estrellas se apagan y mueren, no sé cómo haya terminado esa historia, pero lo que sí tengo claro que una vez las estrellas entre Sara y yo se apagaron explotaron convirtiéndose en una supernova que liberó sus pedacitos al espacio, pedacitos que supimos volver a unir y hoy en día podemos decir que las estrellas entre nosotros brillan más que nunca y no hay cosa en el mundo que pueda apagarlas, ya no más.

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Sé que siempre actualizo a las 00:00, pero andaba de joda y recién vuelvo a mi ksa, perdoncito