19 | ¿Te vas?
✨ Lucca ✨
Hoy en la mañana me despertó el incesante sonido de mi celular vibrando encima de mi mesa de luz. Abrí los ojos decidido a maldecirle hasta la madre a quien fuera que estuviera llamando ¡Eran apenas las seis de la madrugada! pero en cuanto encendí la pantalla y ví que él número tenía el prefijo característico de Milán bajé las revoluciones.
Lorenzo Coppola, uno de los diseñadores de modas más reconocidos del momento, por algún motivo que no quisieron esclarecer por teléfono, solicita mi presencia en Milán dentro de las próximas setenta y dos horas.
A modo de disculpa por las molestias y la exigencia de tiempo para trasladarme, me ofrecieron invitar tres acompañantes además de mí, que es en realidad lo que verdaderamente me complica la vida.
—Si se lo dices se va a volver loca —comenta Pablo mientras conduce a casa de Marta.
Está claro que no voy a dejar a mis mejores amigos fuera de esto.
—Aún puedes llevar a alguien más —me recuerda Pablo.
La idea me ha estado dando vueltas sin parar por toda mi mente durante la última media hora.
Quiero que Sara venga conmigo, quiero que conozca a mis amigos, a la gente que me vio crecer y quiero enseñarle lugares tan especiales para mí que no podría compartir con nadie más que no fuera ella.
—¿Crees que quiera venir? —suelto la pregunta con miedo a la respuesta.
—A lo mejor si la invitas —se encoge de hombros—. Quiero mucho a Sara, pero solo un idiota se atrevería a rechazar una oportunidad como esta de conocer nuevos lugares con tus amigos totalmente gratis.
En eso Pablo tiene razón, pero considerando que su novio ha venido desde Brasil solo para verla dudo que vaya a aceptar. De todas formas, con intentar no pierdo nada.
—La parte más complicada es que sus padres les den permiso —se rasca la nuca como pensando—. Tina no creo que tenga problema, pero Evelyn ¿Has notado cómo te mira? A veces me da miedo que intente arrancarte los ojos.
Yo suelto una risa y me desabrocho el cinturón una vez que él estaciona el auto frente a casa de Marta.
—Se va a sentir demasiado culpable cuando sepa que lo que hiciste fue en parte para salvarle el pellejo a ella.
Ha de notar como mi mandíbula se tensa ante sus palabras o la forma en la que trago grueso por la incomodidad porque inmediatamente cambia de tema.
—¿Qué les dirás? —pregunta con las cejas alzadas y una expresión de feliz cumpleaños total—. ¡Nos vamos a Italia en tres días!
No puedo evitar reír ante el chillido que da imitando a su novia.
—Solo se lo diré y ya, tampoco es que sea la gran cosa viajar a Italia.
—¡No lo es para tí que viviste toda tu vida allí, Lucca! —destraba las puertas—. ¡Creeme que para nosotros que apenas hemos salido del estado sí lo es!
—Perdón —digo riendo a la vez que pongo un pie fuera del auto.
Ni siquiera hace falta entrar a la casa para escuchar el llanto incontrolable de Harry seguramente por alguno de sus incontrolables berrinches a la hora de la cena.
Ha comenzado a comer papilla y esas cosas, lo que a Vicky le genera un dolor de cabeza porque es más la comida que tira que la que en realidad come.
Pablo abre la puerta y nos metemos a la casa haciendo el menor ruido posible. Antes de asomarnos a la sala yo silbo y como por arte de magia Harry para de llorar.
—¿Quién hizo eso? —le pregunta Vicky poniendo esa voz aguda que todos usan para hablar con los bebés.
Harry aún no habla, así que claramente no responde, pero comienza a reírse y a buscarme con los ojos por todas partes. Vuelvo a silbar y él se queda viendo fijo la entrada a la sala esperando a que aparezca, por lo que cuando es Pablo quien se asoma primero, él vuelve a llorar como condenado.
—¡Lucca, no seas así! —se queja Vicky mordiéndose los labios a la vez que niega con la cabeza.
