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24 | Sentí que lo estaba jodiendo.

✨ Sara ✨

Caminamos tomados de la mano por las calles de Italia sin decir ninguna palabra porque no es necesario, nuestra piel habla por nosotros.

Cuando toca detenerse en semáforos, Lucca me toma por la cintura y pega nuestros cuerpos aprovechando la pausa para besarme. Besos que hacen revoloter mariposas en mi estómago, besos que no deberíamos darnos, besos prohibidos que los vuelven tan atractivos. Los deja vú de un año atrás en Los Angeles me invanden a cada paso, ahora mismo se siente como si el tiempo no hubiera pasado, como si esos nueve meses que estuve en Brasil jamás hubieran existido y nosotros, lo nuestro, nunca se hubiera roto.

La realidad es muy diferente, la realidad duele.

Bajo la mirada hasta nuestras manos unidas y sonrío con nostalgia hasta que noto algo que falta y mi ceño se frunce.

—¿Te quitaste la pulsera? —pregunto inspeccionando su muñeca.

—Tú te la quitaste primero —se encoge de hombros—. Si lo hubiera hecho no tienes derecho a reclamar.

—No me refiero a la nuestra, sino a la que tenías hace un tiempo.

Recuerdo perfectamente que era una igual a la que compartimos, Klara dijo que quizá la llevaba junto con Em, pero no creo que sea así porque las veces que hemos coincidido le he prestado atención a sus muñecas y ni siquiera lleva pulseras.

—Es la nuestra y no, no me la quité, rubia —alza su otra mano haciendo que su camisa se remangue un poco y deje a la vista la pulserita color rojo con las esposas en ella—. Tengo la tuya guardada.

—Supuse que la tirarías en cuanto te la devolví —nos detenemos en un semáforo y él se gira hacia mí viéndome a los ojos.

—Me dolió que me la devolvieras, así que la guardé con la esperanza de que algún día la quisieras de nuevo.

Arrugo la nariz negando con la cabeza.

—Podrías darme una nueva de tu colección —le sonrío—. Tienes mucho dinero como para andar reciclando pulseras ¿no?

—Nunca exisitó tal colección, las pulseras las mandé a hacer especialmente para nosotros, rubia —me besa suavemente—. Con nadie más podría ser tan cursi.

—¿Entonces eso también lo dijiste por miedo? —pregunto irónicamente.

—No, eso lo dije por idiota.

El semáforo vuelve a cambiar y nosotros a caminar. Mi cabeza no para de decirme que esto está mal, que debería regresar al hotel ahora mismo, que Lucca va a volver a lastimarme, pero cómo ¿Cómo hacerme caso si cada vez que lo veo está ahí, sonriéndome como si yo fuera lo único que anhela en este mundo?

Simplemente no puedo.

—¿A dónde vamos? —pregunto dándome cuenta de que comencé a caminar con él sin saber hacia dónde nos dirigimos.

—Al giardino dove un giorno ti chiederò di essere mia moglie.

«Al jardín en el que te pediré que seas mi esposa algún día».

—Inglés, Lucca —me quejo.

—Dije que iremos al jardín de Villa Reale.

—¿Queda muy lejos? —me detengo y bajo la mirada a mis pies.

Si antes de salir me dolían, ahora que llevo caminando más de diez minutos es insoportable.

—Es que me duelen los pies —me excuso cuando me mira con el ceño fruncido.

—Quítate los tacones —suelta enocgiéndose de hombros.

—No voy a descalzarme en medio de la vereda.

—Anda quítatelos y te llevo en mi espalda.

—La gente nos va a mirar raro.

—Nadie presta atención a lo que hagan los demás aquí, no estamos en el pueblo que son todos unos chismosos, rubia. Cada uno va en su propio tema.

Lo pienso unos segundos y finalmente me desprendo los tacones para subirme en su espalda. Mis piernas sienten alivio una vez que él me carga y dejo de tocar el suelo.

—Mierda —suspira.

—Aumenté un poco de peso, debí decírtelo, perdón...ya me bajo —sus manos sostienen mis muslos con fuerza impidiendo que baje.

Suelta una risa y me mira por encima de su hombro.

—No maldije porque me pesaras, es más, si subiste de peso ni siquiera lo noté.

—¿Entonces? —siento que solo quiere arreglar la metida de pata que se acaba de mandar.

—No voy a decírtelo.

—Me bajo.

—Va, va, no te enojes, pero es que si estás apoyada así contra mí siento la forma de tus tetas en mi espalda con más detalles de los que quiere Klara —ni bien termina de hablar me aparto un poco—. Por eso no quería decírtelo.

—No me aparto para que no las sientas, lo hago porque sino tendré que bajarme en menos de una cuadra.

Ahora soy yo quien sonríe y él el confundido.

—¿No crees que pueda cargarte hasta el jardín? —debo decir que suena algo ofendido.

—Oh no, eso no lo dudo, claro que puedes —le doy unas palmaditas en la espalda—. Pero como sigas sintiendo mis tetas la vas a tener dura antes de llegar a la esquina.

Sonríe y endereza la cabeza hacia adelante para seguir caminando.

—¿Acaso estoy diciendo algo que no sea verdad?

—No —amite.

—¿Ves? —poso mi mentón en su hombro y le beso la mejilla.

—Lo que veo, o mejor dicho, lo que siento son las ganas que me tienes.

—¡Si solo te di un beso en la mejilla! —me quejo.

—No lo digo por eso, lo digo porque aunque no estuvieramos hablando de sexo estabas pensando en lo dura que puedes llegar a ponérmela.

—Ya cállate —le tapo la boca con ambas manos y él sonríe debajo de ellas.

Continúa caminando en silencio hasta llegar a una construcción enorme que hace ver al restaurante como una miniatura. Sí aquello parecía un castillo este es un reino para gigantes.

—Llegamos, rubia.

—¿Y eso está abierto a esta hora? —no hay gente por ningun lado ni señal de que se pueda entrar.

—No, pero no importa.

Me baja y vuelve a entrelazar nuestros dedos tirando de mí hacia la construcción. La rodeamos y entonces mis ojos no me alcanzan para apreciar la preciosidad de lo que tengo delante de ellos

—Parece central park —murmuro y él me empuja suavemente hacia un lado haciendo que mi cuerpo se mueva apenas.

—Di eso delante de cualquier otra persona y va a matarte, es una ofensa al jardín.

—¿Y qué haremos aquí? —cuestiono riendo.

—No sé, solo quería enseñarte este lugar —se encoge de hombros—. Me gustaba venir aquí de pequeño, es más, tengo mi propio árbol.

—¿Eh?

—Tallé mi nombre en uno —explica—. Está hasta el fondo del jardín, cerca del lago, nadie llega tan lejos así que tras descubrirlo decidí que iba a ser mi lugar.

—¿Tu lugar? —frunzo el ceño—. ¿Qué, para follar?

—¿Otra vez pensando en sexo sin que estemos hablando de eso? —me pecha con el hombro—. Si quieres follar solo tienes que decirlo, sabes que contigo siempre estoy dispuesto.

Mis mejillas arden.

—Si besarnos está mal, tener sexo nos da un boleto al infierno.

—Al menos ahí estaríamos juntos —guiña un ojo.

Aunque Gab no estuviera, aún así no podríamos estar juntos, no si él no explica lo que dijo aquella noche. Cosa que no pienso recordarle, le di un ultimatum, ahora es él quien decide si me deja ir o intenta que me quede.

—¿Cual es tu plan? ¿Que pasemos la noche debajo de un árbol?

—En realidad, quiero que paseemos por el lago.

—¿Qué?

—Eso, hay botes de esos que tienes que dar pedal para que avancen guardados en algún lugar, solo hay que descubrir donde.

—Si sacamos uno técnicamente sería robar —lo miro seria.

—Dejaré dinero antes de irnos, no vamos a robar nada, rubia.

Una hora después estamos subidos en un botecito con techo azul, uno de cada lado y con los pies puestos en nuestros correspondientes pedales. Lucca lo cargó arrastrando desde una casilla entre medio de los árboles hasta aquí, unos cuatrocientos metros masomenos, y sin ayuda.

A veces me sorprende, de verdad, porque esta cosa pesa más que un muerto.

—Si sientes que golpean el bote desde abajo no te asustes —comenta una vez que nos alejamos de la orilla—, son los lagartos que creen que somos tortugas muertas...

—¡No dijiste que habían lagartos! —¿quiere que infarte?—. Lucca, demos vuelta, yo me bajo...

—Es broma, rubia —suelta una carcajada que me llena de rabia.

Mientras él ríe, cojo agua en una de mis manos y se la lanzo a la cara. Evidentemente no lo empapo, pero al menos logro quitarle la diversión del rostro.

—Si no fuera porque no tenemos más ropa que esta, ahora mismo estaría zambulléndote en el agua por irrespetuosa. ¿Evelyn no te enseñó a respetar a tus mayores?

—¡Ay, Lucca, por favor, solo nos llevamos un año! —me quejo golpeándome las rodillas.

—Tengo veinte y tú todavía dieciocho, rubia.

—Pero en menos de un mes cumplo los diecinueve, así que...

—Así que nada, todavía tienes dieciocho, calla —me mira de reojo sonriendo y yo vuelvo a lanzarle agua—. Yo también puedo mojarte, rubia, no me provoques

Preisono los labios evitando sonreír.

