35 | La mudanza
✨️25 DE AGOSTO DE 2022✨️
✨️Lucca✨️
Cuando Pablo me llamó esta mañana diciendo que apenas comenzaron a cargar las cosas de Klara Marta se largó a llorar supe que iba a ser un día complicado, pero no me imaginé la pesadez de los problemas que se nos avecinaban y como iban a dejarme los ánimos por el piso. Había quedado de ir a ayudar a Sara con sus cosas después del almuerzo, pero por como estaba el panorama ni bien colgué la llamada con Pablo me puse en camino.
Al llegar me di cuenta de que Marta no era la única sensible en la casa. Tina entraba al baño cada cinco minutos y salía con los ojos rojos, supongo que un poco afectada por que Klara se marchara y otro poco por ver a su madre tan mal por el mismo motivo.
Después de cargar absolutamente todo y ver marchar el camión vinieron los verdaderos llantos. Marta abrazó a Sara y a Klara como si así pudiera retenerlas para siempre y William les dio su bendición a la vez que nos lanzaba miradas fulminantes a Pablo y a mi. Evelyn y Cameron se lo tomaron con calma, era algo que debía pasar tarde o temprano y ellos ya lo tenían asimilado, pero para Tina fue dificil y la forma en que se despidió de Klara me hizo desear que fuera mi madre.
No me gustan las despedidas, por eso iba a irme sin hacerlo, pero fui emboscado. Ver a Em llorando hizo que se me agrietara un poco el corazón, sé que va a extrañarme al igual que yo a ella y que los primeros meses sin mi en la casa se le harán duro. Solo espero que Sofía pueda reemplazarme y que la convivencia no se les haga dura, porque sí, vivirán juntas este año hasta que inevitablemente Sofía también deba mudarse para poder continuar estudiando. El abrazo de Vicky y sus palabras de aliento fueron un pegamento temporal para mi corazón, porque al cagar a Harry en brazos y entender que no iba a verlo en unas cuantas semanas se volvió a romper.
Fue peor cuando me rodeó el cuello con sus pequeños brazos y me dio un beso en la mejilla que dejó kilos de saliva sobre ella. El tiempo pasa rápido y aunque ahora apenas tenga cinco meses, en un abrir y cerrar de ojos tendrá un año y entonces podré llevarlo de visita. Vicky estuvo de acuerdo siempre y cuando sea yo quien venga a buscarlo y luego lo regrese.
A Klara le tomó bastante tiempo despedirse de Pablo, él irá a otra universidad y aunque prometieron verse seguido es obvio que no podrán y ambos lo saben. Le agradezco a la vida por no obligarme a despedirme de Sara también, porque entonces mi corazón terminaría por romperse, otra vez.
A pesar de que Sara quería vivir con Klara y conmigo, Evelyn no estuvo de acuerdo en que nos mudáramos juntos, pero a modo de compensación la dejó buscar una residencia estudiantil que estuviera cerca de nuestro apartamento para que podamos vernos seguido, lo que nos da exactamente igual porque conociéndolas a ambas, Sara no querrá irse del apartamento y si quisiera, Klara no la dejaría hacerlo.
—No voy a aguantar sin verlo hasta las vacaciones de invierno —murmura Klara desde los asientos traseros—. Voy a llamarlo...
Pablo ha estado enamorado de ella desde que iban juntos a la primaria, la vio crecer y estar con otros chicos siendo su mejor amigo, no hubo un día del verano en el que no se hubieran visto y ahora de un segundo al otro quizá vayan a pasar meses sin poder estar juntos. Si Klara está así de desesperada no quiero imaginarme cómo estará él.
—Está conduciendo, Klara, cuando llegue a Connecticut te llamará —la miro por el espejo retrovisor.
Apenas llevamos ocho horas de viaje, nos queda más de la mitad del trayecto, a Pablo mucho más y ella ha querido llamarlo durante las pasadas seis horas. Sé que su mente debe de estar jugando con él de igual forma que con Klara y que ella lo llame diciéndole que lo extraña no va a ser de gran ayuda.
—Siento que me asfixio sin él, no sé cómo voy a hacer para sobrevivir cuatro años así...
—Vas a poder y luego cuando veas todo lo que has logrado y al voltear hacia un lado esté él ahí sabrás que el tiempo lejos ha valido la pena.
Me di cuenta de eso una mañana al despertar y encontrar a Sara durmiendo junto a mí. Tenía la boca abierta y sus cabellos apuntaban en cualquier dirección, entredormida hacía lo posible para apartar una mosca que no paraba de posarse en su nariz y se molestaba cada vez que el bicho regresaba insistentemente. Sonreí como estúpido agradeciéndole a la vida por darnos otra oportunidad de estar juntos.
Tuvimos que caer para levantarnos aún más fuertes y esta vez lo hicimos juntos. Ella se lamenta por todo el tiempo perdido, pero yo no creo que hayamos perdido tiempo en realidad. Creo que esos nueve meses que estuvimos lejos nos sirvieron para darnos cuenta de lo mucho que nos amábamos y en cierta forma nos hizo madurar a ambos.
—Quiero llorar —se cubre el rostro con las manos—. Todo esto es una mierda, debemos de estudiar mil años para luego trabajar mil más y al final acabar jubilándonos con un sueldo de mierda.
—Así es la vida, un puto ciclo que acaba igual para todos —suspiro—, la clave es saber disfrutarlo mientras dure.
—Para ti será fácil, tienes a Sara —mis ojos viajan a la rubia durmiendo a mi lado en el asiento del copiloto y sonrío al notar lo despeinada que va.
—Sí, pero Sara no es la única persona a la que amo en este mundo. Harry y Em quedaron en el pueblo y al igual que tú con Pablo no sé cuando volveré a verlos.
En avión son un poco más de seis horas de viaje, por lo que perfectamente podré ir algún que otro fin de semana. Este será la única vez que haga este trayecto en auto, son cuarenta horas en total y aunque frenemos en distintas ciudades para dormir sé que al llegar estaré agotado tanto física como mentalmente.
—Su cumpleaños es el veintidós de septiembre y ni siquiera sé si podremos pasarlo juntos. Navidad y año nuevo seguramente sí ¿Y luego qué? mi cumpleaños es el diez de enero y aunque me gustaría que no, sé que para entonces ya se nos habrá acabado el receso.
—No te martirices con eso ahora, van a saber sobrellevarlo y en menos de lo que creen será verano otra vez y estaremos todos juntos.
—Voy a intentar dormirme, ya no quiero seguir pensando —se pone sus auriculares y cierra los ojos—. Gracias, Lucca, te quiero.
—Yo igual, pesada.
Y tras eso disfruto del silencio unas cuatro horas más hasta que me veo obligado a detener el auto porque el sueño me ha vencido. Busco en el GPS el hotel más cercano y ahí pasamos las siguientes seis horas hasta que mi mente vuelve a estar lista para otras cuantas horas frente al volante. Sara y Klara también conducen, pero no es lo mismo, a Klara se le acalambra la pierna dos horas después de estar conduciendo y Sara se distrae demasiado cantando las mismas tres canciones de Måneskin las cuales ya he comenzado a odiar, pero sigo soportando solo porque Klara le ha dicho que son horribles y ella ha buscado aprobación en mí y, cómo no, dije que me encantan y que para nada me molestan.
Un día después por fin estamos llegando a New York con Klara conduciendo. El camión que traía nuestras cosas llegó ayer y de verdad todavía no entiendo cómo hicieron para llegar tan rápido, porque restando las horas de comida y de descanso no me dan los cálculos.
—Sara va a quedarse esta noche con nosotros ¿no? —pregunta Klara viendo a su prima dormir en los asientos traseros.
—No creo, supongo que tendrá que acomodarse en la residencia y demás, ya tendrá tiempo de visitarnos.
Además, querrá conocer a su compañera de habitación y la residencia en sí y nosotros también tenemos cosas por hacer como armar algunos muebles que llegaron por último y comprar cosas para la despensa.
—Iré subiendo mis maletas, Lucca —dice Klara saliendo del auto—. ¿Me ayudas luego con las cajas?
Yo asiento y la veo alejarse caminando. Estiro mi mano hacia Sara y le sacudo la rodilla suavemente buscando despertarla.
—Rubia —nada, ni siquiera se mueve—. Hemos llegado.
Vuelvo a sacudirla.
—Quiero seguir durmiendo —masculla cubriéndose el rostro.
—¿No vas a entrar a ver el apartamento? —aún no lo conoce y me hace ilusión que nos de su opinión.
—¿Hemos llegado? —abre los ojos como platos.
—Es lo que acabo de decirte, rubia.
—Perdón, no estaba del todo despierta —se despereza y mira hacia afuera a través de la ventanilla—. Es bonito.
Abre la puerta saliendo del auto y yo copio sus acciones. Cuando comienza a caminar hacia el apartamento doy zancadas hasta ella tomándola del brazo para detenerla y hacer que me mire.
—Antes quiero darte algo —meto la mano en mi bolsillo con el corazón latiéndome a mil por hora—. Sé que no vivirás aquí como tal, pero puedes venir cuando quieras porque también es tu casa así qué...
Alzo el juego de llaves a la altura de su cabeza y disfruto de ver como poco a poco sus ojos se iluminan a medida que su cerebro lo procesa. Las toma y me abraza tan fuerte que por un momento temo que vaya a fusionarse con mi cuerpo.
—Yo no puedo darte las de la residencia...
—Sé que no, Sara y yo no te di las del apartamento esperando algo a cambio —acuno sus mejillas en mis manos y la beso—. Es simplemente para que sepas que este es tu lugar también.
—Es loco que vayamos a pasar los siguientes años de nuestra vida en esta ciudad lejos de todos...
—Nos tenemos a nosotros, tu mejor amiga y tu novio viven a cinco minutos en coche.
—¿Ahora eres mi novio? —me mira con las cejas alzadas.
—¿No lo soy? —le doy otro beso y sonríe.
—No sé ¿Me has pedido ser tu novia?
—No, pero creí que lo dábamos por hecho.
—Pues no —frunce los labios negando con la cabeza—. Llevamos dos meses saliendo y todavía no te he escuchado pedir nada.
—No puedo pedírtelo, rubia...porque me prometí a mi mismo que la próxima vez que me dirigiera con un prefijo «mi» hacia ti sería como «Mi esposa».
—Si es así entonces voy a aceptarlo, pero yo igual diré que eres mi novio.
Ahora es mi turno. Recientemente descubrí que me encanta seguirle el drama y fingir que me he ofendido cada vez que tengo la oportunidad.
—¿Me has pedido ser tu novio? —imito su expresión.
—¿Quieres ser mi novio? —acerca sus labios a los míos, pero sin llegar a tocarlos.
—¿Estas buscando influenciar mi decisión? —me acerco un poco más rozándonos—. Eso es hacer trampa.
Me da un beso y se aleja.
—¿Ahora quieres ser mi novio?
—Sí, rubia, quiero ser tu novio —acorto la distancia entre ambos y la beso.
—¡Al fin, Dios ha escuchado mis plegarias! —grita Klara aplaudiendo y Sara ríe—. Ahora, Lucca querido de mi corazón, ayúdame a subir las cajas te lo suplico.
Le doy otro beso a Sara y me encamino hacia el camión sonriendo con el presentimiento latente en mi corazón de que estos años que nos esperan por delante van a ser los mejores y nos llenarán de recuerdos imborrables.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro