1 | Creí que eras alguien más.
✨ Lucca ✨
Saber que el amor de mi vida está aterrizando en este momento y no poder ir a besarla, abrazarla y decirle lo mucho que la extrañé durante estos meses es el precio que debo pagar por haber sido un cobarde.
Lo único que me reconforta y a la vez me detiene de mandar las órdenes de Klara a la mierda e ir al aeropuerto a buscar a Sara es que la veré esta noche en la fiesta que dará Ander para celebrar que nos graduamos y ahí ninguna prohibición o pena de muerte que me haya impuesto Klara valdrá porque seremos solo Sara y yo.
Klara ha intentado por todos los medios y hasta el cansancio que no me acerque a Sara en las primeras semanas que ella esté en el pueblo, quiere que le de tiempo, pero eso es justamente lo que nos falta. La universidad comienza en menos de tres meses y si decide ir a otra que no sea la NYU la habré perdido para siempre. Y no es algo a lo que esté dispuesto, no otra vez.
Hablando de la universidad, una vez que arregle las cosas con Sara le diré que viva con Klara y conmigo en nuestro apartamento. Lo eligió Klara así que seguramente le gustará y yo me aseguré de quedarme con el cuarto grande una vez que lo compramos, ya saben, en caso de que mi rubia acepte la oferta.
—Eso te queda lindo —comenta Em tirada en mi cama mientras yo me abrocho la camisa—. ¿Ya sabes qué le dirás o qué harás cuando la veas?
Hablar con mi hermana de mis sentimientos y ella de los suyos conmigo se volvió rutina, más aún cuando prácticamente se mudó conmigo.
—No quiero hacerla sentir incómoda, eso lo tengo por seguro. Ahora...en cuanto al resto creo que improvisaré.
—¿Vas a volver a casa cuando termine la fiesta? —cuestiona, escribiendo algo en su celular.
—Probablemente ¿Por qué? —la miro a través del espejo—. ¿Traerás a Sofía?
Hace cinco meses salió del closet públicamente a la misma vez que hizo oficial su relación con Sofía Tarren, sí, la prima de Sara.
Llevaban tiempo saliendo a escondidas, Sofía entrando a casa en mitad de la noche para que nadie la viera y solo contándole el ¨secreto¨ a unos pocos. Me duele decir que si no hubiera visto a Sofía escabulléndose durante la noche no me hubiera enterado de que salían sino hasta que lo hicieron público.
—No, Sofi sigue en Inglaterra —suelta un suspiro—. Solo quería que supieras que estaré en mi habitación cuando regreses por si quieres hablar.
—¿Está todo bien? —comúnmente le diría que no es su habitación porque la casa es mía, pero tengo un mal presentimiento así que simplemente paso de ello.
—Fuiste mi pilar cuando todos en el pueblo me tacharon por lesbiana, no solo el mío sino que también el de Sofi. Es bueno recordarte que puedo y quiero ser el tuyo también.
—¿Podemos volver a la parte en donde me dices lo linda que me queda la camisa? —le sonrío—. No nos pongamos melosos sin alcohol porque luego damos asco.
—Por qué hablarnos tierno estando sobrios si podemos hacerlo ebrios hasta el culo y terminar llorando por lo asquerosas que son nuestras vidas ¿no?
—Concuerdo. —Tomo el collar de caracolas de encima de la cómoda y se lo enseño—. ¿Me lo pongo?
Me mira con los ojos grandes como platos y una sonrisa que le ocupa todo el ancho de la cara.
—¡Dios, sí! —exclama —. ¿Eres consciente de que vas como para que todo el mundo babee al mirarte?
—Solo me interesa que una persona lo haga.
Em se pone de pie y camina hacia mí para arreglarme el cuello de la camisa. Al terminar vuelve a suspirar y me da un beso en la mejilla, se aparta de mí y camina hacia la puerta de la habitación tarareando una canción que se me hace familiar pero no logro reconocer. Al llegar al marco se da vuelta y me mira fijo a los ojos.
—Estaré en mi habitación, Lu. Ve si quieres.
Yo asiento con la cabeza y dejo que se vaya mientras me abrocho el collar de caracolas alrededor de mi cuello.