Me asomo con una enorme sonrisa en mi rostro y camino hacia él estirando los brazos para agarrarlo. Harry se remueve en su silla riéndose al notar que me acerco.
—A ver cuándo le damos a Harry un primito eh, que te queda genial la figura paterna —dice Vicky y yo me persigno.
Dios me salve de los niños, al menos por ahora.
—El apellido Bianchi está asegurado con Harry —Anna habla desde el otro sofá haciendo notar su presencia—, pero si quieres yo puedo ayudarte a reasegurarlo.
Vicky la mira con las cejas alzadas y luego voltea lentamente a verme a mí reprimiendo una sonrisa. Pablo está igual o incluso más sorprendido por lo que acaba de decir Anna.
—Yo lo decía en broma, eh —le dice Vicky a Anna.
—Pero yo no —contesta ella encogiéndose de hombros.
No sé qué mierda le hace pensar que alguna vez vaya a fijarme en ella. No lo hice el verano pasado cuando no me interesaba nadie, mucho menos ahora que estoy enamorado hasta las manos.
—Eres rubia, pero no su rubia —Pablo le sonríe con malicia.
—Si me pongo en cuatro ni se nota —de verdad no puedo creer lo que está diciendo.
—Anna, no va a pasar nada entre nosotros —le aseguro mirándola a los ojos.
—Nunca digas nunca, Lucca, la vida puede sorprenderte —la forma en la que me mira me parece totalmente asquerosa.
—Esto ya se está poniendo incómodo para nosotros ¿no? —Pablo mira a Vicky y ella asiente—. ¿Klara y Sara están arriba?
—Sí, y también Gabriel —comenta mirándome a mi—. Lo digo por si quieres ir alistando los puños.
—¿Cómo sabes que...
Creí que Sara había convencido a su novio para que no contara lo del puñetazo, pero al parecer no.
—No estaba segura, solo lo suponía, pero ahora me lo acabas de confirmar.
Me doy media vuelta encaminándome a las escaleras para seguir a Pablo. Vicky cada vez que quiere saber algo usa la misma técnica y como idiota siempre caigo en la misma jugada.
Pablo golpea la puerta antes de entrar en la habitación que comparten Klara y Sara. Apenas pone un pie dentro Klara lo avanza y salta encima de él abrazándolo.
—¡Hola, ositooo! —grita y cuando me ve entorna los ojos sentenciándome con el dedo—. No sabía que vendrían.
—Lucca tiene algo que decirles.
Klara mira a Sara que le devuelve la mirada con desconfianza y ambas se centran en mí.
Noto como Gabriel se acomoda en la cama de Sara y se cruza de brazos poniendo mala cara. De seguro ha de pensar que quiero la atención de su novia y no se equivoca.
—Esta mañana me llamó un diseñador bastante importante de Milán y quiere que vaya. Seguramente va a ofrecerme trabajo o algo por el estilo, así que...
—¿Te vas? —pregunta Sara frunciendo el ceño.
—Sí...
—¡No, no vas a ir a ninguna parte! —chilla Klara a punto de comenzar a llorar.
—Pero déjame terminar, loca —ella pone las manos en su cadera como una tetera y aguarda a que siga hablando mientras una lágrima rueda por su mejilla.
—No seas exagerada, amor —le dice Pablo abrazándola.
—Es que no quiero que se vaya...es como mi hermano ¡¿Con quién voy a pelear si este idiota se va?!
—Sigue escuchando, amor —le agradezco mentalmente a Pablo por cortar el drama de Klara.
—Voy a ir, pero ustedes vienen conmigo.
Al terminar de hablar la mandíbula de Klara queda rozando el piso y los ojos le brillan de una forma bonita.
—¿A qué te refieres con "ustedes vienen conmigo"? —pregunta Sara y mira a su novio que no parece estar contento con la noticia.
—Me ofrecieron boletos de avión y estadía paga para cuatro acompañantes, así que los estoy invitando.
Pablo me mira confundido. Sí, la oferta no es para cuatro personas, pero él tiene razón en que si Gabriel no va, seguramente Sara tampoco quiera ir, así que prefiero correr con los gastos de él y que la decisión de Sara sobre ir o no, no se vea influenciada por nada.
—Es broma, solo nos quieren ver las caras de idiotas —Klara se tira de nuevo en la cama y me saca la lengua—. Tenemos que hablar urgentemente, Lucca ¿O debería decirte señor ocultador de cosas importantes?
Ahora el que frunce el ceño soy yo ¿De qué mierda habla?
—No está mintiendo, amor —Pablo se sienta también—. Nos vamos a Italia el jueves.
—¿Es en serio? —pregunta Sara.
—¿Qué? ¿Si lo digo yo es mentira, pero si lo dice Pablo si le creen? —me ofenden.
—Es que Pablo no engaña —dice Gabriel y se gana un golpe suave en el brazo por parte de Sara.
Ninguno de los cinco vuelve a decir nada durante unos segundos creando un silencio incómodo en un campo de miradas fulminadoras.
—No, no, es que no me cabe en la cabeza cómo es que de la nada apareces con la oferta de un viaje para los cuatro así como así —Klara es quien se atreve a romper el silencio.
—El hombre me pidió que estuviera allí dentro de las próximas setenta y dos horas, lo de los acompañantes es solo una forma de hacer que no lo mande a la mierda por imprudente y rompe bolas.
—Yo tengo que hablar con mamá y papá, pero no creo que no me dejen ir, son tontos si se niegan —dice Klara con rapidez—. ¡Dios, estoy emocionada!
—Yo también —agrega Sara—. ¿Gab?
—Si tú vas yo voy —contesta él encogiéndose de hombros.
—Yo puedo hablar con Cameron y Tina si quieres —ofrece Pablo viendo a Klara.
Mucho tiempo atrás podría haberle hecho la misma oferta a Sara, ahora es imposible ya que Evelyn parece odiarme con cada célula de su cuerpo.
—¡Es que no me lo creo! —chilla Klara poniéndose de pie y caminando hacia mí—. ¡Te quiero mucho, Lucca!
Me abraza y yo la rodeo con mis brazos también.
—¿Cómo que Sara te dió otra oportunidad y nada me dijiste? —susurra contra mi pecho.
Yo bajo la mirada hasta ella y le sonrío de lado.
—Supuse que ibas a enterarte por ella.
—Pues sí, pero no de la forma en que me hubiera gustado.
Se aparta de mí y me hace una mueca de asco antes de echarme la lengua y volver a tirarse sobre su cama.
—Un momento... —Klara nos mira a Pablo y a mí con desconfianza—. ¿Por qué están tan arreglados?
—Vamos a ir a jugar pool con los chicos —explica Pablo y se pone de pie—. Ya deberíamos irnos.
—Pásenla bien —Klara le planta un beso en medio de la boca a Pablo—, pero no demasiado porque no me invitaron.
—Hasta mañana, amor —yo me rasco la nuca mientras ellos se besan como si no hubieran otras tres personas en la habitación—. Hasta mañana, chicos.
Sara y Gabriel asienten sonriéndole.
Yo la observo unos segundos hasta que sus ojos se conectan con los míos y no sé por qué, pero cuando ella alza apenas la mano y la agita despidiéndose, siento algo dentro de mí ardiendo.
—Sueñen conmigo —digo sin dejar de verla.
—No, gracias —Klara me saca el dedo esta vez.
—Pero así van a tener sueños bonitos —replico sonriéndole.
De repente tengo un deja vú de hace una semana en mi auto mientras Sara me reclamó por no desearle bonitos sueños y cuando vuelvo a verla a los ojos sé que también ha recordado lo mismo porque sonríe mordiéndose los labios y niega con la cabeza.
Es increíble como hasta en la más insignificante cosa puedo encontrar una forma de conectarla a ella, supongo que eso es lo que pasa cuando dos personas están destinadas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro