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48 | éxito... más o menos

Al día siguiente, Tony, Rocket y Bruce lograron unir con éxito las Gemas a uno de los guanteletes de Tony, lo que significa que estaban listos para traer a todos de vuelta a la existencia. El equipo se reunió alrededor del guantelete, todos con su equipo de combate en caso de que algo saliera mal.

—Muy bien, el guantelete está listo —dijo Rocket—. La pregunta es, ¿quién chasqueará sus dedos?

—Yo lo haré —ofreció Thor.

—¿Disculpa? —preguntó Tony.

—Está bien —respondió Thor, dirigiéndose hacia el guantelete.

Steve y Tony se interpusieron en su camino para detener la marcha de Thor hacia el guantelete. Steve colocó una mano sobre su pecho—. Thor, solo espera. Aún no decidimos quién se lo pondrá.

—¿Disculpa? ¿Estamos acá sentados esperando la mejor ocasión? —preguntó Thor.

—Al menos deberíamos discutirlo —dijo Scott.

—Estar acá sentados mirando esa cosa no va a traer a todos de vuelta —dijo Thor—. Soy el Vengador más fuerte. Es mi responsabilidad. Es mi deber.

—Normalmente, tienes razón —dijo Tony, hablando por encima de Thor.

—¡Para! —siseó Thor—. Solo déjenme... solo déjenme hacerlo. Déjenme hacer algo bueno. Algo bien.

—Escucha, no es solo porque ese guantelete canaliza mucha energía, sino que que no estás en condiciones —dijo Tony.

—¿Qué crees que fluye ahora mismo por mis venas? —preguntó Thor.

—¿Salsa de queso? —comentó Rhodey.

—Rayos —dijo Thor.

—Los rayos no te ayudarán —habló Bruce—. Tengo que ser yo. Viste lo que le hicieron a Thanos esas Gemas. Casi lo matan. Ninguno de ustedes sobreviviría.

—¿Cómo sabemos que sobrevivirás? —preguntó Steve.

—No lo sabemos —respondió Bruce—. Pero casi toda la radiación es gamma. Es como si... yo estuviera hecho para esto.

—Bruce, ¿estás seguro de que es una buena idea? —preguntó Freya.

—¿Qué otra alternativa tenemos? —preguntó Bruce.

—Está bien —dijo Steve—. Está bien, Bruce, puedes hacerlo.

Bruce recogió el guantelete y Tony lo miró—. ¿Estás listo?

—Manos a la obra —dijo Bruce.

—Recuerda, Thanos los hizo desaparecer hace cinco años, tú los traerás de vuelta al presente, a hoy. No cambies nada de los últimos cinco años —instruyó Tony.

—Entendido —dijo Bruce.

Mientras Bruce se preparaba para ponerse el guantelete, todos activaron sus trajes. Astrid, que estaba parada al lado de Tony, vio que un escudo se activaba frente a ella, y cuando giró la cabeza, vio que Tony le enviaba un asentimiento. Ella le devolvió una sonrisa antes de volverse hacia Bruce.

—Viernes, activa el protocolo Puerta de Granero, por favor —pidió Tony.

Las puertas y las ventanas a su alrededor comenzaron a cerrarse solas, cerrándolas dentro de la habitación y bloqueando el resto del complejo. Astrid se sintió un poco claustrofóbica, pero sabía que probablemente esto era lo mejor.

—Todos regresan a casa —dijo Bruce.

Luego, Bruce colocó el guantelete en su mano, que se estiró y creció para acomodarse a su puño, y una vez que estuvo seguro en su lugar, la electricidad comenzó a surgir a través de su cuerpo. Bruce gimió y se arrodilló, agarrando el guantelete con su mano libre.

—¡Sácatelo! —gritó Thor—. ¡Sácatelo!

—No, espera —respondió Steve—. Bruce, ¿estás bien?

—Háblame, Banner —insistió Tony.

—Estoy bien —dijo Bruce—. Estoy bien.

Bruce dejó escapar un grito antes de chasquear los dedos. Una vez que lo hizo, se desmayó instantáneamente y cayó al suelo. Clint quitó el guante del lugar de una patada, ahora completamente frito, mientras todos se reunían alrededor del cuerpo inconsciente de Bruce.

—¡Bruce! —exclamó Steve.

—No lo muevas —dijo Tony, antes de congelar la carne carbonizada del brazo de Bruce con algo de su traje.

—¿Funcionó? —preguntó Bruce.

—No estamos seguros —respondió Thor.

El teléfono de Clint sonó cuando se abrieron las puertas, y él contestó tembloroso—. ¿Cariño?

Freya se quedó boquiabierta—. Chicos, creo que funcionó.

Y fue entonces cuando el complejo explotó. 

Astrid sintió que el suelo se abría bajo sus pies y se dejó caer, sin tener idea si sobreviviría a la caída, ya que a su alrededor vio que el complejo se convertía en nada más que escombros. Aterrizó con fuerza y se golpeó la cabeza contra el suelo al caer de espaldas. Estaba en una de las tuberías que pasaban por debajo del recinto, y cuando se incorporó aturdida, vio a Clint tirado a unos metros de ella.

Un trozo de roca caía hacia él, y Astrid abrió un portal justo a tiempo, arrojándolo al lago fuera del complejo. Luego cayó hacia atrás cuando su cabeza comenzó a latir. Levantando la mano, sintió algo pegajoso en la parte posterior de su cabeza y sus dedos se enrojecieron. 

—Mierda. 

—¿Astrid? —dijo Clint, y ella gimió para hacerle saber que estaba allí. Apareció frente a ella—. ¿Estás bien? 

—Me golpeé la cabeza —susurró Astrid.

—¿Puedes caminar? —preguntó Clint.

Astrid abrió un portal frente a su rostro, colocando el otro detrás de su cabeza. Evaluó la herida y tarareó—. Sí, no es tan grave.

—¿Estás sangrando por una herida en la cabeza y "no es tan grave"? —preguntó Clint—. Deberías buscar ayuda médica. 

—¿En dónde? —preguntó Astrid—. Todo explotó. 

—Sí, tienes razón —dijo Clint—. Muy bien, no podemos quedarnos aquí, así que tenemos que movernos. 

Astrid asintió y Clint la ayudó a ponerse de pie. Algo llamó su atención y jadeó—. ¡Clint, mira!

Era el guantelete, que yacía a unos metros de ellos. Ella y Clint se dirigieron hacia él, y Clint se inclinó para recogerlo. Un gruñido bajo hizo que el vello del cuello de Astrid se erizara, y ella compartió una mirada con Clint antes de que sacara una flecha y la disparara por el túnel. 

Cuando la luz se disparó por el túnel, Astrid vio sombras moviéndose en las paredes y sus ojos se agrandaron—. Tenemos que correr. 

—¿Puedes sacarnos de aquí por medio de un portal? —preguntó Clint, mientras agarraba el guantelete, luego a Astrid y comenzaba a correr. 

—Tal vez —dijo Astrid—. Pero no sé cómo es allá arriba. 

—Bueno, llévanos por el túnel —dijo Clint.

Astrid abrió portales mientras corrían, cortando la mayor parte del túnel. Casi los estrella contra una pared, pero Clint giró bruscamente para evitarla y arrastró a Astrid a la vuelta de la esquina antes de entregarle el guantelete mientras corrían.

Con su mano ahora libre, Clint comenzó a clavar flechas en las paredes, y antes de que Astrid pudiera siquiera preguntarse por qué, explotaron y la fuerza de la explosión los envió a los dos volando por el final del túnel, aterrizando con fuerza en la rejilla. 

Astrid gimió y dejó caer el guantelete cuando Clint se puso de pie—. ¡Astrid, levántate!

Se puso de pie lo más rápido que pudo, y Clint disparó una flecha hacia el túnel por encima de ellos. Luego ató un cable a su cinturón, agarró el guantelete y pasó un brazo alrededor de la cintura de Astrid. Los dos fueron levantados en el aire, y sin manos libres, Clint no pudo defenderlos.

Astrid sacó su espada de la vaina y la blandió tan fuerte como pudo. Sintió que dio en el blanco varias veces, enviando lo que sea que los perseguía de regreso al nivel inferior, y cuando ella y Clint volvieron a caer sobre tierra firme, dejó escapar un grito y miró por encima del borde. Los monstruos no la siguieron, y una vez que estuvieron a salvo ella se recostó y gimió.

—Ni siquiera puedo sentir el dolor de cabeza mortal que debería tener —dijo Astrid. 

—Eso no es bueno —respondió Clint. 

Nebula apareció en el túnel, mirándolos a los dos. Astrid suspiró aliviada—. Nebula, gracias a Dios que estás bien. 

—Oye —dijo Clint, entregándole el guantelete a Nebula—. Te conozco. 

Nebula miró el guantelete antes de hablar—. Padre, tengo las Gemas. 

—¿Qué? —preguntó Clint, tratando de sentarse. 

Nebula colocó su pie sobre el pecho de Clint y sacó su bláster. Los ojos de Astrid se agrandaron—. Nebula, ¿qué estás haciendo? 

—Detente —dijo una voz, y Astrid sintió escalofríos recorrer su espalda. 

Volvió la cabeza y jadeó—. ¿Gamora? 

Gamora la ignoró y apuntó con un bláster hacia Nebula, quien levantó el suyo—. ¿Nos traicionaste?

Otra Nebula salió de las sombras, con las manos levantadas en señal de rendición mientras Clint agarraba a Astrid y salía del medio. Se pusieron de pie y Astrid se sintió mareada, viendo como las dos Nebulas y Gamora se enfrentaban entre sí.

—No tienes que hacer esto —dijo Nebula, y Astrid supo por su mano que esta era la verdadera Nebula. 

—Soy esto —respondió la otra Nebula.

—No, no lo eres —dijo Gamora.

—Viste en lo que nos convertimos —dijo Nebula. 

—Nebula, hazle caso —insistió Gamora. 

—Puedes cambiar —dijo Nebula. 

La otra Nebula bajó su bláster ligeramente—. Él no me lo permitirá.

Sucedió en un instante. La otra Nebula apuntó con su bláster a Gamora, quien gritó y levantó una mano para protegerse, Astrid gritó y se disparó un tiro. Solo que no fue Gamora la que cayó muerta. 

Fue la Nebula del pasado.

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