Mi teléfono suena encima de mi cama, pero no le presto atención, vuelve a sonar y lo miro con pocas ganas, deseando tener poderes psíquicos con los que alcanzarlo sin mover un pie, a la tercera vez que suena ruedo los ojos y lo agarro.
—¡Dime que tienes una bolsa con hielos por favor! —grita Jazmín al otro lado—. Estamos yendo a buscarte y eres nuestra última salvación.
—Creo que hay algunas sí —balbuceo, rascándome la nuca—. Puedo ir en mi auto, es al pedo que vengan...
—Estamos a dos cuadras Lucca, ahora no nos harás dar vuelta. —puedo imaginarla rodando los ojos—. Ve saliendo y no te olvides de las bolsas.
Bajo las escaleras y me dirijo a la cocina, tomo las siete bolsas de hielo que quedan en la heladera y salgo a la vereda. El auto de Ander aparece en cuestión de segundos con la música al tope, veo como poco a poco se abre la ventanilla del copiloto y la sonrisa reluciente de Jazmín hace presencia.
—¡Sube Elsa de Arendelle! —chilla ella por encima de la música y me hace una seña con la cabeza hacia los asientos traseros.
Ander abre la valija del coche y meto las bolsas de hielo en ella antes de subirme.
—¿Por qué Elsa de Arendelle? —le pregunto a Jazmín.
No sé siquiera quién mierda es.
—¿Elsa de Disney? —dice ella y yo frunzo el ceño—. ¿La reina del hielo que armó su propio castillo en el medio de la nada y le congeló el corazón a su hermana sin querer?
Me preocupa esta chica.
—¡No puede ser que no la hayas visto!
—No es que un día me levante y diga ¡Uy que ganas de mirar películas para niños!
—¡Es cultura general, Lucca! En fin, el chiste era que como tú traías los hielos eras ¨La reina del hielo¨ pero ya ni gracia si te lo acabo de explicar.
De repente tengo un deja vu «Era un chiste sexual, por eso no quería explicártelo, así pierde gracia.».
—¡¿Y ahora por qué mierda sonríes?!
—Acabo de recordar algo —la nostalgia me pega en el pecho. Cuanto la extrañé.
—Ya ni quiero saberlo, de seguro es una asquerosidad.
—¡Aún no me creo que Indiana le haya ganado a los Lakers! —Ander suelta por unos segundos el volante para agarrarse la cabeza—. Estuvimos tan cerca de la final que me duele el alma.
—¡Ay no se pongan a hablar de básquet que no entiendo nada! —se queja Jazmín, pero muy tarde porque nosotros ya nos centramos en el próximo partido.
Así nos mantenemos hablando sobre basquetbol hasta que Ander estaciona el auto en la entrada de su casa. Hay autos por toda la cuadra y doblando la misma, porque aunque se haya graduado solo un curso todos los demás lo festejan como si fuera mérito propio.
Cualquier motivo es bueno para emborracharse un fin de semana con amigos.
—¿Alguno tiene algo que hacer?.—Jazmín entrelaza su brazo en el mío y camina a mi lado hacia la puerta.
—Yo voy a dar una vuelta para ver si alguien necesita algo y luego los busco —dice Ander, apartándose de nosotros antes de que Jazmín se le pegue también.
—Tu serás mi compañero de borracheras esta noche ¿O no, Lucca? —bate las extensiones de pestañas que la acompañé a ponerse la semana pasada.
—Sabes perfectamente a qué vine, no puedo emborracharme, Jazmín. Quiero hacer las cosas bien con ella esta vez.
—Un trago no le hace mal a nadie, Lucca. Y míralo desde el lado bueno, en caso que te rechace va a doler menos si corre alcohol por tu sistema.
No se hacen una idea de lo mucho que me jode la posibilidad de que me mande a chupar flores, porque a pesar de que yo la amo, sé que sus sentimientos pueden haber cambiado en este tiempo y eso me está acalambrando hasta los huesos.
—No tomaré hasta emborracharme, como mucho cinco shots —le advierto y ella aplaude como una niña a la que le acaban de dar permiso para quedarse a dormir en la casa de su amiga.
Mientras nos dirigimos a la mesa de bebidas aprovecho para chequear mi celular. Ningún mensaje nuevo. Pablo quedó de avisarme cuando pasara a buscar a Sara y a Klara pero hasta ahora no me ha dado señales de vida.
O quizá Klara le confiscó el celular para que no me hable. De ella se puede esperar cualquier cosa, pero no puedo quejarme, eso está prohibido para mi. Si no fuera por ella no sabría nada de lo que ocurrió en la vida de Sara estos meses, a pesar de que ella no lo supiera estuve en cada cosa buena y mala que le pasó y todo se lo debo únicamente a Klara.
—¿Un whisky con cola o un shot de tequila? —Jazmín alza las botellas de ambas bebidas en el aire, sacudiendo la de tequila.
—Whisky solo —respondo sin ganas, haciendo caso omiso a su evidente preferencia por el tequila.
Sirve el vaso negando con la cabeza y me lo pasa.
—Te va a quemar hasta el cu... —no le doy tiempo a terminar cuando me vuelco el líquido de un solo trago—. Diablos.
—Dicen que la práctica hace al maestro ¿o no?
—¿No sentiste nada? ¿No te quemó por dentro? —Su tono de sorprendida me hace gracia.
—Hace tiempo que no siento nada. —mi vista capta una melena rubia cruzar un pasillo y giro la cabeza de inmediato—. Tengo que irme.
—¿A dónde...
No escucho que sigue diciendo porque me doy media vuelta y voy detrás de la rubia que bien conozco. La sigo hasta que se mete en el baño y entro detrás de ella antes de que cierre la puerta.
—¿Qué haces aquí?
—¿No tengo derecho a salir de fiesta? —me espeta ella con desagrado—. ¡Ay, no, me olvidé que soy la única que tiene un hijo aquí y por lo tanto me debo quedar en casa a cuidarlo!
—No me refiero a eso Victoria y lo sabes. ¿Con quién quedó Harry?
La última vez que Victoria y Landon salieron a la vez dejaron a Harry con una amiga de ella, la chica tenía menos idea de bebés que yo de pintura e hizo todo mal: lo quemó con el biberón, le puso el pañal al revés y le echó un shampoo para adultos que le dejó el cuero cabelludo rojo como tomate.
—Está con tu madre ¿contento? —me fulmina con la mirada—. Si ves a tu hermano por ahí dile que necesito el dinero del complemento infantil cuanto antes.
—¿Cuánto es? Puedo dártelo.
—No puedes llevar los gastos de Harry todo el tiempo, Lucca. Tu no eres el padre.
—Pero soy el tío y no me molesta. ¿Cuánto es?
Harry es el bebé más lindo que he visto en mi vida, y no lo digo porque sea mi sobrino, sino que porque de verdad lo es. Aunque también hay que aceptar que los genes no mienten y no pueden negarse.
—Quince dólares —dice con la cabeza baja.
Saco mi billetera del bolsillo de mi jean y le doy un billete de veinte.
—Sabes que cuando quieras salir puedes dejarnos a Harry, a Em y a mi. Somos un desastre pero juntos seguro sobrevivimos una noche.
—Cuando Harry crezca serán los tíos favoritos —me sonríe, abrazándome.
—Sería un halago si hubieran más tíos con los que competir.
—De verdad, Lucca, gracias.
—Todo por ser el tío favorito —le guiño un ojo.
—Lo eres, pero por favor sal del baño y déjame mear o me haré pis encima.
Alzo las manos en el aire dejándola sola en el baño y camino de regreso hacia donde vi a Jazmín la última vez. La busco con la mirada por todo el lugar sin lograr dar con ella y finalmente me doy por vencido, sentándome en un sofá con un vaso de whisky como única compañía.
Llevo ya unos cuantos vasos de bebida encima cuando por los parlantes empieza a sonar Infinity de Jaymes Young y el pecho se me encoge ante el presentimiento de que ella está cerca.
No sé cómo, solo lo siento.
—I'm a mad man for your touch, girl, I've lost control —canto en voz baja junto con la canción imaginando que la tengo en frente—. I'm gonna make this last forever, don't tell me it's impossible.
Algo dentro de mí me dice que levante la vista y cuando lo hago la tengo allí, de pie en el umbral de la puerta hacia la sala, a unos pocos metros de mí y a la vez tan lejos.
No aparta la mirada de mis ojos por lo que aprovecho para modular a la perfección y que logre entenderme.
—'Cause I love you for infinity. I love you for infinity —trago grueso al ver que no se le mueve ni un pelo—. I love you for infinity.
Aparta la mirada y en un segundo la pierdo de vista. No dudo en ponerme de pie lo más rápido que puedo pero el alcohol me juega una mala pasada y caigo de nuevo sentado de culo. Cuando logro estabilidad camino hacia la puerta y al mirar hacia la derecha la diviso al final del pasillo, diviso su culo en realidad, pero digamos que es lo mismo porque no hay forma de que no lo reconozca.
No pienso dejar que se vaya esta vez.
Como puedo llego a la última puerta del pasillo y giro el pestillo. Esta se abre para mi sorpresa pero la habitación está completamente vacía, las cortinas volando por el viento veraniego que se cuela a través de la ventana me da una pista de a dónde se fue mi rubia.
Lo nuestro siempre fueron los encuentros bajo las estrellas.
Identifico su cuerpo a través de las cortinas traslúcidas y me adentro en el balcón con los ojos cerrados, estiro mi mano para tomarla del brazo pero doy un paso atrás al toparme con una mata de pelo castaño claro.
—Perdón, creí que eras alguien más...
La chica, ella, se da vuelta y mi ceño se unifica en mi frente.
—Soy yo, Lucca.
Frente a mí está la chica que amo, mirándome con ojos que destilan tristeza. Juro que daría mi vida solo por abrazarla.
—¿Qué le pasó a tu cabello? —estiro mi mano y entrelazo un mechón de su cabello en mis dedos—. El rubio me gustaba más.
—A mi me gusta —su tono testarudo me hace sonreír.
La extrañé demasiado.
—No dije que te quedara mal, de hecho te queda perfecto, pero ya no podré decirte «mi rubia».
Es una jugada arriesgada, pero no quiero perder más tiempo. Quiero besarla ahora mismo.
Ella ríe, apartando la mirada y girando la cabeza hacia un lado.
—Ya no podrás decirme «mi rubia» porque no soy más «tu rubia». Y mi color de cabello no tiene nada que ver en eso.
—¿Eso qué significa exactamente?
«Te olvidó, Lucca y a menos que hagas algo para cambiar eso se quedará así! ¡Todo por ser un puto idiota!»
Las palabras de Em vienen a mi cabeza y se me encoge el pecho del miedo.
—Significa que te superé. —lo dice con tanta naturalidad que me deja sin habla por unos segundos.
—No te creo.
No puede.
—Acepta por una vez en la vida que no eres la gran cosa Lucca Bianchi. Te superé al mes de irme del pueblo y de verdad creí que me llevaría toda la vida pero ya ves, más fácil que aprender la tabla del uno.
Trago grueso y doy otro paso hacia ella.
—¿No sientes nada si me acerco? —En el fondo sé que está mintiendo, quiere hacerme creer que me superó, pero sé que sigo ahí en su corazón como desde el primer día.
—¿Asco? ¿Repulsión? ¿Ganas de vomitar? —dice con ironía—. ¡Oh, si te refieres a eso, claro que siento!
—No sabes mentir, Sara. —doy otro paso prácticamente pegando nuestros cuerpos, nuestras narices rozándose.
—¿Puedes apartarte? —tira su cabeza hacia atrás para crear distancia.
—Puedes apartarme, no haré nada que no quieras.
Acerco mi boca a la suya con ansias, tantos meses sin tocarla, sin poder besarla y sin tenerla a mi lado acumularon una tensión en mi cuerpo que ruge por ser liberada y como lo haga acabaremos haciendo el amor aquí mismo.
Estoy tan cerca que puedo sentir su respiración agitada, su pecho subiendo y bajando con rapidez y como su cuerpo se estremece cuando cruzo mi brazo por detrás de su cintura. Rozo sus labios de arriba a abajo y cuando intento besarla me aparta de un empujón brusco.
—Te dije que te apartaras.
—¿Iba en serio? No lo parecía —creí que solo estaba jugando—. ¿Seguirás mintiéndote a ti misma diciendo que me olvidaste o dejarás que te bese de una vez?
Entonces dice algo que me corta la respiración.
—Tengo novio, Lucca.
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