—¡Ya deja de pensar en sexo, pervertida! —eclama y chispea agua de sus dedos en mi rostro.

—No puedo si sigues diciendo cosas así...

—Pareciera que hubieramos intercambiado de cuerpos, el pervertido solía ser yo.

—Solo lo tomé prestada tu esencia por unos segundos, toma, te la devuelvo —hago como si le pasara algo con mis manos y él lo toma con mucho cuidado llevándolo hasta su pecho.

—Gracias, no me sentía yo mismo sin ella.

—Escucha —lo detengo ante algo que se me acaba de cruzar por la cabeza—. ¿Qué es lo primero que harías si estuvieras en mi cuerpo?

La expresión que pone mientras piensa no me da buena espina.

—Bien, primero encontraría la forma de volver en el tiempo y entonces iría a cuando nos fuimos solos a Los Ángeles, al almuerzo junto a la playa en aquel restaurante y haría que dijeras que sí cuando te pedí ser mi novia.

¿De qué habla?

—Jamás me pediste que fuera tu novia, Lucca, no inventes —me cruzo de brazos.

—Dijiste que la confianza era para las parejas y que nosotros no estabamos saliendo, entonces te propuse salir...

—Y luego dijiste que era broma...

—Porque tardaste en responder y pensé que era muy apresurado, sentí que lo estaba jodiendo todo y tuve miedo de que te alejaras.

—¿Eres idiota? —no me lo puedo creer.

Recuerdo la ilusión del momento cuando creí que de verdad me estaba pidiendo salir y luego la decepción al creer que era broma.

—Sí —admite riéndo—, fue tu culpa por tardar en responder.

—¿Mi culpa? —pregunto ofendida.

—Sí, tuya —sigue—. Ahora dí qué harías tú si estuvieras en mi cuerpo.

Es fácil.

—Volvería al mismo día que tú y no tendría miedo.

Nos quedamos viéndonos a los ojos durante unos segundos que se me hacen eternos y luego soy yo quien se acerca para besarlo. Su mano acuna mi mejilla a la vez que ambos dejamos de pedalear.

Quiero tenerlo más cerca, lo necesito.

Cruzo mi pierna hacia su lado del bote y me subo encima de él restregándome contra su cuerpo. Maldice cuando comienzo a moverme y lleva una mano a mi cintura acompañándo los círculos que trazan mis caderas.

Muerdo sus labios y noto la sonrisa que se forma en ellos cuando suelto un gemido apenas audible.

Y entonces siento el momento exacto en que el bote se nos da vuelta y segundos más tarde ambos estamos mojados y no necesariamente como nos gustaría.

Mis pies tocan el fondo lleno de musgo y me impulsan hacia arriba. Logro escuchar la carcajada de Lucca incluso desde antes de llegar a la superficie, lo que me llena de rabia.

—Esto es tu culpa —le espeto en broma tirándole agua.

—Tú te cambiaste de lado, es tú culpa.

—Ahora estamos mojados —me quejo.

—Ibas a mojarte de cualquier forma, rubia. Ya estabas comenzando a hacerlo.

—Idiota —le tiro más agua—. Volvamos al hotel.

—¿Te quedas a dormir en mi habitación? —pone ojos de gato intentando ser tierno y cuando lo miro seria vuelve a su expresión pervertida de siempre—. No perdía nada con intentarlo.

—No dije que no.

—¿Eso quiere decir que sí? —los ojos le brillan.

—No —respondo con malicia y él me lanza agua—. Salgamos del agua antes de que nos resfriemos.

—Tú primero —anima—. Muero por ver como se te pega el vestido al culo.

—¡Lucca! —lo reprendo nadando hacia él.

—Solo estoy siendo sincero. De seguro ha de ser una vista hermosa.

—Anda, sal tu primero ahora —le ordeno señalando con la cabeza hacia la orilla.

—¿Es en serio?

—Sí —lo empujo y nado agarrándome de sus hombros para evitar tocar el fondo asqueroso.

—Quieres verme el culo tú a mí ¿no? por eso me mandas primero —dice divertido.

—¡Ay, ya cállate de una vez y sigue caminando!

—Ok, ma solo perché mi piace sentirti comandare da me..

«Está bien, pero solo porque me gusta oírte darme órdenes».

—¿Qué? —pregunto confundida.

—Que tengas cuidado con el musgo.

Y entonces nada haciendo que me suelte y mis pies toquen el fondo del lago todo asqueroso.

Maldito, estúpido y perfecto Lucca Bianchi.

———— ✨️ ————
WEEEEE ESA CONFESIÓN DEL LUCCAAAAAAA

BASTA, NO PUEDO.

Espero que les haya gustado fe@@@@s, nos vemos el sabaduki ❤️

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