26 | Un polvo de despedida
✨ Sara ✨
La quinta vez que dejo que su verga me llegue hasta la garganta siento como los ojos comienzan a lagrimearme, pero sin importarme sigo repitiendo mis movimientos, de vez en cuando intercalándolos con mi mano para cubrir más espacio y alivianar el ardor en mis labios.
Con Lucca descubrí que puedes sentir satisfacción incluso dándosela a otra persona y eso es algo que me fascina.
Tomo sus manos y las llevo hasta mi cabeza indicando que acompañe mis movimientos, cosa que hace a la perfección e incita a mi mente a imaginarnos envueltos en placer follando como nunca antes. He deseado esto desde que nos volvimos a ver, no voy a negarlo.
Su verga entra y sale de mi boca haciendo que mis ojos se pongan en blanco sin mi permiso mientras sus manos forman una coleta con mi cabello para que no moleste. Los sonidos que resultan de la fricción entre ambos son una melodía excitante tanto para él como para mí.
El cuello comienza a dolerme y me veo obligada a parar, pero entonces él empieza a mover sus caderas haciendo todo el trabajo. Alejo mi cabeza unos segundos para tomar aire, pero él lo interpreta como el final del oral y me toma por la barbilla haciendo que me ponga de pie.
Me besa y cuando lo hace siento ternura, pero también un dejo de tristeza.
—Ojalá esto pudiera ser eterno —susurra contra mis labios—. Ojalá pudiéramos volver a la noche en que nos conocimos, entonces haría todo diferente.
Lo beso otra vez para impedir que siga hablando. No puedo escucharlo más o caeré en cuenta de que lo que estoy haciendo está terriblemente mal, que otra vez he dejado que me endulce con sus palabras y me he tragado el cuento como idiota.
Sus manos se posan en mis nalgas y las aprietan con deseo, pegándome a su cuerpo. Yo bajo una de mis manos a su verga y vuelvo a masturbarlo, buscando terminar lo que empecé, a la vez que ataco su cuello ya lleno de marcas hechas por mí.
—Voy a acabar —anuncia en un gruñido.
Vuelvo a arrodillarme y a chupársela hasta sentir el líquido caliente desparramándose por toda mi boca. Él la saca imitando mis movimientos con su mano y otro chorro de semen salta en mi rostro.
Sonrío cuando me cae encima de la mejilla y eso parece gustarle, sin prisa pasa el pulgar sobre mi piel quitando el rastro de nuestro pecado y al segundo siguiente se está quitando la camisa para terminar de limpiarme.
—Me encanta verte de espaldas, pero creo que esta vista pasa a ser mi favorita desde ahora.
Me pongo de pie tomándolo de la mano y camino con él de tiro hasta la manta en el suelo. Pone cara de asco cuando me siento en ella, pero una vez que me bajo los tiradores del vestido sus ojos se centran en mis tetas y el asco es reemplazado por deseo puro, la forma en la que sus pupilas se dilatan me lo confirma.
—No tengo condones —dice tocándose los bolsillos del jean—. Déjame ir a buscar algunos...
Antes de que pueda darse la vuelta lo tomo por las piernas y le hago una seña con la cabeza de que se acerque.
—Llevo un tiempo tomando anticonceptivos, está bien.
Él alza las cejas pero no parece darle mucha importancia, sonríe y se tira a mi lado encima de la manta. La historia de los anticonceptivos es corta, cuando estábamos juntos surgió la idea y luego mamá sugirió lo mismo así que comencé a tomarlos más que nada para tranquilizarla a ella.
Aún así sé que usar preservativos es importante para evitar enfermedades e infecciones y precindir de ellos no es algo que recomiende.
No tardo ni un segundo en subirme sobre su regazo y comenzar a besar su pecho desnudo bajando hasta su ombligo y trazando un camino de vuelta a su cuello.
Lucca es piel, Lucca es calor, Lucca es ternura, es excitación, es amor, pero también es dolor y esto último pesa sobre el resto, pesa demasiado, tanto como para opacar lo demás.
Sus manos toman mis mejillas haciendo que me detenga. Sus ojos se fijan en los míos y noto su boca curvarse en una sonrisa que se me hace la más linda de todo el planeta. Nuestros corazones laten tan rápido que temo que en cualquier momento se salgan de nuestros pechos.
—Te amo.
No respondo, solo lo beso volviendo la atención a lo que estábamos haciendo. Él usa sus pulgares para masajear mis pezones, haciendo que se pongan duros y una vez así los chupa, logrando que suelte un gemido. Mi mano rodea su cuello a la vez que comienzo a frotarme encima de él notando su respiración entrecortarse cada vez más y más.
Me pongo de pie y bajo mi tanga mientras lo observo a los ojos. No pasa mucho hasta que la conexión se rompe, porque en cuanto estoy completamente desnuda sus ojos pasan a mi cuerpo y no salen de ahí.
—Eres perfecta, rubia.
—No soy perfecta, nadie lo es...
—Para mí sí —sonríe de lado y tira de mi mano para que vuelva a su lado.
Sus labios me reciben mientras sus manos acunan mi rostro. Vuelvo a frotarme encima de él sintiendo como su verga se endurece con cada movimiento aumentando mi excitación.
—Ya no puedo...no puedo esperar más, Lucca.
Ahora su sonrisa es de satisfacción. Me alzo apenas apoyándome en mis rodillas para dejar que él acomode su verga en mi entrada y una vez listo, bajo haciendo que entre completamente en mí robándome un gemido en el proceso.
Sus manos aprietan mis nalgas, las mías recorren su pecho y suben hasta su cuello para quedarse ahí mientras nuestros labios se besan con desespero. Los gruñidos que dejan su garganta se pierden en la mía y viceversa. Mis gemidos son inaudibles a causa de los besos, pero sabe que lo estoy disfrutando, al igual que yo sé que él también.
Acelero mis movimientos haciendo que lleguemos al orgasmo casi que al mismo tiempo. Lucca muerde mi cuello, besa mis hombros, aprieta mis pezones, chupa, lame y recorre cada parte de mi torso hasta finalmente acabar con el pecho subiendo y bajando como loco.
Lo abrazo, él rodea mi espalda con sus brazos y nos quedamos así durante unos cuantos segundos. Me niego a dejar que esto se termine, porque una vez que suceda no vamos a volver a conectar de esta forma en mucho tiempo, quizá nunca más.
—¿Puedes con otra? —le pregunto dándole un beso en la mandíbula y bajando hasta su cuello en busca de dejarle otro chupetón.
—Contigo las veces que quieras, rubia —toma mi rostro entre sus manos y me besa suavemente—, pero esta vez será a mi modo.
Se pone de pie levantándome consigo y hace que me pare contra el muro de la terraza. El deja vú que recorre mi mente duele, duele demasiado y agradezco que sus besos sean un distractivo porque de otra forma me largaría a llorar ahora mismo.
Corre mi cabello hacia un lado besando cada parte de mi cuello y luego deja un camino húmedo hasta la parte baja de mi espalda. Sus dedos se afirman en mis caderas mientras presiona su pelvis contra mis nalgas demostrando lo duro que ha vuelto a estar en menos de un minuto.
¡¿Cómo es que se recupera tan rápido?!
No voy a mentir, me molesta esperar que me penetre y que eso no suceda, porque en vez de comenzar a follarme de una vez Lucca baja. Baja hasta que su cabeza está a la altura de mis nalgas y cuando volteo a verlo por encima de mi hombro me sonríe con malicia.
Usa sus manos para indicar que abra las piernas y eso hago. Entonces siento su saliva y luego su lengua haciendo maravillas ahí donde nadie ha llegado antes.
—Mierda —maldigo con la voz entrecortada.
No sé por qué no lo dejé hacer esto antes, o bueno, sí sé. Me daba asco solo imaginarlo, pero sentirlo...Dios, esto vale la pena.
Sus manos aprietan con fuerza mis nalgas separándolas para poder meter su cara entre ellas. Su lengua roza mi entrada y...Dios, no puedo más.
—Ya vuelve a follarme de una maldita vez.
Me giro y lo tomo del cabello para obligarlo a levantarse. Su sonrisa se ensancha y sus ojos azules se vuelven negros por lo dilatadas que están sus pupilas.
Sus manos van a mis caderas y me giran, volviendo a la posición inicial. Me penetra sin avisar, moviéndose con rapidez y brusquedad y haciendo que suelte un gemido tras otro.
Enreda mi cabello en su puño y tira de él suavemente hacia atrás para dejar mi cuello libre. Lo besa, pasa a mi mandíbula, busca mis labios y continua besando cada parte de mi piel que está a su alcance.
Con su mano libre masajea mi clítoris llevándome al orgasmo en segundos, acabando él también.
Apenas me doy la vuelta sus brazos me rodean.
—Duerme conmigo esta noche —pide.
—No podemos ir a la habitación, si Gab llega y nos ve juntos...
—Quedémonos aquí, rubia, por favor.
—Hace un rato te daba asco la manta y ¿ahora quieres dormir en ella?
—Quiero dormir contigo, no importa donde.
Sonrío de lado como tonta y asiento acercando mis labios a los suyos para besarlo.
Después de volver a vestirnos nos dejamos caer sobre la manta, yo me recuesto encima de su pecho y cierro los ojos mientras él besa mi frente sin parar siquiera un segundo.
Noto que se ha quedado dormido cuando los besos cesan y el ritmo de su corazón se normaliza. Me alejo de él intentando hacer movimientos suaves para no despertarlo, cojo mis zapatos y me dirijo hacia la puerta que da hacia dentro del edificio.
Es mi momento de desaparecer.
Sé que lo que pasó esta noche está mal, me voy a sentir culpable por haber traicionado a Gab de esta forma por el resto de mi vida, pero tanto Lucca como yo necesitábamos esto.
Ambos necesitábamos un polvo de despedida.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro